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Contexto geográfico
El Valle de Banderas es una región ubicada en la costa centro occidente del Pacífico de México (Fig. 1). Corresponde a una amplia planicie costera, de poco más de 1.400 km2, compartida por la porción más norteña del estado de Jalisco y la más sureña del estado de Nayarit. Se le llama así desde la primera incursión española en la comarca en marzo de 1525. Las crónicas cuentan que el nombre “Banderas” derivó de un encuentro belicoso entre los habitantes originarios de estas tierras y los conquistadores ibéricos. En la refriega, cerca de 20 mil indígenas se presentaron ataviados con sus ropas de guerra y con sus armas decoradas con pequeñas banderitas teñidas de púrpura.
Hoy en día, políticamente el Valle de Banderas es compartido por los municipios de Bahía de Banderas, Nayarit y Puerto Vallarta, Jalisco. La frontera estatal está claramente delimitada por el río Ameca, cuerpo de agua de caudal permanente. Así mismo, la actividad económica más importante de la región es el turismo, donde destacan sus destinos de tipo internacional de Puerto Vallarta y Nuevo Nayarit. Se tienen registros del poblamiento del Valle desde el año 600 antes de nuestra era, lo que corresponde al Preclásico Medio. El municipio de Bahía de Banderas, escenario de la historia narrada en las siguientes líneas, tiene por cabecera municipal a la localidad de Valle de Banderas que, de acuerdo con el censo de 2020, su población es de 8.730 habitantes.
De Santiago Temichoque a Valle de Banderas
La actual cabecera municipal, Valle de Banderas, fue fundada con el nombre de Santiago Temichoque en 1554 por los frailes Francisco Lorenzo (nacido y criado en Granada), fundador del convento de Etzatlán en Jalisco en 1534, y Miguel de Estivales (originario de Vizcaya). Estos franciscanos, en una de sus tantas correrías por el Valle de Banderas erigieron varios pueblos con nombre de santos, obedeciendo así la Cédula Real de Carlos V en la que se ordenaba que «los indios fuesen reducidos a pueblos». De hecho, la labor evangélica y de fundación de asentamientos de estos religiosos fue fructífera en muchos pueblos del Valle, tanto, que el sacerdote franciscano Antonio Tello (Santiago de Compostela, España, 1590 - Guadalajara, México, 1653), la cita en su monumental obra «Crónica miscelánea de la santa provincia de Xalisco»[1]:
[…] Algunos días después pasaron a la Provincia que llaman de los Frailes, porque los indios traían coronas grandes, abiertas a manera de frailes; y antes de llegar a esta provincia, llegaron al valle de Banderas y no quisieron entrar en ella, porque los españoles tenían muchos indios ocupados en los cacahuatales y no gustaban de su venida, porque no los juntassen en aquel valle, porque no los acabasen con sus vejaciones, como después lo hicieron, por lo cual se quedaron en la falda de la sierra, y allí juntaron siete pueblos y les predicaron y bautizaron y hicieron yglesias, y pusieron doctrina…
Por su parte, en la «Suma de Visitas de Pueblos» de 1548, el primer censo conocido de la época hasta hoy en día, se anota lo siguiente:
[…] El pueblo de Santiago Temichoque se encuentra a 44 leguas de Guadalajara y 14 de Compostela. Entrega como tributo al Rey cada año 18 fanegas de maíz y 11 gallinas. Se elige un alcalde, dos alguaciles y un mayordomo. La autoridad civil está representada por un corregidor con salario de cien pesos al año, pagados con los tributos que se reúnen del pueblo, pero los más años apenas se reúnen veinte pesos. Tiene de jurisdicción el corregidor de este pueblo una legua…
Continuando con la descripción del proceso habitacional de la región, entre 1770 y 1780, el Valle fue azotado por sequias agudas que deprimieron las fuentes naturales de agua y obligaron a los pobladores a cambiar al pueblo de Santiago Temichoque a un sitio con presencia del vital líquido. Así, hacia el año 1790, cuando ocuparon un nuevo y definitivo espacio, el nombre del asentamiento cambió, paulatinamente[2], al de Valle de Banderas.
