Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
Resumen
En algunas poblaciones del Altoaragón todavía se pueden ver y oír –con ocasión de algunas fiestas locales– unos instrumentos musicales que suelen llamar la atención a quien los conoce por primera vez y que agradan, e incluso son motivo de orgullo, para la gente del país. Hablamos de una flauta de una mano y de un artefacto llamativo –por poco común– que habitualmente se tocan a la vez por el mismo músico: la flauta de tres agujeros y el tamborino de cuerdas, alrededor de los cuales se suelen utilizar las palabras citadas en el título de este pequeño trabajo, aunque de manera vacilante.
Chiflo, chicotén, chuldar and salterio, a lexical mess
Abstract
In some towns of Alto Aragón you can see and hear – on the occasion of some local festivals – some musical instruments that usually attract attention of those who know them for the first time, and they are even a source of pride for the people of the country. We talk about a flute and a striking instrument that are usually played at the same time by the same musician: the three holes pipe and the stringed drum. Around them the words cited in the title are often used, although hesitantly.
Key words: One hand flute, stringed drum, names.
Entre los instrumentos musicales más empleados desde tiempos medievales en algunos países europeos, es obvio que hay que citar la pareja compuesta por una flauta de una mano y un tamborino que tocan un solo músico. Herramienta propia de los juglares, según los momentos fue propia de entornos cortesanos o populares, siendo durante mucho tiempo –hasta hoy– el fundamento musical de muchas danzas. Nótese que una sola persona podía hacer, a la vez, la melodía y el ritmo y, de esa manera, no hacía falta ningún otro tañedor, aunque por supuesto muchas veces se juntaba con otro juglar de rabel, de chirimía o de gaita. La iconografía y la documentación escrita son dos fuentes muy generosas mostrándonos a esos músicos en situaciones variadas y bien integradas en la sociedad.
En la última época del siglo xv empezamos a ver una forma nueva de ese conjunto: el tamborino deja alguna vez su lugar a un artefacto, también de percusión, pero que no tiene una membrana de piel sino que lo que se golpea con un palo son algunas cuerdas. El aspecto general de ese objeto es bien diferente de un tambor: la caja de madera no es un cilindro sino un prisma con algunas escotaduras y recuerda mucho la caja de resonancia de un cordófono. Y, de hecho, lo es. Un cordófono percutido. En la documentación antigua se le suele llamar «tamborino de cuerdas». En Zaragoza en 1525 encontramos a Maestre Miguel Calvo Mayor y Miguel Calvo Menor y Pedro Calvo, tamborinos de cuerdas. (Calahorra, 1978, p. 243). Ese término todavía se emplea, con el mismo sentido, en francés: tambourin à cordes. Hoy mucha gente conoce ese instrumento con el nombre de «chicotén», palabra que se difundió en muchos ambientes en el último cuarto del siglo xx, con la generalización de los estudios acerca de la cultura popular, con hitos fundamentales en lo socio-lingüístico como el nacimiento de un grupo musical que tomó ese nombre y publicó algún disco. Sin embargo, esa manera de llamar al viejo sonador no era reconocida por mucha gente de la montaña que «de toda la vida» habían oído llamarlo «salterio».
Investigando un poco, era fácil comprobar que esa confusión venía de lejos. Aquí nos proponemos mostrar algunas partes del proceso, viendo algunas fuentes escritas y orales.
Esto es lo que encontramos en el diccionario de Andolz (1984):
Chicotén: sust. masc. 1 instrumento de madera a modo de clarinete forrado de piel de culebra. 2. instrumento musical a modo de lira que se cuelga del cuello y se tañe con un palito. Se usa en la novena de Sta. Orosia, patrona de Jaca. (Andolz, 1984).
Las dos acepciones las localiza en Jaca. Es evidente que, según su criterio, esa palabra nombra tanto al aerófono como al cordófono, cosa que, en principio, parece sorprendente. Otros repertorios léxicos especifican que son dos maneras (chicotén y salterio) de referirse al tamborino de cuerdas, por ejemplo, en el Endize de bocablos en aragonés (en adelante, EBA) (1999) encontramos:
Chicoten (sic): nombre que recibe el salterio en el Campo de Jaca y que modernamente se ha generalizado. [Sarrablo: Glosario de Religiosidad Popular y Romerías : SAO 1991].
El autor referenciado ahí es Enrique Satué Oliván, que en su trabajo sobre las Romerías de Santa Orosia (Satué 1988 , p.223) ya decía, refiriéndose al tamborino de cuerdas:
Este instrumento recibe varios nombres, entre los que destacan: el castellano de psalterio y el autóctono de chicotén, término popular que actualmente apenas se utiliza en Yebra y que si se emplea es por influencia exterior; la palabra parece ser un localismo de Jaca que los folkloristas han generalizado.
Hay que señalar que la forma de escribirlo ahí –«psalterio»– respeta la etimología, pero es evidente que la pronunciación popular simplifica siempre ese grupo consonántico inicial en / s /. Por otra parte, «salterio» puede ser una forma tan castellana como aragonesa, portuguesa o italiana, que procede del griego por conducto del latín. Su étimo sería psállō: ‘yo toco las cuerdas de un instrumento músico’, propiamente ‘yo arranco pelos’. (Corominas, 1973).
Por tanto, vemos que hay vacilación entre «salterio» y «chicotén» como denominación del instrumento que genéricamente vamos a llamar «tamborino de cuerdas», nombre historico y que muestra una cierta «neutralidad». El término «salterio» es también fuente permanente de confusiones, porque dejando aparte su acepción de «libro de salmos» y centrándonos en el significado organológico musical, es una palabra que históricamente nombraba a un instrumento cordófono, pero de características diferentes al que aquí nos ocupa. Así es descrito por Andrés (1995):
Salterio: instrumento de cuerdas pulsadas, heredero de una cítara, que consistía en una caja de resonancia plana –con uno o varios oídos de roseta– sobre la que se extendían las cuerdas. (p. 346).
Su función era melódica y no de bordón ritmico como es el tamborino de cuerdas. Sus cuerdas se pulsaban con los dedos o con plectros (una especie de puas) no se golpeaban. De esta ambigüedad se hace eco Alford (1935):
More interesting is its Yebra name, Psalterio, although this also is completely mistaken, for the ancient Psalterium, like the lyre, was a plucked stringed instrument[1]. p. 577.
Y en otro trabajo posterior insiste: (Alford, 2004, pero 1937)
Tard, dans l’après-midi, les danseurs font une nouvelle apparition, avec leur musicien dont le tambour à cordes a encore changé de nom. Ici, c’est le salterio, nom dû à un erreur explicable puisque le psaltérion était un instrument à cordes, mais à cordes pincées. p. 242[2].
Sin embargo, son muchos los textos que muestran el empleo de«salterio» también para referirse al tamborino de cuerdas, como vemos en el Tesoro de Covarrubias (1611):
El instrumento que agora llamamos salterio es un instrumento que tendrá de ancho poco más que un palmo, y de largo, una vara; hueco por dentro, y el alto de las costillas de cuatro dedos; tiene muchas cuerdas, todas de alambre y concertadas, de suerte que tocándolas todas juntas con un palillo guarnecido de grana, hace un sonido apacible; y su igualdad sirve de bordón para la flauta que el músico de este instrumento tañe con la mano siniestra, y conforme al son que quiere hacer sigue el compás con el palote; úsase en las aldeas, en las procesiones, en las bodas, en los bailes y danzas. (I, 2ª parte, 19 v.).
Vemos, entonces, un uso antiguo de «salterio» referido al «tamborino de cuerdas». Eso sí, parece que en aquellos tiempos (s. xvii) era una acepción novedosa: «El instrumento que agora llamamos salterio…». En algunos casos podemos dudar de si lo que se cita alude a una u otra manera de instrumento: en 1565 se paga en Tudela:
[...] a Juan Manrique y Francisco Planillo vezinos de Tarazona la suma de dos ducados ( los quales mandamos dar porque por nuestro mandado) vinieron (a esta ciudat) con su atanbor y salterio a regozijar los dias y fiestas de (Santana) Santa Ana y (señor) Señor San Pedro como otros años se acostumbra azer. Libro 3.°, fol. 353. (Fuentes, 1946 y Donostia, 1952).
Igual que en este testimonio de Huesca:
Hacia 1575 está atestiguada la presencia en la procesión de San Lorenzo del músico Juan de Tardes, que tañía el salterio. Es posible que fuese este el acompañamiento del dance teniendo en cuenta que instrumentos semejantes, como el conocido con el nombre de chicotén acompañan a danzantes como los de Yebra de Basa, que han conservado muy bien la música primitiva. (Balaguer, 1985).
En la procesión de 1559 en Borja se indica que la música corrió por cuenta de juglares y otros instrumentos, especificando que se pagaron 5 sueldos a dos salterios. (Aguilera, 2014).
Sin embargo hay documentos más claros, como el siguiente: un contrato realizado en 1651 entre el concejo de Ansó y «... Bonifacio de Setta mussico de flauta y salterio, natural del lugar de Fago de dicha valle». (De la Torre 1993). En el siglo siguiente (1764), también en Ansó, pagan a: «... Gregorio Clavería, Gaytero de Embún, por tocar la flauta y salterio en las fiestas del Corpus, San Pedro y San Matheo…» (Bayona, Gracia, Lacasta y Salesa [coord.] 2002,vol II, p. 13). En esos y otros casos está claro que «salterio», asociado a la flauta, se refiere a tamborino de cuerdas. En el«Villancico» de Miguel Ambiela Callizo, de 1695 (Benítez e Latas, 2013) se lee:
Desde el lugar de Bescós
llega esta noche corriendo
Bartolo, aquel que la gayta
le gusta más que el salterio.
De fecha no determinada, pero de carácter semejante al anterior es esta estrofa del «Diálogo en honor de santa Orosia», relacionado con los danzantes de Jaca (Pueyo, 1973, p. 273):
Desde os barrancos de Ulle
llega esta noche corriendo
un montañés a maitines
al salterio.
En el límite de los siglos xviii y xix encontramos esta descripción, bien clara:
Celebran sus fiestas con juegos de pelota, barra, corridas de pollos y bailes públicos, acompañados de músicos que tañen salterios. El salterio es un instrumento largo de cinco palmos y dos de ancho, adornado con seis cuerdas muy recias, o bordones los que hiere con un palito y con la mano izquierda hace sonar una flauta dulce, sirvíendoles el salterio de contrabajo. (Suman 2005, voz Embún).
Pero, en los primeros años del siglo xx se hace esta descripción:
Es el chicotén una caja de un metro de longitud, con su agujero para facilitar la transmisión del sonido, que reproduce, mediante gruesos bordones o nervios retorcidos, que penden de la parte superior a la parte inferior sujetos por clavijas de hierro, que al propio tiempo sirven para templar el instrumento, el cual se toca golpeando las cuerdas con un palillo semejante al que usan los tambores. El músico lo lleva pendiente de una correa que cuelga del hombro izquierdo. Toca a la vez una flauta. (Biscós, 1903).
Apraiz (1922) recoge esa idea:
Dicho tambor de cuerdas se conoce clásicamente en Jaca y así se le designa también en la Novena con el nombre de Chicotén, palabra que no se encuentra en el «Diccionario» de voces aragonesas de Borao.
En el articlo de Apraiz no aparece en ningún sitio el término «salterio». Muchos autores posteriores asumen esa apreciación:
...al son de una flauta revestida de piel de culebra, tocada con una mano, mientras con la otra el músico golpea una especie de címbalo, que Apráiz llama chicotén. Violant i Simorra (1985, pero 1949, p. 632).
De la Torre (1986) se hace eco de este embrollo:
Por último, el nombre con el que se le conoce universalmente es el de «chicotén», pero en torno a este nombre hay que hacer algunas aclaraciones. En el Alto Aragón no se le conoce por este nombre aunque así lo afirman numerosos autores foráneos: ni en Jaca, ni en Yebra, ni en Sasal entendieron el significado de la palabra «chicotén» (4), mientras que personas que nada tenían que ver con el dance y de pueblos muy diversos comprendían de inmediato de qué se les hablaba cuando se les nombraba el «salterio».
Vergara (1994) y (2003) dedica también algunas páginas a esta cuestión. En Yebra de Basa se insiste en que las denominaziones tradicionales son «O chiflo y o salterio… eso de chicotén no lo empezamos a oir hasta que el grupo salía afuera, sobre todo a Zaragoza...» (Testimonio de Santos Lanuza, antiguo repatán y danzante de Yebra). Las referencias son muchas, y por no ser redundantes remitimos al lector a la bibliografía. Una primera conclusión es que hay una larga tradición de llamar «salterio» al «tamborino de cuerdas», y que «chicotén» parece un vocablo no vinculado más que a Jaca. Pero «salterio», «chicotén» y «tamborino de cuerdas» ¿son la misma cosa? Parece claro que «salterio» se refiere, en este contexto, al tamborino de cuerdas. ¿Y «chicotén»?
Chicotén
Hasta ahora podíamos ver que se solía llamar, con más o menos fundamentos, salterio o chicotén al tamborino de cuerdas, y flauta, chiflo e incluso «pito» (por ultracorrección castellanizante) a la flauta de tres agujeros; pero encontramos otras perspectivas.
No obstante, no son estas (flauta, chiflo) las denominaciones más antiguas con las que algunos de los más veteranos danzantes jaqueses, todavía vivos, conocen y conocían a este instrumento. «Chicotén» es como nos han asegurado numerosas veces que lo conocían. Incluso «xicoté» o «xicotén» (pronunciándose shicoten al igual que buxo, bucho, boj). No ha faltado discusión sobre esta terminología pues sabemos de la confusión que podría crearse al estar popularizado dicho término para designar al salterio. Fernández y Tomeo (2007, p.215).
Dichos autores aportan los testimonios siguientes, que proceden de entrevistas hechas a viejos danzantes de Jaca:
A los instrumentos les llamábamos Salterio y Chicoté (sic), de siempre se les ha llamado así, así yo lo he oído y así les llamo, salterio a la caja de cuerdas y Chicoté a la flauta o chiflo. (Entrevista a Eusebio Jiménez nacido en 1926).
Los instrumentos de música yo siempre los he conocido como Salterio y Chicotén. Salterio es la caja de madera con cinco cuerdas de tripa de cerdo y el Chicotén es la flauta que hoy día se le dice de muchas maneras y la única es Chicotén. (Entrevista a Luis González, nacido en 1940).
Aparte de esos testimonios orales recogidos por aquellos autores, se citan otras informaciones recogidas de otras fuentes escritas que van en la misma dirección.
Al mostrar el prelado la Santa, bendiciendo al pueblo arrodillado en un silencio impresionante, que solo rompía un suave trasfondo musical formado por los primitivos acordes del chicotén y el salterio… (Villacampa Ara, A. El Pirineo Aragonés, 21 de Julio de 1979, p. 7).
Esto escribía Ricardo del Arco:
Delante van los danzantes, bailando una danza monótona en dos filas, en compases de tres saltos rítmicos, siempre de cara a la urna, al son del «chicotén», una flauta revestida de piel de culebra tocada con una mano y con la otra golpeando una especie de címbalo. (Del Arco,1930).
Sin embargo, el mismo autor, algunos años después se contradice cuando escribe que el chicotén:
Va suspendido por una correa de la espalda de quien lo toca, siendo de madera y constando de seis cuerdas de gruesa tripa... (Del Arco, 1943, p. 466).
Otros testimonios dejan ver claramente que para mucha gente de Jaca, sobre todo los propios danzantes de Santa Orosia, chicotén no es el tamborino de cuerdas sino la flauta. Ya veíamos al principio que Andolz (1984) se hacía eco de esta confusión y ponía en su diccionario las dos acepciones. No está de más recordar que Andolz era natural de Jaca. González Sanz, Gracia Pardo y Lacasta Maza (1998) aportan este dato, una frase de aspecto nemotécnico atribuída al músico Florencio Ordás:
El salterio se toca así: Chicotén / ten / corretén / ten / fi / ga / do de buey. (p. 269).
La etimología de «chicotén» es bastante oscura. Sí que se encuentra algún término parecido en Italia el siglo xv, como en este poema del florentino Luigi Pulci.
… E qui sonaba tamburo, e chi nacchera,
baldosa, e cicutrenna e zufolleti.
(Lamaña, 1969, p. 58).
Una posibilidad es que si chicotén es, como parece, la flauta, la palabra procediese del latín CICUTA, la conocida planta venenosa. Siguiendo a Andrés (1995, p. 84), vemos el empleo de cicuta (castellano) como flautilla desde Virgilio (siglo I a. C.), y señala que Covarrubias (1611) manifestaba que:
… después de las primeras flautas de caña se usaron otras de cicuta, yerva venenosa, por tener el tallo hueco y los niños la hacen sonar como trompeta.
En aragonés,el nombre de esa planta es chicuta, segun vemos en el EBA: chicuta: cicuta [Ansó KUH 1935] – chicuta; [Ansó VIM 1991]; [Ansó KUH 1966].
Volviendo a cicutrenna, apréciese que la pronunciación italiana de esa primera consonante es la misma de la / ch / del aragonés: [ʧ]. Branet (1924) señalaba, en francés, la palabra chicotin [ʃikɔtε ̃], que antaño se escribía cicotin. Su etimología acerca esta palabra a la italiana citada: alloeu cycoterne «variété d’aloès qu’on récolte à Socotra» (1359), que en 1478 aparece como aloeu cicotrin, y ya en 1564 como chicotin. (CNRT). Pero chicotin también designa a colloquinta oficinalis, una cucurbitácea. Con los «rabos» de las calabazas se hace un tipo de flautilla primitiva. (Botineau, 2015). Sugerente.
Chuglar
Esa confusión terminológica (la flauta por el salterio o, al revés) no es nada nuevo. Ya lo veíamos en los testimonios que aporta el Diccionario Geográfico de las Cinco Villas de Mateo Suman, inedito desde principios del siglo xix hasta principios del xxi (Suman, 2015). Ahí encontramos datos de poblaciones como Bagüés, Gordués, Echo, Embún, Paternui (Paternoy), Aso (Asso-Veral), Bailo etcétera[3]…, donde se emplea la palabra chuglar (con variantes foneticas como chublar o churlar).
Las niñas bailan con pandero. Me dicen que este instrumento no es común a los demás lugares, pero yo lo he visto al paso en otros lugares de la montaña, además del instrumento común en ellas que es el llamado chuglar, especie de arpa larga, cuyas cuerdas se hieren con un palito o hierro, con una mano, y con la otra se toca una flautica. (Voz: Mianos, p. 353).
Y, al revés:
Visten al uso del país de la montaña según se dijo de Salvatierra, Lorbés y Sigüés. Su calzado es abarcas. Sus instrumentos de música, como en aquellos pueblos, el salterio, y chuglar, o flautilla en funciones públicas, y tamboril. (Voz: Aso[4], p. 201).
La música en las fiestas: el chuglar o flautilla, el tamboril y salterio… (p. 210. Referido al pueblo de Bailo.)
Ese carácter metonímico se ve claramente en la definición que de «chuldar» (alomorfo de chuglar) ofrece Gil Berges (1916):
Chuldar: s. m. músico que toca a la vez la flauta y el salterio para que los danzantes de los pueblos en sus fiestas hagan sus evoluciones vistosas al compás de tales instrumentos.
Gil Berges era natural de Jasa, y en el vecino lugar de Aragüés se recuerda que en Casa Xuldar había músicos que tocaban flauta y salterio (Bayona et. al., 2002). Desde tiempos medievales se encuentra a menudo esa identificación entre la palabra chuglar (del latín jocular) y los instrumentos citados, que figuran entre los más empleados por aquellos.
Chun-chun y Gaita
Todavía encontramos otra forma de llamar al tamborino de cuerdas en la villa de Berdún (Jacetania), donde se documenta chun-chun [ʧ̑unˈʧ̑un] como instrumento que acompañaba el paloteado:
[...] y por lo visto era instrumento de acompañamiento, hacía chun-chun, chun-chun, y por eso lo llamaban el chun-chun. (Entrevista a Paulino Buey de Casa Callau de Berdún). (Bayona et al. Vol. 25, p. 14).
Chun-chun era también el nombre que se daba a un baile de la fiesta en Yésero (Alto Gállego). (Ibidem, p. 17).
También se emplea esa onomatopeya en territorios lingüísticos limítrofes, como Navarra o Gascuña, donde lo podemos encontrar escrito con diferentes grafías: castellanas, vascas, occitanas o francesas: chunchún, ttun-ttun, ton-ton, toun-toun, y con diferentes matices de pronunciación del sonido consonante inicial. En Navarra chunchunero equivale al vascuence moderno txistulari. Además de las denominaciones locales, es interesante observar la serie de términos analógicos utilizados por diferentes cronistas a lo largo de los tiempos. Sirva algún ejemplo: «Il a pour ainssi dire la figure d’une lyre à quatre cordes de trois accords». (Zamacola, 1818). «... ces tambourins sont des espéces de violons à sept grosses cordes qu’on touche avec un baguette, comme tambour». (Branet, 1924).
Puntualmente encontramos otras denominaciones como gaita salteriana. Así, en una descripción en la prensa de 1894 de las funciones festivas en Grañén (Huesca) se dice que:
Las profanas, aquellas de olor popular, son siempre las mismas, con detalles que no varían un ápice, desde que se sustituyó la gaita salteriana, con sus danzas peculiares, por la música de cuerda, en la que hacen las delicias del público, y especialmente de la juventud que baila, los violines ñoños, las bandurrias chillonas, y las guitarras roncas. (Castiella Hernández, 2002).
Nombrar a la flauta de tres agujeros como gaita es algo habitual en muchos territorios. En el Altoaragón podemos verlo en Berdún, asociado al uso del «chun-chun» antes visto:
Decían también que la gaita del tío Gavín; pues uno de no sé que casa, de una casa de aquí, él debió decir que tocaba una gaita. (Bayona et al. Loc. Cit.).
Al músico es habitual llamarlo gaitero. En Yebra de Basa se recuerda a «O gaitero Sasal» como encargado de tocar para los danzantes con el chiflo y salterio. Documentos más antiguos sitúan en Ansó, como se ha visto más arriba, a «... Gregorio Clavería, Gaytero de Embún por tocar la flauta y salterio en las fiestas del Corpus, San Pedro y San Matheo». (Bayona et al. 2002).
Otros testimonios parecen establecer otras diferenciaciones:
En sus funciones públicas, en lugar de gaita usan del salterio, tamboril y churlar o flautilla. (Villa de Hecho) (Suman, op. Cit.).
O ponen en conexión los términos sin dejar claro si se refieren al mismo objeto o a los dos instrumentos (flauta y tamborino de cuerdas) complementarios.
También es interesante la expresión «gaita de montaña» que encontramos en los textos que reune el citado Diccionario Geográfico de las Cinco Villas, recopilado a principios del xix (Suman, 2015):
El patrón del pueblo es San Sebastián cuya fiesta celebran con toda solemnidad posible (….) y gaita de montaña, esto es, salterio, flauta y tamboril». (Referido al pueblo de Arbués).
Y se insiste en este concepto al hablar de Bagüés:
Usan de salterio, tamboril y flauta dulce, que es la gaita gallega de la montaña… (Bagüés).
Es de imaginar que esto alude a la idea de tambor-bordón inherente al conjunto del que ahí se habla (Marcel-Dubois 1986). Y para Fuencalderas ofrece un dato que nos sumerge más en la marea de confusión:
Se canta la misa con la música del país, que consiste en una gaita que los naturales llaman «chiflar» (Suman, 2015).
Conclusiones
Las denominaciones de instrumentos musicales antiguos suelen ser muy variables. En este caso encontramos en el Altoaragón una vacilación notable para referirse al conjunto de flauta de una mano junto al tamborino de cuerdas, tocados por un solo instrumentista.
Salterio se utiliza de forma muy generalizada para nombrar al tamborino de cuerdas, aunque tenga también otros significados históricos. Localmente se documenta chun-chun, que también encontramos en territorios limítrofes como Navarra (tanto para el tamborino de cuerdas como para el membranófono) o Gascuña. Chicotén es término asociado desde hace un tiempo al tamborino de cuerdas, aunque muy localizado en Jaca. El embrollo aparece cuando se encuentran muchos testimonios de esa procedencia que afirman que esa es la denominación tradicional jaquesa de la flauta de tres agujeros, y no del cordófono que la acompaña. La confusión la encontramos también con otra denominación, hoy ya obsoleta, como es la de chuglar, chuldar y derivados. El término chiflo está bien documentado –y vivo en la actualidad– en la tradición de Yebra de Basa como referido a la flauta de tres agujeros. Evidentemente, en aragonés chiflo y su sinónimo diatópico chuflo puede tener el valor de «cualquier aerófono» popular, incluido un simple silbato. Antiguamente, al menos hasta el siglo xix era muy usual por toda la Canal de Berdún y los valles de la Jacetania (Pirineo occidental de Aragón) chuglar (o cualquiera de sus variantes) para nombrar a la flauta de tres agujeros.
Posiblemente todo eso sería menos complicado si todos hubieran hecho como el funcionario municipal zaragozano que en 1496 anotaba en las cuentas de los Jurados de la Ciudad que se pagaron ciertas cantidades a unos músicos, entre los que figuraba:
[…] Martin Maça, flauta y estrumento de cuerdas. (Cisneros 1986).
BIBLIOGRAFÍA
AGUILERA FERNÁNDEZ, A. (2014). El Dance de San Bartolomé en Borja. Borja: Centro de Estudios Borjanos. Institución Fernando el Católico.
ALFORD, V. (1937) Pyrenean Festivals (1937) Toronto: Mc Millan Compagny of Canada. Manejo aquí la edición francesa: (2004) Fêtes Pyrénéennes, Trad. Anne Folch. Portet-sur-Garonne: Loubatières.
ALFORD, V. (1935). «Some Notes on the Pyrenean Stringed Drum with five musical examples» (RIEV) Tomo XV, pag. 567-577.
ANDOLZ CANELA, R. (1984). Diccionario Aragonés. Aragonés-castellano, castellano-aragonés (2ª edición). Zaragoza: Librería General.
ANDRÉS, R. (1995). Diccionario de instrumentos musicales. De Píndaro a Bach. Madrid: Biblograf.
APRAIZ, A. (1922). «Instrumentos de música vasca en el Alto Aragón». En RIEV, T. XIII, año 1922, p. 553 a 559.
BALAGUER, F. (1983). «Introducción al estudio histórico del Dance oscense», En: D’o Río, B: El Dance Laurentino. Huesca: Instituto de Estudios Altoaragoneses.
BAYONA, E., GRACIA, J. A., LACASTA, A. J. Y SALESA, L. [COORD]. (2002): «Palotiaus del Viejo Aragón y Valle de Broto». Libreto adjunto a La tradición Musical en España, vol. 24 y 25. Madrid: Tecnosaga
BISCÓS, V. M. (1903). Novena a Santa Orosia R. V. y M., Patrona de Jaca y su diócesis. Madrid: Imprenta Ducazal.
BENÍTEZ, M. P. e LATAS, O. (2013): «Sobre los villancicos barrocos en aragonés de los siglos xvii y xviii». En Alazet, 25 . Huesca: IEA
BOTINEAU, M. (2015). Guide des plantes à fruits charnus comestibles et toxiques. Paris: Lavoisier Tec & doc.
BRANET, A. (1924) Le Tountoun. Auch: Imprimerie F. Cocheraux.
CASTIELLA HERNÁNDEZ, J. J. (2002). La alcoba de la memoria. Una historia particular de Grañén. Grañén, Ayuntamiento.
CISNEROS, J. (1986). Actos comunes de los jurados, capítulo y concejo de la Ciudad de Zaragoza (1440-1496). Zaragoza: Institución Fernando el Católico.
CNRT, Centre National de resources textuelles et lexicales. Recuperado de: http://www.cnrtl.fr/etymologie/chicotin
COROMINAS, J. (1973). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
COVARRUBIAS HOROZCO, S. (1611) Tesoro de la lengua española, ed. Ignacio Arellano y Rafael Zafra. Madrid: Iberoamericana – Frankfurt am Main: Vervuert, 2006.
GIL BERGES, J. (1916) Colección de voces aragonesas. Huesca, Estudio de Filología de Aragón, Talleres Tipográficos de Justo Martínez.
DE LA TORRE, A. (1986) «Chiflo y Salterio en el Alto Aragón. En Revista de Folklore n.º 70».Valladolid: Obra Cultural de Caja de Ahorros Popular.
DE LA TORRE, A. (1993): «En torno al Alacay». En Temas de Antropología Aragonesa, n.º 4, p. 85-105. Huesca: Instituto Aragonés de Antropología.
DEL ARCO, R. (1930). «Costumbres y trajes en los Pirineos». Zaragoza: Publicaciones de la Academia de Ciencias de Zaragoza.
DEL ARCO, R. (1943). Notas de folklore altoaragonés. Madrid: Instituto Antonio de Nebrija. CSIC.
DONOSTIA, A (1983). «Instrumentos musicales del País Vasco». En Anuario Musical, AM. Vol VII, 1952, p. 3-49. En Obras completas del Padre Donostia (1983), Tomo II, p. 275. Bilbao: Ed. La gran Enciclopedia Vasca.
FUENTES PASCUAL, F. (1946). «La música religiosa y profana en Tudela». En Príncipe de Viana, Año n.º 7, n.º 22, págs. 177-185
EBA: Endize de bocables de l’aragonés seguntes os repertorios lesicos de lugars y redoladas de l’Alto Aragón (1999). Coord. de Francho Nagore, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses. Cternato como EBA. Edizión dichital en: http://diccionario.sipca.es/fabla/faces/index.xhtml
FERNÁNDEZ Y TOMEO. (2007). Danza, montañés. Historia de los dances de Jaca. Jaca: Pirineum.
GONZÁLEZ SANZ, C., GRACIA PARDO, J. A, y LACASTA MAZA, A. J. (1998): La sombra del olvido. Tradición oral en el pie de sierra meridional de Guara. Huesca: Instituto de Estudios Altoaragoneses.
LAMAÑA, J. M.: «Los instrumentos musicales en los últimos tiempos de la casa de Barcelona.» En Miscelanea Barcinonensis, MB. XXI, 1969, 21-82
MARCEL-DUBOIS, C. (1986), Le tambour-bourdon, son signal, sa tradition. Arts et Traditions populaires, 1986, t. XIV, n°1-2, p. 3-16.
PUEYO, M. (1973), El dance en Aragón: origen y problemas estructurales de una composición poética. Zaragoza, ed. de la autora.
SATUÉ OLIVAN, E. (1988). Las romerías de Santa Orosia. Zaragoza: Diputación General de Aragón.
SUMAN, M. (2015). Diccionario Geográfico de las Cinco Villas. Edición de J. Salvo y A. Capalvo. Zaragoza: Institución Fernando el Católico.
VERGARA, A. (1994). Instrumentos y tañedores. Música de tradición popular en Aragón. Zaragoza: Rolde de Estudios Aragoneses.
VERGARA, a. (2003). «Chiflo y salterio». En Col.loquis del flabiol 2002. p. 69-87. Arbúcies: Ajuntament d’Arbúcies.
VIOLANT I SIMORRA, R. (1985). El Pirineo Español. Vida, usos, costumbres, creencias y tradiciones de una cultura milenaria que desaparece. Facsimil de la 1ª edición, de 1949 por Plus Ultra, en Madrid. Barcelona: Altafulla.
ZAMACOLA, Iza (1818). Historia de las naciones Bascas. Auch.
NOTAS
[1] Más interesante es su nombre de Yebra, Psalterio, aunque esto también es completamente erróneo, ya que el antiguo Psalterium, como la lira, era un instrumento de cuerda pulsada.
[2] Traduzco desde la edición que tengo, que está en francés: (2004) Fêtes Pyrénéennes. Portet-sur-Garonne: Loubatières. Traducida por Anne Folch de: Pyrenean Festivals (1937) Toronto: Mc Millan Compagny of Canada.
«Después, por la tarde, los danzantes hacen una nueva aparición, con su músico cuyo tambor de cuerdas incluso ha cambiado de nombre. Aquí es el salterio, nombre debido a una confusión explicable porque el psalterion era un instrumento de cuerdas, pero de cuerdas pinzadas».
[3] En aquella época, el partido de Cinco Villas abarcaba desde Tauste, casi a orillas del Ebro, hasta la frontera pirenaica, incluyendo valles como Ansó y Echo.
[4] Hoy, oficialmente Asso-Veral.