Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
En este artículo voy a describir diez juegos tradicionales de nuestra villa. Son juegos antiguos que han ido transmitiéndose de generación en generación. El paso de una sociedad agrícola a otra industrial, tecnológica y competitiva, los ha ido arrinconando. Con este trabajo pretendo rescatarlos del olvido.
Un esencial «primitivismo» presentaban esos juegos de antaño, donde un palo, un botón, un aro de tonel, un trozo de cántaro roto, una caja de cerillas o una moneda solían constituir el soporte material del juego.
Hoy en día nos encontramos con un individualismo creciente en la práctica de muchas actividades lúdicas. El sentido de la participación comunitaria en el juego se va perdiendo.
Por otra parte, hay que hacer mención del rico vocabulario popular que se ha llegado a crear con esos juegos. Palabras como tángana, tabuleta, leva, billarda, mocho, troquillejo, macuquinés, hoyuelo, simón o baratero son términos que constituyen un legado lingüístico heredado de nuestros antepasados.
Con la descripción de estos juegos pretendo dar a conocer a los más jóvenes un legado cultural más de nuestro pueblo.
Juegos tradicionales de Canillas de Aceituno
• El diabolo. Era un juego de niñas. Consistía en un carrete grande de goma (el diabolo) que se ponía sobre una cuerda fina cuyos extremos estaban unidos a sendos palos de madera. El diabolo se iba balanceando en la cuerda con el movimiento de las manos. Cuando adquiría velocidad, el diabolo se lanzaba al aire y, a continuación, había que tener la pericia de recogerlo con la cuerda. Algunas veces, cuando el diabolo estaba en el aire, a la niña le daba tiempo de saltar la cuerda. Perdía la niña a la que se le caía el diabolo al suelo.
• El juego de la pelota contra la pared. Era también un juego de niñas. Consistía en lanzar una pelota contra una pared a la mayor altura posible, para que a la niña le diera tiempo a dar varios giros y saltos y recoger la pelota antes de que cayera al suelo. Perdía la niña a la que se le caía la pelota al suelo.
• La rueda. Era un juego de niños y niñas. Consistía en ir rodando por las calles un aro con un alambre doblado en su punta. Los aros de los niños solían ser de toneles. Los aros de las niñas eran de madera.
• La tangana o tabuleta. Era un juegos de niños y niñas parecido a la actual regaña. La tabuleta era un trozo de cántaro roto que se iban desplazando con el pié.
• Los botones (o los broches). Era un juego de niños. Un grupo se reunía para jugar con un número igual de botones. Empezaba uno lanzando contra una pared un botón. El siguiente lanzaba luego su botón: tenía que conseguir que cayera a una distancia mínima de una cuarta con respecto a la posición de caída del otro botón. Si lo conseguía se llevaba el botón del contrario. Ganaba el que obtuviera mayor número de botones al finalizar el juego.
• La leva. Era un juego de muchachos que se cogían de la mano y tenían que ir corriendo para lograr rodear y hacer «prisionero» a otros muchachos que habían salido corriendo al iniciarse el juego. El que quedaba «prisionero» tenía que unirse al grupo de los que iban cogidos de la mano. La leva terminaba cuando se lograba capturar, por medio de la carrera y el rodeo, a cada uno de los jóvenes que habían salido corriendo al inicio del juego.
• La billarda. Era un juego entre dos muchachos. La billarda era un palo de aproximadamente una cuarta de largo, con sus extremos afilados. La billarda se colocaba sobre dos piedras. Con otro palo más largo llamado mocho se golpeaba un extremo de la billarda e inmediatamente había que darle en el aire otro golpe, llamado troquillejo, para lanzarla al mayor número de metros de distancia. Luego se colocaba el palo largo o mocho sobre una de las dos piedras donde anteriormente había estado la billarda, sobre una tercera piedra llamada macuquinés. A continuación el otro jugador cogía la billarda en su posición de caída y tenía que lanzarla con la mano contra el mocho para conseguir derribarlo. Si, en el lanzamiento de la billarda se había quedado corto o se había pasado, tenía que acertar en calcular la distancia exacta (medida con el mocho) que había entre el lugar de la segunda caída de la billarda y la tercera piedra (el macuquinés). A continuación se medía la distancia utilizando el palo largo o mocho. Si el jugador se había equivocado en su medición, quedaba fuera de juego, y otro comenzaba a jugar con el que había ganado.
• El salto del palo. Era un juego de muchachos. Uno de ellos, al que se le llamaba burrucha (que había salido perdedor en un sorteo previo), se ponía con la espalda y la cabeza inclinadas hacia el suelo y las manos apoyadas en las rodillas. A continuación cada uno de los demás muchachos saltaba uno a uno por encima del que estaba agachado, y, al saltar, iba diciendo una serie de frases según el número del salto.
• El hoyuelo. Era un juego de muchachos. Su desarrollo era el siguiente: se hacía en la tierra un hoyo (hoyuelo) de unos cuatro centímetros de profundidad y de un diámetro de un poco mayor al de una «perra gorda». Dentro del hoyo los jugadores introducían un determinado número de monedas (cada jugador ponía la misma cantidad). A continuación, y desde una distancia de unos cuatro o cinco metros, los participantes iban lanzando, por turno, una «perra gorda» al hoyo. El que lograba colocar su moneda dentro del hoyo era el ganador, y se llevaba todas las monedas que había en el hoyuelo.
• El simón. Era un juego de muchachos. Su desarrollo era el siguiente: una caja de cerillas se ponía de canto con un determinado número de «perras gordas» (cada jugador ponía la misma cantidad encima). Desde una distancia previamente fijada, cada jugador lanzaba por turno una «perra gorda» contra la caja de cerillas. El que lograba derribarla ganaba y se llevaba todas las monedas.
• Las caras. Era un juego de hombres que sólo se hacía en público el día de Navidad. Su desarrollo era el siguiente: un grupo de hombres se reunía y formaba un círculo. Cada uno de ellos colocaba en el suelo un determinado número de monedas y billetes de un determinado valor (cada jugador la misma cantidad).En el centro del círculo se situaba el llamado «baratero», quien, antes de lanzar dos monedas al aire, tenía que poner en cada montón de la apuesta la misma cantidad de monedas (igualando el valor) que todos los jugadores habían puesto. A continuación el «baratero» lanzaba dos monedas al aire. Si salía cara y cruz, no ganaba nadie, y cada cual recogía su dinero y se volvía a apostar. Si salían dos cruces ganaban los apostantes su dinero y el equivalente que había puesto el «baratero». Pero si salían dos caras, lo ganaba todo el «baratero».