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Una de las tradiciones campesinas, sobre las que tenemos memoria personal y propia en nuestra niñez en La Alberca (Salamanca), era la de elaboración de pequeñas gaitas o flautillas, que los padres y los abuelos realizaban a los niños, una vez que avanzaba la primavera, fabricadas a partir de la corteza de las varas nuevas de determinados árboles, impregnada de savia, que los adultos sacaban entera, con el fin de elaborar la gaita o pequeña flauta.
En no pocas zonas de toda el área oriental de la provincia de León, los campesinos adultos realizan para sus niños y muchachos tales instrumentos musicales, a los que se les dan los nombres de gaitas, flautas, chiflos, silbos o silbas (esta última denominación, en la ribera del Torío) y algunos otros. Con lo cual también se suma tal área a tales tradiciones campesinas.
Pero lo sorprendente en estas zonas leonesas es que, los adultos, una vez que han cortado la rama joven y nueva del árbol de que se trate, para sacar la piel o cáscara entera y así, una vez extraída de la vara, poder elaborar el instrumento musical con destino a niños y muchachos, realizan una operación que consiste en irle dando golpes poco a poco y con paciencia a la superficie de la vara con el mango de una navaja de bolsillo, recorriéndola toda ella, con el fin de ablandarla –digámoslo así– y sacarla entera y así poder elaborar el chiflo o pequeña gaita.
Tal gaita o chiflo se elaboraba con tal cáscara cónica de la rama, hueca por dentro, en uno de cuyos extremos, con un trozo de madera de la propia rama, se le ponía la lengüeta, bajo la cual estaba abierto un agujero lateral, y, en el otro extremo, a modo de cierre, de le ponía otro pequeño taco de madera también.
Eran instrumentos muy sencillos y elementales, pero que hacían las delicias de niños y muchachos, que tocaban de continuo con ellos, hasta que terminaban rompiéndose u olvidándose, tras los primeros días de un uso ilusionado. Y era como encantar la primavera, el tiempo nuevo, con aquellos silbidos monotonales y estridentes.
Decíamos que los hombres, para sacar la corteza o piel nueva de la rama, daban golpes con el mango de alguna pequeña navaja que llevaban en alguno de los bolsillos de sus ropas. Pues bien, a medida que iban dando golpes con tales mangos, acompañaban su rítmica labor con la entonación de una breve pero hermosa fórmula rimada, acaso con la finalidad de que aquellas sílabas encantaran la labor y la cáscara saliera entera con el fin de que se pudiera elaborar con ella la flauta o chiflo.
Nombres otorgados a la acción
En tales fórmulas rimadas, la acción de golpear la cáscara o piel de la vara, con el fin de que salga entera, para elaborar la gaita o chiflo, se nombra a través de varios verbos, utilizados en imperativo, ya que el hombre que ejecuta la acción se dirige directamente a la vara cortada, como si estuviera animada y pudiera comprender. Y, al utilizar el imperativo, trata de que la vara obedezca a la finalidad que pretender obtener con su acción, que no es otra de que la cáscara salga entera de la vara. Los verbos más usuales que aparecen en estas fórmulas rimadas son: «sal», «suda» o «talla», según la fórmula de que se trate.
Ya que todas las fórmulas rimadas utilizadas con esta función tienen una misma estructura: se dirige el hombre directamente a la vara, para que obedezca su acción y pueda extraer su cáscara, y después, en la fórmula rimada, se personaliza tal vara y se le atribuye una pequeña genealogía familiar, o se continúa, tras la rítmica reiteración del imperativo, con algún otro motivo.
La utilización del verbo salir (‘sal’) es clara. Una de las acepciones del verbo sudar es definida del siguiente modo por el llamado Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española: «Metaphóricamente vale destilar los árboles, y plantas algunas gotas de xugo»[1], ya que tal jugo de las vara nuevas es un lubricante y, al golpear la cáscara y ablandarla, hace que salga con más facilidad.
Mientras que el verbo tallar es definido por el mismo diccionario como: «Cortar, o tajar: y así se decía comúnmente en lo antiguo»[2]. En definitiva, cuando el hombre golpea sucesivamente la vara cortada con el mango de la navaja, para que salga la cáscara, y utiliza el imperativo «talla», lo que está queriendo expresar vendría a ser en definitiva: «–Sal del tallo.»
