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La devoción por el Señor de la Buena Muerte en Villa Reducción (Cordoba) y sus resignificaciones epocales

FALETTI, Marcos Ariel

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 490 - sumario >



En el folklore en general, y en las expresiones sudamericanas en particular, se guarda especial atención a la muerte a través de diversas representaciones y prácticas. Desde los rituales y exequias que auguran el tránsito del alma a un lugar sagrado para quienes han fallecido, las prácticas conmemorativas que se reiteran cíclicamente dando lugar a diferentes celebraciones, la canonización popular de quienes mueren en condiciones singulares o los señalamientos de sitios específicos en donde se ha dado muerte trágica a personas, entre otras formas. Ciertas prácticas tradicionales han quedado en el olvido o han sido restringidas por considerarse perturbadoras del orden y de la salud pública; aunque muchas otras se han transformado y resignificado posibilitando la continuidad del folklore bajo otras condiciones socio-históricas.

Este trabajo recupera el proceso de transformación y resignificación de sentidos en torno a las tradiciones locales como eje fundamental. Su objetivo general es analizar aspectos históricos, prácticas simbólicas y contenidos imaginarios en torno a la devoción por el Señor de la Buena Muerte en Villa Reducción (Córdoba, Argentina). En lo que concierne a lo específico del enfoque, se hace hincapié en la resignificación imaginaria de la idea de la buena muerte que subyace en la nominación de la devoción. El imaginario popular da forma permanente a tal idea en función de aspectos biográficos y condiciones históricas dinámicas.

La comprensión de esta expresión religiosa nodal del sur de la provincia de Córdoba merece la consideración de aspectos históricos, prácticos y simbólicos que se enlazan entre sí. La labor etnográfica realizada desde el 2008, iniciada en el marco de la Beca Doctoral de CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina), y el uso de fuentes documentales y trabajos precedentes sobre historia regional, posibilita el cruce de las narrativas que se presentan en este trabajo.

Trazos históricos de la devoción

La localidad de Villa Reducción, situada en el Departamento Juarez Célman, al sur de la provincia de Córdoba, en Argentina, es escenario de una de las mas populares festividades religiosas. Se trata de la devoción por el Señor de la Buena Muerte, un Cristo crucificado entronizado en la antigua capilla de dicha localidad en tiempos coloniales que adquirió protagonismo en las contiendas entre indígenas, blancos y criollos. Los orígenes de la localidad de Villa Reducción se remontan a tres hitos fundacionales según el relato de Costa (1991): la primigenia reducción de indios pampas en el paraje denominado por aquel entonces como el Espinillo, sobre la margen sur del Río Cuarto (Córdoba, Argentina), a cargo de la Compañía de Jesús, cuya vida en tiempos de la colonia española fue efímera (1691-Fines del Siglo XVII); el posterior restablecimiento de la reducción de indios pampas bajo el nombre San Francisco de Asís, a cargo de los Padres Franciscanos del Convento de la ciudad de Córdoba (1751-1783); y la fundación en 1795-1796 de un emplazamiento cívico-militar por parte del Comandante Francisco Domingo Zarco, sobre la base de la antigua reducción, bajo la denominación de Jesús María o Jesús María del Río Cuarto en alusión a las imágenes que presidirían la antigua capilla y la vida cristiana de la población. Sin embargo ninguna de estas denominaciones prosperó declinando ambas ante el uso del nominativo Reducción. Considerando estos tres hitos históricos vale subrayar la acción estratégica de la Iglesia Católica en la región, la cual intervino como mecanismo de control y disciplinamiento de los indígenas mediante su «reducción» en comunidades y su consecuente evangelización. La acción fue encomendada inicialmente a la Compañía de Jesús la cual fundaba comunidades convirtiendo a los indígenas al catolicismo, anclándolos en un territorio definido, asegurando con ello el control y la permanencia del emplazamiento adhiriendo a los preceptos de la doctrina católica.

