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Revista de Folklore número

494



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Antiguas celebraciones de las 'mayas' y 'mayos' en el oriente de la provincia de León

PUERTO, José Luis

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 494 - sumario >



De corrrectione rusticorum

La iglesia católica siempre ha tenido una actitud vigilante ante las prácticas festivas y laborales campesinas, ya desde su establecimiento inicial en la Península Ibérica. Una actitud vigilante y correctora, tratando siempre de eliminar cualquier huella que tuviera que ver con el paganismo. Ha ejercido, en este sentido, de lo que pudiéramos llamar ‘héroe civilizador’ que ha ido conduciendo a las comunidades campesinas hacia una normalidad marcada, en cada momento, por el poder eclesiástico y civil.

Una primera manifestación de tal actitud la encontramos documentada muy pronto, pues ya, en el siglo vi de nuestra era, nos encontramos en el noroeste peninsular con la figura del obispo Martín de Braga o Dumiense, que, en el párrafo o capitulillo decimosexto de ese emblemático y temprano texto latino que es De correctione rusticorum, censura –al tiempo que documenta– determinadas prácticas paganas del noroeste peninsular, para tratar de erradicarlas y hacer que se extingan.

Entre las prácticas paganas que trata de desterrar Martín de Braga, se encuentran determinadas celebraciones festivas, como, por ejemplo, las de «celebrar el día de los ídolos», o «Festejar las Vulcanales y las Calendas»[1].

Desde ese momento histórico y hasta prácticamente ayer mismo, la iglesia católica, a través de sus sínodos diocesanos y de los mandatos que derivaban de toda visita de la autoridad diocesana a los lugares y aldeas de su jurisdicción pastoral, ha ido elaborando todo un cuerpo de prohibiciones de prácticas campesinas de todo tipo, relacionadas con las labores, con las fiestas, con las creencias, con las costumbres…, para conducir al campesinado hacia esa normalidad cívico-religiosa de la que hablamos.

Pero lo importante, en esa labor y a través, por ejemplo, de los mandatos diocesanos, es que nos documenta prácticas campesinas que hunden sus raíces en una antigüedad y en una ancestralidad anteriores al propio cristianismo.

De ahí que nos interesen tales mandatos diocesanos. En concreto, en la diócesis de León, algunos de esos mandatos nos documentan la antigua fiesta de las mayas, en algunos lugares de la geografía leonesa, que han terminado por desaparecer. Veamos tales mandatos y cómo nos describen esa fiesta femenina de las mayas. Vamos a poner el ejemplo de varias localidades en las que, debido a los mandatos episcopales, aparece documentada tal celebración festiva de las mayas, a lo largo del siglo xviii.

‘No haya mayas’

Por sendos mandatos, ambos de 1724, ordenados por el obispo de la diócesis de León D. Martín de Celayeta[2], fruto de las visitas que realizara a las localidades leonesas de Matallana de Valmadrigal y de San Miguel de Montañán, sabemos que, en el sureste de la provincia de León, se celebraba en el pasado la fiesta de las mayas, que estaba viva, en concreto, en el primer cuarto del siglo xviii.

Tales mandatos del obispo Celayeta son fruto de su visita pastoral a Matallana de Valmadrigal (perteneciente a la tradicional comarca de Valmadrigal, junto con pueblos que llevan todos el calificativo ‘de Valmadrigal’, como Castrotierra, Castrovega, o Santa Cristina –sede del ayuntamiento al que pertenece Matallana–) y a San Miguel de Montañán[3] (adscrito al ayuntamiento de Joarilla de las Mata, y dentro del partido judicial de Sahagún).

En sustancia, el texto de ambos mandatos episcopales contiene idénticos datos sobre la celebración de las mayas, por lo que sobrará con mostrar, por ejemplo, el relativo a Matallana de Valmadrigal, que dice así:

Dn. Martín de Celaieta, por la gracia de Dios … obispo de León …, con motivo de la visita en que nos hallamos, entendiendo de este y de los demás lugares del arciprestazgo de las Matas, hemos experimentado el abuso que generalmente se practica de congregarse con el título de mayas las mujeres a pedir limosna por los caminos, ejecutando, para facilitarla, bailes y otros juegos profanos; por tanto, deseando ocurrir al remedio de los daños que se originan de semejantes actos, por el presente mandamos que en adelante no haya mayas, ni se valgan las mujeres de los medios que hasta aquí para pedir limosna, pena de excomunión mayor y 2 rs. de vellón que se las ha de sacar a cada una de las que contravinieren a lo que va mandado y aplicamos para la luminaria del Santísimo Sacramento de la iglesia del lugar donde residieren[4].

Lo importante, en este caso, es que, tal y como estos mandatos episcopales indican, la celebración de las mayas no se circunscribe a estos únicos lugares o pueblos, sino que se extiende a toda el área que comprende el arciprestazgo de Las Matas, al que ambos pertenecen y en el que se hallan los dos.

Rasgos de la fiesta

Contamos, por tanto, con una documentación –esquemática y muy escueta, eso sí– sobre la celebración de la fiesta de las mayas en el sureste de la provincia de León; en concreto, en los pueblos del arciprestazgo de Las Matas, al cual pertenecieran tanto Matallana de Valmadrigal, como San Miguel de Montañán.

¿De qué rasgos aparece investida esta celebración primaveral de las mayas en el área leonesa indicada? Podemos reducirlos –a tenor de los textos de los mandatos episcopales, una suerte de de correctione rusticorum sobre tal fiesta– fundamentalmente a dos:

Se alude, en primer lugar, a una reunión de mujeres («congregarse … las mujeres»); algo que ocurriría en algún momento del mes de mayo, cuando tuviera lugar la fiesta. Esto es, se congregan o reúnen «con el título de mayas». Acaso, todas ellas eran mayas o –como tenemos noticia desde nuestra época clásica y como también ha venido ocurriendo en determinados ámbitos rurales en que han seguido celebrándose– el grupo de mujeres elegía una maya a la cual servían las demás. Así, pues, en el ámbito leonés que abordamos, en una fecha determinada del mes de mayo, se reúnen unas mujeres en el pueblo, que reciben el nombre de mayas.

¿Cuál es la función de estas mayas? La petición de una suerte de aguinaldo a todo aquel con el que se encuentran. Se nos dice que salen «a pedir limosna por los caminos»; podemos convertir en sinónimos los términos de limosna y aguinaldo, que no sabemos en qué emplearían (acaso, en alguna merienda común, algo muy característico del mundo rural, cuando se da este tipo de peticiones). Y, para seducir a aquellos a quienes les realizan la petición, realizan dos actos mal vistos por la autoridad eclesiástica: «ejecutando … bailes y otros juegos profanos»; esto es, bailan y juegan.

Estos son, en sustancia, los dos datos que se nos proporcionan sobre la celebración de las mayas en los lugares del antiguo arciprestazgo leonés de Las Matas, en el sureste de la provincia.

¿Cuáles son las consecuencias? La primera es tajante: la prohibición de la fiesta («que en adelante no haya mayas, ni se valgan las mujeres de los medios que hasta aquí para pedir limosna»), que lleva aparejada la de la petición, así como la de la realización de ‘profanidades’ (bailes y juegos). ¿En qué motivación se basa la autoridad eclesiástica para ello: por «los daños que se originan de semejantes actos».

Y tal prohibición va acompañada por un castigo si se contraviene el mandato; cualquier mujer que lo haga, que siga participando en tal celebración de las mayas, incurrirá en pena «de excomunión mayor», así como en multa de «dos reales de vellón». El destino de tales penas no es otro que el de «la luminaria del Santísimo Sacramento de la iglesia del lugar». Ya que, implícitamente, se está considerando que tales ‘profanidades’ (mayas, bailes, juegos…) ofenden a Dios, a Su Divina Majestad, al Santísimo Sacramento.

Una información más precisa sobre la celebración de las mayas

Pero, afortunadamente, contamos con una información –también a través de otro mandato diocesano– más precisa sobre esas ‘profanidades’ que se practicaban en esta fiesta de mayo por parte de las mujeres, y que la autoridad eclesiástica está dispuesta a erradicar.

