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Existe en Valladolid una cueva llamada del Hermano Diego que está cerca del monasterio cisterciense de Santa María de Valbuena de Duero (Valladolid) fundado en el año 1 143 por la condesa Estefanía de Armengol, nieta del conde Ansúrez.
Esta cueva y su historia guardan cierta similitud con la cueva de San Juan de Pan y Agua (o San Juan de Sacramenia) cercana al monasterio cisterciense de Santa María la Real de Sacramenia (Segovia) que fue fundado en el año 1 141 por el rey Alfonso VII, el Emperador.
Ambas cuevas eran propiedad de los monasterios cistercienses antes citados. En ellas vivieron hombres santos a los que se les atribuye algún milagro. Las cuevas en su día fueron ermitas rupestres en las que seguramente se celebraron oficios religiosos y, hasta hace poco tiempo existía una tradición que consistía en ir a ellas a tocar los cencerros.
No tenemos ningún documento que hable del Hermano Diego y lo único que nos ha llegado sobre él ha sido a través de la tradición. Por otro lado, sí existen varios documentos que mencionan a San Juan Paniagua, aparte de haber llegado hasta el día de hoy las reliquias del santo.
La cueva del Hermano Diego está situada en el paraje homónimo «El Hermano Diego» y se localiza casi en lo alto del cerro. La boca es un rectángulo con un gran parteluz en el centro, que la hace tener dos accesos diferentes. La entrada de la derecha ha debido tener un derrumbe en la parte de arriba que ha eliminado la línea recta de la parte superior, y se aprecia también una grieta exterior en la roca caliza de la entrada. Da la impresión de que ha sido trabajada por el hombre en su totalidad. El fondo de la cueva seguramente fue el altar mayor y a la derecha se localizan dos arcos de medio punto que se apoyan sobre capiteles, posiblemente sendas capillas de la ermita. La parte de la izquierda tiene menos profundidad y podría haber realizado funciones de sacristía. Debido a sus dimensiones, la cueva del Hermano Diego pudo haber sido una ermita rupestre donde se celebraron oficios religiosos. Desde ella divisamos un bello paisaje con vistas al valle del río Duero.
D. José Luis Velasco en la Revista de Folklore, dice que el Hermano Diego vivió en el siglo xvi, se llamaba Juan de Vivar y era natural de Peñafiel. Había estudiado medicina y, debido a los celos surgidos por una mujer llamada María de Aceves, mató a su amigo Fernando de Montemayor en un duelo a espada. Fue entonces cuando comenzó su vida como ermitaño en la cueva mencionada, gozando del derecho de inmunidad, ya que se encontraba bajo la jurisdicción del monasterio.
El Hermano Diego «para unos era un santo, para otros un hombre de dudosos antecedentes, que cansado del mundo se había retirado, bien a cumplir alguna penitencia, bien a llorar amargos desengaños» «era el solitario del bosque, el médico por excelencia, el padre de los pastores que cura sus males, consuela sus aflicciones, dirime sus litigios y desvanece sus dudas» «vestía el traje de peregrino y, apoyado en alto bordón del que pendía una calabaza, lucia larga barba blanca».
Según la tradición, realizó un milagro al salvar de las aguas del río Duero a un hombre y una mujer que corrían el peligro de morir ahogados.
También la tradición nos dice que, cuando falleció, fue enterrado dentro de la misma cueva donde había pasado los últimos años de su vida.
Antiguamente los niños, antes de comenzar la Cuaresma, iban equipados con esquilas y cencerros a pasar el día en la cueva del Hermano Diego y, con su sonido, espantaban a los demonios.
La cueva de San Juan de Pan y Agua está situada a media ladera de un cerro limitado a la izquierda por el barranco de Valcárcel, bañado por el arroyo de la Regadera, y a la derecha por el de Recorbo, que recorre el arroyo Torrubias y llega hasta Torreadrada. Dentro de la cueva se encuentran los restos de lo que pudo haber sido un altar de piedra.
Escribe el padre Bernardo Cardillo Villalpando «oy día persevera la Cueva en un alto cerro en que ay antiquísima tradición se recogió a hacer particular penitencia» «tuvo hermita edificada encima de la misma cueva, aunque agora ya está cayda».
Según se afirma en el Diccionario de los Santos, Juan era natural de Villacastín. Vivió en los últimos años del siglo xi y falleció en el año 1.142. Su fiesta se celebra el 17 de diciembre y «fue al parecer un penitente empedernido que hacia vida eremítica en los montes próximos a Sacramenia, donde gozaba de gran fama como taumaturgo, por lo que se veía continuamente asediado por gentes de toda condición para que les librase de enfermedades». Era un santo varón «encorvado por el peso de los años, con los cabellos intonsos, de flaco aspecto a causa de la maceración de su carne, cubierto de harapos, que se movía con dificultad a causa de falta de fuerzas».
Dice Crisóstomo Henríquez en el Menologium Cisterciense que «toda su vida se alimento de pan y agua, se entregó a una áspera penitencia a fin de mantener a raya sus pasiones».
Cuando los monjes cistercienses de la Abadía francesa de Scala Dei estaban buscando un lugar idóneo para fundar un monasterio, fue Juan quien les indicó que cerca de su cueva se hallaba el sitio ideal: un fértil valle debido a sus abundantes fuentes y manantiales. Una vez fundado el monasterio, Juan entró a vivir en él como hermano lego y al cabo de un año falleció, siendo allí enterrado.
En el año 1 144 el rey Alfonso VII se dirige a través de un documento al monasterio de Santa María y San Juan de Sacramenia «Sanctae Mariae et Sancti Iohannis de Sagramenia» para concederle, mediante un privilegio, diversas posesiones al monasterio.
Las reliquias del santo permanecieron durante siglos en una urna de plata tras el retablo mayor pero después de la Desamortización el monasterio pasó a manos privadas y, a principios del siglo xx, la urna de plata fue vendida y las reliquias se colocaron en un arca de madera. Parte de las reliquias fueron depositadas en un nicho abierto junto al retablo mayor y el resto descansan en el monasterio de las monjas cistercienses de San Vicente del Real de Segovia.
Existía también una tradición en Valtiendas que consistía en ir a tocar los cencerros «changarrear» hasta la misma cueva del Santo, donde se celebraba una animada romería.
Hasta aquí lo que nos dicen los documentos y la tradición sobre la vida de los dos ermitaños y la estrecha relación que tuvieron estos con los monasterios cistercienses mencionados.
BIBLIOGRAFÍA
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Diccionario de los Santos. C. Leonardi, A. Riccardi, G. Zarri.Editorial San Pablo. Año 2000.
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