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Revista de Folklore número

488



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Un cuento extremeño: «San Antonio y el peral». Estudio, difusión y nuevas aportaciones (II)

DOMINGUEZ MORENO, José María

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 488 - sumario >



A Maribel García Paniagua

En el año 1910 Rodríguez Marín interviene en el Ateneo de Madrid en un encuentro sobre la copla, que va a suponer un revulsivo para el estudio de estas manifestaciones populares. Junto a él tomarán parte personajes de la talla de los hermanos Álvarez Quintero, Mariano Miguel de Val y Luis Maldonado[1]. Este último, catedrático de derecho y rector de la universidad de Salamanca, fue uno de los pioneros en la investigación de las tradiciones de su tierra. En su conferencia, La copla charruna, inserta una serie de canciones alusivas al tema que nos ocupa, aunque no señale el origen de las mismas ni aluda al cuento que las originó. Refiriéndose a la gente del campo salmantino Luis Maldonado señala:

… el campesino es hondamente religioso; mas, unas veces por ironía, otras por queja de mercedes no conseguidas, se indigna, ya que no contra Dios mismo, contra algún santo sordo á los ruegos, y le dedica coplas del tenor siguiente:

¡So! ¡So! Soberano San Marcos.

¡So! ¡So! Soberano Señor,

que juísteis elegío

para ser Madre de Dios.

Era de nogal el santo,

que lo hizo un carpintero;

por eso pesaba tanto

el demonio del madero.

Era de nogal,

era de nogal el santo.

Era de nogal;

por eso pesaba tanto

aquel animal.

San Blas bendito y glorioso,

que glorioso os podéis llamar,

que del pesebre de mi burro

sois hermanito carnal.

San Blas bendito y glorioso,

esposo de Jesucristo,

que fuisteis virgen y mártir,

y luego fuisteis obispo[2].

Es cierto que Maldonado no cita la procedencia de las referidas coplas, lo que resultaba muy normal en aquel tiempo, al contrario de lo que ocurrirá con recopiladores más tardíos de los cuentos salmantinos. Tal es el caso de José Luis Puerto, al que debemos tres versiones del sur de la provincia[3]. De Miranda del Castañar proceden estos versos:

Oh santos Cristo bendito

vecino del Madroñal,

del pesebre de mi burro

vos sois hermano carnal.

En la mayoría de las ocasiones los cuentos y chascarrillos se dirigen como puyas contra las poblaciones cercanas. Otro cuento de Mogarraz («San Valerio y el pesebre») se enmarca en la localidad de Valero. Como se hubiera deteriorado la imagen del patrón San Valerio, el cura le solicitó a un paisano un cerezo para tallar uno nuevo. Se lo dio con una doble condición: que el sobrante de la madera se la devolvería para hacer un pesebre para el burro y que él sería el encargado de recitar la primera relación el día de la fiesta. Esta fue así:

Nacistes en mi güerto

fruto nunca te vi,

los milagros que tu hagas

me los claven a mí aquí.

¡Oh San Valerio bendito,

naciste en el cerezal,

del pesebre del mi burro

eres hermano carnal.

Gran semejanza presenta otro cuento de Madroñal («San Sebastián y el pesebre»), que acerca la acción a la vecina Villanueva del Conde. El tronco de un ciruelo sirve para fabricar un pesebre y tallar la figura de San Sebastián. Durante la procesión, según lo prometido, el antiguo dueño del árbol lanza la correspondiente loa:

¡Oh glorioso San Sebastián,

del pesebre del mi burro

eres hermano carnal.

En mi huerta te criastes,

ciruelo te conocí,

las ciruelas no te las ví,

los milagros que tú hagas

que me los claven a mí aquí.

José Luis Gómez Garrido recoge en una primera publicación tres variantes del cuento que titula «En mi huerto te criaste», correspondiendo la última a Salamanca y cuya copla el informante no enmarca dentro del cuento[4]:

Santo Cristo del Ciruelo,

en mi huerto te crié

fruto nunca te vi.

Los milagros que tú hagas,

que me los cuelguen a mí

de aquí [señalándose el miembro].

Las otras dos corresponden a las localidades abulenses de San Juan de la Nava y Aliseda de Tormes. En la primera versión cortan un árbol para confeccionar el consabido pesebre y la imagen de San Sebastián, a la que se dirige el dadivoso hortelano:

San Sebastián bendito,

bendito San Sebastián,

del pesebre de mi burro

eres hermano carnal.

En mi huerto te criaste.

Fruto de ti nunca vi.

Por los milagros que te hagan,

que me los pongan a mí,

en la frente, aquí.

En el cuento de Aliseda el tronco es convertido en la talla de un Cristo y el campesino le invoca con la citada última estrofa, en la que solo varía el primero de los versos: «Árbol de mi huerto fuistes»[5].

Otros cuentos semejantes recopilaría posteriormente en la comarca de La Moraña, de la misma provincia[6]. Se trata de tres versiones que proceden de Pajares de Adaja (604: «San Pablo, hijo de una encina…»), Velayos y Mingorría (605 y 606: «Árbol de mi huerta fuiste»).

El informante de Pajares de Adaja sitúa la acción del cuento en Navalcán (Toledo), donde San Pablo es patrono. De una encina de la dehesa de Calabazas alguien hizo un pesebre y de otra confeccionaron un santo.

Se pone a predicar el cura, a hablar…, dice:

—Ahí tenéis a San Pablo, hijo de una encina de la dehesa Calabaza…

Y dice el de la…, el del pesebre, dice:

—Eso es cierto, —dice—, hermano del pesebre de mi burra.

En Velayo y Mingorría únicamente recoge los versos, que apenas presentan alguna mínima diferencia con los citados de Madroñal.

Indudablemente Castilla y León es una de las comunidades donde este cuento goza de una mayor extensión y popularidad, manteniendo muy curiosas variantes. Entre estas se encuentran las escuchadas por el profesor Cortés Vázquez, por los mediados del pasado siglo en la comarca de Sanabria, en el noroeste de Zamora. Así transcribe el relato número 16, que titula «Cuento del cura y la criada», procedente de Ribadelago[7]:

Una vez un cura tenía una criada y fuoron a güerta el cura y la criada y cuandu le pareción al cura se metioron a selombra dun ciruolu. Y enriba había un rapá. Y el cura y la criada su pusioron a jugare y al cura le decía: Señor cura, señor cura, un rapá. Y el cura le decía: lu que salga, lu que salga. Y le decía a criada: señor cura, un rapá, un rapá que estaba enriba del ciruolu el rapá, pero el cura nun lo vía. Y le repitió diciendo: lu que salga, lu que salga. Después el cura se dió cuenta cuandu lo dixu a criada qu’había un rapá enriba del ciruolo y lus estaba vendu jugare. Y después el cura de verguonza cortóu el ciruolo y lo vendió pa facere santos. Y al primero santo que ficeron dal ciruolo lo pusieron pa la imagen el nome de Benjamín y le dixu el cura:

Na mi guorta te crieste,

ciruelu te coñecí,

os milagros que tú fagas

que me los cuonten a mí.

El otro cuento, recogido en Calabor[8], responde al prototipo: un aliso que es partido a la mitad para hacer un pesebre y un San Sebastián, y la loa la pronuncia el dueño del árbol:

Grorioso San Sabastián,

do pesebre da miña burra

eres hermano carnal.

No meu prao te crieste,

fruta de ti non collí,

os milagros que tú fagas

que non m’os conten a mí.

Pero el mismo pueblo conserva otra invocación dirigida al Cristo del Villar[9]:

Santo Cristo del Villar,

fuste feito d’un peral.

En peras nunca te ví…

Tenemos conocimiento dos cuentos que, aunque reseñados en lugares diferentes, fijan la acción en la provincia de Zamora. El primero de ellos refiere el suceso relatado por un vecino de Cerecinos del Campo al narrador, natural de Siete Iglesias de Trabancos (Valladolid). En el figuran los elementos esenciales: el ciruelo, el pesebre del burro, la talla del patrón San Sebastián y la loa[10]. Son los mismos elementos que topamos en el otro cuento que alude a «un pueblo de Zamora» indeterminado, con la salvedad de que el ciruelo se cambia por el naranjo y San Sebastián por San Bartolomé, según una narración procedente de Pamplona y mantenida por emigrantes procedentes de la provincia castellana[11].

A Valladolid pertenece uno de los relatos recopilados por Arturo Martín Criado que concluye de la misma manera, recordando el devoto el tronco del almendro que había servido para tallar la imagen de San Sebastián[12]. Y a Joaquín Díaz debemos varios más recogidos de la tradición oral castellana: «El naranjo y el Cristo»[13] y «La Higuera»[14]. Así nos presenta el primero de ellos:

Era el alcalde, y era muy bruto, y tenía una huerta, y el cura le dice:
Tiene usted que hacer un Cristo, que ese está muy mal.

Y dice el alcalde:

Tengo un naranjo en tal sitio que se le voy a mandar cortar pa hacer el Cristo, pero con la condición de que el primer sermón, cuando le destapéis, lo diga yo.

Y todos esperando a ver que decía el alcalde —ya estaba hecho el Cristo—; tiran de la cortina y dice:

En mi huerto te criaste, 

naranjo te conocí, 

y los milagros que tú hagas, 

me les traigan a mí aquí.

El argumento apenas difiere del que encontramos en el cuento de Fonpedraza, donde un nogal arrancado en el sitio del Camadal sirve para confeccionar un pesebre y una imagen del santo patrono:

San Bartolomé Bendito 

nacido en el Camadal… 

De la provincia de Soria destacamos la variante de Monteagudo de las Vicarías, donde el recitante de la copla, por el hecho de ser forastero, sufre las iras de las autoridades, lo que no le impide que luego suelte otros versos:

Con vuestro Santo Patrón 

no se han sabido portar, 

al dejarle sin dinero 

al que dice la verdad[15]

Otra versión del cuento, en el que toman protagonismo un Celipe y un Emeterio, se localiza en la burgalesa Guadilla de Villamar. Concluye con estos versos[16]:

Glorioso San Sebastián:

Si no fuera por Celipe

no estabas en el altar

y si yo no me emborracho

sostendrías mi pajar.

Del pesebre de mi burra

eres hermano carnal,

y son de tu mesma carne

la puerta de mi corral,

el palo del gallinero

y la artesa de amasar.

También el investigador Julio Camarena nos acerca a dos cuentos leoneses de las localidades de Caboalles de Arriba y Castrocalbón. Un peral y un manzano acaban siendo la materia prima en la que el tallista moldea la figura del santo, al que en el primero de los pueblos le dedican estos versos:

¡Santo que estás aquí!,

¡primo carnal del pesebre del mio burro!,

¡los milagros que tú hagas

que me los planten a mí en el culo!

En poco difiere la estrofa de Castrocalbón, aunque el informante concluye de una forma un tanto más atrevida:

… los milagros que tú hagas.

que me los cuelguen aqui!

Y el tío cabrón apuntó a la bragueta[17].

Menos irreverente resulta el recitador «Del pesebre de mi burra», un cuento que Aurelio Espinosa escuchó en Cuéllar (Segovia), puesto que lo que se señala es la frente[18]. Este investigador da cuenta de otros dos recogidos en Asturias, aunque de ambos solamente quedan los versos que debieron servir de colofón al relato[19]. Son los enunciados como «Santo Cristo del ciruolo» (n. 421) y «San Adriano yera metsu» (n. 422). De mayor interés resulta el segundo de ellos:

San Adriano yera metsu,

madre de Nuestra Señora,

hermanu de los tsiñuelos

del forgueu de la tía santa,

que pasaba por cualquier cuenya

y non se entornaban.

El santu era de la misma madera que los tsiñuelos.

Pero no son los únicos cuentos asturianos sobre el particular, puesto que una posterior recopilación llevada a cabo por Jesús Suárez López proporciona seis versiones de otras tantas poblaciones del principado: Fontouria (Valdés), Sorfoz (Ponga), Cortines (Llanes), Premoño (Les Regueres), El Picarín (Les Regueres) y Castañéu (Grao)[20]. En ellas se maneja indistintamente el ciruelo, el manzano o el peral, terminando las narraciones con la consabida cantinela, que en la variante de El Picarín se complementa con el popular pareado:

¡Yo que te conocí de cerezo

paso por delante ti y non te rezo!

A mediados del siglo xviii encontramos textos que evidencian la difusión de este cuento en Galicia, si bien del mismo solo se conservan las cantatas finales. En Padre Martin Sarmiento cita estos versos:

Santo San Bras de Viana,

feito de pau de amieiro,

irmán das miñas zamancas

feitas no mes de xaneiro[21].

Desde entonces estas composiciones y otras semejantes fueron dadas a conocer por diferentes recopiladores de la poesía tradicional gallega. Entre ellos se cuenta con la figura de Casal Lois, que recogió cinco de estos cantos por los finales del siglo xix, haciendo objeto de las pullas a San Antoñino, San Andrés, San Amairo de Oira, San Cayetán y Breixo de Barro[22]. Algo posterior es el recopilatorio que sobre el particular lleva a cabo Xaquín Lorenzo Fernández, aunque sus anotaciones se ciñen a una comarca concreta de Orense, rayana con Portugal. También aquí se emplea la madera de sauce («amieiro») para esculpir las imágenes de los santos Benitiño y Lucía[23]. Y necesario resulta también traer a colación las aportaciones de Laureano Prieto Rodríguez[24], Jesús Toboada Chivite[25] y Fermín Bouza Brey[26].

El propio Bouza Brey llamaba la atención de las concordancias de estos cantos gallegos con los conservados en Portugal. Un ejemplo lo constituye el canto que nos muestra Augusto César Pires de Lima:

São Gonçalo de Amarante,

feito de pao (pau) de amieiro,

irmão deste meus tamancos,

criado no meu lameiro[27].

También Leite de Vasconcellos nos acerca a otras versiones más cargadas de ironía:

Senhor São Bento do Cando,

feito de pau de piorno,

botai-me o vinho [, botai],

p’ra eu beber por este corno[28].

São Gonçalo de Amarante,

serra madeira de pinho,

dá-lhe a força no tutano,

como o porco no focino[29].

Estos últimos versos recuerdan a aquellos un tanto más desvergonzados, que en Galicia se aplicaron a cualquier santo en cuestión, una de cuyas variantes es la que el catedrático Gabriel María Vergara Martin ubicaba en Arosa:

Meu santo San Benitiño,

feito de pau de carballo;

como parco n’o fuciño,

dame forza n’o carallo[30].

A San Xulián, al que en Luaña se recurre contra la sequia, no le falta detractores que les dedican puyas, a tenor del canto[31]:

San Xulián da Luaña, 

feito de pau de sanguiño,

ten máis forza no carallo

que o meu porco no fuciño. 

Si en Galicia el cuento había desembocado en el mantenimiento de la cantinela de él resultante, en Cantabria, al igual que vimos en Asturias, los versos constituyen el remate al desarrollo narrativo, como se constata en este ejemplo de Cabárceno[32]:

A San Bartolo le hicieron, en Obregón, nuevo, de madera de carrasquilla, la misma madera que la del pesebre del burro.

Sermoneaba el cura de La Concha: 

Glorioso San Bartolomé, 

que naciste de un carrascal, 

del pesebre de mi burro 

eres hermano carnal.

Y esto tampoco es ajeno a otras áreas septentrionales. En Navarra, donde se cuenta con muy notables investigaciones sobre el cuento tradicional, nos encontramos con diferentes versiones, como las recogidas en Caparroso y Metauten, donde los protagonistas son San Ireneo y San Marcial. A esta última el informante le da un tinte de historicidad[33]:

Solía contar Donato, el de Mendaza, que hicieron una imagen de un santo de un cedazo suyo y lo que sobró se lo llevó él. Se la dedicaron a san Marcial y, cuando le iba a rezar, le decía…

En el análisis de este cuento el investigador Asián Ansorena atisba reminiscencias luteranas, a tenor del análisis que hace del proceso inquisitorial en el que se acusa a un rabalero vasco de «haber reprendido a unas mujeres que se arrodillaban en una iglesia ante un crucifijo, diciendo que era un pedazo de madera»[34].

Por lo que respecta a Aragón nos topamos con una referencia al cuento en relación a la localidad oscense de Naval. De la madera de un cerollero (ciruelo) hicieron un pesebre y una imagen del patrono, dando pie al cuarteto:

Glorioso San Sebastián,

fillo de mio cirgollero,

del pesebre de mi macho

primo hermano verdadero[35].

El profesor de Carlos González Sanz recoge diferentes versiones, siendo una de ellas de la provincia de Huesca, y que su momento fue dada a conocer por el etnólogo Rafael Andolz Canela[36], relativa a Valle de Hecho y con referencia a su patrona. Al tallista de la imagen es al que se hace recitador de la copla:

Virgen Santa de Escagüés,

naixida en un fraxinal,

d’o pesebre a mía burra,

tú yes hermana carnal[37].

Una muy antigua referencia al cuento data de 1898 y aparece insertada dentro del conjunto de narraciones tituladas «Cuentos Baturros»[38], ubicando el relato en un pueblo zaragozano:

Del tronco de un peral hicieron un busto de San Bartolome y un pesebre. Al celebrarse la fiesta en Bulbuente, un bailador en el «paloteado» (danza de palos), dijo:

Glorioso Bartolomé,

sabes que fuiste peral;

del pesebre de mi burro

eres hermano carnal.

Casi por las mismas fechas volvemos a encontrarnos con esta copla, aunque cambiando el primero de los versos: «Glorioso Santo Tomé»[39]. El propio González Sanz refiere como un informante alude al cuento como un hecho anecdótico ocurrido en Urrea de Jalón[40]:

[...] vino uno de Rueda, ¡andanda! Se puso ahí en la entrada y dice: «Tú cerecero fuistes / de tus cerezas comí / los milagros que hagas tú / me los pongo yo aquí». El caballo que tenía preparao lo salvó, si no... le pegan un palizón que lo matan…

En Chiprana cuentan como un hecho anecdótico que un jotero regaló el tronco de un frutal, luego de separar una parte que convirtió en pesebre, para tallar la imagen de San Blas. Y el mismo fue el que entonó la pertinente jota durante la procesión. En Fayón un vecino sacó del Ebro un tronco que arrastraba la corriente e hizo un comedero para la burra. El cura le pidió lo sobrante para hacer un San Sebastián. Y el dadivoso vecino era el que cantaba:

En Ebro fuiste cogido,

glorioso San Sebastián;

del pesebre de mi burra

eres hermano carnal[41].

En Almonacid de la Sierra, hacen provenir a San Nicolás del tronco de un cerezo, y le dedican los referidos versos[42] junto a otros en lo que tampoco queda muy bien parado:

Glorioso San Bernabé,

que a todos favoreciste,

menos a San Nicolás

que un brazo le jodiste.

También en Carenas se conserva la copla que, con ligeras variantes, mantiene gran popularidad en toda la zona de Calatayud:

San Sebastián de Carenas,

ciruelo te conocí,

los milagros que tú hagas

me los paso por aquí[43].

En la comarca de Matarranya, en Teruel, Pasqual Vidal i Fígols recupera dos versiones bajo el título de «Sant Sebastià de Massalió». La copla, también en castellano, incide en el parentesco del pesebre con la imagen[44]. Igualmente valiosa es la aportación de Artur Quintana i Font con el cuento «Sant Bernabé del Barranc del Fontanal», recogido en la misma área geográfica[45].

Pasando a Cataluña, en la localidad gerundense de Maçanet de Cabrenys pervive el cuento que incide en la relación parental existente entre el Cristo y el demonio que tiene a sus pies San Miguel:

conten que, fa ja molts anys va anar a aquelles terres un escultor de gran fama, qui tot seguit va trobar feina. Lo poble d’Albanyà li va encarregar un Cristo i el de Fontfreda, un Sant Miquel. L’escultor va comprar un gros roure d’una masia d’aquells voltants i del seu tronc en va fer les dues imatges. Per això és per lo que diu la gent que el Cristo d’Albanyà i el dimoni de Fontfreda són germans[46].

Joan Amades recoge otra versión, que enuncia como «El diable d’Albanyà i el Sant Crist de Fontfreda són germans». Los pueblos permutan las propiedades de las imágenes, y termina con la copla que apunta que el crucifijo no solo es hermano del demonio de Albanyà, sino también de los baldes del hostal de una tal Ramona[47]:

Ai, Senyor, qui us ha vist i qui us veu;

era viu i ara sou mort;

van néixer dintre el nostre hort;

en sou parent i germà

del dimoni d’Albanyà

i també de la bujola

de l’hostal de la Ramona.

Una referencia literaria a lo anterior aparece en la novela La puñalada de Marià Vayreda: «Feu com el sant Crist d’Albanyà i el dimoni de Fontfreda, que tots dos són d’una mateixa fusta» (Haga como el santo Cristo de Albanyà y el demonio de Fontfreda, que ambos son de una misma madera)[48].

A Collbató, provincia de Barcelona, corresponde el cuento «La vella i el santcristo», del que da cuenta Pau Bertran i Bros[49]. Una ancina, que había donado un cerezo para fabricar un cristo, aún sobrándole una parte del mismo (tres-quartans), cada mañana se postra ante la imagen y dice:

¡Ay, Redentor mío, hermano de los «tres-quartans» de casa, tan buenas cerezas que dabas y te hayan puesto así!

Igualmente en la comunidad de La Rioja coexisten algunas variantes en Aldeanueva del Ebro, Calahorra («Bendito San Bartolomé / nacido en mi melonar»), Arnedo («Bendito San Bartolomé / criado en un carrascal»)[50] y San Vicente de Munilla («Oh bendito San Vicente / nacido en un pedregal»)[51].

Si nos introducimos en Castilla-La Mancha nos topamos el cuento en la práctica totalidad de las provincias, si bien las versiones se ciñen al patrón ya conocido. Y por lo general al relato se le pretende dar un componente histórico. Así ocurre en el pueblo conquense de Alarcón[52], al igual que en El Recuenco (Guadalajara), donde se da por hecho que fue algo ocurrido en Millana[53]. Sus elementos, una vez más, son San Sebastián, el cerezo y el pesebre. Pequeña es la variante que presenta la cantinela caracense de Alcoroches[54]:

San Timoteo glorioso,

nacido en la negralera,

eres sobrino carnal

del pesebre de mi yegua.

Mayor colección de usos tiene el nogal con el que se fabricó la imagen de la Virgen en esta variante de Molina de Aragón[55]:

Gloriosa Santa María

nacida del mi nogal,

que si no es por el Casiano

no tomas forma mortal,

y si yo no me emborracho

no estabas en el altar.

Del pesebre de mi burra

eres hermana carnal,

y son de tu misma sangre

la puerta de mi corral,

el cucharón de la sopa

y la artesa de amasar,

el palo del gallinero

y los postes del pajar.

Gloriosa Santa María

nacida del mi nogal.

Toledo tampoco es ajeno a este tipo de narraciones, como en su momento pusieron de manifiesto los trabajos de Abraham Madroñal Durán[56] y José Ramón y Fernández-Oxea. Este recoge una variante en la localidad de Navalcán, al que ya aludimos en relación con Pajares de Adaja, copiando estos versos:

San Pablo de Navalcán.

el de las largas barbazas,

nacido en el Perejón,

Dehesa de Calabazas[57].

En Ciudad Real, entre otras, encontramos las variantes de Alcázar de San Juan[58], de Viso del Marqués[59] y de Terrinches[60], bajo el mismo arquetipo. De mayor difusión goza el cuento en la provincia de Albacete. En El Bonillo se dice que fue un escultor de la localidad el que dio forma a la imagen de San Sebastián con un árbol, ciruelo o almendro, que tenía en su jardín. Algo semejante ocurre en los relatos de El Gollizo (Riópar)[61], de Pétrolas[62], con su San Andrés, el ciruelo o el albaricoque, de Chinchilla[63], Mahora[64] y de Pozuelo[65], pueblo en el que no solamente se mantiene el cuento, sino al que por lo general muchas de las versiones sitúan el acontecimiento. Muy popular es el dicho «¡Quien te conoció ciruelo, y te ve Santo Cristo en el Pozuelo!»[66], que comparte la suerte con la no menos popular copla:

¡Quién te conoció, ciruelo,

en el huerto de mi abuelo,

y ahora te ve de Santo Cristo

del Pozuelo!...

Los milagros que tú hagas,

¡pa mi abuelo!

Los versos, en opinión del vecindario, no provienen de la anécdota del árbol improductivo que sirvió para fabricar una imagen y un pesebre, sino de una puya nacida a raíz del enfrentamiento entre lugares cercanos[67]:

Parece que en las pugnas por la posesión de la imagen del Cristo del Sahúco entre Peñas de San Pedro y Pozuelo se llegó por este último pueblo a tallar un Cristo imitando al del Sahúco con madera de ciruelo.

En Valencia era conocido el cuento en la primera mitad del siglo xx. El periodista y escritor Ángel Semblancat da cuenta del mismo bajo el título «Los milagros que tú hagas…», recreándolo con una buena dosis de ironía en una revista de carácter satírico y anticlerical[68]. En un pueblo había un «santocristo» al que, en cuestiones de milagros, «en toda la redonda no había imagen ni icono que le mojase la oreja». Un día que amenazaba tormenta acudieron a la casa parroquial «a pedirle al cura que sacase el cristo a la calle a conjurar el meteoro». Cuando regresó del paseo el granizo había asolado los campos, y los vecinos lo recibieron a pedradas, teniéndose que refugiar en la rectoral. Temiendo el asalto de los enfurecidos parroquianos, se dirigió a ellos desde la ventana:

¡Animales! ¡Irracionales! ¿Que milagros queréis que haga un pedazo de madera? ¿No comprendéis que no puede hacer ningún milagro? Pues sois más tarugos que él.

En la misma comunidad encontramos versiones del cuento en Burriana[69] y Alcora[70], poblaciones de Castellón.

Murcia es una región que goza de grandes estudios sobre el cuento tradicional. En la variante de Aledo la talla de San Agustín, patrono de la localidad, fue hecha de un albaricoquero[71]. En Torre de Pacheco y en sus pedanías de San Cayetano y Dolores de Pacheco convierten en santo la madera de un pino, un ciruelo o un naranjo[72], tras compartirse para fabricar el consabido pesebre. Es el mismo guión que vemos en Doña Ines, Purias, Zarcilla de Ramos y Zarzalico, pedanías de Lorca, donde el ciruelo y el nogal son los árboles señalados para esculpir las imágenes de San Blas, San Sebastián y otros santos indeterminados[73]. También un ciruelo improductivo sirve para la sagrada imagen en el cuento recopilado por Ángel Hernández en el lugar de Jabalí Nuevo, a escasos kilómetros de la capital murciana[74]:

Todas las mañanas, a la salida del sol, el tío Pedro conducía sus ovejas a pastar. A unos quinientos metros a la salida del pueblo, a la derecha de la cañada, el viejo ciruelo le ofrecía sus frescas frutas, pero eso era antes: hacía dos años que un rayo dañó tan malamente su raíz que ya el tronco era sólo sombra muda de lo que antes fue. Así fue mucho tiempo, y cada mañana el tío Pedro recordaba, haciéndosele la boca agua, los jugosos frutos que el ciruelo le ofrecía.

Grande fue su sorpresa cuando una mañana vio que el tronco del ciruelo había desaparecido. Ya en el pueblo, se enteró de que la gente importante había contratado a un escultor para hacer una imagen del santo patrón del pueblo y que el escultor había decidido hacer la escultura con la madera del ciruelo. Y así se hizo.

Andando el tiempo, una terrible sequía tenía agostados los campos y las bestias; el polvo y las moscas eran los dueños. Las rogativas simples del cura y de las viejas beatas no dieron resultado. Se pensó hacer una procesión solemne con la imagen del santo patrón que, ya terminada, presidía misas y rosarios en un lugar preferente de la iglesia. La rogativa se anunció de vecino a vecino, pero como el pueblo era pequeño, todos se enteraron y se dispusieran a acompañar al patrón con sus galas de fiesta, aunque no pudieron asearse por aquello de la sequía.

La comitiva recorrió el pueblo calle a calle y hasta casa a casa pero ni una pequeña nubecilla apareció en todo el horizonte. El tío Pedro mira y remira el santo y entre dientes recita:

Yo te conocí, ciruelo,

y de tus frutos comí;

los milagros que tú hagas

que me los claven aquí —en la frente.

El propio autor da cuenta de diferentes variantes compiladas en refraneros y cancioneros de Murcia[75], destacando las de Carpés, en las que el devoto se dirige al santo para increparle, pero solo después de haber hecho oídos sordos a la solicitud de ayuda[76]:

Quien te conoció ciruelo

en medio de mi bancal,

un hijo tengo en una quinta,

¿me lo quieres librar?

Quien te conoció ciruelo

en medio de mi bancal,

un hijo que tengo mío libre

te lo has tenío que llevar.

El que te sacó ciruelo

y fruto no te cogí,

los milagros que tú hagas

que me los claven aquí.

También en otras imágenes, entre las que se citan las de Jesucristo y San Sebastián, transformaron las gubias, formones y escoplos los correspondientes troncos de ciruelo en los pueblos del área de Cartagena, al decir de los cuentos de Cuesta Blanca, Puertos de Santa Bárbara, El Algar, La Palma, los Dolores y la Puebla[77]. Y ciruelo es igualmente el árbol del que en Mazarrón se hace provenir la talla de San Agustín, que tampoco sale bien parado con los versos[78].

La proliferación murciana contrasta con la escasez de recopilaciones de variantes del cuento en las provincias orientales andaluzas. Por lo que respecta a Granada nos topamos con la versión de Restábal. El narrador termina con el «Santo mío, no te rezo, / que te conocí cerezo». Al mismo tiempo se constatan dos variantes, procedentes de Villa de Otura y de Huéscar[79], lugar este último al que corresponde la siguiente narración:

La iglesia por aquella época y debido a la guerra, andaban algo escasos de imágenes y aceptaron el «san Antonio» del joven escultor como agua de mayo, aún siendo un trabajo pésimo…

El joven ebanista, marchó a trabajar a Murcia, y aprendió con cierta maestría el arte de la talla… Un verano regresó al pueblo y se encamino a la iglesia a ver su primer trabajo, cuál fue su sorpresa al comprobar que no estaba el santo en su pedestal, preguntó a las beatas y le comentaron que el san Antonio era muy feo y lo habían sustituido por otro de escayola con mejor presencia, le indicaron que el antiguo estaba en las escaleras de subida a la torre…

El joven ebanista muy enojado, por la suerte de su primera obra, se colocó unas rodilleras de goma y se hizo dos muletas, fue arrastrando las rodillas a la iglesia como un parapléjico, se acerco con dificultad hasta la entrada de las escaleras de la torre. Después de permanecer un buen rato ante la imagen de su san Antonio, aprovechando el final de la misa, salió andando y gritando, ¡milagro! ¡milagro! ¡milagro! Al tiempo que lanzaba las muletas para llamar la atención de la gente.

La noticia se extendió como la pólvora por toda la comarca, al domingo siguiente se organizó una misa en honor a san Antonio «el milagroso». Habían limpiado la imagen, le dieron dos manos de barniz y lo vistieron con una bonita tunica de terciopelo. Estaba colocado en un pedestal preferente junto el altar.

El artista antes de regresar a Murcia pasó un día por la iglesia, se acercó a su «san Cerezo» y le dijo: –Los humanos estamos para ayudarnos, yo ya hecho mi parte, ahora te toca a ti.

En Jaén destacamos las versiones de Porcuna, de Noguerones y la que en Bailén dedican a «San Ciruelete»[80]. Y en la provincia de Córdoba es singular el relato de Almodóvar del Río acerca de la imagen de San Marcos hecha de un ciruelo que un aparcero vende apremiado por las dificultades económicas[81], al igual que el de Hinojosa del Duque, donde es San Bartolomé el producto de un moral, o Montilla. Aquí es el esculpido con el tronco de una higuera es el Niño Jesús. En Los Pedroches se conservan los postreros versos del cuento:

En el huerto de mi abuelo te criaste

y tu fruto nunca vi;

los milagros que tu hagas,

que me los cuelguen de los huevos a mí.

Lo mismo sucede en Priego[82]. Además del santo en cuestión, aluden también a la talla de un crucificado[83]:

Quién te vio

y te ha visto,

antaño ciruelo

y hogaño cristo.

En la provincia de Málaga existen versiones del cuento en las localidades de Archidona[84], Alora y Frigiliana[85].

