Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
I. La conquista de Mérida: la implantación de un arquetipo
En el año 1230 Alfonso IX de León conquista la ciudad de Mérida, lo que va a posibilitar la ocupación de otros enclaves de la actual Extremadura. En esta ocasión el monarca fue apoyado por las huestes de las órdenes militares del Temple, Alcántara y Santiago, así como por las mesnadas de los obispos de Compostela, Coria, Oviedo, León y Zamora. La campaña se saldaría con la derrota del ejército musulmán, comandado por Ibn Hud al-Mutawakkil[1], que había acudido en defensa de los emeritenses, en la batalla que se desarrolló en los campos de Alange.
A instancias de doña Berenguela, madre de Alfonso X, Lucas de Tuy redactaría, en el año 1238, el Chronicon Mundi, también conocido como Crónica de España o Historia Tudense. En esta obra, del tiempo en que se suceden estos hechos de armas, además de ofrecernos algunos pormenores de la batalla, se nos informa acerca de la implicación de los santos Isidoro y Santiago en la conquista de Mérida:
Mas el año siguiente, Alfonso, rey de León, çercó la çibdad de Merida y tomóla. Era en este tiempo vn noble bárbaro, que auia nombre Abenfut, que echó los almofades de España y fue fecho rey de los barbaros; este llamauan los suyos rey de virtud y, juntada gente sin cuento de moros, vino a pelear con Alfonso de León que estaua con pocos en Merida; mas el rey Alfonso, como era fuerte y animoso, fizo a su hueste passar de noche el ryo de Guadiana, contra los moros. [Los moros auian] finca(n)do las tiendas çerca del castillo [de Alfange], y vieron en prima (a la) mañana las azes de los nuestros aparejadas a la batalla, y ellos ordenaron sus azes aparejándolas a pelear. Fué el Señor con el rey Alfonso y el pueblo christiano, y al cometimiento de aquella batalla, tantos millares de moros cayeron, que muchos castillos de moros quedaron vazios, muriendo en la batalla los moradores de ellos; mas Abenfut, rey de los barbaros, llagado grauemente, fuyó. Estonçes el rey Alfonso, tornandose del vençimiento, çercó a Badaioz, y, después de pocos dias, tomólo. Auian dexado los moros a Elues y otros muchos castillos y encomendáronse a fuir. Estos poblaron los christianos como les quedaron vazios, y tornose el rey Alfonso con muchos despojos y gran vencimiento, loando a Dios y a Santiago que le dio a vençer tan noblemente sus enemigos; que, çiertamente, en essa batalla, visiblemente aparesçio el bienauenturado Jacobo con muchedumbre de [caualleros] blancos que derribauan los moros con mano valiente; y tanbien el bienauenturado Ysidoro confessor aparesçio en Çamora a algunos ante que Merida fuesse tomada nin fuesse fecha la batalla, y dixoles que se aquexaria con hueste de sanctos a la batalla del rey Alfonso y en su ayuda, e que le daria la dicha çibdad y le daria vençimiento campal de los moros. Mas el rey Alfonso aparejó muchas cosas de bituallas y aparato de batalla, por que luego se tornase a destruyr las çibdades y castillos de los barbaros[2].
Con anterioridad a esta crónica, animado por don Martino, abad de San Isidoro de León, Lucas de Tuy había redactado un amplio códice con el objeto de ensalzar la vida de su titular, el arzobispo de Sevilla. La exposición sobre la conquista de Mérida resulta más concisa que la anterior:
… teniendo el dicho rey por abogados y ayudadores suyos principales al glorioso apóstol Santiago y al bienaventurado confesor San Isidro, cercó y tomó la ciudad de Merida, y dió batalla campal al rey de los bárbaros, llamado Abenfut, que entre ellos era dicho rey de virtud, el cual con su innumerable ejército de infieles fué vencido en la dicha batalla por el dicho rey Don Alonso, con la ayuda de San Isidro, según que el mismo San Isidro lo reveló a ciertas personas en Zamora, antes que la dicha ciudad de Mérida fuese ganada en que les dijo que él, con cierta hueste o compañía de santos iba a ayudar al rey de León, Don Alonso, y le haría ganar y sacar de poder de los infieles la ciudad de Mérida, y haber victoria campal contra ellos, y así fué[3].
En mi opinión el capítulo que en los Milagros de San Isidoro se dedica a la conquista de Mérida no fue escrito por Lucas de Tuy, sino que corresponde a una época posterior. Cuando redactó sus milagros aún Mérida no había pasado a poder del reino de León. Sin duda se debe a la pluma de otro cronista, como lo especifica el traductor de la obra del tudense, Juan de Robles, con la siguiente reseña:
Síguense algunos otros milagros de San Isidro que en el dicho su monasterio se hallan escritos en ciertos libros antiguos de mucha autoridad, tornados de latín en romance por la misma persona que romanceó el libro principal de los milagros de suso contenidos[4].
Y más aún; al referirse a este prodigio en cuestión el mismo Juan de Robles lo introduce con una frase que no admite dudas: «Léese en las crónicas antiguas de España»[5].
Más no todos los cronistas escriben acerca de la conquista de Mérida en los términos de Lucas de Tuy, con milagros incluidos. Es el caso de Rodrigo Jiménez de Rada. A ella se refiere de manera muy escueta, lo que contrasta con las exposiciones de otras batallas anteriores con presencia divina. En pocas líneas se despacha la cuestión emeritense en su magna obra redactada en 1243, muy pocos años después del desarrollo de los hechos que relata:
Pero una vez llegado a la vejez, el rey de León consagró sus obras al Señor y lanzó la guerra contra los árabes, y les ganó Montánchez, Mérida, Badajoz, Alcántara y Cáceres. También repobló Salvaleón, Salvatierra y Sabugal y otros muchos lugares, con los que ensanchó las fronteras de su reino; también combatió con Abenhut, un hábil sarraceno que poco antes se había apoderado del trono de Andalucía tras ahuyentar a los almohades; pero, derrotado en la batalla, volvió grupas ante el rey Alfonso en las cercanías de Mérida y, conquistada Mérida, se rindió[6].
Tampoco la Historia de General de España, a pesar de que buena parte de ella se fundamenta en la crónica de Lucas de Tuy, cita el supuesto milagro y en este punto sigue con bastante fidelidad lo señalado por Jiménez de Rada sobre la conquista de la zona por el rey Alfonso IX:
Et gano dellos Montanges, Merida, Badaioç, Alcantara, Cançres; pobló Salua León, pobló Saluatierra, et Sabugal et muchos otros logares pora enssanchar cristianismo et los términos de su regno. Lidio con Abenhut, sabio moro, que echo los almohades et tomo el por fuerça ell sennorio dell Andaluzia; mas uençiol este rey don Alffonsso en batalla, et segudol fasta Merida, quel nunca torno la cara; et uençuda Merida, metiosse aquel moro Abenhut en el poder et en las manos deste rey don Allfonsso de León[7].
En consecuencia será la obra del tudense la fuente para las crónicas que siglos más tarde aludan al carácter religioso de esta conquista. Aunque tampoco falta quien la pone en duda. Juan de Mariana, a pesar de serle bastante fiel en el relato de la batalla, no tiene por muy segura la presencia de las fuerzas celestiales:
La victoria fue tan señalada, y el destroço de los enemigos de Christo tan grande, que de miedo muchos pueblos de aquella comarca quedaro[n] yermos por huyrse sus moradores por diuersas partes. Dixose por cosa cierta que el Apostol Santiago, y en su compañía otros Santos con ropas blancas, en lo mas reçio de la batalla esforçaron á los nuestros y amedrentaron á los contrarios, y aun en Zamora no faltaron personas que publicaron aber uisto á San Isidro, que con otros Santos se apressuraua para hallarse en aquella batalla, en fauor de los Christianos. La verdad quién la podrá aueriguar? La alegría de victorias semejantes suele dar occasion á que se tengan por ciertos qualquier suerte de milagros[8].
