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Revista de Folklore número

476



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Pliegos de cordel de contenido religioso

RESINES, Luis

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 476 - sumario >



En la Fundación Joaquín Díaz radica un depósito increíble de Pliegos de cordel, puestos a disposición de los investigadores. La variedad de materias que abarca, así como la cantidad de ejemplares, hace imposible examinar el contenido completo de semejante fondo. Era forzoso hacer una selección, para reducir el espacio estudiado a términos más asequibles.

He centrado mi atención en unos cuantos pliegos de contenido específicamente religioso, a fin de examinarlos, y valorar qué tipo de información y de formación religiosa se ha transmitido por ese medio.

Una palabra primera, indispensable, para quienes desconocen los pliegos de cordel lleva a señalar unos impresos endebles, de pocas hojas (el que más es un folleto de 8 páginas) y en ocasiones de un solo pliego con información casi siempre en verso, acompañada de grabados alusivos al tema. Estos grabados constituyen en ocasiones una sucesión de 48 viñetas pequeñas que sustentan el desarrollo del relato, con explicación en forma de un pareado o terceto para cada viñeta. Tales impresos, incluidos en lo que se suele denominar «no libro», salían de unos cuantos establecimientos tipográficos que hacían gran negocio con su estampación; eran despachados en cantidades notables a unos vendedores ambulantes que en sus recorridos habituales los exhibían colgados de un cordel (de ahí su nombre), a la vez que los pregonaban o recitaban para interesar a la clientela a que los comprara. Los asuntos contemplados eran de lo más variado: sucesos de actualidad, crímenes pasionales, canciones de moda, composiciones satíricas,... y también los había de contenido religioso, dado que era un tema que tenía buena venta.

Estos –algunos de éstos– forman parte de este estudio, tratando de ver en ellos qué fondo religioso transmitían, qué enseñanzas resultaban válidas, qué informaciones constituían desviaciones notables respecto a la fe cristiana, qué hechos maravillosos presentaban como verídicos, aunque no sostuvieran un análisis un poco serio,... En definitiva, cuál era la calidad de una información religiosa, de procedencia nítidamente cristiana, aunque en ocasiones con resabios de paganismo, de magia, de superstición.

Los pliegos examinados permiten extraer unas conclusiones generales. Pero los elementos comunes no impiden valorar cada uno en particular; es más, resulta obligado hacerlo así, porque cada pliego es independiente de los demás; porque cada uno obedece a los criterios de su propio autor; porque los aciertos o desaciertos de un pliego no se pueden atribuir a los demás. La formación de los autores puede ser de lo más variada, a juzgar por lo que han dejado escrito, pues difícilmente cometerá un disparate una persona de aquilata formación, y, al contrario, otro menos preparado cederá a las exigencias del verso, aunque afirme un disparate.

Hablando de los autores, lo común es que los pliegos resulten anónimos, sin poder ir más lejos, aunque en ocasiones sus escritos demuestren el nivel elevado de quien emplea ideas o términos ajustados; o quien manifiesta desconocer lo que afirma y lo confunde. Por principio, cualquiera podía componer un relato, o emprender una versificación sencilla en pareados; cuando la estructura de los versos se complica o la rima es más precisa, se adivina que la pluma que escribe está respaldada por una preparación mejor. De ahí la calidad interna muy diversa. Desde el anonimato es posible dar un salto cualitativo para señalar nombres concretos de autor de algunos pliegos. El hecho mismo de no ser grandes tratados o estudios no ha impedido a algunos firmar sus escritos, para saber a quién atribuírselos.

De esta forma constan los nombres de: Francisco Gallego (sobre la Trinidad); Cireneo Cegarra que fue capuchino en Sarriá; Francisco González de Figueroa, un ciego murciano; Luis de Ramos y Coria; el sevillano Miguel Cid; Diego de Hornedillo; Lucas del Olmo Alfonso; y un religioso franciscano de Valencia, que plasmó sus composiciones en las paredes del claustro de uno de sus conventos. Hay otro pliego que en lugar de firma hace constar «A.M.D.G.», acrónimo que revela que detrás hay un jesuita, por el uso que hicieron del mismo, junto al detalle de la publicación en la serie «Hojitas de oro, num. 124», también de los jesuitas. Ocho identificaciones son pocas, pero aún cabría esperar menos.

La fecha de redacción también resulta una incógnita imposible de despejar. Es evidente que la fecha de impresión (cuando consta) no ha de suponer que sea la de redacción. El gran negocio en que se basaban los pliegos consistía en editar y reeditar aquellos que tenían más éxito, más venta; por lo cual, la fecha no puede ser más que una aproximación, si es que existe. Otro elemento puede ser el tipo de impresión, que algo permite aproximarse al origen; o incluso el tipo de papel. Pero en cualquier caso no es un elemento determinante para valorar la calidad intrínseca de lo escrito. Aunque sean escritos por un autor de valía, destinados a ser vendidos, y, por lo mismo, repetidos, aprendidos de memoria, y luego recitados, no se puede pretender encontrar en ellos la calidad de un tratado bien pensado y reflexivo. El más antiguo de todos, procede del siglo xvi, de 1568, impreso en Valencia por los herederos del conocido tipógrafo Juan Navarro. Desde entonces, hasta casi nuestros días, se desgrana una larga cadena imposible de ordenar con tal criterio.

Hay otro aspecto curioso, digno de ser tenido en cuenta. Ya desde los tiempos de Trento (1563) el recurso a la imprenta por parte de todos los protagonistas de una y otra tendencia, hizo que proliferaran numerosísimos escritos en los que se difundían todo tipo de doctrinas. El concilio estableció la prohibición de publicación anónima, y también que los escritos fueran examinados por la autoridad, para evitar doctrinas erróneas. Pues bien, este requisito de la aparición de impresos de contenido religioso se difundió, hasta el punto de que hay algunos pliegos de cordel, que han cumplido esta condición. La mayoría, sin embargo, confeccionados sin control de ninguna clase, por quien veía en ello una fuente fácil de ingresos, ni necesitaban ni se molestaron en acudir a algún tipo de revisión sobre los contenidos transmitidos. Es evidente que la consecuencia se deja sentir: afirmaciones más que dudosas; enseñanzas históricas carentes de rigor; alguna herejía más o menos velada, enseñanzas gratuitas o imaginarias,... Junto a esto, también hay quien no ha enviado su escrito a la censura eclesiástica, pero se ha documentado para que no pudieran acusarle de ligereza o falta de formación. Los pocos pliegos estudiados en los que consta la revisión eclesiástica son: Testamento que hizo Cristo... ; Tratado espiritual; Romance nuevo... de María Santísima del Populo. Tres ejemplares únicamente.

Otros pliegos optan por un subterfugio que les reviste de cierta valía, al indicar que se conceden indulgencias por el empleo de esos pliegos; al fin y al cabo, no costaba nada añadir el complemento de las indulgencias, pues nadie se iba a preocupar en comprobar si era cierta o no tal concesión. Es el caso de Romance espiritual... sobre la Trinidad; Misterio del nacimiento de Jesús; Letrilla al naïxement de nostre Senyor Jesucrist; Las siete palabras que Jesucristo habló en la cruz; Preparación al parto de María; Los siete dolores; Nuestra Señora del Camino. Oración; Milagroso retrato de María Santísima de Regla; otro sin título, procedente de Cataluña; Excelencias de la misa; Saetas místicas.

A nadie extrañará que, según los casos, los pliegos hayan partido de información contrastada procedente de la historia, aunque se trate de comentar un acontecimiento particular. Junto a ello, dado su carácter religioso, resulta indispensable contar con la narración bíblica, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Tampoco extrañará que se haya acudido con absoluta normalidad a los evangelios apócrifos, cuyos relatos gozan para los autores de la misma autoridad que la biblia o que la historia. Y, yendo un poco más allá, se ha acudido con cierta frecuencia a la imaginación, a la fantasía. Todo es aprovechable, y nada es discutido o afirmado con reservas. Los enunciados son siempre seguros, pues de esta forma no siembran dudas en los que oyen a los vendedores, ni en los lectores de los pliegos, una vez adquiridos. Cabe decir que son una oportunidad para aprovecharse de la credulidad y ingenuidad del auditorio, casi siempre carente de medios para hacer una comprobación. Dicho de otro modo, los pliegos constituyen una ocasión de hacer negocio con su venta aprovechando la ignorancia de los oyentes. Se imponía el sagrado respeto a la letra impresa, cuya valía no se discutía. Por consiguiente, existe en conjunto una verdadera amalgama de fuentes de lo más variado, que en ocasiones aparecen también en un mismo pliego, en el que se mezclan elementos ciertos con otros fantaseados, sin graduación, ni discernimiento entre ellos.

Además, resulta indispensable dejar constancia de una dificultad casi imposible de eludir: el nivel de influencia de la religión «oficial» (predicaciones, celebraciones, sacramentos, escritos,...) en los pliegos. Se puede asegurar que aquellos que tienen por autor a un eclesiástico no difieren de cuanto se presentaba por otros conductos; pero son los menos. La mayor parte son anónimos, de autor desconocido, y con frecuencia es fácil suponer que de extracción popular; estos se muestran más permeables a incorporar todo tipo de fuentes. Cabe pensar que alguna influencia oficial pesa sobre la mayoría de los pliegos de origen más popular, porque sería demasiado llamativo establecer un contraste abierto o un enfrentamiento con enseñanzas que el pueblo había hecho suyas y conocía de memoria. Era mucho más socorrido que, en lugar de la confrontación, se siguiera un camino paralelo, que, sin contradecir, aportaba toda clase de adiciones para complementar algún hecho ya conocido. De esta forma, sin romper el molde establecido, éste se desparramaba en cualquier dirección, con florituras y adornos que hacían el relato original y legítimo más llamativo y ameno, tanto para estimular las buenas obras, como para marcar a fuego el miedo en las mentes.