En la zona sur del territorio cordobés, sobre las márgenes del Río Cuarto, desde 1637 se enviaron misiones volantes o correrías que tenían como objetivo práctico la administración de sacramentos de confesión y comunión a los indígenas a través capillas portátiles que se llevaban en carretas. En 1691 se fijó el establecimiento definitivo de una reducción en el denominado «Paraje del Espinillo», actual emplazamiento de la localidad de Reducción. Mediante la misma se fijó a los indígenas a un espacio localizado y bajo la alianza de la orden religiosa con el poder político, no solo se evangelizó a los indígenas sino que se les inculcó la vida comunitaria y la agricultura. Sin embargo esta empresa en la región estuvo condicionada por los conflictos entre los indígenas catequizados y no catequizados, lo cual derivó en múltiples enfrentamientos que no permitieron el progreso esperado por los religiosos, produciéndose la disolución de la primera reducción en 1692.

Hacia 1745 los Jesuitas aceptaron nuevamente el ofrecimiento de emprender la tarea misionera en la región «del Espinillo» aunque dos años más tarde declinaron. Fueron entonces los Franciscanos del Convento de Córdoba quienes, a partir de 1751 retomaron la misión y la sostuvieron por casi tres décadas. Las condiciones desfavorables del terreno, la falta de provisión de agua y la desprotección frente al avance de los indígenas no catequizados fueron algunas de las causas que llevaron a la disolución de la misma y al retiro de los religiosos. Quedaron afincados allí algunos indígenas reducidos y lugareños –españoles, pardos, mulatos europeos y esclavos- totalizando alrededor de 90 habitantes hacia el 1788.

La instauración del fortín en 1795-1796, a cargo de Zarco, y la consecuente fundación cívico-militar del pueblo de Villa Reducción fueron acompañadas del emplazamiento de la capilla y la dotación de la imagen del Santo Cristo secundado por la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. El devenir histórico en esta nueva etapa no fue menos discontinuo que en las precedentes. Tras la relocalización del pueblo desde la margen sur a la margen norte del Río Cuarto, a fin de erigirse en posta del camino real para la provisión de víveres y animales de renuevo, se dieron vaivenes migratorios que hacia el 1825 la despoblaron y dieron fin a la reducción indígena. Sin embargo el poblamiento criollo permaneció e hizo frente al hostigamiento en esta zona de frontera. La confrontación con los aborígenes, sobre todo en la región que comprendía Córdoba, Entre Ríos y Buenos Aires hasta el río Salado, se vio aumentada día a día por el acrecentamiento de las partidas de españoles en busca de ganado cimarrón y por el establecimiento de estancias que lentamente iban extendiéndose hacia el Sur. El llamado «problema del indio» se instalaba como parte de la situación política, militar y geográfica en el centro de una dilatada región al sur de la Línea de Frontera, para las provincias de Córdoba, San Luis y la casi inexplorada Pampa. Las tensiones, conflictos y resistencias indígenas limitaban las condiciones de vida en la región. Los malones se convirtieron en el factor causal de la merma y empobrecimiento de la localidad.

Los indios se llegan a caballo hasta las estancias, sin aviso alguno en lo profundo de la noche […] y roban el ganado. Éste es el objetivo principal de sus excursiones de pillaje; aunque atacan y matan a los gauchos dondequiera que los encuentren. […] A las mujeres jóvenes y a los niños que encuentran, se los llevan de vuelta sobre sus caballos para hacerlos sus esclavos (Campbell Scarlett citado en Garrido 2005:12).

La buena muerte como defensa ante el ataque de los indígenas

En ese contexto de permanentes tensiones entre los indígenas y el avance de españoles y criollos en pos de la ocupación territorial, se sitúan los relatos épicos en los que la imagen del Cristo hace sus apariciones sosegando los malones y protegiendo a los pobladores que aún permanecían afincados en el paraje de Reducción. Según el relato religioso la imagen del Santo Cristo, provista por el Capitán Zarco para su entronización en la antigua capilla, habría sido objeto de una naciente devoción a principios del siglo xix.

