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Nace este trabajo con el deseo de conocer mejor una realidad económico-social que se dio en Asturias a fines del siglo xix y principios del xx (1850-1950, aproximadamente): el fenómeno de los Indianos.
Emigrantes españoles en América que retornaban enriquecidos, una tipología social que desde el siglo de Oro se había fijado como un tópico literario.
En Lope de Vega aparece con frecuencia el viaje a Indias en busca de riqueza y el indiano enriquecido, con matices peyorativos (La noche de San Juan, El premio del bien hablar, La moza de cántaro; Amar, servir y esperar, El desprecio agradecido, etc.) En la obra de Calderón también aparece el indiano como personificación de la riqueza. Baste este significativo ejemplo de “Guárdate del agua mansa”: Buenos son pero diez años / de Indias son mucho mejores / Yo pensaba que el adagio / de tener el padre alcalde / era niño comparado / con la suma dignidad / de tener el padre indiano. Felipe B. Pedraza Jiménez, Rafael González Cañal, Elena Marcello, Calderón: Sistema dramático y técnicas escénicas: actas de las XXIII Jornadas de Teatro Clásico: Almagro, 11, 12 y 13 de julio de 2000, Universidad de Castilla La Mancha, 2001, ISBN 8484271382[1].
La gran mayoría, hombres solteros que emigraron a América en busca de fortuna o, por lo menos, en búsqueda de unas condiciones de vida mejores que las que les ofrecía su país marcado por una fuerte inestabilidad política: Restauración, exilio de la monarquía, República, Liberalismo, turno de partidos… Y una situación económica precaria basada en la agricultura y la desigualdad en la distribución de las riquezas[2].
Aunque en el trabajo que nos ocupa nos centraremos en Asturias, el fenómeno indiano se dio en otras regiones de la geografía española, especialmente en aquellas del norte con fácil salida al mar: Galicia, Cantabria, País Vasco, Cataluña; y, excepcionalmente, Las Islas Canarias –donde hasta el día de hoy se sigue celebrando en el lunes de carnaval la fiesta de El día de los Indianos–.
Hombres jóvenes, a veces en edad infantil (por ej. Íñigo Noriega Mendoza contaba 14 años), se embarcaban –de modo clandestino u oficial– llenos de esperanza buscando un futuro más prometedor y cuyos destinos eran países iberoamericanos (antiguas colonias con una reciente independencia y en plena industrialización): Cuba, México, Argentina, Venezuela, Chile, Puerto Rico, Uruguay y Brasil. En el caso de los asturianos, el puerto de Gijón era el punto en el que comenzaba una aventura que solía terminar en Cuba, México y Argentina principalmente. Algunos iban ya con parientes en el país que los acogía para dedicarse a negocios familiares (sobrinaje o cadenas migratorias), otros consiguieron tierras para explotarlas y otros –la gran mayoría– encontraron en aquellos lugares que se presentaban tan prometedores la misma situación de miseria que dejaron en España. Son los que no triunfaron y empezaron a conocerse como los «americanos del pote o indianos maleta al agua»[3].
En el caso de Asturias una superpoblación del campo, las malas cosechas y la mitificación y atracción de Cuba fueron los principales factores que motivaron la migración. La huida del hambre y del servicio militar son los motivos fundamentales de la «aventura americana» que se dio especialmente en la zona occidental y oriental de Asturias. Zonas en las que se encuentra la mayor parte de la arquitectura indiana.
Se podría afirmar que sólo un 5% del total de los asturianos que emigraron –unos 300 mil– regresaron ricos a base de amasar su fortuna con el negocio del aguardiente, del tabaco, del cacao, del algodón… Ejemplos de ello son: Eduardo Sánchez Escalante (industria textil), Íñigo Noriega Laso (propietario de minas, negocios textiles, fábricas de tabaco, etc.), Ulpiano Cuervo (cofundador del Banco Hispano), Manuel Suárez y Suárez (compraventa al mayoreo de semillas y granos), Íñigo Noriega Mendoza (dueño de minas de plata, dedicado al sector textil y al ferrocarril), Manuel y Luis Ibáñez Posada (ramo textil, negocios bancarios, hacienda azucarera), Ramón Argüelles Alonso (negocio de ferrocarriles y tabaco), entre otros. Algunos (no se recoge el caso de ningún asturiano), con la trata de esclavos procedentes de África –como fue el caso del Marqués de Comillas–. Situación deplorable pero que tampoco pretendían erradicar, de hecho se crean grupos pro-esclavistas ya que mantener dicha realidad suponía seguir favoreciendo el enriquecimiento personal.
