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1. Las misiones de Fray José de Carabantes y las coplas del Rosario
En el marco de las campañas misionales de la segunda mitad del siglo xvii en España, la devoción al Rosario se incrementa y adquiera cada vez más una dimensión más dinámica y popular.
La introducción del método comunitario o rezo del rosario a coros a comienzos del siglo xvii se convierte en una constante actividad en las parroquias e iglesias tras el toque de oraciones. Las misiones cuaresmales sacan el rosario a las calles en las distintas procesiones que se organizaban, especialmente la del comienzo. En ellas se rezaban y cantaban las avemarías junto a saetas o jaculatorias entonadas por los predicadores, así como pequeñas estrofas descriptivas y explicativas de cada Misterio. Conocemos que en Nápoles los dominicos Ricci y Missanello crearon a comienzos de esta centuria congregaciones o hermandades misionales en torno al Rosario durante las Misiones, donde los cofrades acompañaban a los frailes predicadores rezando y cantando el rosario con su estandarte a los suburbios de la ciudad[1].
En la Galicia de finales del siglo xvii sobresale con luz propia el celebérrimo predicador capuchino Fray José de Carabantes (1628- 1694) (Ulloa, 1765; Pardo, 1950)...)[2]. Conocedor sin duda de estos antecedentes y de la iniciativa sevillana de 1690 en torno a la figura carismática del dominico gallego Fray Pedro de Santa María Ulloa[3], siendo como era persona de indudables dotes de creatividad misional, resultó determinante en la dinamización y popularidad del Rosario y favorecedor de la creación de cofradías y hermandades misionales del rosario dedicadas a su uso callejero.
Su biógrafo, Diego González de Quiroga, explica la novedad que aporta a la predicación del rosario y la composición de coplas en torno a los Misterios:
Avía compuesto en verso el zelo del venerable padre (Carabantes) los misterios del Santo Rosario para atraer con el zebo de la dulçura del metro los humanos coraçones a la devoción, brindándoloes en un vaso con lo útil y lo deleytable, proponiéndose dos fines que dizen entre sí conexión de consequencia: el primero, gravar con eficacia en la voluntad la devoción al Santo Rosario y el segundo desterrar de ella inclinaciones menos honestas. Estos se explicaron en canciones y cantares indecentes y le pareció, y bien, que impressas en la memoria las que él avía compuesto en culto de María Santíssima y de su Santo Rosario, se olvidarían las que avía introducido la poesía del demonio. Assí fue porque se experimentó notable fructo, tanto que no era rara la persona que procurava aprender el tono y saberla de memoria para cantarlos y los que, o por falta de tiempo o de suficiencia, no lo conseguían, se alegraron de oírlos cantar. Y muchos estudiantes pobres ganaron de comer y de vestir atareándose a asacar muchos traslados, porque todos con brevedad se despachaban; y en esta misión (Orense) pienso que fue la primera en que se cantaron los Mysterios del Rosario.
Este cántico y tono nuevo, semejante al que deseara David, que se entonase para que alabasse toda la Tierra al Señor, se ha extendido tanto por el orbe y que en nuestra España es el metro más común, con el que se han desterrado las que servían de entretener a la profanidad; y si en muchas ciudades y lugares convierte la devoción las noches en claros y hermosos días del cielo por la armonía de vozes y luzes, sacrificando estas sus llamas y aquellas sus ecos en obsequio de la Deydad y de María Santíssima…[4]
Carabantes publicó y divulgó muchos recursos y vademécum misioneros, destacando especialmente su obra «Jardín florido del alma», amplísimamente difundida entre el clero y laicos (Jardín Florido, 1850) [5].
Ejemplos de esta «poesía de Dios» son algunas estrofas de sus «Canciones a la devoción del Santo Rosario, de la que entresacamos algunas estrofas, junto al estribillo[6]:
El Rosario de María/ procura siempre rezar,/si deseas, alma mía,/del cielo y de Dios gozar. El que quisiere ser salvo,/con afecto singular/la devoción del Rosario/cada día ha de rezar; remedio es muy de abrazar/este obsequio de María/
si deseas, alma mía,/del cielo y de Dios gozar.