El oyente que oía al vendedor el recitado, el lector del pliego ya adquirido, ¿por dónde se decantaba?: ¿por dejar a un lado las afirmaciones más espectaculares, como cosa de pura imaginación?, ¿o por aceptar y hacer suyos semejantes extremos que herían su imaginación, mucho más que la narración sobria y bien fundamentada? La cuestión queda indicada, imposible de resolver por carecer de información sobre el impacto que estos pliegos podrían ejercer en sus oyentes y lectores. Tan sólo cabe pensar en un vestigio, que tampoco es posible rastrear: la multiplicidad de ediciones de un determinado pliego mostraría una penetración en la mentalidad de los destinatarios, empapada de los criterios que se presentaban en él. Como solía ser frecuente, la parte primera del anuncio público y la exhibición de la mercancía era un acto colectivo, buscado de intención por el vendedor, que permitía los comentarios tras la escucha del recitado; y, después, con el pliego en las manos, tras haberlo adquirido, también solía ser una lectura colectiva, al amor de la lumbre en las largas noches invernales. De nuevo volvía a surgir el efecto multiplicador, comunitario, solidario. Los pliegos producían, pues, una impregnación social, que sustentaba el imaginario colectivo de grandes grupos. A esto hay que añadir que los vendedores, por ser ambulantes, iban dejando a su paso un reguero de influencia que solía irradiar por toda una comarca.

Todavía es preciso añadir que el pliego adquirido pasaba a ser un patrimonio familiar, porque los libros eran más caros, difíciles de adquirir, y de recordar en su totalidad. Pero los pliegos eran baratos: unas monedas. Y aunque muchos no supieran leer, todos podían oír la lectura autorizada que hiciera uno, con lo que todos participaban de los criterios impresos en el pliego. Como patrimonio familiar, pasaban de una generación a la siguiente, y en ocasiones eran conservados como un bien preciado, por la devoción que suscitaban, por el estímulo de algo recibido de los mayores, por el prestigio social que generaban cuando otros amigos y vecinos no los poseían. Además la estructura ordinariamente versificada contribuía no poco a su repetición, memorización y permanente recuerdo. Por tanto, la influencia de los pliegos traspasaba el tiempo y llegaba con frecuencia más allá de la vida de los primeros poseedores.

Sólo es posible examinarlos y presentarlos con una cierta sistematización. Y ésta es forzosamente temática. Agrupados por afinidades en la materia tratada es más fácil seguir un orden medianamente lógico, aunque a veces abordan más de una cuestión, o enuncian una y después derivan en otra distinta. Así aparecen también afinidades, influencias, repeticiones o contradicciones.

El orden que he seguido es el siguiente:

1. La biblia y la historia sagrada

2. La Trinidad

3. Jesús

4. María

5. Devociones marianas

6. Sacramentos

7. Otras devociones

8. Santos

9. Procedencia cubana.


Una advertencia es que con los pliegos, se han mezclado dos ejemplares de «aleluyas», de gran afinidad entre sí. Las «aleluyas» eran pequeños papeles con un mensaje, un grabado, o ambas cosas, que era repartido en las iglesias en ciertas solemnidades señaladas. Pero en este caso los motivos tratados coinciden, y no he hecho diferencia entre uno y otro grupo.

Sección primera: Biblia e historia sagrada

Para muchos, ambos conceptos son equivalentes, a pesar de la diferencia fundamental. La biblia es la palabra misma de Dios, en la que Dios empeña su enseñanza transmitida a los hombres con criterios y lenguaje humano, –el de los escritores o hagiógrafos– con vistas a la respuesta que el hombre ha de dar a la iniciativa divina. Consta de relatos, enseñanza, poemas, revelaciones,... La historia sagrada es una reducción empobrecida, que pone su atención en los relatos narrados en forma de historia, especialmente los más llamativos o los más importantes por sí mismos. Tan fuerte reducción hace que la denominada historia sagrada esté fundamentada en la biblia, pero ceñida a unos hechos y dejando de lado otras enseñanzas con frecuencia mucho más notables.

1. Pasajes de la Historia Sagrada. Primera parte, y Segunda parte (PL 842 y PL 843)

Son dos pliegos con este título. Están integrados ambos por 40 viñetas en cada parte, cada una de las cuales tiene un título de la escena representada, más un terceto explicativo. El autor, consciente de lo que ofrece, indica: «He aquí de la Biblia santa / un compendioso resumen...». La primera parte arranca en la creación (incompleta) y abarca hasta Moisés; la segunda, se inicia con Josué y llega hasta Job (al que se le concede existencia histórica indiscutible). Hace un recorrido bastante aceptable por los personajes más destacados, aunque no siempre sea así, pues menciona a las «hijas de Reguel», que son despreciadas por unos pastores y defendidas por Moisés (Reuel: Ex. 2, 17ss). También altera el orden de los hechos, pues antepone la toma de Jerusalén al reinado de Ezequías (2Cro. 29-32). Introduce cambios, pues a Samuel lo califica de «sacerdote», en lugar de «profeta», con que la Biblia le presenta siempre.

2. [Historia sagrada I e Historia sagrada II]. (AL 1 y AL 3)

Paralelos por su contenido a los pliegos anteriores son dos aleluyas, carentes de título. Son dos pliegos con 48 viñetas cada uno, realizadas en color, que se complementan: el primero desde la creación hasta el cordero pascual y la salida de Egipto, y el segundo desde los exploradores de Palestina enviados por Moisés hasta los Macabeos. Sin embargo, las viñetas carecen de pie de imagen, que es preciso suplir o imaginar. Es muy notable la falta de orden correlativo con el de la biblia: narra primero la muerte de Moisés y después el paso del mar Rojo. También se produce repeticiones en José que salva su castidad (dos veces) y José que recibe a su padre Jacob (también dos veces).

Presenta la imaginada creación de los ángeles, que no consta en la biblia, y muestra a Dios por el empleo del símbolo tradicional del triángulo equilátero hasta en ocho ocasiones. Al igual que el pliego anterior, pone la atención en lo narrable de la biblia, y, acorde con los criterios que se manejaban en el momento previsible de su realización (finales del siglo xix), concede a Jonás una existencia histórica segura, que hoy nadie afirma. Tanto el anterior pliego, como este aleluya tratan de rememorar algo que resultaba conocido por la catequesis reglada por la Iglesia, con la particularidad de que el pliego cumplía mejor su función porque los tercetos de cada viñeta situaban al lector ante el hecho recordado, en tanto que en el que carecía de explicaciones tenía que apelar a la imaginación o a la memoria.

Por descontado, las más hondas enseñanzas contenidas en el Antiguo Testamento que estos impresos abarcan, quedaban completamente fuera de su campo de visión, con la pérdida correspondiente. Era la consecuencia de ceñirse a la mera narración de hechos llamativos.

3. Los cuatro santos evangelios. (PL 6)

El título de este pliego confunde, pues cabría pensar que constituye una exposición sobre los evangelios y su enseñanza. Es todo lo contrario, porque en realidad roza la magia, desde el momento en que exhorta a llevarlos «todos consigo contra todos los males estando en gracia de Dios». Tiene unos versos iniciales en lo que reitera que «esta reliquia preciosa / sirve contra hechicerías / y nube[s] tempestuosas / y contra las brujerías...». Tras los versos prosigue en prosa reproduciendo cuatro fragmentos de los evangelios: curación de la suegra de Pedro (Lc. 4, 38-40); las tentaciones de Jesús (Mt. 4, 1-11); el prólogo del evangelio de Juan (Jn. 1, 1-14); y la aparición a los discípulos (Mc. 16,14-18). El conjunto del pliego (o del impreso) es, por tanto, presentado al lector como una reliquia o talismán que tiene poder para proteger por sí mismo a su poseedor; con ello se subvierte la misma palabra de Dios, que, en lugar de aportar la salvación con un mensaje que invita a aceptar a Dios de corazón, se convierte el protector mágico y automático por no se sabe qué poderes ocultos. Ni siquiera se insinúa la razón de la selección de esos cuatro pasajes evangélicos en lugar de otros, como si éstos fueran más eficaces para «proteger» de peligros. Por si aún fuera poco, el texto se adoba con una supuesta concesión de indulgencias por parte de Pío VI (papa entre 1775 y 1799), pero no a quien leyera los textos seleccionados, sino a quien adore el Santísimo Sacramento. En definitiva, un verdadero rompecabezas, de signo mágico, con apariencia religiosa.

Sección segunda: Trinidad

4. Romance espiritual que explica los misterios de la Santísima Trinidad. (PL 5351)

Su autor es Francisco Gallegos, quien lo articula en tres partes; lamentablemente el pliego está incompleto y ni siquiera están íntegras dos partes conservadas. El pretencioso título se atreve nada menos que a «explicar los misterios de la Trinidad»: ¡increíble! Nadie lo había logrado y es fácil que nadie lo consiga, salvo al autor de este pliego.

Hace intervenir al profeta Jeremías, como si él fuera el oráculo que proporcionara las arcanas explicaciones. Aquí se interrumpen los versos, y ya en lo conservado de la segunda parte se describen la anunciación de Jesús, las dudas de José, el nacimiento, la huida a Egipto, el retorno, el establecimiento en Cafarnaum, la elección de discípulos y la muerte de Jesús; con ello concluye el pliego que anuncia la tercera parte con la pasión detallada, que no se ha conservado.

En la parte conservada se aprecia un estilo bastante ampuloso frente al texto más sobrio del evangelio; además, mezcla la historia con la fantasía cuando indica que al llegar Jesús a Egipto se derrumbaron todos los ídolos que allí había. La aventurilla de los ídolos egipcios está tomada del Evangelio del pseudoMateo, (cap. 22-23) que indica que en el templo llamado el «Capitolio de Egipto» había 365 ídolos (tantos como días del año), que cayeron a tierra ante la presencia de Jesús, pues no podían subsistir al lado de Dios hecho hombre.

La «explicación» de la Trinidad se queda en un comentario versificado, a modo de romance, de algunos datos conocidos de la infancia de Jesús, y una breve síntesis de su vida adulta. Nos deja con la miel en los labios de una explicación que nos hemos perdido.

Sección tercera: Jesús

5. Misterio del nacimiento de Jesús. (PL 13)

Constituye en realidad una estampa con un grabado que representa la escena del nacimiento y adoración de un pastor y una pastora. Junto a la estampa, un extenso texto que señala las indulgencias que concede el obispo de Calahorra-La Calzada al rezo «ante la santísima Virgen de Belén» o ante el niño, o ante san José, a elección. Todo ello rodeado de una greca tipográfica. Hay una precisión extra, pues señala que el grabado del nacimiento es el que se conserva en la iglesia del Hospital general de Palma. No llego a entender por qué esa representación es más digna de consideración que otras.

6. Villancicos nuevos al nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. (PL 246)

El título de este pliego no engaña, aunque esconde que se trata de una pequeña colección de composiciones versificadas, además de la del título: Coplas al Santo Nacimiento; Otras de pastorela; Adoración y súplica de los pastores. Las cuatro composiciones, en cuartetas, al estilo de los villancicos tradicionales, son de buena factura, y invitan a la contemplación del nacimiento de Jesús.

7. Letrilla al naïxement de nostre Senyor Jesucrist. (PL 1915)

Constituyen 27 quintillas centradas en el nacimiento de Jesús, destinadas a ser recitadas o cantadas. Son de buena composición que da a entender un autor culto. Las afirmaciones que hacen los versos resultan válidas, salvo la que señala que, con ocasión del nacimiento de Jesús, «las furias infernals / rabiant se postran», con una evidente exageración que supone que las furias infernales estaban al tanto de los planes de Dios. El pliego está adobado con la concesión de indulgencias por el obispo de Barcelona –escrito Pablo Sichar–, a los que las cantaren o rezaren. El obispo Pablo Sitjar presidió la diócesis entre 1808 y 1831, fechas que permiten una aproximación para datar el pliego.

Después de estos tres pliegos centrados en el nacimiento, hay que pasar a otros que se enfocan a la pasión y muerte de Jesús; parece que su vida, su actuación, su enseñanza, no merecieron ser ensalzadas con la misma intensidad.

8. Décimas nuevas de la sagrada pasión y muerte, resurrección y ascensión a los cielos de Nuestro Señor Jesucristo, con otras místicas y contemplativas. (PL 8)

Se trata de una cuarteta, a la que siguen cuatro décimas, cada una de las cuales asume como verso final cada uno de los de la cuarteta previa. La primera cuarteta contempla la muerte; la segunda el dolor de María: la tercera el descenso a los infiernos; y la cuarta la resurrección. Pero sin solución de continuidad, sin ningún titulillo o epígrafe, los versos continúan abordando otros temas en otras series concatenadas: La segunda serie se centra en las condiciones de la confesión; la tercera, sobre los mandamientos explicados, en ocasiones con notable brevedad; la cuarta, sobre la eucaristía y las condiciones para comulgar bien; y la quinta, como una acción de gracias a Dios por la obra de la creación. No concluye el pliego, pues en esta ocasión sí propone nuevo título: Trobos místicos. Dolorosa despedida de nuestro divino Redentor Jesús y su Santísima Madre. En la primera serie de estos trobos (en quintillas) habla Jesús, y en la segunda le responde María.

El pliego fue reimpreso en Tortosa en 1850, lo que apunta a una existencia anterior; y ha sido copiado y reimpreso con posterioridad, sin fecha, en Carmona (Sevilla).

9. Mística y contemplativa relación que refiere la sagrada Pasión y Muerte dolorosa de Cristo, nuestro amante Redentor. (PL 160)

Es una composición en forma de romance, continuado sin interrupciones, pero en el cual comienza hablando el propio Jesús quien se dirige en segunda persona al lector, como si se trataran de expresiones fidedignas («... así dice estas palabras: Cristiano, ¡cuánto me cuestas! / Hombre, ¡y qué mal me pagas!»); luego, sin transición, prosigue en tercera persona el relato de la pasión. Sólo al final, en los seis últimos versos, el autor se dirige al lector en primera persona del plural, para solidarizarse con él en la contemplación y devoción a la pasión que ha narrado («Tengamos en la memoria / la pasión de Cristo amarga...»). En el transcurso del relato de la pasión, también propone como veraces las palabras que María le dirige a su Hijo.

Además de proponer como auténticas las expresiones de Jesús o de María, hay un cierto tremendismo que exagera los sufrimientos («... a puntapiés lo levantan...») con el fin de tocar la fibra sensible. Junto a semejantes licencias, no sólo literarias, sino también sentimentales, es preciso destacar una información fiable –aunque no tan sensiblera– tomada del evangelio de Juan cuando indica con el término exacto el título (titulum, latino) de la cruz, y que éste constaba «en tres lenguas escrito, / griega, latina y hebraica». Esto revela a un autor observador fino, documentado, que cultiva más la sensibilidad que la oración.

10. Semana Santa. (AL 103)

Es el segundo «aleluya» con forma de auténtico pliego de cordel incorporado a este estudio. Está formado por 24 viñetas, y lo que le distingue de los pliegos genuinos es que, en lugar de pareados o terceros explicativas de cada grabado, en esta ocasión figuran unas décimas, lo que presta un estilo más literario. Al concluir el relato completo, la ascensión de Jesús al cielo es presentada con una viñeta que representa a la Trinidad santa, a la que se refiere también en el texto explicativo, como expresión de la gloria que le corresponde por su condición divina en plenitud.

11. Las siete palabras que nuestro Señor Jesucristo habló en la cruz. (PL 130)

Pliego en forma de cuadernillo, que adolece de una composición tipográfica deleznable, llena de fallos; además, ha sido muy usado y doblado en cuatro partes, lo que se acusa en pérdidas de pequeños fragmentos de papel en los pliegues, y, por tanto, algo del texto.

El pliego contiene: 1º. «Las siete palabras que Cristo habló en la cruz» (que han subido al título general; compuestas en quintillas, con una breva introducción, una estrofa para cada una de las palabras que recogen los evangelios, más otra conclusiva. 2º. «Despedida de la Santísima Virgen a su hijo» (diversa de la que figura en Décimas nuevas... (PL 8). Las estrofas del inicio no ocupan la primera columna, sino la segunda; además, una estrofa aparece dividida sin justificación. 3º. «Copia auténtica de la oración que fue hallada en el Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén, de la cual su Santidad tiene una verdadera copia en el Oratorio del Rey Felipe II, y depositada en una lámpara de plata, que dice así». Como se aprecia, el título de esta tercera parte en un despropósito fenomenal, donde se mezclan elementos y se hacen afirmaciones con una ligereza que desborda todo procedimiento histórico.

Pero sería menos malo si sólo fuera eso lo llamativo. Lo que sigue a continuación del titulillo transcrito supera todo lo imaginable e incide estrepitosamente en lo irrisorio; el afán de com-padecer con Cristo sufriente llega al ridículo. He aquí el texto íntegro: «Habiendo la Reina de Hungría, Santa Isabel, hecho muchas y particulares oraciones a Nuestro Señor Jesucristo, y deseando saber por su propia boca la sagrada pasión y muerte, se le apareció el divino señor y le dijo lo siguiente: “Hermana mía, los soldados que me prendieron fueron ciento ocho, los que me ataron fueron tres, los ejecutores treinta, los empujones que me dieron fueron ciento, las caídas hasta llegar a la casa de Anás fueron siete, los golpes en la cabeza y el pecho fueron ciento ocho, me dieron ciento cinco puntapiés para levantarme, y también me dieron cien golpes en los hombros, arrastrado por los cabellos treinta y tres veces, suspiré treinta veces amargamente, fui arrastrado por la barba treinta veces, los azotes que me dieron en la columna fueron cinco mil seiscientos setenta, cinco heridas en la cabeza; y en la cruz me dieron tres empujones mortales, las gotas de sangre que derramé fueron tres mil seiscientas setenta. Cualesquier devoto o devota que rezando todos los días por espacio de diez años siete Padres Nuestros, siete Ave Marías, con siete Glorias Patris, hasta cumplir el número de las gotas de sangre que derramé, les concedo indulgencia plenaria en remisión de Purgatorio; también les concedo que si muriesen antes de cumplir los diez [años?], será como si los hubiera cumplido. Prometo que bajaré del cielo a la tierra con los brazos abiertos para recibir su alma; también ... cuarenta días antes de su muerte [...] plendo a la santísima [...] también prometo que el que con fervor llevare encima esta oración, será defendido de toda tentación del demonio y no morirá de muerte repentina, como también la mujer que se hallare de parto, llevando con fervor esta oración encima, parirá sin peligro”».

Es el propio Jesús quien señala las condiciones para recibir la indulgencia plenaria que él mismo concede, con otra serie de ventajas adicionales, nada despreciables; no hay que buscar la benevolencia de cualquier obispo. Pero lo que parece indispensable es portar esta oración para que surta efecto. Sin embargo, esas promesas –aun siendo notables– empalidecen ante la narración detallada y contabilizada de la pasión, relatada como nadie podría hacer, en primera persona. Los evangelios tienen mucho que corregir. Por si aún fuera poco lo anterior, relata un ejemplo de alguien a quien decapitaron unos bandoleros, pero que, pese a la decapitación, pidió confesión a un capitán que pasaba por allí; avisado por éste el confesor, y hecha la confesión, el pobre hombre murió en paz (definitivamente).

12. El rastro divino. Contiene a más de las horas de la Pasión y muerte de Jesucristo, la sentencia y pregón de Pilatos (sic): las siete palabras que Jesucristo habló en el santo Árbol de la Cruz, y la despedida de la Santísima Virgen. (PL 366)

Pliego en formato de cuadernillo que contiene cinco partes independientes entre sí, con una temática compartida: 1º. «Por el rastro de la sangre... Es en cierto modo parecido a algunos versos que se encuentran en PL 160 (Mística y contemplativa...), aunque no iguales. 2º. Horas de la pasión y muerte de Jesucristo, que es una evocación de otros tratados similares, más amplios por formar parte de un libro, reducido aquí por las exigencias de espacio del pliego. 3º. Sentencia y Pregón de Pilatos (sic), que muestra, tras una breve introducción para los cristianos piadosos, el texto judiciario entrecomillado que el procurador Pilato decretó y fue pregonado por las calles de Jerusalén. Lo que no señala es la fuente de donde lo ha tomado. Es obligado señalar que esta sentencia y pregón, versificados, no coincide con la que, en prosa, consta en los evangelios apócrifos, lo que equivale a un inédito descubrimiento que no puede ser pasado por alto.

Las partes 4ª y 5ª de este pliego son «Las siete palabras que Jesucristo habló...», y «La despedida de la Santísima Virgen de su amado y tierno Hijo». Ambas son copia de lo que aparecía en PL 130 (Las siete palabras...). Como el impreso actual es más reciente, por tipografía, no hay duda de quién copió.

13. Testamento que hizo nuestro Señor Jesucristo orando a su Eterno Padre en la cruz. (PL 801)

Es un relato en primera persona, en que Jesús, desde la cruz, se propone hacer justicia por la conducta de los hombres. El título del pliego no ofrece resquicio alguno para la duda, y, aunque no conste semejante «testamento» en ninguna otra fuente conocida, ni siquiera es posible sospechar la veracidad de lo que se afirma que Jesús manifestó. El mismo Jesús se propone juzgar desde el patíbulo a buenos y a malos, y, en forma de legítimo testamento, «nombro mi heredera universal a mi Madre Santísima (...) Lo que ella ordenare en la Iglesia será confirmado en el cielo». A los ángeles les concede el gozo de la visión clara y de la fruición eterna. A los demonios, los arrojo de nuestra vista y compañía. A los justos y predestinados, herederos de todas mis promesas, (...) a estos justos los teman los demonios y los réprobos. A los reprobados, la concupiscencia de la carne, de los ojos y la soberbia (...) los desheredo de mi amistad y mi gloria. Al final añade una consideración, en palabras de la Virgen, para las que señala, como fuente, Mística Ciudad de Dios, sin más datos.

Aunque el pliego sea obra de jesuitas, como está indicado, y aunque se haga velada referencia a textos bíblicos, no hay más remedio que reconocer una inaceptable manipulación de los mismos, retorciendo el sentido de las afirmaciones. Poner en labios de Jesús lo que él no dijo, es una blasfemia, por más que lo escriba un jesuita. Y retorcer las enseñanzas bíblicas con el fin de dar a entender lo que Jesús no dijo constituye el peor de los servicios para difundir su mensaje, aunque se pretenda hacer para mayor gloria de Dios (ad maiorem Dei gloriam).

14. Tratado espiritual, en el qual se contienen dos obras: La primera trata de la venta de Judas (...) y la otra obra, el negamiento y llanto de sant Pedro... (PL 563)

Su autor es Francisco González de Figueroa. El largo título de este pliego, abreviado, da idea casi completa de su contenido real, puesto que al final añade un villancico sobre la negación de Pedro. Es un impreso venerable, por cuanto data de 1586, realizado en Valencia, por los Herederos de Juan Navarro. Consta como folleto de 8 páginas en letra gótica, más un grabado. Un detalle particular es que al final consta: «V. Petrus Joannes Asensius»; el hecho de estar en latín lleva a pensar que la «V.» hay que leerla como «vidit» y que todo ello supone la licencia de impresión. Estaba muy cercana la prohibición tridentina de no imprimir sin que constara nombre de autor y demás requisitos.

En forma de romance, relata la traición de Judas, pero se interrumpe en un momento determinado en que «habla el autor con Judas» para recriminarle su actuación; tras lo cual, «buelue a la historia»; ésta termina con una consideración provechosa para los que hoy venden a Jesús. La negativa de Pedro aparece en forma romanceada; y a continuación el «llanto de Pedro», con epígrafe propio, figura en décimas, y por tres veces repite el verso «quién es Dios y quién soy yo»; concluye con un «amén». La tercera composición, el «villancico», es una especie de súplica que invita a compartir el arrepentimiento de Pedro. Todo el conjunto del impreso termina con un «Laus Deo».

No es posible silenciar que ya en las últimas décadas del siglo xvi circulaban impresos, pliegos de cordel, con enseñanzas, oraciones, invitaciones al lector, narraciones ilustrativas: la presente muestra constituye todo un monumento.

Sección cuarta: María

14. Coplas nuevas en que se declaran los desposorios de María Santísima con el glorioso patriarca san José. (PL 5)

El pliego incorpora un grabado con el que se da inicio a la fantasía presente en todo él, pues hay un sacerdote o levita judío en actitud de unir a los esposos, cuando la realidad es que no se celebraban así los matrimonios. La fantasía prosigue en los versos en que mezcla datos evangélicos con otros imaginarios, tomados de los apócrifos, sin diferenciación. Presenta a María como muchacha de 15 años (nada dice de sus padres); es descendiente, como José, de reyes y de patriarcas; se crió en el templo; hace aparecer a Simeón (Lc. 2, 25, que es el que saludó a María y José cuando fueron a ofrecer a Jesús en el templo); Simeón, que no es sacerdote, los unió ante el altar, al estilo de la celebración cristiana. Buscan esposo para María y aparece la leyenda de las varas de los pretendientes.

Pero José había hecho voto de castidad, como María. La solución que propone el texto es que disponen de tres habitaciones: una para taller, y otra para cada uno de los esposos, que mantienen su voto. Surgen las dudas de José, ante el embarazo de María, pero la revelación divina lo aclara todo, y viven en paz.

Sin anunciarlo en el título, este pliego dispone de una segunda parte que nada tiene que ver con la anterior: Himno dedicado a los buenos cristianos que desean alcanzar la gloria del cielo después de su muerte. Habla del fin del hombre, de la separación de cuerpo y alma, y de la diversa suerte que tendrán justos y pecadores.

15. Relación espiritual en que se declaran los sagrados desposorios de san José con María Santísima, el misterio de la encarnación del verbo divino y celos del glorioso patriarca. (PL 599)

Aunque la versificación es distinta, el contenido viene a ser calco del pliego anterior en casi todos sus extremos, salvo en la anotación de que, ante el embarazo de María, José decide retirarse al desierto; decisión parada por el aviso divino, a ruegos de la propia María, sabedora de su propósito.

16. Espiritual preparación al santísimo parto de María santísima y el nacimiento del Niño Jesús. (PL 1170)

No consta el nombre del autor, aunque se expresa en primera persona («Habiéndome venido a las manos... he juzgado hacerlas imprimir...»). Señala una concesión de indulgencias por parte de Pío VII (27 de noviembre de 1804); al fin añade una larga lista complementaria de indulgencias. La propuesta, precedida de una introducción al devoto lector, establece un rezo de 40 avemarías diarias durante 25 días (desde el 30 de noviembre al 24 de diciembre), con lo cual se llega a la cifra de 1.000 avemarías; con ello se obtienen las indulgencias. Hay un ofrecimiento preparatorio, una súplica al final de cada decena, se introduce el salmo 117, y se indica que el día de nochebuena se ofrezcan las 1.000 avemarías rezadas, rogando que «por su autoridad de madre del nacido Niño» se obtengan las gracias solicitadas. Sin embargo, no se justifica en qué consiste y en qué se funda eso de la «autoridad de María», que se repite de nuevo. Toda la impresión es la de un montaje que roza lo mágico en el que el número de rezos y una autoridad imaginaria consiguen los deseos del solicitante.

El pliego dispone, además, de otras partes suplementarias: 2ª. Coplas al sagrado nacimiento de Jesús, muy acarameladas; 3ª. Otras; 4ª. Seguidillas al nacimiento del Niño Jesús (en ellas, siguiendo la tradición de los apócrifos, deja caer «¡qué anciano es su padre!», que así justificaría la información del evangelio sobre los hermanos de Jesús: Mt. 13, 53-56).

17. A los dolores de María santísima. (PL 10)

Del embarazo y parto se traslada el interés a la pasión de Jesús y al sufrimiento de su Madre. El pliego tiene una anotación final, a modo de colofón que dice: «En Córdoba, por D. Luis de Ramos y Coria». Podría entenderse como colofón del impresor, o como anotación del autor; prefiero entenderlo de esta segunda forma.

Hace un recorrido en forma de quintillas por los tradicionales dolores de María, con bastante extensión: 1º. Presentación en el templo, por el anuncio de Simeón (omite la habitual alusión a la sangrienta circuncisión); 2º. Huida a Egipto; 3º. Pérdida en el templo; 4º. Encuentro hacia el calvario; 5º. Crucifixión; 6º. Descendimiento; 7º. Sepultura. Todos son momentos consignados en el evangelio, pero la piedad popular ha desviado la atención al sufrimiento de la madre más que al ofrecimiento salvador de Jesús.

Este pliego tiene una réplica en otro con el mismo título: A los dolores de María Santísima.

18. Los siete dolores. Quintillas en memoria de los dolores de la Virgen. (PL 2)

Es copia del anterior, de impresión más reciente. La diferencia entre ambos –grabados aparte– es que el segundo pliego tiene la siguiente nota: «Meditándolos se ganan innumerables indulgencias concedidas por diferentes Sumos Pontífices».

19. Testamento y subida a los cielos de María Santísima. (PL 753)

Inevitablemente trae a la memoria el Testamento que hizo Jesucristo en la cruz (PL 801, nº 13). Aunque es verso, está concebido como un escrito en forma testamentaria, según el cual María realiza una serie de mandas a una serie de personas, que han tenido con ella alguna relación directa o han destacado por su devoción. Se presenta como continuación del testamento de Jesús: «Ya mi Hijo amado os mandó / cuando hizo su testamento / lo que tendréis en memoria / en su codicilo Nuevo». Al apóstol Juan le da una palma como virgen que es, según una repetida y fantasiosa tradición; a Pedro le deja por su capellán; a Elías y a Eliseo, que extiendan la orden carmelitana, favorecida –señala– por el papa Juan XXII. Siguen alusiones a Bernardo de Claraval, a Ildefonso de Toledo, a Domingo de Guzmán. Tras esto, con titulillo propio, describe la subida al cielo, entre palmas y músicas, como anunció el título.

Croisset, en el Año cristiano, afirma sin rodeos que san Juan era virgen, y, apoyado en varios autores, también deja caer que era el esposo en el matrimonio celebrado en Caná de Galilea.