Estos asturianos que se habían hecho ricos regresaron años más tarde a sus lugares de origen (1870 y 1930 fue el período de mayor intensidad del retorno) y lo mismo pasó con los indianos de las otras regiones. Aunque ya en el siglo xviii Moratín escribe:
Anda que con un indiano
se casa Marica Pérez
pero indiano que va
que no indiano que viene[4] (3)
El regreso de los indianos suponía un fuerte impacto en la aldea o pueblo que los había visto nacer, baste pensar en el ejemplo de Álvaro Mesía en La Regenta.
Lugares completamente apartados de la modernidad ven aparecer los primeros coches, los teléfonos, cámaras fotográficas, etc., etc.
La añoranza del terruño es una constante en ellos: identidad asturiana. Es difícil explicar este apego de los norteños en general por la tierra, son sentimientos inexplicables que quizá sólo nosotros entendemos, aquellos que llevamos el norte tan dentro que nos duele su falta en lo más hondo. Los asturianos tenemos una palabra para englobar todos nuestros símbolos y tradiciones; las madreñas, las gaitas, la sidra, el traje regional, el «bollo preñao», nuestra bandera, la santina…: asturianía (que es el nombre del provincialismo asturiano). Quizá esta añoranza es más marcada en Asturias que en otras regiones que también vivieron este fenómeno. Me baso para afirmar esto en la gran cantidad de casas indianas que encontramos en territorio astur. Superan las 2000, señala Eva Rodríguez Braña en «La ruta de las casas de los indianos en Asturias, España»[5]. Tal afluencia no se da en otras provincias.
En su artículo «La arquitectura de los indianos salpica la imagen del norte de España» afirma Fernando Samaniego que la arquitectura de indianos que recorre Asturias son los ejemplos más espectaculares mientras que Galicia cuenta con inmuebles más humildes; Cantabria, País Vasco y Navarra cuentan con edificaciones más antiguas –desde el siglo xvii– que a veces se confunden con las casonas y las casas hidalgas.
Hay que señalar la importante herencia cultural que algunos dejaron en el país al que emigraron, la riqueza adquirida les permitió posiciones relevantes en la sociedad en la que se desenvolvían. Fue el caso de Manuel Suárez y Suárez que, entre otras muchísimas cosas, fue uno de los grandes mecenas del Muralismo mejicano.
Una vez vueltos al terruño buscan deslumbrar a sus conciudadanos sumergidos en una España en profunda crisis; semejante actitud les solía acarrear reacciones de odio o de admiración. Así lo refiere Jovellanos: «Los que regresaban adinerados tenían buen cuidado en airear su triunfo invirtiendo en tierras, en las que construían una gran casa que pregonase su triunfo». Buscan adquirir un título nobiliario como fue el caso del Marqués de Argüelles (Ramón Argüelles Alonso) o el Conde de Ribadedeva (Manuel Ibáñez Posada). Conseguían una buena casa –con servicio–, bien porque compraban antiguas casonas y las restauraban o bien porque construyen palacios de nueva planta de estilo colonial o ecléctico, muy vistosos, suntuosos: son las llamadas casas de indianos, ya hemos apuntado que abundantes en Asturias y particularmente abundantes en Somao[6]
Son una mezcla de arquitectura, historia familiar, prosperidad y triunfo social. El indiano es un hombre hecho a sí mismo. Su obsesión era hacer dinero, volver a la tierrina, hacerse un palacete en el mismo lugar que su casa natal, casarse con una señora de su tierra y vivir de las rentas[7].
Lo esencial de las construcciones indianas es llevar lo último, lo extravagante, lo que estaba de moda en grandes ciudades o en selectos lugares de veraneo al campo, a la villa o pueblo natal, a la aldea. Puede decirse que lo peculiar de las construcciones indianas es la ubicación, la extrapolación.
Son ellos los primeros en tener cuartos de baño, agua corriente, calefacción y luz eléctrica. Los interiores eran igualmente un alarde de lujo: paredes decoradas con estuco, cerámica o pinturas murales de paisajes lejanos. Salas de billar, galerías acristaladas adornadas con muebles ligeros de caña, bambú o mimbre.
No tienen un estilo propio sino que siguen patrones modernistas, regionalistas o estilo montañés como en Villa María de Cangas de Onís, eclécticas, «estilo colonial», etc. Suelen tener galerías, gran decoración, escaleras de acceso, numerosos ventanales y torres mirador, además de amplios jardines en los que en ocasiones se ubican edificios auxiliares como capillas. De América trajeron el gusto por los baños amplios y habitaciones de juego para los niños[8].
Aunque sin unidad de estilo, podemos agrupar estas construcciones por elementos afines según los años siguiendo el artículo de Guillermo F. Buergo «La herencia de los indianos»:
De 1870 a 1890 suelen ser casas solariegas de estilo clasicista.
De 1890 a 1910 se da un marcado eclecticismo con la mezcla de influencias y el uso de elementos de épocas muy distintas. Construcciones de planta cuadrada o rectangular, muros portantes gruesos, fachadas austeras rotas por un leve resalte de las esquinas de piedra vista y, a veces, por la línea divisoria entre los pisos. Cubiertos con teja árabe, a dos aguas si la base es acusadamente rectangular y a cuatro si es cuadrada. Con aleros de madera o en algunos casos de hileras escalonadas de tejas invertidas. A esta edificación principal se le adosan construcciones secundarias como son las buhardillas, galerías y corredores. La Casa de las Mulatas, Casa Marina Cándida, Casa Socorro –en Riberas– pueden servir de ejemplo.
A partir de 1910 predomina un estilo regionalista astur-montañés caracterizado por una planta geométricamente irregular, un porche columnado precedido de una escalinata, ventanas de medio punto, azotea, torre incorporada y con buhardilla. Sirva de ejemplo la Villa América.
Los ricos y coloridos edificios que habían dejado atrás –en Argentina, Cuba, México, Brasil, Colombia y Uruguay– sirvieron de ejemplo a los indianos a la hora de crear sus nuevos hogares en Asturias (también se guiaban por libros de láminas y catálogos de planos y alzados para dar las indicaciones a los arquitectos y maestros de obras). Es la conocida por los expertos como arquitectura de ida y vuelta, ya que fue llevada hasta América desde Europa para regresar siglos después al amparo de nuevas influencias.
No hay que olvidar que el cambio de siglo trajo consigo diferentes lenguajes arquitectónicos que se sucedieron o coexistieron: modernismo, historicismo, regionalismo, etc.
Así, en las eclécticas casonas de indianos encontramos elementos colonialistas, como los pórticos, las verandas y las coronaciones, pero también ojivas propias del art déco o miradores y balaustradas de estilo art nouveau. Cualquier referencia a la arquitectura culta europea era bienvenida, con tal de dejar atónitos a los invitados.
La galería –que pasa a convertirse en un apéndice acristalado de la vivienda– es uno de los elementos más característicos de la vivienda indiana[9].
Confiaban la construcción de las casas a arquitectos de renombre en aquel momento, al igual que la construcción sus monumentos funerarios. Fue el caso de Valentín Lavín Casalís, santanderino al que se le confió la construcción de la Quinta de Guadalupe (hoy el Archivo de Indianos). A Julián Arbex se le confió el Palacete de Peñalba, a Manuel Del Busto –arquitecto indiano por excelencia– se le encargó la construcción del Centro Asturiano en La Habana y ya en Asturias el Hospital de la Caridad, el Banco Herrero, el Ayuntamiento de Luarca, entre muchísimos otros. Se caracterizan estos palacetes por la belleza que les aporta su originalidad. Incorporan en sus jardines palmeras como símbolo de éxito en su aventura en tierras tropicales, también las araucarias, cedros y magnolias. Colombres representa el más claro ejemplo de cómo los indianos cambiaron de forma radical la fisonomía urbana con la construcción de grandes mansiones.
Sin embargo, «el impacto que provocó el regreso de los indianos va mucho más allá del aspecto arquitectónico de sus viviendas y se extiende a la industria y hasta a la manera de entender el ocio»[10].
Los emigrantes que regresaron de América en los siglos xix y xx trajeron consigo un estilo de vida diferente que no solo se puede ver en sus casas. Trajeron sobre todo un nuevo estilo de vida que influyó en muchos aspectos de la sociedad asturiana. «El cambio en los hábitos de consumo influyó en la aparición de nuevos tipos de establecimientos comerciales. También cambió la forma de pasar el tiempo libre, lo que propició la aparición de salones de baile, por ejemplo»[11].
Uno de los aspectos más importantes es la influencia indiana en la industria que transformó el sector de los lácteos o de la sidra en Asturias. A esto se le suma el cultivo y exportación de azúcar.
Con respecto a la ostentación en el vestido, se procuran una elegante indumentaria: chaleco blanco –ropas blancas o beige de algodón o lino–, pantalones amplios, sombrero panameño, fumando grandes puros habanos. Las mujeres finas telas con encaje y puntillas en los vestidos, con sombreros y pamelas muy vistosos, con guantes y abanicos –todo en color claro–, los zapatos claros. Abundancia de joyas para hacer gala de su fortuna (gruesas cadenas de reloj y sortijas de oro). En verano vienen a Asturias con enormes baúles y maletas con ropa y regalos para la familia: puros habanos y café. Son ellos, los indianos, los que introdujeron la pedrería de azabache bordado en los trajes de aldeana de la zona de Llanes y el oriente astur[12]. Lo hacen en pleno siglo xix momento en que hay un movimiento masivo de regreso a la región; históricamente asistimos al auge del Romanticismo y la tendencia a identificarse con lo folclórico y lo popular. Se pone de moda entre la burguesía utilizar los trajes típicos de los campesinos como una seña de identidad regional.
Mantienen la afición por los viajes y automóviles: los haigas de los indianos; otro aspecto en el que la ostentación queda de manifiesto pues en el momento de la compra del coche la respuesta del indiano a la pregunta por el modelo a adquirir era: «El más grande que haiga». Lo que delata sus ascendentes de hombres hechos a sí mismos desde la infancia, sin apenas formación cultural pues la forma verbal «haiga» es un sustituto de la forma correcta: haya.
Fernando de la Hoz[13] cuenta cómo hasta la Guerra Civil llegaban coches al Musel de Gijón y señala que en uno de los pocos sitios donde los indianos podían enseñar sus haigas a partir de los años 50 fue en el desfile del día de América en Asturias donde rodarían los que habían triunfado en las Américas.
El interés por la cultura y el progreso es otra de las constantes en los indianos: solucionaron sus vidas pero es propio de ellos –muestra también de un gran corazón– el procurar mejorar las condiciones de vida de la aldea natal: símbolo de pertenencia. Junto con el afán de reafirmar su status también se afanan en mejorar o poner al día su país en lo social y en sus infraestructuras. Favorecen el crecimiento, la modernización y la monumentalización del lugar.
Fueron mecenas de instituciones de beneficiencia o culturales: subvencionan la construcción de escuelas, iglesias, casas consistoriales, casinos, parques, fuentes, lavaderos, boleras, construcción y arreglo de carreteras, hospitales, asilos, traídas de agua y luz eléctrica, teléfono, cobertura médica a muchos pueblos y, sobre todo, la escolarización del Principado. Se crea el periódico El Oriente de Asturias cuyo contenido consistía en la información al colectivo de descendientes llaniscos en América.
El tránsito del siglo xix al xx fue un período de gran depresión económica y moral para España; afectó a los negocios y a los espíritus.
Pero hubo un grupo de españoles que supo sobreponerse al desánimo general del país, que no se dejaron arrastrar por el pesimismo que anulaba todo intento emprendedor. Tenían fe en el resurgimiento de su patria y le ofrecieron sus fortunas y sus actividades, lo que tenían y lo que eran. Este grupo lo formaban aquellos indianos ricos que regresaron de Cuba, como dijimos antes, con los soldados repatriados, contrastando mucho con ellos por su porte y aspecto. Unos liquidaron los negocios que tenían allá y trajeron sus capitales para invertirlos en su patria; otros no los liquidaron, pero vinieron a vivir a España para gastar aquí sus rentas e invertir sus ahorros[14].
Fue el indiano asturiano Luis Ibáñez Posada el que fundó el Banco Hispano-Americano y que repatrió capitales después del desastre de 1898. Con ellos se da el paso de una economía tradicional a una moderna: el crédito lo introdujeron los indianos. Invierten capital para favorecer la creación de empresas y así impulsar la economía… En su artículo, Valentín Andrés Álvarez hace todo un desarrollo de la influencia que han ejercido los indianos en la modernización de la economía española. Está todavía sin historiar la influencia que ejercieron estos hombres sobre el futuro económico de entonces que es, en gran parte, la economía actual.
Además de la influencia material de los capitales indianos, es necesario estimar la obra personal de quienes los trajeron, para hacerlos circular por la economía española, entonces bien deprimida y tradicionalmente atrasada, la cual recibió el impulso de un equipo de hombres con el temple, la experiencia y el dinamismo de jefes de empresa y capitanes de industria bien dotados y probados, pues habían triunfado ya en América. Fue una transfusión de sangre y un trasplante de nervios vigorosos a aquella España exánime, y según aquella frase tan difundida «sin pulso»[15].
Será Valentín Andrés en el artículo al que nos estamos refiriendo el que distinga dos tipos de «indianidad» que repercutió en la economía española:
Para comprender bien el fondo esencial de la obra de estos indianos, es necesario comparar la mentalidad y la actuación de las generaciones de ellos que vinieron antes de la Guerra de Cuba y la que vino después. Los indianos ricos que venían antes de aquella contienda eran ya ancianos, retirados o jubilados de los negocios. Quien volvía a su pueblo, con fortuna suficiente para ello, solía adquirir la vieja casona del señor, generalmente abandonada, con sus fincas anejas. Se incorporaba así a nuestra sociedad tradicional, cuyo ideal económico-privado era también el suyo: la posesión tranquila de rentas fijas y seguras para gozar de un ocio apacible[16].
Pero después de la Guerra de Cuba todo esto cambió radicalmente. Los indianos de aquella postguerra no eran unos ancianos jubilados de los negocios, como sus antecesores, sino jóvenes y además ricos como ellos, bien por haber continuado allá llevando los negocios de sus padres o abuelos, bien por su propia actividad y dinamismo, pues se había iniciado ya en aquellas regiones la transformación del pequeño comercio o empresa tradicionales y limitados, en el gran negocio moderno, y la apertura de nuevos horizontes lucrativos que en aquellos países de Ultramar enriquecían rápidamente. Al regresar estos hombres a su pueblo no venían como retirados, no deseaban, como los otros, un apacible ocio sino un buen negocio (nec otium). Aunque tenían medios suficientes para ello, en vez de comprar la casona del señor hicieron su chalet en el pueblo, con todas las comodidades modernas, para pasar tranquilos el resto de su vida, pero sin perder del todo su preocupación por los negocios. Pueden verse hoy todavía, en muchos pueblos asturianos, como símbolos bien destacados de dos vertientes históricas, la casona del señor y el chalet del indiano, la riqueza estática que vino a través de los siglos y la dinámica que llegó a través de los mares[17].
