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Revista de Folklore número

487



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Un cuento extremeño: «San Antonio y el peral». Estudio, difusión y nuevas aportaciones (I)

DOMINGUEZ MORENO, José María

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 487 - sumario >



A Maribel García Paniagua

I. Clasificación y datos históricos

En el año 1981 recogí en la localidad cacereña de Ahigal un cuento que, bajo el título de San Antonio y el peral, me relató Norberto García Martín, herrero de profesión y popularmente conocido como «tío Gareto». El mismo fue dado a conocer en una antología sobre los cuentos locales[1], tres décadas más tarde, en estos términos:

Había uno que tenía un peral, ¡y maldita las peras que le cogía al peral! Ni una pera, y eso que era un peral de los gordos, gordos. Pero ni una pera. Asín que un día va, y se coge al compadre, y con el serrucho, ran, ran, ran, ca uno por un lao, ran, ran, ran, que el peral pal suelo. ¡Menú troncón tenía el peral!

Dice el amo del peral:

—¡Coño! De aquí saco una güena pesebrera pal burro.

Pos jizo la pesebrera y dispués de jacela le sobraba la otra metá. Y dice el del peral:

—Esta otra metá la guardo pa lo que empareje.

Pero un día pasa pa allí un carpintero y vio el cacho del troncón. Y le dice el carpintero al del peral:

—Güen troncón tienes ahí. Si me lo vendieras...

Y el del peral:

—No se pa qué coño precisas esto. Como no sea pa jacer un pesebre.

—Es que lo quiero pa jacer una estatua de San Antonio pa ponelo bien currucato en la armita.

—¡Coño! Pos si es pa eso, te regalo el troncón.

Se cargó el carpintero el troncón y con él pa la carpintería. Pam, plam, pam, plam, que en pocos días lo queó jechito a San Antonio. Toa la gente a rezale a San Antonio pa que lloviera o pa que escampara, y eso. Prusición pa acá, prusición pa allá, pa tó prusición pa arriba, prusición pa abajo. Pero, ¡como si na!

Ya el amo del peral quería dicile a la gente que no juera boba, que San Antonio no iba a jacel na porque estaba jecho de un árbol que era jorro. Asín que se sube pa arriba pal corcho de la armita, el púrpito me paé, se sube pa arriba pal corcho y se pone:

Antonio divino y santo,

vecino de Portugal,

del pesebre del mi burro

eres hermano carnal.

En el mi güerto creciste,

peras de ti no cogí,

que los milagros que jagas

que me los cuelguen a mí.

En la catalogación de estos cuentos ahigaleños, llevada a cabo por el profesor Ángel Fernández Hernández, se clasificó como Robe 1829*D, lo que viene a significar que esta narración escapaba a los tipos de cuentos folklóricos de carácter internacional clasificados por Atti Aarne (1867-1925), por Stith Thompson (1885-1976) y más recientemente por Hans-Jörg Uther. Merced a estos autores contamos con el sistema ATU (Aarne-Thompson-Uther), considerado, a pesar de sus limitaciones, como la mejor herramienta para la ordenación de los cuentos en sus múltiples variantes. Siguiendo las pautas marcadas por ATU el citado cuento de San Antonio y el peral cabría incluirlo entre los «Cuentos Humorísticos», en el apartado relativo a las «Chanzas sobre sacerdotes y religiosos», a los que se fija una enumeración que va del 1725 al 1849. No obstante, en el índice ATU lo que más se le aproxima es a la definición de los cuentos de «Personas vivas que actúan como imágenes de santos», relatos con los que cuenta con más diferencias que similitudes.

Este tipo de cuento no fue catalogado por los autores mencionados, tal vez por haber sido considerado un ecotipo, un cuento adscrito únicamente a un espacio geográfico[2]. No obstante, en el año 1972, Stanley L. Robe daba a conocer un listado de cuentos populares recopilados en el sur de Estados Unidos, México y otros países centroamericanos[3], entre las que apuntaba diferentes versiones de este relato, al que asignaba el número-tipo 1829*D, respondiendo al enunciado de «Imagen de santo hecha de un árbol frutal estéril». En opinión de Robe este cuento habría llegado al continente americano en boca de los colonizadores.

El profesor Pedrosa Bartolomé, en un interesante estudio sobre esta materia[4], nos ofrece un cuento cubano extraído de la colección de Samuel Feijoo[5], que viene a suponer una adición a las versiones recopiladas por Robe, y cuya conexión con la narración insertada al comienzo y con otras peninsulares, a las que posteriormente nos referiremos, resulta evidente:

Éste era un cura que fue a la finca de un guajiro y le pidió un naranjo, y lo tumbó y del palo hizo un santo y lo puso en la iglesia. Y luego fue el guajiro por allí, y cuando vio el santo, le dijo:

En la finca de Tumbaga

naranjas de ti comí;

los milagros que tú hagas,

que me los claven aquí.

Y se apuntaba pa un lao feo.