Por su parte, Bernabe Moreno de Vargas, corregidor perpetuo del Ayuntamiento de Mérida, admite con total credibilidad los hechos milagrosos, como se observa en el amplio tratado que dedica a su ciudad de nacimiento y que da a la imprenta en el año 1633. En lo que se refiere al desarrollo de la batalla sigue literalmente al Padre Mariana, añadiendo solo un detalle que deduce de la toponimia:
… los vencedores hizieron gran matança en los Moros que huian azia Badajoz: por lo qual aquel sitio, que esta vna legua de Merida, se llamó el valle de la matança[9].
No obstante, en lo que atañe a las intervenciones divinas, luego de tachar de incrédulo a Juan de Mariana, acepta sin ningún tipo de reservas lo que se apunta en el Chronicon Mundi:
Lucas Tudense dize, que san Isidoro se apareció a algunos en Zamora, antes que Merida se ganasse, y les dixo venia con vna compañia de Santos a ayudar al Rey don Alonso, para que venciese a los Moros, y le entregassen la Ciudad de Merida. Era Patron, y lo es de los Leoneses, y así fue en fauor de los suyos[10].
Pero Moreno de Vargas no se queda corto e identifica a algunos de los santos que acompañaron a Santiago y a San Isidoro en la conquista:
De creer es, q[ue] entre los Santos q[ue] en esta pelea se hallaron, estaria la gloriosa Martir santa Eulalia nuestra Patrona co[n] los demas Santos de Merida, pues se trataua de su recuperacion, y vuelta al Christianismo[11].
Esta fabulación del corregidor fue ignorada en posteriores crónica o historias puesto que, a pesar de que existen mujeres, especialmente vírgenes, protagonistas de milagros como auxiliaras o animadoras de las tropas cristianas en Extremadura, nadie imaginaba a la sensible Santa Eulalia blandiendo la espada y convertida en «matamoros». Es cierto que en algún momento nos encontramos a Nuestra Señora con un carácter claramente belicoso o agresivo, como es su actuación en compañía de Santiago en la conquista de Méjico por Hernán Cortes:
Hallandose en terrible aprieto, con peligro manifiesto de morir todos en vn rencuentro, vieron los Españoles à Santiago, y à Nuestra Señora, que peleaua por ellos, y los Indios referian, que no se podian defender de vna muger, y de vno de vn cauallo blanco, y que la muger les cegaua con poluo que les echaua sobre los ojos[12].
El extremeño Antonio de Quintanadueñas no pasa por alto al papel jugado por San Isidoro en la toma de Mérida. Aunque cita revelaciones del arzobispo de Sevilla con antelación en algunas otras batallas, en las que predice la victoria cristiana, en esta ocasión no señala de manera implícita una aparición que preceda a la lucha. Nos lo muestra integrado en el ejército del rey Alfonso:
En la conquista de la de Merida exprimentó el Rey D. Alonso el IX su sagrado favor: porque en lo mas recio de la batalla se aparecio con el Apostol Santiago, vestidos ambos de ropas blancas, esforçando a los Christianos, y amedrenta[n]do a los Moros, Vencidos estos huyeron, con ser innumerables, apoderaronse aquellos de la Ciudad, saliendo vencedores[13].
Es indudable que los relatos acerca de la conquista de Mérida participan de un arquetipo de sobra conocido, de carácter universal y que se constata en la práctica totalidad de culturas y religiones. Con gran acierto Américo Castro emparentaba estas luchas en las que intervienen entes divinos con el mito de los Dioscuros[14], algo que ya en el siglo xviii había puesto en evidencia Ponce de Arcos, como refiere a través del siguiente texto:
La Aparición del Santo Apóstol a caballo parece que la robaron los artífices del Privilegio de la Historia de los Romanos, quienes se persuadieron que en la Batalla del Lago de Régilo habian sido asistidos visiblemente de sus dos divinidades Castor i Polux, militando por ellos á caballo. Para comprobar esta superstición pagana mostraban el Templo erigido en memoria de este suceso, i la impresión de los pies del caballo de Castor en una piedra. Pero esto se imitó mas bien en el Privilegio atribuido al Conde Fernán González para el Voto de San Millan. En este del Conde no solo se pinta una Aparición de Santiago, i S. Millan á caballo; sino otros muchos prodigios, unos idénticos, i otros semejantes á los que refiere Tito Livio, que observaron los Romanos quando Anibal superó el Apenino[15].
La reconquista va a encontrar un terreno propicio para extender este tipo de intervenciones milagrosas que utilizarán los monarcas o los nobles con fines propagandísticos o recaudatorios.
A pesar de que la supuesta batalla de Clavijo tiene lugar en el año 844, los documentos más antiguos sobre la figura de Santiago como adalid de las tropas cristianas se relacionan con un hecho bélico acaecido en una fecha bastante posterior, concretamente en 1064. La presencia del apóstol se constata con motivo de la conquista de Coimbra por el rey Fernando I. De ello dan cuenta la Historia Silense, escrita hacia 1115, y Liber Sancti Iacobi, que se data en torno al año 1140.
El primero de ellos refiere la llegada a Compostela de un peregrino griego, que se burla de cuantos ruegan a Santiago para que «como buen soldado favoreciese las armas del Rey» en la toma de Coimbra. Por la noche se le presentaría el apóstol para sacarlo de su error:
Al punto apareció un gran caballo blanco, cuya claridad iluminó la Iglesia abriéndose las puertas; y montando en él Santiago, dijo al Peregrino: «Con estas llaves tengo de entregar mañana al Rey Fernando la ciudad de Coimbra a la hora de Tercia»[16].
Aunque es cierto que Santiago se aparece al peregrino griego con el aspecto de caballero, no participa directamente en la lucha. Su función, como el redactor pretende dejar al comienzo del relato, es la de interceder ante su Maestro por el éxito de las tropas cristianas:
Pugnat itaque Ferdinandus rex apud Conimbriam materiali gladio, pro cuius victoria capescenda Iacobus Christi miles apud magistrum intercedere non cessat[17].
En el Liber Sancti Iacobi o Codex Calixtinus la exposición es más amplia. Al peregrino, obispo griego de nombre Esteban, se le aparece Santiago, «vestido de blanquísimas ropas y no sin ceñir armas que sobrepujaban en brillo a los rayos del sol, como un perfecto caballero, y además con dos llaves en la mano», y le habla:
—Esteban, siervo de Dios, que mandaste que no me llamaran caballero, sino pescador; por eso te me aparezco en esta forma para que no dudes más de que milito al servicio de Dios y soy su campeón y en la lucha contra los sarracenos precedo a los cristianos y salgo vencedor por ellos. He conseguido del Señor ser protector y auxiliador de todos los que me aman y me invocan de todo corazón en todos los peligros. Y para que creas esto más firmemente con estas llaves que tengo en la mano abriré mañana a las nueve las puertas de la ciudad de Coimbra que lleva siete años asediada por Fernando, rey de los cristianos, e introduciendo a éstos en ella se la devolveré a su poder.
Cuanto le manifestara el apóstol sucedió al día siguiente, lo que movió al propio peregrino a sacar valiosas conclusiones:
Conocida, pues, la verdad, el mencionado siervo de Dios Esteban afirmó que Santiago daba la victoria a todos los que en la milicia le invocaban y recomendó que le invocasen todos los que luchan por la verdad[18].
Alguna década más tarde que el Liber Sancti Iacobi aparece el Privilegio de Ramiro I, cuya autoría se atribuye a un tal Pedro Marcio, y es el mismo rey el que actúa como narrador. Se trata de una falsificación cuyo objetivo es justificar el Voto de Santiago, una aportación perpetua que pagarán a Compostela todos los pueblos liberados de los moros. Tras la derrota de Albelda, las diezmadas tropas se refugian en Clavijo. La noche que antecede a la batalla Santiago se aparece a Ramiro I en «figura corporal» para indicarle que toda Hispania está bajo su protección y asegurarle la victoria con su presencia:
Buen ánimo y ten valor, pues yo he de venir en tu ayuda y mañana, con el poder de Dios, vencerás a toda esa gran muchedumbre de enemigos por quienes te ves cercado. Y para que no haya lugar a duda, tanto vosotros como los sarracenos, me veréis sin cesar vestido de blanco, sobre un caballo blanco, llevando en la mano un estandarte blanco.