A partir de 1813 comienza a despoblarse Reducción. Las guerras de la independencia diezmaron la población y debilitaron el ganado y las caballadas. Cuando comienzan las guerras civiles, no quedan defensas contra los indios. Los ranqueles son cada vez más numerosos y su poder no encuentra obstáculos. Los pobladores viven atemorizados y muchos huyen. La iglesia construida por Zarco está en ruinas. En estas circunstancias comienza a nacer la tradición del poder del Cristo o Señor de la Buena Muerte de Reducción. Cuando el pueblo no tiene armas para rechazar el malón confía en la protección del Cristo. Y es fama que los indios no pueden saquear el pueblo, gracias a la protección divina (HR 1974:4).

La denominación de la buena muerte, e inclusive los sucesos legendarios, serían atribuciones dadas a la imagen del Cristo en función de las condiciones locales de vida y los sucesos acaecidos, según consta en la misma fuente:

En 1854 se hacen cargo del curato de Río Cuarto los misioneros franciscanos de Propaganda Fide, y comienzan la ardua tarea de construir iglesias, catequizar y bautizar. Acompañan a los soldados en sus excursiones tierra adentro, se preocupan por el indio y por su conversión al cristianismo. A ellos les toca atender la iglesia del Santo Cristo de Reducción, que a partir de entonces empieza a llamarse: «El Señor de la Buena Muerte». Fray Quírico Porreca compone y edita una novena consagrada a su fiesta. En 1878 colocan la piedra fundamental de un nuevo templo. Es entonces cuando cobra cuerpo definitivo la devoción popular y la tradición mantenida de boca en boca, sobre el Santo Cristo (HR 1974:6).

Respecto al sentido de la denominación de la buena muerte vale decir que Fray Quírico Porreca es quien ofrece los fundamentos, y acaso sería el mentor de la misma.

La Villa de Reducción no escapó al asedio del indio, pero gozó de la protección del Santo Cristo y así, tanto quienes la habitaban como los que transitaban por el Camino real, aterrorizados por el inminente peligro de sufrir algún ataque, eligieron el Santo Cristo como su Protector y para «salvarse de la muerte horrenda le dieron el nombre de EL SEÑOR o CRISTO DE LA BUENA MUERTE», denominación con la que se lo conoce actualmente. (Material de Difusión de Villa Reducción).

Sin embargo vale destacar la preocupación ya instalada en la sociedad desde la época colonial sobre la muerte repentina sin asistencia espiritual, sacramentos y redacción final del testamento (Martínez de Sánchez 2008). En las condiciones particulares de significación dadas en este caso la buena muerte se define, por contrasentido a la muerte violenta e inesperada en manos de los indígenas.

Las apariciones y acciones protectoras de la imagen recogidas de la tradición oral decimonónica por los religiosos son las siguientes:

Los malones repetidos pasaban con frecuencia cerca de Reducción y algunos llegaban a las cercanías de Villa María. En varias oportunidades intentaron arrasar al pueblo donde estaba la Imagen del Santo Cristo, pero nunca lo lograron. Circunstancias imprevistas los hacían desistir. Según la tradición popular, el Señor de la Buena Muerte, en algunas oportunidades se les apareció y los aterrorizó. Esta escena está perpetuada en una pintura en las paredes del actual Santuario y atestiguada por documentos de varios misioneros franciscanos que la escucharon de sus protagonistas. Incluso los indios, después de su derrota, tuvieron gran respeto por la Imagen y fueron muy devotos (HR 1974:6).

Las notas inéditas de Fray Quírico Porreca referenciadas en los documentos de difusión del culto ofrecen mayores detalles sobre el tipo de apariciones de la imagen.

Según Fray Quírico Porreca, tras haber decidido los indios incendiar y matar los habitantes de la Reducción, por considerarla un obstáculo para sus invasiones, sabiendo que no había soldados para detenerlos, se acercaron con esa finalidad al pueblo y viendo «(…) salir de él un gran número de soldados mandados por un jefe de hermosa figura montado en un elegante y gigantesco caballo blanco, empuñando una blanca lanza a cuya vista los indios, despavoridos, abandonaron la empresa y volvieron a sus tolderías…» Lo que le fue narrado por muchos cautivos que lo habían escuchado de boca de los propios indios, siendo corroborado luego por estos mismos. Mas adelante, Porreca se pregunta: «¿Ese jefe no habrá sido el Señor de la Buena Muerte?» y se responde «No me cabe la menor duda. (Material de Difusión de Villa Reducción, pp. 5).

Monseñor Juan Bautista Fassi en su trabajo Reducción y su Santuario presenta una versión similar de los hechos.

Pero los indios no se dieron por vencidos (…) un día que los pocos hombres habían salido a una boleada de avestruces, cayó de improviso un malón de indios con el propósito de llevarlo todo a sangre y fuego y estaban a punto de conseguir su intento, cuando apareció el Santo Cristo despidiendo rayos de luz que puso en fuga a todos los asaltantes. Desde ese día los hijos del Carrizal no se atrevieron mas a acercarse a nuestra Villa (Fassi citado en Material de Difusión de Villa Reducción, pp. 5).

El mural pintado a principios del siglo xx por Carlos Camilloni (1882-1950), en el coro del templo sobre el altar, sintetiza ese relato:

Pintura del templo que representa la tradición popular de la Aparición del Santo Cristo a los indios que intentaban destruir la villa en sus malones» (HR 1974:4).

El trabajo etnográfico permitió indagar las continuidades, resignificaciones y cambios respecto al relato documentado. Los testimonios tomados al azar de primera mano remiten al relato de las apariciones del cristo ante los malones indígenas, haciendo hincapié en su carácter protector, siendo este suceso el fundamento para que surja la devoción y se extienda más allá de los límites locales.

Dice que se aparecía a los indios para proteger el pueblo y así la iglesia no fue atacada y de ahí que la gente empezó a creer en que era milagroso (Registro de Campo –María, 27 años; 2-5-2008).

La localidad es definida como un refugio en un contexto histórico marcado por la presencia del indígena en tensión con los pobladores.

La imagen del cristo defendía a la gente que vivía acá en la época en que toda esta zona era ocupada por indios. Mi mamá me contó que decía que el señor se aparecía cuando ellos venían y entonces se iban por eso la gente se refugiaba acá para salvarse (Registro de Campo - Luisa, 61 años; 3-5-2009).

Se destaca la hostilidad del indígena respecto a la ocupación del lugar y sus intenciones de destruir el templo como representación de la resistencia a la instauración de la fe Católica.

Es una imagen milagrosa que desde que la trajeron protegió al pueblo ahuyentando a los malones que atacaban al pueblo queriendo llevarse cautivas a las mujeres y destruir la iglesia. Primero la gente que pasaba se protegía acá, y después empezaron a venir a hacer promesas como ahora (Registro de Campo - Miguel, 47 años; 1-5-2011).

En todos los casos el desenlace se produce por la huida del indígena ante la aparición de la imagen del Cristo. No se ofrecen mayores detalles sobre la forma que tomaron tales apariciones, ni se menciona la posterior conversión y devoción de los indígenas. Se alude al conocimiento de tales sucesos por tradición oral y no se mencionan fuentes documentales.

La buena muerte como defensa ante la adversidad económica

Superada la resistencia de los pobladores de Reducción a los embates con los indígenas, y en consonancia con el avance sistemático del Estado, las instituciones y la privatización de las tierras en la región hacia fines del siglo xix, comenzó una etapa mas pacífica en la cual el relato es resignificado, en términos de acción protectora de la imagen para la continuidad y desarrollo local.

Los indios han sido derrotados en la guerra del desierto, las tierras se repartieron entre los vencedores y comienzan a ser pobladas por inmigrantes. Italianos, españoles, eslavos, llegan como humildes peones o arrendatarios a enfrentar la aventura de cultivar la pampa. La tarea es dura, el tiempo no acompaña, los patrones y dueños son implacables y los nuevos pobladores encuentran en la imagen del Santo Cristo, la confianza y esperanza que los alienta a seguir luchando. Cada año para las fiestas de Reducción se encuentran los inmigrantes recién llegados, los antiguos pobladores y los descendientes de indios refugiados en los orillas de las poblaciones. Allí lloran su angustia y buscan la esperanza que nace de la confianza en Dios y en la protección de la imagen milagrosa (HR 1974:6).