El primer patrono del pueblo fue Santiago Matamoros, conocido comúnmente como el apóstol Santiago o «el Mayor». Sin embargo, en 1690, al desaparecer Tintoque, un pueblo indígena costero ubicado en el área de Punta de Mita, al noroeste del Valle, en lo que hoy es Corral del Risco y el Hotel Four Seasons (Fig. 1), éste cedió la custodia de su Virgen del Rosario al pueblo de Santiago Temichoque. Así, cuando en 1790 Santiago Temichoque se reubicó y permutó su nombre al de Valle de Banderas, también distinguió a la Virgen del Rosario de Tintoque como su nueva patrona (Fig. 2).
Tintoque y su virgen
Se ha establecido que antes de la llegada de los españoles, el pueblo de Tintoque se dedicaba a la explotación del caracol de tinte, perlas, conchas sagradas y otros productos marinos. Seguramente, entre los caracoles (por su tinte natural púrpura para teñir textiles) y conchas (de gran belleza y productoras de perlas) extraídos de las costas rocosas se encontraban el púrpura de Blainville Stramonita biserialis (Blainville, 1832), el de tinte Plicopurpura columellaris (Lamarck, 1816), el Vasula melones (Duclos, 1832), así como la almeja burra u ostra rugosa Spondylus limbatus Sowerby, 1847 y la madre perla u ostra perlera nacarada Pinctada mazatlanica (Hanley, 1856) (Fig. 3). De hecho, consumada la conquista de México-Tenonchtitlan, los pobladores de Tintoque continuaron con sus actividades de buceo de perlas y extracción de tinte púrpura, pues registros de impuestos, así como descripciones y censos como «pueblo de indios» durante los siglos xvi y xvii, dan cuenta de ellas.
El surgimiento de la relación entre Tintoque y la Virgen del Rosario, se describe en una cita de Antonio Tello, en la que menciona a un grupo de afligidos soldados españoles que, al verse superados en número por los guerreros de Tintoque, en razón de 1 a 5, tomaron valor al ondear un estandarte con la imagen de la «Concepción Limpísima de Nuestra Señora»[3], en su advocación del Rosario. De rodillas, con lágrimas y devoción, pidieron a la Virgen librarlos de tantos enemigos. Al instante, el estandarte resplandeció, lo que despertó el valor y valentía en los soldados. Éstos, estimulados, marcharon a enfrentar a los nativos del pueblo de Tintoque, quienes se replegaron y, al contemplar el resplandor del estandarte de la Virgen, se postraron ante ella, depusieron sus armas y se rindieron frente a los capitanes españoles. Este suceso ocurrió un día sábado del mes de marzo de 1527 (Fig. 4).
En 1570, los agustinos fundaron el Convento de San Nicolás de Mascota[4] para catequizar la región. Así, treinta años después, la devoción a la Virgen del Rosario se encontraba muy arraigada en el Real Alto de San Sebastián, Mascota y Talpa[5].
Durante el siglo xvii, los barcos piratas que esperaban el paso de la Nao de China, el famoso Galeón de Manila que refiere a la ruta comercial marítima del imperio español que prosperó por 250 años (1565-1815) entre las poblaciones de Manila[6] y Acapulco[7], incursionaban con frecuencia en la Bahía de Banderas (Fig. 5). Así, Tintoque, junto con otros pueblos, fueron arrasados varias veces por el fuego enemigo de los bucaneros para saquearlos y robarles sus perlas. Como resultado de tantos atropellos por estos maleantes, aunado a la continua escasez de agua, Tintoque desapareció como asentamiento humano alrededor del año 1690.
En cuanto al nombre Tintoque, el antropólogo nayarita Francisco Samaniega, opina que corresponde a una composición de la voz náhuatl titl, oscuro, y la terminación oc, al lado de. Es decir, junto o al lado de lo oscuro. Este nombre es sugestivo, pues la ubicación geográfica de esta localidad costera, justo próxima a una punta continental llamada Mita, hace pensar en el lugar que los muertos habitan (Mictlán[8]).
Algunos milagros de la Virgen de Tintoque
Con la desaparición geográfica de Tintoque, la Virgen fue trasladada a Santiago Temichoque. Este acontecimiento fue preservado por la tradición oral de la gente local a través del siguiente relato que da cuenta de sus acciones milagrosas:
«La última persona que habitó Tintoque fue la tenanchi[9], la cuidandera del templo. Se dice que ya muy anciana y presintiendo su muerte, la tenanchi decidió sacar a la Virgen de aquel lugar desolado. Y, una mañana, la anciana cargó la imagen y caminó tres leguas hasta Santiago Temichoque, donde la dejó al resguardo del templo local. Luego, regresó a Tintoque para esperar la llegada de su muerte.
Así, la primera noche que la Virgen debió pasar resguardada en Temichoque, desapareció misteriosamente. Por la mañana, la gente de Temichoque sólo encontró su nicho vacío y las huellas de unos pies diminutos plasmadas en el polvo de la calle. Asombrados por el suceso, los habitantes siguieron aquel rastro que los llevó por un camino de regreso hasta Tintoque. Al llegar, se sorprendieron al ver que ahí se encontraba la Virgen, justo al lado de la cama de la anciana tenanchi en agonía.
La vieja cuidandera explicó a la gente que había sentido la llegada de la Virgen durante la madrugada. Con lágrimas en los ojos, la mujer suplicó a los de Temichoque que se llevaran consigo a la Virgen, pues ella ya no podría cuidarla por encontrase próxima a morir. Pero, cuando los habitantes de Temichoque intentaron tomar y levantar la imagen de la Virgen para llevársela, ésta se tornó tan pesada que ni cuatro hombres fuertes lograron cargarla. Ante tal inconveniente, mejor decidieron tomar a la anciana y llevarla consigo a Temichoque como compañía de la imagen. Sólo así consiguieron levantar a la Virgen del suelo, acción que parecía imposible, pues unos pocos instantes antes se encontraba completamente adherida a la tierra.
Algunos días después del traslado a Temichoque, la anciana murió y fue sepultada en el panteón de la localidad. Así, desde aquel momento, la Virgen de Tintoque ha permanecido arraigada en el antiguo pueblo de Santiago Temichoque», sin que su cambio de nombre a Valle de Banderas haya inmutado su deseo de continuar intercediendo por los vallejanos.
Parroquia de Valle de Banderas
Una vez que Santiago Temichoque se trasladó al sitio que hoy ocupa el pueblo de Valle de Banderas, se construyó la primera capilla y el camposanto donde hoy se encuentra la Escuela Primaria Federal «20 de Noviembre». En 1872, las reformas liberales sobre la administración de panteones, determinaron la construcción de una nueva capilla separada del camposanto. Esta nueva capilla se alzó en donde hoy se asienta la Parroquia dedicada a la Virgen del Rosario de Tintoque (Fig. 6).
En el libro 6 del Gobierno Eclesiástico de la Parroquia de San Sebastián, el Sr. Cura D. José María Salazar, plasmó su testimonio sobre la bendición de la primera piedra, colocada el 9 de abril de 1872, para la edificación de la capilla de Valle de Banderas:
Yo el Presbítero D. José María Salazar, Cura interino de la Parroquia de San Sebastián, por comisión del Ilustrísimo Sr. Arzobispo D. Pedro López, dada en su oficio fecha 6 de septiembre de 1872: estando en el Valle de Banderas, ayuda de parroquia de este mineral, bendije y puse la primera piedra fundamental para la nueva Capilla que hacia el Sur de la población, y corriendo de este viento al del Norte, con 16 varas de largo y seis de ancho, se ha comenzado a construir y con su Sacristía de 8 varas de larga y 5 varas de ancha; dedicada a la Santísima Virgen en su advocación de Nuestra Señora de Tintoque. Cuya ceremonia celebré solemnemente…
En 1881 se terminó de construir la nueva capilla, habilitada de los ornamentos, vasos sagrados y demás cosas necesarias para el culto. Se ordenó que fuera bendecida «en la forma prescrita por el Ritual Romano», a fin de poder celebrarse el «Santo Sacrificio de la Misa». El padre Antonio Mercado, en una breve nota, hace constar la fecha de su bendición: «…Se bendijo la Capilla del Valle de Banderas a que se refiere el anterior oficio, el veintidós de mayo de 1881, haciéndolo con la mayor solemnidad posibles».
Se tiene evidencia que, en 1944, bajo la dirección del Pbro. Antonio Galaviz Salas, se inició la construcción del actual templo al lograr levantar todos los muros. Posteriormente, en 1949, el Padre Ignacio Ibarra Gaytán, tomó posesión como vicario fijo, continuando con las obras materiales del templo. Así, se realizó la bóveda, parte de la torre, el piso y el altar, y se culminaron las obras con la bendición del templo el 24 de enero de 1953 (Fig. 6).
El excelentísimo Sr. Obispo, D. Adolfo Suárez Rivera, en el decreto de erección de la parroquia del 2 de junio de 1974, destaca la importancia histórica del pueblo de Valle de Banderas y su influencia religiosa, no sólo para la región, sino para todo el país:
[...] desde hace tiempo, habíamos venido considerando la forma de prestar un mejor servicio a esta región del Valle del Tintoque, mejor conocido entre nosotros, por el nombre que le diera su descubridor, Francisco Cortez de San Buenaventura: Valle de Banderas […]
Pero con ser este nuestro propósito y nuestra misión como responsables del progreso espiritual de nuestros fieles, no queremos ni pretendemos una religiosidad meramente externa, de apariencia, como la que mostraron los que por el año 1525 habitaban estos lugares, y llamaron notablemente la atención del conquistador Cortez de San Buenaventura y toda su gente, puesto que salieron a recibirlos en gran comitiva, llevando hábitos largos, escapularios en el pecho, rapado el pelo en forma de cerquillo y cruces en las manos […]. Lo que deseamos y anhelamos de todo corazón, y a eso van encaminados nuestros esfuerzos y las medidas pastorales que realizamos ahora, es una vida cristiana vivida en plenitud, en forma consciente y decidida, por todos ustedes los que, a partir de este día, unidos y fortalecidos en el Espíritu Divino (es la fiesta de Pentecostés), formarán en nuestra Diócesis una nueva comunidad cristiana en calidad de Parroquia […]. Los límites son muy extensos, pues abarca desde La Peñita de Jaltemba hasta el río Ameca, que es lo que la separa de Puerto Vallarta. Actualmente, se ha reducido bastante con la creación de varias parroquias nuevas y cuasi parroquias, abarcando únicamente la población de Valle de Banderas y el pueblo de Santa Rosa Tapachula. Queda al frente de la Parroquia como su primer párroco, el Pbro. Tomás Álvarez Espinoza.
Así, el 22 de mayo de 1991, a la imagen de la Virgen de Tintoque se le concedió la coronación episcopal con autoridad diocesana; rito litúrgico autorizado por el obispo que tiene como finalidad subrayar la devoción, la veneración, por esta advocación de la Virgen María (Fig. 7).
La Virgen de los milagros
La fama y milagros de la Virgen de Tintoque fue conocida desde la localidad de Las Varas[10], Nayarit, hasta el poblado de Tomatlán[11], Jalisco. Se conocen relatos sobre su resguardo en el pueblo de San Sebastián del Oeste durante tiempos difíciles. Desde ahí se le llevaba en procesión por pueblos y rancherías costeras. De hecho, en la página 15 del libro «El Real y Minas de San Sebastián» del Pbro. Gabriel Pulido Sendis, se relata un suceso milagroso de marzo de 1683:
[...] Doy fe y verdadero testimonio que la manera que puedo que el derecho nos concede, que el domingo que se contaron veintisiete de marzo de este presente año entre las nueve y diez horas del día, estando yo dicho teniente hincado de rodillas delante de la Santísima Imagen de Nuestra Señora de la Limpia Concepción comenzó sus andas a estremecerse y a bullirse de manera que las campanitas que tiene arriba y adornos, dijes y zarcillos se bullían y sonarían como si los estuvieran sonando fuertemente y haciendo yo dentro ferviente mucho religioso, no hallé cosa que las moviera, y al tiempo llamé a Pedro Guerrero, vecino del rancho de Hostotipac, y al tiempo llegó Josefa Flores de San Sebastián y así mismo de halló Francisco Juan y así mismo apunté.
Este relato se encuentra registrado en el pueblo de San Pablo Hostotipaquillo[12], y quien lo describe, anota como testigos a Francisco Juan, natural y tributario de «Santiago Thinichoque»[13] y a todas las tenanchis y nahuales[14] de dicho pueblo. Así, y de acuerdo con la fecha del relato, este sería el milagro más antiguo atribuible a la Virgen del Rosario de Tintoque en su nuevo sitial de Santiago Temichoque.
Los dedos de la Virgen
Durante varios años, a una de las manos de la Virgen de Tintoque le faltaron dos dedos. Las personas de edad avanzada de la comunidad referían que los perdió como consecuencia de un rayo que impactó la imagen. Así, a principios del siglo xx, existió una pequeña capilla de adobe y teja de barro donde actualmente se levanta la parroquia del Valle de Banderas que acoge a la Virgen. Aquella humilde iglesia resguardaba el altar y un nicho donde se encontraba la sagrada imagen de la Virgen del Rosario. En aquel entonces la lluvia era copiosa. Una noche, la tormenta se abalanzó «como si Dios quisiera echar el cielo abajo». Un rayo tras otro provocaba el temblor de las casas de adobe del pueblo. Desde los tapancos, las abuelas lanzaban agua bendita a los cuatro vientos y rezaban la milagrosa oración de La Magnífica, tratando de apaciguar al mal tiempo.
Afuera de las casas, el vendaval hacía remolinos con las nubes iluminadas por los relámpagos de aquel cataclismo. De pronto, una centella se desprendió del cielo y lo partió en dos. El rayo cayó en el tejado de la capilla y se clavó en la tierra sirviéndose de las paredes de adobe. A su paso, las cortinas y las pinturas de santos y mártires se incendiaron. Con aquel estrépito, la urna de la Virgen que se encontraba en su nicho, se vino abajo. Al caer al suelo, la puerta de la urna se abrió y la Virgen salió botada con la imagen del Niño Jesús entre sus brazos. Después, poco a poco la tempestad se alejó hacia el mar hasta que llegó la calma.
Por la mañana, cuando el padre Rocha y los vecinos hicieron el recuento de los daños, encontraron a la Virgen de pie. Ahí, entre trozos de madera carbonizada, estaba la virgencita de Tintoque abrazando con amor al Santo Niño Jesús. Ni el rayo ni la caída lograron arrebatarlo de sus brazos. Aunque, curiosamente, hay quienes aseguran que el Niño Dios estaba asido, no de sus brazos, sino de su espalda protectora (Fig. 8).
Es posible que la fuerza de la centella, la caída desde el nicho o ambas acciones, fueran las responsables que la Virgen perdiera sus dos dedos. Y, aunque puede parecer asombroso, cuantas veces se intentó colocarle los dedos en su lugar, estos volvían a desprenderse. Así, se dice que sólo la Virgen, en su Renovación Milagrosa, restituyó sus dedos y tornó sus mejillas tiznadas por el fuego a su color natural.
El sudor de la Virgen
Se cuenta que tiempo atrás, durante la temporada de lluvias, en el Valle de Banderas se sembraba mucho maíz de temporal y cacahuate. En el mes de agosto, las milpas se ponían en banderilla (espiga) y los cacahuatales en plena floración. Cuando más se necesitaba el agua, llegaba el mes de «agosto con sus calmas». Después de dos semanas sin llover, el suelo se calentaba tanto como un comal y el viento del mediodía parecía salir de un horno de panadería o de una olla de caldo. Las hojas de la milpa se ponían como rabos de cebolla y los cacahuatales se dormían sobre el rescoldo de los arenales.
Bajo estas condiciones, era imperioso sacar a la Virgen de Tintoque para llevarla en un viaje por los potreros. Pasearla en andas por los sembradíos de Popotán, El Agua Zarca, La Quebrada, así como por La Garra de Cuero[15], para que advirtiera el estado paupérrimo en que se encontraba la milpa y el cacahuate. Sólo así mandaría la lluvia bienhechora. La peregrinación con la Virgen se dirigía por los callejones polvosos. Por ahí iba el gentío cantando alabanzas y exclamando rezos mientras el pueblo de Valle de Banderas se quedaba atrás, solo, cocinándose en el calor del mediodía.
Entonces, ocurría el milagro: a la Virgen se le ponía la cara colorada como una manzana y, de la piocha o barbilla, le estilaba el sudor. No faltaba que la rezandera[16] pidiera arrimarla a la sombra de un guamúchil[17] o al frescor de una higuera[18] para darle reposo y que «no se nos vaya a sofocar», exclamación pronunciada entre sus oraciones y persignas.
Cuando a la Virgen le abrían la puerta de la urna que la resguardaba para que se «venteara», los peregrinos con asombro contemplaban su vestido empapado, casi listo para ser exprimido, como si ella también hubiera sudado al caminar al mismo paso que los creyentes durante la peregrinación. Y aunque la lluvia se demoraba, la fe, por el contrario, aumentaba. Tiempo después, por el rumbo de San Sebastián, el cielo se encapotó con unas nubes negras, como lomo de culebra negra, y no tardó la tormenta en dejarse venir en gotas gordas y tupidas, las cuales hicieron brincar como rana el corazón de los peregrinos que, presurosos y empapados, regresaron al Valle de Banderas hechos una sopa, pero agradecidos por la llegada milagrosa del agua tan anhelada (Fig. 9).
La muchacha de azul
Durante los ataques armados y el vandalismo que sufrieron los pueblos del occidente de México a consecuencia de la Revolución (1910-1920), además del dinero y otros bienes, algunos “revolucionarios” buscaban mujeres jóvenes y bonitas como botín de guerra. En su desesperación, los padres de las muchachas trataban de esconderlas en roperos, pozos de agua, cuartos con puertas tapiadas y todo tipo de laberintos.
Así, el 10 de enero de 1914, una columna de rebeldes entró al pueblo de Valle de Banderas. Las abuelas cuentan que desde un día antes, un grupo de jovencitas fue llevado a los cerros de Huchichila[19] para ser escondidas. Los vándalos, puestos al tanto de la maniobra de los padres temerosos, fueron tras ellas como perros en celo, mas no pudieron dar con la exacta localización del escondite.
La leyenda cuenta que el éxito en el ocultamiento de las jóvenes ante los ojos de los vándalos, se debió a las apariciones de una muchacha muy bonita que, una y otra vez se materializaba en el camino que estos hombres transitaban. Así, la muchacha, al cruzarse por su camino, los invitaba a seguirla entre lóbregas cañadas y arroyos. Pero, por más esfuerzo que hicieran para aproximarse a ella durante la persecución, jamás lograban darle alcance. Cuando aquellos revolucionarios informaron a su superior del inexplicable suceso, dijeron que la joven se encontraba ataviada con un vestido y manto azul, los mismos colores que la Virgen del Rosario de Tintoque ostentaba en sus ropajes de aquel entonces y que, sin duda alguna, la identifican como la divina imagen distractora de la muchacha de azul (Fig. 10).
La niña y el pozo
Más recientemente, se cuenta la historia de un gran tinaco localizado en el traspatio de la compañía gubernamental de telégrafos de Valle de Banderas. Dicho tinaco, junto con una noria, se construyeron hace más de setenta años para proveer de agua a la plaza pública y a la Escuela Primaria «20 de Noviembre». La noria, que se encontraba a ras de piso, no tuvo brocal y el ademe fue enjarrado con cemento pulido.
Aunque el pozo se encontraba aislado del exterior dentro de un cuarto asegurado con candados, en la década de 1970 una niña cayó accidentalmente en su interior. Aunque el percance pudo tener consecuencias mortales, la niña sobrevivió a la caída, pues la familia encomendó su bienestar a la Virgen del Rosario de Tintoque. Por muchos años, en el margen derecho interior de la iglesia, en uno de los apoyos delanteros que sostienen la bóveda de la construcción, existió una placa que en breves palabras daba testimonio de tan maravilloso milagro.
Conclusión
Parafraseando a Martín (2018), la Virgen de Tintoque, aunque para los católicos es la misma Virgen María madre de Jesús, las historias en torno a su imagen pueden convertirla en un personaje diferente, propicio para atender ciertos pedidos. Así, por el inicio de su devoción en un pueblo costero, puede relacionársele con la protección de las personas que realizan faenas de extracción de recursos naturales marinos, sin duda intercede en el bienestar de los cultivos de temporal al proveerlos de agua durante la sequía, vela por la seguridad de los hijos y de sus madres tal como ella lo hizo por el suyo cuando una centella lo puso en peligro o cuando salvó la niña del pozo; además, es especialmente protectora de la integridad de las mujeres jóvenes y puede llegar a interceder en los conflictos entre particulares y comunidades como lo hizo al resplandecer en su estandarte.
Agradecimiento
A Rafael García de Quevedo por las facilidades para revisar y fotografiar su material malacológico. A Fabián Fernández Candelas por su orientación en aspectos de la liturgia católica.
Eduardo Gómez EncarnaciónBIBLIOGRAFÍA
Falcón Ocampo, Agustín. María. El milagro de Tintoque. Tepic, Nayarit: Universidad Autónoma de Nayarit, 2019.
González, Lourdes y Beltrán Medina, José Carlos. «Arqueología de la Bahía de Banderas». En: El occidente de México: Perspectivas multidisciplinarias. Editado por Rosa Yáñez, 312-324. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2007.
Martín, Eloisa. «Virgen María». En Diccionario de Religiones en América Latina. Coordinado por Roberto Blancarte, 661-667. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2018.
Mountjoy, Joseph B. «El valle de Banderas como zona fronteriza durante el Preclásico Tardío». En: El occidente de México: arqueología, historia y medio ambiente. Perspectivas regionales. Actas deI IV Coloquio Internacional de Occidentalitas. Editado por Ricardo Ávila, Jean P. Emphoux, Luis G. Gastélum, Susana Ramírez, Otto Schondube y Francisco Valdez, 255-263. Guadalajara: Universidad de Guadalajara – Instituto Francés de Investigación Científica para el Desarrollo en Cooperación, 1998.
Paso y Troncoso, Francisco del. Suma de visitas de pueblos por orden alfabético. Tomo I. Madrid: Impresores de la Real Casa, 1905.
Pulido Sendis, Gabriel. El Real y Minas de San Sebastián. Documentos y Apuntes. San Sebastián del Oeste: Editado por el autor, 1989.
Tello, Antonio. Libro segundo de la Crónica Miscelánea en que se trata de la conquista espiritual y temporal de la Santa Provincia de Xalisco en el nuevo reino de la Galicia y Nueva Vizcaya y descubrimiento de Nuevo México. Guadalajara: Imprenta de la “República Literaria” de Ciro L. de Guevara y Compañía, 1891.
NOTAS
[1] La obra se terminó de escribir en 1653 y este segundo libro no se publicó sino hasta 1891.
[2] En ocasiones se le llamaba Santiago del Valle.
[3] También llamada «Limpia Concepción de Nuestra Señora».
[4] Pueblo de Jalisco localizado aproximadamente a 60 km al suroeste de Valle de Banderas.
[5] San Sebastián y Talpa son dos pueblos de Jalisco ubicados 40 km al este y 65 km al suroeste de Valle de Banderas, respectivamente.
[6] En Filipinas, localidad de origen y destino.
[7] En México, con una escala en el antiguo y desaparecido puerto de la Navidad, en la actual región de Barra de Navidad en la costa sur de Jalisco.
[8] El lugar de los muertos.
[9]Tenanchi o tenanche es una palabra náhuatl utilizada para nombrar a la mujer encargada del cuidado y aseo de los templos; posteriormente, la expresión se hizo extensiva a personas de cualquier sexo; de tenanzin, madre de alguno, y de te, alguien.
[10] Localizada 40 km al norte de Valle de Banderas.
[11] Ubicado a 95 km al sur de Valle de Banderas.
[12] Localidad distante a 90 km al suroeste de Valle de Banderas.
[13] Temichoque, pero con ortografía errónea en el texto original.
[14] De manera amplia y general, se refiere a los indios brujos o hechiceros
[15] Todos estos poblados se encuentran en un radio no mayor a 6 km de Valle de Banderas.
[16] Mujer encargada del oficio de rezar durante la peregrinación.
[17] Árbol de la familia de las leguminosas: Pithecellobium dulce.
[18] Varias especies de árboles del género Ficus.
[19] Localizados entre 3 a 5 km al noreste de Valle de Banderas.