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Jean Baptiste Joseph Breton de la Martinière, uno de los introductores de la estenografía en Francia para uso judiciario y político, fue también el autor de un viaje por España: L’Espagne et le Portugal, ou Mœurs, Usages et Costumes des habitans de ces royaumes. Précédé d’un précis historique, par M. Breton. Ouvrage orné de 54 planches représentant douze vues et plus de soixante costumes différens, la plupart d’après des dessins exécutés en 1809 et 1810. Pues bien, el ingente trabajo (6 tomos) se editó en Paris en la editorial de Nepveu en 1815, y puede decirse sin temor a equivocarnos que utilizó con abundancia referencias y documentos previos para componer sus páginas. Al describir la procesión del rosario que vio en Valladolid escribía Breton: «Una de las más singulares (procesiones) es la del Rosario o de las letanías, que se celebra también en otras partes de España e incluso en Portugal. En otras épocas, todas las tardes, inmediatamente después del Angelus, los vecinos de cada calle, sin salir de sus casas, cantaban en alta voz las letanías de la Virgen. Actualmente ya no se hace, si no es en algunas partes poco accesibles de Portugal. Se contentan aquí con arrodillarse durante el Angelus y recitar en voz baja algunas oraciones, pero todavía se encuentran vestigios de la antigua ceremonia en las procesiones que celebran a día de hoy muchas cofradías después de que se pone el sol. Los mayordomos, con el instrumento de su dignidad al final de una larga vara, caminan a los dos lados del estandarte. Otro penitente, tocando una carraca, advierte a los fieles que abran sus ventanas y presenten sus limosnas».
Del grabado de Breton podemos deducir que la Virgen del estandarte es la denominada de los cuchillos, de Juan de Juni, del templo de las Angustias. Dado que, según he precisado, el famoso estenógrafo francés tomó prestados numerosos datos e imágenes para su libro sobre España y Portugal del que proviene la imagen, me pregunto si no existiría un grabado previo del siglo XVIII que reprodujera la escena. La devoción a la Virgen del Rosario se nutre a fines del siglo XVIII con una serie de «verdaderos retratos» de los que uno de los más conocidos es probablemente el de Agustín Sellent.
Llama la atención que muchísimos pies de imagen comiencen con la frase «verdadero retrato». La expresión tuvo un éxito indudable entre los artistas desde épocas muy tempranas, de modo que pintores y grabadores optaron por encabezar con ella el pie que acompañaba a las imágenes de devoción, se pareciesen o no a las personas a quienes se dedicaba la estampa.
El II concilio de Nicea permitió y refrendó el culto a las imágenes porque «cuanto más se las contempla en una reproducción figurada, tanto más los que las miran se sienten estimulados al recuerdo y afición de los representados, a besarlas y a rendirles el homenaje de la veneración, aunque sin testificarle la adoración, la cual compete sólo a la naturaleza divina: de manera que a las imágenes, como a la figura de la preciosa y vivificante cruz, a los santos evangelios y a los demás recuerdos sagrados, les corresponde el honor del incienso y de las luces, según la piadosa costumbre de los mayores, ya que el honor tributado a la imagen se refiere al representado en ella, y quien venera una imagen venera a la persona en ella representada».