La imagen del cristo se convierte así en patrono de las cosechas y de los trabajadores rurales que encuentran en esta devoción la protección para poder tener una buena cosecha, lo cual augura una buena vida y por consecuencia la providencia necesaria para una buena muerte. La lucha ya no es contra el indígena como factor limitante sino contra la incertidumbre de las condiciones ambientales y las tensiones entre los terratenientes y los trabajadores de la tierra; todos factores que podrían condicionar el desarrollo local llevando a la muerte bajo condiciones indignas.

Bajo este tiempo de resignificación del culto en torno a las condiciones sociales de aquel entonces, se erige la festividad como espacio de encuentro de los pobladores de la región. El material fotográfico documenta la existencia de procesiones al Señor de la Buena Muerte junto a las imágenes de La Dolorosa –o nuestra Señora de los Dolores- y San Juan, hacia la segunda década del siglo xx. A partir de 1932, con la creación de la parroquia de Reducción y el nombramiento de Monseñor Juan Bautista Fassi se formalizó la organización de las fiestas patronales a través de la creación de comisiones en las que participaron lugareños e instituciones locales.

Ciertos testimonios orales dan cuenta de la resignificación del relato ajustándolo a particularidades biográficas de los entrevistados y a una perspectiva más general desde el punto de vista histórico.

La historia del señor es la de ser milagroso porque permitió que este pueblo esté acá y que toda la gente pueda venir y volver. Yo vengo hace ocho años seguidos desde que mi papá tuvo un accidente y se curó. Le cumplo siempre porque él nos protege para que estemos bien de salud y salir adelante (Registro de Campo - Omar, 42 años; 1-5-2008).

Sé que cumple todo lo que le pedís porque lo viví en mi familia, y por eso la gente cree tanto. Desde chico hago la procesión y es una bendición que lo tengamos acá porque nos protege y si el pueblo sigue adelante es porque lo tenemos de guardián al santo (Registro de Campo - Jorge, 58 años; 1-5-2010).

En todos los casos se consideró la presencia de la imagen como un factor favorable que posibilitó la existencia y continuidad de la localidad, así como la obtención de favores y protección personal. Las vicisitudes económicas acaecidas en las últimas décadas del siglo xx en Argentina ofrecieron material suficiente para que desde las narrativas religiosas y políticas se invoque a la imagen del Señor de la Buena Muerte como protector del desarrollo local ante las situaciones que amenazaban la prosperidad del sector agrícola y ganadero.

Más recientemente dos hechos singulares siguieron alimentando la idea de la «buena muerte» en torno a la devoción. Uno de ellos es el caso de Teresa Ramelia, de 95 años de edad oriunda de Laboulaye (Cba.) que pidió ser llevada en ocasión de la fiesta patronal, el 3 de Mayo de 2010, porque no sabía si podría volver al año siguiente dada su edad. Ese día murió en el santuario, a los pies de la imagen, luego de sufrir un paro cardiorrespiratorio. En referencia a este caso un diario publicó «Era lo que ella deseaba y fue a pedir, una buena muerte» (Día a Día, 4 de Julio de 2010). Otro caso, de mayor impacto emocional en la comunidad de creyentes, fue la muerte del Padre Víctor Pugnatta, párroco de Reducción y continuador de la obra de atención del santuario y difusión de la devoción iniciada por sus predecesores. Como lo expresa el matutino antes mencionado:

Lo misterioso resultó que unas horas después de que este religioso celebrara la misa del 1º de mayo de 2006 junto a miles de peregrinos como nunca antes había tenido hasta ese año la historia del santuario, el párroco murió (Día a Día, 4 de Julio de 2010).

La organización de la fiesta del Señor de la Buena Muerte

La festividad religiosa se lleva a cabo el 1, 2 y 3 de Mayo de cada año en la localidad de Villa Reducción. El tiempo celebratorio inicia previamente con la novena al Señor de la Buena Muerte que se desarrolla 9 días antes de la fiesta central del 3 de Mayo. Una vez iniciada la festividad, la peregrinación al Cristo de Reducción constituye una de las prácticas más representativas, en función del carácter multitudinario y del sentido sacrificial, devocional, renovador y promesante que le atribuyen quienes participan. La agrupación de peregrinos mas numerosa es la que parte desde Río Cuarto, ciudad que dista a 50 Km. de Villa Reducción, aunque con el mismo sentido lo hacen otros peregrinos desde localidades cercanas. En Reducción los esperan las misas diarias que se ofician en el templo o en la plaza del pueblo, la procesión de antorchas, el vía crucis y la procesión con la imagen del Cristo que completa la secuencia de ritos instaurada por la Iglesia. La administración de sacramentos –confesión y eucaristía- y el despliegue de otras prácticas religiosas asociadas –oraciones, encendido de velas, entrega de ofrendas y exvotos, realización de promesas, bendición de objetos y mascotas- completan la descripción de los ritos en torno a la devoción. Tales prácticas cargan de sentido al espacio público –Plaza, Avenida del Vía Crucis, Ermita y Cruz chica- configurando un circuito que tiene como enclave fundamental el santuario que atesora la imagen del Señor de la Buena Muerte. El templo, construido sobre las bases de la antigua capilla, constituye el núcleo de esta hierópolis que, desde principios del siglo xxi, ha popularizado su denominación de Tierra Santa.

La concurrencia histórica a la festividad se cifra entre 60.000 y 120.000 visitantes según los medios de comunicación de la región, mas allá de los cambios y la reciente reactivación provocados por la Pandemia. La acogida de tal multitud, en una localidad que cuenta con poco mas de 2000 habitantes, activa sinergias entre diferentes esferas estatales –local, provincial, nacional-, religiosas –parroquial, diocesana- y sectores privados –transportistas, comerciantes-. Tal logística es clave para poder llevar a cabo la festividad, instaurar la feria de comerciantes y gestionar la circulación de grandes masas de visitantes. La festividad constituye así un espacio de encuentro de diversos actores, retóricas, sentidos y prácticas que responden a intereses diversos y no exclusivamente devocionales. Así se sostiene la permanente activación de un evento que permite la mostración de aspectos icónicos y prácticas religiosas en las que se articula pasado, presente y futuro. En ese continuum se perpetúa el relato, y con ello se construye una realidad en la que lo religioso es indispensable para garantizar ciertas condiciones de existencia.

La sinergia entre la gestión municipal y la Iglesia Católica, en sus diferentes estamentos, es la piedra basal en la organización y promoción de la festividad. Si bien el patrimonio religioso que aporta la Iglesia Católica es insoslayable, el estado municipal aporta recursos materiales y humanos. Para ello se vale de la vinculación con instituciones y con otras esferas gubernamentales provinciales y nacionales, promoviendo la difusión de la fiesta y mejorando las condiciones para la acogida y permanencia de los visitantes. Esta díada consolida la territorialidad católica en la región.

La intención de que arriben visitantes a Villa Reducción durante todo el año es sostenida mutuamente por el estado municipal y la Iglesia, y es reforzada comunicacionalmente a través del sitio en internet del municipio, el cual hace hincapié en visitar la «Tierra Santa» todo el año. La Iglesia ha forjado un calendario de eventos religiosos a lo largo del año, entre los que se destacan los retiros espirituales y encuentros de jóvenes, de una envergadura significativamente menor al de la fiesta. Se sostiene de ese modo un movimiento discontinúo de visitantes, siempre ligados al desarrollo de eventos religiosos en los que se vive una experiencia cualitativamente diferente a la del turismo de masas.

