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Revista de Folklore número

493



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Etnografía y folklore de la comarca de Ledesma (y III)

RODRIGUEZ PLASENCIA, José Luis

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 493 - sumario >



Juegos y vocabulario

En la provincia de Salamanca hay infinidad de juegos y canciones, muchos de los cueles son comunes a otras provincias –salvando las lógicas diferencias en algunas de sus acciones–, como es el caso de Cáceres, dada la proximidad de ambas comunidades que, además estuvieron unidas mediante la Cañadas Reales Leonesas Oriental y Occidental; folklore que luego fue pasando de pueblo en pueblo hasta formar un complejo mosaico que debería ser estudiado en profundidad. Aquí se recoge sólo una parte de los existentes a la Tierra de Ledesma, aunque mucho de lo recogido –como es de suponer– tiene su prolongación en otras comarcas salmantinas.

Y no todos porque otros varios fueron ya recogidos y dados a conocer en La vida de los pueblos, de Jesús Hernández, como Estaba el señor don Gato, Al pasar la barca, Quisiera ser tan alta como la luná, Antón Pirulero, etc.

Aunque lo cierto es que muchos de los juegos de antaño están hoy olvidados por los más jóvenes; juegos como la comba, la taba, la gallina ciega, las chapas, los cromos, el veo-veo… por desgracia sólo perduran en la memoria de nuestros mayores. Interesante sería que en los colegios e institutos se volvieran a poner en práctica para que un acervo cultural tan amplio y familiar no se perdiera definitivamente y únicamente perdurase en los libros de tradiciones y folklore.

PARA SORTEAR EN LOS JUEGOS

Para saber quién va a quedarse o para ver quién quedaba libre hasta el final, se canturreaba:

Un dondín cananá, canzoncivirí, virá, a la rueda la coqueta, a la rueda el pabellón, a los hijos de la nada, zurrón, zurrón, zurrón.

Otra forma:

One, done, tene, catone, quine, quinete, vino, la zorra, con su gabinete, vino, Gil, con su, barril, barril, quebró, cuenta, las veinte, que las veinte, son.

Y en el salto de la comba:

Mi padre tiene puntas en un cajón, dime niña, cuántas son: Una, dos, tres,… diez.

JUEGOS DE LOS PRIMEROS AÑOS

Esta retahíla formaba parte de un juego que se hacía con los dedos a los niños en sus primeros años:

A la boda de éste y éste,

convidaron a éste y a éste.

Y dice éste:

Que si no va éste con éste,

no va éste sin éste.

Éste otro juego se hacía también con los dedos. Para ello, la persona que entretenía al niño, le iba cogiendo los dedos, a la vez que le aplicaba el verso correspondiente a cada uno. Al llegar al último la persona en cuestión simula comerle el dedo meñique.

Éste chiquito,

trajo un huevito,

éste flaco, lo preparó,

éste largote, le echo sal,

este tontote, lo sirvió,

y éste, pícaro gordo,

se lo comió.

JUEGO DE BURLA

Entre los más comunes era el conocido como Engaño del hilo y solían ponerlo en práctica los muchachos cuando estaban varios juntos. Para ello, ataban a un hilo cualquier cosa que pudiera llamar la atención de los transeúntes, muchachos o mayores, como podían ser dinero, una piruleta u otra chuchería y lo dejaban en medio de la calle, mientras ellos disimulaban como si estuvieran jugando a cualquier juego. Y cuando algún incauto se agachaba a coger el señuelo, ellos tiraban del hilo y celebraban el hecho con grandes risas, provocando el enfado o el rubor de los ingenuos.

JUEGOS DE CORRO

En este juego las niñas giraban sin detenerse y al final, volvían a empezar.

Tengo una rosa en un vaso

De veinticinco colores,

Veinticinco puñales,

Que son los mis amores.

Los hombres son unos vagos,

Lo digo porque lo sé;

Aquél que me está escuchando,

También lo digo por el.

En otros casos, los giros se acompañaban de gestos o interrupciones. Por ejemplo, en ésta –llamada Arroz con leche– las niñas se detenían en los versos impares hasta empezar en el verso noveno, desde y hasta el penúltimo la parada se hacía en cada verso, salvo en el último, en que se emparejaban.

Arroz con leche,

me quiero casar

con una señorita

de este lugar,

que sepa coser,

que sepa bordar,

que sepa la tabla

de multiplicar.

Con ésta sí,

con ésta no,

con esta señorita

me caso yo.

En éste otro juego –titulado Si vienes a este corro–, se moverán deprisa y se agachaban según marcaba cada verso.