… Armada ya y puesta nuestra gente en orden de batalla, entramos en lucha con los sarracenos y el bienaventurado apóstol de Dios se apareció como lo había prometido, instigando a ambos, pero realmente animando a nuestras huestes para el combate, y entorpeciendo y desbaratando a los contrarios[19].
Al igual que vimos en relación con la toma de Coimbra, también en Clavijo Santiago se aparece en sueño para anunciar la victoria cristiana, si bien en este caso el visionario es el rey. Y si entonces se mostraba como intercesor ante Dios y predecía la victoria, aquí participará como un auténtico miles Christi, con presencia física en la lucha. Este último aspecto se hará patente a partir de este momento y de tal modo veremos su figura en otras batallas que se sucederán a lo largo de la reconquista.
Lucas de Tuy, por lo que respecta a la intervención de Santiago en la victoria de Clavijo sigue de manera casi literal al autor del Privilegio de Ramiro, ya que para la narración de tales pormenores ese documento se convierte en su única fuente. Es de destacar el relato más descriptivo de la lucha y un carácter más sanguinario del apóstol y de cuantos le siguen:
… fizieron como les auia seydo mandado y dieron batalla a los barbaros; y Sanctiago apareçioles como les auia prometido, animando a los christianos a la batalla y feriendo reziamente en los sarrazines; mas los christianos, como veyan a Sanctiago, esforçados en el Señor, començaron con grandes vozes a llamar, derrocando los moros por cuchillo, diziendo: Ayudenos Dios y Señor Sanctiago; estonçes los sarraçines vençidos, fuyeron, y fueron muertos de ellos poco menos de sesenta mill.[20].
Don Rodrigo Jiménez de Rada, Arzobispo de Toledo, se sirve de la misma documentación, por lo que es lógico que lleve el mismo desarrollo argumental. Como en el Privilegio y el Tudense, tras el testimonio del sueño y el cumplimiento de cuanto Santiago le ordena, da cuenta de la actuación del apóstol en la lucha:
E los x[ri]p[t]ianos q[ua]ndo vieron el esfuerço del apostol fuero[n] ellos mucho esforçados, e co[n]fiando en el ayuda de dios e del apostol santiago, començaro[n] a ferir en los moros dando muy grandes bozes dizie[n]do, dios ayuda, santiago, e los moros fuero[n] luego vençidos, e murieron y bien setentamill moros…[21].
Es conocido que las crónicas de Lucas de Tuy y de Rodrigo Jiménez de Rada, fueron utilizadas para la elaboración, a partir de mediados del siglo xiii y a iniciativa de Alfonso X, de la Estoria de España o Primera Crónica General. Y, en consecuencia, todo lo que envuelve a la batalla de Clavijo (derrota en Albella, refugio en el otero, la aparición en sueños de Santiago al Rey Ramiro, presencia del apóstol «en la lid en un cauallo blanco con una senna blanca et grand espada reluzient en la mano»...) muestra mínimas variantes con el texto de aquellos cronistas y, lógicamente, con el documento del Privilegio.
... et fueron luego entrar en la fazienda et lidiar con los moros. Otrossi el apostol sant Yague fue y luego con ellos, assi como les el prometiera, et esforçaualos a la batalla, et firie el mismo muy de rezio en los moros, assi como a ellos semeiaua. Los xristianos, quando uieron a sant Yague, fueron muy esforçados, et fiando en ell ayuda de dios et dell apostol sant Yague començaron de ferir en los moros muy de rezio, dando grandes uozes et diziendo. «Dios, ayuda, et sant Yague!». Los moros fueron luego all ora uençudos; et murieron y bien LXX uezes mill dellos, assi como cuenta la estoria... Et desde aquel dia adelante ouieron et tomaron los xristianos en uso de dezir en las entradas de las faziendas et en los alcanços de los moros sus enemigos mortales: «Dios, ayuda, et sant Yague»[22].
A partir de este momento la figura de Santiago en su faceta de militar se popularizó de tal manera que quedó vinculado directamente a la guerra santa que significaba la Reconquista. No solo los cristianos lo invocan para pedir su ayuda en cualquier escaramuza, sino que también se le ve en repetidas ocasiones luchando al lado de las tropas cristianas, al modo que lo hiciera en Clavijo. Son los casos de Valencia (1097-1100), Navas de Tolosa (1212), Jerez de la Frontera (1231) o Salado (1340). Pero también hay otros santos protectores de los ejércitos cristianos en su avance hacia el sur, como son los casos de San Millán, San Isidoro o San Jorge[23]. El primero de ellos aparece junto a Santiago auxiliando a las tropas cristinas en las batallas de Hacinas (934) y de Simancas (939). La victoria en la fabulosa batalla de Hacinas, como ya ocurriera con Clavijo en relación con Compostela, sirvió para la creación del Voto de San Millán, en virtud del cual los pueblos de Castilla hacían donaciones a San Millán de la Cogolla. De la presencia de la pareja de santos en la refriega da cuenta Gonzalo de Berceo en La Vida de San Millán (siglo xiii) en estos términos:
Vinién en dos caballos plus blancos que cristal,
armas cuales non vío nunca homne mortal;
el uno tenié croza mitra pontifical,
el otro una cruz, homne non vío tal.
[…]
El que tenié la mitra e la croza en mano,
esi fue el apóstol de San Juan hermano;
el qui la cruz tenié e el capiello plano,
esi fue Sant Millán el varón cogollano[24].
En el Poema de Fernán González, compuesto hacia la misma época, al conde se le aparecen en sueño San Millán, informándole de la táctica que ha de emplear en la lucha y de que contará con su ayuda y con la de Santiago:
Tu entra con los menos de partes de oriente,
entrante de la lid ver me has vesible miente;
manda entrar la otra az de partes d'oçidente,
y sera Santiago, esto sin fallimiente[25].
Con posterioridad se detiene en la presencia Santiago, indispensable para el logro de la victoria:
Querellando se a Dios el conde don Fernando,
los finojos fincados, al Criador rogando,
oyo una grande voz que le estava llamando:
«Fernando de Castiella, oy te creçe grand bando.»
Alço suso los ojos por ver quien lo llamava,
vio al Santo Apostol que de suso le estava:
de caveros con el grand conpaña llevava,
todos armas cruzados, commo a el semejaba[26].
Ambos protagonistas celestiales repiten su actuación en Simancas, en lo que parece una fusión de lo acontecido en Hacinas. En este caso es Abderramán III el que se enfrenta a las tropas cristinas conformadas por las huestes de Ramiro II, Fernán González y García Sánchez. Estos tuvieron la visión de un ángel que les anunciaba que iban a contar con los apoyos de ambos santos, como luego comprobarían:
E ellos estando en su oración e llorando de los ojos, así que lo vieron moros e xpianos, abriéronse los cielos e vieron venir dos cavalleros, señor Santiago e señor sant Millán, cavalleros en cavallos blancos, armados con armas blancas, las espadas en las manos e con ellos grandes compañas de ángeles. Entraron en las azes de los moros e de los xpianos e començaron a dar las primeras feridas en los moros. Dio el nuestro señor Jhesu Xpo tal confusión e tal ceguedat entre los moros que sacavan las espadas e las porras el las lanças e matávanse los unos con los otros. Semejávales que por un moro mil cavalleros blancos y avía[27].
Tras la llegada de las reliquias de San Isidoro a León, hecho que se produce en 1063 bajo el reinado de Fernando I, el arzobispo de Sevilla empieza a tener su protagonismo en la recuperación de los territorios por los ejércitos cristianos. En el orden cronológico la primera intervención de San Isidoro se relaciona con la conquista de Toledo en el año 1085. El relato recuerda al que refiere la aparición del apóstol Santiago al peregrino griego notificándole la toma de Coimbra. En este caso San Isidoro se muestra en sueños al obispo de León, San Cebrián, con el encargo de transmitirle a Alfonso VI, que estaba decidido a levantar el cerco a Toledo, para que persista en el ataque, puesto que la capital no tardará en rendirse. Como en el caso de Santiago, tampoco en este momento San Isidoro participa del carácter de miles Christi.
… se la apareció San Isidro muy hermoso, vestido de su palio pontifical, cercado de muchas compañías de ángeles, y con gesto muy alegre le habló así: Alégrate, hermano Cibrián, que yo presenté tus oraciones delante de el Señor, y alcancé de su divina majestad que, pasado un mes, seas descargado de tu vieja y humana carne, y te vengas y goces con nosotros en la gloria eterna: y te digo más: que luego a la hora, despaches un mensajero al rey D. Alonso, que vaya a gran prisa, y le diga de mi parte, que pasados quince días le dará Nuestro Señor en su poder la ciudad de Toledo, la más noble de las ciudades de España, y le hago cierto que yo seré allí presente, y lanzados los moros de la dicha ciudad, la restituiré a los Cristianos, para que sirvan a Dios en ella, y después nunca será tornada en las manos de los moros…
… y luego envió un arcediano de su iglesia al rey D. Alonso, que le dijese y mandase de parte de San Isidro todo lo que al obispo por la dicha revelación le había sido revelado. Fué luego el arcediano, y llegó con la embajada al rey D. Alonso, el cual así que le oyó, luego lo creyó, y se alegró mucho, e hizo tornar su gente, que se iban ya para sus tierras, y comenzó a combatir la ciudad de Toledo muy más recio que solía, y como los moros ya estaban sin fuerzas y víveres, y estaban muy fatigados de hambre y sed, y enfermedades y otros trabajos, en el mismo día que San Isidro había dicho al obispo D. Cebrían, entregaron los moros la dicha ciudad de Toledo al cristianísimo rey D. Alonso, que es dedicada a la Virgen de Nuestra Señora, Madre de Dios Santa María[28].
En la conquista de Ciudad Rodrigo, al igual que en la de Toledo, asistimos a la revelación del San Isidoro, en esta ocasión al monje don Martino:
… y díjole así: Martino, ve luego al rey Don Fernando y salúdalo de mi parte, y dile que digo yo, que se vaya luego a prisa para Ciudad Rodrigo, porque viene grande multitud de moros a tomar aquella ciudad, y yo seré con él, y el bienaventurado apóstol Santiago, y los moros serán quebrantados y desbaratados y huirán de la faz del rey. Yo soy Isidro, patrono tuyo, y no tardes en ir, porque el rey hará luego con voluntad agradable lo que de mi parte le dirás[29].
El rey Fernando atendió la llamada de Martino y, aunque con un ejército bastante reducido, entró en batalla animando a los suyos con la invocación de Santiago y San Isidoro:
… llegó cerca de Ciudad Rodrigo, vió innumerable multitud de moros, que venían para tomar la ciudad, los cuales, en llegando, comenzaron varonilmente a combatirla y quebrantar las puertas de la ciudad, confiando a su muchedumbre de gente. El católico rey Don Fernando, como era varón fuerte y muy esforzado, con poca gente que llevaba consigo, comienzó a pelear con los moros, y dijo a los suyos: Pelead y herid fuertemente en estos infieles, que con nosotros está Dios, nuestro Señor, y los sus santos, conviene a saber, Santiago y San Isidro. Y como los moros oyeron aquello y conocieron la señal de las armas del católico rey Don Fernando, fueron turbados y espantados de tal manera, que volvieron luego las espaldas y comenzaron a huir, no pensando escapar de otra manera[30].
Poco tiene que ver esta descripción con la que sobre el particular ofrece El Toledano:
Fernán Ruiz, conocido como «el Castellano», quien, luego de haber devuelto al rey de Castilla los feudos que tenía, se había marchado de Castilla y se pasó a los agarenos; y con un gran número de éstos llegó a marchas forzadas hasta Ciudad Rodrigo con la intención de coger desprevenidos a la ciudad y a sus habitantes. Pero se cuenta que San Isidoro anunció al sacristán de su iglesia la llegada del citado noble y de los árabes, para que él se lo anunciara a su vez de la misma forma al rey Fernando; y al enterarse éste, dio gracias, corriendo al punto a socorrer a los asediados… En cuanto llegó éste seguro de su victoria, confiado en el Señor y animado por la revelación, arremetió contra los atacantes[31].
Anterior a la de Ciudad Rodrigo fue la conquista de Baeza, llevada a cabo por Alfonso VII en el año 1147. En esta ocasión es el propio monarca el que ve en sueños a San Isidoro:
… estando aquella noche el sobredicho rey Don Alonso sentado en su tienda, le vino un poco de sueño, y se le apareció una visión maravillosa, en que vio venir hacia sí un varón muy honrado, con sus canas muy fermosas, vestido como obispo en pontifical y su rostro resplandecía como el sol muy claro, y cerca de él venía andando paso a paso, así como él andaba, una mano derecha, la cual tenía una espada de fuego de ambas partes aguda, y llegando aquel santo varón cerca del rey, comenzó a hablarle estas palabras: (…)Yo soy Isidro, Doctor de las Españas, sucesor del apóstol Santiago por gracia y predicación; esta mano derecha que anda conmigo es del mismo apóstol Santiago, defensor de España, y dichas estas palabras desapareció la visión.
(…) Y luego aquellos obispos y condes que allí estaban con el rey, dando así mismo innumerables gracias a Dios, ordenaron juntamente que en comenzando a amanecer, lucharían contra los enemigos con la voz y apellido de San Isidro y del apóstol Santiago… y mandó a los suyos que se prepararan y salieran para dar la batalla a los moros y luego los cristianos esforzados con una osadía y fortaleza celestial, cumpliendo el mandato de su señor, salieron varonilmente y comenzaron a dar en los moros y herir y matar y despedazar muchos de ellos, los cuales como vieron la osadía de los cristianos, y los daños que los mismos moros unos a otros se hacían, volvieron las espaldas y huyeron dejando a los nuestros infinitos despojos…[32]
Tampoco vemos aquí a San Isidoro blandiendo la espada durante la lucha, sino solamente profetizando la victoria cristiana. Mucho más escueta es la información que acerca de la conquista de Baeza ofrece Jiménez de Rada puesto que, al contrario de Lucas de Tuy, su relato se aleja de lo que es un panegírico de San Isidoro:
Y como ya empezaba a brotar la semilla de la discordia bajo el manto de la realeza, el emperador, aprestado su ejército, asedió Baeza; y como algunos de los suyos le abandonaron, se reunieron sarracenos de muchas partes y acudieron a toda prisa para levantar el asedio. Entonces se apareció San Isidoro en medio de la noche dando ánimos al emperador y asegurándole su ayuda en el combate del día siguiente. Y así, empezada la batalla tan pronto como amaneció, el emperador alcanzó la victoria de acuerdo con la promesa de San Isidoro, y al emprender la huida los que habían acudido de lejos, los moros del lugar, como eran incapaces de hacerle frente, se le rindieron y le entregaron la fortaleza de la ciudad, que al punto guarneció con soldados y paisanos cristianos, y los moros quedaron sometidos a tributo; y a causa del milagro dispuso el emperador la iglesia de San Isidoro como convento de regulares y la honró con muchos donativos[33].
Distinta es la narración que nos ofrece Alfonso X. Tras la aparición de San Isidoro al rey, prometiéndole la victoria, describe la batalla haciendo participar al arzobispo de Sevilla como un auténtico miles Christi:
Mas parescio en la noche sant Esidro all emperador, conortandol et esforçandol, que la batalla de otro dia que la cometiesse atrevudamientre et con grand esfuerço, et que el le vierne y en ayuda et serie y su ayudador. Otro dia, paresciendo ya la luç et esclaresciendo por toda la tierra, levantosse ell emperador et los suyos, et armaronsse et guisaronse lo meior que ellos pudieron, et vinieron a la batalla et lidiaron ; et fue essa batalla muy grand y muy fuerte et muy ferida, de guisa que murieron y muchos de la una parte et de la otra. Mas ell emperador vio a sant Esidro andar en la fazienda de la su parte ; et en ell esfuerço de lo quel prometiera, esforçosse elle emperador et esforço otrossi a los suyos, diziendoles que esforçassen et estidiessen fuertes et firiessen en los enemigos, ca non eran nada, et vençerlos yen sin toda dubda, ca Dios era con ell et con ellos. Et ellos, uiendo de como ell emperador los amonestava et los esforçava, fueron ellos esforçando, et los moros desmayando et dexandosse de la lid, fasta que ovieron a foyr et dexar el campo[34].
En todos estos conflictos bélicos en los que se muestra San Isidoro, a excepción del de Mérida, este juega un papel individualizado. Ello significa que, en cierto modo, asume la función que las crónicas atribuyen a Santiago, salvo muy contadas excepciones. En dos ocasiones veremos al apóstol en compañía de otro santo nominado, concretamente San Millán. Así ocurre en las ya citadas batallas de Hacinas y de Simancas. El de la Cogolla se presenta a Fernán González y como buen estratega le informa sobre cómo ha de organizar la batalla, en la que participará él junto al apóstol Santiago. Y para que el conde no tenga dudas se identifica: «Et yo so sant Millan que te uengo con este mandado»[35].
En Mérida San Isidoro se nos muestra emulando a San Millán. Al igual que este, participa en el enfrentamiento al lado de Santiago y se aparece con anterioridad para vaticinar la victoria. San Isidoro, al decir de algunas de las crónicas citadas, se apareció a determinadas personas en Zamora para notificarle su presencia en la lucha. El hecho de manifestarse en esa ciudad no es asunto baladí, puesto que conocido es el apoyo de las milicias zamoranas en la conquista emeritense. Si San Millán se manifiesta a Fernán González, que comanda un haz del ejército en la batalla de Hacinas, cabe suponerse que esas personas de Zamora serían igualmente quienes estaban al frente de las tropas de esa ciudad. San Millán, en Hacinas, y San Isidoro, en Mérida, a pesar de sus diferencias singuen caminos paralelos.
II. La conquista de Cáceres
La ciudad de Cáceres estaba en manos del rey Fernando II de León en 1170, pero cayó en poder de los almohades cuatro años más tarde. Aunque los asedios con el fin de recuperarla se continuaron desde 1218, no volvería al dominio cristiano hasta 1229, cuando Alfonso IX la conquista de manera definitiva. La entrada de las tropas leonesas y la claudicación de los defensores se produce, según la opinión más generalizada, el día 23 de abril, festividad de San Jorge, un santo que en el reino de Aragón goza de las prerrogativas de Santiago en la parte más occidental de la Península[36]. Pero no faltan autores que marcan para la reconquista cacereña el 24 de junio de 1227, haciendo hincapié en que el error se debe a que la anterior fecha corresponde a la de la concesión del Fuero a la ciudad[37].
Las crónicas que hemos citado con anterioridad nada apuntan del carácter extraordinario de la conquista de Cáceres, entendiendo como tal la presencia divina. No obstante la sorpresa viene con más de cuatro siglos de retraso. En el año 1635, Gil González Dávila al glosar la figura del obispo Rodrigo I, que rigió los destinos de la diócesis de Oviedo entre 1175 y 1188, nos informa acerca de la presencia del apóstol Santiago en la conquista de Cáceres:
Do[n] Fernando Rey de Leon, le donó los catillos de Pajares, y Proaça, «en remuneration de auerle seruido el Obipo, y su Cabildo con vn emprestido de quinientas monedas de oro», con que el Rey dio la batalla de Caceres, en que fueron los Moros vencidos, y la mayor parte muertos con el ayuda del Apostol Santiago, que peleó en ella con sus armas, y cauallo á vista de ambos exercitos[38].
No sabemos si el hecho de que Santiago apareciese en la conquista, tal y como informa González Dávila, responde a un hecho milagroso que se mantenía en la tradición, aunque de ser así estaba poco o nada arraigado en Extremadura. No obstante, Juan Solano de Figueroa, tres décadas más tarde y sin citar la fuente, lo comenta muy de pasada:
… quando el Rey D. Fernando el II. ganó esta Villa la primera vez de los Moros, se vió el Glorioso Apotol Sa[n]tiago peleando en nuestra defensa. Tanta obligacion tiene Caceres al Patron de España[39].
Por otro lado resulta extraño que González Dávila, que inserta el dato en el Teatro Eclesiástico dedicado a Oviedo, no lo reiterara al tratar de la diócesis extremeñas, concretamente a la de Coria, de la que se ocupa una decena de años más tarde.
Habrá de pasar otro largo periodo de tiempo hasta que, ya en las postrimerías del siglo xviii, un clérigo cacereño se haga eco de esta información:
Fue Cáceres en varias ocasiones empeño heroico de las armas católicas, que emprehendieron su conquista. Le ganó don Alonso el VIII, emperador de las Españas, en 1142; y vuelto a poder de moros y ganándole don Femando II de Leon en 1171, (en cuya batalla afirma el maestro Gil González Dávila se vio pelear el Apóstol Santiago) hizo donación de Cáceres al Orden de Santiago…[40].
El texto de Dávila, donde alude a la intervención directa de Santiago, armado y en caballo, y el de Figueroa son ignorados, teniendo mayor suerte el escueto ofrecido por Benito Boxoyo. Y en tal forma lo reproduce en fecha ligeramente posterior el Bachiller Crespo en respuesta al interrogatorio de Vargas Machuca:
… que e[l] 1142 la ganó a los moros Don Alonso 8º y buelto a éstos la ganó en 1171 Don Fernando 2º de León en cuya batalla se vió pelear el apóstol santo, según afirma Gil González Dávila y que dicho Don Fernando hizo donación de Cáceres al orden de Santiago…[41].
Desde los tiempos que siguen a la reconquista de Cáceres diferente documentos y crónicas relacionan a San Jorge con este hecho de armas, señalando que fue en su onomástica cuando se tomó la ciudad. Así lo vemos en la ratificación por Fernando III, en 1231, de los fueros concedidos por su padre Alfonso IX:
En la era 1267, por el mes de abril, el día de San Jorge, nuestro Señor Jesucristo, que nunca menospreció las oraciones del pueblo cristiano, por manos del muy ilustre y muy victorioso don Alonso, rey de León y de Galicia, dio a Cáceres a los cristianos, y, echada de allí la gente de los paganos y reintegrada la junta de los cristianos…[42].
En el mismo sentido, entre otros documentos, se expresa el acta del concejo celebrado con fecha de 16 de abril de 1546:
Acordaron que, en vista de haberse ganado esta villa de los moros, enemigos de nuestra santa fe católica, día de señor San Jorge, que es a 23 de abril, y se pobló de cristianos el dicho día; y visto, que el pendón con que se ganó esta dicha villa de los moros esta hoy día en esta dicha villa…[43].
Si en las dos anotaciones que insertamos se cita a San Jorge como referente de una fecha que debe conmemorarse, se cuenta con otras que abundan en la intercesión, aunque no participación, directa para el logro de la victoria. Este aspecto se reseña de manera reiterada en el acta de constitución de la Cofradía de San Jorge, en el año 1548:
En la Noble y Muy Leal Villa de Cáceres en 16 días del mes de Abril Año del nacimiento de N. S. y Salvador Jesucristo de 1548 años… Porque de los hechos notables y de las mercedes que esta Villa y Cristianos de él recibieron de manos de Dios por ruegos e intercesión del Gracioso San Jorge, es justo que de ello quede perpetua memoria para que todos lo sepan y sea cosa notoria y manifiesta que el Señor Rey Don Alfonso IX de gloriosa memoria gano de los moros enemigos de nuestra Santa Fé Católica esta dicha Villa de Cáceres en día señalado del Glorioso San Jorge que es a veintitrés días del mes de Abril… porque es justo que los cristianos nos acordemos siempre de las mercedes que de Dios habemos recibido y muy especialmente el dia del Señor San Jorge, se regocijen los cristianos y den gracias a Nuestro Señor por la gran merced que a los que viven en esta Villa, hizo en darles que la posean y gocen y que donde tanto tiempo... alabando a Dios N. S. y a su Gloriosa Virgen y Madre Santa María y al Glorioso San Jorge por cuyos méritos, ruegos e intercesión fue ganada esta dicha Villa de los dichos moros[44].
