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Tras una primera entrega en la que se estudió la toponimia apícola del norte de la provincia de Palencia tal y como se plasma en el mapa Topográfica Nacional (después de una parte previa introductoria en la que nos acercamos a la apicultura tradicional de la zona y se dieron unas nociones básicas de Toponimia), abordamos en esta segunda parte el registro de estos topónimos en la recopilación Toponimia palentina (Gordaliza Aparicio y Canal Sánchez-Pagín 1993), además de en el Catastro actual y el del Marqués de la Ensenada, aunque en estos dos últimos casos únicamente se hará una aproximación a la utilidad de dichas fuentes para este tipo de estudios. Finalmente, y tras valorar cuantitativa y comparativamente las fuentes toponímicas utilizadas, expondremos las conclusiones obtenidas sobre algunos de los temas tratados en nuestro trabajo.
Las tradiciones apícolas en la toponimia del norte de Palencia (continuación)
La toponimia apícola del norte de Palencia en Toponimia palentina (Gordaliza Aparicio y Canal Sánchez-Pagín 1993)
Nuestro manejo de varias fuentes en las que se recogen los nombres de la provincia de Palencia, o de alguna de sus comarcas, nos permite decir que toda revisión toponímica que tenga este ámbito territorial ha de tener como fuente principal (aunque, como veremos posteriormente, no única) a la que quizás sea la obra de referencia sobre la materia: Toponimia palentina, de F. Roberto Gordaliza Aparicio y José María Canal Sánchez-Pagín (1993). Y ello debido tanto a su ámbito geográfico (comprende la totalidad de la provincia) como al detalle ofrecido en la recopilación de topónimos que en ella se hace. No podía ser menos para nuestro estudio, para el que hemos rastreado y extraído las referencias apícolas encontradas para las localidades de la Montaña Palentina así como de las otras cuatro comarcas de la mitad septentrional de Palencia, es decir, La Peña, La Ojeda, La Valdavia y La Vega. De esta forma, podremos establecer una comparación de la implantación de dichos topónimos entre los distintos territorios estudiados, complementaria a la ya realizada en el artículo anterior con la cartografía del MTN25. Sin embargo, y como en este caso las tres comarcas más meridionales del ámbito de estudio, es decir, La Ojeda, La Valdavia y La Vega, sí serán estudiadas al completo (al contrario de lo que hicimos con el MTN25, donde se escrutaba, respectivamente, el 85%, el 30% y el 20% de su territorio), tendremos que restringir alguna de las comparaciones que hagamos entre ambas fuentes (Toponimia palentina y MTN25), lo que advertiremos cuando llegue el momento.
Comenzando ya nuestro análisis, vamos en primer lugar a entresacar del listado de topónimos más significativos que los autores realizan al final de su obra (Gordaliza Aparicio y Canal Sánchez-Pagín 1993, 445-476, La toponimia provincial) aquellos relacionados con la apicultura. Estos se incluyen dentro de la categoría de los «topónimos agrícolas y ganaderos», subcategoría «actividades ganaderas», y de la categoría de los «zootopónimos», subcategoría «anfibios, reptiles e insectos» (Gordaliza Aparicio y Canal Sánchez-Pagín 1993, 457 y 471, respectivamente). Así, los topónimos seleccionados son los siguientes[1]:
Para estudiar, como estamos haciendo, la implantación de las tradiciones apícolas palentinas a partir de los topónimos, encuadraremos los encontrados en esta fuente de información en los dos grupos ya utilizados con la cartografía MTN25 y que fueron descritos en la anterior parte de este trabajo: el de la apicultura del dujo y el grupo de la apicultura del colmenar. Así, en el primero incluiremos aquellos topónimos derivados de los términos arnal/arnales, colmenas y dujo/dujos, mientras que en el segundo, los derivados del término colmenar. Los restantes topónimos apícolas hallados, los derivados de los términos cera y miel, no los hemos considerado en ninguno de los dos grupos anteriores, por entender que no aportaban información sobre esas tradiciones apícolas, aunque sí en el total de topónimos apícolas. Asimismo, tampoco hemos considerado otros cuya asignación al tema no la estimamos clara. La mayor parte de estos podrían proceder del nombre dujo, dando lugar por corrupción a varios de los encontrados (ducho, aguaducho[4], dijuelo o dojo), habiéndose localizado otros con posibilidad de derivar de miel («Valderramiel» o «Valtierramiel»[5]) y cera («Vallalceroso»), desfigurándose en todo caso los originales en la rueda de transmisión oral y originando las dificultades de su interpretación actual (Ortega Aragón 2007, 7[6]). Incluimos también en la recopilación, entre los dudosos, a los topónimos derivados de hornillo, aunque como dijimos en la primera parte de este trabajo no pensamos que posean un significado apícola en nuestro ámbito de estudio.
Por último, decir que cuando se ha localizado el mismo topónimo en dos localidades, se ha comprobado si son limítrofes, en cuyo caso, y para evitar la múltiple contabilidad, hemos considerado que se refieren al mismo paraje compartido por ambas localidades; cuando no son limítrofes se considerará por el contrario que definen parajes distintos.
Con todo lo anterior, los topónimos apícolas encontrados en esta segunda fuente de información consultada, agrupados por marco geográfico, son los que se relacionan a continuación y se compilan en la Tabla 6:
A) Montaña Palentina: Se han localizado un total de veintidós topónimos apícolas, la mayoría de los cuales (19) se encuadran en el grupo que hemos denominado apicultura del dujo («El Dujo», «Trasdeldujo», «Fuente del Dujo», «Dujuelos», ...), siendo tan solo dos los topónimos encuadrables en el grupo de apicultura del colmenar («El Colmenar», en Cezura, y «Camino del Colmenar», en Villallano); el restante no se podrá asignar a ninguno de los grupos («Hornamiel», en Rebanal de las Llantas). Por otra parte, aparecen seis topónimos de muy dudosa asignación al tema apícola, en concreto dos «Hornillos», un «Valdehorno» y otros tres («El Dojo», «El Ducho» y «Aguaducho») que desconocemos si proceden de deformaciones del vocablo dujo. Como dato significativo, decir que la inmensa mayoría de estos topónimos apícolas (19 de 22) se ubican en La Lora, la zona más al sur de la Montaña Palentina y en la que el relieve se muestra menos agreste; los otros tres, aparecen en La Braña («El Dujo», repetido en Cillamayor y Revilla de Santullán) y Fuentes Carrionas (el no asignable «Hornamiel»), no existiendo ninguno en La Pernía.
B) La Ojeda: En toda su extensión se han localizado veintitrés topónimos de interés, la mayor parte de ellos (11) encuadrables en la apicultura del dujo («Corcho»[7], «Dujo», «Arnales» y sus derivados, como «Fuente del Corcho», «Arroyo del Dujuelo», «Trodujillo» o «Fuente Arnilla»), aunque con una importante representación también de los referentes a la apicultura del colmenar (nueve topónimos, como «Colmenar de Emilio», «Valles de Colmenares», «Socolmenares» o el más indicativo de todos los estudiados en este trabajo, el de la localidad de Colmenares de Ojeda). Se completa la lista con tres no asignables («Cuesta de la Cera», «La Cerilla» y «La Cera») y hasta doce dudosos («El Aguaducho» y «Arroyo del Aguaducho», por una parte, y los diez restantes de la familia horno/hornillo, como el «El Horno», en tres ocasiones, «El Hornillo» y «Hornillos» y sus derivados, por ejemplo, «Arroyo/Camino de Fuentehornillo»).
C) La Peña: Es en esta comarca palentina donde menos topónimos apícolas hemos encontrado de las cinco estudiadas, en concreto nueve, tres de ellos descriptivos de apicultura del dujo («El Arnal» en Santibáñez de la Peña, «El Corcho» en Traspeña de la Peña y «El Dujo» en Castrejón de la Peña) y cuatro de apicultura del colmenar («Vallejo El Colmenar» entre Barajores y Riosmenudos de la Peña, «Vallejo Los Colmenares» en Villalberto de la Peña, «Vallejo Colmenar» en Respenda de la Peña y «Los Colmenares» en Velilla de la Peña), con dos no asignables («La Cera», en dos ocasiones). Consideramos de dudosa asignación al tema apícola a los topónimos «Vallalceroso» y «El Horno», mientras que no hemos contabilizado «Camino de Colmenares», por referirse a la localidad del mismo nombre y no a un grupo de dos o más de estas construcciones.
D) La Vega: Se han encontrado para esta comarca catorce topónimos, casi todos ellos de la apicultura del dujo (once, todos derivados del vocablo dujo, en singular o en plural, o al que se le añade el nombre de un accidente geográfico, en concreto arroyo y alto), siendo dos de los restantes asignables a la apicultura del colmenar (similares entre sí, «Colmenar», en las localidades de Portillejo y Saldaña) y uno no asignable («Camino de la Cera»). Además aparecen bastantes dudosos, en concreto veinte («Aguaduchos», «Dijuelo», «Arroyo de Valderramiel», «Los Hornos», «Hornillos», …).
E) La Valdavia: En la última de las comarcas analizadas aparecen registrados dieciséis topónimos, la práctica totalidad característicos de la apicultura del dujo (15) y uno solo de la apicultura del colmenar, en concreto, «Arroyo del Colmenar» (Villasila de Valdavia); no aparece ninguno no asignable. A destacar, dentro del primer grupo, que nos encontramos en esta comarca con ejemplos de topónimos de las cuatro familias en las que se puede subdividir el grupo de los topónimos de la apicultura del dujo: cinco derivados de dujo (como «El Dujo» o «Arroyo del Dujo»), otros cinco de arnal («Arnillas» o «Los Arnales»), tres de colmena («La Colmena», «Colmenas» y «Arroyo de las Colmenas») y los dos restantes, de corcho («Camino de la Varga Corcho»[8] y «Fuente del Corcho»). Hemos localizado tan solo tres topónimos dudosos («El Horno», «Arroyo del Horno» y «Fuente del Horno»).
Los topónimos de interés de entre los recopilados en la Tabla 6 los hemos trasladado al plano de la Figura 10, distinguiendo como hicimos cuando trabajamos con el MTN25 en la primera parte del artículo, entre aquellos que implicarían una apicultura del dujo de aquellos otros que indicarían una apicultura del colmenar. Para no variar la metodología y poder hacer comparaciones, el límite sur es el mismo que el utilizado en los anteriores planos; de ahí que no se hayan podido representar algunos de los topónimos de la tabla por pertenecer a localidades al sur de ese límite[9]. Tampoco se han representado ni los topónimos de dudosa asignación al tema apícola ni los que no se pueden agrupar en las categorías de la apicultura del dujo o del colmenar.
El número de topónimos por comarca y tipología que hemos encontrado en esta fuente se plasma en la Tabla 7, que se completa con la determinación de índices superficiales que relacionan el número de topónimos con la superficie comarcal correspondiente (que también se incluye como columna en la tabla). Decir que estos resultados no son comparables con los de la Tabla 5 (en la primera parte de este trabajo, en Revista de Folklore núm. 503, página 37), pues a pesar de utilizar índices superficiales muy similares, los elementos apícolas que se tienen en cuenta en ambas son diferentes. En lo que sí se pueden establecer comparaciones es en las conclusiones que se saquen de ambas tablas, al menos para las comarcas que se han estudiado al completo, es decir, la Montaña Palentina y La Peña.
Los resultados nos vuelven a indicar que, si se tiene en cuenta la implantación de topónimos específicos en el territorio, sería La Ojeda la comarca del norte de Palencia en la que más desarrollo habría tenido la apicultura (23 topónimos), seguido por la Montaña Palentina (22 topónimos), si bien aquí el protagonismo abrumador lo tiene La Lora (19 topónimos); debido a esta circunstancia, en el análisis de los resultados que aquí hagamos hablaremos de esta subcomarca de manera diferenciada.
Tal y como hicimos en nuestra primera parte con los elementos apícolas (topónimos y colmenares) del MTN25, también vamos ahora a generar un área de concentración de topónimos según la fuente que estamos analizando, asimilándola a la zona de mayor importancia apícola del Norte de Palencia (como en el caso anterior, dejaremos en su exterior los topónimos que aparecen aislados); surge así la Figura 11, elaborada a partir de la Figura 10.
Si distinguimos entre tipos de apicultura, en la del dujo muestra el liderazgo La Lora (17 topónimos), seguida a corta distancia por La Valdavia (15 topónimos), apareciendo algo más descolgada La Ojeda (11 topónimos); esta última, sin embargo, vuelve a ser la que posee mayor número de topónimos de apicultura del colmenar, con 9, más del doble que la que le sigue, La Peña, con 4. Los resultados varían sensiblemente si hablamos de densidad de topónimos por unidad de superficie, lo que hemos llamado índice superficial toponímico, es decir, el cociente entre el número de topónimos y la superficie en km2 de cada comarca, multiplicado por 100 (en definitiva, el número de topónimos apícolas de un determinado territorio por cada 100 km2). Así calculado, este índice en La Lora llega hasta 8’30, seguido a distancia por La Valdavia con 5’25; si diferenciamos por tipo de apicultura, en la del dujo vuelve a destacar La Lora, con 7’42, mientras que en la del colmenar lo hace La Ojeda, con 1’71.
Por tanto, según lo visto y con los datos totales que nos ofrece la Tabla 7 presentes, la toponimia nos indicaría que la apicultura tuvo una implantación en el territorio del Norte de Palencia centrada en tres comarcas, La Ojeda, La Lora (es absurdo, a la luz de los datos expuestos, hablar de Montaña Palentina en su conjunto) y La Valdavia, mostrando su potencia la apicultura del dujo en La Lora y La Valdavia, y la del colmenar, en La Ojeda. Por otra parte, si consideramos el número total de topónimos, son 59 los indicativos de apicultura del dujo frente a 18 de apicultura del colmenar, es decir, tres veces más del primer grupo que del segundo, lo que podría ser indicativo de que en el norte de Palencia abundó más la primera que la segunda; no obstante, puede que esta asociación directa sea algo apresurada, como explicaremos posteriormente. Los resultados globales no son acordes con los obtenidos de la cartografía MTN25 (Tabla 3, en la primera parte de este trabajo, en Revista de Folklore núm. 503, página 29), pues a través de ella se obtienen 10 topónimos de la apicultura del dujo y otros 10 de la apicultura del colmenar, como vemos, el mismo número para ambos grupos y un resultado muy diferente al anterior en lo que a proporciones se refieren (no hablamos de totales, pues recordemos que con el MTN25 no se estudiaban todas las comarcas cl completo).
Con la información que nos ofrece la Toponimia palentina de Gordaliza y Canal puede darse otra vuelta de tuerca más en lo que se refiere a este estudio de la implantación toponímica de la apicultura en nuestro ámbito de estudio. Y así, si contabilizamos, por comarcas, el número total de topónimos, y dentro de ellos, los apícolas y dudosos de adscripción al tema, así como el número de localidades de cada comarca según la citada fuente toponímica, podemos tener una idea, por un lado, de la importancia del tema apícola en el conjunto de la toponimia del ámbito, y por otro, de la densidad de ese tema en relación, ahora no de la superficie de cada comarca, sino del número de localidades de ella (y en cierto modo relacionado con el mayor o menor grado de asentamiento de la población en el territorio). Con todos estos datos se genera la Tabla 8[10], en la que, a diferencia de la anterior, se han diferenciado las diferentes subcomarcas de la Montaña Palentina para remarcar la importancia apícola de La Lora.
Con los resultados de esta Tabla 8 se puede llegar a una conclusión muy similar a la ya expuesta y obtenida de la anterior tabla, es decir, que la implantación de la toponimia apícola destaca en dos comarcas del Norte de Palencia, en La Lora, con un 10’4 ‰ de topónimos apícolas sobre el total de los de la comarca, seguida a corta distancia por La Valdavia, con un 9’9 ‰; descolgada de la cabeza, La Ojeda, donde la proporción se queda en un 6’1 ‰ (se recuerda que los topónimos de la apicultura del dujo son los responsables de la potencia de las dos primeras comarcas, mientras que la del colmenar lo es de la tercera). Las cifras citadas no incluyen la variable de los topónimos de dudosa asignación al tema apícola, para no obtener resultados y conclusiones a partir de elucubraciones[11].
Por último, apuntar lo interesante que quizás sería intentar establecer relaciones entre el número de topónimos de una determinada localidad y las diferentes facetas que muestran la geografía y la historia de la misma. Los datos por comarcas (topónimos/localidad y topónimos/km2) se han incluido en la última columna de la Tabla 8, completándose así las posibilidades de obtención de resultados.
Finalmente, y como hicimos con los topónimos encontrados en el MTN25 (Tabla 5 de la primera parte de este trabajo, en Revista de Folklore núm. 503, página 37), para comprobar la variación Norte-Sur en el número de topónimos apícolas los agruparemos por latitudes, tomando la misma base de las Hojas MTN25 (no contabilizaremos aquellos topónimos de La Vega, La Valdavia y La Ojeda que queden al sur del límite latitudinal marcado anteriormente[12]). Los resultados obtenidos se exponen en la Tabla 9.
El resultado de los índices obtenidos con esta selección de topónimos nos indica que la máxima concentración de elementos apícolas aparece en la segunda franja más meridional de los sectores estudiados, aquella comprendida, aproximadamente, entre las localidades de Canduela al Norte y Cozuelos de Ojeda al Sur (se ubican en el mapa de la Figura 10). Si recordamos la Tabla 5 en lo que a número de topónimos se refiere (ver la primera parte de este trabajo, en Revista de Folklore núm. 503, página 37), el valor mayor del índice aparecía en la franja más meridional, al sur de la citada localidad de Cozuelos.
La toponimia apícola del norte de Palencia en el catastro actual y en el Catastro de la Ensenada: Una aproximación
La búsqueda de topónimos en el actual catastro (realizada a través de la capa Catastro del Visor IDECyL[13]) va a pretender el contraste de la información aportada por esta y las otras dos fuentes utilizadas en este trabajo. Dicho contraste no va a extenderse a la totalidad del territorio común analizado con esas primeras fuentes (que, recordemos, dejaba fuera parte de La Vega, La Valdavia y La Ojeda), sino que únicamente pondrá el foco en una serie de localidades con una particularidad: el constituir municipios por sí mismas, es decir, ser municipios de una única localidad. La razón de esta limitación la expondremos en el siguiente apartado, pues será ahí donde se justifique plenamente. Concretando, en el ámbito de estudio común a las dos anteriores fuentes (el que aparece representado en la Figura 4 de la primera parte de este trabajo, en Revista de Folklore núm. 503, página 23) estos municipios son los siguientes: en la Montaña Palentina, Polentinos en La Pernía y Mudá en La Braña; en La Ojeda, Báscones de Ojeda, Payo de Ojeda y Prádanos de Ojeda; y en La Vega, Fresno del Río, Mantinos y Villalba de Guardo (Figura 12).
Los resultados obtenidos se presentan en la Tabla 10, donde los topónimos apícolas encontrados (incluidos los de dudosa asignación) se ordenan por municipio-localidad y fuente en la que aparecen. Y la conclusión que puede extraerse de los mismos es que, aunque el Catastro no aporte un número significativo de topónimos apícolas (pues tampoco son abundantes los espigados del MTN25 y la Toponimia palentina, como se puede comprobar en dicha tabla), sí que complementan el conjunto total de los obtenidos de esas otras fuentes utilizadas. No obstante, lo exiguo de la población analizada (8 localidades sobre un total de 188, es decir un 4%), relativiza la generalización de esta conclusión expuesta.
En todo caso, y aun a pesar de que somos conscientes de que ello nos hará perder información, no vamos a incluir los topónimos apícolas del Catastro en nuestro análisis. El motivo de ello es que la ampliación de esta búsqueda a todos los municipios de nuestro ámbito de estudio, por su dificultad y demanda de tiempo, excede los límites del presente trabajo. Además, es más que posible que los datos que nos aportara no cambiaran las conclusiones, aunque sí las haría más plenas.
Lo que sí nos permitirá este análisis de la toponimia del Catastro es evaluar la importancia de esta fuente en la realización de estudios toponímicos. Y aunque colateral a nuestro análisis, pero de gran importancia para el estudio de la apicultura tradicional del norte de Palencia, permitirá también la constatación de la absoluta utilidad de este Catastro para la inventariación de los colmenares de caseta de este ámbito de estudio. Ambas circunstancias las desarrollaremos en los siguientes apartados.
La fuente que nos quedaba por revisar es el Catastro de la Ensenada, que la estudiaremos únicamente para la localidad de Cervera de Pisuerga (Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria, 1993) y en lo que se refiere a las Respuestas Generales[14]. Pues bien, de las 40 preguntas-respuestas en las que se estructuran hemos extraído un total de 14 topónimos, de los cuales seis se repiten dos o más veces y los ocho restantes sólo figuran una vez, totalizando 36 apariciones; ninguno de los topónimos recogidos es de temática apícola. Para poner en perspectiva esta cifra, diremos que la Toponimia palentina recoge para la localidad 89 topónimos de pagos y parajes (Gordaliza Aparicio y Canal Sánchez-Pagín 1993, 364-365), de los cuales tan solo cuatro aparecen en el Catastro de la Ensenada. Este bajo porcentaje de doble recopilación nos hace pensar que la consulta del documento de Ensenada puede resultar de gran interés para los estudios toponímicos, sobre todo si tenemos en cuenta que no hemos revisado las Respuestas Particulares (que, según el Portal Pares, se encuentran microfilmadas en el Archivo General de Simancas), con las que sin duda se incrementaría el conjunto de los topónimos recogidos en esta fuente (aunque siempre teniendo presentes las advertencias que hace Ansola -2016, 8-10-).
Finalmente, a modo de ejemplo ilustrativo de lo dicho sobre las posibilidades que ofrece el Catastro de la Ensenada para el estudio de la apicultura del siglo xviii, son tres las preguntas-respuestas que nos dan información sobre la actividad en cada localidad (expuestas según grafía actual, tal y como aparece en el Portal Pares):
14. Qué valor tienen ordinariamente un año con otro los frutos que producen las tierras del término, cada calidad de ellos;
16. A qué cantidad de frutos suelen montar los referidos derechos de cada especie o a qué precio suelen arrendarse un año con otro; y sobre todo, la
19. Si hay colmenas en el término, cuántas y a quién pertenecen (de algunas otras preguntas-respuestas también se puede obtener información sobre la apicultura, aunque de menor entidad y sobre todo referida al pago de rentas con cera o miel).
Así, tras extraer esta información para la localidad de Cervera de Pisuerga, podemos saber que en el término había 17 pies de colmenas pertenecientes a cuatro propietarios, con una producción anual de 6 reales de vellón por pie (Pregunta 19ª); que el valor anual de la producción de miel era de cuatro reales la azumbre (1’5 kg, aproximadamente), mientras que la de cera, siete la libra (0’5 kg, aproximadamente) (Pregunta 14ª); o que el montante anual de los derechos (impuestos) sobre las tierras, en lo que se refiere a miel y cera, era de media azumbre de miel y media libra de cera (Pregunta 16ª) (Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria 1993, 48-53)[15].
Una evaluación de las fuentes toponímicas utilizadas
Como se está viendo, la utilización de una o más fuentes toponímicas hace que manejemos más o menos topónimos. Esto, si bien es posible que no haga variar de manera decisiva las conclusiones que se extraigan del estudio que se esté realizando (en nuestro caso, la relación entre la toponimia y la apicultura tradicional del norte de Palencia), sí que puede matizar dichos resultados. Esta circunstancia nos ha hecho preguntarnos qué peso tienen, en el corpus toponímico de un determinado ámbito de estudio, cada una de las tres fuentes toponímicas que hemos estado utilizando: el MTN25, el Catastro actual y la obra Toponimia palentina (Gordaliza Aparicio y Canal Sánchez-Pagín 1993).
Si se ha seguido el análisis realizado hasta ahora, se sabrá que esta comparación de resultados no se extenderá a todos los municipios de nuestro ámbito de estudio, sino a aquellos que cumplen el requisito de estar formados por una única localidad y que ya fueron relacionados en el anterior apartado (Figura 12). ¿Cuál es el motivo de esta restricción? Pues que ni en el Catastro ni en el MTN25 figuran los límites de las jurisdicciones de las localidades de un determinado municipio, sino del municipio completo; esta circunstancia, sin embargo, no se da en Toponimia palentina, donde las relaciones de topónimos se hacen por localidades, no por municipios[16]. De ahí que la forma de solventar esta falta de uniformidad en la recopilación de topónimos sea imponer esa limitación a los municipios a estudiar, es decir, en restringirlos a aquellos constituidos por una única localidad y donde, por ello, los límites de localidad y municipio coinciden.
Hecha esta aclaración, los resultados obtenidos son los que se exponen en la Tabla 11, en la que se indican, para cada localidad-municipio considerada, el número de topónimos recogido por cada fuente, así como el porcentaje de estos topónimos que se abarcaría considerando cada una de ellas de manera independiente o en combinación con una o las dos restantes (se indicará únicamente el porcentaje de cada casuística, reservando el número de topónimos por localidad sólo para los totales, al objeto de descargar la tabla de información y hacerla así más comprensible).
Para facilitar la extracción de conclusiones de los datos plasmados en la anterior tabla, hemos representado los porcentajes de los respectivos totales en la Figura 13. A la vista de ellos, quizás lo más interesante sea comprobar, en primer lugar, cómo la utilización individual de cada una de las fuentes toponímicas deja fuera del corpus de los nombres de un determinado territorio una considerable proporción de topónimos (en torno a la mitad); y en segundo, cómo la combinación de los resultados del MTN25 y la Toponimia palentina, que consideramos las dos fuentes de más fácil utilización, alcanza el 75% de dicho corpus.
No obstante, siempre habrá que tener presentes las limitaciones de estas conclusiones: la primera y principal es que estos datos únicamente podrán ser considerados cuando se esté trabajando en estudios toponímicos restringidos a la provincia de Palencia y en los que entre en juego la obra Toponimia palentina como fuente de datos. La segunda, que los resultados se han obtenido, recordemos, únicamente utilizando municipios con una única localidad (que en nuestro ámbito de estudio suponen el 4 % del total de sus localidades), aunque es más que posible que los resultados que se obtendrían abriendo el conjunto a todo tipo de municipios no difirieran mucho de estos. Y volviendo a lo primero, a la hora de afrontar cualquier estudio toponímico de ámbito diferente al palentino debería tenerse presente ese dato: la sola utilización como fuente del MTN25 y el Catastro puede dejar sin recopilar una parte considerable de los nombres del ámbito territorial en cuestión (que en nuestro caso, es del 30% de ellos[17]).
Evaluación del Mapa Topográfico Nacional 1:25.000 como fuente de datos para el inventario de colmenares de caseta
La revisión cartográfica del MTN25 para la captura de topónimos apícolas ha traído aparejada la localización de colmenares de caseta en el ámbito territorial seleccionado; estos son los que se exponen en la Tabla 12. Sin embargo, por nuestro trabajo de campo conocíamos de la existencia de otras de estas singulares edificaciones repartidas por la geografía abarcada por estas hojas del Mapa Topográfico Nacional y que no aparecían cartografiadas en ellas. Baste citar un colmenar en Dehesa de Montejo (que debería aparecer en la Hoja 133c1, mostrado en la Fotografía 3 de la primera parte de este trabajo, en Revista de Folklore núm. 503, página 12), otros dos en Ruesga (municipio de Cervera de Pisuerga, que deberían ambos estar en la Hoja 106c4; uno de ellos es parcialmente mostrado en la Fotografía 2, también en la primera parte de este trabajo –Revista de Folklore núm. 503, página 10–) y dos más en Vado (municipio de Dehesa de Montejo, ausentes de la Hoja 107c3).
Así, y para despejar la duda sobre la idoneidad de la utilización del MTN25 ahora no como fuente toponímica, sino como suministradora de ubicaciones de colmenares, decidimos comprobarlo utilizando como alternativa el Catastro, donde el mayor nivel de detalle de su cartografía, y sobre todo los fines recaudadores que subyacen en su razón de existir, harían posible y exigirían (en teoría), la representación de todas las edificaciones que soporta el territorio. Esta confrontación de fuentes, que por su laboriosidad debía ser obligatoriamente limitada, la hicimos para el municipio de Báscones de Ojeda, que, a la vez, se caracteriza por estar formado por una única localidad y por contener, según lo cartografiado por el MTN25, un importante número de colmenares, siete concretamente, lo que la hace, con diferencia, la localidad con la mayor población cartografiada de estas construcciones de entre todas las incluidas en nuestro ámbito de estudio (Tabla 12 y Figura 7, esta última en la primera parte de este trabajo –Revista de Folklore núm. 503, página 34–).
Comencemos diciendo que la búsqueda en dicho Catastro arroja unos resultados con una variada casuística, y lo que es más importante, necesitados de posteriores comprobaciones de campo si lo que se desea es un trabajo de inventario. Sin embargo, para nuestros fines esos resultados son más que suficientes. Así, una primera fase de búsqueda de colmenares en el Catastro nos permitió identificar, de manera aparentemente fácil, aquellos que están señalados como tales en dicha cartografía, que pueden confirmarse con la sola superposición de la fotografía aérea sobre esa base catastral (Figura 14). No todo es tan fácil por desgracia, pues no en todos los casos es visible en dicha fotografía el edificio cartografiado, bien por haber desaparecido ya, bien por aparecer cubierto por el dosel arbóreo.
No obstante, esta herramienta del Catastro nos permite dar un paso más, pues incluso se pueden localizar colmenares no identificados como tales en la cartografía catastral. Esto es posible usando como indicio de su existencia la representación de recintos catastrales de las mismas características que la de los colmenares, es decir, recintos cuadrangulares y de una superficie inferior a los 100 m2[18]. De este tipo hay en Báscones de Ojeda un total de 36 recintos, de los que 14 no se identifican como colmenares de caseta pero que, potencialmente, sí pueden serlo. Para confirmarlos o desecharlos, debemos acudir de nuevo a la fotografía aérea, gracias a la que se comprueba, para alguno de ellos, lo acertado de nuestra sospecha; en concreto, 6 de esos 14. En definitiva, el cruce de todos estos datos nos lleva a la confección de la Tabla 13, en la que se han distinguido los recintos catastrales identificados como colmenares de aquellos otros que, no apareciendo como tales, existe la posibilidad de que sí lo sean; y para ambos casos, los que han podido verificarse gracias a fotografía aérea.
Como vamos a ver, arroja resultados interesantes esta Tabla 13. Así, no son pocos, en relación con el total, los colmenares que aparecerían en el Catastro pero que no están identificados como tales, siendo además el porcentaje de confirmación por mediación de la fotografía aérea muy similar en ambos grupos: en el primer grupo, de los 22 identificados catastralmente como colmenares, 10 se pueden confirmar con la fotografía aérea (el 45%); en el segundo, de los 14 recintos que potencialmente podrían ser colmenares, es posible confirmar esto para 6 de ellos (el 43%). En todo caso, nos sorprende este bajo porcentaje de confirmación, sobre todo en el primer grupo, lo que convierte en ineludible una verificación en campo para conocer con exactitud a cuántos ascienden los colmenares de Báscones de Ojeda. Lo que a luz de los datos obtenidos sí podemos tener es una aproximación al número de ellos actualmente existentes en dicho municipio, que oscilaría entre un máximo de 36 (todos los recintos catastrales identificados como colmenares o de sus mismas características, aunque no se identifiquen como tales) y un mínimo de 16 (colmenares confirmados en fotografía aérea, correspondientes tanto a recintos catastrales identificados como colmenares como no identificados como tales). Y podríamos, siendo estrictos, ajustar un poco más el intervalo, si detraemos de la cifra dada como máxima (36) el número de recintos no identificados como colmenares en Catastro y que, además, no se pueden confirmar como tales con la fotografía aérea (8), con lo que tendríamos un intervalo, con menor margen de error, de 16-28 colmenares en Báscones de Ojeda.
La principal conclusión derivada de esta búsqueda de colmenares en el Catastro actual es que muy posiblemente sea ésta la fuente principal a la que deberíamos acudir para la inventariación de estos singulares edificios en un determinado territorio, necesitada eso sí de una posterior comprobación de campo o mediante entrevistas a los lugareños[19]. Destacable también es comprobar la infrarrepresentación de este tipo de edificios en la cartografía oficial del MTN25: si, como se refleja en la Tabla 12, el número de colmenares encontrados en ese MTN25 para el municipio de Báscones de Ojeda es de 7, en esta fuente del Catastro esa cifra asciende hasta un intervalo de 16-28; es decir, que en el MTN25 aparecían cartografiados únicamente entre el 20% y el 40% del total existente en este municipio[20]. Evidentemente, este resultado obtenido para un único municipio no puede extrapolarse de manera directa a otras zonas geográficas, aunque parece que se repite en otras investigaciones similares a la nuestra[21].
Algunas conclusiones
Cuando comenzamos a aproximarnos a la apicultura tradicional del norte de la provincia de Palencia, una de las primeras conclusiones a la que llegamos fue la distinta implantación en el territorio de los colmenares de caseta, unas humildes construcciones varadas en los campos, muy a menudo en zonas escasamente transitadas, y por desgracia, la mayoría de las veces abandonadas cuando no amenazando ruina o directamente arruinados. Así, cuanto más cerca estábamos de la Montaña Palentina era más difícil, cuando no imposible, encontrar algún ejemplo de estas construcciones secundarias tan características de la arquitectura popular de Palencia, y por extensión, de amplias zonas de España. Construcciones que, por el contrario, al abandonar el terreno agreste y montañoso del extremo norte palentino aparecían de manera más o menos frecuente, incluso con ejemplos de edificaciones de muy digna construcción. Esta primera conclusión traía aparejada una segunda: si la apicultura tradicional que utilizaba como base los colmenares de caseta empleaba mayoritariamente colmenas de tablas, donde esas construcciones no aparecían la población rural había echado mano, para producir miel y cera, de los dujos, la más antigua de las colmenas artificiales creada por el hombre. Miel y cera, dos importantes productos locales en las economías domésticas de hasta hace poco más de medio siglo, cuando esta miel artesana fabricada en cada pueblo para consumo interno comenzó a ser sustituida por la envasada industrialmente y distribuida desde cientos de kilómetros de sus lugares de producción, mientras que la cera iba desapareciendo de la multitud de usos tradicionales de todo tipo en los que se empleaba.
Para comprobar estas primeras conclusiones, es decir, la presencia de una apicultura menos intensa en la Montaña Palentina que en las zonas de páramos y valles inmediatamente al sur de ella, además caracterizada por la preponderancia del dujo (en asentamientos de grupos de más o menos unidades) frente a los colmenares de caseta, decidimos acudir a la información aportada por el Mapa Topográfico Nacional, en concreto, a la serie de hojas a escala 1:25.000. Y en ellas, además de escudriñar la presencia de colmenares cartografiados, buscamos topónimos que nos aportaran información sobre la apicultura tradicional en general, y sus tipologías tradicionales en particular. Esta información toponímica la completaríamos acudiendo a la importante recopilación realizada por Gordaliza Aparicio y Canal Sánchez-Pagín (Toponimia palentina, 1993), una fuente de información que se reveló no sólo de capital importancia para nuestro propósito, sino imprescindible para corroborar y ampliar las conclusiones obtenidas del primero de los análisis.
Y como tercera fuente de datos utilizamos el Catastro actual, con el que hicimos un análisis, limitado a unos pocos municipios, de la distribución de topónimos sobre el territorio, pero que, sin embargo, y fruto de un estudio colateral al de la toponimia, nos sirvió para testar y erigir a este Catastro como medio de información esencial para la localización de colmenares de caseta sobre el territorio. Por último, y también limitado a una única población, fue el uso que hicimos del Catastro de la Ensenada, por lo que las conclusiones obtenidas a partir de dicho histórico catastro sólo podremos considerarlas como anecdóticas y sin capacidad de extrapolación.
En definitiva, la búsqueda de topónimos apícolas en las tres fuentes citadas derivó, sin olvidar este su principal objetivo, en la obtención de información relacionada con la implantación y características de la apicultura tradicional en el ámbito de estudio seleccionado (como la presencia en él de colmenares de caseta), o relacionada con la metodología aplicable no sólo al estudio de la toponimia apícola, sino extrapolable a otros estudios a realizar para el territorio palentino (como la potencia informativa suministrada por las fuentes toponímicas empleadas).
Así, realizadas las búsquedas descritas en los párrafos anteriores, combinados los resultados obtenidos de ellas, e interpretados en su cuantificación y distribución por el territorio objeto de nuestro estudio, hemos obtenido las conclusiones que podemos resumir del siguiente modo:
a) El colmenar de caseta es una tipología de la arquitectura popular muy escasa en la Montaña Palentina. Esto se reflejaría en su práctica ausencia en la cartografía MTN25 de la zona, en la que sólo hemos encontrado un colmenar, en Valoria de Aguilar, número testimonial aun considerando, como hemos visto, la infrarrepresentación de estas construcciones en dicha cartografía. Pero además de ello, otra circunstancia que conduce hasta esta conclusión es la también escasez de topónimos relacionados con estas edificaciones: en el MTN25 (Tabla 3, en la primera parte de este trabajo –Revista de Folklore núm. 503, página 29–), El Colmenar, en las cercanías de Valdegama; en Toponimia palentina, en Cezura también El Colmenar, y en Villallano Camino del Colmenar (Tabla 6); es decir, un único topónimo de los 6 apícolas encontrados en el MTN25, y dos sobre el total de 22 en la segunda de las fuentes (Tabla 7). Resaltamos además que las localidades citadas pertenecen a La Lora, la parte de la Montaña Palentina de geografía menos abrupta y rigurosa (Valdegama y Villallano incluso ubicadas en la franja de división de esta comarca con La Ojeda). Todo ello conduce pues a pensar que estos edificios no debieron abundar nunca en la montaña, pues parece difícil que, de haber existido, no hubieran dejado un mayor testimonio en la toponimia local, siendo como serían algo que definiría perfectamente el paraje en el que se ubicaban (Fotografía 4).
b) Complementario de lo anterior, se puede establecer el binomio Montaña Palentina-apicultura del dujo. La escasez de colmenares en esta zona no significa que en ella no se practicara la apicultura, fuente de miel y cera, dos importantes productos en la vida doméstica de la población rural hasta hace poco más de cincuenta años, sino que dicha apicultura se basaba en la utilización de dujos, agrupados en asentamientos más o menos numerosos. Prueba de ello sería que, cuando en esta zona palentina aparecen topónimos apícolas, en la inmensa mayoría de los casos los mismos hacen referencia a ese tipo de colmenas obtenidas del vaciamiento de troncos de árboles: en el MTN25, cinco topónimos sobre el total de seis (Tabla 3, en la primera parte de este trabajo, en Revista de Folklore núm. 503, página 29); en Toponimia palentina, 19 sobre 22 (Tabla 6).
c) Sin embargo, la práctica ausencia de colmenares en la Montaña Palentina, así como el escaso número de topónimos apícolas encontrados para ella (exceptuando siempre a La Lora), nos llevan a concluir que la apicultura tradicional no alcanzó nunca en la Montaña Palentina niveles comparables a los de otras zonas de Palencia. Este mayor desarrollo al sur de las montañas es circunstancia constatable con el aumento de los indicios apícolas (topónimos y colmenares cartografiados) encontrados en las fuentes de información manejadas (como se comprueba en las columnas de los índices superficiales de las Tablas 5 y 9, para el MTN25 y la Toponimia palentina respectivamente –la Tabla 5 en la primera parte de este trabajo, Revista de Folklore núm. 503, página 37–).
d) A primera vista causa sorpresa el gran número de indicios apícolas que encontramos en La Lora, sobre todo en lo que se refiere a la toponimia de la apicultura del dujo (índice superficial toponímico, según el corpus de Toponimia palentina de Gordaliza y Canal, de 7’42, muy superior al de la comarca que le sigue en importancia, La Valdavia, cuyo valor es 4’91 –ver Tabla 7–). Sin embargo, y a pesar de que forma parte de la Montaña Palentina, se caracteriza esta subcomarca por unas condiciones que favorecen esta actividad. Así, sus características orográficas (presencia de cumbres y valles), climatológicas (importantes precipitaciones en forma de nieve, elevada pluviometría y corto periodo de sequía estival) y la diversidad de medios ecológicos (diferentes altitudes, exposiciones y edafologías) originan una gama de especies de flora melífera muy singular y altamente aprovechable por las abejas, que producen aquí mieles de elevada calidad mezcla de los diversos pólenes y néctares extraídos de esa flora (Miguel Garrido 2015: 11, 15 y 27).
e) En las comarcas vecinas por el sur de la Montaña Palentina sí aparecen colmenares, a veces en número considerable, como en La Ojeda. Esta aparición es constatable tanto en su representación en la cartografía oficial (donde lo están, insistimos, infrarrepresentados) como en la toponimia de pagos y lugares. Así, en la citada comarca de La Ojeda concuerdan a la perfección los datos que se obtienen del MTN25 en lo que se refiere a topónimos (7 de los 10 topónimos de la apicultura del colmenar aparecen aquí –ver Tabla 3 y Figura 6, ambas en la primera parte de este trabajo, Revista de Folklore núm. 503, páginas 29 y 31–) y a colmenares (23 sobre el total de 37 –ver Tabla 4 y Figura 7, también en la primera parte, Revista de Folklore núm. 503, páginas 35 y 34–), traduciéndose en definitiva en una gran concentración de elementos apícolas en el MTN25, muy superior a la de cualquier otra zona (Figura 8, igualmente en la primera parte –Revista de Folklore núm. 503, página 36–). Y si lo que consultamos es la toponimia de Gordaliza y Canal (1993), esta mayor abundancia de colmenares en La Ojeda se traduce en un índice superficial de topónimos de la apicultura del colmenar de 1’71, el mayor de todo el ámbito estudiado (Tabla 7).
f) La toponimia no refleja de manera clara la transición apicultura del dujo-apicultura del colmenar. En efecto, si bien si utilizamos como fuente el MTN25 podemos observar una disminución norte-sur de los topónimos que reflejarían esa apicultura del dujo, disminución paralela al aumento de aquellos otros propios de la apicultura del colmenar (Figura 6 –en Revista de Folklore núm. 503, página 31–), esto no es tan claro si echamos mano de la otra fuente de datos utilizada (Toponimia palentina, de Gordaliza y Canal, 1993), donde los datos al respecto parecen no corroborar lo anterior e, incluso, contradecirlo, siendo la causa de ello la aplastante mayoría de topónimos del primer grupo frente a los del segundo en la comarca de La Valdavia (Tabla 6 y Figura 10[22]).
g) También varía, en función de la fuente de datos utilizada, la distinta importancia de la población de topónimos de la apicultura del dujo frente a la de la apicultura del colmenar. Así, el MTN25 arroja un balance de 10 topónimos de la primera por otros 10 de la apicultura del colmenar, es decir, los mismos de uno y otro grupo (Tabla 3 –en Revista de Folklore núm. 503, página 29–). Sin embargo, un resultado muy diferente al anterior se obtiene del estudio del corpus toponímico palentino de Gordaliza y Canal (1993): 59 topónimos de apicultura del dujo por 18 de apicultura del colmenar, es decir, tres veces más del primer grupo que del segundo[23] (Tablas 6 y 7). Considerando como más fiable esta segunda fuente, por su mayor profundidad, sólo podemos concluir diciendo que la apicultura del dujo aporta mayor población de elementos a la toponimia del norte de Palencia que la apicultura del colmenar. ¿Implica esto entonces que el sistema apícola tradicional basado en la explotación de dujos en asentamientos tuvo mayor importancia que aquel basado en colmenares de caseta? Seguimos pensando que no, como dijimos en la anterior entrega, y que la apicultura del dujo fue la típica de la Montaña Palentina mientras que la apicultura del colmenar lo fue de las tierras al sur de dicha montaña, muy especialmente en La Ojeda. Mentiríamos sin embargo si no dijéramos que esperábamos un resultado más claro que el que nos hemos encontrado manejando sobre todo la Toponimia palentina: nos figuramos que, conforme nos desplazábamos hacia el sur, se iban a ir extinguiendo del nomenclátor de pagos y parajes los topónimos basados en vocablos como dujo o arna, cosa que no se ha producido como hemos dicho.
h) Si a partir de los elementos apícolas (topónimos y colmenares) encontrados en el MTN25 generamos una zona que los englobe y la asimilamos con la de mayor presencia de la apicultura tradicional en el ámbito de estudio (Figura 9, en la primera parte del artículo, en Revista de Folklore núm. 503, página 38), y hacemos lo propio con los topónimos apícolas encontrados en el corpus de Gordaliza y Canal, obteniéndose así otra zona de importancia apícola (Figura 11), podremos conjugar ambas zonas para conformar una superficie en la que, con base en los indicios encontrados, la apicultura habría tenido más desarrollo en el Norte de Palencia. Esta zona se extendería desde La Lora, en el extremo este provincial, por la zona central de La Ojeda, el noreste de La Valdavia y el sector oriental de La Peña (Figura 15).
i) Para la apicultura del dujo es más común la generación de familias de topónimos a partir de uno original. Así, tomando como base un vocablo de este tipo de apicultura (arnilla/s, colmenas o dujuelo/a, y sobre todo dujo), se genera una familia de topónimos, principalmente hidrónimos y orónimos, que lo tienen en su origen; ejemplos los tenemos en «Fuente del Dujo» y «Arroyo de la Fuente del Dujo» o en «Camino del Dujo» o «Alto del Dujo». La coincidencia en el territorio del topónimo origen y su respectiva familia se debería comprobar sobre el terreno, como ocurre, por ejemplo, en Renedo de la Inera, donde la Fuente del Dujo está en el origen del Arroyo de la Fuente del Dujo (comprobable esto en la Hoja 133c2 del MTN25), y posiblemente, sea el destino del Camino de la Fuente del Dujo. De este fenómeno hemos encontrado hasta diez casos (Tabla 6), siendo ello una de las razones que explicarían el alto número de topónimos de la familia dujo y, en consecuencia, de la apicultura del dujo. Por el contrario, esta práctica generadora de topónimos no es tan seguida en la apicultura del colmenar, donde hemos localizado tan solo un caso (en Payo de Ojeda, con el binomio Los Colmenares-Arroyo de los Colmenares).
j) Y también en el ámbito de la apicultura del dujo se observa una mayoritaria utilización de dicha palabra dujo para denominar a la colmena, frente a otros sinónimos como arna, corcho y el genérico colmena. En efecto, si consideramos como fuente de datos a la Toponimia palentina por contener una mayor población de topónimos, y en consecuencia posibilitar unos resultados más significativos, nos encontramos que, del total de 59 elementos de esta familia son 41 los derivados de dujo (más de las dos terceras partes), seguido a mucha distancia por arna (10 topónimos), corcho (5) y colmena (3) (Tabla 6)[24]. En cuanto a su distribución geográfica, llama especialmente la atención que los derivados de corcho no aparezcan en la Montaña Palentina, la zona más cercana a La Liébana que, como dijimos, es más que probable el origen de esas colmenas fabricadas con la corteza del alcornoque y que hemos supuesto sirvieron para nombrar a los parajes con esos topónimos.
k) Con relación a las fuentes de datos utilizadas, si extendemos a otros territorios de Palencia, o incluso a otras provincias, los resultados aquí obtenidos, los estudios toponímicos deberían apoyarse en monografías o corpus toponímicos del territorio en cuestión como la utilizada por nosotros (Toponimia palentina de Gordaliza y Canal, 1993), pues es en ellas donde mayor número de topónimos se recogen (59% en nuestro caso), aunque seguidos a no mucha distancia por el Catastro actual (54% en nuestro estudio), y ya a mayor por el MTN25 (que se quedó en el 43% para lo nuestro). Suponiendo que las citadas tres fuentes se complementan a la perfección (es decir, que recogen el 100% de los topónimos de un territorio, ver Figura 13), la combinación del corpus toponímico y el MTN25 cubriría un más que aceptable 75% (si generalizamos los resultados que hemos obtenido), evitándose así la utilización del Catastro, de mayor laboriosidad y tediosidad en su manejo. Todo dependerá de la extensión del ámbito de estudio (a mayor extensión, más razonable parece el excluir la fuente catastral).
l) En lo que este Catastro se convierte en esencial es en el rastreo de colmenares en un territorio. Aun a pesar de lo reducido de la muestra realizada para esta búsqueda específica (una única localidad, Báscones de Ojeda), los resultados obtenidos en la misma en comparación con los del MTN25 (donde para dicho municipio sólo se representan, como mucho, el 40% del total de los existentes), nos llevan a concluir que esta fuente es, para este fin, la única que debe ser utilizada.
ll) Sobre el Catastro de la Ensenada, a priori creemos que no aporta información de importancia para los estudios toponímicos. Sin embargo, la muy limitada utilización en nuestro caso (sólo para la localidad de Cervera de Pisuerga) relativiza dicha conclusión, si bien es verdad que, a no ser que se disponga de alguna publicación que transcriba el mismo (como para dicha localidad el trabajo del Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria, 1993) o que el estudio se vaya a realizar de una o unas (muy) pocas localidades, por lo extremadamente dificultoso de su lectura deberá sopesarse con detenimiento su uso en estos estudios.
m) No podemos olvidarnos de los topónimos dudosos detectados, principalmente los derivados de horno y hornillo, de los que hay hasta 28, y en menor medida, de ducho y aguaducho (8 topónimos, Tabla 6). Su asignación al tema apícola como representantes de la apicultura del colmenar en el primer caso, y del dujo en el segundo, variaría sin duda los resultados obtenidos.
n) Por último, con la modesta metodología creada se podría abordar el estudio de la toponimia del resto de la provincia de Palencia, para poder observar así cómo la apicultura se implantó en esa toponimia palentina. Interesante sin duda sería observar si existe un gradiente norte-sur en la utilización de topónimos de la apicultura del dujo y de la apicultura del colmenar, y comprobar lo que a primera vista parece que debiera ocurrir, es decir, que los elementos de la primera se van rarificando conforme nos alejamos de las montañas del norte palentino, cuyos bosques ofrecían la materia prima necesaria para la fábrica de los primitivos dujos. También podría arrojar resultados interesantes el estudio comparado de la implantación que tenía la apicultura en el siglo xviii, a través del Catastro de la Ensenada, con la huella que dicha actividad agraria ha dejado en la toponimia, aprovechando ese «conservadurismo lingüístico» que caracteriza a la ciencia toponímica, una especie de «mecanismo de fosilización» por el cual «los nombres de lugares se convierten en una fuente inagotable de información histórica y geográfica que permite evocar un paisaje ya desaparecido» (Membrado Tena e Iranzo García 2017, 193).
Y hasta aquí llega nuestra modestísima aportación al estudio tanto de la toponimia como de la apicultura tradicional de la provincia de Palencia, en su sector septentrional, con la que hemos pretendido ligar la práctica de dicha actividad tradicional con la impronta que dejó la misma sobre dicha toponimia, esa identificación popular del terreno en el que trabajaban y vivían sus moradores.
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NOTAS
[1] En este listado no hemos incluido el vocablo tojo, que según Francisco Torres Montes («De los nombres de la casa de las abejas (estudio de dos de sus términos)», en Actas del XXXVII Simposio Internacional de la Sociedad Española de Lingüística, ed. I. Olza Moreno et al -Pamplona: Universidad de Navarra, 2008-, 839) serviría también para designar a la colmena, más en concreto al dujo, pues en este trabajo específico de la toponimia palentina se encuadra dentro de los descriptivos de las características del terreno. Según el autor citado, tojo surgiría por metonimia, pues originariamente con ese término se designaría al «tronco hueco» que serviría para criar a las abejas; procedería del latín tofus, que también derivaría en toba, es decir, «concavidad o hueco». Esta segunda acepción es más cercana a la considerada por Gordaliza y Canal (Toponimia palentina -Palencia: Caja España, 1993-, 459) para tojo y sus derivados (toja/s, toja, tojanco,...), que se utilizan en el léxico palentino y burgalés con el significado de «charco que queda aislado después de la crecida de un río» o de «charca, laguna».
[2] La significación aquí de callejo podría ser la de camino rural estrecho o entre dos campos, procedente del latino callem, «camino», al que se añade un sufijo con connotación diminutiva, tal y como sucede en la toponimia del Campo de Borja (Juan A. Frago Gracia, Toponimia del Campo de Borja. Estudio Lexicológico - Zaragoza: Institución Fernando el Católico y Diputación Provincial, 1980-,64).
[3] Según Gordaliza y Canal (Toponimia palentina -Palencia: Caja España, 1993-, 464), «Valle» más apelativo aparece 160 veces en la toponimia palentina, «Val-» en palabra compuesta lo hace en 1.713 y «Vallejo/a», en solitario o más apelativo, en casi 150 veces. Así, esta familia toponímica (compuesta además por «Vallina» o «Valliluengo/longo», entre otros) se convierte en una de las más abundantes de la provincia palentina.
[4] Posiblemente aguaducho es un hidrotopónimo que nos informa de la existencia de alguna pequeña zona encharcada (por similitud con el término aguachal -Dirección General del Instituto Geográfico Nacional, Toponimia: Normas para el MTN25. Conceptos básicos y terminología, Publicación Técnica núm. 42, Madrid: Ministerio de Fomento, 2005, 125-) o alguna instalación hidráulica (por similitud con el término aragonés aguadullo, que derivaría de aguaduello, tajadera o puerta que impide que el agua se desvíe del cauce que la conduce a la rueda del molino -Juan A. Frago Gracia, Toponimia del Campo de Borja. Estudio Lexicológico, Zaragoza: Institución Fernando el Católico y Diputación Provincial, 1980, 24-); según esto, ducho, simplificación de aguaducho, también sería un hidrotopónimo. No obstante, los incluiremos aquí como dudosos por la posibilidad de que ambos procedieran del vocablo dujo.
[5] Las dudas sobre la asignación de ambos topónimos al mundo apícola aumentan si los comparamos con el topónimo mayor Villarramiel, localidad ubicada en Tierra de Campos, al suroeste de la provincia palentina. Gordaliza Aparicio y Canal Sánchez-Pagín (Toponimia palentina -Palencia: Caja España, 1993-, 198-199) lo traducen como «la villa de Herramel», siendo éste el fundador o repoblador de la localidad.
[6] El autor citado aclara sobre la evolución de los topónimos menores que, aunque una parte de ellos ha llegado hasta la actualidad «tal como nacieron en primera o segunda instancia, sin ninguna evolución lingüística o simplemente con una configuración más moderna del nombre primitivo, buena parte de los nombres del campo han experimentado una evolución formal, a veces fácilmente detectable pero otras veces totalmente desfigurante, lo que (…) dificulta el conocer su origen y por tanto interpretar su significado (…). Otras veces, la evolución se debe a la pérdida de la referencia original, con lo que las nuevas generaciones que ya no tienen esa referencia terminan desfigurando el topónimo casi siempre derivando hacia una referencia moderna o hacia una resonancia lingüística. En estos casos, es clara la dificultad para buscar la raíz y razón del topónimo y sólo llegaremos a una solución con el auxilio de la historia, la filología o el conocimiento del terreno y sus usos» (Gonzalo Ortega Aragón, «Sociedad y transmisión oral en la toponimia menor palentina», Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses 78 -2007-: 7-8). En algunas ocasiones, es la ausencia de rigor en la transcripción cartográfica de los topónimos recogidos de la tradición oral lo que provoca la perpetuación del error incluso entre las mismas gentes del lugar, por «el prestigio que la escritura tiene en general y, en especial, en el mundo rural»; estas modificaciones pueden ser indiferentes para el usuario de la cartografía, aunque no «para un lingüista, para quien las alteraciones de este tipo resultan más difíciles de desentrañar que las modificaciones orales» (Hermógenes Perdiguero, «Toponimia de la Ribera del Duero (Burgos) (I)», Biblioteca: estudio e investigación 9 -1994-: 104). Sobre este asunto del oscurecimiento de los topónimos actuales, tenemos también la opinión de Molina Díaz: «es frecuente que no identifiquemos la base referencial del topónimo, por lo que se hace precisa la investigación lingüística para descubrir la referencia originaria y motivadora. Esta situación está causada por la naturaleza misma de la lengua, cambiante en diacronía, lo que conlleva que el hablante actual sea incapaz, por culpa de la evolución léxica, de reconocer el nombre primigenio y acuda en ocasiones a etimologías populares» (Francisco Molina Díaz, «La toponimia como medio de información geográfica: el caso de los fitotopónimos», Biblio 3W Vol. XVII, núm. 982 -2012-).
[7] La existencia de algunos rodales de alcornoque en la comarca cántabra de La Liébana (zona más septentrional de la distribución de la especie en España, donde ocupa unas 1.100 ha aunque tan solo en unas 350 ha es la especie dominante -Juan Carlos Guerra Velasco, «De ‘oro marrón’ a patrimonio olvidado: explotación forestal y negocio corcho-taponero en Liébana (Cantabria)», Ería 96, 2015: 57-), vecina de la Montaña Palentina por el Norte, nos lleva a preguntarnos sobre la posibilidad de que hayan existido algunas colmenas de corcho por los pueblos del Norte de Palencia, especialmente en La Pernía y Fuentes Carrionas, donde el comercio y las relaciones con la vecina Liébana fue más intenso. En este sentido, podemos hablar de dos destinos para el corcho lebaniego. El más importante desde el punto de vista económico fue su transformación, a partir del primer tercio del siglo xix, en tapón para el cerramiento de las botellas de vino o sidra. El segundo, anterior al citado, fue la elaboración, con un marcado carácter artesanal y para un comercio local, de determinados útiles de corcho para el uso cotidiano en las economías domésticas rurales de la propia Liébana y comarcas vecinas: flotadores para pesca con caña o para redes, techumbres para chozas, cerramientos para recipientes tipo vasija, y en lo que nos ocupa, colmenas (Juan Carlos Guerra Velasco, «De ‘oro marrón’ a patrimonio olvidado: explotación forestal y negocio corcho-taponero en Liébana (Cantabria)», Ería 96 -2015-: 58-62 y 71). Ejemplo de este último uso lo obtuvimos en la localidad de Avellanedo, del municipio de Pesaguero (ver Fotografía 1 en la primera parte de este trabajo, en Revista de Folklore núm. 503, página 7). La aparición del topónimo «Corcho» para designar a varios parajes de la parte norte de Palencia, hasta cinco, en concreto en La Peña (Traspeña de la Peña), La Ojeda (Amayuelas de Ojeda y Olmos de Ojeda) y La Valdavia (Villanueva de Abajo), es un indicio que nos puede hacer pensar en una posible utilización de esta tipología de colmenas en nuestra área de estudio.
[8] Sería este nombre de «Varga» un topónimo denominador de terreno inclinado o en cuesta, por lo que nuestro topónimo nombraría a la vía de acceso a un terreno pindio en cuya parte superior se asentaría una colmena o un asentamiento apícola. Sin embargo, además del anterior Gordaliza y Canal (Toponimia palentina -Palencia: Caja España, 1993-, 462) no descartan un origen céltico para la palabra, pasando a significar entonces «casilla cubierta de paja o ramaje»; y así, esta «varga corcho» podría identificar a un primitivo colmenar de caseta o similar.
[9] En concreto, no se han representado: ninguno de los topónimos de La Vega; los topónimos de Ayuela, Valenoso, Villamelendro, Villanuño de Valdavia y Villasila de Valdavia en La Valdavia; y los de Berzosa de los Hidalgos y Herrera de Pisuerga en La Ojeda.
[10] Incluimos en esta recopilación los dudosos para obtener un intervalo de valores que albergue la posibilidad de que alguno de estos dudosos se asignare finalmente al tema apícola. Pensamos que este intervalo será de interés a la hora de comparar la importancia de la toponimia apícola con cualquier otra toponimia temática.
[11] En las Tablas 6 y 8 se puede observar que son dos las comarcas en las que aparece un mayor número de estos topónimos dudosos, en concreto, La Vega, con 20, y La Ojeda, con 12. En ambos casos, los topónimos de dudosa adscripción derivados del término horno son los más abundantes: 11 de los 20 topónimos dudosos son de este tipo en La Vega, mientras que lo son 10 (de 12) en La Ojeda.
[12] Ver Nota 9.
[13] Visor Infraestructura de Datos Espaciales de Castilla y León, de la Junta de Castilla y León, con acceso a través de la dirección web https://idecyl.jcyl.es/vcig/.
[14] Utilizaremos para esta revisión el texto Cervera de Pisuerga 1752, edición del Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria y Tabapress (1993), transcripción y breve estudio contextual de los datos del Catastro de la Ensenada para la localidad, lo que facilita infinitamente esta labor escrutadora. La ausencia de trabajos como este obligan a la consulta del Catastro a través del portal Pares (Portal de Archivos Españoles, del Ministerio de Cultura y Deporte, con acceso a través de la dirección web https://pares.mcu.es/Catastro/), en el que se encuentra alojado el documento original digitalizado. Cualquiera que se haya asomado a esta fuente, por otra parte de incalculable valor para estudiar la España del siglo xviii, sobre todo en su medio agrario, habrá comprobado la dificultad de su lectura a causa de la caligrafía manuscrita en la que aparece el contenido de este catastro.
[15] Con la Pregunta 19ª podemos conocer, para algunas localidades, la existencia de colmenares ya en esta época, como por ejemplo para Aguilar de Campoo (La Lora-Montaña Palentina), donde se citan «tres colmenares cercados de pared de piedra», o para Ruesga (La Pernía-Montaña Palentina), donde se da cuenta de la existencia «en el termino (sic) de este lugar» de dos colmenares (uno con doce colmenas y el otro «sin enjambres»). No obstante, es muy posible que alguno de los escribanos encargados de recopilar las respuestas omitiera la presencia de estas edificaciones en algunas localidades, y citara únicamente el número total de colmenas allí presentes, pues parece al menos probable que los propietarios de más de 20 colmenas que se citan para algunas localidades tuvieran dichas colmenas en colmenares de caseta.
[16] La ordenación de los listados se hace en esta obra por ámbitos geográficos de la provincia, y dentro de ellos, por municipios. En el apartado correspondiente a cada municipio se listan los topónimos de cada localidad del municipio, incluidos los despoblados.
[17] Sobre esta evaluación de fuentes toponímicas, Hermógenes Perdiguero Villarreal («Recopilación y representación de la toponimia de Castilla y León», en línea, 2023, 5), a la luz de trabajos de recopilación toponímica en la provincia de Burgos, considera que los planos de concentración parcelaria recogen hasta el 85% del total de los topónimos de un determinado territorio, considerando que la totalidad del corpus es posible reunirla con la encuesta oral. Si tenemos en cuenta que, como dijimos, Gordaliza Aparicio y Canal Sánchez-Pagín confeccionaron su Toponimia palentina (1993) a partir de la cartografía de los Servicios de Concentración Parcelaria, y allí donde no se disponía de ella, de encuestas a los paisanos, los resultados que hemos obtenido para esta representatividad de esos planos son algo inferiores, el 59% según puede verse en la Figura 13.
[18] La superficie media de los recintos catastrales identificados como colmenares la hemos calculado en 66 m2 (47 m2 si eliminamos los dos inferiores y superiores, es decir, los extremos), mientras que la de aquellos otros no identificados como tales pero que, por esas características de forma y superficie del recinto, bien podrían serlo, es de 44 m2 (41 m2 si no consideramos los extremos). Esta escasa diferencia (sobre todo cuando eliminamos los valores extremos), además del porcentaje de confirmación con fotografía aérea (del que posteriormente se hablará) nos permite considerar la posibilidad de que algunos de estos recintos que, en principio, no se corresponden con colmenares por no aparecer identificados como tales, en realidad sí lo sean.
[19] Otro dato que puede determinarse con esta averiguación es el número de colmenares desaparecidos, suponiendo que aquellos recintos catastrales identificados como tales cuya existencia sobre el terreno no se corrobore, serían esos edificios desaparecidos, información que se podría verificar con los testimonios orales de las gentes del lugar o con el rastreo en campo de los restos de los mismos.
[20] Para esta averiguación no hemos tenido en cuenta otro error detectado en esta representación de colmenares en el MTN25: la inexistencia sobre el terreno de algunos de esos colmenares ahí plasmados. En efecto, en nuestra revisión nos hemos encontrado que, de los siete colmenares cartografiados, tan solo cuatro se correspondían con edificios existentes, mientras que los tres restantes, dos de ellos podrían haberse representado ligeramente desplazados con respecto a su ubicación real, mientras que el tercero, o bien se corresponde con un colmenar desaparecido o, simplemente, se trata de un error cartográfico. Coincidente con nuestra conclusión, aunque acentuada, es la que se deriva de los datos que se pueden extraer del inventario de colmenares realizado por Isidro García Barriga («Muros apiarios en el Parque Natural ‘Tajo Internacional’», AÇAFA On Line Nº 5 -2012-) para la comarca cacereña del Tajo Internacional. En este caso, de los 32 colmenares catalogados por el autor, tan solo 5 (el 16%) aparecían cartografiados en la correspondiente hoja del MTN, que aquí era la de escala 1:50.000.
[21] Isidro García Barriga («Muros apiarios en el Parque Natural ‘Tajo Internacional’», AÇAFA On Line Nº 5 -2012-) para la comarca de Cáceres del Tajo Internacional, ver Nota anterior.
[22] En esta Figura 10 es más difícil de apreciar la abundancia de topónimos de la apicultura del dujo por quedar fuera de su límite sur la mayor parte de las localizaciones de dichos topónimos.
[23] Los topónimos (principal con sus derivaciones) más frecuentes, según esta fuente, son los siguientes: «(El/Los) Dujo(s)»: 13; «Fuente ([d]el) Dujo»: 7; «(El/Los) Colmenares»: 5; «Vallejo (Los) Colmenares»: 4.
[24] Si consideramos el MTN25, son ocho los derivados de dujo sobre el total de diez, derivando los dos restantes de arna (Tabla 3).