Si vienes a este corro

aprendes a cantar,

correrás si yo corro

como los demás.

Levántate

y vuélvete a levantar

que las levantaditas

sí saben bailar.

H, I, J, K,

L, LL, M, A,

que si tú

no me quieres

otro amante me querrá.

H, I…

En el siguiente juego –conocido como La Pastora– se hacía un corro y en el centro del mismo se colocaban la niña que representaba a la pastora y la que hacía de gato, que eran las encargadas de realizar los gestos correspondientes, relacionados con el ritmo de la canción. El juego se iniciaba con el movimiento propio de todo corro, girando de derecha a izquierda y únicamente se detenía durante el diálogo.

Corro

Estaba la pastora,

larán, larán, larito,

estaba la pastora

cuidando el rebañito.

Con leche de sus cabras,

larán, larán, larito,

con leche de sus cabras

hacía sus quesitos.

El gato la miraba

larán, larán, larito

el gato la miraba

con ojos golosito.

La niña que hacía de gato gesticulaba como si tratara de arañar a la pastora, que procuraba repeler los intentos del gato para arrebatarle el quesito que estaba preparando.

Pastora

Si me hincas las uñas

larán, larán, larito,

si me hincas las unas

te doy en el hociquito.

Gato

No te hincaré las uñas,

larán, larán, larito,

no te hincaré las uñas,

meteré el hociquito.

Corro

La pastora enfadada,

larán, larán, larito,

la pastora enfadada

le dio en el hociquito.

…..

Se podía continuar el juego cambiando de pastora y de gato.

Otro juego de corro típico de la comarca de Ledesma es el conocido como El piojo y la pulga:

El piojo y la pulga

se quieren casar,

y no tienen pan

para merendar.

Y dice la hormiga

desde su hormiguero

sígase la boda,

yo llevo el granero.

Pobres de nosotros

que pan ya tenemos;

nos faltan los manteles,

¿dónde los hallaremos?

Sale la araña

de sus arañales:

Hágase la boda

yo pondré los manteles.

Pobres de nosotros

manteles tenemos.

El vino nos falta

¿dónde lo hallaremos?

Y dice el mosquito

desde su mosquitero:

Sígase la boda

yo llevo un pellejo.

Pobres de nosotros

vino ya tenemos;

La carne nos falta

¿dónde la hallaremos?

Y dice el lobo

desde un alto cerro:

Hágase la boda

yo llevo un becerro.

Pobres de nosotros,

carne ya tenemos,

por falta de padrino

no nos casaremos.

Responde el ratón

desde su ratonal:

Si atan la gata,

el padrino aquí está.

Pobres de nosotros

padrino tenemos,

por falta de madrina

no nos casaremos.

Responde la gata

desde su cocina:

Sígase la boba,

yo soy la madrina.

Pobres de nosotros,

madrina tenemos;

por falta de cura,

no nos casaremos.

Responde el lagarto

desde la sepultura:

Sígase la boda

que aquí está el cura.

Pobres de nosotros,

cura ya tenemos;

por faltar quién cante,

no nos casaremos.

Responde el borrico,

desde su corral:

Sígase la boda

yo iré a cantar.

Pobres de nosotros,

quien cante tenemos;

Por faltar quién baile,

no nos casaremos.

Responde la zorra

desde su zorrera:

Sígase la boda,

yo echaré carreras.

Pobres de nosotros,

quien baile tenemos;

Por falta de cama

no nos casaremos.

Y dice el erizo

con su suave lana:

Sígase la boda,

yo pongo la cama.

Pobres de nosotros,

cama ya tenemos;

por falta de casa,

no nos casaremos.

Responde el topo

desde su topera:

Sígase la boda,

yo haré una cueva.

Hicieron la boda

con gran regocijo;

desatada la gata,

se comió al padrino.

El burro de Villarino era otro juego de corro muy conocido en los pueblos salmantinos.

Ya se murió el burro

Que acarreaba la vinagre.

ya se lo llevó Dios

de esta vida miserable.

Que tururururú, que tururururú.

Ya estiró la pata,

ya arrugó el hocico,

y con el rabo tieso

decía: «Adios, Perico».

Que tururururú, que tururururú.

Él era valiente,

él era mohíno,

él era el orgullo [ o la envidia]

de todo Villarino [o de todos los vecinos].

Que tururururú, que tururururú.

Gastaba polainas,

chaqueta y chaleco

y una camisola

con puños y cuello.

Que tururururú, que tururururú.