Tomando como factible la tesis de Robe sobre la implantación de este tipo de cuento en el Nuevo Mundo al tiempo de la colonización, hemos de aceptar su existencia ya en el Siglo de Oro. Y así parecen confirmarlo diferentes escritos de la época. Lope de Vega, en su comedia El ejemplo de casadas y prueba de la paciencia[6], compuesta entre los años 1600 y 1603[7], presenta una prueba irrefutable. En el segundo acto se produce una pugna dialéctica entre el conde Enrico y su esposa Laurencia. Esta, en respuesta a una fábula hiriente que le dirige el marido, le replica con otra fábula. Aludía al labrador que dio a un escultor el tronco de un moral para tallar una imagen de Júpiter, razón que consideraba suficiente para no prestarle adoración[8]:

Mas pues prueuas co[n] fabulas tu intento

vn labrador escriuen que tenia

vn tronco de moral por tosco asie[n]to

que le pidieron en su pueblo vn dia:

labrò del vn artifice contento

vna image[n] de Iupiter q[ue] hazía

despues milagros y au[n]q[ue] el pueblo entraua

a verle el labrador jamas llegaua.

Preguntole vn vezino que le aduierta

la causa y respo[n]dio qua[n]do me acuerdo

que este era moral ju[n]to a mi puerta

la deuocion a sus milagros pierdo:

assi vuestra excelencia se concierta

co[n] mi padre señor, mas no fue cuerdo

diole el moral y aunq[ue] milagros haga

q[ue] aura q[ue] tronco verme no deshaga[9].

A pesar de que Lope disfraza el argumento con un ropaje mitológico, nada viene a indicar que nos encontremos ante una fábula antigua[10], aunque tampoco sería muy descabellado pensar en la existencia de algún cuentecillo clásico de esta índole, como se podría colegir de esta frase entresacada de uno de los escritos dirigidos al César por el poeta Marcial: «El que esculpe los rostros sagrados en oro o en mármol, ése no hace dioses; el que les ruega, ése sí los hace»[11]. En este sentido, los investigadores José Miguel Morán y Javier Portus, acerca de este cuento, señalan que «hay algunos datos que nos invitan a situar su origen en la Antigüedad Clásica, aunque todavía no hayamos podido encontrar su fuente»[12].

Un enfoque clásico de este cuento es igualmente la versión que se recoge en La Pícara Justina, obra que ve la luz en los primeros años del siglo xvii[13]. Aunque Justina se convierta en hidalga para sus hermanos no dejará de ser una simple villana, hasta el punto de hacer un símil con la correspondiente fábula:

Desde alli començé a cobrar brio de hidalga: mas no por esso mis hermanos me tenian mas repeto: mal aya el nacer villana y montañesa, que nunca sale la persona. Es lo que dixo el otro carnicero, que no quiso adorar la imagen de Venus, porque supo que se auia hecho de vn tajon en que el cortaua carne, y dixo: como la conoci tajon no la puedo tener respeto, ansi, que como me auian conocido tajona, nunca me guardauan el deuido acatamiento[14].

El propio Máximo Chevalier nos acerca a dos alegorías de Baltasar Gracián con bases en este mismo relato, insertos en Oraculo Manual y Arte de Prudencia, sacada de los aforismos que se discurren en la obras de Lorenço Gracian[15]. En el primero de los apólogos, que en las nuevas ediciones del Oráculo se señala con el número 5, se lee que «No haze el numen el que lo dora, sino el que lo adora»[16]. Más explicito es el aforismo numerado como 198, que añade tras el enunciado «Saberse trasplantar»:

Ay naciones, que para valer, se han de remudar, y mas en puestos grandes. Son las patrias madrastras de las mismas eminencias: reyna en ellas la embidia, como en tierra connatural, y mas se acuerdan de las imperfecciones, con que vno començó, que de la grandeza a que ha llegado: vn alfiler pudo conseguir estimacion, pasando de vn mundo á otro, y vn vidrio puso en desprecio al diamante, porque se trasladó, todo lo estraño es estimado, yá porque vino de lexos, yá porque se logra hecho, y en su perfeccion: sugetos vimos, que yá fueron el desprecio de su rincón, y oy son honra del mundo, siendo estimados de los propios, y estraños; de los vnos porque los miran de lexos, de los otros porque lexos; nunca bien venerará la estatua en el ara el que la conoció tronco en el huerto[17].

Una décima atribuida a Luis de Góngora incide en el mismo concepto del cuento, si bien tal ironía va dirigida a un personaje de su tiempo, al que Antonio Carreira identifica con el Conde Duque de Olivares[18]:

Tan ciruelo a San Fulano

le conocí, que a pesar

del barniz ha de sudar

gomas, que desmiente en vano.

Si ingrato ya al hortelano

árbol fue, ¿qué será bulto?

Ni público don ni oculto

santo me deberá tal,

que el que a la cultura mal,

peor responderá al culto[19].

Es el mismo destinatario al que también Góngora le dedica el soneto LXXXIV:

Lugar te da sublime el vulgo ciego,

verde ya pompa de la selva obscura;

que no sin arte religión impura

aras te destinó, te hurtó al fuego.

Mudo mil veces yo la deidad niego,

no el esplendor a tu materia dura;

ídolos a los troncos la esculptura,

dioses hace a los ídolos el ruego.

En lenguas mil de luz, por tantas de oro

fragrantes bocas el humor sabeo

te aclama, ilustremente suspendido..

En tus desnudos hoy muros ignoro

cuántas de grato señas te deseo,

leño al fin con lisonjas desmentido[20].

Por lo mediados del siglo xvii, en los comentarios a la obra del poeta, don García de Salcedo apuntaba, aunque sin citarlo, en la dirección del personaje objeto de la sátira: «Este soneto escriuio don Luis contra algún Cauallero, o Señor muy poderoso, y mal recibido, o por necio, o por inutil, a los que se fauorecian del». Y seguidamente daba cuenta del carácter metafórico del cuento, que debió ser bastante popular en aquellos tiempos, aplicado al personaje en cuestión:

En metafora de vn arbol, de cuyo tronco se hizo algu[n] idolo, q[ue] veneró despues el pueblo, refiere Don Luis el principio deste Gauallero, diziendo: A ti que en otro tiempo fuiste verde pompa de la obscura selua, oy te dá sublime lugar el ciego vulgo, que te venera. Esto es a ti, que fuiste de humilde, y obscuro estado, oy ciegamente venera el vulgo ignarante.

Que no sin arte, esto es, que auiendote labrado el arte, y dado nueua forma la escultura, te destinó impura, y torpe religion aras en que te ofreciessen culto, y te hurtó al fuego.

Quiere dezir, que siendo antes vn tronco inutil, que pudiera seruir de materia al fuego, aora por auerle labrado el arte del curioso escultor, te adora supersticiosamente la ambición lisongera.

Pero yo mil vezes mudo, quando otros te aclaman, con indigna, y ciega adoración, niego en mi silencio tu vana deidad: pero no niego el esplendor que te dio la mano del artifice, formandote de dura materia, esto es de vn duro tronco: si ya no es, que lo dixesse por el esplendor de su sangre, que aunque en estado humilde y oluidado, fue siempre generosa.

Porque que yo confieso que la escultura haze idolos de los troncos: pero el ruego, y la adoración haze Dioses a los idolos, que son troncos[21].

Igualmente Vélez de Guevara tiene en mente el cuento, puesto que a él alude en un pasaje de su obra También la afrenta es veneno, cuando pone en boca del gracioso Barreto, criticando la inmerecida y repentina promoción social de determinados personajes, los siguientes versos:

este hidalgo, que le llamo

así ahora, y puede ser

que después no se contente

con vizconde solamente,

que aquí suele anochecer

uno cerezo, y salir

San Roque por la mañana,

porque es mano soberana

la de un rey para esculpir,

como Dios, hombres de nada[22].

Por su parte Luis Galindo (1659-1668), como bien recuerda Juan Manuel Pedrosa[23], trae a colación el cuento cuando glosa el refrán Como le conozí çerezo / no le tengo devoçión, aludiendo al juicio que se hace de una persona por actuaciones pasadas:

Alg[una] vez el pueblo en altura y dignidad, que no en estado y fortuna humilde, no le respetta, porq[ue] haze memoria de sus principios. Y assi el rustico de n[uest]ro Refran niega la veneraçion a la estatua, q[uan]do vio q[ue] el artifize la formó de vn tronco…

Y no con menos grazia se diría del q[ue] conozimos hombre viçioso, y contandose del alguna virtud y mudanza de costrumbres, negamos el crédito[24].

En este período ya se constatan autores que se refieren tanto al cuento como al dicho o refrán derivado de él, hasta el punto de santificar y bautizar la imagen, no con el nombre del santo que se representa, sino con el del árbol que sirvió para esculpirla. Por eso no es de extrañar encontrarnos con menciones a San Ciruelo o a San Cerezo, incluso marcando fecha de su celebración. Al maestro Gonzalo Correas debemos varios apuntes al respecto. Al citar La de San Leprisko añade Dicho de donaire komo San Ziruelo, San Pito[25]; al nombrar a San Ziruelo añade que se tiene Por santo no determinado ni zierto; y así, diciendo para tal día, es para nunka jamás; y sin dejar de definir a Ziruelo de una manera más zafia: lo del macho ierto del varón[26]. Como santo burlesco San Ciruelo sigue vivo en el refranero actual («Día de San Ciruelo, treinta de febrero»[27], «El día de San Ciruelo, pagaré lo que debo», «San Ciruelo, es uno de los santos que no ha ido al cielo»), con argumentos irónicos que recuerdan lo mismo a Correas que a Quevedo o a Góngora. A este último se debe el romance «Ensíllenme el asno rucio», donde leemos:

aunque es largo mi negocio,

mi vuelta será muy breve,

el día de San Ciruelo

o la semana sin viernes[28].

En el mismo sentido platica Francisco Bernardo de Quirós en la comedia El hermano de su hermana, cuando el moro Zelimo se dirige a Almanzor en los siguientes términos:

Impedirlo no es posible,

que así lo ordenan los cielos;

pero podrás alargarlo

hasta el día de San Ciruelo,

supuesto que ello ha de ser[29].

Quevedo incluye a San Ciruelo entre los santos «que ha canonizado la picardía con poco temor de Dios»:

Alcé los ojos, y estaban á un lado el Santo Mocarro jugando al abejón, y á su lado el de Santo Leprisco: luego en medio estaba San Ciruelo, y muchas mandas, y promesas de Señores, y Príncipes aguardando su dia, porque entonces las harian buenas, que seria el dia de San Ciruelo. Por encima de él estaba el Santo de Pajares, y Fray Jarro hecho una bota, por Sacristán junto á San Porro, que se quejaba de los Carreteros[30].

