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Como tantas imágenes que nos encontramos, aunque cada vez menos, en los muros de las casas de nuestros pueblos, las imágenes del burlón y del bocazas, es decir, las cabezas o mascarones que sacan la lengua o abren una boca desmesurada y enseñan los dientes, son el último eslabón de una tradición visual de larga andadura, muy antigua, que parece haber llegado viva hasta mediados del siglo XX, cuando todavía se construían viviendas en que aparece alguna de estas figuras. Un buen ejemplo es una casa de Andaluz (Soria) que tienen un balcón con antepecho pétreo de formas curvas y un dintel en arco rebajado de ladrillo, en el cual están incrustados una clave de piedra con una cabezota que nos saca la lengua y dos salmeres con sendas manos que la señalan, por si ha pasado desapercibida al mirón que pasea la calle. Encima, una cartela muy ornamentada nos da la fecha: «AÑO 1951».
Sacar la lengua, como abrir desmesuradamente la boca y mostrar los dientes, son gestos de burla e intimidación agresiva que se dan en todas las culturas con una función apotropaica, protectora. Desde la etología, se considera que «la burla es probablemente una forma filogenética muy antigua del odio […] La burla es una forma de amenaza en común, y por tanto vinculante, contra quien es objeto de ella»[1]. Eibl-Eibesfeld sitúa su origen en gestos naturales como escupir, una forma de agresión universal, y el gesto del niño que rechaza la comida y la escupe sacando la lengua[2]. Gestos naturales exagerados, como la mirada fija y la boca abierta que enseña los dientes, han pasado a convertirse en imágenes de intimidación agresiva[3], imágenes utilizadas con fines defensivos y protectores en amuletos, máscaras y edificios.
Divinidades antiguas burlonas: Bes y Medusa
Conocemos algunas divinidades de la Antigüedad que fueron representadas con gestos de este tipo y utilizadas en diferentes civilizaciones, antepasadas y origen de la nuestra, con función apotropaica. En el Antiguo Egipto, hubo muchas divinidades protectoras a las que las gentes recurrían en distintas situaciones, pero la más importante en relación con la casa y la familia fue Bes. A veces se le invocaba como señor de Nubia y el País del Punt, por lo que se cree que pudo tener origen en estos territorios situados al sur de Egipto. Es representado como un hombre enano, cabezón, que saca la lengua y enseña los dientes, y en ocasiones se acompaña de serpientes. En el período helenístico, se difundió por todo el Mediterráneo y adquirió cierto tono erótico y socarrón.
En Grecia, según Hesíodo, Ceto y Forcis engendraron «a las Gorgonas que viven al otro lado del ilustre Océano, en el confín del mundo hacia la noche, donde las Hespérides de aguda voz: Esteno, Euríale y la Medusa desventurada; esta era mortal y las otras dos inmortales y exentas de vejez las dos»[4]. Su aspecto monstruoso se caracteriza por grandes ojos abiertos con los que petrifican a quienes miran, y por sacar la lengua entre sus dientes. A pesar del aspecto monstruoso, tenían carácter ambivalente y apotropaico[5]. Perseo, con la ayuda de Hermes y Atenea, mató a Medusa, cuya cabeza acabó en la égida de Atenea como escudo protector.
Tricéfalos antiguos (Hermes, Hécate, Serapis) y la tradición culta renacentista
Esta tradición está relacionada con la de las imágenes de divinidades tricéfalas como el dios Hermes, protector de huertos y jardines con su aspecto adusto y fálico, que se convertía en tricéfalo cuando estaba en los cruces de caminos, o Hécate, diosa compleja, cuya forma tricéfala presidía en ocasiones las encrucijadas. A veces es denominada Triformis, por confundirse con la trinidad femenina formada por Ártemis, Selene y Perséfone, diosas que encarnan el discurrir de la vida humana desde el nacimiento hasta la muerte. Macrobio, al describirnos las imagen del dios Serapis, habla de que se le representa con un animal con tres cabezas: en el centro, la de un león, que es el tiempo presente; a la derecha una de perro, a quien califica de dócil, y es el futuro esperanzado; a la izquierda, una de «voraz lobo», que es la memoria. Las tres están unidas por la serpiente[6]. Cuando en el Renacimiento este texto se difunde, por ejemplo a través del Sueño de Polífilo de Francesco Colonna[7], donde aparecen algunos grabados con estas imágenes, se convierte en un jeroglífico de la prudencia. A comienzos del siglo xvi, el grabado de la obra de Colonna sirvió de modelo o de inspiración a uno de los jeroglíficos del patio de la Universidad de Salamanca, donde se talló una figura humana con las tres cabezas. Sobre la del lobo hay una filacteria que dice Laceravit, sobre el león se lee Et canteret, y sobre el perro, Et arridebit, cuya traducción, según Pilar Pedraza, es: «Arruinó, pasará y sonreirá»[8], acciones aplicadas al lobo, al león y al perro respectivamente. Inspirado en estas imágenes, pintará Tiziano en la segunda mitad del siglo xvi su famoso cuadro Alegoría de la prudencia de la National Gallery de Londres.
Las divinidades triformes (Trimurti)
Existe otra tradición que viene también desde la Antigüedad, que parece proceder en última instancia de algunos pueblos indoeuropeos, y que se desenvolvió en Europa en la Edad Media en un ambiente popular, dando lugar a imágenes de tricéfalos en diferentes contextos y, por tanto, con diferentes valores.
En la religión antigua de la India, «los tres aspectos del acontecer del mundo» son una especie de trinidad conocida como Trimurti, que en sanscrito significa ‘triforme’: creación, encarnada por el dios Brahma, conservación por Visnu y destrucción por Siva[9]. En el hinduismo moderno, Siva es considerado el dios supremo y encarna los tres aspectos. En una de las cuevas de Elephanta, se le representa con tres cabezas humanas de distintas expresiones. La frontal representa la creación con un rostro sereno e imperturbable. A la izquierda se representa la preservación con gesto afable y sonriente. A la derecha, la destrucción con rostro terrible[10]. Esta visión cosmogónica se ha relacionado con las abundantes representaciones de dioses tricéfalos celtas, en especial abundantes en la Galia, en muchas de las cuales las tres cabezas presentan formas y expresiones distintas. La conclusión es que «Les différents visages du tricéphale embrassent le registre du temps (passé, présent et futur) et celui de l’action (début, milieu et fin)»[11]. En el arte medieval, sobre todo en el románico, encontramos muchas manifestaciones de tricéfalos, como el canecillo de la iglesia de San Pedro de Caracena (Soria), que es un trifronte que abre su gran boca dentada. Es posible que ya en el siglo xii, imágenes similares se usen para representar la Trinidad cristiana, a tenor del tricéfalo de un capitel del claustro de la colegiata de Alquézar, en Huesca, si bien es posible que no se generalizara esta función hasta más tarde, y no como tricéfalo sino más bien como trifronte.
No conozco en el arte medieval español ninguna imagen de tricéfalo tan extraordinaria como la de la puerta del Alcázar de Chaves el Viejo de Trujillo (Cáceres), que es ya del siglo xiv. Aquí se halla la figura del tricéfalo como auténtico triforme que sigue el prototipo indoeuropeo: destrucción, creación, preservación. El pasado malévolo y burlón es la cabeza primera por la izquierda, algo contrahecha, asimétrica y que saca la lengua. El presente sereno de la cabeza central, ancha, simétrica y ligeramente sonriente. El futuro esperanzado es la que mira a nuestra derecha, de trazos redondeados y expresión más risueña.
Pero sí que hay algunas portadas románicas que presentan una arcada con cabezas que tiene tres tipos de expresión similar a las que aquí se ven. En la portada occidental de la iglesia de San Juan Bautista de Orejana (Segovia), se disponen en arco once cabezas de tres tipos: las tres del centro del arco representan un rostro masculino imberbe con melena corta y cabeza cubierta con un pequeño bonete. A cada lado se disponen dos cabezas de mujer, con cabeza y cuello envueltos en la toca[12]. Abajo, a ambos lados, otras dos cabezas masculinas, con larga melena las primeras y con melena y barba las inferiores. Parecida distribución se aprecia en la puerta meridional de la iglesia de Muñoveros (Segovia), si bien aquí son diecisiete cabezas y desordenadas por alguna reforma. Seis masculinas, seis femeninas, con tocas, y cinco monstruosas, más anchas, redondeadas como la cabeza de Medusa, con gran boca y algunas sacando la lengua.
Estas expresiones y gestos pueden exagerarse en el arte, con el fin de aumentar su expresividad: «Pero el hombre puede además reforzar artificialmente expresiones de origen innato. Hay, por ejemplo, una expresión facial de cólera en la que las comisuras se abren lateralmente y descienden. Dicha expresión se puede reforzar tirando de las comisuras con los dedos hacia los lados y hacia abajo. En la pintura medieval hallamos esta expresión como gesto de burla agresiva combinado a menudo con el de sacar la lengua»[13]. Un buen ejemplo de la mencionada «expresión facial de cólera» es esta cabeza de la portada de la iglesia de Miñón (Burgos) de grandes ojos saltones y boca que se abre en forma de media luna, mostrando los dientes y la lengua. En un capitel de la iglesia de Siones (Burgos), hay un personaje que tira de las comisuras de su boca con los dedos índice de cada mano. Mucho más exagerada es la figura de una ménsula de la ermita de la Virgen del Rebollar de Vega de Bur (Palencia), construcción gótica, que se abre la bocaza con las dos manos para mostrar su dentadura y su lengua.
En la maravillosa fachada del Colegio de San Gregorio de Valladolid, obra de los últimos años del siglo xv, volvemos a encontrarnos con el tricéfalo burlón en el centro del arco conopial que enmarca la mitad inferior, sobre el escudo y las imágenes del santo y del fundador. Aquí solo la cara central, de enormes ojos y gesto burlón, es completamente visible. Las laterales nos muestran el perfil y de sus bocas salen sendos tallos vegetales ondulantes.
Figuras apotropaicas en la casa tradicional
En la arquitectura doméstica, tanto nobiliaria como popular, encontramos ambas figuras de diferentes maneras. Es frecuente que, desde el siglo xvii, los blasones nobiliarios, abandonando las formas simples y armónicas que habían presentado hasta entonces, se rodeen de gran cantidad de soportes y tenantes de estética barroca. En medio de leones, águilas, sirenas y demás fauna, a veces aparece en la parte central superior o inferior del escudo propiamente dicho un mascarón que abre la boca y del que a veces salen guirnaldas.
Del siglo xviii es el palacio de los Velarde de Valladolid, en la esquina de la calle de San Ignacio y la de Expósitos, frente a la actual iglesia de san Miguel. Sobre el escudo de la familia, que lleva la banda entre dragantes, campea el gran mascarón que muestra una lengua muy larga. Como ocupa exactamente la esquina, es visible desde ambas calles.
Cerca de este palacio, en la misma ciudad de Valladolid, hay una casa de comienzos de siglo xx, en la calle Leopoldo Cano, cuyas dos hojas de madera de la puerta están rematadas por un arco en cuyo centro aparece una cabeza que abre su bocaza y saca la lengua.
En el medio rural, diferentes constructores utilizan su ingenio para diseñar figuras de este personaje de ficción apotropaico de distintas materiales y maneras. En Campillo de Aranda, hay un balcón cuya barandilla de hierro está presidida por un original mascarón que saca una larga y puntiaguda lengua, realizado con chapa metálica. Muy original también es el cancillo de esquina de una casa de Quintana de Sanabria (Zamora). En el extremo de la viga tiene tallada una cabeza de grandes ojos que saca la lengua hacia los que pasan por la calle.
En Támara (Palencia), hay una viga parecida en la que está tallada un rostro de formas geométricas. Los ojos y la boca son semicírculos rebajados sobre el nivel de la madera, creando una sensación de claroscuro. Aquí, de forma estilizada, aparece la figura del bocazas, que a veces muestra una gran dentadura y otras una boca abierta en una mueca que se alarga por las comisuras hacia las orejas. Una extraña expresión tiene la cabeza que aparece tallada en piedra en una sencilla casa de Gumiel de Izán. Es un mascarón de grandes ojos y boca abierta que muestra la dentadura, de expresión risueña y un poco animalesca, parecido a un fauno por una especie de cuernecillos, a las largas patillas y las volutas que rematan su rostro por la parte inferior.
En otras imágenes, se aprecia la expresión de ira por el alargamiento lateral de la boca y el resalte de los ojos. En una cabeza de piedra de San Martín de Rubiales (Burgos), destacan su ojos negros de azabache incrustados y su boca que adopta esa pose antinatural y que infla los carrillos como si la cólera estuviera a punto de estallar. En Fuentecén (Burgos), hay varios mascarones más modernos, de mediados del siglo XX, hechos de mortero sobre algunas puertas. Tienen forma circular, esquemática, con ojos circulares y la boca alargada abierta.
NOTAS
[1] I. Eibl-Eibesfeldt, Biología del comportamiento humano. Manual de etología humana, Madrid: Alianza Ed., 1993, p. 363.
[2]Ib., pp. 363 y 489.
[3]Ib, p. 742: «Es el caso de los ojos amenazantes para indicar rechazo, tan importantes en las figuras y dibujos apotropaicos (O. Koenig 1975) así como el de la representación de la amenaza de morder por la exhibición de los dientes exageradamente grandes en fauces enormes».
[4] Hesíodo, Teogonía, 274-278 en Obras y fragmentos, Madrid: Gredos, 2000, p. 23.
[5] M. Aguirre Castro, «Las Gorgonas en el Mediterráneo occidental», Revista de Arqueología, 207, julio de 1998, pp. 22-31.
[6] Macrobio, Saturnales. Madrid: Akal, 2009, 20 (13-15).
[7] Edición de Pilar Pedraza, Barcelona: Acantilado, 2008, p. 546.
[8] P. Pedraza, «Los jeroglíficos del patio de la Universidad de Salamanca y la Hypnerotomachia Poliphili», Traza y baza: cuadernos hispanos de simbología, arte y literatura, 8. 1983, pp. 36-57. Cita en la p. 42.
[9] Eckard Schleberger, Los dioses de la India. Forma, expresión y símbolo. Un manual de iconografía hinduista, Madrid: Abada, 2004, p. 50.
[10] E. Fernández del Campo, El arte de India. Historia e historias, Madrid: Akal, 2013, p. 211.
[11] G. Poitrenaud, «Cernunnos et le tricéphale gaulois Géryon et les triades celtiques», en Cycle et Métamorphoses du dieu cerf, Toulouse: Lucterios, 2014, pp, 55-72. PDF https://www.academia.edu/10619975/Cernunnos_et_le_tricéphale_gaulois_Géryon_et_les_triades_celtiques, p. 24.
[12] En la Edad Media, toda mujer casada debía ocultar su cabello con un tocado. La toca era una pieza de tela de lino, cáñamo o seda, por lo general de color blanco, que cubría la cabeza y el cuello de la mujer, dejando a la vista solo el rostro.
[13] I. Eibl-Eibesfeldt, Op. cit., pp. 527-530.