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Revista de Folklore número

479



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Las particulares dóminas de los vaqueiros asturianos

SANCHEZ SANCHEZ, José Manuel

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 479 - sumario >



Resumen

Somos seres mágicos. La magia, de una u otra manera, siempre nos ha acompañado. La magia, de una u otra manera, podía dar respuestas a nuestra eterna incertidumbre y podía ayudarnos a conseguir nuestros anhelos. La magia trabajaba para el Diablo o era utilizada para combatirlo. Los Vaqueiros d’Alzada, en el occidente asturiano, usaban en el pasado para proteger sus ganados del poder mágico de las brujas algunos amuletos especiales llamados dóminas. Era sólo una muestra más nuestro ancestral pensamiento mágico.

Palabras clave: Vaqueiros, Asturias, brujas, magia, amuletos.

Abstract

We are magical beings. Magic, in one way or another, has always accompanied us. Magic, in one way or another, was able to provide answers to our eternal uncertainty and it was able to help us to achieve our whishes. Magic worked for the Devil or it was used to fight him. The Vaqueiros d’Alzada, in Western Asturias, used in the past some special amulets called dóminas, in order to protect their livestock from the magical power of the witches. It was only one more example of our ancestral magical thinking.

Key words: Vaqueiros, Asturias, witches, magic, amulets.

Nuestro mundo mágico

Al menos en apariencia, la ciencia y la «civilización» han ido poco a poco haciendo desaparecer de nuestras vidas la vieja magia y lo que se llamó, quizás demasiado a la ligera, «superstición». Tal vez sea una de las consecuencias de nuestra imparable hibridación con las máquinas, que han dejado de ser simples herramientas para hacer más llevaderas las tareas necesarias para asegurar nuestro sustento, convirtiéndose en nuestras eficientes competidoras -y sustitutas- para realizar esas tareas, además de, en el caso de las nuevas tecnologías –algunas ya no tan nuevas-, convertirse en nuestro balcón al mundo por el que observamos y somos observados. Aquellas brujas tan perseguidas en su día por el Santo Oficio y, sobre todo, por sus propios vecinos, hoy aún tendrían ciertamente mucho más difícil pasar desapercibidas.

La magia ha acompañado a los seres humanos desde los albores de nuestra especie. Malinowski comenzaba su obra Magia, Ciencia y Religión advirtiendo:

No existen pueblos, por primitivos que sean, que carezcan de religión o magia. Tampoco existe, ha de añadirse de inmediato, ninguna raza de salvajes que desconozca ya la actitud científica, ya la ciencia, a pesar de que tal falta les ha sido frecuentemente atribuida. En toda comunidad primitiva, estudiada por observadores competentes y dignos de confianza, han sido encontrados dos campos claramente distinguibles, el Sagrado y el Profano, dicho de otro modo, el dominio de la Magia y la Religión, y el dominio de la Ciencia[1].

Es innegable que la magia y la religión se fundamentan en la Fe, en creer en ellas, en estar convencidos de que funcionan ante nuestras eternas incertidumbres y nuestros problemas cotidianos. Es innegable, del mismo modo, que el verdadero científico no tiene soluciones para todo y ha de reconocer, si como decía Malinowski, es competente y digno, que desconoce todo aquello que desconoce, todo aquello que la ciencia aún no ha logrado explicar. La ciencia, en el fondo, es una sucesión de nuevas teorías e hipótesis que van desechando viejas teorías e hipótesis que estaban fuertemente implantadas en las creencias de los científicos del pasado. Hubo un tiempo en el que la magia podía explicar lo que se escapaba de nuestro entendimiento. Por eso, sobre todo en las sociedades preindustriales, la línea que separaba la magia y las «supersticiones» tanto de la religión como de la ciencia era tan fina y quebradiza. A esto debía de referirse el jesuita Castrillo, en una obra sobre magia publicada por primera vez en 1649, cuando escribía que,

[…] la Magia es un conocimiento más universal, porque se extiende a las cosas sobrenaturales, y divinas, que por esto San Gerónimo dividió la Magia en blanca y negra, que son las que llama S. Agustín Theurgiam y Geoteiamam,y así la explicaron Delrio, Lesio y Azor y eso mismo denota el nombre Magia, el cual es Pérsico. […] Por eso los Persas llaman Magos a los que asistían a las cosas sagradas[2].

