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Revista de Folklore número

473



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La danza de arcos de La Revilla

CEA, Beatriz

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 473 - sumario >



Introducción

Escribió Don Sixto Córdova y Oña en su libro IV del «Cancionero Popular de la Provincia de Santander»:

La danza de arcos, floreado con rizos de papel de colores, es la más vistosa después de la danza de las lanzas. Los mozos intervienen en la procesión trenzado con arte y primor sus arcos de varas engalanadas ante la efigie del Santo o ante las autoridades y personajes, a quienes presentan y ofrecen un arco de triunfo para que pasen por debajo[1].

Y así es, en Cantabria son las danzas de arcos o de varas, término este último con el que denominan a la danza en la inmensa mayoría de pueblos de Trasmiera, Soba y Ruesga[2], representaciones realmente llamativas por el gran colorido de los papeles que visten las varas y por el contraste que estos generan con el blanco impoluto de las vestimentas de los danzantes. Blanco tan solo roto con unas pequeñas pinceladas de color en las fajas, cintas y pañuelos[3].

No solo resultan de interés las danzas de arcos o varas de Cantabria por su vistosidad, sino también por ser una danza compartida por una enorme cantidad de pueblos. Hasta el momento están documentadas danzas de arcos o varas en:

  1. Solares
  2. Valdecilla
  3. Hermosa
  4. Liérganes-Rubalcaba
  5. Miera
  6. Hoznayo
  7. Navajeda
  8. Entrambasaguas
  9. Hornedo
  10. La Cavada
  11. Barrio de Arriba
  12. Galizano
  13. Isla
  14. Ajo
  15. Beranga
  16. Hazas de Cesto
  17. Solórzano
  18. Riaño
  19. Voto
  20. Secadura
  21. San Miguel de Aras
  22. Cicero
  23. Gama
  24. Escalante
  25. Limpias
  26. Usarla
  27. Secadura
  28. Argoños
  29. Noja
  30. Santoña
  31. Colindres
  32. Matienzo
  33. Ogarrio
  34. Arredondo
  35. Riva
  36. Bustablado
  37. Soba
  38. Polanco
  39. Quijas
  40. Valle de Toranzo
  41. La Revilla

Se trata de un extenso listado, más aún considerando el pequeño tamaño que tiene Cantabria. De estas cuarenta y una cuadrillas de danzantes, treinta y siete se encuentran en la zona oriental, en las comarcas de Trasmiera, Soba y Ruesga, donde reciben mayoritariamente el nombre de danzas de varas aludiendo al material con el que se fabrican; varas de rosal silvestre, zarzamora, zarza blanca, cuernocabra, etc. Y, si bien por cercanía tienen muchos aspectos en común, todas y cada una de las danzas son distintas. Los otros cuatro lugares donde se ejecutan estas danzas son Quijas, Polanco, Valle de Toranzo y La Revilla. Las danzas de Quijas y Toranzo se perdieron, no encontrándose en el caso de Toranzo informantes ni documentos testigos de la misma. De todas las danzas de arcos floridos conocidas en Cantabria, es la de La Revilla la que más rasgos distintivos tiene con respecto al resto, motivo por el cual este artículo versará sobre ella.

Danzas en La Revilla

La Revilla es un pequeño pueblo situado a apenas 4 kilómetros de San Vicente de la Barquera (Cantabria), la capital del municipio que recibe el mismo nombre.

Este pueblo del occidente cántabro conserva dos danzas; una danza de arcos y otra de cintas. Esta segunda recibe el nombre de «el trenzao».

En 2015, durante las labores de investigación para la realización de mi Trabajo Fin de Máster Las Danzas de Cantabria como Bien de Interés Cultural, tuve la oportunidad de entrevistar al antiguo tamboritero de las danzas, Francisco Sierra Fernández, que por aquel entonces ya era octogenario. Fue mucha y muy valiosa la información que Francisco me ofreció durante esa entrevista, más aún teniendo en cuenta la falta de estudios previos acerca de las danzas de La Revilla. Nunca podré agradecer lo suficiente a Francisco y a su esposa Aurora que esa mañana de septiembre de 2015 me abrieran las puertas de su casa, y tuvieran a bien explicarme las danzas durante horas y mostrarme sus álbumes fotográficos, donde pude ver a varias generaciones de su familia participando en las danzas que tanto aprecian.

Durante esa jornada Francisco me contó que no eran dos, sino tres las danzas que se bailaban en La Revilla. Al parecer, según su testimonio, los mozos de su generación no pusieron ningún interés por aprender esa tercera danza, de la que tan solo recuerda que se bailaba al son del violín. Dado el desinterés que mostraron, Josué Sierra, por aquel entonces maestro de la cuadrilla desistió y esa tercera danza terminó por caer en el olvido. El tiempo dirá si es posible que alguna otra persona pueda arrojar más luz acerca de esa danza que por ahora parece perdida en la memoria de algunos de los mayores del lugar.

La danza de arcos de La Revilla

Como se menciona al comienzo de este artículo, son muchos los ejemplos de danzas de arcos floridos o varas en Cantabria, todos ellos distintos entre sí. Sin embargo, el caso de la danza de arcos de La Revilla es del todo singular.

En primer lugar, por estar en el extremo occidental de Cantabria, muy lejos de donde se realizan el resto de danzas con arcos y sin presencia de danzas similares en los pueblos de alrededor. En segundo lugar, la forma en que están fabricados los arcos es completamente distinta a la fabricación de las varas orientales. Por otro lado, la vestimenta, aunque emplea los mismos colores, es muy peculiar, no encontrándose ningún caso similar en toda la Comunidad Autónoma. La danza de arcos de La Revilla es, junto con la danza de «el trenzao» del mismo lugar y la danza de las lanzas de Ruiloba, el único caso encontrado en Cantabria cuya música carece de melodía. Por último, y quizás más representativo, la forma de ejecutar la danza guarda muy pocas similitudes con respecto al resto de danzas de arcos de Cantabria.

Todo ello hace de la danza de arcos de La Revilla, un patrimonio cultural tan excepcional que merece ser estudiada con detenimiento.

Es muy complejo comprender cómo esta danza de arcos llegó al pequeño pueblo barquereño. Tras conversar con distintos informantes, Francisco Sierra, vecino de San Vicente de la Barquera y, como se ha mencionado con anterioridad, antiguo tamboritero para las danzas de La Revilla, afirmó que fue Don Severo Peñalver quien en 1893 hizo que se bailaran estas danzas cuyo origen está en el País Vasco. Por contra, otros informantes alegan que fue otro hombre de nombre Modesto quien, al llegar desde Lekeitio, reprodujo esta danza, siendo Don Severo quien le dio mayor auge. Sea como fuere, parece claro que nos hayamos frente una danza de procedencia vasca. Esta es una buena muestra de cómo el patrimonio inmaterial está vivo y en continuo proceso de cambio. Tanto es así, que un pueblo puede llegar a acoger y asimilar danzas, o cualquier otro hecho folklórico, de otros lugares y, pasado el tiempo, incluso puede integrarlos como propios dentro de su acervo cultural y convertirlos en parte de su reflejo identitario.

Hablando de la danza propiamente dicha, los danzantes, en La Revilla llamados «picayos», son todos hombres del pueblo. En los últimos tiempos la prensa cántabra se ha hecho eco de la intención de los danzantes revillanos de hacer que se incorporen a la danza mujeres u hombres de otros pueblos con el fin de garantizar la conservación de las danzas de La Revilla[4].

Como ocurre con otras danzas similares, se baila para honrar al Santo Patrón del lugar. En este caso para venerar la figura de San Pedro. Por este motivo, durante la procesión los danzantes avanzan en sentido contrario al natural, hacia atrás, al igual que ocurre con las danzas de varas del oriente cántabro. Bailan hacia atrás para no dar en ningún momento la espalda al Santo. Todas y cada una de las figuras de la danza se hacen hacia la figura venerada, a la que honran con sus genuflexiones.

El número de danzantes en La Revilla es par, al contrario que las danzas de varas orientales. Son doce los danzantes que, por parejas y armados con una vara en una mano y una castañuela en la otra, danzan al son que el tamboritero y ellos mismos van marcando. Son el tambor y las tarrañuelas los únicos instrumentos que tocan en las danzas revillanas. En las danzas de varas orientales, junto al tambor va un pitero o dulzainero tocando dos melodías que marcan sendas partes del baile; la danza y la contradanza. Sin embargo, La Revilla destaca por no tener melodía, tan solo un ritmo monótono que aporta un carácter aún más grave y sobrio a esta danza.

El paso realizado por los danzantes se asemeja bastante al del baile de picayos. Un paso que destaca por sus grandes saltos hacia uno y otro lado, levantando de forma extremada una de las piernas al tiempo que giran el cuerpo completo. El movimiento de las piernas es tal que los propios danzantes llegan a decir que «si las rodillas no acaban manchadas, el baile no está bien hecho»[5]. Al comienzo, los danzantes que van de dos en dos unidos por un mismo arco que sostiene cada uno con una sola mano, avanzan en fila hacia el Santo. Al llegar a la figura de su Patrón, de un salto le hacen una reverencia y marchan hacia atrás, dejando que el resto de danzantes avancen y realicen la genuflexión. Esta figura la realizan hasta en tres ocasiones seguidas. Durante el resto de la procesión, todas las variaciones del baile giran en torno a estas reverencias. Para su ejecución hacen túneles, y los mozos se intercambian los puestos, siempre unidos por la vara al compañero con el que hacen pareja. La danza concluye con un túnel hecho a la entrada de la iglesia a modo de arco triunfal, por el que pasan en primer lugar el Santo, el clero y las autoridades. Antiguamente al clero, autoridades y personalidades de relevancia también se le hacían genuflexiones.

Si importante es conocer cómo se baila, no lo es menos el saber cómo se fabrican los arcos con los que bailan, y es que éstos son muy diferentes a los arcos de las danzas de varas de Trasmiera, Soba y Ruesga. El presente artículo comenzaba con las palabras de D. Sixto Córdova, que hablaba de los arcos floridos realizados con papeles de colores. Pues bien, esas palabras aludían a las danzas de varas que tan comunes son en el oriente cántabro, pues los de La Revilla poco tienen que ver con dicha descripción. Los arcos de La Revilla están fabricados con varas de avellano que, tras ser mojadas, se colocan en una armadura de madera que impide que se estiren, consiguiendo así al secarse con la forma de arco. Esta armadura, con seis agujeros a cada lado, tantos como arcos hacen falta (recordamos que son doce danzantes que van en pareja cogiendo cada uno un extremo de la vara), es usada también para portar los arcos de un lado a otro, siendo dos niños quienes se ocupaban de la labor de transporte. Una vez que la vara consigue esa forma de arco, se forra con papel de periódico, el cual se cubre con un papel de seda de color rojo y una tela de rejilla, tipo tul, que deja ver el color del papel que se esconde debajo. Por último, se anuda un lazo de color cada treinta centímetros formando así óvalos. Estos arcos eran reutilizados en distintas ocasiones, aprovechando la armadura para guardarlos adecuadamente, cubiertos con una tela.

Resulta muy curiosa la vestimenta de los danzantes y el tamboritero. Van vestidos de blanco, como es habitual en otras muchas danzas, con alpargatas atadas con cintas rojas, fajín y un pañuelo cruzado al pecho. Lo que hace tan peculiar a este traje son las telas que llevan en los bajos del pantalón y el gorro sin cubierta. En primer lugar, las telas cosidas en los bajos del pantalón son de color rojo y van plegadas en sentido vertical. Tienen aproximadamente quince centímetros de alto y cada pliegue alrededor de tres centímetros. No se han encontrado por el momento casos similares dentro y fuera de Cantabria. En cuanto al gorro, se trata de un cilindro blanco sin cubierta adornado con cintas de colores rojas y azules que forman rombos o haciendo zig-zag, una o varias cintas que cuelgan por la parte de atrás y rosetones cosidos en los cruces de las cintas o en los centros. El motivo de que el gorro no esté tapado por arriba es bien sencillo, esto permitía a los danzantes entrar en la iglesia sin tener que descubrirse la cabeza. Francisco Sierra recuerda que las cintas con que los adornaban cuando él era joven, fueron un regalo de Amelia Celis, una joven que trabajó para la familia Montalvo y a quien éstos la premiaron por su buena labor con una caja llena de cintas que ella tuvo a bien ceder para las danzas.

Esta danza de arcos es un caso único en el extenso acervo cultural cántabro. Disfrutar de esta joya del patrimonio inmaterial de La Revilla y de su danza de «el trenzao» es posible acudiendo a este pequeño pueblo barquereño en la festividad de San Pedro, su Patrón.




BIBLIOGRAFÍA

CEA, Beatriz. Las Danzas de Cantabria como Bien de Interés Cultural. (Trabajo Fin de Máster). Cantabria. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Cantabria, 2015.

CÓRDOVA, Sixto. Cancionero popular de la provincia de Santander . Libro IV Marzas, picayos, bailes, danzas, romances y cantos religiosos. Ed, Obispado de Santander, 1955.

CORTABITARTE, Vicente. «Las danzas del pueblo barquereño de La Revilla reivindican su importancia», El Diario Montañes, [Recurso web: https://www.eldiariomontanes.es/region/occidental/danzas-pueblo-barquereno-20190612182024-ntvo.html], publicado; 18-06-2019.

COTERA, Gustavo. Trajes Populares de Cantabria. Siglo xix. Ed, Institución Cultural de Cantabria. Instituto de Etnografía y Folklore Hoyos Sainz, 1982.




NOTAS

[1] Sixto Córdova, Cancionero popular de la provincia de Santander . Libro IV Marzas, picayos, bailes, danzas, romances y cantos religiosos (Santander, 1955), 267.

[2] Beatriz Cea, Las Danzas de Cantabria como Bien de Interés Cultural, (TFM, Universidad de Cantabria, 2015), 15.

[3] Gustavo Cotera, Trajes Populares de Cantabria. Siglo XIX, (Institución Cultural de Cantabria. Instituto de Etnografía y Folklore Hoyos Sainz, 1982), 178.

[4] Vicente Cortabitarte. «Las danzas del pueblo barquereño de La Revilla reivindican su importancia», El Diario Montañes (Santander), 2019.

[5] Palabras del informante Francisco Sierra.



La danza de arcos de La Revilla

CEA, Beatriz

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 473.

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