Llevaba anteojos,

el pelo rizado

y en las orejas

un lazo encarnado.

Que tururururú, que tururururú.

Todas las vecinas

fueron al entierro

y la tía María

tocaba el cencerro.

Que tururururú, que tururururú,

que tururururú, que tururururú.

Otra conocida canción de corro es Un francés vino de Francia.

Un francés vino de Francia,

en busca de una mujer;

se encontró con una niña

que le supo responder.

Niña, si tú fueras mía,

te pondría vino de un año,

te vestiría y te calzara

y te regalaría un sayo.

Aunque soy pequeñita,

reconozco bien mi daño,

que una niña como yo

no se cambia por un sayo. (bis)

Caballero, si usted quiere

de mi hermosura gozar,

todo cuanto yo le pida

me lo tiene usted que dar.

Lo primero una casa,

que valga tres mil doblones,

con muchas salas y alcobas,

más ventanas y balcones.

Las cortinas de mi cuarto

de terciopelo encarnado

y entre cortina y cortina

mi corazón dibujado.

En medio de esa casa

tiene que haber un jardín,

con muchas plantas y flores

que es lo que me gusta a mí.

En medio de ese jardín

tiene que haber una parra,

para cuando vaya a misa

no me dé el sol de cara.

La calle estará empedrada

de monedas de ocho cuartos,

para que cuando vaya a misa,

no me manche los zapatos.

Quédese con Dios la niña,

que a Francia yo volveré.

Ande usted con Dios, so pillo,

so canalla y so ladrón,

que lo que deseaba usted

era forzar mi ilusión.

El burro enfermo era otro de los clásicos juegos de corro. Las niñas –sueltas las manos– iban dando vueltas unas detrás de otras cantando a la vez que ejecutaban los gestos que marcaban la canción.

A mi burro, a mi burro

le duele la cabeza

(Se la tocaban)

y el médico le ha puesto

una gorrita negra.

(Simulaban un círculo sobre la cabeza)

A mi burro, a mi burro

le duele la garganta,

(Se la tocaban)

y el médico le ha puesto

una bufanda blanca.

(Hacían el gesto en torno al cuello)

A mi burro, a mi burro,

le duelen las orejas,

(Se las tocaban)

y el médico le ha puesto

unas orejeras.

(Fingían ponérselas)

A mi burro, a mi burro,

le duelen los ojos

(Hacían como si se los limpian)

y el médico le ha dicho

que se ponga anteojos.

(Simulaban ponérselos)

A mi burro, a mi burro,

le duelen las pezuñas

(Se agarraban un pie y simulaban andar a la pata coja)

y el médico le ha dicho

que se corte las uñas.

(Hacían como si se las cortaran)

A mi burro, a mi burro,

le duele la barriga

(Se ponían una mano en ella)

y el médico le ha dicho

que no coma más migas.

(Hacían como que no comían)

A mi burro, a mi burro,

le duele el corazón

(Se tocaban ese lado)

y el médico le ha dado

jarabe de limón.

(Simulaban estar bebiendo)

A mi burro, a mi burro,

Ya no le duele nada

(Hacían gestos de negación con cabeza y manos)

y el médico le manda

que se salga de la cama.

El juego terminaba golpeándole la espalda a la jugadora que tenía delante y deshaciéndose el corro.

Juan Prim y Prats –Reus (Tarragona) 6-IX-1814 / 30-XII-1870–, como se sabe, fue un militar español que participó en la Primera Guerra Carlista y en la de África. Tras la Revolución de 1868 se convirtió en uno de los hombres más influyentes en la España del momento, patrocinando la entronización de la Casa de Saboya en la persona de Amadeo I. Murió asesinado poco después.

Pues bien, este hecho luctuoso fue argumento para un romance popular –convertido en canción infantil, Muerte del general Prim– del que existen diversas versiones con ligeras variantes, siendo –tal vez– la más conocida la recogida por Joaquín Díaz en Cancionero de Romances, que dice así:

En la calle del Turco

le mataron a Prim,

sentadito en su coche

con la Guardia Civil.

Con la Guardia Civil,

con la Guardia Rural,

a las diez de la noche

en el Paseo Real.

Cuatro tiros le dieron

en mitad del corazón;

cuatro tiros le dieron

a boca de cañón.

Al pasar por las Cortes

le dijeron a Prim,

vaya usted con cuidado

que le quieren herir.

Si me quieren herir,

que me dejen hablar

para entregar las armas

a otro general.

Al llegar a la Plaza

salió el hijo mayor:

¿Quién ha sido ese ingrato

que a mi padre mató?

Quién será ese tirano,

quién será ese traidor,

quién ha sido el infame

que a mi padre mató.

JUEGOS DE CORRER Y SALTAR

Además de los juegos colectivos de corro existían otros de correr y saltar. Se realizaba al aire libre y podían intervenir entre dos y seis jugadores que tuvieran once o más años. Para ello, uno de los jugadores se quedaba de pie junto a una pared y sujetaba al agachado o inclinado. De este modo evitaba que éste pudiera recibir un golpe brusco durante el salto. Además, hacía las veces de juez, para evitar que se engañasen entre ellos. Y aunque podían ser únicamente dos los jugadores que intervenían –donde uno se agachaba y el otro se subía encima–, lo más común era que se formasen dos grupos iguales, de ahí que el número de jugadores debía de ser siempre par.

Al grupo que por sorteo le tocaba ponerse –hacer de burros según se dice en algunos sitios– formando un largo potro y debía situarse de forma perpendicular en relación a la pared. Para ello, cada jugador introducía la cabeza entre las piernas del que le precedía o la colocaba un lado agarrándole los muslos al otro. El grupo al que le ha tocado saltar se ponía en fila a cierta distancia del último de los agachados y toma impulso para saltar lo máximo posible, dejando así espacio para los que debían saltar detrás de él. Una vez están todos arriba, el primero hacia un gesto o figura que era vista por el juez neutral, que decía: «Pico, zorro, zaina, el monto encima de tu alma». Entonces, el primero de los que están agachados debía decidirse por decir uno de los tres nombres. Si coincidía con el gesto que hizo el de arriba, se cambian, de modo que los que estaban agachados pasaban a ser ahora los que saltaban; si no, se mantenían como antes y el juego se repetía de igual forma.

Había varios gestos o maneras para indicar pico, zorro o zaina, siendo los más comunes unir los dedos índices de ambas manos y extenderlos formando algo parecido a un pico para pico; poner cerrados y juntos ambos puños para zorro y dejar las manos unidas y extendidas para zaina. Aunque en Golpejas a los vocablos anteriormente citados añadían tijera –como en Extremadura–. En este pueblo, pico se indicaba con el dedo índice extendido; zorro, con el puño cerrado, zaina, con una mano extendida hacia adelante y para tijeras se extendían hacia adelante el dedo índice y el pulgar.

Otro juego de salto –también conocido como del burro– era A la una nací yo. Ejecutarlo, se echaban suertes entre los jugadores y el que perdía se ponía de burro. Y los demás iban saltando sobre él mientras iban diciendo la siguiente retahíla:

A la una nací yo,

a las dos, me bautizaron,

a las tres, me eché novia,

a las cuatro, me casaron,

a las cinco, ya fui quinto,

a las seis, coronel,

a las siete, fui a la guerra,

a las ocho, me mataron,

a las nueve, me enterraron

y a las diez, el espolique inglés.

El espolique consistía en darle con el pie en la nalga al agachado. Si uno no lo hacía, perdía y ocupaba el sitio de éste. También se conoce este gesto como lique o culá.

JUEGOS DE RAYUELA

Uno de estos juegos era el conocido como de la naranja. Para ello, se dibujaba en el suelo un círculo que se dividía en ocho apartados o división mediante el trazado de cuatro diámetros y se numeraban. Luego se decidía el orden de actuación. La jugadora lanzaba la rayuela hacia la primera casilla y tenía que llevarla –empujándola con el pie– a la pata coja hasta llegar a la división número 8. Luego lanzaba de nuevo la rayuela –también conocida como tángana– a la casilla número dos y hacía el mismo recorrido. Y así sucesivamente hasta que finalizaba el juego para hacer una reguleta, es decir, un descanso. Pero si ponía los dos pies en el suelo o la tángana no pasaba de división era sustituida por otra jugadora.

Otro de los juegos de rayuela era el conocido como chumbo. Para realizarlo, se dibujaba un rectángulo formado por una doble fila de ocho cuadrados cada una. El mecanismo era igual que el de la naranja: Se lanzaba la tángana al primer cuadro y se iba empujando a la pata coja hasta llegar a la casilla número 4, se giraba hacia la 5 y se hacía el recorrido en sentido contrario, hasta llegar a la octava. Entonces se volvía a lanzar la rayuela, ahora a la casilla dos y se volvía a repetir el proceso. Y así procedía con las demás divisiones.

Otros juegos de tángana o rayuela eran el avión y el armario.

En el avión se lanzaba igualmente la tángana al primer cuadro y –siempre a la pata coja– se iba pasando, hasta llegar a las casillas marcadas con los números 4-5-6, es decir, la primera ala, donde el jugador descansaba a pies juntos en la número 5; luego volvía a abrirse de piernas y de un salto colocaba cada pie en las casillas 4 y 6; se volvía de nuevo al centro y continuaba hasta llegar a la segunda ala, donde repetía la misma operación; desde la casilla nueve daba la vuelta y cubría el recorrido en sentido inverso.

El armario se realizaba como el avión.

JUEGO DE LAS CUATRO ESQUINAS

Este juego puede realizarse al aire libre o en un lugar cerrado, siempre que haya cuatro puntos o lugares donde puedan situarse cuatro de los cinco jugadores que intervienen. Solía hacerse en la plaza del pueblo o en la encrucijada de cuatro calles. Y si se hacía en descampado se colocaban cuatro piedras o mojones, o se trazaban cuatro puntos en el suelo, que hacían las veces de esquinas. Una vez hecho esto, se sorteaba para ver cuál de los cinco quedaba en medio y los demás ocupaban sus respectivas esquinas. Y cuando estaba dispuesto todo, el del centro, se acercaba a uno cualquiera esquinado y le preguntaba:

—¿Hay casita que alquilar?

—A otro lugar, que está ocupada —responde el aludido.

Y ésta era la ocasión que el resto de jugadores aprovechaba para cambiar de esquina y ocupar alguna de las que hubieran quedado vacías por haberse desplazado su «dueño» hacia otra. El cambio debía de hacerse muy rápido, pues si el jugador del medio llegaba antes a ocupar cualquiera de las vacantes, quien se quedaba sin esquina, perdía, y ocupaba el puesto del jugador central anterior.

Los intercambios se podían efectuar de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, en diagonal… O incluso estaba admitida la simulación; es decir, que un jugador fingiera que iba a moverse para llamar la atención del «quedao» y permitir así que los demás se desplazasen con menos riesgo.

Ese juego duraba el tiempo que los jugadores quisieran.

JUEGOS DE FILAS

Este tipo de juego solían realizarlo muchachas ya algo mayorcitas. Para ello –sueltas o enlazadas–, formaban dos filas enfrentadas, donde no era necesario que el número de las que formaban una y otra fuesen iguales en número de componentes. Que se moviesen acercándose o alejándose, o que permaneciesen quietas conservando las distancias dependía de las normas preestablecidas. Y ya dispuestas las filas, dejaban un espacio suficiente entre ambas por donde una o más niñas iban pasando, bien cantando, bien bailando o simplemente haciendo algún gesto, mientras el resto de las chicas las acompañaban cantando y palmoteando. Tal vez uno de los juegos de filas más conocido fuera el de:

Que lo baile…

La Señora….

ha entrado en el baile,

que lo baile,

que lo baile

y que lo baile.

Y si no lo baila

pagará un cuartillo de agua.

Que lo pague,

que lo pague,

y que lo pague.

Que salga usted,

que la quiero ver bailar,

saltar y brincar

y andar por los aires…

Por lo bien

que baila la moza

déjala sola,

sola en el baile.

JUEGOS DE LA COMBA

Se ejecutaban con balanceos de una curda que sostenían dos chicas, una por cada extremo. Al comenzar el movimiento, iban entrando y saltaba una o varias veces, saliendo sin tocar la cuerda. Los vaivenes servían de compás a la canción que en cada momento se entonase. Las más conocidas eran de Al pasar la barca, Una, dos y tres,… / pluma, tintero y papel o El cocherito, leré…

VOCABULARIO

Además del vocabulario que es común a todos los hispanohablantes, cada lugar o cada comarca suele tener el suyo propio. Éste –tal vez incompleto– pertenece a la comarca de Ledesma.

ABRUCIAR. – Beber de bruces.

ACOLLERAR. – Acción de recortar a las ovejas churras la lana del cuello. Tenía lugar antes del esquileo en el mes de abril, para que no se sofocasen con el calor.

ACHANCAR. – Chapotear; es decir hacer ruido al golpear el agua con los pies.

AGUARENTAR. – Pastorear, llegar los ganados al campo y cuidar de ellas mientras pacen; con referencia especial a las ovejas.

AJUNTARSE. – Cuando dos o más muchachos hacían las paces tras un tiempo de enfado mutuo.

ALAMPAR. – Comer de prisa y con ansiedad. La Real Academia recoge lampar.

ALBARINA. – Oveja ceniciento.

ALBOROQUE. – Agasajo – en forma de bebida – que hace el comprador, el vendedor, o ambos, a quienes intervienen en una venta, tras cerrar el trato.

ALPISTAR. – Emborrachar. Y al borracho, alpistado.

AMOJONAR. – Nombre que reciben los excrementos apelotonados de las ovejas.

AMOLARSE. – Fastidiarse.

AMORECERSE. – Celo de las ovejas.

APEZURRAR. – Apelmazar una cosa.

APRISCADOR. – Pastor o persona que se encarga de recoger las ovejas en el aprisco para ordeñarlas.

ARBAÑAL. – Albañal. Conducto, canal o pequeño agujero por el que salen las aguas sucias o residuales de cercados y huertas.

ARGOLLEO. – Nombre que recibe el asma.

ARRABONAR. – Acción de cortar a las ovejas una porción de cola para que no se azoten al andar.

ARREPANCHINGARSE. – Arrellanarse en el asiento.

ARRIBALBA. – Pájaro pequeño que suele hacer su nido en las aberturas de las paredes. Son pardos por encima y blancos por la del pecho.

ARREBALBO/A. – Persona tímida. También se dice de las que son hurañas que no atienden las conversaciones.

AVIARSE. – Arreglarse, vestirse de modo adecuado. También apresurarse la ejecución de lo que se está haciendo. Estar aviao era locución adverbial irónica y coloquial semejante a la actual Estar apañado que se utilizaba para indicar que alguien está equivocado con respecto a algo que cree o espera y va a encontrarse con una situación difícil o incómoda

AZANCAR. – Andar dando zancadas.

BARBADA. – Tocino de la careta del cerdo. En Extremadura barbá.

BELORTO. – O vilorto. Cada una de las abrazaderas de hierro, dos por lo común, que sujetan al timón la cama del arado.

BERBAJO. –Mezcla de agua con otros productos tales como harina o salvado que se les da a los animales, especialmente a los cerdos.

BOCHINCHE. – Ombligo. También hace referencia a las personas camorristas. En Extremadura buche, porción de líquido que se toma de una vez.

BORLA. – Pompón que en la punta del rabo se deja a las ovejas –como adorno– cuando se las esquila.

BORREGUERO. – Pastor que cuida de las ovejas.

BUÑICO. – Boñiga. Excremento de algunos animales, especialmente del ganado ovino y de cerca.

CABRILLAS. – Manchas rojas que generalmente les salían a las mujeres de estar mucho tiempo al calor del brasero.

CALABAZO. – Persona terca, obstinada.

CALAMORRO. – Como calabazo.

CANDAR. – Poner un candado a una puerta.

CAÑIZO. – Tejido de cañas unidas entre sí que sirve para formar corralizas o rediles donde se encierran las ovejas en el campo.

CARÁMBANO. – Pedazo de hielo más o menos largo y puntiagudo. Y «estar hecho un carámbano», tener mucho frío.

CARDENAL. – Hematoma.

CASCABELA. – Cencerros pequeños.

CASCAJAL. – Lugar donde abundan los cascajos, o piedras pequeñas.

CASCURRO. – Trozo de pan. En Extremadura, coscorro.

CENICERA. – Lugar donde se deposita la ceniza de las lumbres.

CERRUJENTE. – Herrumbroso: Que cría o tiene herrumbre.

CHÍCHARES o CHICARES. – Judías pintas

CIPOTAZO. – Porrazo, golpe que se da con la porra u otro instrumento.

COSCAS. – Cosquillas.

CUARTÓN. – Cada uno de los maderos que forman parte del armazón en los chozos de los pastores que sirven para sostener las chamizas, las bruzas y los cascotes que se utilizan para cubrirlos.

CUADRAMANDEAR. – Revolver las cosas, desordenándolas.

CHABARCO. – Charco pequeño.

CHAPEGO. – Sombrero. En Extremadura, chapero.

CHARNISCAR. – Masticar.

CHARPAZO. – Chaparrón. En Extremadura, además, golpe o caída estrepitosa.

DESGARNITARSE. – Desgañitarse, gritar uno con todas sus fuerzas.

EMPICARSE. – Machos que tienen a cubrir a las hembras de otras ganaderías. Según la Real Academia de la Lengua acostumbrarse, aficionarse demasiado a algo o alguien.

ENCORIPATARSE. – Desnudarse totalmente.

ENCHAPINARSE. – Cargarse de agua. En Extremadura, chapinal hace referencia a un suelo excesivamente mojado.

ENGARAÑAO o ENGARIÑÍO. – Muerto de frío, tiritando.

ENGARNIO. – Plepa o pepla, persona fastidiosa y molesta.

ENTREFINA. – Se aplica a la calidad de una lana entre merina y churra; es decir, de una calidad media entre lo fino y lo basto.

ESCARCHAR. – Romper algo en varios pedazos. Según la Real Academia, escachar, hacer cachos, romper.

ESPERCUNDÍO/A. – Persona muy limpia y aseada.

ESTERCAR. – Dicho de un animal: Expeler el excremento o estiércol. También estercolar, echar estiércol en las tierras.

FURRIONA. – Comilona. En Extremadura, también juerga, diversión, fiesta…

FUSCA. – Maleza, hojarasca. También suciedad menuda, como en Extremadura.

GAMONA. – Talló del gamón.

GAZAPO. – Vasija para llevar la piedra de afilar la guadaña. En Extremadura, conejo pequeño.

GOLLETE. – Beber a chorro.

GRENCHA. – Mechón de pelo. Según la Real Academia, cada una de las partes en que queda dividido el cabello por una crencha, o raya que divide el cabello en dos partes.

GUEDEJAS. – Lana que le queda a las ovejas después de esquiladas.

GURRIATO/A. – Niña o niño pequeño. En Extremadura, además, pájaro pequeño.

INGUIESTOS. – Palos que se ponen en las cuatro esquinas de los carros. Con esta acepción se recoge en el Cantar de los mozos de Monleón.

Primita Dios, si lo encuentras,

que te traigan en un carro,

los trapos y las albarcas

de los inguiestos colgando.

En otras versiones –como la que se recoge en otra parte de este trabajo– a los inguiestos se les dice sinietros.

INTREQUIDENTE. – Persona impertinente, molesta.

JÁNDALO. – Persona de andar ligero y garboso.

JARO. – Rubio.

JAROTE. – Con este nombre los pastores castellano-leoneses llamaban a los extremeños. Tal vez el término derivara de jaro, cerdo que tira a cárdeno, parecido al jabalí, por la gran abundancia que de ellos había en Extremadura.

JERINGONCIAS. – Lenguaje confuso y enrevesado.

JARRAMACHI. – Máscara.

JURGONERO. – Hierro para hurgar en el horno.

LÁMPARA. – Mancha en la ropa; si es grande, lamparón.

LANDRAS. – Mollejas del cerdo.

LANGUMÁN. – Persona que no está a gusto con nada.

LENGUA DE PÁJARO. – Señal que se hace en las orejas del ganado.

LUMIA. – Persona golosa.

LUNERA. – Hembras machorras que están todos los meses en celo.

MALRUBIO. – Los que tienen tiricia van al oscurecer al campo y bailan de un malrubio o marrubio, a la vez que cantan:

A verte vengo, malrubio,

entre la luna y el sol;

que me quites la tiricia

y me pongas la color.

MALLAO. – Molido a golpes.

MAMARRAO/A. – Nombre con que se conoce a los niños llorones.

MANGANAS. – Persona que no está a gusto con nada.

MANGULÁN. – Como langumán.

MARMELLA. – Mamella según la Real Academia.

MARUJAS. – Pamplinas, también regajos.

MARUSO. – Persona lenta, de poco espíritu.

MATACHÍN. – Matarife.

MELGO. – Mellizo.

MENDRUGO. – Persona torpe.

MIAR. – Maullido del gato.

MIELGA o MELGA. – Banda como de una docena de surcos que abarca el sembrador entre la ida y la vuelta al ir esparciendo la semilla. Amelga según la Real Academia.

MISMIAJO/A. – Persona pequeña.

MANFLORITA. – Deformación de hermafrodita. Afeminado.

MODORRO/A. – Enfermedad del ganado ovino, vacuno o caprino y animal que lo padece. // Pequeña vasija de barro para llevar vino al campo.

MONFLORITA. – Como manflorita.

MOÑIGA/O. – Boñiga. Aunque generalmente moñiga se refiere al ganado vacuno y moñigo al ovino y de cerda.

MORAGA. – Comilona, sinónimo de furriona. Según la Real Academia, «asar con fuego de leña al aire libre frutas secas o peces pequeños».

MORECERSE. – Cópula del ganado ovino. En las localidades próximas a la Valmuza, morecer.

MORENO. – Polvo de carbón utilizado para restañar las cortaduras que el esquilador le hace a las ovejas.

MORO. – Hueso de la cadera.

MORUGO/A. – Persona bruta y poco comunicativa.

MOTILEO. – Esquileo.

MUESCLA. – Muesca o corte que – como señal – en forma semicircular se hace a los animales en las orejas.

NINO-NINO. – Voz repetitiva para llamar a los cerdos.

ÑIQUE. – Dedo meñique.

OJAL. – Ajuar.

ORISANO/A. – Oveja u otro animal que no lleva señal en las orejas.

PARLAESPESO. – Charlatán.

PASIL. – Pasadera de piedras para cruzar una corriente de agua o un charco.

PERIFOLLADA. – Persona muy arreglada.

PERILLÁN. – Muchacho travieso.

PIPÍ-PIPÍ. – … repetitivo para llamar a las gallinas. También en Extremadura.

PIPO. – Hueso de la fruta o de la aceituna.

PITERA. – Herida en la cabeza.

PLASTA. – Pesado, aburrido.

POCHA. –Fruta podrida o que empieza a pudrirse.

POLIS, EN. – Estar en vilo, en situación difícil.

POSÍO. – Terreno que se destina a pasto mientras el resto se dedica a siembra.

POTRICOS. – Chispas que saltan de la lumbre.

RAMPALLO. – Ser tenebroso que se emplea para asustar a los niños.

RESPAJILÓN. – Se emplea para hacer referencia a cuanto es superficial o que pasa rozando, en Extremadura.

REBUJÓN. – Lío desordenado de ropa.

RIÁ BORREGA-RIÁ BORREGA-RIÁ … – Retahíla que se utiliza para arrear a las ovejas en los desplazamientos de los mismos.

ROÍJO. – Ramas, hojas y demás arbustos comestibles que el ganado aprovecha en el campo.

RONCHA. – Ampolla, sarpullido que surgen en la piel.

SALACIÓN. – Exhalación, relámpago, rayo.

SALAMÁNTICA. – Salamandra, salamanca de agua.

SOLAPA. – Hipocresía.

SOLAPÓN. – Hipócrita.

SOPLAMOCOS. – Tortazo.

TABARRO. – Tábano.

TAJA. – Asiento pequeño de madera. En Extremadura, tajo, asiento hecho de corcho. Tajá, borrachera.

TAPAO. – Cerca de un terreno. Es un lusismo, propio de los pueblos de la frontera con Portugal- También en algún pueblo cacereño, como Cilleros.

TARANDANGO. – Persona informal, poco seria.

TARRA. – Recipiente pequeño de barro para guardar sal u otro aliño de la cocina. Los que son algo más grandes sirven para contener leche o aceite.

TARUGO. – Persona torpe. o zoquete: Persona torpe.

TETIRRATAS. – Se aplica a las hembras del ganado que tienen ubres pequeñas. E igualmente a las mujeres, según reza un refrán muy conocido en la comarca: «La mujer, la oveja y la vaca, tetirratas». Jesús Hernández Borgas dice no haber oído por la zona de Sando el dicho, pero sí «La mujer, la oveja y la burra son las que tienen la cabeza más dura».

TIESTO. – Cacharro de barro.

TRIFUSCA. – Riña, pendencia.

VERRUNCHO. – Nombre que recibe cualquier pequeño abultamiento de piel, ya sea grano o algo semejante que se forma tras la picadura de un mosquito.

VOCERAS. – Persona que es presumida y fanfarrona y habla más de lo que se considera prudente u oportuno. También: Persona boba o inoportuna

YERBAZAL. – Lugar donde abunda la hierba.

ZAMPABOLLOS. – Persona que come mucho.

ZANCAJOSO/A. – Bestia cuyas patas traseras se han ahorquillado, juntando los corvejones y separando las pezuñas. Figura en el Dicc. de la Rae.

ZANGARRÓN. – Copla que tiene un tema burlesco.

ZARRAMASCA. – Hojarasca de la encina que se utiliza para avivar la lumbre. Una brazada de ellas se llama zarramascá.

ZOQUETE. – Persona torpe.

ZORRA. – Ganado ovino rojizo.

ZURRIAGA. – Los dos palos desiguales – uno abro o mango, el más corto, y otro, el manganillo, el más largo, unidos por una charnela– que se utilizan para varear las encinas en la montanera.

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-VERGARA MARTÍN, Gabriel María. Proverbios, locuciones, frases proverbiales y dodismos españoles. Madrid, 1923.



Etnografía y folklore de la comarca de Ledesma (y III)

RODRIGUEZ PLASENCIA, José Luis

Publicado en el año 2023 en la Revista de Folklore número 493.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz