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En la antigua puerta principal o puerta occidental de la Colegiata de Santa María la Mayor en Toro (Zamora), se encuentra el llamado «Pórtico de la Majestad» (Maiestas Domini) que constituye una de las obras maestras del arte sacro de la época medieval, no solo por la decoración de sus relieves pétreos sino, sobre todo, porque es uno de los pocos que conserva la policromía original. Todo ello supone un testimonio fundamental que ha permanecido hasta nuestros días como legado artístico en el ámbito musical, religioso, escultórico y arquitectónico que, a través de sus elementos decorativos, combina belleza y solemnidad para exponer y transmitir en imágenes comprensibles los mensajes de inspiración divina.
Introducción
En la memoria colectiva de Occidente, «el templo» es uno de los edificios sacros más representativos y emblemáticos que ha sido utilizado como elemento de identidad para reconocer muchas poblaciones europeas ya que su imagen constituye el símbolo de la villa o urbe donde se encuentra y, por este motivo, está indisociablemente unido a una comunidad. Etimológicamente, este término procede del latín templun y está relacionado con el vocablo griego témenos que significa «territorio reservado a una deidad», es decir, un recinto sagrado.
En el ámbito del contexto histórico del medievo, su construcción está concebida como edificio que domina y destaca sobre el resto de las viviendas que circunda, un auténtico laberinto de callejuelas estrechas, tortuosas y sucias. Este templo tiene ya capacidad suficiente para acoger a gran parte de la población y, así, se convierte en el centro de reunión para celebración de las principales festividades, ceremonias religiosas y, en algunas ocasiones, asambleas civiles. A nivel arquitectónico, es muy sólido, sobre todo si se compara con la miserable arquitectura doméstica que acompaña su entorno, por lo que se convierte en auténtico baluarte contra enemigos simbólicos o reales de la cristiandad. Aunque en sínodos y concilios se proclama que los templos no deben utilizarse como una fortaleza provista de armas arrojadizas, sus torres se configuran como hitos fundamentales del sistema defensivo del conjunto urbano contra adversarios externos y algaradas ciudadanas. Según consta en escritos documentales, varias veces, el obispo tenía que refugiarse en el templo como verdadero señor feudal para proteger su vida de las tumultuosas revueltas acaecidas en los burgos.
La construcción del templo se ubica en el interior del recinto amurallado de la ciudad. Poco a poco, dicha construcción fue adquiriendo mayor complejidad debido al desarrollo de las técnicas arquitectónicas y a las mayores dimensiones del espacio demandadas para dar cobijo a los fieles y visitantes, lo que favoreció una abundante presencia de iglesias, catedrales y colegiatas.
Etimológicamente, la palabra «iglesia» procede del griego Ekklesía, latinizada después como ecclesia y es reveladora de la realidad que encierra, es decir, una asamblea o congregación de creyentes reunidos en un lugar, bajo la tutela temporal y espiritual del responsable de la orientación moral de la comunidad. Después, comienza la construcción de catedrales, máxima expresión del esplendor de la cultura medieval. El origen del término «catedral» proviene asimismo del griego Kathedras, latinizado como cathedra, cuyo significado es silla o sillón desde donde se ejerce el magisterio simbolizando la más alta capacidad docente. Este lugar es la sede del obispo, en alusión al símbolo primigenio del poder del prelado ante la feligresía y, en el ámbito de la jerarquía religiosa, es el más importante dentro de una diócesis. La palabra «colegiata», procede del latín Collegiata y se utiliza para describir el concepto de Colegiata o Iglesia Colegial que hace referencia a una institución eclesiástica como colegio de clérigos o iglesia colegiata de monjes. Generalmente, dichas colegiatas están ubicadas alrededor de templos no catedralicios. Es la sede del abad y canónigos, donde se celebra el culto de oficios solemnes cuya liturgia es similar a la realizada en las catedrales con dependencia del cabildo.
A partir del Siglo xi, a través de la construcción de iglesias, catedrales y colegiatas, se refuerza la cristiandad en el occidente europeo facilitando el afianzamiento del poder eclesiástico vinculado al renacimiento de las ciudades.
En el Siglo xii, con la revitalización de las zonas rurales y el aumento de trabajo en los campos agrícolas circundantes fecundados por el esfuerzo y la fatiga de los campesinos, los burgos se repueblan y se enriquecen favoreciendo la consolidación del crecimiento urbano. En sus mercados se negocia con los excedentes agrícolas que estimula la circulación monetaria, cada vez más necesaria para una sociedad que se abre al comercio. Este incremento de la actividad comercial y afluencia de dinero permiten financiar la construcción de importantes edificios, sobre todo de aquéllos que se convertirán en símbolos urbanos por excelencia. Así, comienza un nuevo período de prosperidad que estimula la afluencia de mercaderes, comerciantes y artesanos atraídos por la riqueza económica creciente que hará promover el paulatino desarrollo de las grandes urbes.
Alrededor de los templos, existían otros edificios importantes como era el «hospital», donde se prestaba auxilio a los desprotegidos, huérfanos y expósitos. Este tipo de establecimientos asistenciales se sitúan cerca, ya que la proximidad facilitaba la práctica de la caridad cristiana a la que la iglesia, como institución, está obligada.
Contiguos a los templos y para cumplir con el deber de formar clérigos capacitados para desarrollar una adecuada labor pastoral, también se construían edificios destinados a «escuelas episcopales» que eran centros de enseñanza responsables de la promoción, dirección e inspección de los contenidos impartidos a la clerecía y constituyeron el germen de las futuras universidades.
Con la creciente asistencia enfervorizada de los fieles a los oficios y ceremonias solemnes celebradas en los templos, ya fueran catedralicios o de otro tipo, éstos se convierten en centro neurálgico de la actividad urbana donde se llevan a cabo actos como misas, funerales, matrimonios, bautizos y otras manifestaciones de la vida religiosa de la comunidad transformándose, en algunos casos, en centro de peregrinación que atrae a multitudes en grandes festividades del año o en el Día del Santo Patrón. También es lugar privilegiado de enseñanza a través de sermones, a menudo largos y prolijos, así como escenario de magníficas representaciones bajo las bóvedas de sus naves (Misterio de Elche, Murcia), con ambientes inundados de aromas de incienso donde los asistentes experimentan momentos singulares y asombrosos.
El hombre medieval no siempre se comportaba con el debido respeto y decoro en el interior de los templos. Para los fieles, los recintos religiosos eran un lugar público más y el centro de reunión social por excelencia ya que, dentro de los muros, se paseaba y conversaba en el gélido invierno y, durante el tórrido verano, se bailaba al son de canciones o se escuchaba melodías mundanas en el canto litúrgico, aunque siempre se insistía en usar estos espacios solo para el culto divino y no para convertirlo en un mercado con intercambio de interés comercial. Esta simbiosis entre lo espiritual y lo terrenal, tan característica de la vida cotidiana en aquellos siglos, como señala J. Huizinga impedía mantener «la distancia existente entre lo sagrado y profano».
Numerosos testimonios constatan que los templos, sobre todo las catedrales en el ámbito del paisaje urbano europeo, fueron durante décadas los únicos edificios amplios y cubiertos que se dedicaron a los grandes espectáculos, tanto litúrgicos como profanos, hasta la creación de los nuevos teatros del siglo xvii y siglo xviii.
El Pórtico de la Majestad de la Colegiata de Toro
Este pórtico zamorano es uno de los ejemplos de transición entre el arte románico y el gótico, es decir, perteneciente a la época protogótica como algunos autores han calificado a este período de tiempo. Al principio, los trabajos se plantearon en estilo románico pero, con el deseo de renovación formal, se asume la corriente del primer gótico para conseguir un mayor naturalismo propio del período denominado «gótico lineal», por prevalecer la línea como elemento compositivo, acabando dichos trabajos en el mencionado estilo gótico, como observamos en sus arquivoltas apuntadas, en las figuras amparadas bajo doseles y también en la decoración del tímpano inspirado en el repertorio gótico francés. Aunque su cronología ha sido ampliamente discutida con distintos argumentos, su construcción comenzó a finales del siglo xiii durante el reinado de Sancho IV de León y Castilla (1284-1295) como homenaje a su esposa María de Molina, Señora de la villa de Toro.
Tiene una espectacular composición y posee un amplio repertorio escultórico labrado en piedra, calificado como una de las obras maestras de la Edad Media. Los relieves pétreos de este pórtico han llegado hasta nuestros días con un sorprendente buen estado de conservación, aunque hayan permanecido a la intemperie durante casi dos siglos al ser utilizado como antigua puerta de acceso al templo. Más tarde, este espacio fue remodelado y reconvertido en capilla gótica permaneciendo preservado de los elementos agresivos de las inclemencias meteorológicas, circunstancia que ha evitado el excesivo avance de su deterioro.
Hace varias décadas, durante los trabajos de restauración iniciados en el año 1980 hasta el año 1996, se logró devolver el esplendor de los colores originales y recuperar los volúmenes de las figuras donde los canteros creaban auténticos libros tallados en piedra para explicar al pueblo analfabeto los misterios de la teología. Desde entonces, ha sido tratado y musealizado para mejorar su conservación y documentar la realidad, a través de una percepción sensible en el estudio de sus fragmentos desde una perspectiva científica con el objetivo de «no contemplar sino ver», ya que el acto de musealización abstrae al museo de la perspectiva del templo para inscribirlo en un proceso que lo acerca al laboratorio.
En la actualidad, está considerado como uno de los más valorados tesoros artísticos, tanto por la calidad del trabajo como por la conservación de la policromía original que convierten a dicha obra en un conjunto excepcional.
Como mencionamos anteriormente, el planteamiento inicial para construir el Pórtico de la Majestad era románico pero el proyecto se suspendió y tuvieron que transcurrir varias décadas hasta la reanudación de los trabajos. Por lo tanto, el acoplamiento del nuevo proyecto de continuación y acabado fue algo forzado, con incorporación de soluciones góticas importadas por maestros provenientes de Francia, pero su resultado fue una combinación de grandiosidad y belleza en la iconografía religiosa, con motivos inspirados por Fray Juan Gil de Zamora y policromados por el pintor Domingo Pérez, sirviente del rey Sancho IV, cuya identificación aparece en la descripción del dintel con las siguientes palabras «Domingo Pérez, criado del rey don Sancho».
Los instrumentos musicales del Pórtico de la Majestad
Frecuentemente, la elección de los temas tratados en los pórticos correspondía a la decisión de los clérigos pero, en algunas ocasiones, también participaba el promotor y el donante.
Este pórtico, cuyo relieve pétreo es de gran valor artístico y documental, posee siete arquivoltas de singular belleza que muestran un repertorio temático diferenciado con diversas representaciones iconográficas.
Para nuestro objetivo descriptivo musical, centramos nuestra atención en la sexta arquivolta donde se encuentra un conjunto de dieciocho músicos con instrumentos de la época medieval en sus manos y no todos son ancianos barbados sino que también figuran personas maduras o jóvenes rasurados, vestidos con túnicas y coronas, en apretada síntesis de grupo orquestal. Probablemente, como comenta Yarza, la razón de presentar solo 18 en lugar de 24 ancianos apocalípticos como conjunto musical celestial, sea debida al reducido espacio donde están colocados. El luthier Jesús Reolid percibe un emparejamiento simétrico entre la parte izquierda y derecha en cuanto a la distribución de los músicos. El compositor y músico Luis Delgado observa que los instrumentos no están situados arbitrariamente sino que existe gran preocupación musical en la representación, ya que dicho grupo orquestal está sentado de manera adecuada para que su hipotético sonido esté dotado de equilibrio acústico.
A continuación, relacionamos la serie de instrumentos musicales del Pórtico de la Majestad, contenidos en el espacio de la sexta arquivolta, junto al esquema correspondiente con la siguiente enumeración:
1. Cítola. Es un cordófono pulsado o punteado con los dedos o púa en lugar de emplear un arco. Las cuerdas se pulsan con dicha púa, probablemente hecha de pluma, colocada entre los dedos de la mano derecha. El músico apoya el instrumento sobre el antebrazo derecho. Generalmente, presenta un cuerpo monóxilo, es decir, con vaciado a partir de un solo bloque de madera y escotaduras laterales que aumentan gradualmente su altura desde el cordal inferior hasta el mástil dotando al instrumento de su característica forma de cuña. La cítola aparece con frecuencia en la iconografía medieval como en el Pórtico del Sarmental de la Catedral de Burgos, Pórtico de la Iglesia de Sasamón (Burgos), Iglesia de San Miguel de Estella (Navarra) y Palacio Episcopal de Gelmírez, primer arzobispo de la Catedral de Santiago de Compostela (La Coruña), aunque en algunos lugares se observan ligeras modificaciones en su construcción dependiendo del origen de su procedencia.
2. Zanfona o Zanfoña. Es un cordófono frotado en el que varias cuerdas vibran por la fricción de una rueda que no está a la vista y gira con una manivela situada en la caja de resonancia. Las notas cambian al presionar las teclas con teclado dotado de unas espadillas que acortan la longitud de la cuerda melódica para lograr la diferente altura de las notas. El ejecutante está sentado con la zanfona sobre sus rodillas y su mano derecha mueve la manivela. Este instrumento fue muy utilizado en el ámbito de la música popular europea y su forma ha variado poco a lo largo de las modas de cada época. A partir del siglo xvi, la zanfona es muy usada por trovadores, juglares y ciegos mendigos cuyos lazarillos acompañan las melodías con castañuelas o palillos.
3. Arpa doble. Es un cordófono de cuerda pulsada sin mango, con seis cuerdas en la mano izquierda y siete en la derecha que, posiblemente, podría conseguirse una escala diatónica. En el frente, tiene una talla zoomorfa como elemento estético. El arpa está muy representada en la iconografía medieval y, habitualmente, el material empleado para su construcción es madera. La primera mención en documentos históricos de la Península Ibérica la encontramos, según Rosario Álvarez (1981), en las Etimologías de San Isidoro de Sevilla (siglo vii). Probablemente, llega desde Francia a través del Camino de Santiago, apareciendo durante el siglo xi las primeras representaciones. Después, en el transcurso de los siglos xii y xiii, se realizan alrededor de veinte representaciones en diferentes lugares, alcanzando gran popularidad y convirtiéndose en el instrumento favorito de los juglares.
4. Salterio de brazo. Es un cordófono de cuerda pulsada con plectro o púa, encordado transversalmente, que no aparece en ninguna otra iconografía de la época. Tiene forma de «bandera» o «hacha», con órdenes dobles y un mástil o mango que permite sostenerlo durante la interpretación sin posar sus manos en la caja armónica. A diferencia de otros salterios, éste no necesita ser apoyado en el regazo o sobre un soporte ya que se puede utilizar de pie o caminando como en el caso de una procesión o celebración callejera. En el año 2001, una reproducción basada en este instrumento fue realizada por Jesús Reolid, hoy expuesta en el Museo de la Música, Colección Luis Delgado, en Urueña (Valladolid).
5. Salterio. Es un cordófono de cuerda pulsada con púa, con gruesas cuerdas y grandes clavijas. El músico está realizando la interpretación con la mano derecha solamente, lo que puede indicar que ejecuta los sonidos del acompañamiento musical. Algunos salterios presentan forma rectangular, triangular o trapezoidal con los laterales curvados hacia dentro y su tamaño varía mucho ya que los grandes exigían al músico una posición sentada, en cambio, los pequeños incluso podían colgarlos del cuello y estar de pie. Generalmente, el material elegido para su construcción es la madera. En Europa, aparece en el siglo xii y existen varios textos en latín que lo citan como psalterium. A partir del siglo xiii, este término se castellaniza como salterio conservándose hasta hoy. Hasta el siglo xv se utilizan en celebraciones religiosas o profanas y, con frecuencia, se representan en ilustraciones o esculturas de la época.
6. Aerófono y campanilla. El músico sostiene el aerófono en la mano izquierda y el de percusión metal en la mano derecha. El instrumento de viento presenta una forma similar a una flauta, aunque es dudosa establecer esta afirmación por los detalles observados. En las fuentes medievales hispánicas, se alude a la flauta recta como instrumento que posee tubo cilíndrico y número variable de orificios para modificar la altura de las notas produciendo sonidos que recuerdan a los nombres recibidos, probablemente de origen onomatopéyico, como «flaujol», «flabiol», «flajeolet», «flaujar», etc., pero es difícil indicar el tipo de aerófono, en este caso. La campanilla, sobre todo en el medievo, se emplea como elemento sonoro en ceremonias religiosas de la liturgia eclesiástica y también en las profanas para acompañar diversos ritos. También aparece como elemento decorativo en relieves de los capiteles de monasterios, iglesias, catedrales y colegiatas.
7. Tambor redondo. Es un instrumento de percusión membrana de afinación indeterminada. Presenta una sección circular, con caja estrecha y, en la parte frontal del aro, un pequeño orificio cuadrado que quizás estuviera destinado para introducir semillas u otros objetos que emitían sonidos al ser agitados. Está colgado al cuello del músico con una cinta y lo golpea con dos gruesas baquetas, una en la mano izquierda y la otra en la derecha. El golpe de dichas baquetas sobre la membrana provoca la acción sonora del instrumento. En general, se utiliza como elemento rítmico en el ámbito musical.
8. Gaita. Es un aerófono que almacena el aire en un odre o piel de animal. Este músico presiona dicha bolsa de aire bajo su brazo izquierdo y, a través de varios agujeros situados en un pequeño tubo, emite al exterior el sonido de las notas. Es una de las figuras originales que ha sufrido mayor deterioro con el paso del tiempo ya que el brazo derecho estaba mutilado. Desde la Edad Media, la evolución de la gaita tiene un hito decisivo cuando la música occidental se tonaliza. Algunas gaitas (gallega y asturiana) modifican su puntero cambiando escala y repertorio, mientras que otras (zamorana y leonesa) mantienen las escalas modales y el repertorio primitivo. La gaita posee un elevado volumen como trompetas y cuernos, por lo que las utilizaban también los vigilantes de torres o fortalezas para marcar las horas del día.
9. Viola Oval. Es un cordófono de cuerda frotada con recio arco. Tiene forma oval o de almendra, tapas planas y, en este caso, solo tiene tres cuerdas. Está apoyada sobre el pecho del intérprete con el clavijero próximo a su hombro izquierdo, hacia arriba. Este instrumento también recibe otros nombres como «fídula», «fídula oval», «viola oval», «viola de arco», «viela» o «giga», aunque algunas veces, puede presentar ligeros matices en su forma. Alcanzó gran popularidad durante la Edad Media y, desde el siglo xiii, fue muy utilizado por trovadores y juglares. En Europa, dejó de usarse pero, actualmente, los intérpretes especializados en música medieval continúan explorando antiguas melodías para lograr versiones más cercanas al sonido de aquella época desde una perspectiva historicista.
10. Viola Oval. Este instrumento es similar al descrito en el Nº 9, pero el músico tiene diferente posición corporal ya que la caja de resonancia está apoyada en su hombro izquierdo con el clavijero orientado hacia sus pies, hacia abajo, colocado entre las piernas. Este cambio en su postura otorga mayor dinamismo a la figura del intérprete, rompe la monotonía del grupo musical y favorece la percepción visual del observador despertando su interés o curiosidad.
11. Albogue. Es un aerófono que ha pervivido hasta hoy sin cambios importantes. Es muy similar a la «alboka» pero se diferencia en la posición que adopta el ejecutante. Los sonidos se emiten por la vibración de una columna de aire que atraviesa el tubo donde están situados diversos agujeros para modificar la altura de las notas. Este músico sostiene dicho albogue acercándolo a su pecho como si fuera una flauta a bisel. Algunos estudiosos son partidarios de su origen asiático, llegando a Europa a través de las rutas comerciales que favorecieron su difusión y uso. En nuestro país, existen diversos tipos de albogues documentados como en el País Vasco, Navarra, Castilla, Madrid y Andalucía. También hay referencias de su uso en Marruecos, India, Grecia, Gran Bretaña e incluso algunas regiones de América del Sur.
12. Pandero Cuadrado. Es un instrumento de percusión membrana de afinación indeterminada. Tiene marco cuadrado de madera dura y doble parche que el músico sostiene entre sus manos con la misma posición a la utilizada en la actualidad, ya que sigue vivo en la música tradicional. Suele apoyarse sobre los dedos pulgar e índice de cada mano para dejar libres los demás dedos y poder tamborilear el ritmo deseado sobre la membrana. Alcanza su máximo esplendor a finales de la Edad Media y comienzos del Renacimiento. En Portugal, todavía se conserva con el nombre árabe de «adufe» o «adufe portugués» en el ámbito rural. En Marruecos recibe el nombre de «daff» y era muy utilizado en las ceremonias sufíes que procedían del arte musical persa (Irán).
13. Gaita. Aparece en el músico Nº 8 y es muy similar al citado. Presenta como elemento ornamental una cabeza de animal a modo de complemento estético. La gaita de odre es un paso definitivo en el proceso del individuo por tratar de almacenar el aire en un recipiente antes de hacerlo salir a través de un órgano sonoro.
14. Cítola. También aparece en el músico Nº 1 y es muy similar a la descrita al principio de esta relación. Este instrumento tiene cuatro cuerdas y anverso de mástil sólido en una sola pieza. Al final del clavijero, hay una figura zoomorfa que sirve como elemento decorativo. Existen numerosos textos literarios donde hacen referencia a la cítola como en el titulado Libro de Alexandre, obra en verso del siglo xiii, que narra la vida de Alejandro Magno.
15. Salterio Cuadrado. Es un cordófono de cuerda pulsada con púa, único en la iconografía de la época ya que no se conocen otros ejemplares que presenten cuerdas en una relación de posición perpendicular. Varios investigadores se han interesado en esclarecer los enigmas de este instrumento y, en el Simposio celebrado en Abril de 2013 organizado por la Fundación Joaquín Díaz de Urueña (Valladolid), se expusieron diversos argumentos para determinar posibles conclusiones fiables.
16. Arpa triangular. Es un cordófono de cuerda pulsada con los dedos. Tiene ocho cuerdas y este músico está en una postura que parece intentar afinar una de las cuerdas con una llave de ingenioso diseño en su extremo. Es frecuente representar a los arpistas afinando el instrumento, como hemos observado en otras fuentes documentales.
17. Viola en Ocho. Es un cordófono de cuerda frotada con arco, con la forma de «ocho» de la que deriva su nombre. El músico lo tiene apoyado sobre el hombro izquierdo y el arco lo sujeta con la mano derecha. La caja de resonancia presenta seis «bocas sonoras», de las cuales cuatro son en forma de medialuna y dos circulares de menor tamaño. Este instrumento, de diseño singular, está representado en el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela, en tallas de piedra y en diversos manuscritos de los siglos xii y xiii en Francia, Inglaterra y noroeste de España.
18. Cítola. Aparece también en los músicos Nº 1 y 14, como hemos mencionado. Es un instrumento de cuerda pulsada similar a los señalados anteriormente. Presenta clavijero terminado en una figura zoomorfa de gran tamaño y está apoyado sobre el brazo izquierdo del intérprete en posición vertical. Algunos investigadores consideran la cítola un claro antecedente de la guitarra actual, debido a sus entalladuras y a sus tapas planas.
Debemos recordar que la representación en piedra de estos instrumentos, estaban inspirados en otros reales con algunas variables en su elaboración que los hacían ligeramente diferentes unos de otros. Así, cada ejemplar era un objeto único, personal, producto de la labor manual de un artesano que lo fabricaba como algo irrepetible para el uso del músico.
El Pórtico de la Majestad, junto al mensaje doctrinal, es un importante legado artístico sobre música silente pétrea ya que supone un valioso recurso para el análisis, exploración, reproducción y conocimiento sonoro de aquella época histórica que permitirá ampliar futuros estudios para profundizar y enriquecer nuestro patrimonio cultural.
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