El carácter fálico señalado por Correas, que se advierte en cancioncillas[31] y cuentos más actuales de esta temática, no tuvieron gran predicamento entre sus contemporáneos, aunque sí sirvió de inspiración para literatos de la Ilustración, como fueron los casos de Nicolás Fernández de Moratín[32] o Félix María de Samaniego[33].

La sátira inspirada en este cuento, que ya vimos en autores del Siglo de Oro, siguió utilizándose con fines políticos en épocas posteriores, aunque muchas veces desconociendo el relato en su conjunto y anclándose únicamente en el dicho popular que pudo surgir como conclusión del hecho narrativo. Gustavo Adolfo Bécquer se vale de ello para arremeter contra el ministro de gobernación, nombrado por Leopoldo O’Donnell, y contra el propio general[34]:

Querido Posada Herrera,

Polaco te conocí:

los milagros que tú hagas,

que me los claven aquí.

De noche me salgo al patio

y hago a las piedras llorar,

de ver que hasta el mismo O’Donnell

se ha metido a liberal.

Otra sátira versificada bajo el mismo modelo se inserta en el Buñuelo[35], dirigida contra el militar José Ignacio de Echavarría y del Castillo, titulado Marqués de Fuente Fiel, y al que Cánovas convirtió en ministro de la Guerra:

Fuente-Fiel, hablar te oí,

y eco de opiniones vagas,

formulo la mía así:

Los milagros que tú hagas

que me los claven á mí.

En el año 1909 el periódico El Diluvio, de orientación republicana y de gran difusión en Cataluña[36], bajo una viñeta representando a Orfeo y a Mercurio, recogía un pequeño texto dialogado que debe interpretarse bajo el prisma de los graves acontecimientos políticos del momento:

—Mensajero de los dioses,

vengo á pedirte…

—¿Qué? ¡Dí!

—¡Los milagros que tú hagas

que me los claven aquí[37].

La tendencia partidista de determinados medios escritos, especialmente monárquicos y republicanos, adaptan los versos del cuento a tenor de sus intereses. Basta con citar a dos diarios, aunque separados varias décadas en el tiempo, para ver sus especiales tratamientos. Así nos encontramos cómo con fecha de 26 de junio de 1889 El País (Diario Republicano-Progresista), en el apartado «Comentarios»[38] introduce el siguiente párrafo:

Observa La Justicia que todos los monárquicos del Parlamento protestan de ser muy respetuosos con la regia prerrogativa, pero acaban siempre por faltarle al respeto.

A los monárquicos les pasa con el trono lo que á los sacristanes con las imágenes.

No pueden tenerles respeto porque saben á qué atenerse, como aquel de esta copla tan popular como volteriana:

Glorioso San Sebastián,

ciruelo te conocí.

¡Los milagros que tú hagas

que me los claven aquí!

En el semanario El Porvenir, Órgano de la Unión Monárquica Nacional, como colofón a un largo artículo titulado «La Republica», leemos los versos del popular cuento adaptado a los intereses del firmante, un tal Carlos Valverde[39]:

Por mi parte, como en aquél tiempo ya versificaba, aunque muy mal, por mero desahogo, y «en vista de lo visto», concreté mi impresión en una cuarteta, que aún recuerdo, y decía así:

República; no me halagas

Porque ya te conocí:

Los milagros que tú hagas

Que me los claven aquí.

Hemos de significar que este recurso fue muy abundante entre quienes escribían en los periódicos, ya fueran de carácter nacional o regional, en el último tercio del siglo xix y en el primero del xx[40], una época en la que las disputas políticas tuvieron un gran protagonismo. Y curiosamente las alusiones a los versos del cuento han vuelto a proliferar en las últimas décadas.

El recurso del cuento como sátira política también aparece en la prensa humorística de países hispanoamericanos, cual es el caso de La Ortiga y el Garrote, publicada en Montevideo. En un amplio editorial de 1874, bajo el título «Serapio y yo. Verdades en camisa y calsoncillos», se critica la nula evolución de los políticos uruguayos[41]:

—No, Serapio; hoy no me sacarás un solo hombre que piense de ese modo, y aunque son los mismos de antes, han cambiado.

—Así será, señor, pero yo creo que de lo que han cambiado, ha sido de traje. No se olvide su merced, de aquello que decía el Lego que lo mandaron rezar delante de un Cristo:

Cristo que fuiste higuera

de cuyas brevas comí;

¡los milagros que tú hagas

que me los claven aquí!

—Y qué quieres decir con eso, Serapio?

—Quiero decir, señor, que

si el era se torna es,

y el fue se torna será,

lo que ha sido volverá

y el antes, será después.

Mas no solo el cuento se convierte en recurso de la prensa para dirimir cuestiones políticas, sino también para poner en entredicho actuaciones de determinados personajes públicos. Así lo vemos en las pullas lanzadas contra el doctor Audet Solsona tras negar la efectividad de los estudios de Robert Koch sobre la tuberculosis[42], entre las que destacamos la aparecida en la Semana Cómica[43]:

La lucha entablada entre el simpático y popular Peris Mencheta y el audaz charlatán señor Audet Solsona, ha venido á demostrarnos que vivimos de milagro.

Ya ni de los títulos académicos puede uno fiarse.

A lo mejor llama usté á un médico creyendo encontrar un alivio á sus dolencias, y el que Vd. creía Galeno sabio y afamado, resulta ser el padre de una tiple absoluta, sin títulos, ni sabiduría, ni conocimientos toreros, ni nada.

Suerte que nunca falta un Peris Mencheta que tire á tiempo de la manta y que haga exclamar á la humanidad doliente... y engañada:

Santo que al enfermo estragas,

camueso te conocí.

Los milagros que tú hagas

!que me los claven aquí!

II. La difusion del cuento

La difusión del cuento por medios escritos toma gran protagonismo a partir del siglo xix. Fernán Caballero nos acerca a una versión del mismo en el número 27 del Semanario Pintoresco Español, con fecha de 8 de julio de 1855, dentro del título «Antiguallas rancias mandadas a recoger y que saca a luz Fernán Caballero», explicando el dicho popular «Yo te conocí ciruelo»[44]:

En un pueblo quisieron tener una efigie de San Pedro, y para el efecto le compraron á un hortelano un ciruelo. Cuando estuvo concluida la efigie y puesta en su lugar, fué el hortelano á verla, y notando lo pintado y dorado de su ropaje, le dijo:

Gloriosísimo San Pedro,

yo te conocí ciruelo,

y de tu fruta comí;

los milagros que tú hagas

que me los cuelguen á mí.

En el año 1861 Hartzenbusch nos presenta una adaptación en la fábula que clasifica con el número 158: «La anciana indevota».  El cura reprende a la anciana Sebastiana Bolaño, «viejecita de ciento y pico de años», porque se postra ante todas las imágenes de la iglesia, a excepción de la del arcángel San Miguel:

—Sebastiana, 

usted, ejemplarísima cristiana, 

me recibió al nacer; y yo me aflijo 

de que hablen mal de usted algunas gentes.

Ruégole que me diga 

por qué deja entender, con grave nota, 

que no es usted a San Miguel devota.

—Por tus órdenes, hijo, 

sumisa respondió la trisabuela,

yo te lo contaré; tú no lo cuentes. 

El que hoy arcángel es, antes fue viga, 

y antes árbol, al cual hacha y azuela 

vi después aplicar, en pie y tendido, 

y había antes comido 

yo su fruta mil veces, 

ricas cerezas, casi como nueces. 

Labrado el tronco luego y colorido, 

aún se me representa en el ejido, 

convidando a los ojos 

con agrupados pelendengues rojos; 

por eso, aunque me culpen y me ultrajen 

las lenguas maldicientes, 

paso aprisa delante de la imagen, 

y dígole entre dientes: 

Yo, que te conocí verde cerezo, 

no lo puedo olvidar, y no te rezo. 

De gran interés es el cuento que uno de los padres del folklore, Antonio Machado Álvarez (Demófilo), nos acerca en las páginas de una publicación de carácter satírico, La Caricatura[45]. Ofrece un magnífico relato costumbrista, del que es protagonista «El poeta Juan del Campo», un hombre conocedor de la naturaleza y sumamente analítico[46]. Juan, entre otras ocupaciones, también cortaba leña, que vendía a las tahonas del pueblo. Un día un amigo le regaló un naranjo secular que había derribado el vendaval.

Juan no se hizo rogar, serró el hermoso tronco y con su carga de leña se llevó el naranjo. (…) un caballero que estaba en la panadería vio el naranjo y dio á Juan por él más que lo que valió toda la otra leña junta que llevaba…

Algún tiempo después Juan se entera que del tronco del naranjo que vendió un artista ha esculpido una imagen de San Sebastián y que van a colocar en la iglesia. «Era para él cosa inusitada ver convertido en santo á un tronco de naranjo…». Y cierto día, al regreso de Juan al pueblo con su carga de leña, fue informado del maravilloso suceso:

Colocada aquella misma mañana la imagen de San Sebastián en el altar mayor de a iglesia, el santo se había pasado todo el santo día haciendo milagros; dos jóvenes que entraron cojos en la iglesia salieron de ella tirando sus muletas; tres ciegos recobraron la vista; verdad que los cinco inválidos eran forasteros, y que á excepción del cura y del sacristán, nadie los conocía…

Juan logró penetrar dificultosamente en el templo y llegando al altar miró también al santo; pero en su semblante no se reflejó un sentimiento de piedad sino una sonrisa irónica.

En aquel momento Juan, poeta por segunda vez, compuso la irreverenda coplilla que sigue:

Glorioso San Sebastián,

Naranjo te conocí,

Los milagros que tú hagas

Que me los claven aquí.

Y esto pensando se llevaba la mano á la frente.

¿Tuvo Juan la imprudencia de decir esta copla á algún convecino?

No lo sé; pero puedo aseguraros que la coplilla hizo y se divulgó por todo el pueblo.

A partir de la difusión de la copla las desgracias acompañaron la vida de Juan, aunque nunca perdió la inspiración poética. Al final de sus días escribió:

Hasta la leña en el campo

tiene su separación:

una sirve para santos

y otra para hacer carbón.

El pueblo cantando y los críticos eligiendo y consignando estas coplas en los cancioneros, acreditan que Juan del Campo era un poeta. El hombre, pensador reflexionando un poco, lamentará con nosotros el error de Juan, que amargó su mísera existencia. El naranjo que adornaban en su pueblo en forma de San Sebastián, no valía ni con mucho, lo que la leña seca que calienta y alumbra el hogar de una familia trabajadora.

Los versos dedicados al «Glorioso San Sebastián» vuelve a referirlos Machado en el artículo «Santo Estiércol», publicado en sus Obras Completas[47] y, posteriormente, en el periódico anticlerical El Motín[48]:

Canonizad el estiércol si habéis de seguir teniendo santos: si no lo haces, pueblo soberano, procura que sea respetado como merece, pues tú mismo me has enseñado que «el estiércol no es santo, mas donde cae hace milagros»; y jamás á ninguno de tu seno se le ha ocurrido dudar de su eficacia, como dudaba, por ejemplo, de la de un San Sebastián de su pueblo aquel bribonazo de hortelano que cantaba:

En mi huerto te criaste;

naranjas nunca te vi:

los milagros que tú hagas

que me los claven aquí.

Otro insigne folklorista muy vinculado a Antonio Machado, Francisco Rodríguez Marín lleva a cabo una gran recopilación de canciones, que dará a la luz en la década de 1880. En el apartado que dedica a los cantos «Jocosos y Satíricos», nos informa de una serie de versos del tipo de los enunciados, aunque omitiendo la pertenencia al consabido relato[49]:

Glorioso San Sebastian,

Hijo der chaparro grande,

Mi madre te alimentó

Y t’enderesó mi padre.

Glorioso San Sebastian,

Siruelo te conosí;

Los milagros que tú jagas

Que me los claben aquí.

Santo bendito y glorioso,

Criado en mi rabanar;

Der pesebre de mi burra

Eres hermano carná.

Yo te conosí siruelo

Y de tu fruta comí;

En mi güerta te criastes;

Naranjas nunca te bí.

¿Cómo quiés que yo le resé

A los santos e maera,

Si ar bendito San Arcadio

Lo jisieron de una piedra?

Puesto que el recopilador no ubica estas canciones, parece evidente que fueron recogidas en la provincia de Sevilla, correspondiendo la última de ellas, que inscribe bajo el epígrafe «Locales», a la ciudad de Osuna. Aparte de estos cantos populares, Rodríguez Marín, recopila en sus refraneros[50] diferentes alusiones a la devoción a los santos de madera, como refleja José Luis Agúndez en un interesante estudio sobre el particular[51]:

«¿Quién te vio y te ha visto, antaño ciruelo y hogaño Cristo?»; «¿Cómo en tus milagros creo, si te conocí ciruelo?»; «Como te conocí cerezo, no te rezo»; «Como te conocí ciruelo, maldita la devoción que te tengo»; « Si de nogal no dio nueces, de santo, ¿qué te parece?»; « Si no fuiste bueno para dar nueces, ¿cómo serás bueno para oír mis preces?»; «Quién te conoció ciruelo, no pudo adorarte luego»; «Como saliste de mi ciruelo, no he de rezarte, santito nuevo»; «Si de peral no diste peras, ¿quién milagros de ti espera?».




NOTAS

[1] DOMÍNGUEZ MORENO, José María: Cuentos de Ahigal. Cuentos populares de la Alta Extremadura. Guadalajara, Ed. Palabras del Candil. Colección Tierra Oral, 2011, págs. 401.

[2] HERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, Ángel: «Rogando por la lluvia al santo (cuento tradicional y obsesión por el agua en el Campo de Cartagena)», en Revista Murciana de Antropología, 15, 2008 (II Congreso sobre Etnoarqueología del Agua en el Campo de Cartagena. Vol. II: patrimonio y cultura del agua), pág. 307.

[3] ROBE, Stanley L.: Index of Mexican Folktales. Including Narrative Texts from Mexico, Central America and the Hispanic United States. Folklore Studies núm. 26. Berkeley-Los Ángeles-Londres: University of California Press, 1972.

[4] PEDROSA BARTOLOMÉ, José Manuel: «¿Hacen milagros los santos de madera? Devociones y escepticismos, poder y carnaval», en Revista de El Colegio de San Luis, núm. 6 (México, 2013), pág. 135

[5] FEIJOO RODRIGUEZ, Samuel: Cuentos populares cubanos, II. Santa Clara: Departamento de Investigaciones Folklóricas. Universidad Central de Las Villas, 1962, pág. 146.

[6] En Flor de las comedias de España, de diferentes avtores. Quinta parte. Recopiladas por Francisco de Auila… Barcelona, en casa Sebastian de Cormellas al Call, 1616.

[7] GRISWOLD MORLEY, Sylvanus y BRUERTON, Courtney: Cronología de las comedias de Lope de Vega. Editorial Gredos. Madrid, 1968, pág. 319.

[8] SORIANO DEL CASTILLO, Catherine: «El ejemplo de casadas y prueba de la paciencia» de Lope de Vega: Estudio comparativo», en Dicenda: Cuadernos de filología hispánica, número 10 (1991-1992), pág. 300.

[9] Pág. 16 r.

[10] CHEVALIER Máxime: Cuento tradicional, cultura, literatura (siglos xvi-xix) Ediciones Universidad. Salamanca, 1999, págs. 142-143.

[11] Epigramas, Libro VIII, 24. Qui fingit sacros auro vel marmore vultus, non facit ille deos: qui rogat, ille facit. Francisco de Quevedo se adhiere a esta máxima: «Las aras no hacen los Dioses, / las estatuas y los templos; / sino los tristes con votos, / los humildes con ruegos». El Parnaso Español y Musas Castellanas… En Madrid, por Pablo de Val, 1659, pág. 169.

[12]El arte de mirar. La pintura y su público en la España de Velázquez. Ediciones Istmo. Madrid, 1997, pág. 221. El capítulo que nos ocupa de esta obra fue publicado por Javier Portus Pérez bajo el título «De madero a imagen: San Ciruelo», en Cuadernos de Arte e Iconografía, tomo 6, número 12, págs. 160-167.

[13] LÓPEZ DE ÚBEDA, Francisco: Libro de Entretenimiento, de la Picara Ivstina, en el qval debaxo de graciosos discursos, se encierran prouechosos auisos… En Brvsellas, en casa de Oliuero Brunello, en la Fuente de oro, 1608. La primera edición fue impresa en Medina del Campo, por Cristóbal Lasso Vaca, en 1605.

[14] Tomo 1, Libro 4, Capítulo 4: «De las obligaciones de amor», págs. 138-139.

[15] He utilizado la edición de 1674, publicada en Madrid, por la Imprenta Real de la Santa Cruzada, con el título Obras de Lorenzo Gracián. Tomo Primero, que contiene, El Criticón, primera, segunda, y Tercera Parte, El Oraculo. Y el Héroe.

[16]Ibidem, pág. 450.

[17]Ibidem, pág. 492.

[18] «El conde duque de Olivares y los poetas de su tiempo», en Nueva Revista de Filología Hispánica. Tomo 64, número 2 (2016), pág.

[19] GONGORA Y ARGOTE, Luis de: Obras completas. (Edición de Juan e Isabel Millé González). Aguilar. Madrid, 1943, pág. 449.

[20]Ibidem, pág. 572.

[21] GONGORA Y ARGOTE, Luis de: Segundo tomo de las obras de don Luis de Góngora comentado por D. García Salcedo Coronel, Cavallero de la Orden de Santiago. Primera Parte. Madrid, por Diego Diaz de la Carrera, 1644, pág. 590-591.

[22]Comedia famosa. Tambien la afrenta es veneno. La primera jornada de Luis Velez de Guevara; la segunda de Don Antonio Coello; y la tercera de Don Francisco de Roxas. Madrid, en la Imprenta de Antonio Sanz, 1754, pág. 10 (Vv. 796-805).

[23] «¿Hacen milagros los santos de madera? Devociones y escepticismos, poder y carnaval», pág. 136.

[24]Sentencias filosóficas i verdades morales, que otros llaman proverbios o adagios castellanos, escrita por el Doctor Luis Galindo, abogado de los Reales Consejos.  Cotejo de Refranes Castellanos con los Adagios Latinos y Griegos dispuestos como por materias y lugares comunes a al orden de Abecedario. Volumen IX: Apendice de la obra. Biblionteca Nacional, MSS/9781, V. 10, refrán 480, fol. 92 v.

[25] CORREAS, Gonzalo: Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627). Ed.Louis Combet. Bourdeaux: Institut d’Études Ibériques et Ibéro-Américanes de l’Université, 1967, pág. 187a.

[26]Ibidem, pág. 673b.

[27] En Extremadura subsisten estos dichos: «El día treinta de febrero, San Ciruelo», «El día treinta y dos de enero, el día de San Jiguero».

[28]Obras de don Luis de Góngora, dedicadas al Excellent[issi]mo Señor don Luis de Benavides…
En Brusselas, de la Imprenta de Francisco Foppens, 1659, pág. 401.

[29]Dos comedias burlescas del Siglo de Oro: El comendador de Ocaña, anónima, y Comedia famosa del hermano de su hermana, de Francisco Bernardo de Quirós. Arellano, Ignacio y Mata, Carlos (eds.). Kassel, Edition Reichenberger, 2000, pág. 161. (Vv. 447-451).

[30] «Visita de los chistes», en Obras de D. Francisco de Quevedo Villegas, Tomo I. Madrid, por D. Joachin Ibarra, 1772, pág. 207.

[31] DÍAZ, Joaquín: «El erotismo en la lírica tradicional», en Salina. Revista de Lletres. Facultat de Lletres. Universitat Rovira i Virgili, número 14, (Tarragona, 2000), págs. 183-194. IGLESIAS OVEJERO, Ángel: «Iconicidad y parodia: los santos del panteón burlesco en la literatura clásica y el folklore», en Criticón, 20, (Institut d’Etudes Hispaniques, 1982), págs. 57-58.

[32]El arte de las putas. Poema. Canto segundo. Madrid, sin pie de imprenta, 1898. Esta composición fue igualmente publicada en el libreto Álbum de Venus (sin fecha ni lugar de impresión), donde se inserta una poesía anónima bajo el mismo asunto con el título «Pablo y Martina».

[33]Versos sucios. Biblioteca Nacional de España. Mss/3729. Son de referencia las fábulas «Los nudos», «Soneto de don Manuel» y «Las bendiciones en aumento».

[34] MARTÍNEZ SARRIÓN, Antonio (ed): Antología de la poesía satírica española. Colección Austral. Madrid, 1987, págs. 254-255. Cit. PEDROSA, José Manuel: «El juego renacentista de El peral de las peras en la tradición sefardí de Rodas», en Maguén-Escudo. Revista Cuatrimestral de la Asociación Israelita de Venezuela y el Centro de Estudios Sefardíes de Caracas. Julio 2017-Enero 2018, pág. 58.

[35] Año I, 6 de mayo de 1880, núm. 6, (Madrid: Imprenta Fortanet), pág. 8. Este diario se define como Sainete Político.

[36]CHECA GODOY, Antonio: Prensa y partidos políticos durante la II República. Ediciones Universidad de Salamanca. Salamanca, 1989, pág. 124.

[37] Año LI, Sábado 20 de Noviembre de 1909, núm. 46, (Barcelona, Imprenta de El Principado), pág. 752.

[38] Año III (Madrid), núm. 724, pág. 1.

[39] Año I, 1 de Diciembre de 1930, (Antequera, talleres Merecilla), núm. 9, pág. 2.

[40] A modo de ejemplo ubico varias alusiones al cuento, entresacadas de las numerosas aparecidas en la prensa de la época: La Bomba. Periódico Joco-Serio. Segunda Época. Año 5, (1 de octubre de 1876), núm. 74; El Siglo Futuro. Diario Católico (Año II, 4 de Agosto de 1877, núm. 551); La Opinión. Periódico Liberal-Conservador (Año XIII, segunda época, 6 de Mayo de 1893, núm. 840); Vida Nueva. órgano de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista Obrero (Año II, 9 de Mayo 1931, Núm. 45); El Cruzado Español. Dios, Patria y Rey. (Año IV, 12 de febrero de 1932, núm. 140).

[41] Año 1, (Montevideo, 3 de mayo de 1874), núm. 22, pág. 2.

[42]Barcelona Alegre. Semanario Ilustrado, Festivo y Literario. Año I, (Barcelona, 26 de noviembre de 1890), núm. 28, pág. 239.

[43] Año III (Barcelona, 14 de junio de 1889), núm. 106, pág. 2. Figura en la sección denominada «Cantáridas», que firma Antonio L. Ruiz.

[44] Pág. 214. Posteriormente se reeditaría como «Flores Humildes de religiosa poesía, y etimologías de dichos y expresiones generalizadas», en Cuentos y Poesías Populares Andaluces. Sevilla, Imprenta y Litografía de la Revista Mercantil, 1859, pág. 72-73.

[45] Año II, (Madrid, 29 de octubre de 1893), núm. 67, págs. 10-12. Este artículo fue publicado nueve meses después de su muerte, acaecida el 4 de febrero. Con posterioridad sería incluido en el libro Obras completas. Tomo I: Artículos varios, editado en Madrid, por la Librería de Victoriano Suárez, en 1904, págs. 103-113.

[46] BALTANÁS, Enrique: «La lírica como atalaya de la vida humana en el siglo xix: Francisco Rodríguez Marín, Antonio Machado y Álvarez y los orígenes ideológicos de los Cantos Populares Españoles», en De la canción de amor medieval a las soleares: profesor Manuel Alvar “in memorian»: (Actas del Congreso Internacional “Lyra minima oral III», Sevilla, 26-28 de noviembre de 2001). Pedro Piñero Ramírez (coord.). Universidad de Sevilla, 2004, págs. 329-331. El autor analiza en profundidad la figura de Juan del Campo.

[47]Obras completas. Tomo I: Artículos varios, págs. 27-31.

[48] Año XXXVI, (Madrid, 2 de noviembre de 1916), núm. 44, págs. 6-7.

[49]Cantos populares españoles recogidos, ordenados é ilustrados por Francisco Rodríguez Marín. Tomo IV. Sevilla, Francisco Álvarez y Cª, Editores, 1883. En el orden expuesto corresponden a los siguientes números: 7461 (pág. 368), 7462, (pág. 269), 7463, (pág. 369), 7463 (nota 85, pág. 383), 7898 (pág. 470).

[50]Más de 21.000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del maestro Gonzalo Correas. Allególos de la tradición oral y de sus lecturas durante más de medio siglo (1871–1926). Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1926; 12.600 Refranes más no contenidos en la colección del Maestro Gonzalo Correas ni en Más de 21.000 refranes castellanos. Madrid, Biblioteca de Archivos Bibliotecas y Museos, 1930; Todavía 10.700 refranes más no recogidos por el maestro Correas ni en mis colecciones tituladas Más de 21.000 refranes castellanos (1926), 12.000 refranes más (1936) y Los 6.000 refranes de mi última rebusca (1934). Madrid, Imp. Prensa Española, 1941; Los 6.666 refranes de mi última rebusca que con Más de 21.000 y 12.600 refranes más suman largamente 40.000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del Maestro Gonzalo Correas. Madrid, C. Bermejo, impresor, 1934.

[51]Cuentos Populares Sevillanos (en la tradición oral y en la literatura). Tomo II. Fundación Machado. Sevilla, 1999, págs. 288-289. «Cuentos Populares Andaluces (XX)», en Revista de Folklore, 317 (Valladolid, 2007), pág. 176.



Un cuento extremeño: «San Antonio y el peral». Estudio, difusión y nuevas aportaciones (I)

DOMINGUEZ MORENO, José María

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 487.

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