Al infierno te prometo/que ninguno va a parar/si el Rosario con afecto/procura siempre rezar:/ No lo dejes olvidar,/antes dejes la comida/
si deseas alma mía/ del cielo y de Dios gozar…
Es puerto y seguro amparo/ el Rosario, y nos defiende/ Del demonio, cruel contrario; Y pues tan astuto atiende (de,/ Que el Rosario es quien le ofende/ así con él te has de armar/
si deseas, alma mía,/ del cielo y de Dios gozar…
En compañía de otros,/mayor gusto es de María/que la recen sus devotos/su Rosario cada día:/ en esto siempre porfía,/y a todos cuida exhortar,/
si deseas, alma mía, del cielo y de Dios gozar.
Respecto a las coplas de los Misterios, reproducimos, por ejemplo, los Gloriosos[7]:
Soberano Santuario,/Madre del Verbo eterno,/Librad, Virgen, del infierno/ a los que rezan tu Rosario
Gozo grande y singular/Virgen, fue el que recibiste/cuando a tu amado Hijo viste/después de resucitar:/ Esto sí que fue triunfar/del mundo, muerte e infierno
Librad, Virgen, del infierno/ a los que rezan tu Rosario
Con ilustre compañía,/Virgen, tu Hijo subió al cielo;/ bendita, y con gran consuelo/te dijo en la mortal vida/Por cuanto así convenía/a la Iglesia y su gobierno
Librad, Virgen, del infierno/ a los que rezan tu Rosario
En vivas lenguas de fuego,/Virgen, por dar cielo tanto/bajo el Espíritu Santo/a dar luz al mundo ciego:/A Jesús confiesan luego/muchos con afecto tierno
Librad, Virgen, del infierno/ a los que rezan tu Rosario
Vino el día deseado,/vino el de consolación,/de tu gloriosa Asunción/al cielo a ver tu Hijo amado:/en cuerpo y alma a su lado/del alma./Vivirás en siglo eterno
Librad, Virgen, del infierno/ a los que rezan tu Rosario
En los cielos ensalzada,/Virgen, con solemnidad,/dispuso la Trinidad/fueseis luego coronada:/del cielo y tierra aclamada/Reina, terror del infierno
Soberano Santuario/ Madre del Verbo Eterno/ Librad, Virgen, del infierno/ a los que rezan tu Rosario
Como puede observarse, el tenor y la métrica de las composiciones se encuentran en lo que es el principio de las coplas clásicas que se difundirán por toda España y colonias americanas.
2. El Rosario de la Aurora en Santiago de Compostela
En la Biblioteca General Universitaria de Santiago se conserva un manuscrito de la denominada Hermandad o Cofradía del Rosario de la Aurora, con sede canónica en la parroquia de Santa María del Camino. Se trata del único libro propio de esta corporación donde se incluyen un abecedario de hermanos, notas de cabildos y algunos inventarios. Lamentablemente no se conservan sus estatutos[8].
La iniciativa de erigir la hermandad fue del licenciado D. Diego González Tubio, capellán mayor de la Catedral de Santiago, que fue posteriormente electo consiliario mayor de la misma. Tuvo efecto en el año 1695. En el acto constitutivo ingresaron 47 hombres y 48 mujeres, que debían abonar una cuota ordinaria de 34 maravedíes, aunque algunos, por su pobreza, podían optar por la denominada «de caridades» Estos cofrades fundadores eran, sobre todo, personas de oficios: entalladores, carpinteros, zapateros, tejedores…aunque también figuraba otro capellán mayor: Andrés de Lemos.
Los principales cargos de gobierno eran el ya indicado consiliario mayor, eclesiástico y otro menor, probablemente seglar, el mayordomo, secretario y un muñidor (mollidor) como auxiliar encargado de las convocatorias del rosario, juntas, etc. además de recolectar las limosnas, principal sostén de la hermandad.
Los primeros años fueron muy importantes para la consolidación de la hermandad, aunque ciertamente de manera un tanto precaria hasta que en 1701 se produce la primera gran renovación, ingresando cincuenta y cinco nuevos cofrades.
En este año –17 abril– hay cédula de Fray Tomás de Gantín, quien en nombre del provincial y del prior del convento de Santo Domingo Bonaval (Orden de Predicadores) Fray Pedro Candama, inscribe a los cofrades en la Cofradía del convento. Lo hace a petición del entonces consiliario mayor Jacinto Vaños.
A falta de constatar la aprobación diocesana y sus correspondientes estatutos, se trata de la primera confirmación oficial de esta corporación.
Agregarse a la Cofradía del Rosario llevaba consigo el beneficio de las innumerables gracias y privilegios espirituales con que ella contaba por concesión de los papas desde fines del siglo xv y, especialmente, a partir de San Pío V y la victoria de Lepanto. Se trataba exclusivamente de una disposición espiritual, sin que la Cofradía de Bonaval tuviese ningún derecho de jurisdicción gubernativa.
En el inventario de 1702 se nos informa del pequeño patrimonio con que contaba:
Aunque no he encontrado las constituciones, el instituto primordial de la nueva hermandad que se deduce, era la salida del rosario por las calles en las madrugadas de los domingos y festivos durante la época más propicia del año, es decir, fundamentalmente primavera y verano, aunque también había un cortejo vespertino. Junto a él, el sufragio por los cofrades difuntos y la celebración cultual a la titular en el mes de octubre.
En el inventario de 1713 se denota como la hermandad ha consolidado su instituto:
Observamos la existencia de varios estandartes o, lo que es lo mismo, diversos cortejos: normalmente las corporaciones rosarianas tenían un juego de insignias de valor para los cortejos «de gala», es decir, en las festividades de la titular u otros cultos extraordinariuos y otro para los de cada domingo y festivo y, en el caso de los vespertinos, a diario.
Conforme avanza el siglo se observa un claro aumento de la hermandad y la entrada de cofrades de cierta posición social. Ya hemos observado que contaba con ingresos fijos por legados testamentarios. En la década de los 20 y 30 se la denomina «ilustre hermandad» y ya en los 40 «la muy noble congregación»
En la segunda mitad de siglo, la congregación y la propia modalidad del rosario público adquiere gran popularidad en Santiago. Constatamos en este sentido la realización de un rosario general vespertino que recorría las calles de la ciudad en que participaba de manera preeminente la corporación que nos ocupa y donde se portaba en andas la imagen titular.
Conocemos que en el siglo xviii existían las siguientes congregaciones dedicadas al uso callejero: Rosario de las Hermitas (calle Pitelos), de la Piedad (Cuesta Nueva), de la Peña de Francia, de la Aurora (Santa María del Camino), del Pilar, de la Paz (San Benito), del Amparo (San Miguel), de los Milagros (San Félix), del Loreto (Santa María Salomé), de Montserrat (San Roque), de las Angustias (capilla de las Angustias), del Carmen (capilla del Carmen), del Portal, de Guadalupe, de la O (San Antoniño), de la Merced y el de las Nieves (Capilla de la Trinidad)[9].
En la última década de la centuria se observa una progresiva decadencia de la corporación: apenas se reciben cofrades y el rosario de la aurora sale a intervalos, incluso permanece meses inactivo al negarse el mayordomo. A partir de 1813 se registra una pequeña activación, pero que no consigue sino una lánguida permanencia del instituto. En 1867 se registra la última entrada de cofrades.
Hasta aquí este pequeño apunte sobre la devoción de los rosarios de la aurora y sus coplas en tierras gallegas, tema y ámbito poco tratado en la historiografía moderna española hasta el presente.
BIBLIOGRAFÍA
Carabantes, Pedro, Jardín florido del alma, cultivado del cristiano con el ejercicio del Santo Rosario, de las Cruces, y de otras devociones…, Valladolid: Imprenta de Dámaso Santarén, 1850.
González de Quiroga, Diego, El nuevo apóstol de Galicia, el V.P. Fray Joseph de Carabantes, Madrid:1698.
Larios Ramos, Antonio,«Pedro de Santa María Ulloa, apóstol del Rosario», en Paz Castaño, Herminio y Romero Mensaque, Carlos (coords), Congreso Internacional del Rosario. Actas, (Sevilla: 2004), 77-92.
López Ferreiro, Antonio, Historia de la Iglesia de la Santa... Iglesia de Santiago de Compostela, Santiago, 1898.
Pardo Villar, Aureliano: «Escritores místicos gallegos: el venerable Fray Pedro de Santa María de Ulloa», Cuadernos de Estudios Gallegos, núm 15 (1950).
Romero Mensaque, Carlos J., «La devoción del Rosario y sus cofradías en España durante la Modernidad (ss. xv-xviii)», Salamanca: San Esteban, 2017.
ROMERO MENSAQUE, Carlos J., «La tradición de los rosarios públicos en la España Moderna: historia y tipología», Actas I Encuentro Nacional de Cofradías del Rosario, Salamanca, San Esteban, 2015, pp. 77-115.
Santa María Ulloa, Pedro, Arco iris de paz, Barcelona: 1765.
Ureña Palomo, Ángel, «Los papeles, sermones y demás alhajas de la misión». José de Carabantes y la escritura misionera en la España del siglo xvii, Tiempos Modernos 34 (2017/1), 108- 134.
NOTAS
[1] Carlos Romero Mensaque, «La devoción del Rosario y sus cofradías en España durante la Modernidad (ss. xv-xviii)», (Salamanca: San Esteban, 2017), 78-85.
[2] José Velázquez Fresneda, su verdadero nombre, nació en Carabantes (Soria). A los 16 años ingresó en los capuchinos. Comenzó su apostolado en Nueva Granada, regresando definitivamente a España en 1666 a fin de promover una nueva misión capuchina, pero tuvo problemas con la jerarquía de la Orden y hubo ya de realizar su apostolado en diversas zonas de España: Andalucía, Extremadura… pero sobre todo en las distintas diócesis gallegas, donde gozó de gran predicamento y fama de santidad. Murió en Monforte de Lemos.
[3] Sobre la figura y obra apostólica del padre Ulloa, vid. el prólogo de la obra autógrafa de este fraile Arco iris de paz, (Barcelona :1765) y que redactó fray Diego de la Llana (pp. 7-107). Igualmente la breve biografía de Aureliano Pardo Villar: «Escritores místicos gallegos: el venerable Fray Pedro de Santa María de Ulloa», Cuadernos de Estudios Gallegos, núm 15 (1950). Más recientemente, Antonio Larios Ramos, «Pedro de Santa María Ulloa, apóstol del Rosario», en Herminio de Paz Castaño y Carlos Romero Mensaque(coords), Congreso Internacional del Rosario. Actas, (Sevilla: 2004), 77-92. y Carlos J. Romero Mensaque «Antecedentes históricos de los rosarios públicos de Sevilla. Un nuevo estado de la cuestión», José Roda Peña (dir.), XVII Simposio sobre Hermandades de Sevilla y su provincia, (Sevilla: Fundación Cruzcampo, 2016), 15-46.
[4]El nuevo apóstol de Galicia, el V.P. Fray Joseph de Carabantes, (Madrid:1698), 290- 291. Sobre las misiones de este fraile, vid. también el artículo de Ángel G. Ureña Palomo, «Los papeles, sermones y demás alhajas de la misión». José de Carabantes y la escritura misionera en la España del siglo xvii, Tiempos Modernos 34 (2017/1), 108- 134.
[5]Jardín florido del alma, cultivado del crtistiano con el ejercicio del Santo Rosario, de las Cruces, y de otras devociones…, (Valladolid: Imprenta de Dámaso Santarí, 1850)
[6] Idem, 74-76.
[7] Ibídem, 21-23.
[8] Biblioteca Xeral Universidad de Santiago de Compostela, Ms. 699.
[9] Antonio López Ferreiro, Historia de la Iglesia de la Santa... Iglesia de Santiago de Compostela. (Santiago, 1898, tomo 10), 140.