Una de las más interesantes variantes del relato es la recogida en El Palomar-Paradas, de la provincia de Sevilla, por José Luis Agúndez García y que responde al título de «San Nicolás»:

Un hortelano que tenía un naranjo, un naranjo, un naranjo agrio, pero no había echado nunca naranjas y se secó. El naranjo estaba seco. Pero iban a hacer un santo. Le decían san Nicolás. Y era un santo ¡muy grande! Entonces los de la Hermandad dicen:

—¡Oye! ¿Pues tú no sabes dónde hay un árbol muy bueno para hacer ese santo? Ése lo tiene Fulano en la huerta.

—Vamos a ir por él.

Dice:

—Bueno, a ver si nos lo quiere vender —dice—. Está seco, pero si ahora mismo…

Y le dijeron:

—¿Nos va usted a vender el naranjo este, que vamos a hacer un santo, san Nicolás, que se ha averiado?

Dice:

—¡Huy! Sí, sí.

—Pues venga.

—Y no lo voy a vender: lo voy a dar —dice—; pero os voy a decir una cosa. De los lados me tenéis que dejar para hacerme un pesebre a la burra.

Dice:

—Bueno, pues entonces… ¡vale, vale! Yo lo…, lo dejamos.

—Pero cuando el santo esté hecho, me tenéis que llamar para verlo yo, porque yo tengo que decirle una cosa.

Y cuando ya el santo lo tenía hecho, le llamaron. Él ya, él ya había hecho el pesebre para la burra y todo. Cuando el santo estaba hecho y todo, le llamaron, y le dijo…, se puso debajo del santo y le dijo:

Del pesebre de mi burra,

eres hermano carnal.

En mi huerto te crié

y fruto no comí.

Los milagros que tú hagas,

que me los cuenten a mí[86].

Por su parte, Antonio Rodríguez Almodóvar nos ofrece el cuento con el título «Los milagros que tú hagas», que ya escuchaba en su infancia en Alcalá de Guadaira[87].

En la provincia de Cádiz ha pervivido alguna variante, como la rescatada por Arcadio Larrea Palacín con el título de «San Sebastián»[88]. En Beneocaz es una higuera la que sirve para confeccionar la imagen de San Blas y el consabido pesebre para una burra. El mismo esquema es el que siguen las versiones de Paloma Alta[89], Algeciras[90] y otras poblaciones del Campo de Gibraltar[91].

En la provincia de Huelva del cuento se conserva con forma el fandango dedicado al patrón San Sebastián en Villanueva de Cruces:

San Sebastián de Vizcaya

naranjo te conocí

veinte años te regu

y fruta no te cogí…

Con mayor fortuna se ha conservado el relato en Rosal de la Frontera y en algunos puntos de la Sierra de Aroche.

III. El cuento en Extremadura y nuevas versiones

Los trabajos llevados a cabo en Extremadura sobre la narrativa popular han dado sobrado frutos por lo que respecta a la recuperación, al conocimiento y a la divulgación de los cuentos tradicionales[92]. Sin embargo, han sido escasas las aportaciones acerca del relato que nos ocupa, lo que no significa una menor difusión en relación con otras comunidades. El profesor Juan Rodríguez Pastor ha recogido en la provincia de Badajoz una versión, bajo el título de «El hortelano y el nogal», que proviene de la localidad de Fregenal de la Sierra[93]:

Era un hortelano que tenía una güerta, un güerto; y en el había un nogá hermoso, pero jamás daba fruto. Y entonces, como no daba fruto, nunca lo había dao ningún año, fruto, pues lo cortó, lo cortó.

Y mandó hacé de parte del nogá, pues, mandó hacé un pesebre en la cuadra donde tenía, donde guardaba, donde encerraba la burra, una burra que tenía.

Y claro, pues, le quedó la mitá del nogá. Y la otra mitá, pues, lo cogió, y er cura de la iglesia que había en el pueblo, pues, le dijo que si se lo daba pa hacé un santo, que er santo se yamó San Sebastián; hizo un santo de la madera aqueya, que se yamaba San Sebastián.

De manera que el hombre, cuando iba a la iglesia, pos se quedaba fijo, contemplando er santo, y lo miraba y le decía:

Hermoso San Sebastián,

del pesebre de mi burra

eres hermano carná.

En mi güerto te criastes

y el fruto no te lo vi,

los milagros que tu hagas

que me los cuerguen a mí.

Emilio Díaz Díaz sitúa el siguiente canto, semejante al último cuarteto, como propio de Oliva de la Frontera y de la comarca de Tierra de Barros:

En mi huerto te crié,

el fruto nunca te vi;

los favores que tú hagas

que me los cuelguen a mí.

Y acto seguido da la interpretación del mismo:

Cuentan del labrador que tenía un nogal o castaño para que un imaginero hiciera un san Antonio. El árbol nunca había dado fruto y el labrador desconfiaba de los milagros que pudiera hacer el san Antonio[94].

A San Vicente de Alcántara pertenece una copla con la que se pretende comparar los poderes prodigiosos de Santa Ana con los de algún cristo de alguna población innominada, cuyas virtudes son mínimas por haberse esculpido de un roble[95]:

Si quieres milagros

rézale a Santa Ana,

que ella hace milagros

de buena gana.

El cristo de tu pueblo

lo hicieron de un roble,

así que no le pidáis

los milagros al pobre.

Como sigue siendo habitual en este tipo de relatos, también en esta provincia nos encontramos con la versión que califica el cuento como un hecho real. Así sucede en Malpartida de la Serena[96]. En los años de la posguerra hubo un incendio en la iglesia, quedando reducida a cenizas la imagen de San Sebastián. Un vecino, un tanto descreído, donó un ciruelo estéril para que un escultor de la vecina localidad de Quintana tallara un nuevo santo. En este relato supuestamente histórico se interpolan elementos propios del cuento: el donante utiliza parte de la madera para fabricar un pesebre para la mula, el santo hace oídos sordos a los ruegos de los devotos y el que conocía bien el árbol acaba recitando los consabidos versos:

… Los milagros que tú hagas

que me los cuelguen de aquí.

Y dicho esto, llevose la mano a la entrepierna y sin más se levantó, salió del templo y no volvió a él hasta que llegó el día de las alabanzas…

Anotemos, por último, que pervive en las localidades pacenses de La Lapa, Calzadilla de los Barros, Orellana la Vieja y Don Álvaro, a cuyo patrón se refieren con estos versos:

Dichoso san Bernabé, 

criao en mi rabanal,

los milagros que tú hagas

que me los cuelguen aquí atrás.

Por lo que respecta a la provincia de Cáceres conocemos una versión del cuento publicado por Rafael García-Plata de Osma en 1899[97] y vuelto a imprimir un año más tarde[98]. Aunque recogido en Alcuéscar, apunta el relato como propio de la vecina localidad de Arroyomolinos de Montánchez y lo presenta en los siguientes términos:

San Sebastián bendito,

carambanero,

se celebra su fiesta

beinte d’Enero.

Este cantar procede de Arroyomolinos de Montánchez, de cuyo pueblo es patrón y sobre el cual refieren el siguiente humorístico cuento:

Tenían un San Sebastián tan viejo y deteriorado que resolvieron sustituirlo por otro que pudiera lucirse en la procesión anual. Pero como no querían ó no tenían dinero para hacer grandes dispendios, encargaron la obra á un artífice o carpintero habilidoso. Este compró en el pueblo un grueso tronco de naranjo é hizo una efigie que, si no era modelo de arte, servía al menos para reemplazar con ventaja á la antigua. El vendedor del tronco quedóse con las ramas sobrantes y con ellas compuso un pesebre que en su casa tenía en mal estado. Cuando el nuevo santo quedó instalado en su ermita acudió á verle todo el pueblo, quien se deshacía de elogios para el constructor al par que lloraban y rezaban con el mayor fervor. También estaba presente el vendedor del tronco, y fuera por ser hombre de poca fé ó porque se acordara de la procedencia humilde de aquel San Sebastián, dicen que exclamó:

¡Glorioso San Sebastián,

criado en mi naranjá,

del pesebre de mi burro

eres hermano carná...

Los milagros que tu hagas...

(Hay asonantes ‘muy duros’ para escritos).

Han de pasar ocho décadas para que Rodríguez Pastor nos informe acerca de otra versión cacereña, en este caso de la localidad de Alía, en la comarca de las Villuercas. Se trata de una curiosa variante que conserva las formas dialectales no solo en los versos (como la de García-Plata de Osma), sino también en la totalidad del cuento[99]:

Pues es que había un hombre que tenía en su güerto un ciruelo mu grande que no había echao nunca una ciruela, ni una; y ya se secó. Y entonces vino un cura nuevo y le dijo, dice:

—¡Dies, qué ciruelo más bueno tiene usté ahí!

Dice:

—Pos qué lástima, se ha secao.

—Áber, pos si quiere usté –dice–, lo que podemos hacer es un santo de él.

Bueno, pues nada, se le llevaron al carpintero y preparó un santo. Y luego claro, el amo del güerto fue y le vio allí ¡y tú verás si conocía el ciruelo!, y dice:

—Quien te conoció ciruelo...,

los milagros que tú hagas

que me los cuelguen a mí

de los güevos.

Entre las versiones de este cuento que he recopilado en la provincia de Cáceres destaco la de Cerezo:

Esto qu’era un hombre que tenía asín un corral, qu’eso contaban de p’atrá. Y tenía un burro en el corral, qu’estaba asín como tos los burrus, ansomao p’ajuera, con la cabeza p’ajuera ansomao. Pos tenía una toza mu grande, mu pesona, pero se conoce que la paré no estaba de bien y s’esfarrungó. Y la toza, pos que la toza le jarreó en la cabeza del burru y lo mató. Y p’allí pal corral queó la toza, qu’era una toza d’encina… y aluego puso una toza d’alamo. Pos esto que llega el cura y estaba la toza caía, y le dice el señol cura al amo:

—Este (como se llamara), si no quies la toza pos a mí me va mu bien.

Asín que el cura se llevó la toza da. Aluego vino uno qu’era carpintero y le jizo un santo pa la iglesia, qu’era San Juan. Pero el de la toza es que nunca iba pa la misa y no sabía na de la jechura. Pa la fiesta toa la gente, ¡amus pa la iglesia, c’hay un santo nuevo! Pos él tamién pa la iglesia. Y el cura en el sermón, venga y dale:

—Qu’es un santo nuevo, qu’es un santo milagrero, que no mos costó una perra, polque s’ha jecho con la toza de este (como juera el nombre), y que si p’acá y que si p’allá.

Y ya salta el de la toza:

—Señol cura, ¿me deja usté dicile un reflán al santo?

Y va el cura:

—Pos claritu, que pa esu me disti la toza.

Entonces salta:

—P’alla va el reflán:

Santo que mata un burro

no pue jacel milagro nenguno.

Se dice en Cadalso que a un campesino le compraron una encina para hacer una imagen de Santa Bárbara para entronizarla en su ermita. La vendió con la condición de que le dejaran una rama gorda para convertirla en tuero, leño que permanecía durante todo el año en la cocina, encendiéndose cuando amenazaba una tormenta por considerar que alejaba el rayo de la casa. Hizo lo propio cuando atisbó una tempestad, sin que ello impidiera que una centella penetrara por la chimenea. Tampoco los rezos dirigidos por el vecindario a Santa Bárbara fueron capaces vencer la fuerza de los rayos, unos de los cuales descuajó la techumbre de su ermita. Ello valió para que el descreído vendedor equiparara las virtudes de la santa con las de su leño, declamando estos versos ante la sorprendida vecindad:

Santa Bárbara bendita,

que antes fuiste encina,

que eres toíta hermana

del tuero de mi cocina.

Los milagros que tú hagas

que me los carguen encima.

Muy semejante al anterior es el cuento «Los milagros de San Bartolo» que se escucha en Montehermoso. Incluso la cantinela apenas muestra variantes:

San Bartolo bendito,

que saliste de una encina

y eres hermano mellizo

del tuero de la mi cocina.

Los tus milagros no valen

pa usarlos pa melecina.

Junto a la encina en los cuentos extremeños nos encontramos otros árboles para la confección de las más dispares imágenes religiosas. Algunas de ellas se reflejan en un cuento de Guijo de Granadilla, al que tratan de darle un toque de veracidad.

Con motivo de una enorme sequía diferentes pueblos de las Tierras de Granadilla hicieron las oportunas rogativas, en las que no faltaron las procesiones con sus santos abogados: San Marcos (Guijo de Granadilla), San Ildefonso (Mohedas de Granadilla), San Roque (Cerezo), San Miguel (Palomero), Santiago (Marchagaz) y el Cristo de los Remedios (Ahigal). Las plegarias no surtieron efecto, de modo que el irreverente de turno, convencido que las imágenes de madera no hacen milagros, puso en danza el cacumen hasta crear la consiguiente copla:

Cuando jizon a San Marcos

lo jizon de un alcornoque,

de una encina a San Ilfonso,

de un ciruelo a San Roque,

a Santiago de un laurel,

lo mismo que a San Miguel,

al cristo de Ahigal de un olivo,

lo mismo que el gamellón

en donde comen los chivos.

Es que si no está de agua

no hay troncones que nos valgan.

Tampoco falta el melocotonero a la hora fabricar una imagen piadosa, como se especifica en esta versión de Zarza la Mayor:

En un pueblo de pal lao de Coria no tenían un santo y querían un santo pa que hiciera milagros y pa lo que fuera. Entonces llegó un cura nuevo:

—En este pueblo no tenéis santo ni na, y despué queréis milagros. Si me dais un árbol gordo yo mismo os preparo el santo.

De manera que uno tenía un melocotonal mu gordo, que no daba na, y lo serró y se lo dio pal cura. Pos un vecino sabía que el melocotonal no daba na. Total que fue al cura:

—Que el santo no va a dar resultao… Que ese melocotonal no vale pa na.

Es que ni caso. Ya un día estrenaron el santo y despué tos a rezale pa que lloviera, y ni una gota. Antoces iba la procesión y va él y se sube en el brocal de un pozo, que la gente echaba consejas en el camino, y soltó esta conseja:

Fuiste malagatonero,

y nunca diste malagatones,

que los milagros que tú hagas,

que me los cuelguen de los cojones.

El carácter irreverente también lo encontramos en otro cuento de Ahigal, donde salen a relucir una higuera[100], San Blas y la desenfadada complilla:

Era c’había una mujel qu’hereó una jiguera de los tatarabuelos o p’allá. Y era que los quintos querían jacel un san Blas y aballaron con la jiguera, y sin dicili na a la probe mujel. Lo mesmu se l’había dao, pero no le dijon y s’enfaó. Pero ella chitón, aguardando pa la fiesta. Ya que salían con el santo en la sanda se pone asín, en jarra delantre del santo, y aluego va y l’espeta:

Santo San Blas gargantero,

del palo de la mi jiguera,

los milagros que tú jagas

me cogen en la faldiquera.

Y esto jue verdá porque al santo lo quitaron, y tos s’olviaron de San Blas, hasta c’aluegu un cura compró uno de yeso.

En este tipo de cuentos no faltan alusiones a la higuera como elemento para la talla religiosa. Conociendo la nula idoneidad de este árbol para tal práctica, queda patente que la inclusión en el relato tiende a aumentar las dosis de ironía. En alguna versión extremeña el cuento finalizaba con esta cuarteta, muy popular por los inicios del pasado siglo:

Yo te conocí siendo higuera

y ahora santo coronado,

no olvides que eres madera

y tu fruta yo he catado[101].

En Torrejoncillo se afirma, no sé si con total rigor histórico, que la pequeña ermita de San Albín, situada dentro del núcleo urbano, se quemó y, aunque reparada, sufrió un total abandono, hasta el punto de ser desacralizada y vendida en la década de 1970. Los vecinos habían perdido la confianza en el santo e, incluso, les negaban sus virtudes milagrosas, por cuanto había sido incapaz de contrarrestar el poder de las llamas. Así que del percance surgió la copla:

Se quemó el pobre santo

por ser de jiguera;

no s’habiera quemao

si de jierro fuera.

Si a lo anterior se le da tinte de hecho histórico, en la misma localidad se mantiene un cuento en el que no sale favorecido San Sebastián, que es el titular de otra ermita sita en el barrio de la Cruz de Lata. Sería interesante conocer si en algún momento el cuento y las coplas se usaron como puyas entre dos barriadas del pueblo.

En esta narración torrejoncillana un matrimonio cede un nogal para la talla del mártir, luego de separar unas ramas con las que hacer un pesebre para la burra. Solo ponen una condición, que es aceptada: ser mayordomos vitalicios de San Sebastián. Cada año, para recordar este derecho, el marido el día de la fiesta declamaba estos versos:

Glorioso San Sebastián

que saliste de un nogal,

eres hermano mellizo

del pesebre del mi corral.

Volviendo a la higuera apuntemos que en Calzadilla, sin apoyo cuentístico, que seguramente sí lo tuvo en su momento, se mantiene otra curiosa copla:

Al son que no dabas jigos

no te quise de jigüera,

pero agora qu’eres santo

no quedrás que yo te quiera.

En Serradilla nos topamos con una versión del cuento que participa de otra tipología (ATU, 1476). Tras el intento fallido de conseguir los favores del santo mediante la lisonja se pasa al improperio. Trata el mismo de un enamorado no correspondido, que acude a la ermita para solicitar a San Antonio que haga todo lo que está en sus manos para que una mozuela responda a sus requiebros. Se le dirige en estos términos:

¡Oh San Antonio bendito,

el mejor santo del mundo!,

jal que me quiera la Juana,

la hija del tío Segundo.

Tras las calabazas de la muchacha, el demandante vuelve ante la imagen para recriminarle su nula capacidad para mudar la voluntad de la pretendida:

San Antonio chiquinino,

jecho de una jiguera,

que no has tenío ni albeliá

pa que la Juana me quiera.

San Antonio, jiquero,

ni pa pesebre te quiero.

Entre las muchas actuaciones carnavalescas en todo el norte extremeño destacaron las «relaciones», composiciones que, con rimas más o menos acertadas, se dirigían a personajes destacados de cada localidad y que se recitaban en público. Tanto servían para caricaturizar actuaciones como para ironizar sobre tópicos que personalizaban en un determinado individuo. Esto último ocurría, por lo general, cuando la referencia iba hacia el cura. En estos casos solían ponerse en versos cuentos de un marcado carácter anticlerical. Esta «relación» la escuché en la alquería hurdana de El Castillo, en el carnaval de 2010, y hace referencia a la negativa del cura de cortar un ciruelo propiedad de la parroquia para tallar la imagen de un santo y, por el contrario, aceptar la higuera que le dona un vecino:

Agora sos cuento, señores,

las cosas de cura del pueblo,

que de una jiguera boba

que le regaló un güertero

jizo un san Antonio to nuevo,

un nial pa las gallinas

y una puerta pal gallinero,

y de las tablas sobrantes,

un pesebre pal muleto.

Pos toitas cuatro cosas

han servío pa lo mesmu:

el santo no jace ni un pelo,

las gallinas ponin pal suelo,

la puerta está toa empochá

y las zorras entran por los bujerus,

y lo últimito de to,

que la mula le s’ha muerto.

Qu’es que la jiguera boba

no l’ha traío na güeno.

Asín qu’el cura ha pensao

jacer otro santo nuevo,

y toas las mujeres del pueblo

están locas de contento,

porque le ha dicho el señor cura

que l’echen mano al su ciruelo.

El sentido erótico que se percibe en los últimos versos, como ya hemos tenido ocasión de ver, es bastante común en este tipo de cuentos, donde el ciruelo actúa como un símbolo fálico. El siguiente cuento, de Malpartida de Plasencia, que recuerda la versión sanabrensa de «El cura y la criada», es bastante elocuente en este sentido:

Estaba la criá pal güerto del cura y aluego ya llegó el cura, y se ponen a jacer lo que ya sabes, ¿no? Pos se ponen a jacelo al sombreao de un ciruelo. Y es que un muchacho, un monaguillo o asín, qu’estaba subío en el ciruelo, qu’iba to los días a robar ciruela. El muchacho arriba callaíto, callaíto, y los dos abajo al ñaca ñaca.

Güeno, pos ella abrió los ojinos, qu’ella estaba debajo y asin que miró p’arriba, y que vio agazapao al muchacho, y ella:

—Señol cura, mire el su ciruelo, mire el su ciruelo.

Y el cura:

—¿Cómo quieres que me mire el ciruelo si lo tengo encajao?

Y ella:

—Que no es ese ciruelo, qu’es el otro ciruelo, c’hay uno subío.

Cuando el cura se quiso racear el otro ya se había escabullío. Y entonces se pone el cura:

—Pos voy a cuertar el ciruelo pa que naide mos guipe cuando te atorte el moño.

Asín que puso el ciruelo patas arriba. Y aluego jizon un santo, qu’era San Ciruelo, que como era de un ciruelo el nombre suyo queó San Ciruelo, y lo estrenaban pa la fiesta. Asín qu’estaba metío pa la casa del cura y empezaron [a decir] que era mu milagroso pa eso de tener hijos, y toas las mujeres iban pa la casa del cura a la cosa de San Ciruelo, asín que toas estaban con la barriga cargá. En que llegó la fiesta, con el santo de prosición, y era echar los versos al santo. Y ya que le tocó al monaguillo echar el verso:

Santo, santo bendito,

que andas por las alturas:

¡qué grandes milagros jace

el San Ciruelo del cura!

Ves tú, los milagros pal santo de maera. Amos, que los milagros los jacía el ciruelo del cura. Y los maríos a dos velas.

En un cuentecillo de Zarza de Granadilla también encontramos el doble significado del ciruelo. En él vemos que mientras la gente del pueblo lo interpreta como un santo, el párroco lo identifica con el miembro viril. En la víspera de la fiesta un grupo de feligresas se presentaron al cura, que acaba de tomar posesión, con el fin de preparar a San Sebastián, al que todos llamaban San Ciruelo, en atención a la madera de la que fabricaron su talla. El santo estaba recogido durante el año en un cuarto de la iglesia:

—Señol cura, mos saque a San Ciruelo.

—Hijas, que eso es pecao.

—¡Cómo va a ser pecao, si el otro cura mos lo sacaba! Mos lo saque, que se lo vamos a quear brillante.

En otro cuento de la misma localidad es una anciana la que va a casa del cura a quejarse porque las mujeres más jóvenes la quieren relevar de la mayordomía del santo, que ha ejercido durante medio siglo:

—Es que las mozas no quieren que yo agarre a San Ciruelo. Es que yo sin San Ciruelo me muero.

El cura empieza:

—Señora, no sea usté tan viciosa. Deje eso pa las nuevas, que tienen maríos, que usté ya está viuda y es mu vieja.

—¿Qué tienen que ver los años? ¡Anda que no tienen que aprender esas pa manejar al San Ciruelo como yo!

Hay dichos populares que inciden en este sentido, como es el conocido de «San Ciruelo, es al santo que más quieren las mujeres de mi pueblo», al igual que diferentes coplas de carácter anticlerical:

Los curas de Ceclavín,

de Acehúche y Portezuelo,

de Arquillo y Cañaveral

tienen que mucho salero

pa lo qu’es bajar las bragas

con la punta del ciruelo.

El ciruelo del cura

es mu gordo y mu largo,

que bien pudiera valer

pa tentemozo del carro.

El cura (de) Romangordo

duerme en el suelo

porque ha roto la cama

con el ciruelo[102].

Dejando a un lado el elemento sexual, es cierto que en los cuentos cacereños de este tipo el ciruelo es el árbol más recurrido para la confección de tallas religiosas. Por mi parte, en su momento me hice eco de unos versos muy populares en el área más septentrional de Extremadura, aunque sin aludir al cuento, ya que, a pesar de conocer diferentes versiones del mismo, no era el momento de detenerme en ello:

¡Quién te conoció ciruelo!

¡Hermoso San Sebastián!

Del pesebre de mi burro

eres hermano carnal.

En mi huerto de criaste,

fruto no cogí de ti.

Los milagros que tú hagas

que me los claven a mí[103].

En Arroyomolinos de la Vera aún se puede escuchar esta curiosa variante:

San Sebastián glorioso,

pontón de mi gallinero,

pesebre de la mi burra,

primo hermano de un ciruelo.

A la comarca de La Vera corresponde el siguiente relato:

… que un hombre tenía un corpulento ciruelo y que un buen ebanista y tallador de imágenes le compró el árbol para cortarle y de su tronco hizo un Cristo que colocaron después en la Iglesia del lugar. Pasado no mucho tiempo, los parroquianos le tomaron mucha devoción e incluso le atribuían milagros y el número de devotos era muy grande; pero el antiguo dueño del ciruelo, cuando veía a la gente rezar ante la imagen exclamaba: «¡Quién te conoció ciruelo!», y aquello otro de «Los milagros que tú hagas que me los cuelguen a mí»[104].

En una versión del cuento que hace varias décadas recogí en Aldea del Obispo abunda en los milagros atribuidos a un San Roque de madera de ciruelo y de cómo quienes creen en el prodigio se desengañan:

Era que era en Trujillo, que a las monjas del convento se quemó San Roque como pa junio, y la fiesta de San Roque es pa agosto. Así que fueron a uno de Huertas a que le vendiera un árbol. Fue y le cortó un ciruelo, canchú como una persona, y se lo llevó pal convento. Pos le encargaron a una monjina, que es que no tenía na que hacer, y preparó un San Roque pa la fiesta. Toa la iglesia llena a ver a San Roque. Resulta que con el calor la maera soltaba la savia, y las monjas se pensaban que San Roque sudaba. Y la madre del convento:

Milagro, milagro,

que el santo San Roque

está sudando.

Después ya se enteró el del ciruelo y se fue al convento, que ya estaban las monjas solitas. Lo primero fue untarse el deo en el sudor del santo y chuparlo. Claro, le daba el gusto de moje de árbol. Las monjas como que na, y él es que no sabía cómo hacerlas entender, y empieza:

—Mi abuelo tiene un ciruelo que está mu seco, y ese no suda. Pero yo tengo un ciruelo que todavía esta verde y me suda una cosa mala. Sos lo voy a enseñar para que se convenzan.

A lo mejor las mojas se pensaban otra cosa, pero va el bicho, que se llamaba Casiano, va el bicho y se desabrocha los botones de la bragueta y se pone a escarbar, y la monja:

Casiano, Casiano,

que ya te hemos entendido,

así que saca la mano.

En Ceclavín, aunque sin registrar versiones del cuento, existen unos versos que señalan al ciruelo como materia prima para la fabricación de una imagen:

Con el tronco de un ciruelo

jizon un San Antonio;

por eso dice la gente:

¡lo que pesa el so demonio!

Por el contrario, en Santa Cruz de Paniagua el protagonista del cuento es San Sebastián y lo relacionan con Hernán Pérez. Dicen que el santo fue tallado de un ciruelo que regaló un vecino. Previamente había separado algunas ramas gruesas para usos particulares. Años después, en la víspera de la fiesta, alguna vela colocada junto a la imagen provocó que esta ardiera. Todo el pueblo lloraba compungido y el donante del ciruelo, que días antes había sufrido un incendio en el corral, le pidió al cura permiso para recitar unos versos que, sin duda, levantarían el ánimo de los devotos:

Bendito San Sebastián,

eras hermano carnal

del pesebre del mi burro,

de la puerta del pajar,

del mango del azaón

y del tranco del corral,

que no hace una semana

se llevó la jogará.

Asín que, Santo Bendito,

esto es un mal familiar.

En Mohedas de Granadilla se contaba en relación a la localidad de Palomero que a un vecino el cura se negó a casarlo por sostener públicamente que el demonio y San Miguel eran hermanos. Como viniera el obispo al pueblo, el hombre acudió a él para que le levantara la prohibición del cura, pero manteniendo su afirmación:

—Mi agüelo tenía un alcornoque y se cayó. Como era mu mañoso, con un cacho del troncón preparó un San Miguel y con el otro cacho preparó el demonio que está al pie de San Miguel. Dambos son del mesmo árbol. Diga usté sin son o no son hermanos.

Y dice el obispo:

—Ties razón: San Miguel y el demonio son hermanos. Y los dos son primos del cura que no te quiere casar, porque es otro alcornoque.

Por último cabe reseñar algunos dichos populares que, lejos de ser autóctonos, se aplican en Extremadura a determinados santos de madera recurriendo a la rima fácil con el pueblo que lo acoge: «Antes te vi jiguera que San Marcos de Holguera», «Antaño eras ciruelo, y hogaño Santo Cristo de Pozuelo», «Primero fuiste cerezo que San José en el Cabezo», «Los mismos milagros hace en Baños el San Ramón que el castaño».




NOTAS

[1] Los textos de las conferencias fueron publicados bajo el título «Fiesta de la Copla en el Ateneo de Madrid», en Ateneo, Revista Mensual Ilustrada. Tomo IX (Madrid, Enero-Junio, 1910), págs. 193-244.

[2]Ibidem, págs. 225-226. Un resumen de la conferencia del Ateneo de Madrid, en el que se recogían las citadas coplas, publicaría Luis Maldonado en El Adelanto, Diario de Salamanca, con fecha de 4 de mayo de 1910.

[3] PUERTO, José Luis: Cuentos de Tradición Oral en la Sierra de Francia. Salamanca, Caja Salamanca y Soria, 1995, págs. 178-179.

[4] «Cuentos orales de Ávila y Salamanca con antecedentes en la Edad Media y en los Siglos de Oro», en eHumanista. Departamento de Español y Portugués. Universidad de California. Volume 12 (Santa Bárbara, 2009), pág. 241.

[5]Ibidem, págs. 240-241.

[6] GÓMEZ GARRIDO, José Luis: Recopilación y estudio de un corpus de literatura de tradición oral de La Moraña (Ávila). Tesis doctoral. Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana. Universidad de Salamanca, 2012, págs. 408-410.

[7] CORTES VÁZQUEZ, Luis: «Veinte cuentos populares sanabreses», en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Tomo V, cuaderno 2º (Madrid, 1949), pág.228. Este trabajo se ha reeditado formando parte de Obra Dispersa de Etnografía. Selección de escritos de Luis Cortés Vazquez. (Ed. Paulette Gabaudan). Diputación Provincial de Salamanca. Centro de Cultura Tradicional. Salamanca, 1996, págs. 200-270. Con el mismo título refieren posteriormente el cuento VENTURA CRESPO, Concha M. y FERRERO FERRERO, Florián: Cuentos Zamoranos, Zamora, Semuret, 2001, págs. 67-71, núm. 9.

[8]Ibidem, págs. 228-229.

[9] BARRIO, Herminia y ESPINA, Ángel: «Tradición oral en la frontera: Calabor (1925-1936)», en Revista de Folklore, 134 (Valadolid, 1992), pág. 60.

[10] PEDROSA BARTOLOMÉ, José Manuel: «¿Hacen milagros los santos de madera?...», pág. 136.

[11] MARTÍNEZ, María Luisa: «El Predicador», en Gente Grande. Bilaketa, Universidad para Mayores Francisco Ynduráin, 11 (Pamplona, 1008), pág. 15

[12] «Cuentos tradicionales castellanoleoneses», en Revista de Folklore, 284 (Valladolid, 2004), págs. 51-52.

[13] DÍAZ, Joaquín y CHEVALIER, Maxime: Cuentos Castellanos de tradición oral. Segunda Edición. Ambito Ediciones. Valladolid, 1985, pág. 71. Érase que se era… Editorial Castilla Tradicional. Urueña, 2008, pág. 199.

[14]Cuentos en castellano. Ediciones de la Torre. Madrid, 1988, págs. 92-93.

[15] Es uno de los cuentos recuperados por la vecina de la localidad Felicidad Martínez.

[16] DE LA FUENTE, José: «Cuentos», en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, I (Madrid, 1944), págs. 334-335, núm. 3 «Gozos del Santo». ALARCÓN HERRERA, Rafael: La huella de los templarios, pág. 373, nota 9.

[17]Tradiciones orales leonesas. IV. Cuentos tradicionales de León, II. Seminario Menéndez Pidal UCM-Diputación Provincial de León. Madrid, 1989, págs. 167-169. Además de estas, conocemos otra versión procedente de Cabanillas.

[18] ESPINOSA, Aurelio Macedonio (hijo): Cuentos populares de Castilla y León. Tomo II. Departamento de Antropología de España y América. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1997, pág. 350.

[19]Ibidem, págs. 300-351.

[20] SUÁREZ LÓPEZ, Jesús: Cuentos del Siglo de Oro en la tradición oral de Asturias. Museo del Pueblo de Asturias. Fuentes para el Estudio de la Antropología Asturiana. Gijón, 1998, págs. 182-185.

[21] MARTIN SARMIENTO, Fray: Catálogo de voces y frases de la lengua gallega. Edición y Estudio por J. L. Pesando. Universidad de Salamanca. Salamanca, 1973, pág. 117. VIGO TRASANCOS, Alfredo Manuel: «Fray Martin Sarmiento y la arquitectura: su propuesta para la Biblioteca Real de Madrid, en O Padre Sarmiento e o seu tempo: Actas do Congreso Internacional do Tricentenario de F. Martín Sarmiento (1695-1995), Santiago de Compostela, 19 de maio-3 de xuño de 1995. Vol. II (Historia e Ciencias Sociais), pág. 202.

[22]Colección de Cantares Gallegos. Edición, introducción, notas e glosario por Domingo Blanco. Consello da Cultura Gallega. Santiago de Compostela, 2000, págs. 221, 251 y 259.

[23] LORENZO FERNÁNDEZ, Xaquín: Cantigueiro popular da Limia Baixa. Editorial Galaxia. Vigo, 1973, pag. 145.

[24] «Contos de Cregos (Terra de Viana do Bolo)», en Boletín Avriense, VIII (1978), págs. 30–31, núm. 14: «O San Sabestián».

[25]Etnografía galega: cultura espritual. Ed. Galaxia. Vigo, 1972, pág. 174.

[26] «Cántigas populares de Arousa», en Arquivos do Seminario d’Estudos Galegos, III. Imprenta Nos. A Coruña, 1931. Reeditado en Etnografía y Folklore de Galicia, II. Ediciones Xerais de Galicia. Vigo, 1982, pág. 108.

[27] «Tradiçôes populares de Santo Tirso», en Revista Lusitana. Arquivo de estudos filológicos e etnológicos relativos a Portugal, vol. 22, 1919, pág. 79, núm. 33. Estos versos serán insertados por Leite de Vasconcellos en su libro Estudos de filologia portuguesa. Libros de Portugal. Río de Janeiro, 1961, pág. 24.

[28]De terra em terra: excursões arqueologicò-etnograficas através de Portugal (norte, centro, e sul), I. Imprensa nacional. Lisboa, 1927, pág 13.

[29]Etnografia portuguesa: tentame de sistematização, Volumen 8. Imprensa nacional. Lisboa, 1982, pág. 96.

[30]Diccionario Geográfico Popular de cantares, refranes, adagios, proverbios, locuciones, frases proverbiales y modismos españoles. Madrid, Librería de los Sucesores de Hernando, 1923, pág. 78.

[31] SUÁREZ, Andrés: Luaña, mitos, costumes e crencias dunha parroquia galega. Ed. Galaxia. Vigo, 1979, pág. 76.

[32] GOMARIN GUIRADO, Fernando: «Algunos cuentos de tradición oral en Cantabria», en Revista de Folklore, 172 (Valladolid, 1995), pág. 111.

[33] ASIÁIN ANSORENA, Alfredo: «Narraciones folclóricas navarras. Recopilación, clasificación, análisis», en Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra. Año XXVIII, núm. 81 (Enero-Diciembre, 2006), pág. 230. Número 157: «El santo y el cedazo».

[34]TELLECHEA IDÍGORAS, José Ignacio: «Catolicismo postridentino. Auto de fe en Calahorra (1566)», en Samalticensis, vol. 32, núm. 2 (1985, pág. 187. Cit. ASIÁIN ANSORENA, Alfredo: «Símbolos y superposiciones culturales y religiosas sobre el «otro excluido» en la literatura oral navarra», en Zainak. Cuadernos de Antropología-Etnografía. Sociedad de Estudios Vascos, Eusko Ikaskuntza, 18 (1999). Pág. 187.

[35] ARCO Y GARAY, Ricardo del: Notas de folklore altoaragones. Biblioteca de Tradiciones Populares, I. Madrid, CSIC. Instituto «Antonio Nebrija», 1943, pág. 464.

[36]El humor alto aragonés. Ed. Mina. Zaragoza, 1992, pág. 111. GONZÁLEZ SANZ, Carlos: «Las formas breves de la narrativa folklórica en la comarca de Valdejalón (Zaragoza)», en Estudis de Literatura Oral Popular. Universitat Rovira i Virgili. Núm. 2 (Tarragona, 2013), pág. 102.

[37] San Sebastián y el ciruelo constituyen elementos indispensables en los cantos de este tipo que perviven en la comarca de Ribagorza.

[38] NOGUÉS, Ronualdo: Cuentos, Tipos y Modismos de Aragón. Madrid, imprenta A. Avrial, 1898, pág. 40. También recoge el dicho popular VERGARA MARTÍN, Gabriel María: Diccionario Geográfico Popular…, pág. 97.

[39] Mariano Miguel de Val. «La copla baturra», en Ateneo, Revista Mensual Ilustrada. Tomo IX (Madrid, Enero-Junio, 1910), pág. 210.

[40] «Las formas breves de la narrativa folklórica en la comarca de Valdejalón (Zaragoza)», pág. 102.

[41] GOMIS I MESTRE, Cels: «Folklore català». Arxiu d’Estudis del Centre Excursionista de Terrassa 2, núm. 14 (novembre-desembre, 1912), pág. 207.

[42] IBOR MONESMA, Carolina: «Sobre dances y bailes procesionales», en Músicas y palabras en Valdejalón. Asociación Cultural L’Aldaba. Tintaura S.L. La Almunia de Doña Godina, 2012, pág. 313. Ver también el artículo de González Sanz en esta misma publicación (capítulo 11): «Cuentos y otros relatos folklóricos».

[43] URZAY BARRIOS, José Ángel: Cultura popular de la Comunidad de Calatayud. Calatayud, Centro de Estudios Bilbilitanos, 2006, pág. 480.

[44]A la falda de la iaia. Literatura oral de Massalió. Calaceit, Associació Cultural de Matarranya, 2005, págs. 126-127.

[45]Lo Molinar. Literatura popular catalana del Matarranya i Mequinensa: 1. Narrativa i teatre. Instituto de Estudios Turolenses, Associació Cultural de Matarranya, Carrutxa. Calaceit 1995, pág. 210, núm. 139.

[46] GOMIS I MESTRE, Cels: «Folklore català», pág. 207. Facilito la traducción: «… cuentan que, hace ya muchos años fue a aquellas tierras un escultor de gran fama, quien a continuación encontró trabajo. El pueblo de Albanyà le encargó un Cristo y el de Fontfreda, un San Miguel. El escultor compró un gordo roble de una masía de aquellos alrededores y de su tronco en hizo las dos imágenes. Por eso es por lo que dice la gente que el Cristo de Albanyà y el demonio de Fontfreda son hermanos».

[47] «Refranys geogràfics», en Bulletí del Centre Excursionista de Catalunya, Club Alpí Català, Club d’Esquí de Catalunya. Any XLVII (Maig del 1937), núm. 504, pág. 118. Folklore de Catalunya: Rondallística (Rondalles-Tradicions-Llegendes). Barcelona: Selecta, 1950, pág. 823.

[48]La punyalada. Novela montanyenca. Barcelona, Ilustració Catalana, 1904, pág. 96. Cit. SAMPER PRUNERA, Emili: Cels Gomis i Mestre: Biografia i Narrativa Folklòrica. Tesis doctoral. Universitat Rovira i Virgili. Tarragona, 2013, págs. 295-296.

[49]El rondallari català. Barcelona, R. Miquel y Planas, 1909, pág. 301, núm. 93. SERRA i MASSANSALVADOR, Jordi: Cultura popular del Montserrat. A partir de textos recollits per Pau Bertran i Bros. Ajuntament d’Olesa de Montserrat, Publicaciones de l’Abadía de Montserrat, 2003, pág. 255. 

[50] ASENSIO GARCÍA, Javier: Cuentos riojanos de tradición oral. Piedra de Rayo, Logroño, 2006.

[51] MENDOZA GARCIA, Oscar Javier: «Folklore en La Rioja, II. Presentación y transcripción de BG 913, manuscritos de Don Bonifacio Gil Garcia», en Takushoku University. Tokio. Núm. 16 (octubre, 2006), pág. 71.

[52] VERGARA MARTÍN, Gabriel María: Diccionario Geográfico Popular…, pág. 59.

[53] SÁNCHEZ MORENO, María José: «Cancionero de El Recuenco», en Cuadernos de Etnología de Guadalajara. Institución Provincial de Cultura «Marqués De Santillana». Excma. Diputación. Guadalajara. Núm. 30-31 (1998-1 999), pág. 154.

[54] ALARCÓN HERRERA, Rafael: La huella de los templarios. Tradiciones populares del Temple en España. Ediciones Robinbook. Barcelona, 2004, pág. 372.

[55]Ibidem, 373, nota 9

[56] «Cuentos tradicionales toledanos», en Homenaje a D. Fernando Jiménez de Gregorio. Centro. de Estudios de los Montes de Toledo. Toledo, 1988, págs. 283-299. Cuento número 16.

[57]Geografía Popular Toledana. Cancela de Camilo José Cela. Madrid, 1965, núm. 424. Cit. RODRÍGUEZ DE LA TORRE, Fernando: Dichos, coplas y versos tópicos de La Mancha y de la provincia de Albacete. Instituto de Estudios Albacetenses Don Juan Manuel. Albacete, 2000, pág. 279. Perejón es el nombre con el que se conoce al peral silvestre.

[58] DÍAZ GONZÁLEZ, Joaquín: «Canciones y cuentos», en Revista de Folklore, 63 (Valladolid, 1986), pág. 108.

[59] NUÑO, Demetrio: «Rogativas. Cosas de antaño», en El Viso Único. Asociación de Mayores «D. Adelaido Almodóvar», núm. 37 (Viso del Marqués, 2013), pág. 18.

[60] JIMÉNEZ MONTALVO, María del Mar: Literatura tradicional de Terrinches (Ciudad Real). Géneros, etnotextos, comparatismo. Tesis doctoral leída en la Universidad de Alcalá, 2005, pág. 940. Cit. NIEVES MARTÍN, Rafaela: Literatura y Cultura Oral de la Comarca de San Vicente de Alcántara (Badajoz). Tesis doctoral. Universidad de Alcalá, 2010, pág. 373.

[61] AGUILAR SERRANO, Engracia y BALLESTA SÁNCHEZ, María Mercedes: «Cuentos de tradición oral», en Zahora. Revista de Tradiciones Populares. Diputación de Albacete. Especial Riópar. Núm. 11 (Albacete, 2011), pág. 49.

[62] ATIÉNZAR GARCÍA, María del Carmen: Cuentos Populares de Chinchilla. Departamento de Literatura Española y Teoría de la Literatura. Facultad de Filología. Tesis Doctoral, 2005-2006. Número 161, pág. 311.

[63]Ibidem, número 160, pág. 311.

[64] HERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, Ángel: Cuentos populares de la provincia de Albacete (Recogidos por los alumnos del I.E.S.. Mixto Número Cinco). Instituto de Estudios Albacetenses «Don Juan Manuel» de la Excma. Diputación de Albacete. Albacete 2001, pág. 256, núm. 191.

[65] ATIÉNZAR GARCÍA, María del Carmen: «Cuentos de tradición oral recogidos en Pozuelo (Albacete)», en Estudis de Literatura Oral Popular. Universitat Rovira i Virgili. Núm. 4, (Tarragona, 2015), pág. 39. Cuentos Populares de Chinchilla, núm. 162, pág. 312.

[66] SERNA, José S.: Cómo habla la Mancha. Diccionario Manchego. Suc. de A. González. Albacete, 1974, págs. 109-110. Lo interpreta como «frase familiar con que se censura a quien ocupa un puesto importante sin ningún mérito». CRUZ HERRERA, María de Pilar: «Diccionario de gentilicios y seudogentilicios de la provincia de Albacete», en Zahora, núm. 42 (Albacete, 1993), pág. 126. Algunas versiones concluyen con «los milagros que tú hagas / que me los cuelguen en los huevos».

[67] RODRÍGUEZ DE LA TORRE, Fernando: Dichos, coplas y versos tópicos de La Mancha y de la provincia de Albacete, pág. 277.

[68]La Traca. Valencia, 10 de Febrero de 1934, núm. 142 (Segunda Época), pág. 2.

[69] ABELLA, Agustín: «Fent memoria: Resistir és vencer», en Buris-ana, Butlletí de l’Agrupació Borrianenca de Cultura, núm. 213. Burriana, 2011, pág. 26.

[70] BELTRAN LLAVADOR, Rafael: Rondalles populars valencianes: Antologia, catàleg i estudi dins la tradició del folklore universal. Publicacions de la Universitat de València. Valencia, 2011, pág. 502.

[71] GÓMEZ TORO, José María: «Aledo, villa medieval, histórica, artística y artesana», en El Canjilón. Revista Etnográfica del Museo de la Huerta de Murcia, núm. 25 (Alcantarilla, 2003), pág. 12.

[72] RABAL SAURA, Gregorio: «Cuando la chicoria echa flor. (Etnobotánica en Torre Pacheco)», en Revista Murciana de Antropología, 6. Universidad de Murcia, 1999, págs. 117-118. SÁNCHEZ FERRA, Anselmo José: «Camándula. (El cuento popular en Torre Pacheco)», en Revista Murciana de Antropología, 21. Universidad de Murcia. Murcia, 2014, págs. 203-204. ÁLVAREZ ARIAS, Beatriz Teresa: Nombres vulgares de las plantas en la Península Ibérica e Islas baleares. Tesis doctoral Universidad Autónoma de Madrid-Facultad de Ciencias-Sección Biológicas-Departamento de Biología-Unidad de Botánica. Madrid, 2006, pág. 879.

[73] SÁNCHEZ FERRA, Anselmo José: «El cuento folclórico en Lorca, 2», en Revista Murciana de Antropología, 21. Universidad de Murcia. Murcia, 2014, págs. 654-67.

[74] «Cuentos humorísticos y seriados en la pedanía murciana de Javalí Nuevo», en Revista de Folklore, núm. 291 (Valladolid, 2005), págs. 100-101. Posteriormente lo ha editado en el artículo «Rogando por la lluvia al santo (cuento tradicional y obsesión por el agua en el Campo de Cartagena)», en Revista Murciana de Antropología, núm. 15 (2008), págs. 304-305.

[75] GUERRERO RUIZ, Pedro y LÓPEZ VALERO, Amando: Poesía popular murciana. Murcia, Secretariado de Publicaciones de la Universidad, 1996, pág. 232. RIQUELME SÁNCHEZ, Escolástico, Cancionero-refranero y anecdotario poético popular (Recopilación del sentir popular huertano). Murcia, 2002, pág. 79. MARTÍNEZ MARÍN, Carmelo y CARRILLO TORRANO, José Antonio De memoria. Tradición oral en Lorquí. Lorca: Ecxmo. Ayuntamiento, 2002, pág. 109. SEVILLA, Alberto: Cancionero popular murciano. Murcia, Imp. Sucesores de Nogues, 1921, pág. 355.

[76] JORDÁN MONTES, Juan Francisco, SÁNCHEZ FERRA, Anselmo J. y GARCÍA HERRERO, Gregorio: «La memoria de Caprés», Revista Murciana de Antropología, 4 (Universidad de Murcia, 1999), págs. 186-187.

[77] SÁNCHEZ FERRA, Anselmo José: «El cuento folclórico en Cartagena», en Revista Murciana de Antropología, 7 (Universidad de Murcia, 2010), págs. 460-462.

[78] GARCÍA, Mateo: «San Agustín», en La Voz de Mazarrón, Periódico Independiente Comarcal. Año VI (14 de febrero de 2006), núm. 145, pág. 13.

[79] Rodríguez, Federico: «El tronco de cerezo», en Revista Cuadernillo de La Sagra, núm. 224 (Huescar, 2016), pág. 8.

[80] LINARES LUCENA, Francisco Antonio: El cancionero y el folclor tradicional en Bailén: recopilación y estudio. Bailén (Jaén), 2005, pág. 31.

[81] ALARCÓN HERRERA, Rafael: La huella de los templarios, pág. 331.

[82] ALCALÁ ORTIZ, Enrique: Cancionero Popular de Priego (poesía cordobesa de cante y baile), III. Cordoba (Enrique Alcalá Ortiz), 1984, núm. 2355, pág. 500.

[83] ESTEBAN, José: Refranero anticlerical. Ediciones Vosa, Col. La Nave de los Locos. Madrid, 1994, pág. 112.

[84] «Un recorrido por la música tradicional archidonesa», en Aproximación al patrimonio natural y cultural de Archidona: aplicaciones didácticas a todos los niveles educativos (estudio de Geografía, Naturaleza, Historia, Economía, Arte, Música, Antropometría cultural y Didáctica). (Coord. María del Carmen Moreno Martín). Junta de Andalucía, Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, 2011, pág. 136.

[85] En este pueblo se utiliza un algarrobo para tallar la imagen de una virgen.

[86]Cuentos Populares Sevillanos (en la tradición oral y en la literatura). Tomo II. Fundación Machado. Sevilla, 1999, págs. 284-285. Al mismo se refiere en otros trabajos: «Ritmos, rimas y canciones en cuentos populares», en De la canción de amor medieval a las soleares: profesor Manuel Alvar «in memorian». Actas del Congreso Internacional «Lyra minima oral III. Sevilla, 26-28 de noviembre de 2001. (Coord. Pedro Piñero Ramírez). Sevilla, 2004, pág. 310. «Cuentos populares andaluces», en Revista de Foklore, 317 (Valladolid, 2007), pág.175.

[87]Cuentos al amor de la lumbre, II. Cuentos de costumbres y de animales. Madrid, Anaya Editorial, 2011, pág. 53, núm. 73,

[88]Cuentos Gaditanos, I. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1959, págs. 139-140. 

[89] PÉREZ PALOMARES, Juan Ignacio: «Los cuentos de tradición oral en el Campo de Gibraltar: Un primer acercamiento a esta forma de literatura popular», en Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños, 16 (Algeciras, 1996), pág. 109.

[90] PÉREZ, Juan Ignacio y MARTÍNEZ, Ana María: Debajo del Puente. Adivinanzas tradicionales recogidas en el Campo de Gibraltar. Asociación Lit.Oral. Algeciras, 2002, págs. 113-114.

[91] RUIZ FERNÁNDEZ, María Jesús: La tradición oral del Campo de Gibraltar. Cádiz, Diputación Provincial, 1995, pág. 168.

[92] Sin pretender ser exhaustivo, he aquí un listado de personas que se han ocupado de estos menesteres: ÁLVAREZ DURÁN, Cipriana; BARCIA MENDO, Enrique; BARRANTES MORENO, Vicente; BARROSO GUTIÉRREZ, Félix; CORREAS, Gonzalo; CURIEL MERCHÁN, Marciano; FERNÁNDEZ OXEA, José Ramón; FLORES DEL MANZANO, Fernando; GALLARDO DE ÁLVAREZ, Isabel; GARCÍA PLATA DE OSMA, Rafael; GUTIÉRREZ MACÍAS, Valeriano; HERNÁNDEZ DE SOTO, Sergio; LAHORASCALA, Pedro; LEITE DE VASCONCELLOS, José; MACHADO Y ÁLVAREZ, Antonio; MARCOS ARÉVALO, Javier; MARCOS DE SANDE, Moisés; MARTOS NÚÑEZ, Eloy; MONTERO MONTERO, Pedro; PEDROSA, José Manuel; RAMÓN MARTÍNEZ, Matías; REYES HUERTAS, Antonio; RODRÍGUEZ PASTOR, Juan; VEGA, María José, y VELASCO, Honorio.

[93]Cuentos Populares Extremenos y Andaluces. Recopilados por los alumnos del I.B. Eugenio Hermoso, de Fregenal de la Sierra. Diputaciones Provinciales de Badajoz y Huelva. Badajoz, 1991, pág. 315, núm. 89 (informante: Nicasio Mayal).

[94]Refranero popular extremeño. Biblioteca Popular Extremeña. Universitas Editorial. Badajoz, 1991, pág. 187.

[95] Lo escuché recitar a un vecino de San Vicente de Alcántara cuando sacaba corcha en la dehesa de Valverde, de Ahigal, en el año 2015.

[96] CRUZ GONZÁLEZ, Juan: «La Colmena: El milagro de San Sebastián», en Salud Extremadura. Periódico del Servicio Extremeño de Salud. Año III, núm, 21, enero 2005, pág. 5.

[97] «Cuentecillo sobre el san Sebastián de Arroyomolinos de Montánchez», en El Partido Liberal, Cáceres. 22 de febrero de 1899, núm. 399.

[98] «Invierno Popular. Apuntes recogidos en Alcuéscar», en Revista de Extremadura, Tomo II, cuad. III. Cáceres, Tip., Enc. y Lib. de Jiménez, 1900, pág. 116.

[99]Cuentos extremeños obscenos y anticlericales. Colección Raíces. Diputación de Badajoz. Departamento de Publicaciones. Badajoz, 2001, pág. 318 (150.23 «El ciruelo»).

[100] En alguna versión es un madroño.

[101] ALARCÓN HERRERA, Rafael: La huella de los templarios, pág. 372.

[102] GALÁN RODRÍGUEZ, Carmen: «Coplas lascivas y jocosas (Navalmoral de la Mata)», Antropología Cultural de Extremadura, Asamblea de Extremadura, Mérida, 1989, pág. 590.

[103] DOMÍNGUEZ MORENO, José María: Fiestas Populares en la Provincia de Cáceres. Salamanca, Caja Salamanca y Soria, Colección Temas Locales, 1997, pág. 37. «La fiesta de los Santos Mártires en la Alta Extremadura», en Revista de Folklore, 181 (Valladolid, 1996), pág. 3.

[104] MERCHAN TORRALVO, Luis (coord.): Enciclopedia de la Vera y Sierra de Gredos. Vol. 1. Ediciones La Vera. Jaraíz de la Vera, 1994, pág. 175.



Un cuento extremeño: «San Antonio y el peral». Estudio, difusión y nuevas aportaciones (II)

DOMINGUEZ MORENO, José María

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 488.

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