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Revista de Folklore número

476



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Rafael Borlaz, cirujano sangrador. Tarancueña, 1834

GARCIA DE ANDRES, Paulino

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 476 - sumario >



El cirujano sangrador

La salud estaba en manos de los médicos, que se auxiliaban del «barbero-cirujano-dentista-sangrador», popularmente conocidos como «cirujanos». Sin embargo había muchos lugares que no podían permitirse el lujo de tener médico. Entonces es cuando entra en juego el Cirujano en los pequeños pueblos o lugares. Podemos decir que es el antecedente del enfermero o practicante: hacía curas y pequeñas intervenciones, sacaba dientes y muelas y, por prescripción del médico, ponía ventosas y sanguijuelas y hasta trataba fracturas y luxaciones. Solían iniciarse los futuros cirujanos haciendo prácticas varios años con los médicos o cirujanos de profesión hasta que conseguían optar al título.

Mi primer contacto con el sangrador lo señalé en mi libro De Rebus Taranconiae[1] donde relataba que, entre los legajos desechados al adecuar la sala del Concejo y la Secretaria para convertirlos en Centro Social, encontré con los escombros algunos documentos entre los que se hallaban varias escrituras que el Concejo hizo al Cirujano Sangrador en los siglos xvii y xviii. Se referían a Joseph Yebes, de 1734 a 1736; a Antonio Balthasar Millán, en 1780; a Jacinto Yebes, «Cirujano aprobado en Cirujia y Sangrador», en 1805-13 y a Manuel Boular,[2] en 1815. En las dichas escrituras se estipulaba que «en todos los casos de Zirujia debía asistir, exceptuando los de mano airada, que esto a de ser probecho suio»; «que es de su cargo el rasurar y cortar el pelo a todos los vecinos y estantes y habitantes de este pueblo…»; «que ha de gozar del provecho de los montes y dehesas con sus ganados y que se le ha de dar leña como a cualquiera vecino». Por otra parte «ha de pagar caridades, guarda del monte, puente y fuentes, la mitad de lo que pagare cada vecino»; que «no podrá hacer noche fuera de casa sin licencia y se le ha de librar de toda carga real y concejil, a excepción si tuviera algunos bienes». Finalmente se lee que «se le exime de asistir a las adras concejiles».

Señalaré con unas pinceladas generales algunos momentos referidos a los sangradores desde la Edad Media hasta finales del siglo xix, con el único objetivo de entender un poco mejor el significado y funciones del cirujano sangrador.

Actividades propias de este oficio ya se realizaron durante toda la Edad Media, sin estar debidamente delimitadas sus competencias: «el barbero lavaba la cabeza y cortaba el pelo y la barba a sus clientes, preparaba y colocaba emplastos y curas, además de practicar la sangría; el maestro sangrador por su parte, supervisaba el trabajo del barbero y, además, aplicaba ventosas, daba masajes y reducía dislocaciones. Durante el siglo xiii se establecieron gremios de cirujanos barberos que regulaban las condiciones de aprendizaje y realizaban el control socioprofesional de los integrantes del colectivo»[3].

Mas antes de continuar con el siguiente momento de la profesión de cirujano sangrador permítaseme traer un recuerdo del padre de nuestro más insigne escritor. La madre de Cervantes era hija de un médico cordobés, pero el padre de nuestro escritor se quedó en una mezcla de enfermero y sacamuelas que vivía de realizar sangrías, curar heridas de urgencia, poner emplastos, intentar desinflamar torceduras y golpes, hacer pequeñas suturas y, posiblemente, de afeitar barbas.

Durante todo este tiempo medieval los cirujanos, sangradores y barberos, que están integrados en los gremios de las ciudades y siguen las normas de dichos gremios para el aprendizaje de la profesión, acaban mezclando sus funciones, de tal forma que las tres profesiones se acabaron convirtiendo en una, obligando a la promulgación de leyes, como la del año 1500, otorgada por los Reyes Católicos que fundan el Protobarberato, una institución compuesta por barberos mayores que obligaba a examinar y acreditar a los barberos sangradores y los diferenciaba del oficio de barbero común. Asi llegaron a recibir una titulación y un cierto prestigio social. Carlos III la suprimió en 1790, aunque en Castilla siguió funcionando dicho Protobarberato.