La difusión de la festividad a través de medios gráficos y audiovisuales zonales, especialmente de Río Cuarto, se intensifica los días previos a la festividad en los cuales se anticipan los preparativos y se comunica el programa de actividades religiosas. Además, se hace hincapié en cuestiones logísticas desplegadas por el municipio a fin de garantizar las condiciones de seguridad, higiene y confort en las que se llevará a cabo la misma. Se observa una paulatina transformación de la localidad en términos urbanísticos, especialmente en lo que respecta a los espacios centrales de circulación de visitantes durante la festividad. Por el contrario, la articulación de los preparativos festivos con los intereses comerciales, como el desarrollo de circuitos culturales con fines turísticos, no representa un avance significativo al menos durante el período en el que se llevó a cabo el trabajo de campo. El acuerdo comercial clave se establece con las empresas de transporte, especialmente de la ciudad de Río Cuarto, a fin de promover la traslación de los visitantes a través de servicios permanentes que unen la ciudad de Río Cuarto y Reducción. Esto es de capital importancia en tanto posibilita el flujo turístico. Se activa el quehacer comercial informal, fundamentalmente vinculado a la provisión de alimentos y al desarrollo de emprendimientos gastronómicos familiares que actúan durante la festividad para satisfacer la demanda desbordante de los visitantes. Se amplían los horarios de atención de los comercios locales preexistentes, y temporalmente se activa una feria de puestos donde predomina el comercio de productos manufacturados en manos de puesteros extralocales que los adquieren en compras mayoristas en grandes centros urbanos como Buenos Aires y Córdoba. En este último caso la municipalidad interviene gestionando, administrando y proveyendo las autorizaciones temporales para la instalación de los puestos en sectores urbanos destinados para tales fines. Lo mismo ocurre con los puestos de comidas rápidas que mayormente quedan en manos de comerciantes extralocales, pese a la incipiente y limitada participación de cooperadoras escolares que ofrecen productos alimenticios caseros para recaudar fondos.

Sería ingenuo pensar que las estrategias planificadas del estado municipal y de la Iglesia determinan el movimiento masivo de visitantes, especialmente en lo que respecta a aquellos que asisten por su devoción al santo. Evidentemente la experiencia subjetiva trasciende toda logística produciendo un lazo social y espiritual que se renueva anualmente. La apropiación del relato popular que otorga santidad a la imagen, su resignificación en función de los avatares biográficos singulares, su retransmisión en el seno familiar como parte del universo simbólico que se desea proyectar en las generaciones venideras y su anclaje en el sistema de creencias religiosas imperantes, otorga un sentido significativo a la existencia y a la cotidianeidad de los creyentes. Esta interpretación se sustenta en la emocionalidad con la que los devotos participan de la festividad mas allá de las condiciones estructurales y organizativas en las que se lleve a cabo la misma. Volver a Reducción anualmente se torna un imperativo en sus vidas, un modo de renovar su adhesión al sistema de creencias que los estructura y que les otorga certezas ante la inquietante incertidumbre de la existencia. Este puntal imaginario cobra un sentido trascendente y protagónico frente al aprovechamiento racional –económico, político, institucional- de otros actores. Sin embargo todas las apropiaciones posibles se conjugan, se articulan, se tensionan pero también se alimentan una a otra, configurando este singular epifenómeno cuya vital pervivencia responde a múltiples intereses y necesidades humanas.

La pandemia por COVID y su participación en el sentido de la buena muerte

La situación mundialmente conocida en torno al COVID provocó la discontinuidad de la festividad en los términos descriptos inaugurando una nueva página en la gestión de la celebración: su organización virtual. Tal cual lo anunciaron las autoridades municipales de Villa Reducción y el rector del santuario, la celebración se desarrolló de manera virtual durante los últimos años para evitar la aglomeración, siendo presencial solo para los devotos de la localidad. Con la recuperación de ciertas condiciones sanitarias adecuadas para la realización habitual de la festividad, el 2022 permitió recuperar la tradicional organización que contó con una participación superior a los 70.000 concurrentes, según se informó a través de un medio de comunicación provincial.

Desde su virtualización hasta el retorno de la celebración en su modalidad habitual, la salud ha sido un contenido clave en torno a las narrativas y las motivaciones de los devotos. La buena muerte se asoció a la idea de sobrevivir a la pandemia y superar las adversidades sociales y económicas efecto del aislamiento. Cadenas de oración, peticiones de devotos, sermones, se convirtieron en textos nutridos de asociaciones entre la imagen del Cristo, la salud, la pandemia y la buena muerte.

La pandemia nos ha dejado secuelas anímicas graves en familias que han perdido a sus seres queridos y están aquellos que lograron superarlas, por lo que se espera para nuestra fiesta una presencia masiva de fieles que vendrán a rogar por los que se fueron y aquellos que vienen a agradecer por la vida», expresó el rector del Santuario de la Buena Muerte presbítero Daniel Gallardo. (El Portal Regional, 28-4-2022).

Las condiciones actuales posibilitan que se recupere parte del sentido inicial de la devoción en el que se enlaza la imagen del Señor de la Buena Muerte como protector ante el fallecimiento inesperado a causa de un factor externo; así como protector de la subsistencia de la comunidad ante la incertidumbre provocada por la extensión del virus y la vulnerablidad del sistema de salud local.

Consideraciones finales

Sintetizando algunas cuestiones, en cruce con los aportes de diferentes autores, hallamos en el relato de las apariciones del Cristo en Villa Reducción la matriz equiparable, tanto en su forma como en su contexto histórico, a la de otros relatos de apariciones acaecidas en las luchas entre españoles e indígenas en el noroeste argentino en el siglo xix (Granada 1959). Del mismo modo se hallan otros relatos precedentes, como el caso de las luchas entre moros y cristianos en la península ibérica en el siglo XIII, que reseñan episodios bélicos similares donde la aparición o señales del Señor permiten el triunfo de quienes representan al cristianismo contra los infieles (De Ribadeneyra 2000). Con ello aludimos a la repetición de un relato donde la matriz central está conformada por la idea del conflicto entre el bien y el mal, y la resolución del mismo mediante la intervención de un poder sobrenatural que se encarna bajo la figura de una entidad que luego deviene héroe, mito, devoción y festividad.

En los testimonios recogidos en el trabajo etnográfico y los derivados del análisis documental se expresan continuidades respecto a la acción protectora de la imagen del Cristo en situaciones desfavorables. La idea de la «buena muerte» asociada al «problema del indio», propia de las tensiones de la región en el siglo xix, vira hacia la idea de la «buena muerte» como correlato del buen vivir en torno al desarrollo agropecuario regional y local en el siglo xx. Las vicisitudes económicas y ambientales desfavorables para el desarrollo de la región se tornan factores claves para la resignificación de las narrativas en torno al culto por el Señor de la Buena Muerte, siendo patrono local y de los campesinos que se encomiendan a su protección. Mas tardíamente, hacia finales del siglo xx serán las crisis económicas nacionales las que impactarán en los relatos y harán de la festividad un espacio en el que se apele al santo para poder superar tales adversidades. El siglo xxi aporta la Pandemia y con ella el enlace de la «buena muerte» asociada al «problema del COVID». La permanente resignificación de la idea de «buena muerte» en torno al Cristo de Villa Reducción revitaliza el culto otorgándole sentido en torno a los acontecimientos actuales. El contexto se hace texto en las narraciones de los devotos y de ese modo se mantiene vigente la creencia en torno al santo y a su poder protector. Desde este aspecto cobra sentido el abordaje de la dimensión histórica en el estudio antropológico, en tanto ofrece los significados que legitiman, sostienen y alimentan un modo de construir la cotidianeidad y operar sobre ella a través del imaginario religioso.

Marcos Ariel Faletti
Doctor en Filosofía y Letras con mención en Antropología (Universidad de Buenos Aires), Licenciado en Folklore (Universidad Nacional de las Artes). Docente del Departamento de Arte y Cultura de la Universidad Nacional de Río Cuarto y de la Licenciatura en Psicología de la Universidad de Mendoza.



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BIBLIOTECAS

Biblioteca del Museo Histórico Regional, Río Cuarto (Cba.)

Biblioteca del Seminario Mayor Jesus Buen Pastor, Río Cuarto (Cba.)

Biblioteca Popular Mariano Moreno, Río Cuarto (Cba.)

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Archivo Histórico del Convento San Francisco Solano, Río Cuarto (Cba.)

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La devoción por el Señor de la Buena Muerte en Villa Reducción (Cordoba) y sus resignificaciones epocales

FALETTI, Marcos Ariel

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 490.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz