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Revista de Folklore número

496



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‘Personas’ y ‘objetos’ en los rituales de infancia entre los mayas chontales de Tabasco: una comparación entre el encuadrilado y el ritual del hetzmek realizado en Yucatán (y III)

LORENTE FERNANDEZ, David

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 496 - sumario >



A mi hijo Alejandro

Este artículo es la continuación del publicado en el número 495 de la Revista de Folklore.

El ritual de «portar al infante sobre la cadera» o hetzmek en otras regiones del área maya

La ceremonia del «encuadrilado» o xek’meké celebrada por los mayas chontales de Tabasco se inscribe en un conjunto de rituales emparentados, consistentes en colocar al niño sobre la cadera y hacerle tocar los instrumentos de trabajo, extendido en otras regiones del área maya. De acuerdo con los registros de Villa Rojas (1978, 1995) y Marion (1994: 39), se trataría de un grupo de ceremonias características y exclusivas de los grupos mayenses, compartidas por una serie de pueblos indígenas lingüísticamente emparentados y que habitan en regiones vecinas: los mayas de Yucatán, Quintana Roo y Belice, así como los chontales de Tabasco y los lacandones de Chiapas.

En Yucatán esta ceremonia recibe la denominación de hetzmek (Redfield 1944, Redfield y Villa Rojas 1962, Villa Rojas 1978, Cervera 2006), un término que designa asimismo a los rituales del mismo tipo celebrados en Quintana Roo y Belice (Peón 2000, Pacheco 1934). Entre los indígenas lacandones de Chiapas el ritual es conocido como mekik utiar, término que, de acuerdo con Villa Rojas, significa «llevar la criatura a horcajadas sobre la cadera» (1995: 303-304, Boremanse 1998). De todos los registros existentes sobre esta ceremonia, son sin duda los concernientes a los mayas de Yucatán los que más engrosan la literatura etnológica y en los que el ritual aparece más detalladamente analizado. De aquí en adelante, retomaremos algunos de estos estudios para plantear un referente comparativo con el ritual del «encuadrilado» o xek’meké descrito y analizado previamente entre los mayas chontales tabasqueños[1].

Entre los autores que han abordado el hetzmek de los mayas yucatecos destacan principalmente Redfield (1944), Redfield y Villa Rojas (1962), Morley (1974), Villa Rojas (1978), Kirk (1982), Máas (1983, 1986), Marion (1994) y Quintal et al. (2003), así como los trabajos monográficos de Carmen Romero de Nieto (1986), Cervera (2006) y Villanueva y Prieto (2008). Realizando una síntesis de la información de distintos estudios –y partiendo de las descripciones referidas por Villanueva y Prieto (2008)– es posible caracterizar el hetzmek como un ritual doméstico, que se celebra a los tres meses de edad (en las niñas) y a los cuatro (en los niños), y que persigue como propósito central fomentar el desarrollo intelectual y social del infante, así como ampliar su espacio de interacción mediante el acceso al ámbito comunitario, al tiempo que contribuye a definir y construir los roles de género.

En cuanto al nombre yucateco de la ceremonia, hetzmek deriva de los términos hetz, «aliviar la carga», y mek, «abrazar», y aplicado al ritual es traducido como una referencia a la manera en que el padrino y la madrina cargan al infante «a horcajadas sobre la cadera» (concretamente, sobre el lado izquierdo). La ceremonia puede tener lugar antes, el mismo día o después del bautismo, en la vivienda ya sea de los padres o de los padrinos. De éstos, suelen participar dos en el hetzmek, un hombre y una mujer; y cuando únicamente existe uno, será del mismo sexo que el infante. En el caso de los chontales de Tabasco, el encuadrilado solía celebrarse a una edad más avanzada, estando el niño o la niña ya bautizados, y el padrino-oficiante era generalmente un vecino o pariente del mismo sexo que el infante.

En el caso de los mayas yucatecos, el espacio ritual se distribuye del siguiente modo: en el interior de la vivienda o en el solar (de la casa paterna o de los padrinos) se dispone una mesa provista de la comida que se le ofrecerá al infante, que incluye asimismo imágenes católicas y los instrumentos de trabajo correspondientes al género del infante: machete, coa, hacha, jícara o sabucán (el morral yucateco) –es decir, herramientas principalmente agrícolas– en caso de que sea niño; comal, ollas, hilo, agujas o tijeras –esto es, utensilios culinarios o de costura–, para las niñas. En ambos casos, a los niños y a las niñas se les disponen sobre la mesa lápices, cuadernos y libros (Cervera 2008: 13) y, en años recientes, «juguetes que imitan ser teléfonos celulares, computadoras portátiles, y otros» (Villanueva y Prieto 2008: 78). Este aspecto es interesante ya que puede ponerse en relación con los objetos, de introducción reciente, sobre los que los mayas chontales de Tabasco cortaban el cordón umbilical (lápices, monedas), tratando así de transferir al infante atributos y cualidades valoradas en el mundo contemporáneo mediante el recurso de poner al niño en contacto con los objetos respectivos (facultades para aprender intelectualmente o ser maestro, en el caso del lápiz, prosperidad, en el caso de las monedas). El hecho de que los chontales utilicen en el ritual de corte del cordón umbilical objetos semejantes a los que los mayas yucatecos emplean en el hetzmek revelaría la cercana lógica que comparten ambas secuencias ceremoniales (que entre los mayas chontales articulan, unidas –el corte del cordón y el encuadrilado–, un mismo proceso ritual).

Entre los mayas yucatecos es un pariente anciano el que actúa como oficiante de la ceremonia. Además de este oficiante, intervendrán los padrinos respectivos con papeles destacados y precisos en el ritual. Si se trata de una niña quien va a ser sometida al hetzmek, la madre de la criatura se la entregará a la madrina, quien colocará a la niña en su cadera y trazará, con ella cargada, nueve vueltas en sentido horario alrededor de la mesa dispuesta con la comida, las imágenes y los instrumentos de trabajo. Después el padrino hará otro tanto en sentido antihorario. (Esto es, a la niña le corresponde el número nueve y los padrinos rotan en un sentido dextrógiro, la mujer, y levógiro, el hombre). Si se trata de un niño quien se somete al hetzmek, será el padre de la criatura quien se lo entregue al padrino varón, que dará trece vueltas alrededor de la mesa en sentido antihorario, para ser sucedido por la madrina, que realizará las vueltas en sentido horario. Por lo común, uno de los invitados presentes lleva la cuenta de las vueltas recurriendo a granos de maíz, hojas de chaya[2] o granos de cacao. En el caso de los chontales de Tabasco, no se registra una numerología específica asignada al género masculino o femenino del infante «encuadrilado»; la relación principal del niño es con el padrino de género coincidente, que le hace tocar los instrumentos, y el hecho de «dar vueltas» sólo es mencionado por Villa Rojas en lo que respecta a los chontales de Nacajuca y en relación con el altar doméstico (Villa Rojas 1964: 43), en el compendio monográfico sobre el mismo municipio (vv.aa. 1994: 78), que indica que el niño es paseado por padrinos y padres alrededor de los presentes sentados en corro, y por nuestra propia etnografía de la población de Guatacalca, donde el niño encuadrilado es sacado a la calle cargado «al cuadril» por el anciano que oficia la ceremonia, en un acto de reconocimiento público de su nueva condición, rodeados ambos de gente y seguidos por los niños del lugar. El movimiento podía ser, pues, cuando se daba –y en las descripciones a menudo no es señalado–, de rotación o de traslación. Las exégesis concernientes a los yokot’anob tabasqueños concentran el énfasis y la atención en la relación con el padrino y en los instrumentos involucrados en la ceremonia.

Entre los mayas de Yucatán, mientras la madrina y el padrino caminan con la criatura a horcajadas, le dan a probar al infante los alimentos de la mesa, aspecto principal del ritual; el padrino le pone al niño en las manos –y la madrina a la niña– los instrumentos de trabajo, mientras habla de su uso en labores futuras, imitando a veces los gestos técnicos, o lo lleva a los lugares de labor. Al término del ritual, la criatura es devuelta a los padres y la comida es repartida entre los parientes y vecinos invitados. En el caso de Tabasco, los alimentos mencionados al referir la ceremonia del encuadrilado son aquéllos relacionados con los objetos de trabajo o la construcción de los roles de género (pozol, aguardiente), y parecieran subordinados a los instrumentos, mientras que la comida final, sólo descrita en un caso, está compuesta por alimentos asociados con la pesca (tamales de cocodrilo) y bebidas alcohólicas producto de la fermentación del jugo de caña o de la corteza del árbol del balché (Lonchocarpus longistylus) endulzado con maíz o anís (vv.aa. 1994: 78).

Además de los propósitos atribuidos al hetzmek yucateco ya referidos más arriba –fomentar el desarrollo intelectual y social del infante, ampliar su espacio de interacción y definir los roles de género–, los distintos autores señalan «la apertura de las piernas» como un fin principal del hetzmek que persigue lograr que los niños se conviertan en buenos caminantes y en sujetos diestros en el trabajo. Es decir, que la ceremonia incide en su movilidad y agilidad física, potenciando futuros aspectos motrices de la persona. En el caso de los mayas chontales, se insiste en el modelado de la corporalidad y el habitus del infante, reproduciendo ciertos movimientos productivos, y asumiendo tácitamente que es la totalidad del cuerpo la que es modificada mediante la incorporación de técnicas, prefigurándolo de esta manera para el aprendizaje y el trabajo.

Un aspecto principal que parece distinguir el encuadrilado de los chontales tabasqueños de la ceremonia del hetzmek yucateco tiene que ver con los elementos clave del rito. En ciertas ocasiones, el alimento ritual que supone el recurso central de las ceremonias yucatecas se mantiene aunque se prescinda de la participación de los utensilios de trabajo. Esto pareciera resultar coherente con la centralidad que distintos autores conceden al uso de los alimentos en el hetzmek, como si se tratase del medio en el que residiera en gran parte su eficacia. Estos alimentos –principalmente pinole de maíz, pepita de calabaza y huevo duro– representan el dispositivo ritual mediante el que se busca propiciar y «despertar» en el niño toda una serie de dimensiones y de cualidades humanas que el hetzmek quisiera hacer propias del infante: las funciones cognitivas, la memoria, el acto de recordar, la responsabilidad, el aprendizaje, la inteligencia, el pensamiento y el entendimiento, además de la capacidad de habla: que «broten las palabras» (véase Cervera 2006: 22). Autores como Villa Rojas (1978: 414) y Máas (1986: 8) mostraron que los enunciados verbales que acompañan el ofrecimiento de cada alimento establecen una rima o semejanza fonética entre el nombre de ese alimento y las cualidades específicas que se busca propiciar o desarrollar con él en el infante (atributos que no serían, por tanto, se entiende, tanto innatos como adquiridos mediante la sujeción al proceso ritual, y específicamente mediante el consumo ceremonial del alimento). De acuerdo con la etnografía de Yucatán, esta dimensión parecería poder conservarse cuando desaparecen los utensilios del el contexto ritual. Es una situación que dista de lo que indican los registros concernientes a Tabasco, donde el contacto del niño con el padrino (con sus atributos de buen trabajador o de persona honorable) y con los instrumentos de trabajo concentran la eficacia del ritual y toda la atención.

En cuanto al hetzmek de los mayas yucatecos, la mayoría de los autores que lo han estudiado considera que representa un rito de paso que permite acceder al infante a otra etapa del ciclo de vida y se vincula estrechamente con la introducción del niño en una dimensión social y comunitaria más amplia, con el paso, en cierto modo, del ámbito más doméstico, de la vivienda, al comunitario (Kirk 1982, Máas 1983, Marion 1994, Péon 2000, Quintal et al. 2003). Esto es algo que comparte el ritual tabasqueño del encuadrilado, que contribuye además al tránsito social del infante ch’oc («tierno») a una fase posterior y más madura de la infancia, contribuyendo al mismo tiempo a construir su corporalidad y a predisponerlo a una serie de aprendizajes corporales futuros, como ya vimos en detalle con anterioridad. A estos objetivos del rito señalados en la ceremonia chontal cabría añadir la hipótesis sostenida y desarrollada por una autora, Carmen Romero de Nieto (1986: 20-39), quien considera que el el hetzmek constituye la reminiscencia actual de una práctica ritual maya precolombina consistente en consultar a un adivino o sacerdote para que, en función del día y la hora de nacimiento, y atendiendo al calendario ritual, se le asignara al niño el nombre que llevaría en la infancia y se averiguara el destino –y el oficio consiguiente– que le correspondería de adulto. De acuerdo con esta autora, el hetzmek habría perdido actualmente a su especialista, derivando, de una ceremonia religiosa, en un ritual de carácter mágico (Romero de Nieto 1986: 38-39). Aunque la hipótesis dista de haber sido demostrada, y algunos autores se muestran en claro desacuerdo (Villanueva y Prieto 2008: 84), la descripción concerniente a los chontales de Nacajuca que presenta el encuadrilado como un ritual de carácter adivinatorio en el que el niño elige libremente el instrumento de trabajo que más llama su atención –presuponiendo los asistentes de este modo que presenta una inclinación hacia cierto oficio en particular, que el xek’meké permite, de forma ritual, dilucidar y anunciar públicamente–, podría establecer cierto diálogo con la hipótesis de Nieto. Al margen de este planteamiento, diferentes autores han atribuido al ritual yucateco del hetzmek un origen precolombino, concibiéndolo como un vestigio contemporáneo de antiguas prácticas autóctonas mayas (Redfield 1944: 267, Villa Rojas 1971, Morley 1974: 180, Marion 1994, Cervera 2006, entre otros), un origen que Villa Rojas (1964: 43) le aventura asimismo al encuadrilado o xek’meké de los mayas chontales tabasqueños.

Si contrastamos la etnografía relativa al encuadrilado chontal con los registros concernientes a Yucatán y otras regiones del área maya, podemos constatar que en Tabasco nos encontramos ante una ceremonia casi extinta, que presenta no obstante particularidades propias, como son la amplia diversidad de manifestaciones que ofrece en relación con un territorio geográfico relativamente reducido (los municipios de Nacajuca y de Centla), la primacía del contacto ritual con los objetos e instrumentos de trabajo, unido a su aspecto quizá más distintivo –frente a lo documentado en otras áreas–: el constituir el rito de corte del cordón umbilical una fase primera[3] de un mismo proceso ceremonial que se ve completado después –muchas veces recurriendo a la intervención de los mismos padrinos– con el ritual del xek’meké o encuadrilado, un ritual que debería ser leído y comprendido en el marco de la misma ceremonia como un complejo y abarcante proceso de construcción de la persona y la corporalidad yokot’anob de acuerdo con las teorías chontales de la materialidad y la lógica de transferencia ritual operada por las personas y los objetos en el seno de un proceso ceremonial, unida a la concepción de una particular ontología que vincula al ser humano al mismo tiempo con el maíz (la mazorca), las cualidades productivas de otros seres humanos y con los instrumentos de trabajo (objetos físicos susceptibles de ser «tocados», incorporados).

David Lorente Fernández
Dirección de Etnología y Antropología Social, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México



BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

[1] Véase «‘Personas’ y ‘objetos’ en los rituales de infancia entre los mayas chontales de Tabasco: el ritual del xek’meké o encuadrilado (II)», Revista de Folklore 495.

[2]Cnidoscolus aconitifolius, arbusto nativo de Tabasco y de la península de Yucatán.

[3] Véase “‘Personas’ y ‘objetos’ en los rituales de infancia entre los mayas chontales de Tabasco: el corte del cordón umbilical sobre la mazorca (I)”, Revista de Folklore 494.



‘Personas’ y ‘objetos’ en los rituales de infancia entre los mayas chontales de Tabasco: una comparación entre el encuadrilado y el ritual del hetzmek realizado en Yucatán (y III)

LORENTE FERNANDEZ, David

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 496.

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