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El jesuita toledano Jerónimo Román de la Higuera, que hizo poco caso a Santa Teresa en lo de la imaginación y la confundió con la cordura, fue uno de los numerosos autores de aquellos falsos cronicones que nos dieron fama de falaces a la hora de recrear nuestro pasado. Menéndez y Pelayo escribió en su Historia de los heterodoxos españoles que esa fama la teníamos bastante merecida, poniendo a Román de la Higuera y a Lupián Zapata entre los más osados «intérpretes» del pasado:
[…] Infestaron de malezas el campo de nuestra historia eclesiástica llenando con la mejor voluntad del mundo y la más ancha conciencia todos los vacíos, dotando a todas nuestras ciudades de larga procesión de héroes y santos, confundiendo y trastornando de tal manera las especies, que aún hoy, después de abatido el monstruo de la fábula por los generosos esfuerzos de Nicolás Antonio, los Mondéjar y los Flórez, aún dura el contagio en historiadores locales.
La mala costumbre de Román de la Higuera no era nueva ni mucho menos: Giovanni Nanni, dominico nacido en Viterbo en 1432, ya había jugado con la historia y la mistificación en su principal y más mendaz obra titulada Antiquitatum variarum volumina XVII cum comentariis, trabajo en el que se había inventado la historia de España recreándose en fabulosas leyendas y atribuyendo sus fuentes a la Biblia nada menos. Florián de Ocampo cayó en su trampa y prolongó en el tiempo las falsedades, algunas de las cuales llegaron a los estudios de bachillerato de los que peinamos canas. El mismo nombre con el que firmaba sus escritos, Annio de Viterbo, era tan falso como sus invenciones, pero la dedicatoria a los Reyes Católicos influyó no poco en la aceptación sin crítica de sus historias. En la Plaza de Oriente de Madrid, por ejemplo, todavía se puede admirar la estatua de Ataúlfo como primer rey «español», así que las historias fabulosas aparecidas y difundidas desde el siglo xv –o incluso antes– convierten al imaginativo dominico en uno de los más conspicuos pseudohistoriadores al crear, siguiendo a un monje primitivo y un poco apócrifo llamado Beroso, su propia prehistoria de España. A partir de ahí todo es posible, especialmente cuando la historia entra en el ámbito de lo doméstico y hay que explicar los hechos de forma infantil y comprensible. Porque la historia forma parte del recuerdo y la mentalidad de cada uno de nosotros. No sólo es el pasado sobre el cual se ha construido el devenir de las naciones sino un conjunto de hechos que marcaron la vida y las creencias de las personas. Es el territorio donde la memoria encuentra los ingredientes que reservará para ir cocinando a fuego lento la existencia.