En 1804 ya encontramos los Colegios de Cirugía que serán los encargados de realizar los exámenes para la obtención de este título. El sangrador, que es el caso que hoy nos ocupa y que mostraré más adelante, debía realizar un examen teórico-práctico, una vez que había presentado los certificados de bautismo, de limpieza de sangre y de haber practicado con un cirujano. En dicho examen se «evaluaban sus conocimientos sobre las arterias y venas, la sangría y las sanguijuelas, las ventosas, el arte de sajar, así como la extracción de dientes y muelas».[4]

En 1827 con Fernando VII ya se hicieron oficiales y se les llama Cirujanos sangradores. Ingresaban en el Real Colegio a los 15 años y debían hacer tres años de prácticas. «En sus estudios se incluyen la anatomía, fisiología, higiene, terapéutica, partos, enfermedades sifilíticas, así como los afectos externos, vendajes, osteología y cirugía dental»[5]. Estos Cirujanos sangradores eran los que debían ejercer en los pueblos pequeños que no tenían suficientes recursos para soportar a un médico-cirujano. Así no es extraño que el médico de Atienza –distante treinta kilómetros– atendiera Tarancueña según queda constatado en el año 1655 [6].

«La reina gobernadora, en 1836, ante las demandas de los cirujanos sangradores para que le cambien la denominación de su título, determina que se formen a cirujanos de 1ª o cirujanos médicos; cirujanos de 2ª o cirujanos de Colegio; cirujanos de 3ª o cirujanos sangradores y los cirujanos de 4ª, que eran los de categoría inferior no incluidos en las anteriores»[7]. En nuestros pueblos castellanos de poca población sólo tenían cirujanos de tercera o cuarta categoría.

Va avanzando el siglo xix y en septiembre de 1842 «se firma un Decreto regulando los estudios de los cirujanos de tercera clase, en el que se expone la necesidad de que aquellos que quieran matricularse de estos estudios deben acreditar haber aprobado en dos cursos, en un Instituto o en Universidad, estudios de gramática, matemáticas, geometría, física, química y botánica»[8].

En 1846 se creó el ministrante que era un tipo de facultativo menor que superaba el nivel del Cirujano Sangrador. Era la persona que administraba medicamentos y remedios externos.

Con Claudio Moyano en los años 1857, 60 y 61 aparece la verdadera figura del practicante como subalterno de la Cirugía y se organiza la enseñanza de estos profesionales.

Con la revolución de 1868 se estableció la libertad de enseñanza, y asi en muchos lugares se ofertó la enseñanza libre de los practicantes, aunque debían revalidar sus conocimientos en las facultades de medicina. Esta libertad condujo a que se titularan un gran número de cirujanos y practicantes[9].

En 1875 aparece la profesión denominada «cirujano-dentista», por la que los practicantes pierden la función que tradicionalmente la ley les había otorgado. La Asociación de practicantes insiste en que el gobierno apruebe una nueva titulación, la de cirujano practicante, que incluya también la asistencia a las parturientas y la separación absoluta del oficio de barbero y que estos no hagan funciones de practicante. Es por estos años cuando el oficio de barbero se desliga de otras funciones que no sean las específicas de tal profesión[10].

El ministro José Canalejas reglamentó nuevamente la carrera de practicante y también la de matrona, en la normativa de 1888. Así vemos que en la misma se dispone que el practicante está habilitado para el ejercicio de las operaciones comprendidas bajo la denominación de cirugía menor, que podrán ser realizadas cuando sean ordenadas por un médico, además de poder actuar como ayudante en las grandes intervenciones quirúrgicas. A principios de siglo xx, concretamente en enero de 1902, tras autorizarles en determinadas circunstancias a la asistencia de los partos normales se abre una nueva vía de conflicto, esta vez con las matronas[11].

Rafael Borlaz y Liceras[12]

La partida de Bautismo nos revela algunos datos de sus padres y abuelos que interesan al desarrollo de la profesión de Cirujano Sangrador y prueban la constancia de algunos apellidos de los testigos que se siguen conservando por las Tierras de Gormaz y de Caracena y de parte de la Tierra de Ayllón: Arribas, Muñoz, Fresno, Pascual, Fernández, Martínez. No sucede lo mismo con los apellidos de nuestro protagonista y su padre, el apellido Borlaz, que nunca lo hemos oído por estas tierras. Los lazos familiares de estas gentes de nuestra Comarca están íntimamente conexionados a ambos lados de la sierra Pela. Nunca han dividido las montañas a las personas: tenían su economía basada en la agricultura y ganadería; la producción de hortalizas en pequeños huertos y huertas; la pertenencia a la misma diócesis de Sigüenza, juntándose en las mismas romerías de Tiermes y el Padre Eterno, una al norte y otra al sur de la Sierra Pela, de donde salían una gran parte de los matrimonios.

Rafael era natural de Tarancueña, pero su padre era vecino de Recuerda, de donde era Cirujano; su abuelo, Francisco Borlaz, era de Valvieja, también Cirujano y su abuela, de Villacadima. Antes de Recuerda, el padre de Rafael estuvo en Tarancueña, como he señalado en la nota 2, donde nació su hijo, tambien Rafael. Queremos entender que el primer Borlaz vino a esta tierra procedente de otros pueblos más al sur dentro de la actual provincia de Guadalajara, durante algunas generaciones los Borlaz se afianzaron al sur oeste de Soria, aunque no tanto como para haber quedado alguna huella en estos territorios.

Solicitud al ayuntamiento

En las líneas que siguen solicita información al alcalde de la Villa y Tierra de Gormaz sobre su filiación, la experiencia adquirida junto a su padre, Cirujano Sangrador, sobre su limpieza de sangre y sobre su adicción al Gobierno de ese momento. Rafael Borlaz solicita una serie de testimonios, por parte de los testigos que presenta, para obtener informes favorables, y así le acepten en los estudios superiores con vistas a obtener el título de Cirujano Sangrador.

La Comunidad de Villa y Tierra tenía un alcalde mayor, dos alcaldes ordinarios y un síndico procurador. No era una elección abierta, sino efectuada en el seno del ayuntamiento, excepto cuando el alcalde ordinario lo nombraba el rey o el señor jurisdiccional[13]. Los alcaldes ordinarios eran los encargados de impartir justicia en primera instancia en lo referente a lo civil; lo criminal dependía directamente del alcalde mayor. También presidia los concejos. El procurador síndico era el encargado de representar, defender y promover los intereses de la comunidad. Era la voz de los vecinos en el ayuntamiento y acompañaba al escribano en todos los actos que se celebraban dentro o fuera de la villa.

Leída la solicitud, el alcalde le responde que presente los testigos pertinentes y que, juntamente con el Procurador Síndico de Recuerda, se presente en el Concejo.

Informaciones

Tres eran los documentos que se han venido exigiendo desde el siglo xvi y hasta el siglo pasado con un nombre u otro, requisitos esenciales para ingresar en las universidades españolas, para opositar a una beca, para presentarse al examen para la obtención de un grado, etc.: De vita moribus, De sufficientia scientiae, De puritate sanguinis, es decir, buena conducta, suficiente preparación intelectual y pureza de sangre. Había un cuarto requisito: el De pauperitate originis, para el que declarara tener escasos recursos económicos. Las declaraciones de los testigos recogen información suficiente que el estudiante Rafael presentará cuando haga la matrícula.

De puritate sanguinis se refería a la limpieza de sangre. Antes de analizar los certificados de nuestro estudiante Rafael, citaré varios ejemplos de documentos que hacen relación a la limpieza de sangre para dos estudiantes de la Comarca de Tiermes-Caracena.

El primero se refiere a don Andrés de Buscavida Ibañez García y Horcajo, (AHN, Universidades, L.420, exp. 13), nacido en Noviales con orígenes en La Perera. A finales del xviii se pide información sobre él de esta manera:

Ítem si saben que el dicho Andrés de Buscavida, oppositor y los dichos su padres abuelos y bisabuelos y demás ascendientes por ambas líneas todos ellos y cada uno de ellos son christianos viexos, limpios de limpia sangre, sin rrala ni macula de moros, judíos, herejes no conversos, ni de otra secta nuevamente convertidos y por tales son tratados tenidos y comúnmente rreputados, y que, de lo contrario, no habido fama, duda, rumor ni sospecha […]

Ítem si saben que ni don Andrés de Buscavidas ni los dichos sus padres ni sus abuelos ni bisabuelos por ambas líneas del opositor han sido castigados ni condenados por el Santo Oficio de la Inquisición ni afrentados por penitencia ni castigo del Santo Oficio ni por otra justicia eclesiástica ni secular, ni de ello ha tenido fama rumor ni sospecha y que si la huviera este testigo lo supiera y no pudiera ser menos.

El segundo se refiere al estudiante de Tarancueña, don Bernardo García de Utande en 1693. (AHN, Universidades, leg. 68, nº 129). Y es el testigo Don Francisco Conde quien dice de él que

sabe que el susodicho, sus padres y abuelos paternos y maternos son cristianos viejos, limpios de toda raza de moros, judíos y que no han sido castigados por el Santo Tribunal de la Inquisición, y sabe que el dicho D. Bernardo Utande […] digno de recibir los grados que pretende y lo firmaron.

A nuestro estudiante Rafael, que intenta empezar sus estudios en el Real Colegio le exigen, como se hacía en la época, una certificación de genealogía, limpieza de sangre, rectitud de costumbres, suficiencia cultural y escasez de medios económicos o pobreza. Necesita solicitarlo en la villa de Gormaz, como cabeza de la Tierra, a la que pertenecía el lugar de Recuerda, donde a la sazón vivía con su padre, que era cirujano sangrador.

Con la asistencia del alcalde de la Tierra y el procurador síndico y el escribano se presentan los testigos quienes responden a las preguntas establecidas para estos casos.

Testigo 1º Francisco de Gregorio

Testifica sobre su limpieza de sangre, no solo sobre su práctica de sangrador con su padre, sino también sólo, su buena conducta y lealtad al gobierno.

En la villa de Gormaz, a catorce días del mes de octubre de mil ochocientos treinta y cuatro, ante el señor Jacinto Muñoz, alcalde real ordinario de ella y su Tierra, compareció por testigo para la información ofrecida, Francisco Gregorio, vecino del lugar de Recuerda a efecto de tomarle su declaración a quien su merced por ante mí , el escribano, previa citación del Procurador Síndico General de Recuerda, Manuel Fresno, y recibió juramento por Dios N.º Señor y a una señal de cruz que hizo, en toda forma de derecho, bajo del cual prometió decir verdad en lo que supiere y le fuere preguntado, y siéndolo por el tenor de los capítulos que contiene el pedimento que motiva estas diligencias, leído que le fue enterado de ellos, dijo y depuso lo siguiente.

A la primera pregunta dijo que sabe y le consta que Rafael Borlaz es hijo legítimo y de legítimo matrimonio de don Manuel Borlaz, Cirujano Titular de Recuerda y su Partido, y de Germana de Liceras, su madre, ya difunta; nieto paterno de don Francisco Borlaz y Francisca Arribas, vecinos en Valvieja y Cirujano Titular en él, y maternos Juan Mateo Lizeras y Antonia Martínez, vecinos que fueron de Villacadima, a los cuales y demás descendientes son y han sido, y para tales los ha tenido, cristianos viejos, limpios de toda mala raza de moros, herejes, judíos, no de los nuevamente convertidos, ni tampoco sabe hayan sido castigados por ninguna ley general antes, por el contrario son y descienden de buena sangre y de la facultad quirúrgica muchos de ellos y otros han ejercido los oficios honoríficos de reppcª y responde

A la segunda pregunta dijo que sabe, es público y notorio en todo el pueblo, que Rafael Borlaz como hijo de don Manuel Borlaz, Cirujano Titular de Recuerda, siempre ha estado en compañía de su padre, ejerciendo la misma facultad, sangrando y asistiendo a los enfermos junto con dicho su padre y, cuando este se hallaba enfermo, en sus ausencias, asistía dicho Rafael, solo, a los enfermos con todo esmero y prontitud y que le ha tenido y tiene por adicto a el gobierno de SM la reina gobernadora y su excelsa hija sin cosa en contrario; que es cuanto puede decir y declarar y toda la verdad bajo del juramento fecho […] en ella se afirmó y ratificó leída, dijo ser de edad de sesenta y dos años y lo firmo con su merced de que yo, el escribano, doy fee.

Tanto el segundo testigo Lorenzo Pascual, cuanto el tercero Manuel (C)Zenegro, ambos vecinos también de Recuerda, hacen la misma declaración según lo firma el escribano, por lo cual no repetiré sus declaraciones. Las tres declaraciones van debidamente firmadas, llevando el signo, firma y rúbrica[14] del escribano de Gormaz, don Thomás Pastor y Agustín. Hay una legalización por parte de los notarios de Berlanga de Duero: Francisco Abad Soria y Ramón Núñez.

El maestro es quien le expide el certificado De sufficientia scientia, en algunas épocas llamado certificado de Latinidad, aunque este incluía más materias o conocimientos necesarios para empezar los estudios universitarios. Lo que le expide es un Certificado de educación que sin duda alguna, le serviría para su objetivo.

Todo un modelo de caligrafía y excelente redacción. En una página posterior el escribano Thomas Pastor legaliza este certificado del maestro Santiago Fernández, haciéndolo también los notarios de Berlanga de Duero.

Hace la matrícula en el Real Colegio

Hace la instancia solicitando ser admitido en el Real Colegio de San Carlos y acompaña la documentación exigida como dice en la instancia.

Finalmente paga lo exigido por el reglamento para poder matricularse. Y aquí perdimos su pista.

En los siglos pasados, incluida la primera mitad del siglo xx, los que tenían la oportunidad de estudiar eran los hijos de los funcionarios que ejercían en los pueblos castellanos, cabezas de partido: los hijos del médico, del veterinario, del farmacéutico, del secretario y del maestro. Los demás pueblos que pertenecían a dicha cabeza de partido, únicamente tenian dos funcionarios: el cura y el maestro. A estos había que añadir el cirujano sangrador.

Tambien tenían la oportunidad de estudiar los hijos de los más hacendados de cada pueblo, no más de dos o tres, aunque su hacienda apenas si daba para soportar los estudios, por lo que la mayoría necesitaban los certificados de De pauperitatge originis.

Pasados los años 50 del siglo pasado con la emigración a las capitales, de todas las familias, aunque pobres, podían estudiar la mayoría de los hijos.




NOTAS

[1] GARCIA DE ANDRÉS, Paulino, DE REBUS TARANCONIAE, 2. Oficios y profesiones, s. xviii-xix, Centro de Estudios Sorianos, 1988, pp.65-66.

[2] El escribano debió escribir Borlaz, pues es el padre del Cirujano Sangrador que hoy nos ocupa.

[3] SILES GONZÁLEZ, José, Historia de la enfermería, V. I y II Consejo de Enfermería de la Comunidad Valenciana, Alicante, 2004, V.1, p.162.

[4] HERRERA RODRIGUIEZ, Francisco, HISTORIA. Un capítulo de la enfermería: la «Cirugia Menor» en la España del siglo xix, pp. 18-19.

[5] HERRERA RODRIGUEZ, op. cit., p.19.

[6] GARCIA DE ANDRÉS, Inocente: La Inquisición contra el pueblo de Tarancueña. Año de 1655-56. Fe y superstición en la religiosidad popular, Revista CELTIBERIA, nº 97, Centros de Estudios Sorianos, 2003. Este médico denunció ante el Comisario de la Inquisición de Atienza que en Tarancueña bañaban unas reliquias con la finalidad de que lloviera.

[7] HERRERA RODRIGUEZ, op. cit., p. 20.

[8] Íbidem, p. 20.

[9] Íbidem, p. 22.

[10] Íbidem, p. 23.

[11] Íbidem, p. 25.

[12] AHN, UNIVERSIDADES,1186,Exp.64.

[13] LORENZO CARRASCO, VIVAS MORENO Y CABEZAS CORCHERO; Thesauro de oficios municipales del antiguo régimen castellano.

https://doi.org/10.18172/brocar.1763

[14] El escribano con su propio signo o dibujo validaba las escrituras y ello le confería garantía legal. Los testigos debían corroborar de alguna manera la veracidad del documento, bien con su firma, bien con alguna indicación en el signo del escribano. No podían cambiar su signo, pues era una concesión del Monarca. Unos signos procedieron de la cruz y entre sus brazos iban cuatro puntos variando a lineas, bucles, trazos, etc. Otros signos procedían de la palabra latina subscripsi, con las tres «s» que luego poco a poco se fueron desfigurando, dando lugar a tres «f» y posteriormente a cuatro. Y siempre con el signo de la cruz en la parte superior.



Rafael Borlaz, cirujano sangrador. Tarancueña, 1834

GARCIA DE ANDRES, Paulino

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 476.

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