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Revista de Folklore número

483



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La alegría entre pandemias. A propósito del centenario de la sociedad «La alegría serrana». (Moralzarzal, Comunidad de Madrid)

SOTO CABA, Miguel Ángel

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 483 - sumario >



Cien años de fiesta y alegría

En el año 2020 la Sociedad Recreativa y Cultural La Alegría Serrana de Moralzarzal (Comunidad de Madrid) cumplió 100 años de vida. Un acontecimiento que no se pudo celebrar debido a la Covid19.

El año de su fundación, 1920, coincidió con los coletazos de la conocida como gripe española, otra pandemia que provocó la muerte de 50 millones de personas en todo el mundo y que duplicó la mortalidad en Moralzarzal. Pese a la adversidad, en aquel año aciago los vecinos de Moralzarzal decidieron curar sus penas creando un espacio para la sociabilidad, el baile, el teatro y la cultura. Y no pudieron encontrar un nombre mejor: La Alegría.

La Sociedad de Teatro y Baile «La Alegría», como se empezó a llamar el año de su fundación, nació al amparo de la Ley de Asociaciones del 30 de junio de 1887 que permitió la creación de ateneos, círculos, casinos, sociedades científicas, sociedades culturales, recreativas, etc. Y es también hija de un momento de pujanza económica en los municipios del sector Noroccidental de la Sierra de Guadarrama madrileña en el primer tercio del siglo xx: Collado Villalba, Manzanares El Real, Guadarrama, Becerril de la Sierra, Los Molinos, Moralzarzal, etc., municipios que también contaron con sociedades y salones de baile.

Creada y sostenida por la mayoría de las cabezas de familia del pueblo de Moralzarzal, la nueva Sociedad fue la expresión de que la comunidad vibraba con un mismo latido; el baile, el teatro y la fiesta tenían un sentido vital, eran la exaltación de los valores comunitarios que mantenían viva la identidad de grupo. ¿Hay misión más maravillosa para una asociación cultural que la de «procurar a sus asociados, motivos de cultura, honesta y lícita distracción, solaz y recreativo entretenimiento», como reza el artículo primero de sus estatutos?

El nombre de la Sociedad cambió al poco tiempo, pasando a llamarse «La Alegría Serrana». Su salón de baile fue construido en 1929, y en la posguerra se nombraría como «el baile», para rebautizarse en la década de los 80 con su acrónimo, SORCAS (Sociedad Recreativa y Cultural La Alegría Serrana).

Poco importa el nombre, porque durante gran parte de estos 100 años, y con varias crisis existenciales en su cuerpo, esta Sociedad ha sido un espacio vital para la sociabilidad y el motor de la cultura y la fiesta en Moralzarzal. Desde la preparación de las fiestas (fiestas patronales, Cabalgata de Reyes, la Luminaria, los Quintos, Carnaval, el Mayo, etc.) hasta la colaboración con el Ayuntamiento en muchas actividades y celebraciones.

La Alegría Serrana es quizás el último representante de un modelo asociativo propio del medio rural español nacido al amparo de la primera ley de asociaciones que hubo en España. Y, al contrario que el resto de las sociedades de teatro y baile de su entorno, esta asociación ha sobrevivido al siglo xx y pervive hoy como seña de identidad y patrimonio inmaterial de Moralzarzal. Bien de Interés Patrimonial según la Ley de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid.

Pese a su carácter privado, La Alegría Serrana es hoy en día un bien común de la localidad. Por este motivo, desde su Junta Directiva se solicitó en 2021 una subvención al Ayuntamiento de Moralzarzal para la publicación de un libro sobre estos cien años de historia[1].

Buscando el valor patrimonial de la alegría

A través de la vida cultural de esta Sociedad se entreteje una parte de la historia de Moralzarzal durante el siglo xx. También es posible reconocer en ella la evolución del asociacionismo popular y rural durante el siglo xx, los vaivenes políticos, sus épocas de restricciones y sus momentos de mayor libertad. Del mismo modo, también posibilitan una mirada retrospectiva sobre los cambios en las costumbres y los derechos civiles, desde las normas morales durante el baile con la figura del bastonero[2], hasta el papel de la mujer en la sociedad. Y, a su vez, estos cambios sociales y políticos han obligado a la asociación a adaptar y reescribir sus reglamentos y estatutos en, al menos, cuatro ocasiones: 1929, 1946, 1982 y 2006.

La Alegría Serrana ha visto pasar ante sus ojos tres monarcas, una república, dos golpes de estado, dos dictaduras, una guerra civil, una transición democrática, un cambio de siglo y dos pandemias globales. Sobrevivió a las consecuencias de la Gran Recesión de 1929, a la guerra y a la posguerra española, a varias crisis del petróleo, a la quiebra de Lehman Brothers y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en España en 2008.

Por la historia de la Sociedad ha transitado la evolución tecnológica de los sistemas de reproducción de sonido, desde el organillo y la pianola hasta los archivos mp3, pasando por la gramola y el tocadiscos o el disco compacto o CD Rom. Y, por supuesto, el cambio de los gustos y estilos musicales, desde el pasodoble y el chotis al pop y la música disco, sin olvidar el rap o la música electrónica. Todas estas innovaciones, cambios y estilos han tenido lugar entre las cuatro paredes de su vetusto salón de baile.

Las sucesivas transformaciones y mejoras en su salón y sede social permiten, además, asomarnos a la llegada de la luz eléctrica al pueblo, al abastecimiento de agua potable en las casas, a la generalización de los cuartos de baño, al paso de la leña al gasoil y, de éste, al gas.

Los estrechos lazos de esta Sociedad con el vecindario de Moralzarzal la colocan en un lugar central dentro de la organización simbólica de la comunidad. Es un lugar de memoria, con fuerte carga social, lugar de recuerdos, hechos vitales (emparejamiento, bodas, bautizos, etc.) y prácticas de ocio y recreo. Tanto se ha bailado y reído en el salón que, tras un siglo de vida, este espacio forma parte de la geografía emocional de los habitantes de Moralzarzal. Esta experiencia colectiva provoca la apropiación del salón como algo del común, un patrimonio de todos, algo que identifica al pueblo y que merece la pena defender.

Tres generaciones han bailado y celebrado en el salón de La Alegría Serrana: la que fundó la Sociedad en 1920 y construyó el salón en 1929; sus hijos e hijas, que bailaron durante la posguerra y el Franquismo; y, finalmente, sus nietos, que movieron el esqueleto en la discoteca durante la década de los 80, junto con la cada vez más numerosa colonia de veraneantes. Una última generación, mezclada ahora con la población de aluvión llegada en las últimas décadas del siglo xx y principios del xxi, se han sumado a la vida cultural de esta Sociedad hasta llegar a su centenario.

Hay multitud de genealogías familiares incrustadas en el organigrama de la Sociedad a lo largo de un siglo. Minúsculas biografías familiares que son un elemento importante en la historia de esta Sociedad, y que son el pilar que ha hecho posible la transmisión de tradiciones, valores y creencias entre generaciones. Estas relaciones son parte de la memoria emocional de la Sociedad y acaparan buena parte de su significado.

Uno de los mayores valores de esta Sociedad está relacionado con los recuerdos y las emociones que evocan. Las experiencias vividas en La Alegría Serrana constituyen recuerdos felices para muchas personas de Moralzarzal, experiencias vitales que generan nostalgia y alegría al evocarlos. La capacidad de recordar aquellos días, aquellos bailes, aquellas fiestas, aquellas noches de discoteca, las risas durante el carnaval, etc. construye un relato positivo para la propia vida de sus protagonistas. Para muchas personas, recordar las bodas y bautizos, el baile, los disfraces, las bromas, el cine, el teatro o la discoteca es también recordar los momentos de felicidad. Los psicólogos empiezan a afirmar que este sentimiento positivo sobre nuestra memoria puede reforzar nuestra autoestima y aumentar nuestra sensación de ser queridos. En el tiempo en que se escriben estas líneas, una pandemia mundial, los recuerdos de los momentos felices son también un arma contra la tristeza y la depresión.

Por eso la experiencia de recuperar la memoria de la sociedad puede también ayudar a quienes quieran conocer cómo era y cómo ha evolucionado la alegría durante el siglo xx. Porque el sustantivo «alegría» sirve también para condensar la experiencia de la cultura y el arte: la magia de las primeras películas tras la llegada del cinematógrafo al ámbito rural, la emoción del baile, los nervios y la adrenalina de actores y actrices en sus representaciones de teatro, la juerga y la transgresión durante el carnaval, la poesía, la magia, etc. En definitiva, la Alegría, con mayúsculas, como el nombre de la sociedad.

El salón de la Sociedad es hoy un lugar protegido, un Bien de Interés Patrimonial según la Ley 3/2013 de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid, elemento patrimonial incluido en el Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos de Moralzarzal. Esta protección fue promovida desde la misma Sociedad en 2015, aceptada y llevada a cabo por el Ayuntamiento de Moralzarzal en 2016 y ratificada por la Comunidad de Madrid en 2017. Estas medidas de protección se sumaron al blindaje contemplado en los estatutos de la Sociedad desde 1945.

El salón de baile guarda otro secreto: su archivo. La Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, al referirse al Patrimonio Documental y Bibliográfico establece en su artículo 49 que forman parte del Patrimonio Documental «los documentos con una antigüedad superior a los cuarenta años generados, conservados o reunidos en el ejercicio de sus actividades por las entidades y asociaciones de carácter político, sindical o religioso y por las entidades, fundaciones y asociaciones culturales y educativas de carácter privado». El artículo 52 de la misma ley establece en su punto número 1 que «todos los poseedores de bienes del Patrimonio Documental y Bibliográfico están obligados a conservarlos, protegerlos, destinarlos a un uso que no impida su conservación y mantenerlos en lugares adecuados».

Además del salón y su archivo, la misma Sociedad es un bien patrimonial inmaterial porque es una creación cultural de los vecinos y vecinas que constituye un testimonio de modos de vida, valores y creencias. Es a la vez un actor social y una manifestación cultural que se ha transmitido de generación en generación, constituyendo una base para el afianzamiento de la identidad del pueblo.

Si hubiera que describir el significado de La Alegría Serrana durante buena parte del siglo xx, se podría decir que fue un elemento fundamental del capital social de Moralzarzal, la suma de las aportaciones de toda la comunidad, incluyendo en este capital no solo las cuotas, sino el tiempo, el esfuerzo y la creatividad invertida. Este capital social, este significado, no tiene precio, su valor es incalculable.

Pero no se puede detener el tiempo y evitar la evolución de las formas de sociabilidad o de la oferta cultural y de ocio. Es posible, eso sí, rescatar los valores que sustentan esas maneras de hacer y de vivir; valores que, en otros casos, ya han sucumbido bajo la creencia de que el progreso social se basa en la superación y el olvido de la tradición o en la privatización de los bienes comunes. Se trata, por tanto, de defender la perdurabilidad de lo esencial, de buscar el hilo conductor de la experiencia comunitaria y de conectar con la corriente subterránea que daba sentido a La Alegría.

Para este cometido, el primer paso ha sido investigar y documentar esta experiencia.[3] Conocer para conservar es la única forma de que las generaciones presentes y futuras sepan que existió. Aunque no se puedan retener cada uno de los recuerdos, se pueden mantener vivos los lugares de memoria, honrar a los que construyeron lo que ahora somos y defender los valores que los sustentan.

La alegría entre pandemias

Volvamos al hecho de que en 1920, el año de la fundación de La Alegría Serrana, la humanidad dejaba atrás una pandemia de gripe, la mal llamada «gripe española».

Más allá del número de víctimas, quizás aquella gripe como la actual Covid19 tengan también en común el aumento de la conciencia de nuestra vulnerabilidad. Y quizás ambas reafirmaron una misma certeza: el sentido de comunidad es clave en momentos de crisis. Ante el miedo y la incertidumbre, el nosotros. Ante el sálvese quien pueda, el sentido de pertenencia al grupo. Ante las adversidades, la creatividad y el apoyo mutuo. Ante el vacío, el arte, el baile y la alegría. A modo de vacuna, los cuidados y el amor a la cultura forman parte también de los valores utilizados por la colectividad en su propia defensa. Son las sociedades más cohesionadas las que están más preparadas para afrontar los grandes retos, los presentes y los futuros. Esto, en 2022, lo llaman resiliencia y es un valor al alza.

Y estas prácticas de solidaridad, apoyo mutuo y refuerzo de los lazos de vecindad formaban parte de los valores de Moralzarzal, tal y como se venía practicando durante siglos anteriores mediante la prestación vecinal, un sistema de trabajo comunitario que permitió, por ejemplo, la construcción de un sistema hidráulico de abastecimiento de agua desde los manantiales de El Robledo en 1885.

Durante buena parte del siglo pasado, La Alegría Serrana ha jugado un papel fundamental en el tablero social y cultural de Moralzarzal. Contenía una genealogía a la que pertenecer y en la que reconocerse. Las tres generaciones que hicieron posible esta bella historia reflejaban el ascendente de aquellas prácticas sociales que revelan un compromiso con el bien común. No sería la única fuente dadora de sentido, se sumaría a otras expresiones culturales, religiosas o políticas, pero esta Sociedad fue durante cien años depositaria de los valores comunitarios de Moralzarzal.

Hoy en día el mayor descalabro al que se enfrenta La Alegría Serrana es el derrumbe de su razón de ser. Si en 1920 se podía identificar esta asociación con el sentimiento de comunidad, hoy su existencia y su actividad solo da sentido a un pequeño grupo de personas, pero no tiene la capacidad de dar significado a la colectividad.

Dicho de otro modo: cuando nace la Sociedad, hace cien años, el sujeto éramos nosotros, y la práctica era conjugar los verbos con sujeto y predicado: yo hago, tú propones, nosotros bailamos, ellos ríen. Hoy, en 2022, en Moralzarzal (y en las sociedades «modernas» en general) se conjuga la acción de manera impersonal: hay que hacer, tiene que ocurrir, el ayuntamiento debería... Buena parte de la ciudadanía espera que las instituciones hagan y deshagan («para eso pagamos nuestros impuestos») dejando la acción ciudadana a situaciones de excepcionalidad. Situación de excepción vivida durante la covid19, cuando la comunidad, de nuevo sintiéndose grupo y no individuo, creía que era también sujeto con voluntad: yo aplaudo, yo colaboro, #yomequedoencasa, yo comparto, yo acompaño, yo coso mascarillas, yo hago la compra a mi vecina, etc. La covid19 nos recordó nuestra vulnerabilidad y el valor de la acción y la solidaridad entre vecinos, colectivos e instituciones.

Este sentimiento de comunidad, consustancial a la especie humana, actúa como colchón social ante los golpes de la vida: partos o fallecimientos eran abordados en clave comunitaria y se colaboraba en asistir y dar apoyo a las familias necesitadas. Y el cuidado y manutención de hijos e hijas podía recaer en casas de los vecinos durante días y semanas con total normalidad. En palabras de Ángel Lucas Estévez Segovia (Moralzarzal, 1953), miembro de la junta directiva en 1984, «vivíamos hacia dentro, no sabíamos que ocurría fuera de este pueblo, pero teníamos un conocimiento casi exacto de lo que le pasaba a cada una de las personas del pueblo. Se conocían sus virtudes y sus defectos, había un conocimiento muy preciso de lo que acontecía y la atención estaba volcada hacia el interior (...). Yo no he visto gente más feliz que aquella, todo se hacía con intensidad. Las fiestas, la luminaria, el mayo, la cruz de mayo, un parto o una matanza se vivían con algo que hoy se ha perdido: una solidaridad increíble».

Hoy en día la trama sistémica está rota y la Sociedad La Alegría Serrana sufre la indiferencia y el olvido de las mismas generaciones que la levantaron, sostuvieron y disfrutaron.

El baile, con organillo o gramola, murió. La época de la discoteca es también historia. El Carnaval, la Cabalgata de Reyes y el resto de las fiestas tradicionales que han perdurado en el tiempo gracias a un tejido social cohesionado, ahora tienen otros promotores y otros espacios. La cultura en Moralzarzal se mantiene desde el apoyo y la coordinación institucional; ya no es, o lo es menos, algo a lo que se pueda llamar «popular». En palabras de Emilio Vieco, uno de los promotores de la asociación Amigos de la Juerga en la década de los 80, «la fiesta es una respuesta ciudadana, no se puede dejar únicamente en manos del ayuntamiento. El observador critica; el que participa hace. Desde el momento en que dejamos de ser observadores y empezamos a participar, la fiesta cambia completamente.»

Quizás no todo está perdido. Hay algo que no murió, solo evolucionó. El impulso vital que dio lugar al milagro de esta Sociedad perdura porque forma parte de la naturaleza humana. Por eso es necesario reivindicar la memoria como fortaleza, como el lugar desde el que poder reordenar las prioridades.

En referencia a los valores del medio rural, la escritora María Sánchez, autora del libro «Tierra de Mujeres», afirma que necesitamos aprender a mirar nuestra memoria sin complejos. La cultura, los monumentos y la belleza no solo están en las grandes ciudades o en los centros históricos. El medio rural, al que pertenece todavía Moralzarzal, está lleno de marcas del tiempo que constituyen valiosos elementos patrimoniales. Lugares con significado y experiencias dadoras de sentido que se perderán si nadie recupera su memoria.

El verdadero progreso, el único posible, tiene que ver con el reconocimiento y el aprecio del pasado, tiene que ver con aprender y recuperar lo esencial que deja la tradición. Eso incluye dar valor a las fiestas celebradas y las alegrías vividas. No es una cuestión de nostalgia. En la experiencia colectiva de la celebración y la fiesta se expresa el aprendizaje de varias generaciones, muy útil para los momentos de dificultad.

En este contexto de dar valor a la memoria del rural, hay que concluir que la Sociedad La Alegría Serrana es un bien común, un elemento del patrimonio material e inmaterial insustituible. Con sus diversos nombres y acrónimos a lo largo del tiempo, esta Sociedad ha sido un espacio de sociabilidad, una escuela de vida, un lugar de sostenimiento de la cultura popular, un reservorio de los valores que construyen comunidad y un laboratorio de activismo cultural. Y la experiencia de que la fiesta y la cultura son una buena vacuna ante la adversidad. Un aprendizaje y una herencia demasiado valiosa para dejarla morir.




NOTAS

[1] Soto Caba, Miguel Ángel. 2022. La Alegría Serrana (1920-2020). Cien años de sociabilidad, fiesta y cultura popular en Moralzarzal. Ayuntamiento de Moralzarzal. (Más información y peticiones del libro a: nanquisoto@gmail.com).

[2] Más información sobre la figura del bastonero en: Soto Caba, M.A. 2018. El Bastonero: orden y decoro en los bailes populares del piedemonte de la Sierra de Guadarrama madrileña. Revista Folklore, ISSN 0211-1810, Nº. 438, 2018, pp 4-13.

[3] Parte de la investigación realizada para la elaboración del libro sobre el centenario de la Sociedad fue presentada durante las VIII Jornadas Internacionales Arte y Ciudad celebradas en noviembre de 2017 en la Universidad Complutense de Madrid. Puede consultarse toda la investigación en: Soto Caba, M.A. 2019. Domingos de baile: de los orígenes a la desaparición de un espacio de sociabilidad en los pueblos de la Sierra de Guadarrama. Narrativas Urbanas. VIII Jornadas Internacionales Arte y Ciudad. Chaves Martín M.A. (Ed.) pp 719-730.



La alegría entre pandemias. A propósito del centenario de la sociedad «La alegría serrana». (Moralzarzal, Comunidad de Madrid)

SOTO CABA, Miguel Ángel

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 483.

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