Corpus leonés de este tipo de fórmulas rimadas
Vamos ahora a mostrar, clasificándolas por los verbos que hemos indicado, un pequeño corpus de fórmulas rimadas que hemos recogido, en nuestros trabajos de campo, en diversas áreas de la provincia de León, con el fin de sacar la cáscara o piel de la vara nueva cortada del árbol o arbusto, con el fin de elaborar una gaita o chiflo para los niños y muchachos.
Bajo la fórmula rimada, colocamos, entre paréntesis el pueblo o localidad en que hemos recogido la fórmula. Si una misma fórmula es idéntica en más de un pueblo, indicamos en tal paréntesis los lugares en que la hemos recogido.
Fórmulas rimadas que utilizan el verbo salir:
1. –Sal, sal,
palito nogal;
suda, suda,
palito la ruda.
(Pío de Sajambre, en los Picos de Europa)
2. –Sale, gaitina, con bien,
que te viene Dios a ver
con un mortero de sopas,
¡qué bien te van a saber!
(Soto de Valdeón, en los Picos de Europa)
3. –Salivera, salivera,
sal, chifla, de salgar,
con salud y sin quebrantar,
nunca volverás a entrar.
(Getino, en la Montaña Central)
Fórmulas rimadas que utilizan el verbo sudar:
4. –Suda, mi gaitina,
que tu padre fue a la villa
a por pan, a por vino
y a por tortilla.
(Prada de Valdeón, en los Picos de Europa)
5. –Suda, suda,
cabra cornuda;
si no sudas hoy,
sudarás mañana
y, si no,
pa la otra semana.
(Pallide, entre la Montaña Central y los Picos de Europa)
6. –Suda, suda,
palito la ruda;
sal, sal,
palito nogal.
(Pío de Sajambre, en los Picos de Europa)
7. –Suda, suda,
palo de palera;
¿cuántas casas
hay en Rueda?
–La del cura
la primera.
Una, dos, tres, cuatro…
(Mellanzos, en la comarca de Rueda)[3]
8. –Suda, suda,
palo de palera,
hijo de tu madre,
nieto de tu abuela.
(Villacidayo, en la ribera del Esla, comarca de Rueda)
(Saelices del Payuelo, en El Páramo; Santa Olaja de Eslonza, en la comarca de Rueda)[4]
9. –Suda, suda, suda
con el unto de la rana;
si no sudas hoy,
sudarás mañana.
(Morgovejo. Prioro; ambos en los Picos de Europa)
Fórmulas rimadas que utilizan el verbo tallar:
10. –Talla, palerín,
que eres de palera,
dime cuántas mozas
hay en la ribera.
(Y, a medida que el hombre va dando golpes con el mango de la navaja a la vara, va contando: una, dos, tres, cuatro, etc.)
(Ruiforco de Torío, en la ribera del Torío)
11. –Talla, talla,
palero de rama;
si no tallas hoy,
tallarás mañana.
(Villanueva del Árbol, en la ribera del Torío)
12. –Talla, talla,
rama de palero;
dime cuántas mozas
hay en este pueblo.
(Canaleja de Torío, en la ribera del Torío)
13. –Talla, talla,
tallita de rama;
si no tallas hoy,
tallarás mañana.
(Palacio de Torío, en la ribera del Torío)
En algún caso, aparece la fórmula rimada sin los versos iniciales, que se han suprimido por el motivo que sea (falta de memoria, proceso de sintetización, tendencia a convertir la fórmula en refrán, etc.). Y entonces nos encontramos con:
14. –Palo de palera,
dime cuántas mozas
hay en la ribera.
(Villanueva del Árbol, en la ribera del Torío)
Aun así, una vez arrancada la cáscara o piel de la rama, el proceso de elaboración de la flauta, gaita, chiflo o silba no debía de resultar fácil; el hombre que se pusiera a ello había de tener no poca habilidad. Pues no siempre se conseguía que tocara el instrumento que se había hecho.
De ahí que, de la gaita que no tocara, surgiera un refrán de tipo ya metafórico y con una cierta connotación maliciosa, aplicada a los seres humanos, que no siempre funcionan o se comportan como esperáramos o quisiéramos. A ello alude este refrán que recogiéramos en una localidad leonesa de la comarca de Rueda:
15. –De ese palo,
tengo yo una gaita que no toca.
(Valporquero de Rueda)
Tipos de árboles y motivos que aparecen
Los tipos de árboles o arbustos que aparecen en este pequeño corpus leonés de fórmulas rimadas para elaborar estas pequeñas flautas campestres para uso infantil son los del nogal; de la ‘salivera’, que vendría a ser una variedad o un tipo de salguera o sauce; y, sobre todo, el palero o la palera, también otro árbol de la familia de los sauces, muy abundante en las riberas leonesas, formando parte de esas paredes vegetales vivas, llamadas sebes, que dividen los prados.
De hecho, en la comarca leonesa de Rueda, en ambas márgenes de la ribera del río Esla, hemos recogido el siguiente refrán sobre el árbol de la ‘palera’, de una madera deleznable para realizar edificaciones o elaborar mobiliario. Dice así:
16. Palera,
bonito nombre y mala madera[5].
En cuanto a los motivos que aparecen, tienen todos que ver con un hecho: al dirigirse por medio del imperativo a la vara del árbol, que aparece en vocativo, se le está dando vida, se la está considerando como un ser animado, que puede incluso comprender lo que se le dice.
Y ello hace que los motivos que aparecen en estas fórmulas rimadas tengan que ver con el pequeño mundo del ser humano campesino, con su experiencia cotidiana, con su conocimiento del ámbito que lo rodea y en el que está inserto.
Y, así, nos encontramos con un motivo gastronómico: el mortero de sopas, un alimento diario de las gentes campesinas. O, también, con dos tipos de recuentos, ya que es un elemento coadyuvante para ir marcando los golpes rítmicos con el mango de la navaja a la vara: uno el recuento de las casas que hay en el pueblo, y el otro con el recuento de las mozas del lugar o de la comarca. Y no falta el hecho de atribuirle una genealogía (humanización) a la vara o palo: es hijo de una madre y nieto de una abuela. También es llamativo atribuirle un padre que va a la villa por pan, tortilla y vino.
Estructuración de tales fórmulas
Todas estas fórmulas están articuladas a partir de una misma estructura, que consiste sustancialmente en un imperativo («sal», «suda» o «talla»), seguido de un vocativo al que se dirige (el palo o vara del árbol de que se trate; ya hemos indicado los distintos árboles que aparecen en este pequeño corpus leonés), más un motivo anecdótico que concreta la fórmula (el viaje, el recuento de mozas o de casas, la genealogía…) y que le da ese carácter de cercanía, de mundo conocido y cercano en el que se sitúa el cosmos y el imaginario campesino.
Estamos ante un predominio de la función conativa o apelativa del lenguaje, que plantea siempre un invocar, un dirigirse a un «tú», por parte del «yo», con el fin de interpelarlo para obtener de él alguna finalidad. En este caso, parecería que estamos ante una estrategia de seducción del campesino que golpea con el mango de la navaja a la cáscara de la vara nueva recién cortada, para obtener precisamente de tal vara esa cáscara íntegra y poder con ella realizar esa pequeña gaita, flauta, chiflo, silbo o silba, que tocarán en la primavera niños y muchachos.
Tendríamos que observar asimismo cómo algunas de las fórmulas rimadas que editamos están ‘contaminadas’ con otros tipos de fórmulas que también utilizan los niños y niñas para otras finalidades; algo que observamos en concreto cuando se utilizan secuencias idiomáticas y versales como: «si no sudas hoy, / sudarás mañana», «si no tallas hoy, / tallarás mañana»; o también: «sal, sal»… Ambos tipos de secuencias nos llevan a otras fórmulas en las que también, con otras finalidades, aparecen.
Una pequeña documentación literaria
Tal rito campesino o acción está documentado literariamente. Nos lo encontramos en un texto narrativo de la novelista cántabra Concha Espina; en concreto, en el cuento titulado «El rabión», en el que aparece el siguiente párrafo, relativo a la elaboración de pitos, a partir –como se indica en el relato– de las cáscaras de tallos nuevos de sauce, cortados sin nudos:
Martín … iba entreteniendo la tarde en la menuda fabricación de unos pitos, que obtenía ahuecando, paciente, tallos nuevos de sauce, cortados sin nudos. Para conseguir el desprendimiento de la corteza jugosa, era necesario –según código de infantiles juegos montañeses– acompañar el metódico golpeteo encima del pito con la cantilena:
Suda, suda, cáscara ruda;
tira coces una mula;
si más sudara, más chiflara…
Martín había repetido infinitas veces este conjuro milagrero, y tenía ya en la alforjita que fue portadora de su frugal pitanza una buena colección de silbatos sonoros[6].
Aquí, en concreto, el verbo utilizado en el rito de extraer la cáscara es el de «suda», que ya hemos visto. Además, se alude al hecho de que cuanto más sude la cáscara, más «chiflará», esto es, sonará el chiflo o gaita que los adultos hagan a sus niños y muchachos.
Un cierto animismo
Podríamos decir que, en estas fórmulas rimadas, encontramos la presencia de un cierto animismo, como pervivencia en el imaginario campesino, a través de determinadas creencias y prácticas (sean laborales o festivas, íntimas o comunitarias).
En el subconsciente campesino tradicional, nos encontramos la pervivencia de algún tipo de animismo: la naturaleza está animada, tiene alma; así, los árboles y arbustos cuando resurgen en primavera. Podríamos traer a colación –si hubiéramos de abordar este aspecto con una cierta profundidad y extensión– las teorías de antropólogos, etnógrafos e historiadores de las religiones como Tylor, Frazer, Mircea Eliade y otros varios.
Aun no pudiéndolo hacer en un artículo como el presente, que únicamente pretende mostrar un pequeño corpus de un tipo de fórmulas rimadas, es significativo tener en cuenta que, para el mundo campesino tradicional de nuestros ámbitos, vivo hasta ayer mismo, la naturaleza está dotada de alma, de ahí que se pueda dirigir a una vara cortada de un árbol en primavera, para que tenga a bien desprender su cáscara entera, para elaborar una humilde flauta, como las que tocaran los pastores enamorados en las praderas mediterráneas, tal como los plasma, por ejemplo, Virgilio, en sus hermosas Bucólicas.
Paul Sébillot (1843-1918), en El paganismo contemporáneo en los pueblos celto-latinos, alude a cómo, en todos estos pueblos, también en los de nuestra Península Ibérica, «Varias prácticas suponen la atribución de una especie de animismo a los árboles»[7].
Podemos indicar una de ellas, para que advirtamos ese tratamiento respetuoso de los campesinos a los árboles («hay que tratarlos con miramiento», como hemos escuchado en alguna ocasión de labios ancianos de algún campesino), al sentir esa presencia animista o de alma en ellos:
En Dinamarca no cortan un saúco sin pedirle permiso de este modo: «Señora saúco, dame un poco de tu madera y yo te daré un poco de la mía cuando haya crecido en el bosque»[8].
Un trato respetuoso, sí, como el que advertimos en la táctica verbal de seducción, implícita en las fórmulas rimadas que editamos, para que, a partir de la elaboración de gaitas o flautas, suene y se pregone el tiempo nuevo de la primavera.
Coda
A través de tales formulas rimadas, advertimos varios elementos que resultan llamativos y significativos para comprender la vida y la cultura campesinas: por una parte, la vinculación de distintos elementos del existir de todos, como el trabajo y el juego; así como esa misma vinculación e interdependencia de las distintas generaciones de una misma comunidad (abuelos, padres, nietos e hijos, o, lo que es lo mismo, interrelación entre varias generaciones); así como la importancia de distinguir, a través de celebraciones y de determinadas prácticas, los distintos tiempos estacionales (en este caso, la primavera, que es cuando se elaboran tales flautas, pues los árboles y arbustos echan ramas nuevas); y otras varias consideraciones en las que también podríamos entrar, como la impregnación de lo laboral por lo lúdico y viceversa. El trabajo y el juego van de la mano.
Y esa metamorfosis infinita. Como ocurre aquí. La vara del árbol, a través de su cáscara, se convierte en música.
NOTAS
[1] Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza, y calidad, con frases, o modos de hablar, los proverbios, o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, Tomo VI, En la Imprenta de la Real Academia Española, Por los Herederos de Francisco del Hierro, 1739, p. 174.
[2] Real Academia Española, Op. cit., p. 217.
[3] José Luis Puerto, Rumor de la palabra. Tradiciones orales en la comarca leonesa de Rueda, Universidad de León. Área de Publicaciones y Ayuntamiento de Gradefes, León, 2013, p. 100.
[4] José Luis Puerto, Op. cit., p. 100.
[5]Ibid., p. 38.
[6] En: VV.AA., Cuentistas españoles del siglo xx, M. Aguilar, Editor, Colección Crisol, 126, Madrid, 1945, pp. 208-209.
[7] Pablo Sebillot, El Paganismo en los pueblos celto-latinos, Traducción de F. Peyró Carrió, Daniel Jorro, Editor, Biblioteca de Antropología, Madrid, 1914, p. 308.
[8] Pablo Sebillot, Op. cit., p. 315.