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Revista de Folklore número

485



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Los Chivorras de santa Brígida, mascaradas de invierno de Palencia

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 485 - sumario >



Los[1] tres primeros días de febrero eran días santos en el calendario tradicional de la Tierra de Campos palentina, como dice un refrán de Villasarracino: «Brígida, María y Blas, los tres días guardarás»[2]. Si las fiestas de la Virgen de las Candelas, o Candelaria, y de san Blas, celebradas el 2 y el 3 de febrero, son harto conocidas, no ocurre lo mismo con la de santa Brígida, que se celebra el 1 de febrero, festividad que ha llegado al siglo xx sin casi nada del ritual religioso, pero con la celebración de mascaradas por parte de las cuadrillas de quintos y mozos, algunos disfrazados de santa Brígida-hilandera y chivorras, que hacían la ronda anual por su pueblo, con la consiguiente cuestación casa por casa, seguida de comilona. Ha sido la pervivencia de un rito milenario, de origen prehistórico, que en esta comarca se asoció a la fiesta cristiana de la santa irlandesa, ella también de probable origen precristiano, celta, por ser protectora frente al pedrisco y garante de las buenas cosechas.

Santa Brígida de Irlanda o de Kildare

Entre las varias santas que llevan este nombre, destacan dos: Brígida de Irlanda y Brígida de Suecia. Brígida de Irlanda vivió en esa isla entre los siglos V y VI, fundó el monasterio de Kildare y llegó a ser, junto a san Patricio, emblema nacional irlandés. Su culto, aunque fue concocido en el continente y celebrada su fiesta el 1 de febrero, nunca alcanzó mucha popularidad. Por otro lado tenemos a Brígida de Suecia, que vivió en el siglo xiv y fundó en el pueblo de Vadstena un monasterio y la orden religiosa de san Salvador. Su fiesta se celebra el 23 de julio, pero en Europa solo llegó a tener difusión después de la Contrarreforma, al ser perseguidas las monjas en Suecia y refugiarse en algunos países católicos. En España, Marina de Escobar fundó un convento en Valladolid en 1637, y de ahí salieron unas monjas que iniciaron, en 1671, otro en Paredes de Nava, el único que sobrevive en Castilla y León.

Brígida de Irlanda o de Kildare es una figura de los orígenes del cristianismo en Irlanda que se mueve entre la realidad y la ficción. Sobre ella, un monje del citado monasterio, Cogitosus, escribió en fecha muy temparana, alrededor del año 650, la Vita Sanctae Bigidae, la hagiografía más antigua conocida de Irlanda[3]. Se trata de un panegírico de Brígida cuyo fin fue exaltar la figura de la santa para fortalecer la posición del monasterio de Kildare frente a su gran rival, el de Armagh, fundado por san Patricio. En el prólogo, ya nos cuenta la dificultad que, en la religión cristiana, suponía el que una mujer fuera fundadora de monasterios y ocupara un papel dirigente. Por ello, «llamó a un ermitaño famoso […] para que se uniera a ella en ese lugar, para que él pudiera gobernar la iglesia con ella con dignidad episcopal»[4]. Brígida es presentada como autora de una colección de milagros, narrados de manera muy breve y concisa, sin contarnos mucho más de su vida, salvo sus orígenes nobles. Sus milagros están relaciondos con las necesidades materiales de la gente. Muchos tienen que ver con la alimentación: multiplica la leche, la mantequilla, la carne de cerdo, saca sal de una piedra o convierte el agua en cerveza. No faltan las curaciones: a un ciego, a un bulímico, incluso hace desaparecer milagrosamente el feto de una mujer embarazada. Domina a los animales salvajes que causan destrozos: jabalíes, lobos, zorros y patos. También hay milagros relacionados con la ganadería, recuperando las ovejas robadas, o la agricultura, cuando aleja una tormenta para que los segadores puedan recoger la cosecha:

Una vez reunió a segadores y otros trabajadores para recoger sus cosechas, pero cuando se reunieron, una tormenta se precipitó sobre la cosecha. La lluvia caía abundantemente por todo el territorio circundante, y las aguas formanban arroyos por los barrancos y vallejos. Solo sus cultivos permanecieron secos, sin ser molestados por la lluvia o la tormenta. Mientras que todos los segadores de la región circundante no pudieron trabajar debido al nublado, sus cosechadores, no afectados por la lluvia, continuaron su trabajo desde el amanecer al anochecer, por el poder de Dios»[5].

Este milagro lo pintó Lorenzo Lotto en la capilla de Villa Suardi de Trescore Balneario, cerca de Bérgamo, a comienzos del siglo xvi (fig. 01). Todo el muro de la epístola está dedicado a la ordenación y milagros de santa Brígida y el muro de enfrente, el del evangelio, a santa Bárbara, con la que Brígida parece relacionada de manera especial. Ambas santas se han considerado desde la Edad Media protectoras frente a los nublados, si bien Bárbara ha tenido más difusión y continuidad.

Por otro lado, es inevitable plantearse la relación entre santa Brígida y la diosa celta Brigit, cuestión que sin duda tiene importancia para Irlanda y Gran Bretaña, pero creo que no tanta para su culto en Europa continental, por donde se extendió durante la Edad Media de la mano de monjes irlandeses. Hasta mediados del siglo xx, todos los estudiosos y especialistas en el mundo celta aceptaban como algo indiscutible que la figura de la santa se había creado sobre la de la diosa pagana, a la que se caracteriza como divinidad de la fertilidad. Es sabido que el cristianismo fue asimilando muchas creencias y ritos paganos para atraer a la población, sobre todo en los primeros siglos, y por tanto, este sincretismo no tendría nada de raro. Sin embargo, muchos investigadores han criticado esta aceptación basándose en que los textos sobre la mitología irlandesa son todos posteriores a las más antiguas hagiografías, como la de santa Brígida; en que fueron escritos en latín por monjes cristianos y puede que tengan un carácter metáforico para atraer a la población. Un resumen de ambas posturas nos lo proporciona Carole M. Cusack, quien, apoyandose sobre todo en datos como la fecha del 1 de febrero, fiesta celta de Imbolc, el mismo nombre de la diosa y la santa, y su carácter de protectora, concluye que «el argumento a favor de tal sincretismo es más lógico y realista que un fuerte antinativismo que afirma que los textos cristianos pueden decirnos muy poco sobre la religión antigua»[6].

Santa Brígida de Irlanda en la Península Ibérica

Aún aceptando ese sincretismo entre la diosa pagana Brigit, quizás también Brigantia, y la santa medieval, parece evidente que santa Brígida llega a la Península Ibérica en época medieval, seguramente por el camino de Santiago desde Francia. En Olite (Navarra) encontramos una ermita dedicada a la santa, cuya construcción responde a los rasgos del primer gótico, siglo xiii[7]. En el siglo xiv era voto de villa y su culto estaba unido al de santa Quiteria. El municipio tenía un interés especial en su culto y nombraba un ermitaño que «tendrá cuidado expreso de rogar por la salud de todo el pueblo y para que se guarden los frutos de la tierra. También deberá desconjurar las nubes en los tiempos debidos»[8]. Se conserva una imagen de bulto del siglo xvi que la representa sentada con un libro abierto sobre las rodillas, que sujeta con la mano derecha, y un báculo en la mano izquierda. Se celebraban varias romerías, además de la de su fiesta el 1 de febrero, relacionadas con las rogativas por los frutos del campo.

En la provincia de Burgos, se conserva una ermita o capilla a la entrada del pueblo de Hontanas, viniendo desde Burgos por el Camino de Santiago, en la que hay una escultura dieciochesca de la santa con hábito oscuro de monja. Otra ermita hay en Villanueva de Odra, al norte del Camino de Santiago, cera de Villadiego, levantada seguramente en el siglo xiii[9] y ahora arruinada. Todavía a finales del siglo xviii se celebraba la festividad de la santa el día 1 de febrero[10]. En la iglesia parroquial hay una escultura barroca de Brígida bastante maltratada, le falta el brazo derecho, que la representa con un libro en la mano izquierda y una vestimenta floreada.

Ermita célebre de santa Brígida es la que se alza en las afueras del pueblo segoviano de Fuentepiñel, cuya parte más antigua se cree que podría ser tambien de los siglos xii-xiii. El altar mayor lo preside una imagen de bulto de la santa, hecha en 1730, que viste hábito negro y levanta con su mano derecha una especie de lamparilla. La noche del día 31 de enero, ante la ermita, se enciende una gran «luminaria» y se toca la campana. Antaño, el día 1 de febero se decía una misa[11]. Cercano a este pueblo está Cilleruelo de San Mamés, junto a Campo de San Pedro, y en el altar mayor de su iglesia dedicada al santo que da apellido al pueblo, hay un cuadro de santa Brígida[12]. También hay algunas ermitas en el sur, en La Mancha, en Andalucía, y sobre todo en Extremadura. José Luis Rodríguez Plasencia recoge una decena de templos parroquiales y ermitas de la provincia de Badajoz[13]. Sin embargo, no ha encontrado ninguna ermita en la provincia de Cáceres, aunque sí documenta el rito de tocar las campanas la noche del 31 de enero al 1 de febrero «con el objeto de propiciar los buenos temporales»[14]. El autor atribuye estas diferencias a los distintos tipos de repoblación medieval[15].

Culto e iconografía de santa Brígida en Palencia

En Carrión de los Condes, el día de santa Brígida era fiesta de guardar y voto de villa, según las ordenanzas de 1568:

[...] el día de Santa Brígida, que es el primero de febrero, es voto de esta Villa y costumbre de guardar, y hacer una procesión general, mandamos que se haga la dicha procesión el dicho día, cada un año, como hasta aquí, la cual salga de la iglesia de Santiago y vaya al monasterio de Santo Domingo, donde se dirá misa solemne y sermón, y se junte para la dicha procesión, en la dicha iglesia de Santiago, a las 8 de la mañana, la Justicia, e Regimiento y todo el pueblo con el Cabildo, que ninguno falte por la misma orden y bajo la misma pena, que está ordenado arriba en las procesiones de arriba[16].

De la misma época, segunda mitad del siglo xvi, tenemos un documento de Becerril de Campos que nos confirma que allí también era fiesta de guardar por ser voto de villa[17], si bien en él se solicita precisamente la supresión de esta festividad. Es posible que esto mismo sucediera en otras poblaciones, y los actos de culto a santa Brígida fueran desapareciendo, quizás por la proximidad de la celebración más importante de la Candelaria al día siguiente, o que se fusionaran, como parece desprenderse de algunos casos[18]. En Carrión, donde se celebraba procesión, es lógico pensar que en ella se llevara una imagen de bulto de la santa, pero no se conserva ninguna en esta población[19].

Sin embargo, sí conservamos algunas imágenes pintadas del siglo xvi en diferentes pueblos cercanos a Carrión. En Villasabariego de Ucieza, hay una predela, ahora colocada bajo un retablo de las ánimas posterior, que Pilar Silva Maroto atribuye al Maestro de Calzada[20]. En ella aparecen, de izquierda a derecha, san Hipólito, santa Bárbara, santa Apolonia y santa Brígida. Esta lleva hábito de religiosa y porta un libro abierto y la palma del martirio (fig. 02).

Del mismo Maestro de Calzada es el retablo de san Antonio de Padua que se halla en la iglesia de Santa María de Villalcázar de Sirga[21], pero aquí santa Brígida aparece en la predela entre san Zoilo y santa Águeda, con san Sebastián en el extremo de la derecha. La imagen es muy distinta de la de Villasabariego. Va destocada, con una gran melena que le cae por los hombros, y vestida con túnica purpúrea, de rojas bocamangas, y capa azul. En su mano izquierda sostiene la palma y con la derecha agarra una ropa o almohadón cuajado de bolitas blancas irregulares (fig. 03). ¿Podrían ser perlas o más bien piedrecillas de hielo, de granizo? Creo que esto último, pues Brígida fue venerada como protectora contra tormentas y nublados, y en especial contra el pedrisco, como recuerda Redondo Aguayo sobre Becerril de Campos: «Fue costumbre antiquísima en esta villa el tañer las campanas en día de Santa Brígida por la noche, desde vísperas hasta el otro día de la misa mayor, diciéndose la misa para que interceda por las necesidades de la villa y en especial para que librase de la piedra a las rentas del cabildo»[22], es decir a las tierras de cereal y las viñas de las que procedían las rentas del cabildo. Si bien la celebración religiosa propiamente dicha parece que fue desapareciendo, en algunos pueblos se ha conservado el rito de tañer las campanas la noche del 31 de enero al 1 de febrero.