En un mandato, fruto de una visita diocesana a la localidad leonesa de Matanza de los Oteros (no muy alejada de las anteriores y perteneciente a la emblemática comarca de tal nombre, en la que hemos de deducir que también se celebraban las mayas), que lleva fecha de 1744, veinte años posterior a los anteriores, siendo obispo de la diócesis de León, en este caso, Fray José de Lupia y Roger (que lo fuera entre 1735 y 1752), se realiza una prohibición de las mayas. Pero lo más importante es que se nos concretan algunos datos sobre ellas, como los siguientes:

«Por cuanto S. I. se halla informado que por el mes de mayo, con el pretexto de pedir limosna para Nuestra Señora, las mozas con desenvoltura y falta de recato a su estado, salen por el lugar a pedir limosna a los mozos y pasajeros, peinándoles y cantándoles cantares libidinosos y haciendo otras demostraciones, de que se siguen ofensas graves a Dios»[5], el obispo manda «los medios para evitar tan perniciosos abusos», con diferentes multas (aplicadas también para que arda la lámpara del Santísimo) y castigos; y, además, pide para ello ayuda a «la justicia real», esto es, al poder civil.

Aquí ya aparecen matizaciones de interés, que conviene tener en cuenta, para ir concretando y detallando aspectos, hasta donde sea posible, sobre la celebración de las mayas en esta área leonesa en la primera mitad del siglo xviii. Tales matizaciones serían las siguientes:

Son las mozas (no ya ‘mujeres’) quienes se reúnen «por el mes de mayo». Y lo hacen «con desenvoltura y falta de recato a su estado».

Tienen una finalidad: «pedir limosna» (entiéndase, como indicábamos más arriba, un aguinaldo). Y lo hacen con un pretexto aparentemente religioso («para Nuestra Señora»), para lo cual «salen por el lugar», esto es, recorren todo el pueblo, van callejeando, recorriendo plazas y calles.

Pero ¿a quiénes de la piden? Nada menos que «a los mozos y pasajeros». Mozas y mozos era una ecuación no bien vista por la autoridad eclesiástica del pasado, ya fuera en bailes, juegos, paradas, peticiones y otros actos.

Además, se sirven, para recoger la limosna de mozos y pasajeros, de artimañas no permisibles para la autoridad eclesiástica: «peinándoles y cantándoles cantares libidinosos y haciendo otras demostraciones». Esto es, peinan a los hombres, les entonan cantares libidinosos y les realizan otras demostraciones que no se concretan.

Claro, para los visitadores diocesanos, de tales actos «se siguen ofensas graves a Dios», de ahí la prohibición de las mayas y de todo lo que tales celebraciones significaban.

Aportemos una información más, relativa a otra visita pastoral a un pueblo leonés de Los Oteros, en este caso Carbajal de Fuentes. Fruto de la visita que la autoridad eclesiástica realiza en 1744, es el siguiente mandato, en el que se nos indica cómo el obispo se halla informado de que «por el mes de mayo, con pretexto de pedir limosna para Nuestra Señora, las mozas, con desenvoltura y falta de recato a su estado, salen por el lugar a pedir limosna a los mozos y pasajeros, peinándoles y cantándoles cantares libidinosos y haciendo otras demostraciones, de que se siguen ofensas graves a Dios»[6], por lo manda el obispo que se pongan todos los medios para evitar tan perniciosos abusos. En sustancia, como puede comprobarse estamos ante una descripción de las mayas idéntica a la de las dos anteriores localidades.

Y, en ese mismo año de 1744, en la visita a Matanza de Los Oteros, otro pueblo de la misma comarca leonesa, la autoridad eclesiástica, en su visita, nos transmite la misma información sobre esta celebración de mayo: «por el mes de mayo, con el pretexto de pedir limosna para Nuestra Señora, las mozas con desenvoltura y falta de recato a su estado, salen por el lugar a pedir limosna a los mozos y pasajeros, peinándoles y cantándoles cantares libidinosos y haciendo otras demostraciones, de que se siguen ofensas graves a Dios». Debido a lo cual el obispo manda, no ya que se prohíba la celebración sino «que, en adelante, dichas mozas pidan limosna sin usar para ello de cantar ni otras cosas de que se pueda seguir ruina espiritual» [7].

Vamos, pues, completando, hasta donde nos es posible, el carácter que tenía en las comarcas leonesas de Los Oteros (Carbajal de Fuentes, Matanza de Los Oteros), Las Matas y los pueblos de Valmadrigal, la celebración de la fiesta primaveral de las mayas, con toda su carga de ‘profanidades’, que terminaría erradicando la autoridad eclesiástica.

El mayo en Los Oteros

Pero es que, en las dos localidades indicadas de la comarca leonesa de Los Oteros –Carbajal de Fuentes y Matanza de Los Oteros–, se nos da noticia asimismo, en los mandatos indicados de la autoridad eclesiástica, ambos de 1744, de la celebración del mayo.

Veamos en qué consiste, pues el rito es idéntico en ambas localidades. Esto es lo que indica literalmente el mandato relativo a Carbajal de Fuentes: el obispo se halla informado de que «los mozos, a deshora de la noche, andan por las puertas de las mozas cantando y poniendo ramos, causando escándalo y alteración a las almas», por ello, y para evitar semejantes desórdenes, la autoridad diocesana manda «que en adelante … los mozos se recojan a sus casas de noche y no anden de cuadrilla por las calles, ni pongan el que llaman mayo»[8].

Esto es, en Los Oteros, se ha celebrado la fiesta del árbol de mayo. Esta práctica festiva ha sido realizada en no pocos pueblos leoneses y de diversas áreas –tal y como conocemos por nuestro trabajo de campo–; y no solo tenía lugar a lo largo del mes de mayo, sino que se prolongaba, a lo largo del mes de junio, sobre todo en torno a San Juan y San Pedro. Y, en tal práctica, se ponían ramos en las ventanas y balcones de las casas de las mozas, al tiempo que el árbol de mayo o mayo se colocaba en la plaza del pueblo o junto a la iglesia (ya que la moza mayor era Nuestra Señora; de ahí que las mozas, en las mayas, salgan a pedir, con el pretexto de hacerlo para Nuestra Señora).

Y, en la provincia de León, recibe también el nombre de mayo el árbol que cortan y ponen los mozos ante la puerta en que vive un misacantano, esto es, un mozo del pueblo que ha seguido los estudios eclesiásticos y se acaba de ordenar de sacerdote.

Tal tradición aparece documentada en la obra de Hans Gadow, Por el Norte de España (1879), quien, en su visita a Riaño, indica lo siguiente sobre ella:

En el otro extremo del pueblo vimos otra cosa curiosa; se parecía a un mayo o palo de mayo. Se trataba de un mástil plantado en la tierra, coronado por hojas y flores con cintas y serpentinas de colores. No se trataba de una frivolidad, sino que tenía una función de lo más solemne. Existe la noble costumbre de que un joven, después de que haya sido ordenado, retorne a su pueblo natal y celebre misa junto al mayo erigido por sus antiguos compañeros, a fin de dejar memoria del honor conferido al pueblo.[9]

En Los Oteros, tal y como se desprende de estos mandatos, la celebración festiva del árbol de mayo tiene los rasgos siguientes:

-Tiene como protagonista al grupo o cuadrilla de los mozos.
-Salen «a deshora de la noche», esto es, en ronda nocturna por las calles de la localidad.
-Cantan ante las puertas de las mozas.
-Y les ponen ramos.
-Y ponen «el que llaman mayo».

El mandato episcopal ordena que, ante tal práctica, los mozos «se recojan a sus casas de noche y no anden de cuadrilla por las calles, ni pongan el que llaman mayo»[10]. Para completar el carácter de tales celebraciones, en este caso de Los Oteros, conviene recurrir a algunos de los trabajos de José Luis Alonso Ponga; y a La estación del amor (1979), de Julio Caro Baroja, para su significación de las mismas.

Mayas y mayo en Valverde de la Sierra

Pero, debido a las visitas y mandatos de la autoridad eclesiástica, en concreto de 1742, sabemos que tanto la fiesta de las mayas como la del árbol de mayo se celebraba en la localidad leonesa de Valverde de la Sierra, muy alejada ya de las áreas indicadas del sur y sureste de la provincia. Pues, en este caso, la localidad de la que hablamos se halla en el noreste provincial, en el amplio ámbito de la llamada Montaña Oriental o Picos de Europa.

¿Cómo se celebraban las mayas en esta localidad? Cuando realiza la visita de este pueblo en 1742, el obispo se informa de que «por el mes de mayo las mozas, con el pretexto de pedir limosna para Nuestra Señora, con desenvoltura y falta de recato a su estado, salen por el lugar a pedirla a los mozos y pasajeros, cantándoles cantares libidinosos, peinándolos y haciéndoles otras demostraciones, de que se siguen graves ofensas a Dios»[11].

Los elementos rituales de tal celebración consisten en una reunión de las mozas, por el mes de mayo, y que, con el pretexto de pedir para Nuestra Señora a mozos y pasajeros, les entonan, para que les den limosna o aguinaldo, «cantares libidinosos», pasando además a la acción, pues los peinan y les realizan «otras demostraciones».

El mandato episcopal, en este caso, no prohíbe la celebración de tales mayas, sino que indica que «si en adelante dichas mozas pidiesen limosna sea con la honestidad y recato debido y eviten el estilo de cantar y peinar, como hasta aquí»[12].

Las celebraciones de mayo en esta localidad no se quedan en las mayas de las mozas, sino que alcanzan asimismo a los mozos, tal y como el mismo mandato de la autoridad eclesiástica indica: «los mozos de cuadrilla andan de noche con tamboril y gaita, poniendo enramadas a las puertas de las mozas y cantándoles cantares poco honestos, causando escándalo y alteración a las almas»[13].

Estos son los rasgos de la celebración festiva del mayo o árbol de mayo o enramadas de mayo, en Valverde de la Sierra:

Tiene como protagonistas a los mozos del pueblo.
-Salen de ronda por la noche, en cuadrilla; esto es, recorren toda la localidad.
-Van tocando el tamboril y la gaita.
-Ponen enramadas a las puertas de las mozas.
-Y entonan «cantares poco honestos».

En este caso, la autoridad eclesiástica, sí que prohíbe la celebración de mayo de los mozos, tal y como se indica de modo taxativo en el mandato: «y los mozos se recojan a sus casas y no anden de noche ejecutando los desórdenes referidos ni pongan el que llaman mayo»[14]. Y, por si se contraviniera el mandato, el obispo apela a la conciencia de la mocedad y de los vecinos el no realizarlo, así como «a la justicia real de dicho lugar para que lo cele y evite». Y, también, multa con la pena de cuatro reales a quienes lo contravinieren, dinero empleado, como casi siempre, para la luminaria o lámpara del Santísimo Sacramento.

Las mayas y sus ritos en nuestra época clásica

Ahora, para encuadrar tal celebración festiva primaveral –muy conocida y celebrada en el pasado en distintas áreas de la Península Ibérica– y advertir sobre su carácter, vamos a buscar apoyo en distintas fuentes.

El escritor sevillano Rodrigo Caro, en sus Días geniales o lúdicros, nos da noticia, en el primer capítulo («Estimación de los muchachos, mayas y sus ritos») de su diálogo sexto, que es el último de la obra, sobre la celebración de las mayas en nuestros siglos de oro o época clásica de nuestra historia.

Aparte de la raíz clásica greco-latina que trata de buscar para la celebración de esta fiesta, realiza una descripción de la fiesta o celebración de las mayas, tal y como él la conociera en su tiempo. Y nos la plasma de este modo:

Júntanse las muchachas de un barrio o calle, y de entre sí eligen la más hermosa y agraciada para que sea la Maya; aderézanla con ricos vestidos y tocados, corónanla de flores o con piezas de oro y plata como reina; pónenle un vaso de agua de olor en la mano, súbenla en un tálamo o trono donde se sienta con mucha gravedad y majestad, fingiendo la chicuela mucha mesura. Las demás la acompañan, sirven y obedecen como a reina; entretiénenla con cantares y bailes y suélenla llevar al corro. A los que pasan por donde la Maya está, piden: para la rica la Maya; y a los que les dan, rocían con agua de olor, y a los que no, les dicen: barba de perro, que no tiene dinero, y otros oprobios a este tono[15].

Aquí ya el rito de la celebración de la maya aparece con todas sus secuencias:

Reunión de las muchachas de un determinado ámbito (lugar, barrio, calle…).
-Para elegir como maya a la más agraciada entre ellas.
-La engalanan como reina, con vestidos y joyas, y la coronan de flores, poniéndole en la mano un vaso de agua de olor.
-La suben a un tálamo o trono en que se sienta con gravedad y majestad.
-Las demás la acompañan, sirven obedecen y entretienen con cantares y bailes.
-Piden a los transeúntes por el lugar en que la maya se encuentra «para la rica la Maya»; rociando con el agua de olor a los que dan y lanzándole oprobios a los que no lo hacen, del tenor de:

–Barba de perro,
que no tiene dinero.

Aunque la fórmula rimada completa a quienes no dan cuando se les pide es la siguiente:

–Cara de perro,
que no tiene dinero.
Barbas de gato,
que no tiene cornado[16].

Podemos comprobar cómo en esta celebración de la maya en tierras andaluzas occidentales, que documenta Rodrigo Caro, entre finales del siglo xvi y principios del xvii, también hay ‘profanidades’, entre las que se encuentran las de los cantares y bailes, cuando no todo el rito, marcado por una raigambre antigua, que el escritor andaluz busca en los clásicos greco-latinos.

Y, al igual que la autoridad episcopal leonesa termina prohibiendo tales mayas en sus mandatos, en la antigüedad –según el propio Rodrigo Caro indica– uno de los ritos de tal celebración, el de pedir a los que pasan (que se practicara, como hemos visto, en las localidades leonesas), llegó a tal exceso, que hubo que corregirlo. «Pedir a los que pasan –indica Caro– también es ceremonia en la antigüedad con los dioses, costumbre que reprehendió Municio Félix en el Octavio … y fue tanto el exceso, que fue menester corregirlo por la ley de las Doce Tablas».[17]

Aparte de las referencias que Rodrigo Caro nos da sobre las mayas, en su indicada obra, que se redacta en el primer cuarto del siglo xvii, nos encontramos con otras definiciones sobre ellas –además de no pocas referencias literarias, que nos proporcionan Ángel González Palencia y Eugenio Mele, en su ya clásica e imprescindible obra La Maya. Notas para su estudio en España (1944)[18]–, como la que nos da Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española (1611), cuando, al abordar el término maya, nos indica:

[...] maya y mayo es una manera de representación que hacen los muchachos y las doncellas, poniendo en un tálamo un niño y una niña, que significan el matrimonio; y está tomado de la antigüedad…[19]

Mientras que el propio Sebastián de Covarrubias, al definir la voz cara, indica lo siguiente, alusivo asimismo a las mayas:

Las doncellas que piden para hacer rica la maya, dicen este cantar:

«Echa mano a la bolsa,
cara de rosa,
echa mano al esquero,
caballero»[20].

Si, como ya indicábamos, en las localidades leonesas cuya celebración de las mayas analizamos, las mozas, para pedir limosna o aguinaldo a mozos y pasajeros, entonaban «cantares libidinosos», aquí Covarrubias nos da la letra de un cantarcillo de petición de las mayas, al tiempo que, en la primera cita de su obra que acabamos de indicar nos proporciona una sucinta descripción de lo que eran las mayas que él conociera: representación de muchachos y doncellas que ponen en un tálamo a un niño y a una niña, como señal de matrimonio, siendo el tal un rito que viene de antiguo.

Las mayas en el siglo xviii

Podemos aportar una nueva definición del término maya, recurriendo en este caso al Diccionario de Autoridades, de la Real Academia Española, que nos lo define del siguiente modo:

Una niña, que en los días de fiesta del mes de Mayo, por juego y divertimiento, visten bizarramente como novia, y la ponen en un asiento en la calle, y otras muchachas están pidiendo a los que pasan den dinero para ella, lo que les sirve para merendar todas[21].

Vemos, por tanto, cómo las mayas constituyen un «juego o divertimiento» de las muchachas, que eligen a una de ellas como novia, vistiéndola de modo especial y colocándola en la calle en un asiento, al tiempo que piden para ella a los transeúntes y con lo obtenido celebran una merienda en común.

Pero tal tradición, que la autoridad eclesiástica –como hemos visto en el caso leonés– trata de erradicar del mundo rural, también, más avanzado el siglo, el poder civil, la autoridad real –corren vientos ilustrados y el P. Feijoo ya ha escrito contra las llamadas fábulas y supersticiones campesinas y de otros tipos– trata de extirpar igualmente del ámbito social.

Así –tal y como indican González Palencia y Mele–, el conde de Aranda, el 8 de marzo de 1769, decía a Agustín de Leyza, de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte de Madrid que: «No habiendo bastado las providencias que antes de ahora se han tomado para exterminar el rústico abuso de las que con nombre de mayas se ponen en las calles causando irrisión y fastidio a las gentes»[22].

Había, pues que ‘exterminar’ tal ‘rústico abuso’ de las mayas. Y, en una providencia real, dada en Madrid a 20 de abril de 1769, el rey manda que «para exterminar el rústico abuso de las que con nombre de Mayas se ponen en las calles y plazuelas de esta Corte, causando irrisión, molestia y aun escándalo, ninguna persona de cualesquiera estado y edad que sea pueda en lo sucesivo presentarse ni ponerse en Mayas en los referidos parajes, ni en otros algunos»…; la pena a quien contraviniere tal bando era de diez días de cárcel y diez ducados.

Tales prohibiciones, sin embargo, no llegarían a ser efectivas y las mayas se seguirían celebrando, llegando incluso hasta prácticamente nuestros días, en que, por la despoblación del mundo rural y la agonía de las culturas campesinas, se han ido perdiendo.

Las mayas en la ‘Enciclopedia Espasa’

Podríamos espigar más definiciones aún de las mayas. Ya, en los primeros lustros del siglo xx, la impagable Enciclopedia Espasa (nuestra Enciclopedia Británica, o nuestro Larousse) nos proporciona la siguiente definición para la voz maya: «Niña que en algunos pueblos visten galanamente el día de la Cruz de Mayo, para que pida dinero a los transeúntes, o lo pidan otras muchachas mientras ella está sentada en una especie de trono»[23].

No tienen necesariamente que celebrarse las mayas el día de la Cruz de Mayo, sino en alguna fecha determinada de dicho mes; un mes que, por otra parte, y acaso tenga esta celebración mucho que ver con ello, es el del resurgir primaveral de la vegetación y, por ello, el de la renovación del vigor de la vida en todos los ámbitos, humano, animal y vegetal.

De ahí que Maya, en la mitología india, sea una «Personificación del principio femenino de la divinidad creadora, la madre del Universo. Se representa a Maya como una hermosa joven, con velo, en cuyos pliegues aparece la imagen de todos los seres creados»[24].

Coda

Así, pues, a raíz de las distintas fuentes que hemos ido indicando, los componentes esenciales de las celebraciones de las mayas serían los siguientes, según Rodrigo Caro:

Reunión de muchachas en una localidad, barrio, calle.
-Elección de la más hermosa y agraciada como maya.
-Se viste a la maya de modo especial y es coronada con flores.
-Se le pone un vaso de agua de olor en la mano.
-Es colocada en un tálamo o trono, donde adopta una actitud de majestad.
-Las demás muchachas la sirven y obedecen como reina.
-La entretienen con cantares y bailes.
-Piden a los que pasan, a los transeúntes, para la maya.

A tales rasgos, Sebastián de Covarrubias aporta los siguientes:

Representación que hacen las muchachas (mayas) y los muchachos (mayos).
-Poniendo en un tálamo a un niño y una niña, significando el matrimonio.
-Covarrubias aporta una de la letra del cantar que entonan cuando piden para la maya.

Mientras que el Diccionario de Autoridades, de la Real Academia Española, incide sobre lo siguiente:

Es un divertimiento o juego.
-Se realiza en los días de fiesta del mes de mayo.
-Se viste a una niña como novia.
-La colocan en la calle, en un asiento.
-Otras muchachas piden dinero, para ella, a los que pasan. (Aguinaldo).
-Con lo recogido, meriendan todas. (Robla o corrobla).

Y, en fin, la Enciclopedia Espasa subraya estos rasgos, que ya conocemos:

Niña a la que, en algunos pueblos, visten galanamente.
-Sentada en una suerte de trono.
-El día de la Cruz de Mayo.
-Las muchachas que la acompañan piden dinero a los transeúntes.

A partir de tales rasgos, podemos formarnos una idea cabal sobre ese rito festivo de las mayas, que, desde sus raíces en la antigüedad, ha llegado casi hasta nosotros, pues se ha celebrado en el mundo rural, y en el urbano, casi hasta ayer mismo, pese a haberlo tratado de erradicar primero la autoridad eclesiástica y después la civil, y que tiene como rasgos esenciales la entronización de una maya, colocada sobre un trono o tálamo, con una indumentaria especial y coronada de flores, acompañada, en ocasiones, por un mayo (muchacho, niño); la petición de las muchachas o niñas que la acompañan de un aguinaldo a los transeúntes, a los que tratan de seducir mediante bailes y cantares; así como la reunión posterior de todas las celebrantes de la fiesta, para celebrar una merienda con lo obtenido en la petición.

Rito primaveral, asociado con el matrimonio y en el que está muy presente ese elemento femenino de la creación y de la fecundidad. En tierras leonesas, como hemos visto, se celebraba asimismo y, en sustancia, contenía los rasgos que en todos los lugares de la Península, y aun europeos, en los que se celebrara.




NOTAS

[1] Martín de Braga, Sermón contra las supersticiones rurales, texto revisado y traducción de Rosario Jove Clols, Ediciones El Albir, Barcelona, 1981, p. 43.

[2] Martín de Celayeta y Lizarza, eclesiástico natural de Ikaztegieta (Guipúzcoa), fue obispo de León de 1720 a 1728, en que asistió al concilio lateranense celebrado por el papa Benedicto XIII en 1725.

[3] Cfr. AHDL (Archivo Histórico Diocesano de León), FP (Fondo parroquial) 10766, f. 15 r.

[4] AHDL, FP 7602, Libro de fábrica, f. 85 r.

[5] AHDL, FP 6937, f. 76 r. y v.

[6] AHDL, FP 5895, f. 333 v.

[7] AHDL, FP 6937, f. 76 r. y v.

[8] AHDL, FP 5895, f. 333 v.

[9] Hans Gadow, Por el Norte de España (1879), sin referencia de traductor, Ediciones Trea, Artes Gráficas Noega, Gijón, 1997, pp. 127-128.

[10] AHDL, FP 6937, f. 75 v.

[11] AHDL, FP 5419, s. f.

[12]Ibid., s. f.

[13]Ibid., s. f.

[14]Ibid., s. f.

[15] Rodrigo Caro, Días geniales o lúdicros, dos vols., Edición, estudio preliminar y notas de Jean-Pierre Etienvre, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos,212 y 213, Madrid, 1978, p. 180 del segundo volumen.

[16] Rodrigo Caro, Op. cit., p. 188.

[17]Ibid., p. 184.

[18] Cf. Ángel González Palencia y Eugenio Mele, La Maya. Notas para su estudio en España, CSIC, Instituto Antonio de Nebrija, Biblioteca de Tradiciones Populares, VII, Madrid, 1944.

[19] Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Edición de Martín de Riquer, Editorial Alta Fulla, Biblioteca, Serie «Lengua y Literatura», 3, Barcelona, 1987, p.780.

[20] Sebastián de Covarrubias, Op. cit., p. 299.

[21] Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las frases o modo de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, Tomo IV, Imprenta de la Real Academia Española, Madrid, 1734, p. 517.

[22] Cf. Ángel González Palencia y Eugenio Mele, Op. cit., p. 62.

[23]Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Tomo XXXIII, Hijos de J. Espasa, Editores, Barcelona, s. a., p. 1282.

[24]Enciclopedia…, Ed. cit., p. 1289.



Antiguas celebraciones de las 'mayas' y 'mayos' en el oriente de la provincia de León

PUERTO, José Luis

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 494.

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