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1. Primera repoblación del campo de Alicante en la Baja Edad Media
La vivienda rústica del agro de San Vicente del Raspeig no ha variado demasiado a lo largo del tiempo, debido a que cumplía la función de dar cobijo al labrador así como a sus animales domésticos y, guardaba en sí misma, el fruto de las cosechas que proporcionaba la tierra. Lo que sí ha cambiado dentro de esta evolución temporal han sido los tipos de materiales empleados y las formas arquitectónicas construidas.
Seiscientos años atrás en el tiempo, las tierras pertenecientes al término municipal de San Vicente del Raspeig formaron parte de Alicante, que en ese momento pertenecía al reino de la Corona de Aragón. Pero estas tierras estaban prácticamente despobladas y, la política de repoblación del campo alicantino que mantuvo el rey Pedro IV, en el siglo xiv, fue la de atraer mano de obra agrícola de origen mudéjar, a cambio de exenciones tributarias, durante un periodo de dos lustros, como refleja Manuel Del Estal Gutiérrez, de la siguiente manera[1]:
(…) se prodigó Pedro IV en invitaciones a mudéjares y demás gentes que desearan afincarse en la villa de Alicante para atender las referidas faenas agrícolas, a cambio de la franquicia o exención de todo gravamen tributario, siempre y cuando mantuviesen allí por espacio de diez años su domicilio habitual (…) igual política de repoblación y exenciones fiscales con los vecinos de la villa de Alicante prosiguieron los restantes monarcas de Aragón, con similares disposiciones reales, a lo largo de toda la centuria del 1400 (…).
Estas gentes de origen hispanomusulmán que en principio poblaban estos campos realizaban las mismas tareas agrícolas que aún hoy día se siguen ejerciendo, pero con la salvedad de que su atuendo de trabajo era diferente al actual, como dice Jesús Greus[2]:
(…) La gente del campo vestía más sencillamente túnicas de lana, camisas de algodón o sencillas sayas, sobre las que se ponían en invierno unos chalecos de piel de cordero. En verano llevaban sombrero de paja de ala ancha. Los niños vestían una camisa y medias calzas de lana hasta la rodilla. Como los adultos, en invierno se calzaban botas y en verano alpargatas (…).
De la vestimenta medieval tan solo quedan algunas reminiscencias en un tipo de atuendo –actualmente festero–, que visten los componentes de la comparsa que representa a los labradores o maseros, fueron los zaragüelles, descrito de la siguiente manera por Fernando Aznar[3]:
(…) Los hispanomusulmanes tenían algunas ropas que servían a la vez para hombres y mujeres, por ejemplo, un tipo de calzones anchos, llamados zaragüelles, sobre los que se ponían una camisa larga de algodón de lino (…).
Con respecto a los utensilios utilizados en sus tareas domésticas, estos hispanomusulmanes que poblaban nuestras tierras utilizaban cántaros de cerámica que servían para recoger el agua de los aljibes y transportarla a su casa.
Es notoria la influencia ejercida por los primeros moradores del campo sanvicentero en las costumbres de la población, ya que este tipo de cántaro ha persistido a través de los siglos y es conocido en la actualidad por «cánter», presentando una forma similar a la originaria.
Los aljibes, llamados «aljups» en lengua valenciana por sus elementos arquitectónicos y su forma curva empleada para cubrimientos abovedados –forma de cañón–, recuerdan su origen hispanomusulmán, filtrando y oxigenando el suelo a través de conductos subterráneos. Se encuentran por todo el término que fue de San Vicente del Raspeig con anterioridad a mediados del siglo xix, como las partida de La Cañada y, El Moralet. Todavía a finales del siglo xx se podía apreciar la influencia ejercida a lo largo de los siglos por este tipo de construcciones, quedando restos de este tipo de arquitectura en la partida de Inmediaciones, perteneciente al término de San Vicente del Raspeig.
Otra reliquia del pasado hispanomusulmán fueron las almazaras –cuyo significado es molino de aceite–, consistentes en una prensa giratoria que se movía en torno a un eje central, mediante la fuerza ejercida por una caballería, que normalmente solía ser una acémila.
La población hispanomusulmana siguió viviendo del agro en estas tierras hasta el siglo xviii, en que se produjo la expulsión de los moriscos del territorio español, siendo uno de los últimos reductos las tierras de la provincia de Alicante.
2. La segunda repoblación con gentes procedentes de la Corona de Aragón: El siglo xvii
Después del desastre económico y demográfico del año 1609, las tierras de San Vicente del Raspeig también quedaron incultas y, la solución que buscó el gobierno foral de la ciudad de Alicante, fue repoblar de nuevo las tierras alicantinas con gentes procedentes de otras áreas de la Corona de Aragón. Es decir, afluyeron hombres y mujeres de Aragón, Cataluña y Baleares, que fueron ocupando y roturando las tierras de este término, y creando una simbiosis entre los elementos hispanomusulmanes ya existentes y las nuevas aportaciones aragonesas. Fruto de esta repoblación aparecieron en San Vicente del Raspeig apellidos coincidentes con la denominación utilizada por muchos topónimos de Aragón, Cataluña y Baleares, hecho cuya significado radica en que el apellido que una persona especificaba su procedencia territorial, su línea sanguínea o su oficio.
A modo de ejemplo el apellido Carbonell del linaje de la historiadora Lola Carbonell Beviá, procedía en origen de Gerona, siendo Ponç Carbonell uno de los hombres de Jaime I que puso su barco para la conquista del reino de Valencia. Uno de sus descendientes se asentó en Alcoy. Y de dicha línea descendían los Carbonell alcoyanos que se establecieron en San Vicente del Raspeig a mediados del siglo xix.
En cambio, el linaje Bevia, procedía de la provincia de Gerona, siendo la alquería de Beviá dependiente de la población denominada Madremanyà. Aunque se desconoce el nexo de unión entre la provincia de Gerona y los Beviá antepasados de la historiadora; se sabe que el primero de ellos fue «El Tío Beviá», de oficio aperador, asentado en San Vicente del Raspeig a comienzos del siglo xviii.
De Aragón procedían los siguientes topónimos, coincidentes con los apellidos establecidos en San Vicente del Raspeig:
Aliaga (Teruel).
Bañón (Teruel).
Blasco (Huesca).
Borja (Zaragoza).
Carbonera (Zaragoza).
Castro (Huesca).
Fonz (Huesca).
García (Teruel).
Jabaloyas (Teruel).
Mora (Huesca).
Maluenda (Zaragoza).
Molina (Zaragoza).
Picó (Huesca).
Pina (Zaragoza).
Rubio (Huesca).
Toledo (Huesca).
Torrellas (Zaragoza).
Torregrosa (Huesca).
Torremocha (Teruel).
Zaragoza (Zaragoza).
De Cataluña procedían los siguientes topónimos, coincidentes con los apellidos establecidos en San Vicente del Raspeig:
Alcolea (Lérida).
Barberá (Tarragona).
Blanes (Barcelona).
Baró (Lérida).
Camarasa (Lérida).
Carbonils (Gerona).
Colomers (Gerona).
García (Tarragona).
Pons (Lérida).
Rubio (Lérida y Barcelona).
Tortosa (Tarragona).
Torregrosa (Lérida).
Como puede observarse, algunos de estos topónimos se conservan intactos en los apellidos, pero la gran mayoría, a consecuencia del analfabetismo existente en la época, han sufrido algunas variaciones en su escritura.
3. La arquitectura rural del campo sanvicentero en la Edad Moderna: La bóveda de cañón o «de volta»
Durante el siglo xvii y, hasta bien entrado el xviii, la construcción típica de estos agricultores fue la utilización de la bóveda de cañón, conocida en San Vicente del Raspeig como «de volta», para la cubrición del interior y exterior de las viviendas y, de las cisternas.
Esta tipología constructiva fue heredada por varios motivos:
La bóveda de cañón ya la utilizaban los hispanomusulmanes para la cubrición de las cisternas.
Utilizaban el principal material que generaba el terreno, como era la piedra, elemento abundante y económico.
Y no empleaban la madera, debido a su escasez y a su elevado coste.
Para formar la vuelta, las piedras se colocaban en forma de cuña y, mientras se construía el edificio se sujetaba la bóveda mediante soportes que contrarrestaban el peso de la misma. Las piedras se unían mediante una masa formada por pequeños gránulos de yeso, del tamaño de arroz, que era llamado popularmente «yepsot», amasado con agua y tierra roja. El resultado de esta mezcla resultaba tan fuerte que debía de terminar de amasarse rápido, porque producía quemaduras en la pie.
Una vez terminada la bóveda se enfoscaba, en primer lugar, es decir, se daba un primer revestimiento de yeso para alisar la pared y, disimular las imperfecciones. A continuación, se enlucía, se pasaba una segunda capa de cal o yeso para darle un mejor acabado.
Los muros que sostienen el peso de estas bóvedas tienen un grosor aproximado de 75 a 90 cm. La bóveda no se recubría exteriormente, pues estas casas no presentan piso superior.
La iluminación de este tipo de vivienda es mínimo, ya que los vanos que se abren en los muros son muy pequeños, de tipo aspillera.
Estas coberturas pueden observarse en la casa-torre defensiva de la denominada «Casa Blanca», nombre por el viene siendo conocida. Popularmente se dice que su nombre proviene del color blanco de su fachada y su torre. Pero además de esto, por toponimia existe la relación entre el pueblo balear mallorquín de «Casa Blanca» y, la denominación de esta casa, que como ya se ha comentado anteriormente, puede que tenga su origen en el fruto de la repoblación balear.
La torre de la citada «Casa Blanca» está situada en un montículo que se alza sobre unas tierras llanas que van a morir al cauce de una rambla; y hubiera podido ser el lugar idóneo para la vigilancia de la entrada Norte del término de San Vicente del Raspeig. La torre presenta una forma mocha, es decir, no está rematada por la parte superior y, además muestra cierta inclinación, pero no ha visto modificada su estructura inicial. La única diferencia es que con anterioridad al siglo xx medía de 1 m., a 2 m., por encima de su nivel actual. El motivo de esta reducción fue que en el año 1902, María Sabater Blanes compró la casa y, fue ella la que mandó derribar estos metros de alzada, por motivos que son desconocidos.
La torre en el siglo xix fue acondicionada como bodega y, aún se conserva un depósito de almacenamiento de vino en el interior de la casa. Aunque la vivienda ha sufrido ampliaciones en siglos posteriores, aún mantiene en su interior la construcción de las bóvedas originarias dispuestas entre sí de forma paralela y, perpendicular.
Generalmente, todas estas casas con bóveda de cañón no presentan una sola vuelta, sino como mínimo dos; una utilizada para cocina – vivienda- y, otra para cuadra, como ocurre en la casa del «Tío Sastre» –que nació en 1865 en la partida de Canastell-; la casa de Consuelo Pastor López, apodada «la madera» –nacida en 1850 en «El Carreret», de la partida Raspeig-; la de Encarnación «la tomata» –que nació sobre 1890 en Canastell-; las casas del garroferal –propiedad de Rosa Toledo, que nació en 1890-, situadas en la partida del Moralet (Alicante); y otras dos contabilizadas en la actualidad en la partida de Canastell; y, una más que queda medio derruida en la partida de Boqueres; en la partida del Raspeig –lo que en la actualidad constituye la calle Lillo Juan-, existían dos casas abovedadas casi adosadas a la parte posterior de la iglesia parroquial, que fueron derribadas en el siglo xix.
Dentro de este tipo de casas «de volta», cuya construcción era abovedada, existieron variedades, como son las cuevas o las casas-cueva. Este tipo de viviendas presentaban bóveda de cañón y se construyeron a nivel del subsuelo, aprovechando el desnivel natural del terreno. La casa-cueva se formó en principio por una cueva que más tarde se va ampliando, mostrando externamente la apariencia de una vivienda anormal, vislumbrándose su origen en la parte posterior del edificio, como ocurre con la casa de Manolo Pastor, –nacido en 1902–, apodado «la volta» por esta construcción, que posteriormente generó su apodo. Esta casa fue herencia de su abuela, que también la heredó a su vez. El suelo de la vivienda se componía de baldosas de arcilla cocida, denominadas popularmente «rajoles», palabra procedente en origen de «rajola» y, que constituye un aragonesismo[4]. Estos ladrillos macizos podían ser de color rojo o amarillo y, con ellos se pavimentaba el suelo del cuarto del matrimonio, de la entrada de la casa y, a veces alguna otra habitación. El resto del suelo consistía en una masa formada por escombros de yeso mezclado con agua y, aplanado mediante un pilón, una manga o un legón.
En este tipo de viviendas, la cocina se situaba en alto y, aquí se cocinaba la «olleta del café» para el desayuno y, las «coques graelles», es decir cocas hechas con harina cocidas encima de la parrilla y, una vez hechas, se aliñaban con aceite y, se comían con aceitunas, tocino y, salazones. La comida se hacía en ollas de hierro que ponían sobre el fuego y, comenzaban a cocinar los alimentos cuando se marchaban a trabajar y, así estaba listo para comer a la vuelta del trabajo. Otro motivo de su utilización consistía en que sobre este recipiente no había peligro de que volcara la olla. Otro de los platos que solían tomarse al mediodía era la «olla viuda», que se hacía con legumbres y, verduras –patatas, nabos, acelgas, calabaza, tronchos o cardos, garbanzos, lentejas, alubias, arroz, ajos y, cebolla–. La forma interna de esta cocina era también abovedada, pero sin embargo en el exterior presentaba forma de cascarón o de horno, es decir la construcción de la misma era de cuarto de esfera. Otras veces las casas solían tener una cocina situada en el suelo, en forma de chimenea y, en algunas ocasiones se encuentran unidas las dos. Es decir, la cocina del suelo tiene insertada dentro de sí misma en un lateral o la cocina de horno. Esto se hacía para aprovechar el espacio. Los muros de las puertas que comunican las estancias entre sí, son siempre adinteladas y de gran espesor.
Las casas abovedadas además de la cuadra que solía estar ubicada al lado de la habitación principal, comprendía un patio interior de tierra, donde en un lateral del mismo se situaba la marranera o porqueriza, espacio destinado a la cría de cerdos, muy oscuro, de techo bajo y, sostenido por escasas finas vigas de madera. Sobre esta dependencia que no tiene forma abovedada, se elevaba la cámara, donde se almacenaba la cosecha. Los aljibes seguían el mismo tipo de construcción utilizado por los hispanomusulmanes, es decir abovedado pero con una inclinación menor y, techado por cubierta de teja ondulada. Presentaban varias formas, pudiendo tener una disposición rectangular formando el depósito y, una cuadrangular vertical más estrecha, con tejadillo a cuatro aguas por donde había una abertura que accedía al pozo.
En el exterior de la vivienda se encontraba la pila de lavar que en esta época tenía forma poligonal, con el borde inclinado para poder realizar mejor la tarea y, un hueco central donde se almacenaba el agua. Toda ella era de piedra.
El «cantarer» era otro de los utensilios imprescindibles que se localizaban en la cocina y, como su nombre indica, servía para colocar los cántaros repletos de agua. El agua que rebosaba de los cántaros se canalizaba por una pequeña canaleta y, caía sobre un lebrillo. Sobre la pared se apoyaba una estaca de la que salía un asa, donde se colgaba el cantarillo que servía para beber. El cantarillo, además, tenía la función de servir para lavar la boca del caballo, es decir, introduciendo el morro del animal y, se lo lavaban con una manopla, que llamaban «monyiqueta».
La higiene personal era ínfima y, se hacía por medio de un cubo de agua, mediante el cual se lavaban las manos y la cara. Para tomar el baño, se esperaba que las acequias de riego fuesen repletas de agua, manteniéndose esta forma de asepsia hasta mediados del siglo xx, momento en que comenzó a introducirse la conducción del agua potable en el interior de las casas de campo.
4. El cambio de arquitectura en la Edad Contemporánea: La construcción de planta baja y, un piso de altura
En el siglo xviii, fueron dejando de construirse paulatinamente las casas abovedadas para pasar a dar comienzo a viviendas de dos plantas amazacotadas y plomizas, que a veces tenían que sostenerse mediante la ayuda de machones o contrafuertes hechos de obra maciza. Los materiales empleados seguían siendo la piedra, como principal elemento, mezclado con «llepsot» y, luego enfoscados y, enlucidos sus muros internos y, externos. La bóveda dejó de utilizarse porque era demasiado pesada para sostener un piso sobre ella y, comenzó a utilizarse la cubierta sostenida por vigas de madera en el interior y, teja ondulada como recubrimiento exterior. Los vanos comienzan a agrandarse dando lugar a ventanas con derrame, para conseguir un aumento de la claridad interior por medio de la luz cenital. A la vez, las ventanas se aíslan mediante enrejados de forja muy sencilla y, funcional. La distribución del edificio es igual al interior de la vivienda abovedada, pero mucho más amplia. La cuadra estaba dentro de la casa y, fuera se encontraba el corral.
Los habitantes vivían en la planta baja. En la cocina se instalaba un banco de piedra, cuya función recaía en mesa para sentarse a comer y, cama para dormir. Para esta última utilidad se colocaban sobre el banco de la cocina colchones fabricados con hojas de maíz y, paja larga. Y ahí se acomodaban los varones solteros de la casa. En cambio, las doncellas, dormían en un cuarto aparte, pero también sobre este tipo de colchones.
Las necesidades propias del individuo tales como miccionar y, evacuar, se hacían fuera de la casa, en el bancal. Y la higiene personal se realizaba como ya se ha comentado anteriormente.
Dentro de este abanico de casas del siglo xviii, existe una excepción, como es la «Casa Roga», que presenta un gran arco de medio punto sobre la puerta principal; es decir, semicircular y, cuya función consistía en descargar el peso del mismo, hacia los laterales. El arco está adovelado marcando la línea del salmer –primera dovela a partir del comienzo del semicírculo–, que se ensancha hacia el exterior del arco. El tímpano del arco está cerrado por una reja de hierro con motivos radiales. Esta casa presenta una gran similitud, con el tipo de casa sólida y con personalidad propia de la provincia de Teruel, concretamente con las de algunos pueblos de la provincia, como son Mora de Rubielos. También de esta casa se puede decir que existe una similitud toponímica entre un pueblecito de Cuenca denominada «Casa Rocha» y, el nombre que lleva esta casa. Un dato importante reside en que la piedra de los pesebres de las cuadras, al igual como la de las pilas de lavar, se trabajaban «in situ», es decir, en el mismo lugar de su ubicación. Las pilas de lavar siguen siendo poligonales o circulares como en épocas anteriores.
Otro ejemplo de similitud toponímica se encuentra en una finca, que a pesar de los diferentes propietarios que ha tenido, se viene conociendo como la «Torre», sin que presente características de torreón. Según Antonio Ubieto Arteta[5]:
(…) El significado de «torre» como construcción militar y aún civil se ha perpetuado desde el latín clásico. Pero en Aragón además equivale desde la Edad Media a finca de labor, que comprende varias edificaciones y varias extensiones de terreno con diferentes cultivos –que pueden ser cereales-, aunque dedicados principalmente al de árboles frutales, huertas y jardín, por estar enclavados en tierras de regadío. Cuando el dueño no reside en la «torre» y sí, en la población próxima, le sirve de recreo en ciertas épocas del año (…).
Cuando la torre está en zona montañosa el regadío desaparece y los árboles frutales, huertas y jardín quedan reducidos a una mínima expresión (…).
Todas estas características que explica dicho autor se pueden contemplar en la finca «La Torre» en su época de esplendor, pero ahora ha quedaron reducida a la vivienda y, a unos pocos miles de metros de terreno.
Las casas que quedan de esta época son: La de Serafina Toledo, conocida por la «Tía Cueta», en la partida del Moralet (Alicante), que nació alrededor de 1890, y la casa procedía de herencia; la finca «La Torre», donde uno de sus propietarios fue «el Tío Pantalones», que vivía en Alicante sobre el año 1880; y con anterioridad había vivido de alquiler el «Tío Renoc» (1860).
La casa de Vicente Pastor, apodado «El Interesat», –nacido en 1895– que heredó de su familia y, que se encuentra ubicada en la partida del Moralet (Alicante). La «Casa Roga», que era propiedad compartida de «Dolores la Garrofera», situada en la partida del Moralet (Alicante).
En el siglo xix, las construcciones se volvieron más ligeras y, ya no presentan el aspecto amazacotado anterior. Los vanos se ensanchan y su número crece. También se suele cerrar por medio de rejas de diseño funcional. Las casas siguen teniendo una y dos alturas con cubiertas de vigas de maderas en el interior y, teja ondulada, en el exterior. El techo entre viga y viga, se vuelve curvado. La disposición interior del habitáculo es igual al de épocas pasadas.
La fachada exterior de la vivienda, durante la primera mitad del siglo xix, no se pintaba, tan solo se enfoscaba y, se enlucía con cal blanca. Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo comenzó la tendencia a pintarse de color rojizo. Algunas casas se adornaban con pequeños aleros que se colocaban sobre las ventanas y, puertas de la fachada principal. Se siguen utilizando las pilas de lavar hechas en piedra, pero ya no circulares, sino rectangulares con uno o dos soportes para lavar. Los caracteres siguen siendo igual y, mantienen su función originaria. Se hacen en piedra en estos momentos abrevaderos pequeños cuadrangulares para los animales, que suelen colocarse en el exterior de la casa. Las cisternas continúan construyéndose igual, con la salvedad de que el techo se construye adintelado y plano, porque a partir de estos momentos, además de servir de pozo de agua en su interior, funcionará exteriormente como secadero de higos, almendras, aceitunas, etc. Al mismo tiempo se adosan abrevaderos de piedra que se llenan de agua mediante una canaleta que baja desde la boca del pozo y, nace del interior de la casilla, donde se guarda el cubo que sube el agua. Otro tipo de aljibes que se van a construir, serán de pequeño tamaño, forma rectangular y, bóveda esquifada, o bien tejadillo a dos vertientes.
Las casas que todavía estaban en pie en el año 1994, pertenecientes al siglo xix, fueron las del «Tío Ciprer», que nació alrededor de 1856 y, heredó la casa de su familia, situada en la partida de Inmediaciones.
La casa de Antonio Lillo, conocido por el «Tío Toni, la farina» –nacido en 1880–, heredó la casa que se encuentra en la partida de Inmediaciones y, que en su interior contenía una bodega donde se preparaba el vino que era criado en las tierras del «Tío Toni», quién a su vez, contrataba a varios hombres para trabajar en sus tierras. Su mujer, Mariana, se dedicaba a hacer capazos de esparto y, bandas del mismo material para la fabricación de carros.
La finca «El Altet», situada en la pantalla de Canastell perteneció al «Tío Joan Sensia» –Sensia era su apodo–, que nació en 1850 y, heredó la casa de su abuelo. El nombre del «Altet» le viene dado por la situación privilegiada que presenta la casa, construida sobre un pequeño montículo.
La casa pintada de color rojo, situada en el Plá Olivera, perteneció a Manolo «El Ventorrillero», que nació alrededor del año 1850. Este señor, algunas veces tuvo que trasladar sus pertenencias fuera de su casa porque la rambla tiene surcado su cauce muy cerca de esta vivienda y, en época de crecida, se ha visto inundada por las aguas desbordadas de la rambla.
La casa de manolo «El Canter», también presenta su fachada pintada de color rojo. Se construyó en la década de 1860; allí vivía y trabajaba su propietario como indica su apodo: trabajando la piedra, de cantero. Fabricaba tanto pilas como sillares de piedra y lápidas para el cementerio.
Un hecho habitual que ocurría en el campo de San Vicente del Raspeig fue la salida nocturna de fantasmas, los cuales eran hombres disfrazados que provocaban el miedo entre los campesinos para acudir, sin ser vistos, a rondar y a entretenerse con algunas mujeres. A pesar de todo, la identidad del presunto fantasma se conocía extraoficialmente entre los vecinos de los alrededores. El vestuario utilizado por el fantasma consistía en una sábana blanca que cubría todo el cuerpo del mismo y, sobre la cabeza se colocaba un farolillo encendido[6].
Las viviendas del agro en los albores del siglo xx, se hicieron más simples, es decir de una o dos alturas y con ventanas más grandes, pero en menor número. El interior del techo seguía sujetándose con vigas de madera y, el exterior se cubría con teja plana. En el interior del patio fue creado un departamento especial donde se guardaba el forraje de los animales y, los aperos de labranza. Y estaba semi-cubierto por un pequeño tejado de cañizo.
5. Conclusiones
En la actualidad y tras finalizar el siglo xx, el siglo de la modernidad, el siglo de los avances, vemos como los campesinos del término de San Vicente del Raspeig tuvieron que enfrentarse a la creación de una vivienda aplicada a una población rústica, cuyo nacimiento surgió gracias a los conocimientos de los primeros hispanomusulmanes que poblaron estas tierras y a las nuevas ideas que trajeron los primeros repobladores que llegaron procedentes de toda la Corona de Aragón; a partir de ahí surgió el hábitat agrario autóctono del término de San Vicente del Raspeig, que fue evolucionando y mejorando con el paso de los siglos, quedando patente en las tierras del Raspeig.
BIBLIOGRAFÍA
UBIETO ARTETA, Antonio. «Orígenes de Aragón». Zaragoza. Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja. 1989.
GARCÍA POMATA, Antonio. «Partidas, personajes y casas del Elche rural». Alicante. Sociedad cooperativa del Campo y Caja Rural de Elche. 1984.
DIAZ ARDID, E. & ALEDO SARABIA, J. «Orihuela. Un patrimonio arquitectónico rural y urbano en peligro». Alicante. Instituto de Cultura Juan Gil Albert. Diputación de Alicante. 1990.
SEIJO ALONSO, Francisco. «Los fantasmas de Alicante, Valencia y Castellón (bubotas, follets, bruixes)». Alicante. Autoedición. 1979.
AZNAR, Fernando. «España medieval: Musulmanes, judíos y cristianos». Madrid. Biblioteca El Sol. 1991.
Gran atlas de carreteras España-Portugal. Escala 1:300.000. Barcelona. Plaza & Janés. 1987.
DEL ESTAL GUTIÉRREZ, Manuel. «Historia de Alicante». Tomo I. Alicante. Patronato V centenario. 1990.
FATAS, G & BORRÁS, G. «Diccionario de términos de Arte y Arqueología». Zaragoza. Guara Editorial. 1980.
GREUS, Jesús. «Así vivían en Al-Andalus». Madrid. Biblioteca El Sol. 1991.
Fuentes orales consultadas en 1992
BOTELLA PASTOR, Modesto. Nacido en 1918 en San Vicente del Raspeig.
FERRÁNDIZ MOLINA, Agustín. Nacido en 1908 en San Vicente del Raspeig.
NOTAS
[1] DEL ESTAL GUTIÉRREZ, Manuel. Historia de Alicante. Tomo I. Alicante. Patronato V centenario. 1990.
[2] GREUS, Jesús. Así vivían en Al-Andalus. Madrid. Biblioteca El Sol. 1991.
[3] AZNAR, Fernando. España medieval: Musulmanes, judíos y cristianos. Madrid. Biblioteca El Sol. 1991.
[4] Así lo aclara FATAS, G & BORRÁS, G. Diccionario de términos de Arte y Arqueología. Zaragoza. Guara Editorial. 1980.
[5] UBIETO ARTETA, Antonio. Orígenes de Aragón. Zaragoza. Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja. 1989.
[6] Para ampliar el tema. Véase: SEIJO ALONSO, Francisco. Los fantasmas de Alicante, Valencia y Castellón (bubotas, follets, bruixes). Alicante. Autoedición. 1979.