20. Coplas en alabanza de la Inmaculada Concepción de la siempre Virgen María, Madre de Dios y Señora nuestra. (PL 746)

El autor del pliego es Miguel Cid, vecino de Sevilla, a quien importunó Mateo Vázquez de Lecea para que lo compusiera. La información del propio pliego señala que éste era arcediano de Carmona y además canónigo en Sevilla. También indica que se imprimieron originalmente el 23 de enero de 1625, y luego ha sido reimpreso. La cuarteta inicial marca el bordón que se repite en las 47 estrofas que siguen:

«...sin pecado original». La glosa final cierra con el mismo bordón.

En evidente conexión con la parte descrita, la que sigue y remata el pliego es Alabanzas al Santísimo Sacramento glosando el verso que dice: «Todo el mundo en general». Las estrofas, dedicadas al sacramento de la eucaristía, derivan hacia María, y concluyen con el mismo bordón anotado.

21. Coloquio entre un moro y un cristiano sobre la pureza de la virgen María, y nacimiento de su santísimo Hijo. (PL 736)

Está compuesto en forma de romance por Diego de Hornedillo, como figura en los últimos versos. Es una escenificación simpática (que atraería bien la atención de los oyentes y la venta de pliegos) en que un moro, rabiosamente anticristiano, ofendido por una imagen de María, reta a los cristianos que están en un castillo, a un combate con las armas. En la pelea con un paladín cristiano, el moro cae al suelo; se levanta, y partir de ese momento dialogan en lugar de proseguir el combate. Ante la dificultad que el moro plantea sobre que una mujer sea virgen y tenga un hijo, responde el cristiano con la comparación del rayo solar que atraviesa el cristal, pero no lo rompe; este argumento hace claudicar al moro, quien pide el bautismo, como había prometido si era derrotado: «Yo confieso a Jesucristo». El inveterado enfrentamiento entre moros y cristianos, y la notoria dificultad para la fe islámica se resuelven en esta historieta de final feliz.

Sección quinta: Devociones Marianas

Cuanto constituye la sección precedente se refiere a la persona de María o a algún momento de su vida, incluidos sus dones, como es la concepción inmaculada. Diferente de lo anterior, esta sección está integrada por devociones marianas, en torno a tal o cual imagen, advocación, formas distintas de veneración. Si en lo anterior no siempre se encontraba suficiente rigor en las afirmaciones, en lo que constituye esta sección, esto todavía hace más agua, porque la exageración devocional lleva a ver milagros, intervenciones sobrenaturales, ayudas extraordinarias o apariciones con una facilidad asombrosa.

A cualquiera se le ocurre que no es posible detallar una a una esas intervenciones, incluso habiendo seleccionado unos cuantos pliegos de cordel. Con esas limitaciones, podemos fijarnos en los que siguen.

22. Protección que acaba de hacer nuestra Señora de la Paloma con un enfermo y cuatro niños, como verá el curioso lector. (PL 3)

Aunque el título parezca indicar lo contrario, son dos narraciones independientes, con versificación muy mala, en el estilo más puramente tradicional de liberación de peligros extremos. Era, sin duda, un procedimiento, el del miedo, para animar la devoción.

23. Oración a la Virgen del Carmen de Burriana. Milagro que obró con un devoto soldado en Cuba. (PL 317)

Narra la protección de un soldado, natural de Burriana, destinado a Cuba a quien van a fusilar los insurgentes, pues ha sido capturado. Ante el pelotón, invoca a su virgen de Burriana y uno de los ejecutores se detiene y le interroga: resulta que es el padre del soldado a quien iban a ejecutar, que se marchó de su casa y su pueblo. Tal invocación y tan extremo encuentro determinan la libertad del soldado.

24. Oración a la Virgen del Carmen. (PL 4)

Es copia más reciente del anterior. El soldado usa por dos veces la expresión «Virgen del Carmen sagrada», lo que le salva.

25. Oración de la Virgen del Carmen. (PL 633)

El relato usa versos muy malos. Presenta a un matrimonio griego que está constituido por una mujer que veneraba a la Virgen del Carmen «de oculto», y su marido que «adoraba al Dios de lutero (sic), y tenía el judío (sic) el oficio vidriero». Extraña combinación, en la mente de este hombre, difícil de entender. El hijo que tenían se hizo cristiano y, al enterarse el padre, quiso matarlo en el horno de su taller. Pero milagrosamente, María lo salva.

26. Devota oración a María santísima del Pilar. Oración y piadoso coloquio entre María santísima del Pilar y nuestro Padre Jesús Nazareno. (PL 14)

Es un imaginario diálogo (aunque no se presente como tal), en el que Dios tiene profundas quejas por la situación calamitosa del mundo, envuelto en toda clase de acciones reprobables. Está dispuesto a destruirlo, incluso con expresiones amenazantes. En esto surge la intervención de María (del Pilar), que consigue retener la furia divina. La respuesta final de Jesús, ante la intervención de su madre es que todo queda perdonado.

El afán de exagerar una intercesión piadosa resuelve la situación, y así queda demostrado que vale la pena fiarse de María (incluso más que del colérico Dios, irritado por demás) (ver nº 40).

27. Nuestra Señor del Pilar. Romance. (PL 316)

Refiere en forma romanceada la leyenda tradicional de la venida de María a Zaragoza; la denomina «Reina del cielo». Añade el milagro ocurrido a Miguel Pellicer, de Calanda; y además justifica muy oportunamente el dinero que se puede donar al Pilar de Zaragoza.

28. La aparición de la Virgen en el pueblo de Villoria de Laviana. (PL 78)

Justifica en forma romanceada la supuesta aparición de la Virgen a unas niñas en Villoria de Laviana (Asturias), que el pliego muestra con la fotografía de algunos de sus habitantes.

9. Oración a nuestra Señora de Loreto. (PL 797)

Comienza la oración con las palabras «Purísima y Santísima Virgen María...». Cabe la sospecha de que este pliego haya sido confeccionado en Cuba, a la vista de la afirmación final: «Se recomienda usar la medalla de Ntra. Sra. de Loreto durante el rezo de esta oración», ya que recomendaciones similares aparecen en impresos de esta procedencia, que rozan con toda probabilidad la magia, más que la religión.

30. Nuestra Señor del Camino. Oración. (PL 869)

Una oración bastante común, adicionada con 300 días de indulgencias.

31. Oración a la Santísima Virgen de la Regla. (PL 873)

Similar a las dos anteriores, lleva adjunta la anotación siguiente: «Cuando necesitéis protección en vuestro trabajo, en vuestros viajes por mar, tierra o aire, así como en la falta de protección de vuestro empleo. No le pidáis mal para nadie». La sospecha de magia se hace evidente con la coletilla final de no pedir a la Virgen mal para nadie, puesto que si tan poderosa señora se revuelve contra alguien, las desgracias pueden no tener fin; y esto no sería válido.

32. Milagroso retrato de María Santísima de Regla que se venera en el Convento de Padres Agustinos de Chipiona, especialísima abogada de los incendios de fuego, de los Navegantes y Caminantes, de las Mugeres que están de parto. Es también antídoto contra hechicerías, rayos y centellas. (PL 745)

Los versos del pliego son irregulares del todo, sin pretender más que una rima aproximada. Con ellos se refieren multitud de milagros obrados por la destacada imagen, realzada así con estas narraciones. En la misma portada se incluye esta advertencia: «Y llevando este retrato y rezando una Salve esta Señora, concede el Ilmo. Señor Arzobispo de Sevilla 80 días de indulgencia». Como la muestra anterior, se está rozando lo mágico, al afirmar que la estampa, retrato o pliego constituye un antídoto frente a algunos males. En lugar de invitar al creyente a confiar en Dios, se le propone el impreso como un antídoto, una defensa que no puede ser sobrepasada por fuerzas adversas: una religión trastocada en guerra de trincheras, con el agravante de que en ningún momento se menciona siquiera a Dios, que, parece, nada tiene que hacer.

33. Goigs en alabansa de María Santisima del Lladó que’s venera en lo su santuari de la ciutat de Valls. (PL 892)

Como indica el título, son una serie de cuartetas que se desgranan con escaso sentido religioso en alabanzas a María, que vigilaba y cuidaba la población incluso desde los tiempos lejanos de los moros, cuando aún no había sido ni descubierta la imagen. Al final de los versos, figura una oración en correcto latín, que muestra que, detrás de la distribución y venta de los gozos, había algún eclesiástico interesado.

34. La divina peregrina. Canción mística que cantaba un Religioso a María Santísima, apareciéndosele en figura de Peregrina caminando de Roma para Santiago. (PL 264)

Poesía irregular que describe en lenguaje amoroso las lindezas de María. Resuenan en los versos tanto evocaciones del Cantar de los Cantares, como de las poesías y canciones amorosas que se gozaban en la descripción al detalle de los encantos de la mujer amada. El adjetivo «mística» del título, puede servir de excusa para la prodigiosa aparición.

35. Coplas nuevas que enfervorizan a ser devotos de rezar el santo Rosario de la Aurora. (PL 107)

El deseo de incitar al rezo del rosario, se concreta en particular en el de la aurora, que parece tiene especial valor e interés. Los versos promueven esta devoción, incluso con el recurso no disimulado del empleo del miedo: «Labrador perezoso / vístete al punto; / puede ser que a la noche / serás difunto». No se llega a decir –pero se insinúa– que de acudir a la práctica de esa devoción, no habrá tal peligro.

36. Las quince rosas a la santísima Virgen de la Consolación. (PL 636)

En una serie de quintillas desgrana los enunciados de las decenas del rosario, sin hacer separación entre unas y otras; las últimas las dedica a incitar a la devoción de esta práctica. Están dedicadas a la Virgen de la Consolación, como el título precisa, y el primer verso así lo corrobora. No se precisa por qué han de dedicarse de modo especial a esta advocación de la Virgen y no a otras, o a la persona misma de María.

La segunda parte del pliego da un giro radical, y responde al título de Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado. Escrito en prosa, Jesús es quien toma la palabra para dirigirse al devoto lector, a quien le hace confidencias, con la misma veracidad que si se tratara de palabras del evangelio. Por descontado, no se cita ni una sola vez algo de lo que el evangelio presenta como enseñanzas del propio Jesús, despreciando de esta manera la misma palabra de Dios, camuflada entre piadosas consideraciones.

37. [Sin título, procedente de Cataluña]. (PL 895)

Pliego que propone 15 viñetas situadas alrededor de un grabado mayor en el centro. Cada una de las viñetas hace referencia a un misterio del rosario, y va acompañada de una frase en catalán alusiva a la decena correspondiente. Es una forma gráfica de representar las consideraciones que el rosario sugiere. Al pie del grabado central, hay una nota con la correspondiente concesión de indulgencias.

38. Letanía de la Santísima Virgen. (PL 861)

Es un pliego que contienen 56 viñetas, cada una de las cuales aporta un grabado diferente, alusivo, en cuanto es posible, a la invocación correspondiente de la letanía lauretana. Las viñetas llevan como pie la invocación correspondiente en latín. Como aparecen 46 invocaciones a María, las 10 restantes añaden el comienzo y final de los rezos que acompañan el desgranar de la letanía.

39. Romance nuevo, en que se refieren los milagros y prodigios que está dispensando nuestro Dios y Señor por medio de María Santísima del Populo, colocada su efigie en la calleja llamada del Toril de la ciudad de Córdoba. (PL 744)

A pesar de que el estilo no difiere de manera importante de otros pliegos, por los numerosos milagros, al menos éste incluye desde el título mismo que quien realiza los milagros es «nuestro Dios y Señor», lo cual no es poca cosa. Entre grandes loas y motivos de devoción para los cordobeses, narra dos milagros: el de Francisco Pérez y el de Miguel Sánchez. Al final, consta la licencia, que se supone que es eclesiástica, pero que podría ser simplemente civil para autorizar la impresión legal.

40. Nueva relación y curioso romance de un portentoso milagro que ha obrado nuestra Señora de la Cabeza de dos doncellas devotas suyas en las inmediaciones de Andújar, como verá el curioso. (PL 740)

Versificado como romance, Jesús se aparece a dos chicas que han ido a recoger el ganado y les anuncia al fin del mundo, pues está lleno de desgracias y calamidades. Las muchachas, devotas, invocan a María, que se aparece e implora para que no se realice el castigo anunciado.

Sin duda recuerda la muestra nº 26 (PL 14) con la misma situación calamitosa, idéntica amenaza, la intercesión repetida, y la nueva etapa de perdón divino.

41. Nuevo y curioso romance en que se van declarando las grandezas de la Virgen y Abogada nuestra María Santísima de la Cabeza, y el triunfo de David. (PL 748)

Extraño título (parecido al comienzo del anterior), pero que en su desarrollo mezcla las grandezas de María y la victoria de David. Hay que pasar a la lectura de lo que redactó Lucas del Olmo Alfonso, su autor, forzando y retorciendo las cosas, porque al querer alabar a Santa María de la Cabeza, se centra precisamente en la cabeza, y esto le lleva a narrar la historia bíblica de David, quien, con un disparo de su honda, acertó en la cabeza al guerrero filisteo que le retaba (1Sa. 17, 40-54). Mezcla y revuelve una y otra cabeza para dar pie a su romance, con un criterio más que discutible. Constituye una extraña reflexión sobre la cabeza, con referencias bíblicas y extrabíblicas, con las que pretende dar autoridad al romance. Señala que María es cabeza de Cristo «pues tomó su Carne y Sangre de ella». Con ello, retuerce y falsifica la enseñanza de la palabra de Dios: «[Dios] sometió todo bajo sus pies y le constituyó [a Jesús] cabeza suprema de la Iglesia» (Ef. 1, 22). Al concluir el título, figuraba añadido «Primera parte», como se comprueba con la muestra que sigue.

42. Segunda parte del romance de las grandezas de nuestra Señora de la Cabeza, y triunfo de Judit. (PL 749)

En esta ocasión es más sencillo percibir lo que anuncia el título, pues de nuevo –a vuelta con las cabezas– el autor pasa a detallar el episodio de Judit, legendaria mujer valiente, que libera al pueblo judío, al cortar la cabeza de Holofernes que lo asediaba (Jud. 13, 6-10).

Al término de esta sección quinta, sobre las devociones marianas, vinculada sin duda con la anterior sección sobre María, procede hacer una reflexión. En primer lugar llama la atención que abunden tanto, lo que es síntoma de aceptación generalizada entre los clientes de los pliegos de cordel. Además, se percibe una diferencia de fondo, porque las que se refieren a María, resultan más cordiales, más como «de casa», por una especie de familiaridad y cercanía que no se percibe hacia Dios (siempre distante) y sí a la figura de María. Por otra parte, tal cercanía tiene una manifestación particular en la forma de alabarla, con numerosos adjetivos que exaltan su grandeza, con lo cual se llega a la percepción de una María a la vez cercana y poderosa.

Esto tiene una expresión concreta, puesto que en 17 ocasiones, a María se la califica de «santísima», rompiendo todos los criterios que tendrían que haber sido inquebrantables. Porque la oración oficial de la Iglesia, apoyándose en la misma palabra de Dios, afirma que Dios es Santo, el único que es santo en plenitud. Y María, como enseña el concilio Vaticano II es miembro ejemplar de la Iglesia, es santa por cumplir a la perfección la voluntad de Dios.

Sección sexta: Sacramentos

Por contraste con otras secciones, la presente dispone de muy pocas manifestaciones, sólo cuatro. Resulta llamativo, puesto que son prácticas habituales entre los cristianos, y cabría esperar más ejemplos. Quizá los autores se hayan refrenado, al sentirse menos preparados en esta materia, con el riesgo de poder desbarrar, y encontrar el rechazo general.

43. El santo sacrificio de la misa explicado. (PL 832)

Son 32 viñetas dibujadas en sentido vertical, dispuestas en un pliego con formato apaisado. Los grabados resultan un tanto oscuros. Presentan cada una de las ceremonias de la misa, y cada viñeta va acompañada de un pareado; tales versos, y el conjunto de la explicación tiene un carácter simbólico puramente aleatorio, con el que se pretende establecer un paralelismo total entre el desarrollo de la misa, y la pasión de Jesús. Como no existe tal semejanza, las explicaciones resultan completamente forzadas: «Va el sacerdote a la diestra [del altar] / y el prendimiento demuestra». Para forzar aún más el ensamblaje entre las acciones de la misa y la posible lectura de la pasión, en el fondo del altar –en el fondo de cada viñeta– se esboza el momento preciso de la pasión. Con ello, el pliego tiene tres lecturas posibles: la sucesión de las ceremonias que efectúa el sacerdote, el seguimiento de los acontecimientos de la pasión de Jesús, y los pareados que tratan de empastar las dos series simultáneas de dibujos.

Por descontado que se representa la celebración tal como se hacía antes de la revisión litúrgica propiciada por el Vaticano II, por lo tanto, anterior a 1964; y, como cabía esperar, los únicos personajes que aparecen son el sacerdote y el monaguillo, desconociendo la presencia del pueblo fiel, que asistía a la misa. Es preciso añadir que, sin viñetas, existían desde mucho tiempo atrás explicaciones de la misa en esa misma línea de ver en su desarrollo simbólicamente los diversos momentos de la pasión, por lo cual nada tiene de particular que tales figuraciones pasaran a grabados en formato de pliego de cordel.

44. Excelencias de la misa. (PL 993)

Pliego que forma un cuadernillo de cuatro hojas. Encabeza un grabado en que el sacerdote celebra la misa, acompañado del acólito, pero no hay pueblo alguno que asista. El desarrollo o proclamación de las excelencias de la misa conforma un largo romance, dispuesto a dos columnas. Pero va precedido de una bastante extensa introducción, a renglón completo a continuación del grabado: «Indulgencias concedidas por los Sumos Pontífices a los cristianos que oyeren Misa con devoción: para destierro de la ignorancia con que van muchos a oírla, agenos de los grandes beneficios que Dios nuestro Señor hace por medio de este sacrificio; afirmado por Doctores de la Iglesia».

El desarrollo del romance es la cosa más desordenada y variopinta que se pueda imaginar: salta de un tema a otro con una facilidad pasmosa. Ensalza las ventajas y bienes que proporciona la misa, a la vez que emplea el miedo para atemorizar al pecador que vive ajeno a Dios. Fustiga los defectos de acudir a la misa con fines no religiosos («... que el galán busca a la dama / y la mozuela al mozuelo / porque en su casa no pueden / comunicarse a su tiempo...»). Acude con inusitada frecuencia a diversas autoridades (los Doctores que anunció al comienzo): san Agustín (6 veces), el Apóstol de las gentes, san Bernardino, san Gregorio, san Anselmo, el venerable Beda, el papa Inocencio, San Lorenzo Justiniano, los papas Urbano IV, Martín, Sixto, Eugenio, Inocencio VI, el jesuita Suárez, san Juan Crisóstomo. No ofrece duda alguna que tal pliego ha sido compuesto por algún eclesiástico, quien no sólo dominaba la métrica y rima, sino que mencionaba toda esta larga fila de autoridades que ensalzan la importancia de lo que se celebra en la misa. Todo ello va adobado con un ejemplo final con la aparición de un alma (ya sin cuerpo), que había muerto hacía tiempo y se presentaba ante quien había sido su confesor para contarle cómo se encontraba en el cielo precisamente por haber oído bien la misa: éste el precisamente el meollo de la historieta, pues detalla lo que hay que hacer para oírla bien, con lo cual, quien lo practique, podrá obtener la misma gloria que el aparecido.

En torno a la eucaristía, hay que recordar también la segunda parte del pliego PL 746, con unos versos de alabanza al Santísimo Sacramento, vinculados por otra parte a la concepción Inmaculada de María.

Sección séptima: Otras devociones

Imposibles de clasificar en otras secciones, algunos pliegos tienen que disponer de apartado propio.

45. Desengaños de la vida, en los tristes ayes de la hora de la muerte. Que en veinte y tres octavas ofrecen a un pecador las paredes del claustro del Real Colegio del Santo Espíritu del Monte, Seminario de los PP. Menores observantes de N. S. P. S. Francisco, de la Provincia de Valencia. Las glosaba un deseoso de la salvación de las almas. (PL 9)

Con un estilo fúnebre que emplea el miedo como resorte para provocar la reacción, el autor se dirige al pecador para estimularle al arrepentimiento antes de morir, para evitar así la condenación eterna. Nada dice de las personas buenas, que, sabiéndose pecadoras, se acogen a la misericordia de Dios, pues esto no atemoriza. La perspectiva de una muerte inminente, inevitable, siembra de terror todas las estrofas, cuyos versos finales son siempre «¡Ay, cuán amarga es la muerte / a quien dulce fue la vida».

La decoración del claustro del convento valenciano pudo haber sido más alegre, estimulante y festiva para gozar de los bienes que Dios puso a disposición del hombre. Pero la inveterada inclinación al dolor y al sufrimiento impedían ver las cosas buenas de la vida, como obra de Dios. El glosador, como resulta lógico a la vista de lo anterior, se interesaba por la salvación de las «almas», porque los «cuerpos» resultaban despreciables y no fueron entendidos como la obra de un Dios creador, amigo de los hombres.

46. Saetas místicas, o sean Devotas ovaciones (sic) para contemplar en toda la Santa Quaresma con devoción al Señor de la Sangre y a su amantísima Madre, con innumerables indulgencias al devoto que las lleve en su compañía. (PL 500)

El contenido del pliego consiste en un recorrido por los momentos de la pasión, insistiendo en la sangre, con exceso, con una fijeza obsesiva, casi enfermiza. Constituye los extremos de una devoción sanguinolenta que se para en los sufrimientos físicos de Jesús, hasta la exageración morbosa. Son 19 estrofas (se mezclan quintillas y cuartetas), de las que todas, menos la primera, mencionan la sangre, obsesivamente. Tras ellas, sigue una oración «que se ha de contemplar todos los viernes de la Santa Cuaresma», formada por ocho quintillas, en el mismo tono lúgubre para excitar al creyente a la com-pasión con Jesús.

Sección octava: Santos

Era preciso hacer un apartado para los pliegos que se ocupan de los santos, que no son pocos. Normalmente en ellos siempre aparecen unos rasgos, que casi se hacen típicos; no siempre se encuentra en todos, pero no es raro dar con más de uno: nacimiento anunciado, vida de oración desde niño, austeridad, voto de castidad, milagros, muerte ensalzada por los devotos, (o martirio), apariciones. Todo ello hace de los santos personas «anormales», a las que el resto de los mortales mira a distancia, incapaces de aproximarse a ellas desde la vida cotidiana. Puede ser así, porque el cumplimiento diario del deber y de las propias obligaciones no constituye nada aparatoso que pueda ser cantado en los pliegos de cordel.

47. Canción de los milagros que obró el santo ángel de la guarda. (PL 5)

48. Oración al ángel de la guarda. (PL 874)

49. Vida ejemplar de santa Rosalía, princesa de Palermo. Especial abogada contra las pestes. (PL 15)

En dos partes, un larguísimo romance articulado en dos partes narra la vida, el voto de castidad, la extrema penitencia en una cueva, la tentación artera que el demonio le tiende, de la que sale victoriosa, la prodigiosa muerte de la protagonista del relato. Parece mentira que se puedan decir tantas cosas con tan poca base, a base de extender hasta el extremo las consideraciones piadosas, fundamento del pliego.

50. Gozos a santa Lucía. (PL 11)

Son versos que forma una serie amplia de octavas que narran las maravillas de Lucía. En un momento determinado, se produce una anomalía, nada frecuente en los pliegos: un verso es «a Águeda Lucia ha visto...», y tal verso lleva una inusitada nota a pie de página que ilustra al lector: «Estando enferma la madre de santa Lucía, fueron en romería a atania a visitar el sepulcro de santa Águeda; la santa se apareció a Lucía en visión, y la (sic) dijo: No vengas a pedirme a mí lo que tú misma puedes obtener. Así como atania ha sido famosa por mí, Zaragoza lo será por ti». Asombroso el apunte histórico. Aunque arrastra un pequeño fallo, ya que el autor de este pliego conocía de oído la vida de santa Águeda y la situó en atania (con minúscula), cuando tendría que haber sido Catania, en Sicilia.

51. Santa Genoveva. Primera parte en que se refiere la peregrina historia y trágica vida de la penitente anacoreta, la princesa de Bravante, Santa Genoveva, sacada de la vida de la misma santa. Segunda parte en que se da fin a la peregrina historia y trágica vida de Santa Genoveva. (PL 624)

El pliego relata la tremebunda leyenda de Genoveva, cuyo marido va a la guerra y la confía a un mayordomo que la traiciona y difama. De ahí ella parte a hacer penitencia alejada del mundo que la juzga sin misericordia.

52. Vida y martirio de los gloriosos san Cipriano y santa Justina. (PL 24)

Es un pliego rocambolesco que narra los sucesos que tuvieron lugar en Antioquía. Allí residía Cipriano, pagano y además siniestro personaje; en la misma ciudad también vivía Justina, cristiana joven, bella y pura. Cipriano, con sus malas artes trató de seducirla con mil hechizos. Maldiciendo su fracaso, Cipriano se encontró con el cristiano Eusebio, quien le convenció: se bautizó y llegó a ordenarse sacerdote. Cuando estalló la persecución de Diocleciano, ambos, señalados por su respectiva fama, fueron martirizados.

El pliego tiene al pie una nota comercial: «En esta misma casa se halla de venta la verdadera oración de San Cipriano y Santa Justina; única y la más verdadera para hallar alivio en sus penalidades cuantos devotos de buena fe se inspiren en ella». Como se ve, había que prolongar el negocio de la venta de pliegos, con la venta de oraciones no insertas en el pliego, y así pasar dos veces por caja.

53. San Pancracio, mártir, patrón de los tejedores de algodón, que se venera en su nuevo altar, erigido en la basílica de Santa María del Mar de Barcelona. (PL 420)

A la inversa de la muestra anterior, en esta ocasión el impreso incluye sólo la estampa, y al pie el texto que figura arriba. Todo ello está rodeado de una amplia greca tipográfica. Pero no hay pliego de cordel propiamente dicho.

54. Alabanzas a los prodigios y milagros de san Antonio de Padua, abogado de sus devotos en sus necesidades. (PL 16)

El pliego tiene dos partes, ambas versificadas. La primera corresponde al título anterior, con loas a la portentosa capacidad del santo. La segunda parte está constituida por unos célebres versos en cuartetas, que responden al epígrafe de Responsorio del glorioso san Antonio de Padua, abogado de las causas perdidas. Se trata de unos versos que en la actualidad (año 2021) se siguen editando y difundiendo por las comunidades de franciscanos en honor del santo de su orden: «Si quieres milagros, mira...». El pliego cuenta con autorización legal: «Autorizado según la ley vigente». No hacía falta censura eclesiástica para cantar las loas de quien hizo más milagros que el mismo Jesús de Nazareth.

55. Oración a san Antonio de Padua. (PL 632)

Son otros versos completamente diferentes de los del pliego anterior, aunque siguen narrando todo tipo de intervenciones sobrenaturales, haciendo retornar a la vida a un difunto para que testificara y poder liberar a quien había sido acusado injustamente de su muerte.

56. A san Antonio de Padua. (PL 1808)

Tan escueto título sirve para ilustrar una novena al santo. Dicha novena esta precedida de dos cuartetas, y luego sigue un himno; éste lo constituye una estrofa como coro para ser repetida y otras tres estrofas más para intercalar.

57. Vida de santa Filomena y de santa Teresa. (PL 848)

Es el pliego tradicional con 48 viñetas con un pareado explicativo para cada una. Las primeras 24 viñetas presentan a santa Filomena, y el resto a santa Teresa de Jesús. Como en natural, 24 pareados mal pueden dar una idea exacta de la vida de ninguna de las dos, y casi se limitan a un recordatorio de algunos hechos más notables.

La vida de Filomena es una sucesión de prodigios. Tras haber hecho voto de castidad, el emperador Diocleciano la desea como esposa y ella se niega; es azotada, arrojada al río con un ancla, arrastrada, asaeteada por dos veces y finalmente decapitada; los ángeles y la misma virgen María la ayudan, curan y consuelan. La narración sobre santa Teresa es menos espectacular: se fija en la fundación de conventos y en sus escritos, aunque no esté exenta de subrayar lo fuera de lo común: apariciones, curaciones, ángeles.

58. Santa Teresita del Niño Jesús. Oración. (PL 871)

Reproduce una fotografía de la santa, a la que sigue una larga y muy elaborada oración, dirigida a Dios, con una súplica final a la propia santa Teresa.

59. Oración al glorioso san... Agustín. (PL 872)

Si hay algún motivo que destacar en el presente pliego es precisamente su título. Es cierto que le precede un grabado de san Agustín por el atributo ordinario de la pequeña ciudad en sus manos. Pero no es menos cierto que el título impreso está compuesto con un tipo de letra, y tras un espacio, con otra letra diferente de cuerpo mayor aparece la palabra «Agustín». Quiere decir que la estampa en cuestión era intercambiable para quitar y poner el grabado y el nombre, y así servía para invocar a otro santo. Además, por sorpresa, la oración que sigue no está dirigida a Dios, ni tampoco a san Agustín, sino al «Gloriosísimo san Pedro...», al que se le pide que se dirija a Dios para que escuche las súplicas que se dirigen a san Agustín. Enmarañado sistema de comunicaciones, poco claro, pues más adelante se dirige directamente a Jesús.

60. Novena de la gloriosa virgen y mártir santa Quiteria que se venera en la iglesia parroquial de Villalba, obispado de Sigüenza y arciprestazgo de Almazán. (PL 1740)

Reducido folleto, con un grabado bastante malo, rodeado de greca, más una serie de gozos o pequeñas estrofas laudatorias en alabanza a la santa. Le embistió un perro rabioso, pero no sufrió mal alguno, por lo que los versos repetidos como bordón son «sednos con Dios abogada / de la rabia contagiosa». Concluye con una oración en latín, doble, para dar gracias a Dios por la santa, y para pedirle verse libres de la rabia.

61. Goigs en llaor del gloriós màrtir sant Eudald, prevere, patró de Ripoll. (PL 889)

Son los clásicos gozos que enaltecen la figura del santo patrono, que se ha desvivido por el pueblo de su protección, librándolo de la herejía, curando endemoniados, mostrando una fuente abundante,... Concluye con oración latina; y tiene además la particularidad de contener la escritura musical de la estrofa para que pudiera ser cantada con facilidad.

Sección novena: Procedencia cubana

En los casos que preceden, el origen antiguo o moderno, de un lugar o de otro, no constituye elemento diferenciador. Pero los pliegos que siguen tiene en común, certificada en unas ocasiones y sospechada en otras, una procedencia cubana, en la que se mezclan resabios de origen cristiano, con otros que proceden de la santería, o de la magia. Precisamente por la santería los pliegos que siguen se encuentran como en su medio natural, pues tienen una oración con incrustaciones de las más disparatadas ideas o convencimientos, y suelen llevar aparejado algún indicador peregrino de procedimientos a seguir para que la oración produzca los frutos apetecidos.

62. Viva la Virgen de la Caridad del Cobre. (PL 875)

El origen cubano de este pliego resulta palpable por la mención de la advocación, aunque no conste pie de imprenta. Sí consta, en cambio, el siguiente trazo de la concepción mágica de la oración: «Esta oración es copia de la que dejó la Virgen de la Caridad del Cobre para las mujeres cuando los tres Juanes navegaban por el mar (...). Para que sirva esta oración, la persona que [la] tenga debe poner su nombre y apellido aquí». Es notorio que de no cumplir el requisito indicado, la eficacia de la oración es nula.

63. Oración. Nuestra Señora de las Nieves. (PL 879)

También con la misma procedencia, la indicación impresa es: «Se recomienda usar una medalla o detente “Magistral” de Ntra. Sra. de las Nieves durante el rezo de esta oración». Lo que no indica es que tan poderoso talismán magistral (?) deberá adquirirse allí donde se adquirió la estampa, redondeando el negocio.

64. Oración al Santísimo Sacramento. Quince minutos. (PL 888)

Es copia mecanografiada de la segunda parte del pliego PL 636, que responde al título de Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado. Esta copia en particular va encabezada con un grabado antiguo alusivo al tema, un título compuesto con recortes, y una nota final: «Se recomienda usar un detente del Santísimo como pendiente durante el rezo de esta oración. Ofrecemos el verdadero Santísimo propio». Todo ello lleva a pensar en el origen cubano del impreso.

65. Oración a santa Lucía. (PL 878)

Procede de Cienfuegos (Cuba), y recomienda usar una medalla, estampa o detente «Magistral» durante el rezo. Confieso que no sé qué es el detente «Magistral».

66. Oración a la virgen de santa Bárbara (sic). (PL 787)

Incluya la misma recomendación que la muestra anterior.

67. Oración a Sebastián de Aparicio «El Beato». (PL 788)

Sirve para encontrar cosas perdidas, con esta recomendación: «Esta oración se hará tan pronto como algo se pierda, o quieran que aparezca. Aquí se pide lo que se desea».

68. Oración a santa Elena de Jerusalén. (PL 792)

Posiblemente cubano este pliego es pura magia. Pide a un buen montón de santos que alguien no olvide a la persona interesada. Añade: «Besando tres nudos se amarra una tira, se bota a la calle. Nota.- No se puede prestar y ruega por quien lo intentó». Ahí queda eso.

69. Santos jimaguas Cosme Damián (sic). (PL 796)

Desconozco el sentido del adjetivo «jimaguas». El pliego señala que estos santos son «abogados para enfermos, tormentos como cadenas y cárceles, sumerción (sic) en el mar, fuego, cruces, piedras y saetas». Suponen casi un seguro integral, a lo que parece.

70. Oración a san Norberto ochosi (sic). (PL 800)

También desconozco qué significa «ochosi». La oración recomienda «siete flechas» para aquellos que no compartan el mismo criterio que quien la reza.

71. Oración a san Alejo. (PL 865)

Por lo que afirma, sirve contra las malas influencias. La indicación precisa: «Se rezarán al levantarse cinco credos a san Alejo, tres salves a las tres cruces que se harán al hacer esta oración, y dirá estas palabras: un, dos, tres para san Alejo».

72. San Expedito. (PL 867)

Recomienda la medalla o detente «Magistral», ya visto.

73. Oración a san Luis Beltrán. (PL 876)

Expresión de pura magia: «Criatura de Dios, yo te curo, ensalmo y bendigo...».

74. Oración a san Lázaro. (PL 877)

Similar a la anterior. Al fin: «El que esta oración tuviere, todos sus atrasos perdiere, y a los veinte días vendrá el Patrón en sueños a indicarle en lo que [ha] de tener suerte, si le tuviere en él se salvará también».

75. San Caralampio. (PL 307)

Igualmente, magia pura, con una cruz exotérica, pues se afirma que el imaginario santo es abogado «contra la peste y todos los maleficios. Cruces contra las brujas, llamadas rescriptos contra toda clase de enfermedades o maleficios». Casi nada.

76. Guía del caminante. (PL 864)

Presenta forma versificada en ocho estrofas; busca la protección contra el mal, aunque carece de orden y de lógica, Al fin se recomienda el uso del famoso detente, en esta ocasión de Cristo crucificado.

77. Oración al Justo Juez (para hombres). (PL 790)

Está mecanografiada, como copia de otra impresa. Es algo completamente disparatado, sin orden, ni lógica, con mezclas extrañas como «la santa camisa», todo ello buscando protección.

78. Oración al Justo Juez (para mujer). (PL 791)

En esta ocasión aparece impresa, con el mismo estilo y la misma mezcla que la anterior, con frases repetidas en ambos impresos.

79. Las tres necesidades. (PL 868)

Tiene el mismo estilo que las dos precedentes, con unos rezos prescritos, entre los cuales sorprende «una salve a san Juan evangelista».

El mismo pliego contiene una segunda Oración, destinada a san Juan Evangelista, que incide plenamente en la magia. Es preciso rezarla con una lámpara de precipitación con aceite rojo purificado...

80. Santa Cruzada. (PL 880)

En el mismo estilo de utilización de la magia, añade un elemento sorprendente, destinado, como es lógico a buscar usuarios (compradores) así como a disimular: «Bendecida en Roma (Italia) el día 29 de mayo de 1912».

81. Oración y rezo de los Catorce Santos Auxiliares. (PL 789)

Enmarcada en el mismo estilo que las anteriores. No señala quiénes son esos misteriosos catorce santos auxiliares. Pero no hay duda que la procedencia hay que buscarla en Alemania, cerca de Bamberg, en Bad Staffeistein, en la Alta Franconia, donde existe la basílica de los Vierzehnheiligen, dedicada a unos niños que, según la leyenda, fueron martirizados.

Conclusión

En los pliegos analizados, hay que afirmar de entrada que un pliego no es un tratado de teología. Y aunque algunos pliegos están confeccionados por eclesiásticos, no siempre se han esmerado en presentar una doctrina sana, movidos en ocasiones por un afán de popularizar las devociones, aun sacrificando otros aspectos más serios, para de esta forma incrementar las ventas. Por descontado que los que no han sido escritos por estos eclesiásticos, no se han preocupado más que en la consideración económica.

Esto no quiere decir que se pudiera entrar a saco, pues –salvo la última sección, tan particular– siempre había que tener en cuenta que no se podían contradecir abiertamente los sentimientos o los convencimientos del público al que los pliegos se destinaban. Eso no impide que se haya usado con generosidad la hipérbole, la exageración, el número o la magnitud de los milagros, la perversidad de los perseguidores, las apariciones y visiones celestiales, las ayudas inimaginables,... De esta forma, lo narrado y cantado excitaba más la imaginación y el interés por conocerlo, aprenderlo, poseerlo.

En esa formación o deformación del pueblo cristiano han tenido parte no pequeña los propios sacerdotes, encargados precisamente de velar por unos criterios sanos. Un ejemplo puede bastar: en uno de los pliegos (muestra nº 1, PL 5351), se habla de los misterios de la «santísima» Trinidad, con el criterio sensato, bíblico, según el cual sólo Dios es santo. Pues bien, rompiendo esta norma fundamental, son 17 los pliegos que hablan de María «santísima»; en uno de ellos se llega más lejos al afirmar que es «divina» y en otro «sagrada». ¿Quién ha enseñado esto?, ¿no ha sido un afán desmedido de engrandecer a la madre de Jesús?, ¿a cualquier precio? Ha faltado cordura, sensatez, equilibrio, en quienes tenían que enseñar, y los que han seguido sus pasos confeccionando pliegos no han tenido problema en afirmar lo que nunca debió llegarse a decir. Aunque ello ayudara a incrementar las ventas.

Otro tanto ocurre con las intervenciones y la imagen que se refleja de los santos. Con independencia de los esfuerzos que ellos realizaron por ser coherentes con su fe, la ampulosidad del relato, los inusitados poderes inventados, las atribuciones para sanar tal enfermedad y resolver tal asunto,... han sido moneda corriente en impresos de cuño oficial, en predicaciones, en loas inmoderadas. Los eclesiásticos han tenido parte en ello, sin duda. Incluso se ha recurrido a las intervenciones extravagantes fuera de toda lógica para enfervorizar a los fieles. No es mucho que hayan pasado también a los pliegos de cordel, al margen de lo oficial.

De esta forma, ha discurrido una religiosidad paralela, distinta a la oficial y reglada; pero mucho más cercana a lo popular, que no se ha parado a analizar si lo que se le decía era verdadero o falso, sensato o disparatado, adecuado o aberrante. El «sagrado horror a la letra impresa» se ha tornado para muchos cristianos analfabetos en «sagrado aprecio a los pliegos impresos», más fáciles de leer, repetir, cantar o asimilar que la lectura, por ejemplo, de los evangelios. Esto ha sido en ocasiones el único o casi el único «pan espiritual», que ha llegado a sus manos, a sus mentes, a sus labios. El frágil «no libro» de los pliegos ha sido para muchos el libro de cabecera con el que se han formado.

No es, pues, extraño que el pueblo cristiano hoy, con el siglo xxi ya avanzado, siga recogiendo la herencia de un pasado muy hondo, muy enraizado, a pesar de los esfuerzos sensatos que se han llevado a cabo desde hace más de medio siglo, desde el Vaticano II.



Pliegos de cordel de contenido religioso

RESINES, Luis

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 476.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz