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La basílica hispanoamericana de Nuestra Señora de la Merced es un enorme edificio emplazado en el norte de la capital madrileña, entre las calles Edgar Neville, Aviador Zorita y la que lleva su propio nombre, Basílica, a derecha a izquierda de la misma. De estructura paralelepípeda y enormes dimensiones, está formada por una gran nave central que remata en el alto y muy desarrollado presbiterio, y varias capillas adosadas en los laterales, que han ido construyéndose sucesivamente.
La primera capilla ubicada al lado derecho, a los pies de la iglesia, ha sido recientemente dedicada a la patrona de Venezuela, Nuestra Señora de Coromoto. A ella se suman dos advocaciones marianas más: a la izquierda se emplaza la Virgen Divina Pastora de Barquisimeto (Venezuela), que comparte patronazgo en este país, y a la derecha la Virgen de Chiquinquirá, llamada la Chinita, patrona de Colombia. Otra capilla le ha sido dedicada hace años en el mismo templo.
Uno de los estudios más completos y documentados sobre la Virgen del Rosario de Chiquinquirá es el realizado por el padre dominico Luis Francisco Sastoque Poveda[1]. Es el Chiquinquirá, vocablo chibcha que significa lugar de nieblas y pantanos, es ciudad capital de la provincia de Occidente, en el departamento de Boyacá, y capital religiosa de Colombia. La historia de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá se remonta hacia el año de 1560 en que el español Antonio de Santana obtiene la encomienda de Sutamarchán, donde construye su casa, con capilla incluida, para la que precisa un cuadro de la Virgen. Dos años más tarde llega el hermano dominico fray Andrés Jadraque como refuerzo para las misiones dominicanas. Encomendero y fraile acuden a Alonso de Narváez en demanda de una pintura de la Virgen del Rosario. Acuerdan las condiciones, diseño y precio de la tela; convienen en colocar a los lados los santos de su devoción, san Antonio de Padua a la derecha, por ser el patrón del encomendero, y san Andrés, el santo del dominico que está realizando las gestiones. Alonso de Narváez pinta el cuadro, que es llevado a Suta (hoy Sutamarchán) para presidir la oración de colonos e indios de la región. Debido a su deterioro, en 1578 el lienzo es trasladado a Chiquinquirá, donde permanece en estado de abandono hasta 1585, en que la viuda del comitente, Catalina García, y su amiga la terciaria dominicana María Ramos, lo recuperan de su situación de deterioro.
María Ramos, ferviente devota mariana, oyó la indicación de la indita Isabel: «Mira, mira, señora, que la Madre de Dios se ha bajado de su lugar, y está allí, en tu asiento, parada, y parece que se está quemando». El milagro acaecido en la imagen, llamado de la renovación que recuperó la coloración original, es narrado por Tobar y Buendía en estos términos:
La imagen de la Madre de Dios tenía su soberano rostro muy encendido y colorado, y los santos gloriosos san Andrés y san Antonio también estaban muy mejorados de sus facciones; y en todo estaba la pintura tan lúcida y renovada de alegres y celestiales colores, que era una gloria el verla. A los clamores de María Ramos y a las voces de Isabel acudió Juana de Santana; y juntas las tres dichosas mujeres, llenas de espanto y admiración, postradas de rodillas con afectos indescriptibles de devoción…, estuvieron embelesadas y gozando de aquellos resplandores de gloria y que llenaban de claridad la capilla y de alegría sus corazones. Más tarde llegaron Catalina García de Irlos, Ana Domínguez y otras personas.
El padre Juan de Figueredo inició un proceso eclesiástico sobre la renovación para verificar el milagro, en 1587, que se archivó en el arzobispado de santa Fe. Multitud de testigos declararon en el proceso. El milagro se repitió el 5 de enero de 1589, durante el prodigio desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde del día siguiente. El suceso llegó a las altas esferas, acudiendo el arzobispo Luis Zapata de Cárdenas y el presidente Antonio González a rendir pleitesía a la sagrada imagen.
Tobar y Buendía proporciona la descripción de la obra. El lienzo en que está pintada la Virgen es una manta de algodón de 1,25 x 1, 19 cm. Fijado a una tabla lisa de cedro ajustado a un marco de madera envuelto en un enmarque de semicírculos de plata en relieve. El tejido fue realizado por indios cocas, habitantes de la región, que aplicaron directamente el color sobre la tela impregnando los hilos. Para la capa pictórica se utilizó blanco de España, mezclado con cola como aglutinante, añadiendo colores de origen orgánico, obteniendo matices de escasa gama, técnica que explica el acabado general en tono mate de las pinturas al temple. La Virgen, de rasgos delicados y mirada ingenua, gira la cabeza, cubierta con fino velo, hacia el Niño, en cuya mano derecha tiene un hilo que pende de la pata de un pajarito de varios colores, pintado sobre el pecho de la Virgen, ataviada con túnica de color rosado y manto de color azul celeste, recogido bajo el brazo izquierdo, evocación de las Vírgenes trecentistas. Sostiene un rosario de color coral. San Andrés, a la izquierda de la Virgen, viste túnica rosada y manto púrpura, y porta un libro y la cruz aspada de su martirio, atributo que se impone desde el siglo xv, mientras san Antonio, vestido con hábito azulado y capucha, lleva un libro cerrado y al Niño Jesús. Ambos santos están descalzos.
La Virgen ha obrado multitud de curaciones, como la de la epidemia de viruela que asolaba Tunja y alrededores en 1587, siendo llevada en procesión. Es entonces cuando comienza a llamarse Virgen de Chiquinquirá. Esta epidemia se repite en 1841 en Santa Fe, con similares resultados milagrosos. Cincuenta años más tarde obra el milagro de la peste grande. Es llevada a Bogotá, terminando el triste flagelo. A la capital es llevada en diciembre de 1954 para presidir el tercer congreso mariano, recibiendo de manos del Presidente de la República la Gran Cruz de Boyacá. En 1962 es transportada de nuevo a la capital en demanda de la paz entre los pueblos.
Resulta interesante advertir sobre la peculiaridad de las peregrinaciones de la Virgen de Chiquinquirá: no son peregrinos los que acuden al templo; es ella quien se desplaza a realizar curaciones y prodigios. Considerado desde el punto de vista artístico el valor de la obra, no es sobresaliente. Se trata de una imagen de devoción. Pertenece al tipo bizantino de Odigitria, es decir, conductora del Niño. Aquí es la Virgen del Rosario, cuya incidencia de los peregrinos alemanes a Compostela está atestiguada por la literatura y el arte, que traspasó el océano y generó rica iconografía jacobea.
El segundo centenario de la Renovación supuso un punto de inflexión en la difusión de la iconografía de la imagen, con nombres conocidos, como la familia Acero, que dio los primeros pintores criollos del país, así como atribuciones a pintores como los Gaspar de Figueroa ( 1658) y Gregorio Vásquez de Ceballos (1638-1711). Existen copias en los más variados soportes; en el Museo de Monterrey (México) se exhibe un grabado excelente. La fama de milagrera generó la confección de exvotos, como el conservado actualmente en el Museo de Puerto Rico. Como es frecuente en este tipo de imágenes populares, lleva la fecha. El Museo de América, de Madrid, atesora algunas copias.
La Virgen de Chiquinquirá es la constante por excelencia de la religiosidad de la Colombia mestiza, por ello Chiquinquirá es el emblema de una fe nacional. Se le cantan los gozos en la novena, grabado en letras de oro en la base de la cúpula de la Virgen: «Pues sois de los pecadores / el consuelo y alegría, / ¡oh Madre clemente y pía!, / escuchad nuestros clamores». Aunque es la más colombiana de las imágenes, su devoción traspasó las fronteras. Maracaibo (Venezuela) tiene erigido un templo antiguo y le profesa gran veneración.
Chiquinquirá es el centro de la evangelización del Nuevo Reino de Granada prácticamente desde prácticamente los albores de la colonia, al convertirse en lugar privilegiado de peregrinación. Debido a la extraordinaria devoción a la que se hizo acreedora por todas partes, se erigieron iglesias, capillas, templos y conventos bajo su advocación. Desde el púlpito de su santuario y por todo el país colombiano, el vehículo más eficaz de la evangelización ha sido el rezo del santo rosario. Se ha reproducido sobre los más variados materiales. En el Museo de Antioquía (Colombia) se conserva un grabado y un exvoto. El primero es obra de Juan Pérez, escuela española, 1735. El exvoto corresponde a uno de los milagros, cuyo texto informa del mismo en los siguientes términos: «Milagro de Ntra. Señora de Chiquinquirá de darle la salud a Dª María Jesús Xaramillo y Gavidiria. Año de 1813». Este tipo de objetos, de gratitud por una gracia concedida, en este caso una curación, son una importación de España al Nuevo Mundo en el marco de las devociones.
Apariciones de la Virgen de Chiquinquirá
Primera Aparición
Y una humilde anciana lavandera en la provincia de Maracaibo –Venezuela–, cumplía su faena en la orilla de la laguna de Coquivacoa, cuando una tablita llegó a sus manos, fue recogida por la anciana y la llevó a su casa. (Texto recogido por la autora del cartel informativo de la capilla).
Segunda Aparición
El martes 18 de noviembre de 1709 se encontraba absorta en sus quehaceres, por lo que no prestó atención a una serie de golpes que se escuchaban en la pared donde colgaba la imagen. Los golpes se escucharon de nuevo, pero ella no se movió. Sin embargo, a la tercera vez, se dirigió extrañada al lugar de donde venían los golpes y sorprendida, vio cómo en la tablita se apreciaba claramente la imagen de la Virgen de Chiquinquirá y emergía de ella una luz brillante. (Texto recogido por la autora del cartel informativo de la capilla).
Himno a la Virgen Chinita [Virgen de Chiquinquirá]
Gloria a ti, casta Señora / de mi pueblo bravo y fuerte / que en la vida y en la muerte / ama y lucha, canta y ora.
Autóctona virgen de rostro bronceado / mi lago encantado te exorne los pies / con rizos y ondas de armónico halago, / y reina del lago te digan por doquier.
Bruñeron tus sienes con lirios plasmadas, / ígneas llamaradas de eterno brillar, / por eso mi tierra que el trópico inflama / del sol te proclama la reina inmortal.
La entraña fecunda del pueblo nativo / por ti fluye un vivo tesoro sin fin, / riberas y llanos, lagunas y sierras, / Reina de mi tierra te llaman a ti.
Y porque mi casta florezca en virtudes, / tus excelsitudes proclame la grey, Reina de mi tribu llamándote en tanto / la dicha o el llanto nos colmen. Amén.
Oración a la Virgen de Chiquinquirá
Ruega por nosotros ahora. Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios, rencores y la reconciliación de todos los hermanos. Que cese la violencia, que progrese el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica.
Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad. Te lo pedimos a ti, a quien invocamos como Reina de la Paz. Sé para nosotros puerta del cielo, vida, dulzura y esperanza para que juntos podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Apariciones de la Virgen de Coromoto
Primera Aparición
Un día de 1652, el cacique Coromoto y su mujer atravesaban una corriente de agua y vieron una Señora de extraordinaria belleza que les dijo en su idioma: «Vayan a casa de los blancos y pídanle que les eche el agua en la cabeza para poder ir al cielo». (Texto recogido por la autora del cartel informativo de la capilla).
Segunda Aparición
El sábado 8 de septiembre de 1652, la Virgen se volvió a aparecer en el bohío [cabaña de América, hecha de madera y ramas, o cañas o pajas y sin más respiradero que la puerta], en presencia del cacique de Coromoto, su mujer, su cuñada y un sobrino de ésta. El cacique cogió una flecha y apunta para matarla. Como la Virgen María se le acercó, Coromoto arrojó la fleche e intentó empujarla, pero ella desapareció. (Texto recogido por la autora del cartel informativo de la capilla).
Oración a la Virgen de Coromoto
¡Oh, Madre querida de Coromoto! Tú, que has acompañado el nacimiento y el desarrollo de nuestra historia patria, venimos a tus plantas a consagrarnos como pueblo, como nación que te reconoce como Madre y a decirte que somos tuyos. Queremos colocar muy cerca de tu corazón nuestras necesidades, deseos, luchas y logros. En este momento de nuestra historia, te pedimos que mires a estos tus hijos que caminan en valle de lágrimas y consuélalos mostrándonos siempre a tu Hijo. Te consagramos nuestra patria Venezuela, con todos sus hijos, con sus familias, con los que sufren y son olvidados. Enséñanos, Virgen llanera a llevar dentro de nosotros a tu Hijo con el mismo amor y adoración con que tú le llevaste. Que esta especial consagración haga hijos más fieles a la Iglesia, a sus pastores y ministros. Muéstrate como Madre como bella Señora del río Tucupido a todos cuantos están alejados. Recibe, Virgen de Coromoto, nuestra consagración y sostén nuestros propósitos de vivir como discípulos y misioneros de Hijo a fin que podamos llevar a plenitud nuestra vocación bautismal dando así gloria a la Santísima Trinidad.
BIBLIOGRAFÍA
Acebedo, P., La Rosa del Cielo. Nuestra Señora de Chiquinquirá. Reseña histórica 1586/1986, Bogotá, Ed. Usta, 1986.
Acosta, J., Compendio histórico del Descubrimiento y Colonización de la Nueva Granada en el siglo décimo sexto, París, Impr. de Beau, en Saint Germain en Laye, 1848.
Álvarez White, M. C., Chiquinquirá, arte y milagro, Bogotá, Museo de arte Moderno, Presidencia de la República, 1986.
Ariza, A. F., Apostillas a la historia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá (adición y correcciones), Bogotá, Ed. Kelly, 1969.
—Adiciones y correcciones y correcciones, Separata del Seminario «Veritas», Chiquinquirá, Ed. Veritas, 1963.
—Los Dominicos y Chiquinquirá, 1636-30 mayo 1936, Chiquinquirá, Ed. Veritas, 1936.
—Hagiografía de la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Bogotá, E. Iqueima, 1950.
Sastoque, L. F., «Chiquinquirá», Nuevo Diccionario de Mariología (1986), directores S. de Fiores, S. Meo y Eliseo Tourón, Madrid, San Pablo, 2001, 555-563.
NOTAS
[1] Sastoque, L. F., «Chiquinquirá», Nuevo Diccionario de Mariología (1986), directores S. de Fiores, S. Meo y Eliseo Tourón, Madrid, San Pablo, 2001, 555-563.