Dejamos aquí este recorrido por el mundo indiano, un recorrido en el que procuré tocar, al menos, todos los aspectos de los que algo se puede decir de esta gente que siguen siendo fuente de inspiración para generaciones venideras especialmente fuente de inspiración en momentos históricos más difíciles.
BIBLIOGRAFÍA
Álvarez Valentín, Andrés. «La gesta de los indianos». Revista Asturiana de Economía (RAE), núm 39-40 (2007): 265-269.
Buergo, Guillermo F. «La herencia de los indianos». El Comercio (2011).
https://casonasdeindianos.blogspot.com
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2015/11/05/sentidos/1446740089_344274.html
https://www.traveler.es/articulos/el-legado-indiano-en-asturias
Fernández, María Fernanda. «Más allá de las casonas indianas». La Nueva España (2018).
https://asturiaspordescubrir.com/articulos/los-haigas-de-los-indianos
Colaboradores de Wikipedia. Indiano. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2022 [08 de mayo de 2022]. Disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Indiano
https://www.youtube.com/watch?v=GFEvezG0d1w
Inguanzo, Andrea. «La batalla del traje llanisco». El Comercio (2010).
«Magazine 269. Así lucían el dinero los indianos». El Comercio. Suplementos (2004).
Mencos Valdés, Eduardo y Bojstad, Anneli. «Indianos: la gran aventura». Fundación Hidroeléctrica del cantábrico (1998).
Navarro, Itziar (30 de septiembre de 2020). «Arquitectura en extención: Las casas abandonadas de los indianos en Asturias El barrio de Villalegre en Avilés (Asturias)». Architectural Digest.
Rodríguez Braña, Eva. http://caxigalinas.blogspot.com/2011/04/la-ruta-de-las-casas-de-los-indianos-en.html
Samaniego, Fernando. «La arquitectura de los indianos salpica la imagen del norte de España». El País. Cultura (2003).
NOTAS
[1] Colaboradores de Wikipedia. Indiano. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2022 [08 de mayo de 2022]. Disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Indiano
[2]https://www.youtube.com/watch?v=GFEvezG0d1w
[3] «Magazine 269. Así lucían el dinero los indianos», El Comercio. Suplementos (2004).
[4] Andrés Álvarez Valentín, «La gesta de los indianos», Revista Asturiana de Economía (RAE), núm. 39-40 (2007): 265.
[5]http://caxigalinas.blogspot.com/2011/04/
la-ruta-de-las-casas-de-los-indianos-en.html
[6]https://casonasdeindianos.blogspot.com
[7] Eduardo Mencos Valdés y Anneli Bojstad, Indianos: la gran aventura (Fundación Hidroeléctrica del Cantábrico, 1998).
[8] Itziar Navarro, «Arquitectura en extinción: Las casas abandonadas de los indianos en Asturias. El barrio de Villalegre en Avilés (Asturias)», Architectural Digest (30 de septiembre de 2020).
[9] «El legado indiano en Asturias». https://www.traveler.es/articulos/el-legado-indiano-en-asturias
[10] María Fernanda Fernández, « Más allá de las casonas indianas», La Nueva España (2018).
[11] María Fernanda Fernández, «Más allá de las casonas indianas», La Nueva España (2018).
[12] Andrea Inguanzo, «La batalla del traje llanisco», El Comercio (2010).
[13]https://asturiaspordescubrir.com/articulos/los-haigas-de-los-indianos/
[14] Andrés Álvarez Valentín, «La gesta de los indianos», Revista Asturiana de Economía (RAE), núm. 39-40 (2007): 267.
[15] Andrés Álvarez Valentín, «La gesta de los indianos», Revista Asturiana de Economía (RAE), núm. 39-40 (2007): 268.
[16] Andrés Álvarez Valentín, «La gesta de los indianos», Revista Asturiana de Economía (RAE), núm. 39-40 (2007): 268.
[17] Andrés Álvarez Valentín, «La gesta de los indianos», Revista Asturiana de Economía (RAE), núm. 39-40 (2007): 268.