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Revista de Folklore número

472



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Cuando los dioses jugaban tiki-taka: notas sobre los juegos de pelota en India y Mesoamérica en el marco de sus respectivas religiones

CID LUCAS, Fernando

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 472 - sumario >



Introducción

«El futbol es la única religión que no tiene ateos» es una frase debida al genial escritor uruguayo Eduardo Galeano (1940–2015) que es consigna para millones de personas de uno al otro confín del mundo. En el presente artículo vamos a lidiar con estas palabras y a hilar un breve texto expositivo que versará sobre cómo el juego de pelota (en diferentes variantes y con diferentes tipos de pelota) ha estado presente tanto en Mesoamérica como en Asia, ligado a las religiones vernáculas centroamericanas y al Hinduismo por medio de varios festivales y citado en algunos textos sagrados. Del mismo modo, aprovecharemos la ocasión para pararnos –siquiera de forma veloz– por tradiciones pelotísticas tan antiguas y admirables como son el juego de pelota vasco (pilota) o el iomáint gaélico.

Y en el principio fue el esférico

Comenzaremos nuestro trabajo diciendo que pasajes en donde los dioses o los héroes participan en diferentes modalidades de juegos de pelota podemos encontrarlos diseminados por todo el planisferio, desde los mitos de las distintas tribus nativas de América del Norte[1] (como los chippewa, cheroqui o mohawk, quienes jugaban al tewaarathon –una especie de lacrosse mucho más rudo– ofreciendo el partido al Gran Espíritu, a manera de ofrenda colectiva); o en la verde Irlanda, en donde en el libro de leyendas Táin Bó Cúailnge (lit.: «El robo del toro de Cuailnge») aparece el héroe nacional de Eyre, Cúchulainn, jugando iomáint en las inmediaciones de uno de los lugares más sagrados para los antiguos irlandeses, Eṁaın Ṁacha, en el condado de Armagh[2]. Estos son sólo unos pocos ejemplos que trazan una línea de un punto a otro del mundo. Uno más lo encontraremos entre el norte de la Península Ibérica y el sur de Francia, en Euskal Herria, en donde los gentiles (jentilak, en euskera) de la vieja mitología vasca jugaban un rudimentario frontón con enormes peñas más o menos redondeadas que aún podemos ver hoy. La doctora por la Universidad del País Vasco Olatz González Abrisketa (1973-) ha escrito al respecto:

Varias son las leyendas que hablan del juego entre los gentiles, personajes mitológicos que custodian los secretos más preciados de la civilización. Estos hombres de los bosques, a quienes los héroes civilizadores roban las fórmulas agrícolas y otros misterios que sacan al humano del estado de naturaleza animal, han dejado numerosas huellas de su hercúleo recreo. Grandes peñas y rocas son consideradas pelotas abandonadas por estos titanes, desaparecidos con el nacimiento de kixmi, Jesucristo[3].

Los juegos de pelota, y antes el contacto con lo esférico, están también imbricados con la religión. Baste señalar el conocido pasaje en el que el dios mono Hánumann, fiel servidor de la pareja divina formada por Sītā y Rāma, hambriento, saltó con fuerza y gracia hacia Surya, el sol, creyendo que era una jugosa fruta. Tuvo que intervenir entonces el todopoderoso Indra, dios de los cielos y de las tormentas, para que el astro rey no fuera dañado[4] (Ilustración 1). Contemplamos, pues, pasajes mitológicos en donde los astros se ponen al alcance de los dioses o de los héroes. Reitero, sin constituir aún un juego de pelota sistematizado o reglamentado, tal y como nos cuenta la aludida leyenda del joven Hánumann o la protagonizada por las diosas nórdicas del sol (Sunna) y la luna (Máni), que son perseguidas y constantemente amenazadas por dos lobos gigantes de pelaje negro, Sköll y Hati Hróðvitnisson, respectivamente.

India

Dejando a un lado el debatir si la acrobacia divina o la persecución de los astros constituyen o no una práctica deportiva (o al menos un principio de ella)[5], el que sí es un deporte reglamentado es el dhop khel[6], que aún se practica en la región india de Assam[7], famosa a nivel mundial por su té negro de primerísima calidad. El dhop khel está íntimamente ligado a un festival folclórico–religioso en dicha región, el Rangoli Bihu, también llamado Bohag Bihu. Celebrado a mitad de abril, con él se festeja el año nuevo. Se realizan ofrendas a los antepasados en los altares familiares como incienso o el gamosa, fular tradicional blanco con motivos rojos; las reses son purificadas con agua en los ríos y charcas y son alimentadas de forma ritual, ofreciéndoles frutas y vegetales cortados e insertados en palillos. A la par, se limpian y se adornan los templos y altares comunitarios, los altares de Shiva o Kamakhya se purifican y se llenan con ofrendas y la alegría inunda las calles de los pueblos, se cocinan platos especiales, se danza, se canta... Tiene lugar la celebración del momento crucial de la cosecha, un momento de especial unión entre los miembros de la comunidad; además, en ese ambiente de fiesta, se juega al dhop khel como parte de las celebraciones, ritualizándose los partidos. En palabras del mitógrafo estadounidense Joseph J. Campbell (1904–1987):

La función del ritual es, tal y como yo la entiendo, dar forma a la vida humana, no como una mera ordenación superficial, sino en lo profundo. En la antiguedad, todas las ocasiones sociales estaban estructuradas ritualmente y el sentido de lo profundo se representaba a través del mantenimiento de un tono de religiosidad[8].

El dhop khel lo juegan dos equipos de once jugadores cada uno en un campo rectangular al aire libre de 125 m. x 80 m.[9] En él se dibujan tres líneas transversales que dividen el campo en cuatro zonas. Para delimitar mejor el campo de juego en cada una de sus cuatro esquinas se clava un banderín. A grandes rasgos, el juego consiste en lanzar la pelota con fuerza al lado contrario, demás de golpear a los oponentes por debajo de la cintura, pasando entonces estos al campo del adversario. Pero las reglas son algo más complejas. Además de fuerza, la astucia es fundamental a la hora de jugar dhop khel, se pueden realizar jugadas muy rápidas, fintas, saltos...[10] Es tentador no pensar que en un pasado la fuerza, la destreza, el empeño o la ilusión de los jugadores –y también la de los entusiastas espectadores que gritan en los aledaños– no estuviesen dirigidos hacia las divinidades; no en vano, y como se recoge en la monografía editada por el profesor de la Universidad de Turín Giovanni Filoramo (1945– ), dedicada a la religión y al pensamiento en India, podemos decir que: «cada acción del hombre, entendida como rito sacrificial, contribuye a la continuidad de la vida en el universo»[11].

Cerca de Assam se encuentra la región de Manipur, en donde se practica un tipo de rugby ancestral (según algunas teorías fue este el padre del actual juego que se practica en Europa[12]), el yubi lakpi[13], cuyos orígenes también se pierden en los tiempos mitológicos. En la región se cuenta que este deporte nació como conmemoración de la liza por tener una copa (o un pequeño recipiente) llena con el néctar sagrado (amrita) obtenido después del Samudra Manthana[14], por la que se enfrentaron los asuras y los vedas. Como sucedía con el dhop khel, el yubi lakpi forma parte de otro festival, el Yaosang, muy arraigado entre el pueblo meitei. Durante cinco días, entre febrero y marzo[15], se vive una auténtica fiesta: los niños piden su propina por las casas, se canta, se declaman pasajes mitológicos, se llevan a cabo juegos entre los miembros de la comunidad, se comparte la comida y se juega al yubi lakpi, un momento de esparcimiento y atención en donde se saluda con respeto a los participantes.

Para reafirmar aún más la ligazón entre deporte y religión, todavía hoy algunos partidos de yubi lakpi se juegan en las inmediaciones del precioso templo de Bijoy Govinda, en Imphal. Debemos precisar que en lugar de balón se juega con un coco alisado y brillante que se engrasa para que atraparlo resulte aún más complicado, y aunque se puede tener parado entre las manos, las jugadas son rapidísimas y la destreza de sus jugadores me hacen pensar en la que he observado en el actual juego de pelota mesoamericano (ulama), heredero del que se jugaba allí hace siglos y sobre el que luego hablaremos.

Otro juego indio, más calmado que el anterior, en donde entra en acción otro esférico, es el saat–pathar, pitthu, lagori o dikori –dependiendo de la zona se llamará de una u otra manera, y que en español se ha traducido como el juego de las «siete piedras»–. Se trata de uno de los juegos más antiguos del subcontinente asiático y, tal vez, del mundo. Un juego entretenido en donde se necesita de precisión y estrategia, además de una buena puntería, puesto que el objetivo a golpear es muy pequeño. El propio dios Krishna, «el que realiza pasatiempos como cualquier humano», aparece en el texto sagrado del Bhagwata Purana jugando al lagori junto a sus amigos:

Krishna y los Pandavas pasaron muchos días felices. Ellos caminaban por los jardines y pasaban su tiempo admirando el palacio Mayasabha, construido por Maya, el famoso Danava que era arquitecto y constructor de los Devas. A menudo también salían a admirar la naturaleza y otras veces jugaban el misterioso juego de los discos, esperando para hacer lo que debían en Indrapashtha[16].

Confieso que me ha sido muy complicado identificar este juego dentro del texto citado, y tampoco he podido saber si las piedras, en un ambiente palaciano, eran cambiadas por discos más elaborados que las simples piedras o no, o si, sencillamente, la traducción del texto hindú al español es algo inexacta.

Las reglas del juego son un tanto complicadas, también hay dos equipos (según la variante podremos ver un número cambiante de los integrantes: 4, 6 o más). Por turnos se trata de derribar una pirámide hecha con siete piedras o fichas (Ilustración 3), pero el equipo contrario puede probar a reconstruirla una vez esta cae, aunque con la misma pelota (que en algunas zonas rurales aún se sigue fabricando con hojas enrolladas de cocotero) también se golpea a los jugadores del equipo opuesto con el fin de eliminarlos[17].

Al niño Krishna le gustaba jugar como a cualquier niño mortal, de eso no hay duda, su infancia está bien descrita y entre sus entretenimientos favoritos (que eran muchos) estaba el patear un esférico (o algo parecido). En el capítulo XI del canto X del Śrīmad–Bhāgavatam podemos leer:

A veces, Kṛṣṇa y Balarāma[18] tocaban sus flautas; a veces lanzaban cuerdas y piedras con la idea de hacer caer frutos de los árboles, a veces sólo lanzaban piedras y, a veces, al son del tintineo de las campanillas de sus tobillos, jugaban al balompié con frutas como el bael[19] y el āmalakī[20]. A veces se cubrían con mantas e imitaban a las vacas y los toros y peleaban entre sí, rugiendo fuerte, y a veces imitaban las voces de los animales. De esta forma disfrutaban del deporte, exactamente como dos niños humanos corrientes»[21].

Mesoamérica

Yendo de un lado al otro del planeta, del juego de pelota mesoamericano[22] diremos que aún a día de hoy existen muchas lagunas en cuanto a sus reglas, objetivo, etc. Se piensa que pudo comenzar a practicarse alrededor del 1400 a.C. en las zonas en las que crece el árbol del caucho[23], con el que se fabricaban las pesadas pelotas para jugarlo[24]. El Soconusco, en el estado de Chiapas, o el Istmo de Tehuantepec son los más firmes candidatos a ser los primeros lugares en los que se practicó este deporte tan cargado de simbolismo religioso.

Antiguas canchas de pelota se han encontrado, por ejemplo, en el yacimiento arqueológico de Paso de la Amada (Chiapas), en san Lorenzo Tenochtitlán (Veracruz), en Monte Albán (Oaxaca) o en Chichén Itzá (península de Yucatán), donde podemos visitar una de las más hermosas y de las que mejor se han conservado hasta nosotros. Aunque existen diferentes variantes del campo (Ilustración 5), sustancialmente es un espacio rectángular flanqueado por dos paredes –más o menos inclinadas–, teniendo la estructura forma de I. Al parecer, el hecho de que se juegue en el nivel inferior de dicha estructura sería para simbolizar el inframundo, lugar[25] en el que, por cierto, se jugó el partido de pelota más famoso de todos los tiempos, según aparece recogido en el libro sagrado de los mayas quichés de Guatemala, el Popol Vuh, que enfrentó a los héroes gemelos Hunahpú e Ixbalanqué contra los temibles señores de Xibalbá[26]. Decir que la pareja de hermanos triunfaría donde no pudieron hacerlo su padre y su tío, buenos jugadores de pelota también.

Más conocido en España que los juegos de India antes descritos, causa emoción y admiración contemplar a aquellos que hoy en día se afanan por mantener viva esta tradición deportiva centenaria. Aunque, como decía, las reglas no están del todo claras, discutiéndose aún algunas de sus normas. Hay representaciones de jugadores que golpean la pelota con el pie, otros con la cadera e incluso ayudándose de bastones, lo que tal vez nos indica que existían (y convivieron) diferentes modalidades, pero es, como señalaba, una teoría. Al respecto se han escrito importantes monografías que merecen todo nuestro respeto, en las que el lector podrá obtener más información al respecto[27].

Menos dudas hay al afirmar que se trataba de un juego rápido y violento, en el que distintas partes del cuerpo estaban expuestas a los golpes de una pelota que, según los expertos, podía llegar a pesar hasta cuatro kilos, por lo que eran necesarias las protecciones, tal y como se colige del propio Popol Vuh, en donde se dice: «¡Que vengan pronto! Y ¡que traigan sus instrumentos de juego, sus anillos, sus guantes, su pelota y sus máscaras![28]». En cuanto a su simbolismo, el profesor de la Universidad de Extremadura José Ignacio Úzquiza González (1948– ) ha escrito a este respecto:

El simbolismo del juego era impresionante: el movimiento de la pelota y de los jugadores representaría el curso de los astros y en particular el sol, la tierra, la luna y Venus; una encarnación, en realidad, de la danza cósmica de la vida. El juego tenía dos formas, una, la forma ritual con contenido cosmogónico y otra, la forma o versión popular de divertimento para la gente. La pelota nunca debía caer al suelo por tanto, pues es como si cayera el sol por ejemplo[29].

El juego formaba parte de un ritual de muerte y renacimiento, la sangre de las víctimas (que morían, por lo general, por decapitación) servía como valiosa ofrenda para congraciar a la población con los dioses. Por su parte, el campo de juego era un lugar mágico, de nexo entre el mundo de los vivos y el más allá. Siguiendo con las palabras del profesor José Ignacio Úzquiza:

[...] el glifo «Hom», ‘Juego de Pelota’, significa también ‘tumba’, de ahí la relación profunda que existía entre el juego y el inframundo acuático de la muerte, de los antepasados, de la noche y de la resucitación; desde esta perspectiva pudiera, quizá, entenderse el hecho de que haya en el Juego de Pelota figuras de jaguares, cocodrilos, sapos, tortugas y también mariposas, por sus metamorfosis, y flores de agua como las ninfeas, con propiedades alucinatorias, propias de los ritos de paso de un estado de conciencia, incluso de forma, a otro [...]»[30].

El final de los partidos de pelota ritualizados llegaba con el sacrificio de quienes lo habían jugado, sin embargo, no hay acuerdo sobre si las víctimas eran los perdedores o los ganadores, tesis defendida por algunos investigadores, puesto que estos constituían una ofrenda más preciada para los dioses. Sin embargo, el arqueólogo y profesor mexicano Eduardo Martos Moctezuma (1940–), entre otros, afirma –apoyándose en varios testimonios literarios– que las víctimas eran los perdedores:

Los argumentos a favor de que eran los perdedores a quienes se sacrificaba según el carácter del juego se encuentran en los siguientes puntos. En primer lugar, por tratarse de un combate simbólico y tal como ocurría en las guerras verdaderas entre dos grupos, a los prisioneros se les destinaba la mayor de las veces al sacrificio. Por lo tanto, quienes perdían en el juego cuando éste revestía características de combate eran los sacrificados a los dioses. También podía ocurrir que a determinados prisioneros de guerra se les inmolara dentro de las canchas. Como ejemplo de la inmolación al perder en la guerra (o en la cancha del juego) tenemos el caso del combate entre Huitzilopochtli[31] y Coyolxauhqui[32] – que según Durán se realizó en el juego de pelota de los dioses (Teotlachco)–, del que salió triunfante el primero con la consiguiente muerte por decapitación de la segunda y extracción del corazón de sus seguidores»[33].

Hoy en día grupos de entusiastas mexicanos tratan de conservar y difundir este antiguo juego de pelota, organizan talleres, dan charlas, involucran a los más jóvenes... y con ello homenajean y preservan las antiguas culturas mesoamericanas, su idiosincrasia, su juego, tan en el corazón de las mismas culturas, tan definitorio como sus dioses, su astrología, sus matemáticas o su literatura.

