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Revista de Folklore número

481



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La dehesa boyal de Montehermoso. El patrimonio etnográfico en un espacio natural extremeño

SANCHEZ ALCON, Juan Jesús / RAMOS RUBIO, José Antonio

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 481 - sumario >



Montehermoso es un municipio de la provincia de Cáceres que se localiza a 40° 05’ 22’’ de latitud norte y 6° 20’ 54’’ de longitud oeste. Pertenece a la comarca de Plasencia, limita al norte con los municipios de Pozuelo de Zarzón y Aceituna; al oeste con Guijo de Galisteo; al sur con Ríolobos; al noroeste con Valdeobispo y al suroeste con Galisteo. Su extensión es de 95 km².

La localidad se extiende sobre el terreno de suaves ondulaciones que caracteriza el área situada entre el río Alagón y el embalse de Borbollón, en un terreno ondulado bañado por el río Alagón, con algunos elementos destacados como la Barrera del Bronco, el Carpio, la Barca y Perdiguero. El punto más alto del término es el Teso Alto, situado a 504 metros de altitud en el límite municipal con Aceituna. El pueblo se encuentra a 394 m de altitud.

En el Parque Periurbano de Conservación y Ocio Dehesa Boyal de Montehermoso abundan árboles centenarios que están llenos de historia y que han sido testigos del paso del tiempo y de las huellas que dejaron nuestros antepasados. Han resistido a todo tipo de inclemencias, desde épocas de sequia a los fuegos provocados por la mano del hombre, convirtiéndose en auténticos supervivientes y símbolos de la naturaleza. En este espacio natural protegido hay uno que destaca entre todos, La Gran Encina. Este emblemático ejemplar llama la atención de quien lo visita por su impresionante presencia y grandes dimensiones, además de por ser uno de los más antiguos que se conocen. Sus ramas han proporcionado leña para aliviar el frio invierno y sus bellotas para alimentar al ganado que pastaba en la dehesa. Su copa ha dado sombra y servido de refugio durante siglos a hombres y animales. Este árbol legendario está situado en un paraje donde abundan restos arqueológicos prehistóricos, dólmenes, cistas, aldeas y varios asentamientos antiguos.

El municipio cuenta con este espacio natural protegido, la Dehesa Boyal, que en 2014 fue declarada parque periurbano por la Junta de Extremadura. El parque periurbano de Montehermoso es una dehesa arbolada extremeña de aproximadamente 1125 hectáreas con gran cantidad de encinas, además de alcornoques y robles, situada al suroeste del pueblo. El Arroyo del Pez la atraviesa y sobre este hay construidos puentes de piedra, como el Puente de Simón Ruano; así como pasaderas, que son piedras alineadas para cruzar el arroyo.

El concepto de vernaculismo[1] en relación con la construcción surge en Inglaterra en el siglo xvii, aunque el término arquitectura vernácula ha sido explícitamente usado a partir del año 1818, en el momento en el que los edificios vernáculos en el hemisferio sur fueron vistos como objetos de curiosidad en revistas y libros europeos. Los viajeros narraban historias sobre los lugares exóticos que visitaron en África. Los arquitectos se interesaron en llevar el término vernácula a la teoría de la Alta Arquitectura en el primer cuarto del siglo xx. Adolf Loos, Frank Lloyd Wright[2], y Le Corbusier elogiaron la arquitectura vernácula. Pero, el momento decisivo para la inserción del término en la Teoría de Alto Diseño fue la exposición «Architecture Without Architects» de 1964 en el Museo de Nueva York de Arte Moderno, esta exposición fue organizada por Bernard Rudofsky, y tenía como objetivo elevar las construcciones vernáculas de todo el mundo a la categoría de Bellas Artes.

En 1976 el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios formó un comité especial para promover la cooperación internacional en el estudio y protección de la arquitectura vernácula.

El creciente interés por este tipo de arquitectura alcanzó un hito en 1997 con la publicación The Encyclopedia of Vernacular Architecture of the World, bajo la dirección del folclorista británico Paul Oliver, convirtiéndose en una importante referencia para el debate sobre la arquitectura vernácula: identidad, pertenencia étnica, patrimonio, turismo, el objetivo, la reinvención de las tradiciones, el poder, el dominio, y la sostenibilidad.

Hoy día, entendemos por Arquitectura Vernácula un tipo de arquitectura que ha sido proyectada por los habitantes de una región o periodo histórico determinado mediante el conocimiento empírico, la experiencia de generaciones anteriores y la experimentación, basadas en el desarrollo de las construcciones tanto rural como urbana, y catalogada por valores enriquecedores que permiten conocer su vasto patrimonio cultural con el desarrollo de nuevas tecnologías y materiales, y la difusión de supuestos patrones de modernidad. Estas constituyen una parte importante de la tradición constructiva en todas las épocas, es decir tiene un marcado carácter popular. Una arquitectura en la que se utiliza primordialmente la madera, asociada a otros materiales de origen vegetal y, también, junto a otros componentes naturales como la tierra y la piedra, encontrando los mejores ejemplos en Montehermoso, concretamente en su Dehesa Boyal, situada a 500 metros al oeste de la población, es una dehesa arbolada extremeña de aproximadamente 1125 hectáreas con gran cantidad de encinas, alcornoques y robles, situado al suroeste del pueblo. En el Arroyo del Pez hay construidos puentes de piedra, como el Puente de Simón Ruano. En la dehesa se conservan dólmenes del iv milenio a. de C. colocados en círculo y con un pasillo, que se descubrieron a finales de siglo xx. En la dehesa hay algunos molinos que se usaban antiguamente, como el Molino del Jerrao y el Molino de Respinga Cerca del pueblo se encuentra la Majada de los Porqueros, un conjunto de chozas o zahurdas, donde se refugiaban los cerdos, y la choza del porquero, que los cuidaba. Otros lugares singulares son el Chozo de Daniel, el de las Bestias y la Fuente del Jerrao, una fuente con laguna cuyo nombre se debe a la alta concentración de hierro. Las cuevas de las Potras cuevas naturales situadas al noreste del término municipal, a 500 metros de altitud, por las que pasa el agua de los canchales.

En el transcurso de los años el paisaje rural de Montehermoso ha experimentado grandes cambios pero aún se conservan un número considerables de construcciones tanto de vivienda rural como de actividades agrícolas que forman parte de la historia de la arquitectura tradicional, popular o vernácula. La arquitectura vernácula, se caracteriza por no seguir ningún estilo específico, ni estar proyectada por un especialista, sino que se construye directamente por los usuarios y normalmente utiliza los materiales disponibles en la región en la que se construye. Es el resultado de siglos de experimentación y por esta razón, las manifestaciones vernáculas son siempre intemporales y adecuadas al clima, a la topografía, a los materiales de construcción del sitio y a la forma de vida de sus habitantes.

En la dehesa se conservan abundantes restos arqueológicos, cistas, dólmenes del iv milenio a. C. colocados en círculo y con un pasillo. Así como excelentes ejemplos de arquitectura popular. El Parque Periurbano de Conservación y Ocio «Dehesa Boyal de Montehermoso» cuenta con un importante legado histórico y cultural que tiene su principal exponente en el Complejo Arqueológico-Etnográfico situado en su entorno.

Podemos destacar La Majá de los Porqueros, uno de los mejores ejemplos de arquitectura popular. Este tipo de construcciones tiene probablemente su origen en la prehistoria, en el periodo neolítico cuando las sociedades pasan de ser nómadas a sedentarias. Es en esta fase de la historia cuando aparece la agricultura, la ganadería y los primeros asentamientos humanos. Muchas de los chozos y majadas fueron construidos reaprovechando materiales procedentes de túmulos o restos megalíticos como es el caso de la dehesa boyal de Montehermoso, por lo que podemos asegurar que tienen una fuerte influencia de la arquitectura prehistórica.

Hasta bien entrado el siglo xx La Majá de los Porqueros era un lugar donde las piaras de cerdos eran alimentadas con los buenos pastos de la dehesa y aprovechaban la época de la montanera y las buenas bellotas de las centenarias encinas de la dehesa boyal de Montehermoso. Y es que por aquel entonces la ganadería tenía una vital importancia en la economía montehermoseña y muchas familias contaban con ganado que los pastores o porqueros se encargaban de cuidar.

El porquero sacaba a los cerdos por la mañana al amanecer, encargándose además de varear las encinas para que aprovecharan las bellotas. Cuando caía la tarde volvía a encerrarlos en las zahúrdas y se refugiaba en el chozo para cenar algo y descansar para la jornada del día siguiente.

La montanera desapareció a mediados de los cincuenta principalmente por la peste porcina africana y cuando en la zona se empieza a producir la gran emigración y más tarde llega el establecimiento de los regadíos en las vegas del Alagón. Lo más sorprendente es el esmero con el que construyeron estas zahúrdas, ya que son más cómodas y refinadas que el propio Chozo del Porquero. Podíamos hablar de arquitectura popular elevada a la máxima expresión, ya que por dentro están minuciosamente elaboradas.

Muchos investigadores, arqueólogos, arquitectos e historiadores que han visitado estas zahúrdas han mostrado su asombro por la enorme dificultad que tuvo que suponer su construcción, ya que la técnica que utilizaron en su interior destaca por ser diferente en cada una de las construcciones.

Los materiales de construcción son la tierra, la pizarra extraída del entorno, y las enormes losas de granito procedentes de los dólmenes tan numerosos en la dehesa. El Complejo Etnográfico de La Majá de los Porqueros está constituido por un chozo y cuatro zahúrdas construidas en piedra cuya finalidad era la de albergar el ganado porcino en la época de la montanera.

Cualquiera que haya visto el conjunto de zahúrdas puede llegar a la conclusión de que sus constructores debían tener unos conocimientos básicos de arquitectura para lograr semejante perfección.

A lo largo del término de Montehermoso hemos podido observar otras zahúrdas centenarias con idéntica similitud y estructura interior. Zahúrda con cubierta en falsa bóveda. Construcción de planta rectangular formada por muros de pizarra unidos con argamasa de tierra, que se van recreciendo para terminar en una falsa bóveda de lanchas de pizarra. El techo se apoya en 6 columnas de granito formando una doble hilera y calzados con cuñas de pizarra. La techumbre está cubierta de una espesa capa de tierra que al ponerse encima de la cubierta exterior consigue una buena impermeabilización del habitáculo. La zahúrda tiene un corral semicircular de 8 x 6 metros. La zahúrda con cubierta en arco de medio punto, es una construcción de planta rectangular en la que se puede observar la estructura interna con muros de pizarra que cierran en falsa bóveda apoyada en cuatro arcos de medio punto con dovelas de granito perfectamente encajadas entre sí. La construcción de esta zahúrda se sustenta a ambos lados con dos columnas de pizarra y cuarcita que sirven de apoyo a una gran losa de pizarra que sujeta las lanchas del cierre de la falsa bóveda.

La zahúrda con la cubierta a dos aguas: Esta zahúrda muestra una construcción diferente de las otras al tener la cubierta con vertiente a dos aguas. Está sujeta por columnas centrales de granito sobre las que se apoyan dos enormes losas que forman la base del techo. La cubierta al igual que las anteriores está cubierta de lanchas de pizarra y rellena con tierra para conseguir una buena impermeabilización.

La Gran Zahúrda es la más grande de todas, presenta una construcción de forma semicircular que termina, al igual que las otras en un muro. Aunque a día de hoy se encuentre perdido posiblemente debido a una expoliación. En este caso sorprende la combinación constructiva, ya que en sus diferentes compartimentos interiores se pueden ver las técnicas de cubierta de falsa bóveda en arco de medio punto de cantería y de falsa bóveda apoyada en columnas. Cada compartimento o chiquero servía para separar a las cerdas paridas de las crías, por eso también se la conocía como «La Zahúrda de las hembras parias».

Todas las zahúrdas (excepto esta última) tienen un corral al que se accedía por una puerta rematada con losas de cantería y por unos escalones o pasaderas de piedra adosados al muro.

Destacamos también en este espacio El Chozo del Porquero. La tipología del chozo responde a un sistema de construcción de edificio circular de paredes de piedra que se cierran formando una falsa bóveda. El chozo es uno de los ejemplos más característicos de la arquitectura tradicional a lo largo de la historia. Esta construcción rural era un refugio temporal que el pastor utilizaba como vivienda temporal en la época de la montanera.

El Chozo del Porquero tiene dos pequeños huecos en la pared en forma de ventanas que servían para vigilar el ganado encerrado en las zahúrdas y para tener ventilación. En su interior nada de comodidades, una alacena o estantería empotrada para almacenar alimentos, una estaca para colgar algún chorizo y poco más. Por tanto se puede deducir que al ajuar era muy reducido y con pocos utensilios. Como camastro utilizaban unas escobas o un saco de paja y se arropaban con las mantas montehermoseñas que se fabricaban en los telares de la localidad.

El centenario Puente de Simón Ruano forma parte del complejo Arqueológico-Etnográfico del Parque Periurbano de Conservación y Ocio «Dehesa Boyal de Montehermoso», sirviendo de paso para cruzar el cauce del Arroyo del Pez en época que lleva bastante agua. Está situado a 300 metros de La Majada de Los Porqueros, un chozo con un conjunto de zahúrdas que servían para guardar el ganado. Su construcción está realizada a base de grandes losas de granito procedentes de los berrocales ubicados al noroeste y superpuestas en seco sobre grandes pilares de piedra.

Desde la prehistoria los grupos o clanes que habitaban en esta zona, tenían la necesidad de cruzar pequeños regatos y arroyos. Aunque con métodos más rústicos y elementales, dieron origen al comienzo de la historia de estos puentes centenarios. Hay que destacar que muchas de estas piedras proceden de los túmulos megalíticos tan abundantes por el entorno, ya que en esta parte de la dehesa boyal hay un importante foco de restos arqueológicos. Estos puentes se han convertido a lo largo de la historia no solo en un elemento patrimonial, sino en símbolo de nuestra historia y de la arquitectura rural tradicional.

No podemos dejar de mencionar el Paraje de las Potras, es un espacio natural, situado en el término de Montehermoso, provincia de Cáceres, perteneciente a la Comunidad Autónoma de Extremadura. Su espectacular relieve formado por rocas graníticas le confiere un carácter singular, sobre ellas la acción del agua y el viento ha labrado una serie de cuevas que llegan a constituir una red laberíntica de pasadizos subterráneos y enormes pilas o Pilancones fluviales. Este enclave privilegiado está situado en las márgenes de la Rivera del Bronco, arroyo tributario del río Alagón y eje principal de la comarca. La pervivencia de este paraje y su flora en estado semi-salvaje se debe tres razones fundamentales: El abandono de trabajos de limpieza de matorrales para aprovechar los pastos por su poca rentabilidad, la escasa presencia en la zona de animales de pastoreo y la dificultad en el aprovechamiento de los pastos ganaderos en estos enormes canchales graníticos. La vegetación dominante es el almez, árbol muy común con presencia de rocas graníticas, también predomina la cornicabra, el acebuche, fresno, alisio, pino silvestre, entre otros. Pero, lo más curioso ha sido encontrarnos con varias cuevas, en el Paraje de las Potras. Allí el agua desaparece bruscamente entre las inmensas piedras de granito para ir labrando profundos agujeros (pilas) que con el paso del tiempo van erosionándose, dando lugar a extrañas formaciones y creando un conjunto que en la geomorfología granítica se denominan marmitas de gigante (pilas o pilancones fluviales). Hay marmitas o pilas o pilancones fluviales, y que están situadas en lechos fluviales y son de mayor profundidad. Se forman con los flujos helicoidales en las crecidas y el desgaste que se produce en las paredes graníticas por el material que se encuentra en el fondo de la depresión.

Debemos de estar orgullosos de conservar estas construcciones de nuestro pasado (y presente) rural, como son los chozos, zahúrdas, pozos, que tenemos que cuidar en el paisaje rural en todos sus aspectos. La arquitectura tradicional o arquitectura vernácula notamos que sus bondades con la naturaleza van más allá del clima. Se caracteriza por el uso de los materiales del entorno cercano, por la adecuación de las técnicas de ejecución de los materiales y recursos, por la utilización de mano de obra local, la optimización energética del hábitat, la reutilización de elementos así como por la minimización de residuos, además de contemplar diversas estrategias a los diferentes tipos de clima.

Los ejemplos de arquitectura vernácula son el fruto de un lento proceso de ajuste que ha durado centenares o miles de años, destinado a la creación de condiciones de confort ambiental, utilizando del mejor modo los recursos locales. En algunos casos se han alcanzado resultados sorprendentes que unen un extremado refinamiento arquitectónico a un sofisticado uso de materiales y principios físicos. Debemos de revalorar estas casas, que en ocasiones podemos despreciar como sencillas, pero que encierran en su sencillez un profundo conocimiento del medio ambiente natural y claves para vivir en armonía con él.

Responde a unas características generales:

Hasta bien entrado el siglo xx era frecuente encontrarnos con mujeres o «lavanderas» camino del arroyo, junto al Puente del Charco o el de La Joya a lavar la ropa. Pero donde era más habitual encontrarnos con las lavanderas era en el Lavil de Miguel o «Jerrau». La limpieza de las ropas se llevaba a cabo en los márgenes de cantería de los lavaderos. Las lavanderas, colocadas de bruces sobre las lanchas de piedras, realizaban el trabajo siempre penoso. Un avance importante supuso la construcción de especies de cobertizos o bancos sobre las corrientes de agua, en cuyo interior se colocaron una especie de bancos o cajones, donde las mujeres podían acomodarse, preservándose de la humedad, disponiendo de una piedra, que en su parte inferior entraba en el agua y sobre la que podían jabonar, restregar y golpear la ropa.

En estos lavaderos se alineaban un número variable de puestos de trabajo individuales, constituidos básicamente, por una piedra inclinada, sobre la que las mujeres llevaban a cabo su tarea.

Las tareas básicas del lavado consistían en «enjabonar la ropa con pastillas de Chimbo o Lagarto», poner a remojo, dejar reposar, quitar manchas restregando si las hubiera y aclarar con agua a mano o golpeando sobre la piedra.

La siguiente operación, tras preparar en un barreño una mezcla de agua y lejía, era la inmersión en la misma de la ropa, «dejándola un buen rato», si bien, en el caso de las sábanas de hilo, no podía utilizarse lejía, aunque sí el jabón. Tras un nuevo aclarado, se volvía a meter la ropa en una mezcla de agua y añil, para acabar retorciéndola hasta quitarle toda el agua posible. Aunque, para el secado, lo habitual era extenderla al sol sobre la hierba, «para que la ropa se soleara». Tras el estirado y su doblado, se colocaba en una cesta de mimbre o castaño, procediéndose de nuevo a su recuento y entrega.

Cerca del pueblo se encuentra la majada de los Porqueros, un conjunto de chozas llamadas zahúrdas, donde se refugiaban los cerdos, y la choza del porquero, el ganadero que los cuidaba. Existen dos tipos de zahúrdas, las de adultos, y las de parideras. En la dehesa hay algunos molinos que se usaban antiguamente para la molienda de la aceituna o del cereal, como el molino del Herrado y el molino de Respinga. Otros puntos importantes son el chozo de Daniel el de las Bestias y la fuente del Herrado, una fuente con pilas y una laguna cuyo nombre se debe a la alta concentración de hierro que hay allí.




NOTAS

[1] El término vernáculo se deriva de la latín vernaculus, que significa «doméstico, nativo, indígena», desde «verna», que significa «esclavo nativo» o «esclavo nacido en casa». El término vernáculo, en su planteamiento más general se refiere a lo propio de una determinada cultura, su utilización más frecuente está relacionado con la denominación de la lengua nativa de los individuos; sin embargo, en la actualidad el término vernáculo extiende su significado a todo aquello que converja en la base de la identidad, cotidianidad y rasgos fundamentales enraizados en la historia de cada cultura.

[2] F. Lloyd Wright describe la arquitectura vernácula como «edificio folclórico creciendo en respuesta a las necesidades reales, ajustado al entorno por personas que conocían mejor que nadie lo que encaja y con un sentimiento patrio» que sugiere que es una forma primitiva de diseño. Muchos arquitectos modernos han estudiado edificios vernáculos y dicen haberse inspirado en ellos, incluyendo los aspectos de la arquitectura vernácula en sus diseños.



La dehesa boyal de Montehermoso. El patrimonio etnográfico en un espacio natural extremeño

SANCHEZ ALCON, Juan Jesús / RAMOS RUBIO, José Antonio

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 481.

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