Sin embargo, ya en el siglo xvii existía una tradición acerca de la implicación directa de San Jorge en la reconquista de Cáceres, de su actuación como un auténtico miles Christi. El ya citado Solano de Figueroa, al dar cuenta de la recuperación definitiva de la ciudad por Alfonso IX puntualiza:
No hallo escrito, que se apareciesse en esta ocasion Sa[n] Iorge, aunque lo he oido[45].
Puesto que se trata de un testimonio prácticamente desconocido, no se ha tomado en cuenta por quienes, desde la segunda mitad del pasado siglo, han fomentado la opinión acerca de San Jorge como el auténtico protagonista de la conquista de Cáceres. No se trata tanto de una suplantación de Santiago, que también se ha pretendido, del que la inmensa mayoría desconoce su hazaña, sino de una «invención» en el sentido literal de la palabra. Esta comienza a difundirse en la década de 1950, cuando el obispo de la diócesis, natural de Alcoy, muestra interés por instaurar en Cáceres los festejos de su ciudad de origen, que San Jorge había defendido tomando las armas en el año 1275. A esta propuesta le dio forma el consiliario José Luis Cotallo, que implicó a los jóvenes de Acción Católica en el desarrollo de la parafernalia. La tropa cristiana iba precedida por un jinete, en representación de San Jorge. La función concluía cuando el santo mataba a un dragón, a imagen de las antiguas tarascas que desfilaban en la procesión del Corpus Christi.
Lo que pretendía el Padre Cotallo, según me comentó en su momento, era glosar la lucha de San Jorge con el dragón, tal como recoge su fantástica historia. Sin embargo muy pronto la teatralización se convirtió en la recreación del hecho histórico de la reconquista. El dragón era el símil de los moros que defendían la ciudad de Cáceres, y a los que San Jorge derrotó con su espada. A menos ahora pueden sustentarse en una tradición oral del siglo xviii. Y a tenor de ella era la única ocasión en la que San Jorge intervenía en un conflicto de la reconquista fuera de los territorios del reino de Aragón.
Como consecuencia de esas escenificaciones anuales han surgido leyendas de nuevo cuño y que, aunque no sea esa la intencionalidad, están «reinventando la historia» de la conquista de Cáceres. Vemos en una de ellas cómo el dragón se convierte en defensor de la fortaleza asaltada por las mesnadas cristianas y al que derrota el mismísimo San Jorge:
… las tropas de Alfonso IX penetraron en la Alcazaba por el pasadizo de la «Mansa Alborada», o como dice el pueblo la Mansaborá, y sorprendidos sus moradores por el ataque, la derrota de los mahometanos era evidente. Estos, a una orden presurosa dada por el kaid, corrieron raudos para abrir las puertas de una de sus mazmorras en los subterráneos recónditos de los que salió una bestia gigantesca, iracunda y furibunda, El Dragón, que solícito comenzó a embestir a las tropas cristianas, que comenzaron a sentirse sometidas y acorraladas. Se replegaron temerosos ante tan horripilante y extraordinario animal, que asustaba a todos con sus zarpazos y bocanadas de fuego. En tan infortunio estado se hallaban que antes de ser devorados, invocaron «in extremis» a San Jorge. En el cielo apareció una luz radiante, cegadora. únicamente, al aproximarse, se reconocía la silueta de un guerrero blandiendo su espada y a lomos de su corcel. Entabló singular batalla contra el saurio, al que tras una lucha feroz y encarnizada de una certera lanzada consiguió herirle. Echó pie a tierra y lo remató clavándole su alfanje en el corazón. Un lastimero bramido resonó por los alrededores en el postrero estertor. Los moros, al verse desamparados sin su valedor animal, se rindieron y entregaron la Plaza a los cristianos[46].
III. El caso de Vega de Escobar
En el año 1786 el párroco de Tornavacas, don Miguel Rodríguez, envía distintas cartas al Geógrafo de los Dominios de Su Majestad en respuesta al cuestionario que le había hecho llegar con vistas a la elaboración de un diccionario histórico-geográfico. Se queja de no poder contestarle mediante documentos acerca de la «fundación y privilegios» a causa de la destrucción «de los papeles de su archivo, acaecida, según se presume y dice, de un yncendio». El clérigo, como anota oportunamente, se ve obligado a recurrir a la tradición, y en esta basa su argumento para darnos una primera información acerca de la presencia del apóstol Santiago combatiendo contra los moros por estas latitudes del noroeste cacereño, concretamente en los parajes conocidos con el nombre de Vega del Escobar:
Por tradición se cuenta y sábese refirió por cierto que el llamarse Tornavacas fue en tiempo del famoso Conde de Castilla Hernán González, dando éste a los moros, en la vega del Escobar, distante de aquí dos leguas del puerto, aquella batalla tan memorable en este pays… es el dicho estrivo nominado el Pie de los Sanctos, por la tradición que hai de haver baxado por él algunos particulares sanctos, prottecttores de Castilla, a la batalla en aiuda de los christianos en la que el heroyco conde dio a los moros…[47].
El clérigo tornavaqueño, basándose en la toponimia, no solo adivina quienes dirigen cada una de las milicias que intervienen en la batalla, sino la situación de las mismas. Ellas darán nombre a cada uno de los pueblos:
… de las de Don Gil García, la del abad, las del Rey y otras que en circunferencia, todas de dicha vega, denotan claramente haverse fabricado, en aquellos mismos sitios o puestos que ocuparon tales personas, antes de darse la batalla o al tiempo de ella, pues todos tienen situación apetecible para semexante casos y todos estos lugares son anex[os].
Y, lógicamente, Santiago también prestará su nombre a una de las localidades, Santiago de Aravalle:
La referida yglesia dedicada al pattrono y defensor de España, Santiago, por haberse aparecido en la batalla, según se dice sobre un caballo blanco, en cuia figura se venera el santo apóstol en la relacionada yglesia del lugar de Santiago, del que es annexo con los demás lugares referidos el de Casas del Puerto de Tornavacas, en cuia yglesia se han descubierto algunos sepulcros de cavalleros…[48].
La presencia de Fernán González nos hace pensar que esta leyenda está directamente influenciada por la de la batalla de Hacinas, en la que el Conde de Castilla se ve favorecido por la presencia de Santiago y San Millán. Aunque en este caso de Vega del Escobar el acompañante San Millán ha sido sustituido por otros «sanctos, prottecttores de Castilla», que no son otros que San Martín o San Julián, dependiendo de la localidad en la que se cuente la leyenda, puesto que a ambos se le dedicaron sendas ermitas por los parajes donde tuvo lugar la fabulosa contienda. Al trío de militares divinos se refiere el ramo que se canta en la fiesta del apóstol en la localidad de Santiago de Aravalle:
Empezóse la batalla; /
casi perdiendo Ramiro,
suplica el favor del cielo: /
luego se quedó dormido.
San Martín y San Julián, /
y Santiago de España,
bajaron del cielo santo /
a defender la batalla[49].
Es indudable que nos encontramos ante una leyenda de origen culto que, a pesar de su esquematismo, responde fielmente al arquetipo de las conquistas medievales. Incluso llegó a dedicársele algún tipo de monumento conmemorativo, al decir del corresponsal de Tomás López, al que se lo comunicó un clérigo de Casas del Puerto de Tornavacas, que a su vez lo escuchó del párroco que le había precedido. Se trataba de la «vasa o pedestal de una columna, cruz o trofeo (que) estaba escrito en circunferencia, al parecer de un escudo de armas cuia divisa, aunque abultada, no podía ser conocida por las injurias de los temporales sufridas en el sitio que estaba»[50]. El texto respondía a la siguiente grafía: Iluminatio mea terruit turbas maurorum, sarracenorumque fugere fecit[51].
Aceptando como real el citado monumento, todo hace pensar que el Iluminatio (Illuminatio) se refiere al resplandor que emiten Santiago y sus santos acompañantes durante la lucha. No obstante, esa luz da la pauta para el desarrollo de otra versión legendaria de la contienda de Vega del Escobar en la que nada tiene que ver la intervención divina y mucho la candidez de los musulmanes:
… y se dice que premeditando los vecinos de Tornavacas que en hechar a los moros de la tierra consistía su bien o mal esttar, acordaron junctar ttodo su ganado bacuno, de lo que ha sido y es abundante el pays, y que poniéndolo en las hastas luminarias o velas encendidas conducirlo en noche oportuna al puerto arriba, para que siendo visto de la morisma, ésta se sorprehendiese de terror, pánico y espantada hiciese, lo que tuvo el éxito deseado y con mandar tomar las bacas se vino a quedar el pueblo con el nombre de Tornavacas…[52].
Se trata de una etimología de carácter erudito sobre el nombre de la localidad, cuya nominación se relaciona con conceptos trashumantes, recurriendo a la victoria con una treta semejante a la que Gedeón empleó contra los medianitas[53]. No olvidemos que también argucias de este tipo localizamos en otros puntos de Extremadura en el periodo de la reconquista, con las que tratan de poner en evidencia a los ingenuos musulmanes frente a la sagacidad de los cristianos[54].
IV. Colofón
La Sierra de Dios Padre, que comparten los municipios cacereños del Villanueva de la Sierra y Santa Cruz de Paniagua, fue escenario de una de las batallas por la reconquista del norte de la actual Extremadura. La misma, al decir de una leyenda que a duras penas se recuerda en las dos citadas localidades, se inscribe en tiempos de Alfonso IX de León.
Cuando las tropas cristianas estaban extenuadas y temían que la derrota se produjera se vieron auxiliados por la presencia del apóstol Santiago, bajo la atenta mirada del mismo Dios:
Las tropas leonesas y castellanas temían angustiadas lo peor cuando se vieron alentadas por una potentísima luz que envolvía, cual un nuevo Sinaí, al monte situado en sus cercanías, el que hoy llamamos de Dios Padre y antes de Santa Cruz. En su centro se notaban dos figuras: un gran Señor y un jinete.
Rodeado de resplandores vieron al jinete cabalgar sobre su caballo blanco y con una espada alentadora en la mano.
Ante su mirada atónita, el caballo saltó prodigioso y cayó en el lugar de la pelea, dejando grabada sobre una peña la forma de la pezuña con que tocó por primera vez el suelo. Desde entonces hasta tiempos muy recientes señalaban el lugar de la que fue definitiva victoria y la marca agigantada de la herradura. Todos los viejos lo recuerdan y maldicen el cercano día que volaron con dinamita la peña para construir la carretera[55].
Por la misma época y en las laderas de la cercana Sierra de Altamira la intervención divina aniquila las tropas que luchan contra los cristianos por la conquista del castillo de Palomero, un enclave de interés estratégico.
Cuando los leoneses presentían la derrota, Dios propició una tempestad. En medio de ella apareció el apóstol Santiago cabalgando sobre un caballo blanco, no dando mandobles, sino lanzando con su espada rayos certeros que fulminaban a los enemigos. Así se ha contado en Marchagaz, en cuyas proximidades se produjo el fantástico milagro, y donde se venera al apóstol Santiago, que se representa montado sobre un caballo cuyas patas delanteras pisan las cabezas de dos agarenos[56].
Existe una leyenda que relaciona al apóstol Santiago con Pelay Pérez Correa, al que ayudó en la batalla de Tentudía. Prueba de ello, al decir de los naturales de Cabeza la Vaca, es la fuente conocida con el nombre de La pisá de caballo. La misma surge por causa de un hecho milagro acaecido durante la persecución de las huestes sarracenas por el ejército cristiano:
… el caballo que monta el Apóstol Santiago pisa, fuertemente, una roca y desde sus entrañas brota, al instante, un raudal de agua limpia, fresca y ferruginosa… con la que saciar la sed y restañar las heridas del combate[57].
Pero la creencia de que el apóstol ayudó a los cristianos en la conquista de Sierra Morena no solamente se ciñe a Cabeza la Vaca. También permanece muy viva en Montemolín, donde aún se ven las huellas que dejaron grabadas las pezuñas del caballo de Santiago tanto en el Monte de la Herradura como en los muros del castillo, cuando acosaba a los huidos de Tentudía.
NOTAS
[1] Llamado Abenfut o Abenhut por los cronistas cristianos.
[2] LUCAS, OBISPO DE TÚY: Crónica de España. Primera edición del texto romanceado, conforme a un códice de la Academia, preparada y prologada por Julio Puyol. Cap. XCL. De lo quel dicho rey Alfonso y el dicho rey Fernando fizieron contra los moros…. Madrid, Tip. de la «Rev. de Archivos, Bibliotecas y Museos», 1926, págs. 424-425.
[3]Milagros de San Isidoro. Traducción: Juan de Robles (1525). Con prólogo y notas por Julio Pérez Llamazares. León, Aparte de «El Diario de León», 1947, págs. 138-139.
[4]Ibidem, 134.
[5]Ibidem, 138.
[6] JIMÉNEZ DE RADA, Rodrigo: Historia de los Hechos de España. Introducción, traducción, notas e índices de Juan Fernández Valverde. Libro VII, capítulo XXV. Madrid, Alianza Editorial, 1989, pág. 295.
[7] ALFONSO X EL SABIO: Primera Crónica General: Estoria de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289. Publicada por Ramón MENÉNDEZ PIDAL. Tomo I, texto. Madrid, Bailly-Bailleire e Hijos, Editores, 1906, pág. 678.
[8]Historia General de España. Compuesta primero en latín, después buelta en Castellano por Iuan de Mariana, D. Theologo de la Compañía de Iesus. Tomo Primero, Libro duodécimo, Cap. XV: «Que el reyno de Leon se vnio con el de Castilla». Toledo, por Pedro Rodriguez, impresor del rey nuestro señor, 1601, págs. 799-800.
[9]Historia de la Ciudad de Mérida. Dedicada a la misma por Bernabé Moreno de Vargas, Regidor Perpetuo della. En Madrid, por la Viuda de Alonso Martin, 1633, Libro IIII, fol. 226r.
[10]Ibidem.
[11]Ibidem, 226r–226v.
[12] FERNÁNDEZ, Fray Alonso: Historia de la Ciudad y Obispado de Plasencia. Refieren vidas de sus Obispos, y de Varones señalados en Santidad, Dignidad, Letras y Armas. Fundaciones de sus Conuentos, y de otras obras pias: Y seruicios importantes hechos à los Reyes… Madrid, por Iuan Gonçalez, 1627, pág. 211. Bernal del Castillo recoge la información de Pedro de Alvarado sobre este supuesto milagro. Puesto que la primera edición de la Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España corresponde a 1632, es posible que fray Alonso se sirviera de alguno de los manuscritos de la obra de Bernal del Castillo que circulaban desde finales del siglo xvi.
[13] QUINTANADUEÑAS, Antonio de: Santos de la ciudad de Sevilla, y su Arçobispado: Fiestas que su Santa Iglesia Metropolitana celebra. Sevilla, Francisco de Lyra, 1637, págs. 159-160.
[14] CASTRO, Américo: España en su historia. Cristianos, moros y judíos. Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1996, pág. 105 ss.
[15] DUQUE DE ARCOS (Antonio Ponce de León): Representación contra el pretendido Voto de Santiago que hace al Rey Nuestro Señor D. Carlos III el Duque de Arcos. Madrid, por D. Joachín Ibarra, Impresor de Cámara de S. M., 1771, pág. 149.
[16]Historia Silense. Edición preparada por Francisco Santos Coco. Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1921, págs. 75-76. Traducción: LÓPEZ FERRERO, Antonio: LÓPEZ FERRERO, Antonio: Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela. Tomo II, libro segundo, primera parte. Santiago, Imp. y Enc. del Seminario Conciliar Central, 1899, pág. 488.
[17]Ibidem, 75. «Peleaba el rey Fernando en Coimbra con la espada material, por cuya victoria Santiago, soldado de Cristo, no deja de interceder ante su Maestro».
[18]Liber sancti Jacobi, Codex Calixtinus. Abelardo Moralejo, Casimiro Torres et Julio Feo (éds.). Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 2004, Libro II, cap. XIX, pág. 376.
[19]LÓPEZ FERRERO, Antonio: Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela. Tomo II, libro segundo, primera parte. Santiago, Imp. y Enc. del Seminario Conciliar Central, 1899, págs. 132-135. Inserta el texto latino del que procede esta traducción.
[20] LUCAS, OBISPO DE TÚY: Crónica de España. Primera edición del texto romanceado, conforme a un códice de la Academia, preparada y prologada por Julio Puyol. Cap. XVII. De Ramiro Rey. Madrid, Tip. de la «Rev. de Archivos, Bibliotecas y Museos», 1926, págs. 290-292.
[21]JIMÉNEZ DE RADA, Rodrigo: Crónica de España… traducida al castellano y continuada por Don Gonzalo de la Hinojosa, Obispo de Burgos, y después por un anónimo hasta 1430. Manuscrito, 1620, fol. CIIr–CIIv.
[22] ALFONSO X EL SABIO: Primera Crónica General: Estoria de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289. Publicada por Ramón MENÉNDEZ PIDAL. Tomo I: Texto. Madrid, Bailly-Bailleire e Hijos, Editores, 1906, págs. 360-361.
[23] Su presencia se adscribe, salvo alguna excepción a la que luego nos referiremos, al reino de Aragón.
[24] Manuscrito 93 del Archivo del Monasterio de Santo Domingo de Silos. Estrofas 438 y 447.
[25] Estrofa 416.
[26] Estrofas 556-558
[27] DUTTON, Brian: «Privilegio de los votos de Fernán González, versión de Cuéllar», en La Vida de San Millán. Londón, Tamesis Books limited, 1984, pág. 16.
[28] TUY, Lucas de: Milagros de San Isidoro, págs. 35-37. No difiere sobremanera el texto que el obispo de Tuy inserta en la Crónica de España, págs. 374-380. En estos textos se basan posteriores crónicas, entre las que destacamos la de Pedro de Alcocer: Hystoria, o Descripción de la Imperial cibdad de Toledo. Con todas las cosas acontecidas en ella, desde su principio, y fundación. Adonde se tocan y refieren muchas antigüedades, y cosas notables de la Hystoria general de España. Agora nueuaente Impresa. En Toledo, por Iuan Ferrer, 1554, Lib. I, cap. LXIII, fol. 51v–53r.
[29] TUY, Lucas de: Milagros de San Isidoro, pág. 98
[30]Ibidem, 99.
[31] JIMÉNEZ DE RADA, Rodrigo: Historia de los Hechos de España. Libro VII, Cap. XXI: «Sobre el socorro a Ciudad Rodrigo», pág. 290.
[32]Ibidem, 62-64. En pocas palabras difiere esta exposición de los Milagros de San Isidoro de la que insertara en la Crónica de España (págs. 393-395).
[33]Historia de los Hechos de España. Libro VII, Cap. XI: «Sobre la toma de Baeza y Almería y sobre la muerte del rey», pág. 278.
[34] ALFONSO X EL SABIO: Primera Crónica General: Estoria de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289. «Cap. 981. El capitulo de como ell emperador fue et preso a Baesça et a Almaria», págs. 660-661.
[35]Ibidem, «Cap. 698. El capitulo de como Almançor ueno con grand poder a Castiella, et de lo que dixieron sant Pelayo, el monge, et sant Millan al conde Fernand Gonçalez», pág. 401.
[36] La presencia de San Jorge en el reino de Aragón la encontramos en las batallas de Barcelona, Alcoraz, Valencia, Mallorca, Puig de Santa María, Alcoy y Menorca. FIGUERA, Frey Gaspar de la: Vida, martirio, reliquias, templos, milagros, apariciones i excelencias del insigne mártir i esforzado Capitan de Christo San Jorge. Valencia, Imprenta de Antonio Balle, 1738, Libro II, capítulos XIV-XIX, págs. 342-385.
[37] LUMBRERAS VALIENTE, Pedro: La reconquista de Cáceres por Alfonso IX de León. Cáceres, Publicaciones de la Biblioteca Pública y Archivo Histórico de Cáceres. Imp. y Encuadernación Vda de García Floriano Carrasco, 1956.
[38]Teatro Eclesiastico de la Sta. Iglesia de Oviedo. Vida de svs Obispos, y cosas memorables de sv Obispado. A don Martín Carrillo Alderete sv Obispo. Con privilegio. Madrid, por Francisco Martinez, 1635, pág. 40r.
[39] SOLANO DE FIGUEROA ALTAMIRANO, Juan: San Jonás, Presbítero y Mártir, Apostol, Predicador y Maestro de la Noble y Muy Leal Villa de Cáceres y otros Santos sus hijos y Naturales del Obispado de Coria. Madrid, por Ioseph Fernandez de Buendia, 1665, pág. 250.
[40] BENITO BOXOYO, Simón: Noticias historicas de la M(uy) N(oble) y L(eal) V(illa) de Caceres, Provincia de Extremadura. Monumentos de la antigüedad que conserva. (1794-1799). Publicaciones del Departamento Provincial de Seminarios de F.E.T. y de las J.O.N.S. CACERES, 1952, pág. 28.
[41] LÓPEZ DE VARGAS MACHUCA, Tomás: La Provincia de Extremadura al final del siglo xviii. (Estudio y recopilación: Gonzalo Barrientos Alfageme). Mérida, Asamblea de Extremadura, 1991, pág. 107.
[42] BENITO BOXOYO, Simón: Noticias historicas de la M(uy) N(oble) y L(eal) V(illa) de Caceres, pág. 29.
[43]Ibidem, pág. 26.
[44] LUMBRERAS VALIENTE, Pedro: La reconquista de Cáceres por Alfonso IX de León, págs. 169-172.
[45]San Jonás, Presbítero y Mártir, Apostol, Predicador y Maestro de la Noble y Muy Leal Villa de Cáceres y otros Santos sus hijos y Naturales del Obispado de Coria, pág. 250.
[46] ALCALÁ CALDERA, Javier: «Una propuesta globalizada de la leyenda de San Jorge en Cáceres», en Actas del I Seminario Internacional de Cuentos y Leyendas de España y Portugal. Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1997, pág. 181. Ya nos hemos referido a ello en una anterior ocasión: DOMINGUEZ MORENO, José María: «Animales guías en Extremadura, II», en Revista de Folklore, 331. Obra Social y Cultural de Caja España (Valladolid, 2008), pág. 16, nota 53.
[47] LÓPEZ DE VARGAS MACHUCA, Tomás: La Provincia de Extremadura al final del siglo xviii, pág. 419.
[48]Ibidem.
[49] SENDÍN BLÁZQUEZ, José: La Región Serrana. Plasencia, Caja Salamanca y Soria. Colección Temas Locales, 1994, pág. 318.
[50] LÓPEZ DE VARGAS MACHUCA, Tomás: La Provincia de Extremadura al final del siglo xviii, pág. 419.
[51] FLORES DEL MANZANO, Fernando: Mitos y leyendas de tradición oral en la Alta Extremadura. Jaraíz, Editora Regional de Extremadura. Gráficas Romero, 1998, pág. 253.
[52] LÓPEZ DE VARGAS MACHUCA, Tomás: La Provincia de Extremadura al final del siglo xviii, pág. 419
[53] CASTAÑO FERNANDEZ, Antonio M.: «Toponimia: una ciencia entretenida», en Per Abbat: boletín filológico de actualización académica y didáctica. Núm. 2 (Almendralejo, 2007). pág. 79.
[54] Es popular la toma del castillo de Capilla. Los sitiadores de Pañalsordo juntaron todos los carneros del contorno y, llegada la noche, le ataron teas encendidas en los cuernos. Los que se refugiaban en la fortaleza huyeron despavoridos a creer que eran atacados por un ejército invencible.
[55] SENDÍN BLÁZQUEZ, José: La Región Serrana, pág. 326.
[56] DOMÍNGUEZ MORENO, José María: «Las tormentas en Extremadura: supersticiones, creencias y conjuros, I», en Revista de Folklore, 434, Fundación Joaquín Díaz (Valladolid, 2018), pág. 5.
[57] SUÁREZ CABALLERO, Federico: «Fuentes y manantiales salutíferos en el Interrogatorio para la visita de la provincia de Extremadura de la Real Audiencia de Cáceres (1791–1793). Acotaciones sobre un tema poco conocido», en Revista de Estudios Extremeños, XLIX, III (Badajoz, 1993), pág. 709.