Coda

Hoy otros juegos de pelota siguen despertando pasiones entre los espectadores, otros dioses jugaron y juegan con el esférico: Pelé, Maradona, Berasaluze VIII, Saralegi... y tal vez en un futuro los poetas compondrán poemas épicos sobre ellos, tal vez otros cantarán sus gestas... El «Pibe de oro», recientemente fallecido, ya cuenta con su propia iglesia, creada por sus fieles seguidores, y uno de los mejores poetas latinoamericanos del siglo xx, Mario Benedetti (1920–2009), le dedicó un bello soneto laudatorio que dice así:

Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
y aunque otros olviden tus festejos
las noches sin amos quedaron lejos
y lejos el pesar que desalienta.
Tu edad de otras edades se alimenta
no importa lo que digan los espejos
tus ojos todavía no están viejos
y miran, sin mirar, más de la cuenta.
Tu esperanza ya sabe su tamaño
y por eso no habrá quien la destruya
ya no te sentirás solo ni extraño.
Vida tuya tendrás y muerte tuya
ha pasado otro año, y otro año
les has ganado a tus sombras, aleluya[34].

El mismo Mario Benedetti ha dejado escrita, al hilo del partido Argentina–Inglaterra de 1986, una frase que es un principio teológico para muchos: «Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es, por ahora, la única prueba fiable de la existencia de Dios»[35].

Son sólo algunos nombres, algunas ideas deshilvanadas, algunos deseos personales ahora confesados... pero esa sería, como bien entenderá el lector, otra interesante historia que contar.

Fernando Cid Lucas
https://orcid.org/0000–0002–0543–7119




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NOTAS

[1] Por falta de espacio no podemos extendernos en este argumento, pero piénsese, por ejemplo, en la leyenda que cuenta cómo los dioses de las praderas juegan al tewaarathon con el sol y la luna como si fueran las pelotas, obrando, al ser golpeados, la noche y el día. Léase, para profundizar en este asunto: ERDOES, Richard & ORTIZ, Alfonso, American Indian Myths and Legends, New York, Pantheon Books, 1984.

[2] JACKSON, Kenneth Hurlstone, The Oldest Irish Tradition: A Window on the Iron Age, Cambridge, Cambridge University Press, 1964.

[3] En: GONZÁLEZ ABRISKETA, Olatz, Pelota vasca: un ritual, una estética (con epílogo de Joseba Zulaika), Bilbao, Editores Muelle de Uribitarte, 2005, p. 39.

[4] Una versión de esta vieja leyenda puede leerse en: https://carlawainwright.com/2015/06/15/hanuman–surya–and–sun–salutations/ (últimca consulta: 20/11/2020).

[5] Algunas propuestas para dar respuesta a una cuestión como esta, que presenta múltiples aristas, las podemos encontrar en el completo libro de: RENFREW, C., MORLEY, I. & BOYD, M. (eds.), Ritual, Play and Belief in Evolution and Early Human Societies, Cambridge, Cambridge University Press, 2017.

[6]Dhop es la palabra en asamés que sirve para designar a la pelota hecha con pedazos de telas con la que tradicionalmente se jugaba antes de la llegada de los materiales sintéticos. Khel, por su parte, significa juego.

[7] Si bien, a día de hoy es un deporte practicado cada vez menos, a pesar de los notables esfuerzos realizados en la región para que no se pierda. Para saber más sobre las particularidades del Hinduismo en esta región de India, léase: ELIOT, Charles N. E., «Hinduism in Assam», Journal of the Royal Asiatic Society of Great Britain and Ireland, 1910, pp. 1155–1186.

[8] En: CAMPBELL, Joseph, Los mitos. Su importancia en el mundo actual, Barcelona, Kairós, 2014, p.71.

[9] Aunque existen distintas variantes para el campo en donde se juega el dhop khel.

[10] Las reglas completas de este juego ancestral pueden consultarse en la web: http://sports.indiapress.org/dhopkhel.php#:~:text=The game begins with the,other team takes the throw (última consulta: 20/11/2020).

[11] En: FILORAMO, Giovanni (a cura di), Storia delle Religione. India, Roma, Gius, Laterza & Figli, 2005, p. 352. (Traducción desde el italiano original del autor).

[12] Léase, por ejemplo, el interesante libro de: LEVINE, Emma, A game of polo with a headless goat and other bizarre ancient sports, London, Andre Deutsch Ltd., 2003.

[13] En la lengua manipuri yubi significa «coco», y lakpi «quitar», «robar», «arrebatar».

[14] Se trata de uno de los pasajes más importantes en la tradición hinduista. De un océano de leche, luego de ser agitado por los dioses y los demonios, surgirá dicho recipiente con su preciado contenido, que era capaz de conceder la inmortalidad a quien lo bebiera.

[15] Para saber más sobre el calendario hindú, véase: ŌHASHI, Yukio, «Development of Astronomical Observations in Vedic and post–Vedic India», Indian Journal of History of Science, nº 28, vol. 3, 1993, pp. 339–352.

[16] Disponible en: http://www.hastinapura.org.ar/editorial/textos/SrimadBhagavatam.pdf (última consulta: 19/11/2020).

[17] En esta dirección: https://www.youtube.com/watch?v=e1c1sTgIxM4&t=140s podremos ver una explicación muy detallada de las reglas de este juego (última consula: 21/11/2020).

[18] El hermano mayor de Krishna y, según algunas tradiciones, también sería un avatar del poderoso dios Viṣṇu.

[19]Aegle marmelos o membrillo de Bengala.

[20]Phyllanthus emblica o grosellero de la India.

[21] Texto disponible en: https://vedabase.io/en/library/sb/10/11/ (última consulta: 20/11/2020).

[22] En náhuatl: tlachtli u ōllamalīztli; en maya clásico: pitz.

[23] Elemento sagrado y de mucha importancia para diferentes civilizaciones mesoamericanas.

[24] Léase al respecto el interesante capítulo de: COLAS, Pierre & VOSS, Alexander, «A Game of Life and Death: The Maya Ball Game», en: Maya: Divine Kings of the Rain Forest (Nikolai Grube, Eva Eggebrecht & Matthias Seidel (eds.), Cologne, Könemann, 2006, pp. 186–191.

[25]Xibalbá, empleando la palabra quiché, cuya traducción literal sería: «lugar oculto». En el siglo xvi tradicionalmente se ubicaba la entrada a este triste lugar en una caverna cercana a la localidad de Alta Verapaz, en las proximidades de Cobán, en Guatemala. Véase, para profundizar más en este tema, el completo estudio de: MEGGED, Nahum, El universo del Popol Vuh. Análisis histórico, psicológico y filosófico del mito quiché, México, Diana & UNIVA, 1991.

[26] Previamente, estos señores del inframundo habían retado al padre y al tío de los héroes a jugar contra ellos, aunque la partida no llegó a producirse. Confundidos por los caminos de Xibalbá, finalmente fueron torturados y luego sacrificados.

[27] Léanse, por ejemplo: CASAB RUEDA, Ulises, El juego de la bola de hule: México antiguo, México, Comisión Nacional del Deporte, 1992; MACAZAGA ORDOÑO, César, El juego de pelota, México, Editorial Innovación, 1982; URIARTE, María Teresa, El Juego de pelota en Mesoamérica: raíces y supervivencia, México, Siglo xxi, 1992; o WEISZ, Gabriel, El juego viviente: indagación sobre las partes ocultas del objeto lúdico, México, Siglo xxi, 1986.

[28] En: RECINOS, Adrián (ed.), Popol Vuh, México, FCE, 1952 (reimpresión de 1993), p. 52.

[29] En: ÚZQUIZA GONZÁLEZ, José Ignacio, En el corazón del cielo. Un viaje al misterio maya del Popol Vuh, Madrid, Biblioteca Nueva & Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 2008, pp. 93–94.

[30] En: ÚZQUIZA GONZÁLEZ, José Ignacio, Op. Cit., p. 94.

[31] Dios del sol, de la guerra y de la venganza para los antiguos mexicas. Se le representa con la piel azulada.

[32] La que «se adorna con cascabeles», era la diosa de la luna según los antiguos mexicas, hermana de Huitzilopochtli.

[33] En: MATOS MOCTEZUMA, Eduardo, «¿Sacrificaban al que ganaba en el juego de pelota?», Arqueología mexicana, vol. 21, nº. 120 (mar.–abr.), 2013 (ejemplar dedicado a: La agricultura en Mesoamérica. La gran invención), pp. 88–89.

[34] En: BENEDETTI, Mario, Antología poética (selección y prólogo de Joan Manuel Serrat), Madrid, Alfaguara, 2020, p. 84.

[35] En: https://www.marca.com/claro–mx/futbol–internacional/2017/09/14/59baa7d446163f9d618b4583.html (última consulta: 23/11/2020).



Cuando los dioses jugaban tiki-taka: notas sobre los juegos de pelota en India y Mesoamérica en el marco de sus respectivas religiones

CID LUCAS, Fernando

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 472.

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