Esos magos persas eran, por tanto, sacerdotes de la religión practicada en aquellas tierras y en aquellos viejos tiempos. Esos magos persas posiblemente fuesen de la misma escuela que los Reyes Magos que llegaron a Belén para ofrecer a Jesucristo oro, incienso y mirra. Cuando triunfó el Cristianismo, todos esos sacerdotes se convirtieron en seres proscritos en los territorios en los que la Religión Cristiana alcanzó el estatus de culto oficial. Pero aún así, siguieron en activo pese a todo hasta mucho tiempo después. Baste recordar, por ejemplo, de la época en la que Asturies fue un reino durante los siglos VIII-IX, aquella orden del rey Ramiro I, que reinó entre el 842 y el 850, el de la vara de la justicia[3], mediante la que los magicis (magos) fueron condenados sin miramientos directamente a la hoguera. Y eso que la magia ya había sido explícitamente condenada en concilios de épocas anteriores, como en el II Concilio de Braga del año 572, en el que, entre otras cosas, se:

[…] prohíbe a todos los cristianos introducir en sus casas a adivinos o sortílegos para que hagan salir a malos espíritus, descubrir los maleficios o realizar purificaciones de los paganos[4].

Incluso antes de que el Cristianismo fuese declarado religión oficial del Imperio Romano, en el Concilio de Elvira (Iliberis o Iliberri) ya se especificaba en uno de sus cánones que si alguien mataba a otro utilizando la hechicería o la magia, se le negaría la comunión incluso en el momento de su muerte[5].

Podríamos seguir enumerando evidencias de la lucha de las autoridades civiles y religiosas contra las artes mágicas a lo largo del tiempo, pero no se trata de eso. De hecho, las autoridades acostumbraban a rodearse de expertos en estas prácticas para su beneficio público y privado, aunque de puertas para afuera fingiesen reprobarlas enérgicamente. Lo que no interesaba era que la conociesen ni practicasen las clases subordinadas.

La magia, en general, ha tenido muchas utilidades a lo largo de nuestra historia. Por eso ha sobrevivido, de una u otra forma hasta nuestros días (en ocasiones, aunque el o la que hace uso de ella no sea consciente de que en el fondo se trate de magia). Según el diccionario de la Real Academia, magia sería:

1. f. Arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales. 2. f. Encanto, hechizo o atractivo de alguien o algo[6].

El mismo diccionario también distingue entre la magia blanca o natural (aquella que «por medios naturales obra efectos que parecen sobrenaturales») y magia negra (que es todo «rito supersticioso que trata de propiciar del diablo para conseguir cosas extraordinarias»).

Los magos –fuesen o no originarios de Persia– eran, podríamos decir, los «profesionales» de la magia, como los chamanes, los hechiceros y hechiceras, las sacerdotisas o las brujas. Pero en realidad, no eran las únicas personas que practicaban ritos mágicos. De hecho, la magia era parte de la vida cotidiana de nuestros antepasados. Llegado un momento, ciertas prácticas mágicas no necesitaron de un «experto» o «experta» para ser utilizadas y las personas las incorporaron al corpus de su conocimiento tradicional transmitido de generación en generación. Los antropólogos e investigadores asturianos decimonónicos y de comienzos del pasado siglo nos relatan un interminable número de ejemplos de esa magia heredada, la mayor parte de las veces, englobada bajo la rúbrica de supersticiones populares. Permítanme recordarles una práctica que realizaban en el pasado en Allande, territorio situado en el suroccidente asturiano con alguna que otra braña vaqueira. Así nos relata el gran investigador Aurelio de Llano a comienzos del siglo xx cómo se intentaba allí evitar la terrible acción del Nuberu o Nubeiru –el señor de las tormentas asturiano–:

Y en otros concejos de Occidente, entre ellos Pola de Somiedo, Tineo, Cangas de Tineo y Allande, colocan delante de casa, donde pueda mojarse con el agua de lluvia, la pala de enfornar y el redoviellu o el xurradoiru en forma de cruz. En Allande, además de la pala y el xurradoiru, ponen el carro de aviesu, o sea del revés, con las ruedas hacia arriba[7].

Es sólo un ejemplo de los muchos que recogió este autor para combatir el mismo mal u otros de diversa naturaleza. Vemos cómo los objetos de uso cotidiano, como los utensilios para elaborar el pan en el horno o el carro, se convierten en objetos mágicos protectores. Pero no hace falta ningún mediador iniciado –mago, druida, hechicero, chamán…– para interactuar con las fuerzas ocultas y utilizar, a fin de cuentas, la magia. Y si durante siglos se empleó la magia para protegerse del mal o para propiciar la consecución de algún objetivo, es sin duda porque funcionaba, o al menos, porque alguna vez funcionaba. No resulta nada cómodo poner al revés un carro tradicional asturiano, un carru’l país, para quizás tener que volver a darle la vuelta al día siguiente –o ese mismo día– para ser de nuevo utilizado.

Los vaqueiros y sus dóminas

Los vaqueiros d’alzada son uno de los grupos humanos que más interés han despertado entre los antropólogos y los autores que han escrito sobre la historia y cultura asturianas. Pese a haber compartido formas de vida parecidas a las de otros habitantes de Asturies, es bastante perceptible que los vaqueiros siempre han sido un colectivo con una identidad e idiosincrasia propia. Ya en el siglo xviii el insigne Jovellanos dedicó una de sus Cartas a Ponz a estos hombres y mujeres que anualmente alzaban (subían) a sus brañas para aprovechar los pastos de altura con sus ganados y familias, diferenciándose así de los campesinos que no lo hacían (los xaldos) y permanecían todo el año en su pueblo o aldea y no trashumaban. Comenta Don Gaspar:

Los Vaqueiros viven, como he dicho, de la cría de ganados, prefiriendo siempre el vacuno, que les da su nombre, aunque crían también alguno lanar y caballar. Las demás ocupaciones son subsidiarias y sólo tomadas para suplemento de subsistencia[8].

Jovellanos, tan preciso en otras ocasiones, también menciona a vuela pluma que aquellos vaqueiros tenían ciertos extraños ritos mágicos y que parecía que conservaban rasgos de su antigua religión, aunque lamentablemente, no profundizó en el tema porque para el ilustrado todo eso formaba parte de la superstición. Pero es cierto que nos deja claro que el ganado era el principal recurso para los vaqueiros. No extraña, por lo tanto, que empleasen todo lo que tenían a mano para protegerlo, incluyendo para tal fin la magia si fuese necesaria.

Como todos bien sabemos, las brujas siempre han atacado los bienes más preciados de las personas, y el ganado no podía ser menos. Este hecho ya viene recogido en 1486 en el manual por excelencia de los cazadores de brujas, el Malleus Maleficarum, donde leemos:

Tampoco existe la más pequeña aldea donde las mujeres no se hieran mutuamente sus vacas, no las priven de leche e incluso, muy a menudo, no se las maten. Para comenzar por el menor de los males, ¿qué pensar de la privación de la leche? Si se pregunta la manera cómo ellas pueden hacer esto, tenemos la respuesta en Alberto, en su tratado del alma, donde dice que la leche es, por su naturaleza mensual en cada animal. De la misma forma que el otro flujo de la mujer es mensual, este flujo si no se ve alterado por una enfermedad, puede ser perturbado e incluso detenido por un maleficio. Si por condición de la naturaleza se ve reducido tras de la concepción del feto, puede serlo también por una enfermedad accidental como la que procede a veces de que el animal ha comido ciertas hierbas, que disminuyen la leche y vuelven a la vaca enferma. Pero además todo esto puede ser causado de diversas maneras mediante sortilegios. Algunas brujas durante la noche o en los días santos, por indicación del diablo y para ofender más a la Divina Majestad, van a sentarse en un rincón de su casa con un cubo entre las piernas. Clavan un cuchillo en la pared o sobre un poste y ponen la mano como si fuesen a ordeñar. Invocan entonces a su demonio familiar, siempre dispuesto a ayudarlas y le proponen ordeñar en aquella casa a tal vaca más sana o más rica en leche. El diablo entonces arrebata la leche en un momento de las tetas de la vaca y la transporta al lugar donde se encuentra la bruja, como si fluyese de su instrumento en el cubo[9].

La creencia popular en que las brujas podían hacer enfermar o incluso matar a las vacas estuvo muy extendida por todo el territorio rural asturiano, creencia que por cierto, pervivió hasta tiempos muy recientes. El poder de las brujas no se tomaba a broma, y se combatía desde que un bebé llegaba al mundo. Por eso las madres protegían a los niños y niñas con un amuleto llamado puñesín, cigua o figa, justamente para evitar el agüeyamientu (mal de ojo) de las brujas. El ya citado Aurelio de Llano afirma:

Se atribuye a las brujas la facultad de ocasionar males y perjuicios al prójimo con el simple efecto de la mirada. Y la creencia en brujas es una de las supersticiones más arraigadas en Asturias. La bruja es una vieja que por la noche chupa la sangre a las personas de poca edad mientras duermen. Y a los niños y a los animales domésticos les hace mal de ojo o aojamiento. […] La vaca atacada de este mal, en vez de leche da sangre; y el niño alcanzado por la mirada de la bruja enferma rápidamente[10].

Anota este autor que para curar el mal de ojo, era necesario llevar a la bruja autora del hechizo ante el niño y hacerle decir a ella: Dios te bendiga. Y ante la vaca: San Antonio te guarde. Pero además había otros métodos, como llevar al niño o niña a la desaojadera, para que les pasara el agua por el alicorniu, que,

[…] así llaman a un disco de asta de ciervo que venden en algunas boticas, y a una copa de hueso, la cual creen que procede del fabuloso Unicornio. […] En el Occidente he visto copas del alicornio que son verdaderas obras de arte. Este amuleto posee varias virtudes. Para curar el mal de ojo se echa agua en una vasija y con el borde de la copa del alicornio se trazan en ella varias cruces, y esta agua se la dan a beber al niño por dicha copa. En el concejo de Ibias, para curar el mal de ojo, una persona cualquiera se persigna al pie del llar y acto seguido echa en el fuego gallinaza, pimiento picante y hojas de laurel. Y cuando esta mezcla está ardiendo, coge al niño en sus brazos y lo pasa por encima del fuego a cierta altura, tres veces, trazando cada vez con el cuerpo del niño tres cruces en el aire[11].

Para hacer desaparecer el agüeyamientu de las vacas se empleaban otras fórmulas. Según le contó a Aurelio de Llano un informante que había sido alcalde de Allande, una de sus vacas tenía mal de ojo, y fueron a buscar a la misma supuesta autora de tal hecho, la cual ahumó el hocico del animal con el humo de la mezcla de cuernos, excremento de cerdo y hierbas medicinales quemada para tal fin. Además del ahumado ritual, se protegían los ganados del mal de ojo con otras armas:

En Brañaseca, concejo de Cudillero, les ponen a modo de collar una tira de piel de odre, y pendiente del collar ponen una bolsita que contiene ajos y caracoles del mar. Y en otros pueblos de este concejo, entre ellos San Martín de Luiña, en la bolsita, que ha de ser encarnada, colocan ajos y ruda machacada, excremento de cerdo y una cruz hecha de la misma bayeta de la bolsa. En el concejo de Grandas de Salime, el collar ha de ser hecho con una tira de paño cortada de un pantalón usado, y en la bolsita ponen incienso, cruces de bayeta amarilla como la de la bolsa, cera del cirio pascual y un ajo. En San Antolín de Ibias, en cuanto un vecino ve que una vaca presenta síntomas de aojamiento, busca un amigo de toda su confianza y se la vende por poquísimo dinero, por unos céntimos. Y a las pocas horas, el comprador regala la vaca a quien se la vendió. Hacen esta operación porque la vaca se desaoja al ser vendida. Otra de las prácticas empleadas en Torga, parroquia de Tormaleo, es la siguiente: cogen unos pantalones y los ahúman con laurel y romero; después trazan con ellos una cruz sobre la nuca de la res, otra en el medio espinazo, otra en la rabadilla, y vuelta a empezar hasta nueve veces. […] después queman los pantalones en la encrucijada de dos caminos[12].

Estas operaciones con los pantalones ahumados sobre las vacas, según el mismo autor, se podían acompañar de algunas palabras mágicas entre las que se intercalaba a Dios, a Nuestra Señora, a Jesucristo o a algunos santos. En los pueblos altos de Cangas del Narcea el rito debía de ser practicado por una mujer, y los pantalones llevados a la encrucijada de caminos, en vez de ser quemados, recibían una buena paliza, que se suponía que recibían las brujas.

En una obra dedicada a los vaqueiros, Bernardo Acevedo y Huelves dejó escrito en una obra publicada en 1893:

Así es que se cree en las brañas del vaqueiro que las brujas muerden, producen el mal de ojo en personas y en vacas, y créese, además, que excitan los odios y los rencores entre las familias vaqueiras. A las brujas se las ahuyenta quemando ramos de laurel bendito en las casas, y quemando también cuernos y pezuñas de ganado. El nauseabundo y repugnante olor del cuerno quemado es intolerante para las brujas. Éstas, así ahuyentadas de las casas, acechan en los caminos el paso de las vacas. Cuando son buenas y gordas les arrancan un pelo, y se dice que todo el año las brujas están chupando la sangre del animal, que va poco a poco debilitándose, enflaqueciendo y enervándose hasta el punto de morir, si no se acude a tiempo con el remedio. Éste consiste en poner al cuello de la vaca una chueca, esquila o campanilla, que puede sustituirse por una caracola, con lo cual la bruja cesará de chupar la sangre de la vaca. También es muy eficaz, contra este embrujamiento, el colgar del cuello de la res una nómina, dómina dicen ellos; y la nómina es una pequeña bolsa cuadrada a modo de filacteria, en la cual encerraron una cabeza de culebra cortada del reptil vivo. Cuando la cabeza de culebra falta, se forma la nómina encerrando en la bolsita añil, finoyo (hinojo) y cimble (sándalo): usan esta nómina, a guisa de escapulario, vaqueiros y vacas como amuleto para evitar los peligros de la brujas y otros males. También contra la mordedura de las brujas, contra el mal de ojo, etc., usan las vaqueiras ciguas (higas) prendidas con cintas tocadas del vestido de la Virgen; uno o más cuernos de vacalloria (ciervo volante); conchas de diferentes forma y tamaño, piedras de San Pedro, medallas, relicarios al cuello, cruces de Santiago, estancasangre, piedra a la cual atribuyen la virtud que indica su nombre, lleitarina, piedra también con con virtudes especiales sobre los órganos de la lactancia y otros mil amuletos que las vaqueiras prenden a un lado del justillo, en la muñeca de los niños, o en el cuello de la vaca. Cuando el amuleto es tan vistoso que a la vez puede servir de adorno, las jóvenes principalmente lo unen a sus gargantillas y lo traen a la vista, rodeando el cuello. Aparte de esto, no les faltan ensalmos y conjuros con los cuales pretenden curar las enfermedades o evitar cualquier peligro[13].

La magia, como vemos, era una parte más de la vida de los asturianos de aquellos años. Resultan particularmente curiosas aquellas dóminas de cabeza decapitada de culebra viva. La serpiente ha simbolizado el mal desde hace milenios. Todos conocemos, sin ir más lejos, el pasaje bíblico de Eva, la serpiente y la manzana. Y no hemos de olvidar que una gran serpiente, Apofis, ya representaba el mal para los antiguos egipcios, pese a que Wadjet, diosa protectora de los faraones, era representada en forma de cobra.

Hace tiempo se publicó en la Revista de Folklore un artículo que hablaba de otras dóminas, y aunque tenían una finalidad similar a las de los vaqueiros, eran bastante diferentes. Leopoldo Torre García habla de aquellas dóminas que eran unos extraños documentos que acreditaban a su poseedor la condición de protegido del diablo[14]. Pero también protegían a los ganados de las brujas:

El artífice del éxito recae en la figura de San Caralampio, erigido en abogado–protector contra la subversión brujeril abortando cualquier intento de aproximación al protegido. Tanto que el «salvoconducto» o domina debe guardarse lo más cerca posible de la persona o animal. La guarida del ganado, la pocilga de la cerda, la habitación de la persona o su propio cuerpo emularon «santuarios estoicos» de sus convicciones. Por inverosímil que pudiera resultar, las brujas siguen latiendo y purgando sus endemoniados deseos. Estos documentos, con ligeras variantes–supresión de la figura del protector, sustitución del ostentoso título y cambio de idioma– siguen teniendo la confianza de sus incondicionales. El espíritu protector para con los animales ha decaído[15].

Torre aporta en el artículo copias de dichos documentos en latín y en castellano, y da a entender que eran habituales en Castilla. Lo importante, de todos modos, es que las personas, por un lado, temían la acción de las brujas independientemente de donde viviesen, y por otro que empleaban magia para combatir la magia con las que aquellas provocaban los males. Por eso los vaqueiros asturianos no eran, en absoluto, las aves exóticas ni las personas supersticiosas, atrasadas e ignorantes que algunos autores pretendieron retratar. Como es sabido, la educación oficial fue durante siglos monopolio del estamento eclesiástico, y hasta la Iglesia poseía sus propios exorcismos oficiales para combatir a las brujas. Aurelio de Llano anota a pié de página:

En un libro intitulado Práctica de exorcistas y ministros de la Iglesia, por el P. Benito Remigio, Madrid, 1689, pág. 100, se lee la manera de librarse de hechiceros y brujas: …tomará el Exorcista oro molido, incienso, mirra, sal, oliva, cera bendita y ruda, cada uno bendito con su particular bendición y aviéndolos (sic) mezclado, pondrá en cada esquina de la cama, después de limpia, un poco, bendiciéndola tres veces con la señal de la Cruz a honra de la Santísima Trinidad: ita. Hieron, Mengus qui supra[16].

No hemos de olvidar además, que en el mundo rural asturiano, vaqueiros incluidos, también se recurría a San Antonio, como santo cristiano protector de los animales, ante cualquier mal que pudiese afectar a las reses.

La creencia en lo mágico no era exclusiva de las clases humildes y de la gente sin formación académica. Tampoco de aquellos y aquellas que, como se solía decir, habían tenido trato con el Diablo. Alfonso X, aquel rey de Castilla y León que pasó a la historia como El Sabio, que debido a su afición por saber de los astros hay un cráter en la Luna que lleva su nombre, aquel que se rodeó de los sabios más sobresalientes de su tiempo y potenció la cultura y la ciencia, también parece que mostró un enorme interés por la magia:

Las propiedades ocultas de las piedras y sus múltiples utilidades, especialmente las terapéuticas, estarán, como es bien sabido, entre los principales intereses de Alfonso X. El sabio ha de ser buen conocedor de los textos mágicos, y ha de utilizarlos convenientemente, y no dejarlos en manos de los ignorantes que los podrían utilizar de modo irresponsable, como se repite frecuentemente en los textos que el rey Alfonso manda componer[17].

Aparte de mandar este rey traducir del árabe algunos libros mágicos como el Liber Picatrix, incluso se le atribuye a él mismo la autoría del Tratado de Astrología y Magia cuyo manuscrito original se conserva en la Biblioteca Apostólica Vaticana.

En la magia, por lo tanto, también había clases. La de los vaqueiros y las clases humildes sólo era superstición e ignorancia que había que erradicar, mientras los poderosos se rodeaban de una magia que, al menos, merecía ser conservada en las más selectas bibliotecas al lado de la Alta Cultura. Feijóo se equivocaba cuando aseguraba: «Generalmente los que se creen hechiceros, son una gente pobre, desdichada, miserable»[18]. Parece olvidar que el bíblico rey Salomón fue conocido en la antigüedad precisamente por sus inmensas riquezas, y sin embargo, era considerado al mismo tiempo un grandísimo mago, siendo para algunos el autor del famoso tratado de magia Las Clavículas de Salomón[19]. Y qué decir de otro rey, del que un autor del siglo xix escribía:

Zoroastro, rey de los Bactrianos (hoy gran Buckaria), fue el inventor de la magia: ésta es la opinión de Plinio, Eusebio, San Clemente de Alejandría, San Epifanio y Orosio[20].

No se entiende muy bien la histórica aversión por parte de la Iglesia hacia la magia popular que, como en el caso presentado de los vaqueiros, era en el fondo magia aliada para combatir al gran enemigo, al Diablo, que supuestamente utilizaba a su antojo a las brujas para llevar a cabo sus fechorías. Quizás fuese porque en realidad, no era simple superchería, sino restos demasiado evidentes de otras religiones anteriores que seguían arraigados en el imaginario colectivo. Como las prácticas de las mismas brujas, o la creencia de los campesinos asturianos en Nuberos, Cuélebres, Xanes, Trasgos…, como tantas otras manifestaciones culturales aún palpables en nuestros días de fiesta sincretizadas en mayor o menor medida en la fiesta cristiana, como los cientos de extraños ritos recogidos en algunos libros.

La magia, en definitiva, ha acompañado siempre a los seres humanos, y fue ampliamente utilizada por personas de cualquier condición social, incluso por miembros de la Iglesia, como nos recuerda Martínez Maza:

Anteriormente, otro obispo acusado de hechicería fue Paulino, depuesto durante el concilio de Serdica (343) por atesorar libros mágicos que fueron quemados. Años más tarde, en el concilio de Laodicea celebrado en el 375 se prohibió a los clérigos de cualquier nivel en la jerarquía ser magos, encantadores, adivinos y astrólogos y recibió asimismo la condena conciliar la fabricación de amuletos[21].

Por hablar de tiempos más recientes, están saliendo a la luz casos de presidentes de repúblicas actuales que creían firmemente en lo mágico, como Hugo Chávez, que se rodeó de brujas y santeros, o Ronald Reagan, que tenía su propia astróloga. Se comenta, del mismo modo, que hasta Franco consultó en varias ocasiones a una hechicera durante la Guerra de Africa, y está más que probado que Churchill y Hitler tuvieron a su servicio a astrólogos y magos de diferente pelaje durante la Segunda Guerra Mundial. Por eso, quizás, algunos autores deberían de haber sido un poco más benévolos a la hora de describir ciertas prácticas mágicas de las personas humildes, como nuestros vaqueiros. Echar tierra sobre las creencias de nuestros antepasados y sus ritos, sean acordes o no con las creencias dominantes de cada momento histórico, sólo nos deja una cultura y una historia mucho más pobres y con muchas lagunas.

Todo esto de las artes mágicas puede parecernos cosa del pasado, de un lejano pasado. Sin embargo, en fechas tan recientes como diciembre del año 2019, se podía leer en la prensa que el Papa había advertido que la magia no es cristiana, por lo que podemos deducir de sus palabras, por un lado, que en nuestros días la magia aún se sigue practicando, y por otro, que sigue teniendo un gran número de adeptos[22]. Si usted, lector o lectora, cree que la brujería ya ha pasado de moda en nuestros días, teclee simplemente en un buscador de Internet «contratar bruja» o «contratar brujo». Seguro que se quedará perplejo ante la amplia oferta de hombres y mujeres que aseguran pertenecer a este antiguo gremio dispuestos a ayudarnos a cambio de un precio. Y no le digo nada si necesita hacerse con algún amuleto para protegerse de algún mal o para propiciar la fortuna. Da la sensación de que, en el fondo, no hemos cambiado tanto.

José Manuel Sánchez Sánchez
Doctor en Historia. Licenciado en Antropología



BIBLIOGRAFÍA

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DICCIONARIOS

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NOTAS

[1] MALINOWSKI, B. (1985). Magia, Ciencia y Religión. Barcelona, Planeta-Agostini. Pág.3.

[2] CASTRILLO, H. (1723). Historia y Magia Natural, o Ciencia de Filosofía Oculta. Madrid. Juan Sanz, Portero de Cámara de Su Majestad, e Impresor de su Real Consejo. Págs. 1-2.

[3] MENÉNDEZ Y PELAYO, M. (1917) Obras Completas. Historia de los heterodoxos españoles. Tomo III, Segunda edición refundida. Madrid. Librería General de Victoriano Suárez. Pág. 326.

[4] MORGADO GARCÍA, A. (1999) Demonios, magos y brujas en la España moderna. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz. Pág. 68.

[5] MENÉNDEZ Y PELAYO, M. (1880) Historia de los Heterodoxos Españoles. Volumen I. Madrid. Imprenta de F. Maroto e hijos. Pág. 62.

[6] RAE (2014). Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua. Edición digital.

[7] DE LLANO ROZA DE AMPUDIA, A. (1972) Del Folklore Asturiano. Mitos, Supersticiones, Costumbres. Oviedo. Instituto de Estudios Asturianos. Pág. 12.

[8] DE JOVELLANOS, G.M. (1848). Cartas del Señor Don Gaspar de Jovellanos sobre el Principado de Asturias dirigidas a Don Antonio Ponz. Habana. Imprenta del Faro Industrial. Pág. 89.

[9] SPRENGER, J. / KRAMER, H. (2004). El Martillo de las Brujas. Edición facsímil. Valladolid. Editorial Maxtor. Págs. 313–314.

[10] DE LLANO ROZA DE AMPUDIA, A. (1972) Op. cit. Pág. 110.

[11] DE LLANO ROZA DE AMPUDIA, A. (1972). Op. cit. Págs. 112–113.

[12] DE LLANO ROZA DE AMPUDIA, A. (1972) Op. cit. Págs. 114–116.

[13] ACEVEDO Y HUELVES, B. (1893) Los Vaqueiros de Alzada en Asturias. Oviedo. Imprenta del Hospicio Provincial. Págs. 48–49.

[14] TORRE GARCÍA, L. (1988) La Dómina. Cruces contra las brujas. En Revista de Folklore. N 62. Valladolid. Obra Cultural de la Caja de Ahorros Popular. Pág. 51.

[15]Ibid.

[16] DE LLANO ROZA DE AMPUDIA, A. (1972). Op. cit. Pág. 115.

[17] GARCÍA AVILÉS, A. (2006) La cultura visual de la magia en la época de Alfonso X. En Alcanate: Revista de Estudios Alfonsíes. Nº5 Pág. 61.

[18] FEIJÓO, B, J. (1779) Teatro crítico universal. Tomo II. Discurso quinto. Madrid. Joaquín Ibarra, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros. Versión digital de consultada el 30/08/2021 en https://www.filosofia.org/bjf/bjft205.htm.

[19] FIGUEROA SAAVEDRA, F. (2005) La »Clavícula de Salomón»: la magia como osamenta expresiva de los miedos y deseos humanos. En Cuadernos del Minotauro. Nº2. Pág. 99.

[20] BAUTISTA CARRASCO, J.. (1864) Mitología Universal, historia y explicación de las ideas religiosas y teológicas de todos los siglos… Madrid. Imprenta y Librería de Gaspar y Roig, Editores. Pág. 391.

[21] MARTÍNEZ MAZA, C. (2014) Recursos mágicos paganos en la Iglesia tardoantigua. En Revista Internacional de Investigación sobre Magia y Astrología Antiguas. Volumen 14. Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga. P.15.

[22]https://www.europapress.es/sociedad/noticia–papa–dice–magia–incompatible–fe–pide–cristianos–eviten–cartas–tarot–quiromancia–20191204124044.html. Consultado el 5/12/2021.



Las particulares dóminas de los vaqueiros asturianos

SANCHEZ SANCHEZ, José Manuel

Publicado en el año 2022 en la Revista de Folklore número 479.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz