Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
«Las doce palabras retorneadas», o repetidas, también conocidas como «palabras torneadas», «palabras santas», «palabras redobladas» o «doce palabritas», entre otras denominaciones, constituyen un tema muy difundido dentro de la tradición europea e hispanoamericana, encontrándonos con diferentes versiones en nuestro país.
En la provincia leonesa, no obstante, y hasta donde hemos podido recopilar, los testimonios son escasos y si, como nos ha pasado, preguntamos a las gentes ancianas de nuestros pueblos por el tema como tal, simplemente desconocen su existencia. En cualquier caso y, para este artículo, sí que podemos dar cuenta de cuatro versiones tomadas de algunas publicaciones, las cuales detallaremos y comentaremos en comparación con otros ejemplos de la etnografía española a la que hemos tenido acceso.
En general, de este tema de «las doce palabras retorneadas» se han ocupado, en diferente extensión, muchos estudiosos, por lo que aquí plasmaremos algunas ideas que nos sirvan como introducción general. En principio, se indica que es un texto de difícil clasificación, ya que: 1) puede tratarse de una oración o conjuro para espantar el mal, 2) se puede considerar una canción religiosa (villancico o de Cuaresma), ya que hay quienes cantan el texto, en lugar de recitarlo, 3) algunos lo han tratado como un romance tradicional, 4) también se puede considerar un cuento de fórmula o acumulativo y 5) puede emplearse como ensalmo curativo, por ejemplo en la tradición portuguesa.
Está asociado al cuento folklórico conocido como «el pacto con el diablo», cuyo argumento consiste en que un hombre o una mujer, estando en peligro establece un compromiso con el demonio y éste le ayuda a cambio de su alma, que solo podrá salvar, en el momento de la muerte, cuando sea capaz de recitar las «doce palabras», en orden ascendente y, a la vez, en serie acumulativa descendente. En muy pocas versiones se llega a la palabra trece, relacionada con la tradición judía y, un número, por otra parte, de mal agüero, asociado al demonio. Esta palabra parece un añadido más moderno, por cuanto puede actuar como punto final del relato sin relación con las doce anteriores.
Se indica, a su vez, un origen milenario, relacionado con un cuento pelvi/persa del siglo v a.C., desarrollado en diez preguntas con sus respuestas, las cuales recogían contenidos de las doctrinas zoroástricas enseñadas por los sacerdotes de esta religión. A partir de ahí se podrían haber generado las versiones de las religiones budista, mahometana, judía y cristiana, difundiéndose, a partir de la última por toda Europa durante la Edad Media. De las 83 versiones cristianas europeas del cuento que analiza Espinosa (1930), solamente una cuarta parte mantiene el comienzo antiguo de la versión pelvi/persa, considerada príncipe, según la cual un hombre se topa con un mago o el mismo demonio, que le exige, mediante amenaza de muerte, una respuesta a las palabras retorneadas.
Los cuatro ejemplos leoneses
A continuación, relacionaremos las cuatro versiones leonesas. Dos de ellas (la 1 y la 2) pertenecen a localidades del sur de la provincia, de la comarca de la Tierra de La Bañeza (Alija del Infantado) y de la Valdería (Castrocalbón), mientras que las versiones 3 y 4 pertenecen a la comarca de Maragatería.
Versión 1. «Las doce palabras» (Alija del Infantado)
Está considerada como una leyenda, ya que el recopilador añade el título: «leyenda sobre la última tentación» y se basaba en que, para librarse del demonio en el trance de la muerte y poder alcanzar el Cielo, era necesario que el moribundo contestara con el significado de cada una de las doce palabras, añadiendo después de cada respuesta el significado de las anteriores, pero «retorneadas», es decir en orden inverso.
De forma textual, para las cuatro primeras palabras sería como sigue:
- Amigo mío, dime la una.
- Amigo tuyo, no; de Dios, y te la diré, que bien la sé.
La una, pudo más el sol que la luna.
- Amigo mío, dime las dos.
- Amigo tuyo, no; de Dios, y te las diré que bien las sé.
Las dos, las dos tablas de Moisés donde Cristo Nuestro Señor puso los pies para subir a la Casa Santa de Jerusalén. La una, pudo más el sol que la luna.
- Amigo mío, dime las tres.
- Amigo tuyo, no; de Dios, y te las diré, que bien las sé.
Las tres, las tres Marías. Las dos tablas de Moisés donde Cristo Nuestro Señor puso los pies para subir a la Casa Santa de Jerusalén. La una, pudo más el sol que la luna.
- Amigo mío, dime las cuatro.
- Amigo tuyo, no; de Dios, y te las diré, que bien las sé.
Las cuatro, las cuatro témporas. Las tres Marías. Las dos tablas de Moisés donde Cristo Nuestro Señor puso los pies para subir a la Casa Santa de Jerusalén. La una, pudo más el sol que la luna.
Y la fórmula se repite, pero para no ser tan reiterativos, a continuación escribimos el significado de las restantes palabras. Las cinco serían «las cinco llagas»; las seis, «los seis cirios»; las siete, «los siete gozos»; las ocho, «las ocho coronas de ángeles»; las nueve, «los nueve meses»; las diez, «los diez mandamientos»; las once, «las once mil vírgenes» y se finaliza con las doce de esta manera:
- Amigo mío, dime las doce.
- Amigo tuyo, no; de Dios, y te las diré, que bien las sé.
Las doce, los doce apóstoles. Las once mil vírgenes. Los diez mandamientos. Los nueve meses. Las ocho coronas de ángeles. Los siete gozos. Los seis cirios. Las cinco llagas. Las cuatro témporas. Las tres Marías. Las dos tablas de Moisés donde Cristo Nuestro Señor puso los pies para subir a la Casa Santa de Jerusalén. La una, pudo más el sol que la luna.
- Arrea, diablón, que las doce palabras, tan retorneadas, son. (Villar Hidalgo: 2001)
Versión 2. «Las doce palabritas» (Castrocalbón)
Está considerado como «un cuento de fórmula» y, a diferencia de la anterior, no incluye la formulación repetitiva-acumulativa:
- Amiga mía me dirás la una
- Amiga tuya no, de Dios sí;
te la diré porque la sé:
La una, donde la Virgen parió en Belén y quedó pura.
- Amiga mía, me dirás las dos.
- Amiga tuya no, de Dios sí;
te las diré porque las sé:
Las dos, las dos Tablas de Moisés,
donde Cristo puso los pies,
y subió a la Casa Santa de Jerusalén.
- Amiga mía, me dirás las tres.
- Amiga tuya no, de Dios, sí;
te las diré porque las sé:
Las tres, las tres Marías.
- Amiga mía, me dirás las cuatro.
- Amiga tuya no, de Dios, sí;
te las diré porque las sé:
Las cuatro, los Cuatro Evangelistas.
- Amiga mía, me dirás las cinco.
- Amiga tuya no, de Dios, sí;
te las diré porque las sé:
Las cinco, los cinco cirios.
- Amiga mía, me dirás las seis.
- Amiga tuya, no, de Dios sí;
te las diré porque las sé:
Las seis, las seis ...
- Amiga mía, me dirás las siete.
- Amiga tuya, no, de Dios sí;
te las diré porque las sé:
Las siete, los siete infantes.
- Amiga mía, me dirás las ocho.
- Amiga tuya, no, de Dios sí;
te las diré porque las sé:
Las ocho, los ocho gozos.
- Amiga mía, me dirás las nueve.
- Amiga tuya, no, de Dios sí;
te las diré porque las sé:
Las nueve, los nueve meses.
- Amiga mía, me dirás las diez.
- Amiga tuya, no, de Dios sí;
te las diré porque las sé:
Las diez, los Diez Mandamientos.
- Amiga mía, me dirás las once.
- Amiga tuya, no, de Dios sí;
te las diré porque las sé:
Las once, las once mil vírgenes.
- Amiga mía, me dirás las doce.
- Amiga tuya, no, de Dios sí;
te las diré porque las sé:
Las doce, los Doce Apóstoles. (Camarena: 1991)
Versión 3. Sin título (Lagunas de Somoza)
Se trata de un conjuro en forma de romance que se empleaba en este pueblo maragato para ahuyentar al lobo, un animal con el que era frecuente encontrarse por aquella zona en las frías noches invernales y, a fin de evitar cualquier ataque del mismo, se empleaba toda clase de remedios, incluida esta oración o conjuro. Su forma es más sencilla que las anteriores:
A la una alumbra
más el sol que la luna.
Las dos son las dos tablillas
donde Moisés puso los pies
para subir a la ciudad santa
de Jerusalén.
Las tres son las tres Marías.
Las cuatro son los cuatro evangelios.
Las cinco son las cinco llagas
de Nuestro Señor Jesucristo.
Las seis son los seis cirios,
que alumbran de día a los vivos
y de noche a los ofrecidos.
Las siete son las siete palabras.
Las ocho son los ocho gozos.
Las nueve los nueve meses
que estuvo Jesucristo
en el vientre de la Virgen.
Las diez son los Diez Mandamientos.
Las once son las once mil vírgenes.
Las doce son los doce Apóstoles. (Turienzo: 2005)
Versión 4. «Las trece verdades» (Maragatería)
Otra oración o conjuro, en este caso recitado por una maragata (desconocemos el pueblo concreto, si bien podría tratarse de Val de San Lorenzo) ante el demonio que, supuestamente la había despeinado y pretendía llevarla a rastras para el infierno. El diablo le había pedido que le dijera «las trece verdades» para evitar el castigo. Y así las dijo, librándose de la amenaza:
Las trece verdades te diré que bien las sé:
las trece verdades,
los doce apóstoles,
las once mil vírgenes,
los diez mandamientos,
los nueve meses,
los ocho gozos,
los siete dolores,
las seis candelicas,
las cinco llagas,
los cuatro evangelistas,
las tres virtudes,
las dos tablas de Moisés,
donde puso Jesucristo los pies,
uno y trino por los siglos de los siglos. (Turienzo: 2005)
Estudio comparativo
A fin de comprender un poco más estas cuatro versiones leonesas y situarlas dentro del contexto del tema, las compararemos entre sí y con otros ejemplos españoles, a los cuales hemos tenido acceso y que fueron recopiladas o divulgadas por diferentes estudiosos y compiladores de la etnografía. Las que emplearemos son las siguientes: ocho gallegas (Bouza Brey, 1983), una asturiana (Cabal, 1983), dos del País Vasco (Azcúe, 1989), seis de Castilla y León (Espinosa, 1988), una del norte de Extremadura (Ramos, 2019), una murciana (Ortega, 2013) y una chilena (Dannemann, 1991), así como la versión paneuropea que supone Espinosa.
Entre ellas pueden encontrarse algunas diferencias, empezando incluso por el nombre. «Las doce palabras» y «las doce palabras retorneadas» son los más abundantes, pero también tenemos en Galicia: «As palabras de San Johán retorneadas» o «retrónicas de San Johán». «Los doce apóstoles» en el País Vasco, «las doce palabras dichas y retorneadas» (Zamora), «las doce palabritas» (Roa, Burgos), «las trece palabras» (Segovia), «las doce palabras santas» (Campo de Cartagena, Murcia) y «las doce palabras redobladas» (Chile). Si bien son denominadas «palabras», en realidad son «secuencias de unidades semánticas protosimbólicas» (Dannemann, 1991).
Generalmente se enuncian en orden creciente desde la número uno a la doce (incluso la trece, en algunas versiones), de forma que a cada palabra nueva le siguen las que le preceden en orden decreciente. Así es en la primera versión leonesa, la más completa, pero no en las otras tres (donde no hay repeticiones) e, incluso, en la versión 4 se recitan en orden decreciente, desde la trece hasta la primera.
En cuanto al carácter y forma de las mismas, las leonesas tienen una función mayoritariamente protectora (como conjuro u oración); pero se han descrito también otros medios de utilización, por ejemplo, a modo de canto, bien como villancico dentro del ciclo de Navidad (Extremadura) o como canción con finalidad pedagógica durante el período de Cuaresma. La versión 2 leonesa, como indicamos anteriormente, tendría la forma de cuento popular formulístico de tipo acumulativo, relacionando los números del uno al doce con temas de significado religioso.
A continuación, y de forma más detallada, repasaremos el significado de cada una de las palabras de los cuatro ejemplos leoneses, en comparación con las versiones que indicábamos anteriormente.
La una
En las versiones leonesas nos encontramos con dos tipos de unidades semánticas distintas. Así, en Alija se dice «pudo más el sol que la luna», y, de forma similar, en Lagunas de Somoza es «A la una alumbra más el sol que la luna». Se trataría de versiones más antiguas, similares a algún ejemplo gallego y que según Bouza-Brey (1983) remitiría al texto pelvi/persa de la tradición zoroástrica e indicaría una supervivencia de cultos astrales, los cuales, no sólo en Galicia, sino también en León se mantienen en la contienda entre el Sol y la Luna, como los dos astros que gobiernan la vida de los hombres con su reinado-espacio temporal concreto (el día y la noche) (Rúa, 2011). Por otra parte, esta respuesta solo se presenta en dos de las versiones hispánicas examinadas por Espinosa.
Sin embargo, la de Castrocalbón («La Virgen parió en Belén y quedó pura») se aproxima más o es casi igual a la de las versiones cristianizadas, recogidas en casi toda España y Chile. La Virgen María, entendiendo como «una» como anterior al principio del mundo. La versión 4, de Maragatería dice: «Uno y trino por los siglos de los siglos» y es similar a las vascas: «Uno solo nuestro Dios, Salvador mío y de todo el mundo» o solo «Nuestro Señor». Con todo ello se indica el nacimiento del Hijo de Dios, el parto de María o incluso la hora en que nació el Redentor.
Las dos
En los cuatro ejemplos leoneses se da la misma respuesta a la segunda palabra, refiriéndose a las dos tablas de Moisés donde puso los pies Jesucristo o bien el propio Moisés, para subir a la ciudad de Jerusalén, si bien en la de Maragatería no se dice que es para esa ascensión. De acuerdo con Ramos (2019) se indicaría el paso de la Antigua a la Nueva Alianza, ya que Cristo al poner los pies se sube encima de la Ley Mosaica y la trasciende. La alianza de Jesucristo supera la alianza que Dios e Israel hicieron en el Monte Sinaí y que Moisés presentó a los israelitas mediante las tablas de la Ley y la superó, estableciendo con su sangre otra alianza nueva basada en su amor por nosotros.
Esta respuesta aparece en la mayoría de las versiones revisadas, con excepción de las dos vascas, que hacen referencia a «los altares de Jerusalén» y «los altares de Roma» y en una gallega que, por error, se indica «las dos tablas de David». En la de Campo de Cartagena son «las dos Marías y Dios».
Las tres
La tercera palabra de las tres primeras versiones leonesas significa «las tres Marías», mientras que la cuarta se refiere a «Tres virtudes». La primera es la más frecuente en otras provincias españolas y así se recoge en Talavera, Segovia, Zamora y una de Roa (Burgos), así como en la de Chile y Caracas (Venezuela). Al parecer haría referencia a las tres mujeres, con nombre de María, que se encontraban al pie de la cruz de Jesús: su madre, la hermana de su madre (María, mujer de Cleofás) y María Magdalena (Ortega, 2013). Las tres virtudes serían las teologales: fe, esperanza y caridad.
Pero hay más variedad en las versiones revisadas para esta palabra, incardinada en un número de tanto simbolismo en la tradición. Pueden ser «Las tres trinidades» (Segovia y Cervera de Pisuerga), «las tres personas» (otra de Roa), «Las tres personas distintas» (refiriéndose a la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo) (Asturias), «La Trinidad» (dos del País Vasco), «Las tres puertas de París» y «Las tres varas de Mosén» (en dos de Galicia) y «Tres patriarcas» (en cinco versiones de Galicia).
Las cuatro
Es interesante la respuesta de Alija para la cuarta palabra, ya que es distinta al resto («Evangelistas» o «Evangelios») y se refiere a esos cuatro periodos de tiempo establecidos por la Iglesia en el siglo iii: «las cuatro témporas», coincidentes con el principio de cada una de las estaciones del año. Cada una de ellas abarcaba tres días (miércoles, viernes y sábado) del calendario litúrgico y en ellos se establecía un ayuno y una oración más intensos (Cantera, Cantera y Sevilla, 2002)
Más frecuentemente, el cuatro serían los cuatro Evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), de forma mayoritaria, o bien «los cuatro Evangelios» canónicos (Campo de Cartagena). En otras versiones se indican «las cuatro virtudes cardinales» (prudencia, justicia, templanza y fortaleza) (Ramos, 2019).
Las cinco
En tres versiones leonesas se responde a la quinta pregunta con «las cinco llagas», haciendo referencia a las cinco heridas que recibió Jesús en su crucifixión y muerte: muñecas, pies y costado, y cuya adoración fue muy popular en la tradición religiosa. En Castrocalbón se dice «cinco cirios», pero es porque no se contesta a la sexta pregunta.
La mayoría de las versiones consultadas coinciden con las tres leonesas indicadas, con excepción de la asturiana que se refiere a las llagas «de nuestro padre San Francisco».
Las tres Marías y las cinco llagas son mencionadas también en el siguiente romance recogido por el Padre César Morán en la montaña leonesa, probablemente en la localidad de Quintanilla de Babia:
En el medio de la mar,
tres Marías han de estar,
esperando a Jesucristo
que las venga a confesar.
Jesucristo no aparece
debe estar en el altar.
Tente, Magdalena, tente,
no me vengas a limpiar,
estas son las cinco llagas
que yo tengo de pasar
por los vivos y los muertos
y toda la cristiandad. (Morán: 1987)
De forma similar se recoge en esta copla de santos del entorno de Las Médulas (El Bierzo):
Tres Marías vi estar,
detrás de aquel altar;
una era Madalena
y otra era súa irmá [su hermana].
Tente, tente, Madalena,
nun veñas a jurgar,
que estas son as cinco llagas
por toda la cristiandad. (Bello: 2010)
Las seis
En las tres versiones leonesas que responden a esta pregunta se habla de «los seis cirios» (Alija del Infantado), «las seis candelicas» (Maragatería) y de forma más extendida: «los seis cirios que alumbran de día a los vivos y de noche a los ofrecidos» (Lagunas de Somoza).
De forma similar, en otras versiones españolas son: «candelas», «candelarias», «las seis candelas que hay en Galilea» (en Asturias), «los alumbradores del Cielo» o «los luceros» (País Vasco). Otros son «cirios santos» y «candelarios». En todas ellas se hace referencia a las supuestas luces que iluminaron el cuerpo de Jesucristo, o los que la Virgen encendió cuando su hijo nació o bien a los que velaban el templo de Jerusalén. Además, parece ser una palabra litúrgica porque muy probablemente hace mención a las seis velas o candelas que eran necesarias para celebrar la misa, según las normas anteriores al Concilio Vaticano II (Ramos, 2019).
Las siete
Más variedad encontramos en esta palabra en las cuatro versiones leonesas analizadas: «siete gozos», «siete infantes», «siete palabras» y «siete dolores». En la primera hay un error, por cuanto en realidad son ocho gozos, no obstante también se repite en la versión panhispánica primitiva (Espinosa, 1930). Las «siete palabras» son las pronunciadas por Jesús en la cruz. Los «siete infantes» de Castrocalbón podrían referirse los siete infantes de Lara, de los que trata el romancero popular.
En otras versiones españolas son «siete coros», «siete dolores», «siete gozos», «siete dones», «los sacramentos», «siete lámparas», «siete cabritillas». Solo algunas se parecen a la de Alija «los siete gozos» (Segovia, Cervera de Pisuerga y Caracas); «los gozos de la Virgen María» (País Vasco) y «los siete gozos o las siete cabritillas» (Chile).
Los «siete dolores» (Maragatería) serían los que sufrió la Virgen María, relacionados con su Hijo: la profecía del anciano Simeón en Jerusalén, la persecución de Herodes y la huída a Egipto, el niño Jesús perdido en Jerusalén durante tres días, el camino de Jesús al Calvario cargado con la cruz, la crucifixión y muerte, el descenso del cuerpo de Jesús de la cruz y la soledad en el sepulcro (Ortega, 2013).
Las ocho
Son «ocho gozos» en tres de las versiones leonesas y las «ocho coronas de ángeles» en la de Alija del Infantado, que debe referirse a los ocho coros celestiales de ángeles, que en realidad son nueve: Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Potestades, Principados, Arcángeles y Ángeles (según el teólogo del siglo v d.C. Pseudo Dionisio). Los ocho coros podrían estár relacionadas también con las horas canónicas del oficio divino: las seis diurnas y las dos nocturnas (completas, antes de dormir y maitines, de madrugada), las cuales se celebraban con asamblea o solo con el coro formado por los que estaban obligados a acudir (Ramos, 2019).
Los «ocho gozos» se dice también en las versiones de Talavera de la Reina, Segovia, Zamora, dos de Roa (Burgos) y Asturias Los «ocho coros» se encuntran en versiones de Segovia, Cervera de Pisuerga, Chile y Campo de Cartagena. «Los cielos» y «Están en el Cielo» son las dos del País Vasco. Las de Galicia son también diferentes: «Ocho mil puertas de París» y «ocho puertas del Paraíso». En Caracas, «Las bienaventuranzas», que podrían entenderse como sinónimo de los ocho gozos.
De las nueve a las doce
Las palabras de las nueve a las doce son iguales en los cuatro ejemplos leoneses: «nueve meses» o «nueve meses que estuvo Jesucristo en el vientre de la Virgen»; «diez mandamientos», «once mil vírgenes» y «doce apóstoles».
La palabra trece sólo existe en la versión maragata: «las trece verdades».
El nueve tiene más variedad en las versiones consultadas, ya que pueden ser: «nueve meses», «nueve cielos» y los «nueve coros de ángeles». «Las órdenes» del País Vasco serían los nueve grupos de ángeles en la jerarquía celeste y de forma similar «los nueve cielos» de Asturias. Las versiones gallegas se refieren a «nueve coroas de angues», «nove croas de anges», «nueve columnas de ángeles», «nueve coronas de Ángeles» y «nueve coros de ángueles».
Los «nueve meses» también es la respuesta en Campo de Cartagena, Chile, Caracas, Segovia (2), Zamora, Roa (2) y Cervera de Pisuerga. Se refiere al periodo de gestación de una mujer y, por tanto, al tiempo que la Virgen María tuvo al Hijo de Dios en sus entrañas.
«Los diez mandamientos» se refieren, sencillamente, a los que Dios le comunicó a Moisés. Por su parte, «las once mil vírgenes» haría referencia a la leyenda de Santa Úrsula (hija de un rey de Bretaña) y las once mil vírgenes que le acompañaban en su peregrinación a Roma y que fueron martirizadas por los hunos en el siglo v d.C., tal y como se comenta en La Leyenda Dorada del Beato dominico Santiago de la Vorágine, y que gozaron de gran devoción desde la Edad Media (Lorenzo, 1981).
Dentro de la provincia leonesa, volvemos a encontrarnos con una mención a las «once mil vírgenes» en dos oraciones recogidas por José Luis Puerto en San Félix de la Valdería. Las dos están dedicadas a «Señor mío Jesucristo» y posiblemente representen una reminiscencia de una oración inicial referente a «las doce palabras». La primera de ellas es más sencilla:
Señor mío Jesucristo, - a acostarme vengo a la cama,
rezo a las once mil vírgenes – que me acompañen el alma.
Santo y santa de mi nombre, - ángel mío de mi guarda,
San Pedro ruegue por mí, - San Miguel me pese el alma.
Estas son once palabras – que mucho importan al alma,
dichoso del que las diga – cuando se vaya a la cama
y el que se las diga a otro – cien días de perdón gana. (Puerto: 2017)
Del otro ejemplo dice Puerto que es una ensalada de oraciones, en la que se «van enhilando o ensartando las distintas oraciones que conocen para una finalidad (en este caso, para la hora de acostarse) y las rezan como si fuera una única oración». De ella, transcribimos los primeros versos, que son los que están relacionados con el tema que tratamos en este artículo, pero tras ellos se incluyen rezos a Santa Mónica, las cuatro esquinitas de la cama y al ángel de la guarda:
Señor mío Jesucristo,
a acostarme voy a la cama,
ruego a las once mil vírgenes
que me acompañen en el alma.
Santo, santo de mi nombre,
ángel mío de mi guarda,
San Pedro ruegue por mí,
San Miguel me pese el alma.
Estas son doce palabras,
mucho le adornan al alma,
dichoso del que las diga
cuando se vaya a la cama.
Y en que las enseñe a otro
cien días de perdón gana.
La versión vascuence es «Los once arcángeles» –de nuevo nos pone en relación con la angeología medieval y barroca– que contempla este número. En la versión asturiana: «once estrellas de José», relacionado con el sueño que tuvo este hijo de Jacob en el que se postraban once estrellas ante él.
Las doce son, mayoritariamente, «los doce apóstoles», siendo escasas las versiones que se refieren a los «doce rayos de sol» o «doce rayos tiene el sol y doce la luna» (Ortega, 2013).
La siguiente oración o conjuro menciona a «los doce apóstoles», fue recogida también por el Padre César Morán en alguna localidad de la montaña leonesa y tiene un sentido similar a la que venimos tratando en este artículo, por cuanto también parece estar dotada de un poder especial para que el que la rece pueda librarse de cualquier peligro y salvar su alma, junto a la de sus padres, cuando le llegue la muerte.
Jesús iba a decir misa
en su santa soledad,
llevaba los doce apóstoles
a su mesa a comulgar.
Esta noche, hijos míos,
os tengo que convidar,
de comer daré mi cuerpo,
de beber mi sangre real.
El que esta oración dijese
tres veces al acostar,
tres almas se salvarían
la de su padre y su madre
y la del la principal;
quien la sabe y no la dice
Jesucristo le maldice;
quien la oye y no la aprende
Jesucristo lo reprende,
y en la hora de la muerte
verá lo que le sucede. (Morán: 1987)
Para finalizar, indiquemos que sólo en un ejemplo leonés se menciona la palabra trece, las «trece verdades» de Maragatería. En Zamora y Segovia son «los trece rayos del sol» y otra versión similar, de la provincia de Albacete recoge, de manera rotunda: «los trece rayos del sol le caigan al demonio y le partan el corazón» (Ortega, 2013). Por su parte, en Galicia corresponde a «trece raíñas de sol», «trece raíñas de sol maior», o más ampliamente: «trece raíñas ten a lúa, / trece raíñas ten o sol / que estoupen o demo maior / e cantos estén a redor».
BIBLIOGRAFÍA
AZKUE, Resurrección María de. Euskalerriaren Yakintza. Literatura Popular del País Vasco. Tomo II. Madrid: Espasa Calpe (1989) (3ª edn), pp. 38-40 y 312-314.
BELLO GARNELO, Fernando. Léxico y literatura de tradición oral en el entorno de Las Médulas (León). León: Instituto de Estudios Bercianos y Universidad de León (2010), p. 277.
BOUZA-BREY TRILLO, Fermín. Etnografía y Folklore de Galicia. Tomo I. Vigo: Edicións Xerais de Galicia (1982), pp. 139-162.
CABAL, Constantino. La mitología asturiana. (Los dioses de la muerte. Los dioses de la vida. El sacerdocio del diablo). Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo: Imprenta Flores (Gijón) (1983), pp. 561-568.
CAMARENA, Julio. Cuentos tradicionales de León. Tomo II. Madrid: Seminario Menéndez Pidal, UCM y Diputación Provincial de León (1991), pp. 183-184.
CANTERA ORTIZ DE URBINA, Jesús, CANTERA MONTENEGRO, Jesús y SEVILLA MUÑOZ, Julia. Calendario religioso. Sus festividades. Madrid: Guillermo Blázquez, editor (2002), p. 155.
DANNEMANN, Manuel. «Cultura y sociedad del conjuro de las doce palabras redobladas en Chile», en Simposio, Rito y Misterio (José A. Fernández de Rota y Monter Ed.) La Coruña, Universidad de La Coruña, 1991, pp. 171-178.
DÍAZ, Luis. «Las doce palabras: romance y leyenda». Revista de Folklore nº 0 (1980): 2-7.
ESPINOSA, Aurelio Macedonio, hijo. Cuentos populares de Castilla y León. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1988, pp. 399-406.
ESPINOSA, Aurelio Macedonio. «Origen oriental y desarrollo histórico del cuento de las doce palabras retorneadas». Revista de Filología Española 27 (1930): 390-413.
GIESE, Wilheim. «Las doce palabras retorneadas y trece». Revista Internacional de los Estudios Vascos 26, nº 4 (1935): 627-632.
LORENZO VÉLEZ, Antonio. «Simbología del número en el folklore y en la canción tradicional». Revista de Folklore nº 3 (1981): 27-33.
MARTIN CRIADO, Arturo. «Cuentos tradicionales castellano-leoneses». Revista de Folklore nº 284 (2004): 39-62.
MORÁN BARDÓN, P. César Por tierras de León. Historia, costumbres, monumentos, leyendas, filología y arte. León: Diputación de León, 1987, pp. 206 y 207 (Dentro de la Colección «Breviarios de la Calle del Pez», nº 16. Se trata de una reedición de la obra original de 1925).
ORTEGA MADRID, Juan. «Las doce palabras santas: una cita en el campo de Cartagena». Mvurgetana 64, nº 128 (2013): 93-102.
PUERTO, José Luis. La palabra heredada. Tradiciones orales en Tierras de La Bañeza (2). La Bañeza (León): Fundación Conrado Blanco (2017), pp. 71-73.
RAMOS BERROCOSO, Juan Manuel. «’Las doce palabritas’. Transcripción y comentario de un villancico del norte de Extremadura». Revista de Folklore nº 450 (2019): 5-19.
RÚA ALLER, Francisco Javier. «Folklore lunar en tierras leonesas». Revista de Folklore nº 366: 10-24.
SUÁREZ LÓPEZ, Jesús. Fórmulas mágicas de tradición oral asturiana. Gijón: Ediciones Trea (2016), pp. 343-348.
TURIENZO MARTÍNEZ, Alfonso «La brujería leonesa». Revista de Folklore nº 294 (2005): 183-196.
VILLAR HIDALGO, Ursino. Alija del Infantado. Madrid: Taravilla (2001) (2ª edn), pp. 276-278.