De esta manera comenzaba el ritual en pueblos como Villamorco. Por la tarde del día 31 se reunían los quintos y mozos y a partir del anochecer tocaban las campanas; el sacristán les enseñaba el toque de «Tente Nublo», que él ejecutaba cuando se acercaba una tormenta, y por el que recibía un pago del municipio, cuyo ritmo marcaba con esta coplilla ampliamente conocida en toda Castilla:

Tente Nublo,
tente tú,
que Dios puede más
que ciento como tú»[23].

En Micieces de Ojeda, los mozos volteban las campanas toda la noche, y preparaban una cena con lo recolectado en la cuestación que habían hecho por la tarde[24]. También se tocaban las campanas en esa fecha y con el mismo fin en la Montaña occidental palentina[25]. En otras comarcas, la protección frente a los nublados se le encomienda más a santa Bárbara, que ya hemos visto que aparecía en la predela de Villasabariego. Cerca de aquí, en el pueblo de Bahillo, en su iglesia hay un hermoso retablo mayor consagrado en 1570, en cuya predela, a ambos lados del sagrario, hay dos cuadritos con las imágenes de Brígida y Bárbara, cuyo autor es el pintor palentino Cristobal de Herrera (fig. 04). Santa Brígida está representada como una joven mártir, con la palma en su mano izquierda, y en la derecha levanta una especie de lámpara de la que sale luz o fuego. Debajo de este brazo derecho hay una mesa o arcón cubierto de flores.

Sobre la palma, emblema del martirio, con que aparece en estas pinturas Brígida, no hay explicación lógica, pues en ningún lugar se dice que lo sufriera. La única que se me ocurre es que en época medieval se produjo cierta confusión entre la santa irlandesa y una sainte Britta o Brigitte francesa, compañera de sainte Maure, martires más o menos legendarias del siglo v, que se veneran en Touraine y en Beauvais, cuya fiesta se celebra el 13 de julio. Gregorio de Tours dedica el capítulo 18 de su De gloria beatorum confessorum[26] a estas dos martires de origen británico asesinadas por los francos cuando peregrinaban a Roma.

Día de santa Brigida: cuestación y chivorras

Hasta mediados del siglo xx[27], en varios pueblos de la Tierra de Campos palentina más septentrional, de la zona de Carrión de los Condes, y también algunos de más al norte, cercanos a Saldaña y la Valdavia, se siguió celebrando el 1 de febrero la festividad de santa Brígida como fiesta y mascarada de quintos. Unos días antes, se reunían y elegían a quienes iban a ser los chivorras. En Villota del Duque era un papel muy deseado y se subastaba[28]. Como decíamos, la noche del día 31 de enero, se tocaban las campanas de la iglesia y, el día de la santa, lo dedicaban a recorrer al pueblo haciendo cuestación, con los chivorras persiguiendo a los chicos y a las mujeres, y terminando con una comilona. En Villasarracino, los participantes en la comitiva eran conocidos como «los brígidos»[29].

En Villamorco, la comitiva de mozos era presidida por uno que se disfrazaba de santa Brígida. Se vestía con prendas viejas de mujer, con mantón de lana por los hombros, la cabeza cubierta con un pañuelo y la cara casi tapada. En una mano llevaba una rueca con lana y en la otra un huso con el que iba hilando (figs. 05 y 06) . A su alrededor iban varios mozos vestidos de traje con cestas donde depositaban lo que les daban, sobre todo huevos, tocino y embutidos de la matanza; a veces algo de dinero para comprar vino. Dos o tres quintos se vestían de chivorras, o chivorros como también se decía, con camisa blanca y una gruesa banda o pañuelo cruzandoles el pecho, pantalón de pana con un gran cinturón del que colgaban cencerros y esquilas, que hacían sonar. No había cantos ni música, solo en tintineo de los cencerros. En la mano empuñaban las «trapas», larga vara con unos trapos atados en un extremo que habitualmente se mojaban en agua limpia para limpiar con ellas el suelo del horno, pero que, ese día, las mojaban en el barro y estiercol de la calle para azotar con ellas a la chiquillada y a las mujeres jóvenes (fig. 07).

En Villasarracino, un quinto se disfrazaba de «chivín», vistiendo la «birria»[30], traje hecho de telas de muchos colores, remendado, que pasaba de unos quintos a los siguientes cada año. En la mano llevaba la «estoca», nombre local de las trapas. En Quintanilla de Onsoña dos de los mozos se vestían de chivorra y uno hacía de hombre y otro de mujer; varios también eran los chivorras en Gozón de Ucieza, pueblo cercano, donde en la década de 1960 la cuestación se había trasladado al martes de Carnaval y la hacían los muchachos de la escuela.

En Villota del Duque, vestía «camisa blanca, calzoncillo blanco, faja roja, sombrero negro y tapaba la cara con una piel de conejo con orificios para los ojos, nariz y boca; a la espalda, a la cintura, llevaba colgando unos cencerros (unos cuatro)». «Llevaba una vara, que terminaba en una bolsa llena de arena con la que pegaba a los chiguitos», que le cantaban:

«Chiborra, mangorra,
metida en una gorra,
tapado con harina
y palos encima»[31].

Los chivorras iban todos enmascarados, bien con caretas de piel, como el chivorra de Villota del Duque, que llevaba una careta hecha con una piel de conejo, o bien carátulas de cartón, por ejemplo en Gozón de Ucieza, donde llevaban «una careta de cartón pintada con los más feos colores para dar miedo»[32] y en Quintanilla de Onsoña, donde «dos de los mozos se vestían con ropa vieja, se ponían unas «caretas» hechas de cartón y pintadas una de hombre y otra de mujer(el chiborro y la chiborra) y unos cencerros colocados a modo de cinturón»[33]. En Villamorco, llevaban la cara pintada de negro con «cirrio»[34] y la cabeza cubierta con un sombrero viejo que les tapaba casi la cara.

La cuestación se hacía el día 1 por la mañana, si bien en Villasarracino comenzaban ya el 31 de enero por la tarde. En Villamorco iba toda la comitiva tapando la calle: santa Brígida en el centro rodeada de varios mozos con cestas, donde depositaban la comida que les daban. Los chivorras perseguían a los chicos, que les tiraban barro, y les zurraban con las trapas sucias. Si se encontraban con alguna mujer, sobre todo si era joven, también la perseguían con el fin de azotarla con las trapas y mojarle la falda. En Gozón también se perseguía a las mujeres jóvenes para darles con el «estropajo» lleno de barro y agua.

Por lo general, no parece que se entonaran canciones de ronda, pero hay algún tesimonio que nos indica que las hubo. En Acera de la Vega, en el valle del río Carrión, más arriba de Saldaña, se ha recogido esta canción de ronda:

A estas puertas hemos llegado» (rondas de santa Brígida)
A estas puertas hemos llegado,
dispuestos para cantar,
los señores que están dentro
sálgannos a convidar.
Saquen huevos o torresnos,
o dinero para vino,
para sustentar la gente
que venimos de camino.»[35].

Una vez acabada la cuestación callejera, se reunían en el local de costumbre y hacían una gran comida con lo recolectado, en la que participaban todos los mozos del pueblo. A veces encargaban a alguna mujer que les hiciera tortillas y otros guisos.

En Villota del Duque, el chivorra salía también el 2 de febrero, día de la Candelaria y participaba en la liturgia. Durante la misa los devotos ofrecían panes a la Virgen, pero el chivorra entraba a la iglesia, tomaba los panes que quería y los guardaba en su alforja. Durante la procesión, iba bailando a la Virgen, siempre de cara a ella. En este lugar, el hacer de chivorra era apetecido por todos los mozos y se obtenía mediante una subasta. En el baile que se hacía por la tarde, elegía a las mozas con las que quería bailar, lo que ellas consideraban un honor y pagaban por ello.

La figura del chivorra acabó siendo, con el tiempo y en ciertos lugares, director de un grupo de danzantes que actúan en las fiestas religiosas del pueblo, personaje similar al zarragón, zamarraco o zorra de otras regiones de Castilla y León. En algunos casos, ha conservado rasgos que muestran su origen. En ocasiones, hay varios chivorras o birrias; por ejemplo en Frómista y en Cevico de la Torre siempre son dos. A veces van enmascarados o conservan rastro de haber llevado máscara. El birria de Antigüedad, que pertenecía a la Cofradía de las Ánimas, llevaba «unos cuernos en el cubrecabeza, a modo de capuchón, y con unas ojaleras para ver»[36]. Cuernos en la capucha tiene uno de los de Cevico de la Torre[37]. En Grijota, al día siguiente de la fiesta «se persigue al chiborra o botarga, que suele ir con la cara tapada con una careta de tela negra»[38]. También el de Cisneros lleva una careta sobre la cabeza, si bien no suele cubrirse la cara con ella[39] (fig. 08). Algunos chivorras, como los de Frómista y Cisneros, echan discursos burlescos, y otros son calificados por Margarita Ortega González como personajes grotescos, atrevidos y descarados (fig. 09).

Fiesta cristiana y mascarada pagana

Las chivorradas[40] palentinas de santa Brígida, desaparecidas en su forma original a mediados del siglo xx, eran parte de la rica gama de mascaradas de invierno de Castilla y León, que, en sus orígenes se representaban en torno a los «doce días» santos del comienzo del año, es decir entre Nochebuena y Reyes. Así sucede todavía, en Castilla y León, en algunas mascaradas zamoranas. Se cree que, entre los pueblos celtas prerromanos de la meseta, eran ritos de fertilidad y fecundidad que se ejecutaban en el momento en que acababa un año y empezaba el siguiente, cuando el tiempo se regeneraba[41]. Entonces desaparecía la separación entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y estos visitaban la tierra. Los enmascarados de principios de año son los espíritus que salen del mundo de los muertos, unos buenos y otros malos como los acompañantes de la centroeuropea Perchta[42], a la que Frazer considera un genio ambiguo, malicioso pero con un lado bueno que la lleva a hacer regalos a los niños y fertilizar la tierra[43]. Estas apariciones periódicas de los ancestros en momentos propicios, como el inicio de año, garantizaban la fertilidad y la prosperidad de la sociedad rural, por lo que esta fue inflexible en sus creencias y rituales relacionados con sus muertos[44], lo que explica su pervivencia a lo largo de tantos siglos, si bien a daptándose a los cambios de los tiempos. Sobre el origen de las mascaradas de invierno de Castilla y León, y de España en general, sin entrar a fondo en el asunto, se puede resumir en que cada vez más estudiosos, frente a la tendencia de Caro Baroja a resaltar el papel de las celebraciones y rituales romanos, dan más importancia a las tradiciones de los pueblos prerromanos, sobre todo celtas. José María Blázquez, apoyándose en trestimonios arqueológicos, aunque expresa las dificultades para saberlo con cierta seguridad y sus dudas, se decanta por un origen autóctono[45]. A parecida conclusión llega Boto Varela: «El origen concreto de las mascaradas […] en ningún caso estaría en relación con el culto a Jano. La correspondencia entre las festividades de Kalendae Ianuariae y dicha divinidad romana se produciría con posterioridad. A mi juicio, la génesis de esos difraces debe buscarse en otro dios, Cernunnos, y en primigenios ritos cultuales»[46]. Esta parece ser la opinión preponderante en otros autores que han escrito más recientemente[47].

Se trata de una festividad de los quintos, es decir de aquellos jóvenes que alcanzaban cierta edad, que en los siglos xix y xx era la considerada necesaria para ir al servicio militar obligatorio, que les permitía ingresar en la sociedad de mozos, por lo que tiene caracter iniciático. Como la mayoría de estos pueblos son, y eran, muy pequeños, en la fiesta participaban todos los mozos, hombres solteros independientemente de su edad, si bien los papeles protagonistas los representaban los quintos, que en ese momento accedían a la condición de mozos. Ellos eran quienes se disfrazaban de vieja hilandera que representaba a santa Brígida y de chivorras.

Santa Brígida es «la Vieja» o la «Hilandera»

Hay bastantes textos de escritores cristianos de la Alta Edad Media que condenan el que los fieles celebren en ciertos días desfiles y bailes disfrazados de fieras y de mujeres[48]. Algunos son muy concretos: sitúan estas celebraciones en el comienzo del año y hablan de disfraces como el de ciervo y la «vetula»[49]. J. Caro Baroja dedujo que cuando el término latino vetula, ‘vieja’, aparecía citado junto a cervulus, se trataba de una confusión con vitula, que significa ‘ternera, vaquilla’. Sin embargo, otros autores consideran «que se trata de dos emparejamientos distintos, ciervo-vieja y ciervo-ternera»[50]. La «Vieja» de que hablan estos escritores cristianos es, según Rohlfs, una antigua divinidad o espíritu «encarnación de las fuerzas de la naturaleza», a quien se atribuían fenómenos extraños o sorprendentes, como en el refrán castellano tan conocido «Cuando llueve y hace sol, hace la Vieja el requesón»[51]. La Vieja se ha identificado a veces con divinidades centroeuropeas como Frau Holle, espírtu de la montaña que manda las nubes, la lluvia, el granizo, o como Perchta. A veces causan males, otras son donantes de fertilidad y abundancia. Con el avance del cristianismo se fueron adaptando según las características de cada región; en algunas zonas de Alemania, «ha sido sustituida por la Virgen María», en otras aparece como una hilandera[52]. Según Caro Baroja, Asterio de Amasea habla de «disfraces femeniles», y «uno de tales disfraces era el de hilandera»[53]. El disfraz de hilandera aparece en algunas mascaradas zamoranas, como las de Riofrío de Aliste, de Abejera y de Ferreras de Arriba, donde se la conoce como «la Filandorra», y se la considera un personaje maligno, cercano a una bruja[54]. Si en Tierra de Campos se aplicó a santa Brígida, protectora de las cosechas, es porque la Vieja, como numen de la naturaleza, controla los fenómenos meteorológicos y garantiza la abundancia, que depende de que estos sean favorables.

Los chivorras, máscaras animales

Los otros personajes fundamentales eran uno o varios chivorras. Caro Baroja habla brevemente de «la chivorra» asimilándola a la vaquilla[55]. No parece que tuviera mucha información de esta mascarada, pues apenas le dedica seis líneas, pero creo que estaba en lo cierto al relacionarla con la máscara animal por excelencia en las mascaradas castellanas. Además, nos da algunas citas de padres de la iglesia, uno de los cuales «alude claramente al disfraz caprino y al de ciervo» y otro, san Dacio, habla de enmascarados «vestidos con pieles de macho cabrio y con las caras cubiertas»[56]. Cesareo de Arlés, en uno de sus sermones, decía: »Indui ferino habitu, et caprae aut cervo similem fieri, ut homo ad imaginem Dei et similitudinem factus sacrificium daemonum fiat?»[57]. En toda Europa, abundan las máscaras de animales cornudos, sean cabras, toros o ciervos[58].

El nombre «chivorra» nos está señalando que se trata de una máscara de origen animal, la chiva o cabra, como la vaquilla o el caballo de otras mascaradas[59]. En Villasarracino se denominaba «chivín» y el traje que vestía, «birria», nombre más tardío. Pues la vestimenta original del chivorra no era la llena de colorines que lucen los chivorras y birrias en los grupos de danzantes, sino unas ropas viejas, a veces rotas, y en el traje lo más destacable era la camisa blanca y la banda o pañuelo cruzado. Rasgos característicos de las máscaras animales son también los cencerros y las caretas, a veces con cuernos, como los que conservan los chivorras de Antigüedad y de Cevico de la Torre. El chivo o cabrón, como veremos a continuación, era uno de los animales que representaba la fecundidad y la potencia sexual propia de la juventud y era animal emblemático en ciertas fiestas antiguas como las Lupercalia romanas.

Los chivorras, máscaras fustigadoras

Los chivorras son también máscaras fustigadoras que siempre llevan en la mano un palo con trapos remojados en agua y barro, o cualquier cosa que sirva del látigo, con el que persiguen y golpean a los muchachos que los rodean e insultan, y sobre todo, a las mujeres jóvenes para mojarles las piernas y la falda. La relación con la sexualidad era evidente, pues este rito de iniciación que era la mascarada permitía a los jóvenes machos entrar en el mundo adulto de la reproducción. En el pueblo de Villota del Duque, en el baile que se celebraba la tarde de la fiesta de la Candelaria, el 2 de febrero, «era un honor para las mozas ser elegidas pareja del chiborra (sic); él la elegía y la moza había de pagar también»[60]. En muchas mascaradas de Castilla y León aparecen personajes con palos o látigos para azotar[61]. En Cantabria, los zamarrones de Polaciones llevaban un palo acabado en una piel de oveja «utilizado para dar el ‘sabaneo’ a las mozas, salpicando sus faldas. La que no recibía el ‘sabaneo’ no iba contenta a casa»[62].

Las máscaras fustigadoras se han relacionado con ciertos rituales que los Lupercos romanos ejecutaban todos los años, desde época inmemorial y seguramente muy primitiva, el 15 de febrero en Roma. En los tiempos primigenios, se trataba de «la gran fiesta iniciática con la que los jóvenes de la comunidad son admitidos en la clase de edad de los Lupercos»[63]. La ceremonia ritual de esta festividad conocida como Lupercalia comenzaba con un sacrificio de chivos que se celebraba en la cueva Lupercal, donde la loba había amamantado a Rómulo y Remo, y así se representaba el «ingreso oficial en la pubertad –una etapa de la vida marcada por el macho cabrío, animal símbolo de la fecundidad y de la madurez sexual»[64]. Después, estos nuevos Lupercos recorrían los alrededores del Palatino vestidos solo con un taparrabos y armados con un látigo hecho de tiras de la piel de los chivos, con el que golpeaban a la gente. «Los golpes infligidos por los Lupercos eran catárticos, purificaban y estimulaban la fecundidad, la misma fecundidad que estaba presente en grado superlativo en aquellos jóvenes que, a comienzos de la primavera, en una unión armoniosa entre natura y cultura, hacían pública ostentación de su madurez sexual»[65]. En una época posterior, por influencia griega, se introduce al dios Pan, el dios cabruno de los pastores, asimilado al latino Fauno, que por su lascivia fue convertido por el cristianismo en figura diabólica.

Cuestación y comilona

La cuestación de comida casa por casa, con posibles cantos de ronda, seguida de una comilona es otro de los elementos indispensables de las máscaradas de invierno. En la comida se consumían los productos recogidos, productos de la economía local, de la matanza del cerdo y huevos, que eran la base de la alimentación invernal. A ello se unía el vino, que en la comarca era caro por ser escasa y mala la producción local. Este tipo de cuestaciones de enmascarados era general en toda Europa. A veces se acompañaba de canciones que expresaban el sentido de la cuestación, que era el de augurar prosperidad a toda la sociedad, como todo el mundo sabía aunque no se dijera o se cantara expresamente. Por ello, la figura de la Vieja que hemos visto, tenía también en muchos lugares relación con Dama Abundia, «la abundancia» que todos esperaban para el próximo año. Una de las tradiciones más conocidas en Castilla y León y Cantabria de este tipo ha sido «las marzas», que en la provincia de Palencia fueron populares sobre todo en la Montaña y en el Cerrato. Carlos A. Porro las define acertadamente: «Las marzas son, como es sabido, reuniones de mozos que en uno o dos grupos, recorren las casas de su pueblo pidiendo un dinerillo, o unas viandas, frecuentemente huevos y chorizos, con el que celebrar algunas meriendas los días siguientes al primero de marzo»[66], pues creo que, aunque algunos autores destacan las canciones, lo fundamental de las marzas es el ser un rito de cuestación de los mozos, que se celebraba al comenzar el nuevo año con el fin de asegurar la prosperidad y la abundancia[67]. Los cantos petitorios eran un complemento y una manifestación de jolgorio y alegría típicos de esas fechas, a los que se irían añadiendo otros más líricos sobre la llegada de la primavera y el cortejo amoroso. En la comarca de Carrión de los Condes, chicos y chicas pedían las marzas el «Domingo de meriendas», que era el anterior al Domingo de Ramos, y marchaban a merendarlas al campo. Se hacían con la misma masa que las rosquillas de pan dulce y llevaban un huevo o dos en el centro (figs. 10 y 11).

En la Montaña de Palencia, también hacían cuestación los zamarrones que salían por el carnaval[68], al igual que en algún pueblo de Tierra de Campos, como Cervatos de la Cueza, donde los «zarramones» (sic) pedían comida y cantaban coplillas:

¡Ay, zarramones que vais a morir,
Que viene la tia Rosa con el tamboril!
Que venga o no venga,
Que deje de venir,
Que se vaya a la mierda
Y nos deje dormir.[69].

Varios autores como G. Dumezil y C. Ginzburg han destacado la conexión de estos rituales con la aparición durante los doce días, o doce noches, de las ánimas en forma de los enmascarados: «El rito aparentemente jocoso de la cuestación inducirá la aparición de sentimientos ambivalentes- miedo, sensación de culpabilidad, deseo de obtener favores por medio de la penitencia- ligados a la imagen ambivalente de los muertos. Estas implicaciones psicológicas son conjeturales; pero la identificación de los cuestadores con los muertos parece innegable»[70], pues los muertos velan por el bienestar de los vivos siempre que estos les respeten y cuiden. Por eso era un deber de todos los vecinos dar comida a los enmascarados, ya que, de lo contrario, su tacañería se volvería contra ellos mismos.




NOTAS

[1] Varios autores escriben con be esta palabra, comenzando por F. Roberto Gordaliza en su Vocabulario palentino, quien, sin embargo, vacila y también incluye las entradas chivorra y chivorro con el mismo significado; además, en la voz birria, escribe “en varios pueblos se llama chivorra”, y en la voz maripaso, dice literalmente “Danzante también llamado birria, botarga, chivorro”. Considero que es preferible escribirla con uve de chiva, que es de donde procede, y que en Castilla y León es sinónimo de cabra, y de chivo, término más habitual para designar al macho cabrío, cabro o cabrón. Con uve se recoge también en el Diccionario del castellano tradicional, dirigido por C. Hernández Alonso, Valladolid: Ámbito, 2001.

[2] J. M. Calvo de las Fuentes, «Recordando «a los brígidos», El Diario Palentino, 16 de enero de 1991. http://palmera.pntic.mec.es/~jcampo5/personajes.html

[3] «Cogitosus´s Life of Brigit the Virgin», en Liam de Paor, Saint Patrick’s world. The Christian culture of Ireland’s apostolic age. Dublín: Four Courts Press, 1993, pp. 207-224. https://www.obsidianmagazine.com/DaughtersoftheFlame/images/Cogitosus_FROM_St_Patricks_World_by_Liam_de_Paor.pdf

[4]Ib., p. 208.

[5]Ib., p. 210. La narración latina original puede verse en Migne, Patrología latina, vol. 72.

[6] C. M. Cusack, «Brigit: Goddess, Saint, ‘Holy Woman’, and Bone of Contention», 2007, p. 94. https://www.researchgate.net/publication/265281127_Brigit_Goddess_Saint_'Holy_Woman'_and_Bone_of_Contention

[7] «El documento más antiguo que la cita es un testamento del archivo de San Pedro de 1283, en el que María Lópiz Çuria deja unas mandas para la ermita». http://www.olite.es/ermita-de-santa-brigida/

[8]Ib.

[9] https://www.romanicodigital.com/sites/default/files/pdfs/files/burgos_VILLANUEVA_DE_ODRA.pdf

[10] Tomás Lopez, Diccionario Geográfico de España, manuscrito inédito de la BNE, según http://www.sandovaldelareina.com/castellano/alrededores/villanueva-de-odra/villanueva-de-odra.html#Brigit

[11] J. Cuéllar Lázaro, «La luminaria de santa Brígida en Fuentepiñel», http://www.institutogonzalezherrero.es/documents/669511/1599922/ADESEGOVIA-02-02-20.pdf

[12]http://ciat.aq.upm.es/hornuez/detalle.php?id=167

[13] J. L. Rodríguez Plasencia «El culto a santa Brígida en Extremadura», Alcántara, 75, 2012, pp. 21-43. Véase pp. 28-33.

[14]Ib., p. 35.

[15]Ib., pp. 40-42.

[16] «Ordenanzas de la villa de Carrión hechas año 1568, siendo corregidor de la dicha villa por el rey don Felipe el segundo de este nombre, el honrado caballero Mateo de Arévalo Sedeño», en Grandezas y antigüedades de Carrión de los Condes, escrito por Juan de Cisneros y Tagle en 1629; manuscrito que se conserva en el AHN, editado en: http://www.carriondeloscondes.org/transcripcion-del-manuscrito-de-juan-de-cisneros-y-tagle-grandezas-y-antiguedades-de-carrion-de-los-condes/ p. 45.

[17] A. Redondo Aguayo, «Monografía histórica de la villa de Becerril de Campos y noticia biográfica de sus hijos ilustres», Publicaciones de la Institución Tello Tellez de Meneses, 9, 1953, pp. 29-216. En la p. 156 se da noticia de la petición, en 1572, al obispo de Palencia de la dispensa de esta fiesta por ser gravoso para los pobres perder ese jornal. /Dialnet-MonografiaHistoricaDeLaVillaDeBecerrilDeCamposYNot-2485870.pdf

[18] Fiestas votivas similares se celebraron en pueblos leoneses (Alcuetas de los Oteros, Reliegos, Cuevas, Rivas de Valduerna) y en Villalba de los Alcores (Valadolid), según N. Bartolomé Pérez, «La fiesta de santa Brígida en León: una celebración invernal preludio de la primavera», Revista de Folklore, 293, 2005, pp. 147-161, en concreto pp. 148-149.

[19] En la completa tesis doctoral de Lorena García García, Evolución del patrimonio religioso en Carrión de los Condes, Palencia, desde la Baja Edad Media hasta nuestros días, 2012, Universidad de Valladolid, la única referencia a santa Brígida es que en el convento de san Francisco, desaparecido, hubo una capilla dedicada a «la Virgen del Pópolo, santa Brígida y san Juan», p. 793. https://uvadoc.uva.es/handle/10324/3026

[20] P. Silva Maroto, «En torno a la pintura del primer tercio del siglo xvi en Palencia: el Maestro de Calzada», Anales de Historia del Arte, nº 6., 1996, pp. 163-189. Véase p. 173.

[21] P. Silva Maroto, op. cit., p. 169. Tanto este retablo como las tablas de Villasabariego de Ucieza las fecha alrededor de 1520, p. 173.

[22] Redondo Aguayo, Op. cit., p. 198.

[23] Todo lo referente a Villamorco lo recogí de boca de Jesusa García Herrero (1902-1991) y de Robustiano Cuadrado del Río (1914-1990) en febrero de 1987.

[24]https://www.elnortedecastilla.es/palencia/micieces-ojeda-fuego-20210605180604-nt.html

[25] G. Alcalde Crespo, La montaña palentina. Tomo IV. Fuentes Carrionas y La Peña. Palencia: Merino, 1982, p. 209.

[26]http://www.documentacatholicaomnia.eu/02m/0538-0594,_Gregorius_Turonensis_Episcopus,_Liber_De_Gloria_Beatorum_Confessorum,_MLT.pdf

[27] En Villamorco, todavía a comienzos de la década de 1960, se celebraba todo el ritual que vamos a ir describiendo, según me contaron los dos informantes nacidos al comienzos del siglo xx citados en la nota 24, y también recuerdan otras personas que entonces eran niños.

[28] M. Ortega González, «Danzantes y chiborras. Danzas de palos». Publicaciones de la Institución Tello Tellez de Meneses, 63, 1992, pp. 613-678. Sobre Villota del Duque, p. 677.

[29] J. M. Calvo de las Fuentes, Op. cit. Esta denominación se usaba también en algún pueblo de la provincia de León, cf. N. Bartolomé Pérez, Op. cit.

[30] Sobre la palabra birria, en la actualidad se rechaza la etimología de Corominas y Pascual, que todavía figura en el DRAE. Se ha propuesto que la palabra española procede del nombre de un personaje de la comedia latina medieval. Véase Elena Pingarrón Seco, «Esto es una birria. Una aportación del teatro clásico a la literatura dramática medieval y al léxico castellano», Lemir, 18, 2014, pp. 177-200.

[31] M. Ortega González, Op. cit.

[32] http://gozondeuciezarecuerdos.blogspot.com/2017/03/costumbres-perdidas-la-chiborra.html

[33] https://quintanilladonsona.blogspot.com/2011/03/

[34] Hollín de las paredes del humero o chimenea.

[35] Emilio Rey García, Cancionero palentino. II. Canciones del ciclo anual y vital. Cánticos religiosos. 2021. Fundación Joaquín Díaz, p. 28. https://archivos.funjdiaz.net/digitales/reygarcia/erg2021-cancionero-palentino-II.pdf

[36] M. A. González Mena, «Un rincón del Cerrato palentino: Antigüedad», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 35, 1979, pp. 139-186. Cita en la p. 167.

[37] M. Ortega González, Op. cit, p. 633.

[38]Ib., p. 646.

[39]Ib., p. 635.

[40] La palabra «chivorrada» no es una invención mía, sino que la he escuchado muchas veces en Villamorco para referirse a la actuación de los chivorras de santa Brígida, pero también con el significado de algo estrafalario y ridículo, por ejemplo, una forma de vestirse: «¡Ay, fíjate esa, qué chivorrada!».

[41] Sobre este asunto, véase el capítulo 2, «La regeneración del tiempo» de M. Eliade, El mito del eterno retorno. Madrid: Alianza-Emecé, 1982, pp. 53-88.

[42] Para G. Dumezil, Perchta «es quizás solo una diosa de los muertos», Le probléme des centaures: étude de mythologie comparée indoeuropéenne. París: Museo Guimet, 1928, p. 45.

[43] J. G. Frazer, La rama dorada. Edición de R. Fraser. México: FCE, 2019, pp. 456-457.

[44] J. C. Schmitt, Historia de la superstición. Barcelona: Crítica, 1992, pp. 141-142. Según este autor, de aquí arranca por un lado la creación del Purgatorio, y, por el lado contrario, su diabolización en el akelarre y el auge de la brujería a finales de la Edad Media.

[45]Diccionario de las religiones prerromanas de Hispania. Madrid: Istmo, 1975, pp. 60-61.

[46] «El disfraz de ciervo y otros testimonios del carnaval medieval en el alero de San Miguel de Fuentidueña», Locvs amoenvs, 1, 1995, pp. 81-93. Cita en p. 88.

[47] B. Calvo Brioso, Op. cit., pp. 40-42.

[48] Según Isidoro de Sevilla: «Tunc enim miseri homines, et quod pejus est, etiam fideles sumentes species monstruosas in ferarum habitu transformantur, alii, foemino gestu demutati, virilem vultum effoeminant.», citado por J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 171-172

[49] G. Rohlfs, en su capítulo «El problema de la vetula«, en Estudios sobre el léxico románico, Madrid: Gredos, pp. 79-103, trascribe los textos del Poenintentiarium de Teodoro de Canterbury: «Si quis in Kalendis Januariis in cervulo aut vetula vadit, id estin ferarum habitu se communicant…», pp. 98-99, y de san Pirminio: «Cervulas aut vetulas in quadragesima vel aliud tempus nolite ambulare», p. 90.

[50] G. Boto Varela, Op. cit., p. 86.

[51] Rohlfs, Op. cit., pp. 83-87.

[52]Ib., p. 92.

[53]Op. cit., p. 170.

[54] Calvo Brioso, Op. cit., p. 74. En algún carnaval rural de los mas primitivos de Europa, el de Ottana, en Cerdeña, junto a los Boes (bueyes) y los Merdules (pastores) sale la Filonzana, un mozo disfrazado de vieja toda vestida de negro que hila con la rueca y el uso. Se la relaciona con las Parcas. http://www.merdules.it/it/maschere/filonzana/

[55] Caro Baroja, Op. cit., p. 255.

[56]Ib., pp. 171-172.

[57] Sermo CXCIII; P.L. XXXIX, col. 2003, según S. M. Barillari, «Le maschere cornute nella tradizione europea (storia, onomastica, morfologia)», en D. Porporato y G. Fassino, Sentieri della memoria. Studi offerti a Piercarlo Grimaldi in occasione del LXX compleanno. Slow Food Editore, 2015, pp. 529-548; en concreto p. 533 : «¿Vestirse un traje de animal salvaje, y disfrazarse como una cabra o un ciervo, para que un hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, haga un sacrificio a los demonios?».

[58] S. M. Barillari, Op. cit., pp. 539-540 : «La ‘capra’, per esempio, è una delle maschere più usuali del ciclo dei ‘dodici giorni’ fra quelle impiegate, con fisionomie e nomi diversi, in zone che vanno dall’Ucraina e dalla Bielorussia fino ai paesi dell’Europa occidentale, Italia compresa».

[59] Cf. A. Martín Criado, «El carnaval en Castrillo de la Vega», Revista de Folklore, 63, 1986, pp. 88-91.

[60] M. Ortega González , Op. cit., p. 677.

[61] B. Calvo Brioso, Op. cit., pp. 68-69. Caro Baroja, Op. cit., pp. 345-367, tras hacer un resumen de las Lupercalia, ofrece una descripción de unas cuantas mascaras fustigadoras de diferentes regiones españolas: País Vasco, Castilla (Guadalajara y Burgos), Galicia y Aragón.

[62] A. Montesino González, Fiestas populares de Cantabria (2) Carnavales rurales. Santander: E. Tantín, 1984, p. 91.

[63] Alessio Quaglia, «Fera sodalitas. Los Lupercalia, de Evandro a Augusto». Tesis doctoral de la UCM, 2019, p. 207. https://eprints.ucm.es/id/eprint/59335/1/T41776.pdf

[64]Ib.

[65]Ib., p. 208.

[66] C. A. Porro Fernández, «Las marzas en la tradición de Palencia», Revista de Folklore, 235, 2000, pp. 33-36, cita en la p. 33.

[67] Los testimonios más antiguos que tenemos sobre las marzas las situan en Navidad, en los «doce días» sagrados que auguran el nuevo año. Véase José María de Pereda, «La noche de Navidad», en Escenas montañesas, obra costumbrista de 1864. http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/escenas-montanesas--0/html/fef1b0e4-82b1-11df-acc7-002185ce6064_4.html#I_7_

[68] G. Alcalde Crespo, La montaña palentina. II La Braña. Palencia: Merino, 1991, p. 136, y La montaña palentina. IV. Fuentes Carrionas y la Peña. Palencia: Merino, 1982, pp. 209-210. En Velilla de Guardo, se elegía nuevo «Concejo de los Mozos» en Año Nuevo y hacían cuestación de los aguinaldos casa por casa el día de Reyes, cantando algún villancico, y terminando el día con una gran cena. Veáse D. Ramos Díez, Brisas de mis montañas leonesas. Tradiciones y costumbres de mi pueblo Velilla de Guardo. Buenos Aires, 1940, pp. 166-192. En Carnaval salían los zamarrones, pero solo «pedían» un vaso de vino a todo el que pillaban por la calle y era conducido a la taberna, pp. 197-203.

[69] Carlos A. Porro lo grabó a Victorino Fernández de 48 años y Carmen Viciosa de 46 años en Cervatos de la Cueza en agosto de 1989. Archivo sonoro, la transcripción es mía. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Fundación_Joaquín_Díaz_-_ATO_00644_02_-_Canto_petitorio_de_los_zarramones_de_carnaval.ogg?uselang=es

[70] C. Ginzburg, Op. cit., p. 145.



Los Chivorras de santa Brígida, mascaradas de invierno de Palencia

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 485.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz