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Revista de Folklore número

469



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La intervención divina en la reconquista de Extremadura: tres vírgenes guerreras

DOMINGUEZ MORENO, Jose María

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 469 - sumario >



Las ayudas divinas a los ejércitos cristianos durante la reconquista se constatan con relativa facilidad en las leyendas hagiográficas. Por lo que respecta a Extremadura hemos encontrado muy diferentes ocasiones en las que hacen acto de presencia Santiago, San Isidoro o San Jorge, como auténticos adalides que blanden la espada para derrotar a las tropas musulmanas. Al lado de estos santos «matamoros» se contabilizan algunas vírgenes que, aun sin participar de forma tan agresiva, actúan de un modo muy efectivo hasta el punto que resultan indispensable para el logro de la victoria. A varias de ellas, como son los casos de las vírgenes de Tentudía (Calera de León), de la Granada (Llerena) o la Zapatera (Hoya de Santa María) ya nos hemos referido en otra ocasión. Ahora fijaré la atención en tres vírgenes cacereñas, que responden a los apelativos de la Luz, del Prado y de la Victoria, y que ostentan los patronazgos de Arroyo de la Luz, de Casar de Cáceres y de Trujillo.

I. Nuestra Señora de la Luz, de Casar de Cáceres

La primera de ella, Nuestra Señora de la Luz, recibe veneración en una ermita ubicada en una dehesa, a media legua del pueblo, a la que esta virgen da nombre. Dehesa y Virgen hasta el siglo xvi respondían al apelativo de La Lucena[1]. De esa fecha se datan algunos restos de santuario, que sufrió profundas remodelaciones durante las dos centurias siguientes, y hasta existen hipótesis que barajan la posibilidad de la existencia de algún pequeño templo, incluso paleocristiano, sobre el que se erigió la actual ermita.

De lo que no se tiene la menor duda es que el área próxima al santuario conformó un espacio cultual en tiempos prerromanos. Del siglo II es el ara votiva dedicada a la diosa Diana, que fue hallada en la ermita de la Virgen de la Luz: D(ivae) n(o)s t(rae) vir T(itus) annor(um) CV h(ic) s(itus) s(epultus) (est). Cut(ius) L(ucius) f(aciendum) c(uravit) Titvs Vecetis donativa posit. Su traducción es: «A la nuestra diosa (Diana) El varón Tito de 105 años aquí está enterrado. Cutio Lucio procuró fuera hecho este monumento. Tito Veato (?) puso los donativos»[2]. Del mismo lugar procede otra inscripción que el devoto Tálabus Víctoris dedica a Júpiter: I(ovi) O(ptimo) M(aximo). Talabus Victori(s) f(ilius) sol(vit)[3].

Es interesante la presencia de Diana, hija de Júpiter, por lo que podría suponer de sincretismo religioso, siempre que aceptáramos la nueva Virgen de la Luz como asimiladora de los atributos de la virgen cazadora y protectora de la naturaleza. Y no faltan aspectos concordantes entre ambas divinidades. Al igual que la Virgen de la Luz, según veremos en una de sus leyendas, también Diana es un nombre que remite al significado latino de Aquella que es iluminadora. A ella se refiere Cicerón en los siguientes términos:

… y a Diana la identifican con la luna…; mientras que el término «luna» procede de «lucere», brillar o lucir; es, en efecto, la misma palabra que «Lucina», y por ello en nuestro país Juno Lucina es invocada en los partos, como lo es Diana en su sobrenombre de Lucífera entre los griegos… Fue llamada Diana porque hizo una especie de «día» en plena noche...[4].

Pero el mito de Diana se hace patente en otros relatos que han pervivido en Arroyo de la Luz. Se cuenta que un caballero en solitario logró dar muerte a un gigantesco jabalí que por estas tierras aniquilaba lo que encontraba a su paso y acababa con la vida de cuantos a él se enfrentaban. Tal hazaña, cuyo argumento, surgido en épocas remotas, debió mantenerse durante muchos siglos y pasó muy tardíamente a reflejarse en el escudo de armas del pueblo. Sin duda fue recogido como un hecho histórico que se confirmaba en la enseña que el rey Enrique III «el Doliente» concedía a la localidad en el año 1402: un roble o fresno cargado de frutos y un puerco puesto al través, al que en versiones muy antiguas se le añadió el jinete portando la lanza (Figura 1). Es casi seguro que nos hallamos ante la reiteración de uno de los hechos atribuidos a Diana. La diosa, no habiendo sido correspondida devotamente por Eneo, rey de Calidón, envió un gigantesco y fiero jabalí contra su pueblo. En la caza del animal que tenía asolada la región participaron numerosos héroes, siendo abatido por Meneagro, hijo del propio monarca[5].

La representación plástica de la hazaña de la lucha con el jabalí no es única en Arroyo de la Luz. Contamos con ejemplos sobre el particular. En Murça (Portugal) se levanta en la plaza una escultura de la porca. Se cuenta que fue erigida para recordar que, en el año 757, el señor de la ciudad había matado al animal «que se había convertido en el terror de los pueblos, por su monstruosa corpulencia, por su ferocidad, y por ser tan astuta, que nunca pudo haber sido muerta por los cazadores»[6]. Una leyenda semejante es la que se mantiene en de Torre de Dona Chama, donde a imagen pétrea que se conserva en el pueblo recuerda las andanzas de la sanguinaria «berrôa»[7]. Incluso en Arroyo de la Luz, al decir de algunos relatos, un verraco granítico se alzaba a la entrada de la localidad, motivo por el que este núcleo fue conocido como Arroyo de Puerco, nombre oficial que conservó hasta ya avanzado el siglo pasado[8].

Aunque todos estos casos pueden interpretarse como mitos de conquista[9], no podemos olvidar que la presencia del jabalí en el Mundo Antiguo está relacionada con creencias de ultratumba y con la caza fúnebre[10]. El jinete del escudo de Arroyo de la Luz constituiría un claro paradigma de cuanto apuntamos, partiendo de la interpretación que lo confieren conocidas representaciones de la misma naturaleza[11]. Tal es el carro de Mérida, de época prerromana, en el que se representa una escena de cacería donde un jinete, ayudado por dos perros (uno ha desaparecido) persigue a un jabalí (Figura 2).

Con el paso de tiempo este enclave mantuvo una importancia cultual muy unida a las prácticas funerarias y a las creencias en el más allá. Prueba de ello son las tumbas tardorromanas y visigodas que constituyen una auténtica necrópolis que se extiende por los alrededores de la ermita y por las proximidades de la cercana charca de la Dúa. Algunas más se hallan difuminadas por la dehesa de la Luz. Se trata de sepulturas, algunas de ellas antropomorfas, que se han excavado sobre las rocas graníticas, ya de forma aislada o formando conjunto. En total se contabilizan varias decenas, de muy diferentes tamaños, y que caben datarse de entre los siglos iv y viii (Figura 3).

Todo hace pensar que la cristianización llegó a estos lugares en el siglo IV, aunque resulte complicado saber el arraigo que la nueva religión tuvo en los primeros tiempos. Y en este caso hasta que punto se dio una continuidad cultual propia de un sincretismo religioso transformador de una antigua deidad romana en la Virgen María. En tal supuesto quedaría vinculada al mismo nombre del enclave: la Virgen de Lucena. Todo apunta a la existencia de una villa romana en el área del actual santuario, como han puesto en evidencia diferentes hallazgos arqueológicos, entre los que sobresalen los lagares de vino y aceite excavados en las rocas, que fueron reutilizados en épocas posteriores. Y es posible que este enclave acogiera más tarde a alguna comunidad eremítica sustentada en una devoción mariana. Baso esta hipótesis en la localización de determinados abrigos que conforman algunas rocas del entorno, que pudieron servir de habitáculos de penitentes, en los que a la par que la acción erosiva se vislumbra la mano del hombre. Incluso no muy alejado de la ermita encontramos un bohío que no responde al modelo tradicional de un chozo circular con cubierta de falsa cúpula. En este caso se ha construido sirviéndose de dos rocas enfrentadas, que se unen mediante arcos de medio punto que sustentan una pétrea bóveda de cañón. Aunque con posterioridad se haya usado como habitáculo pastoril, muestra la evidencia de haber sido un primitivo oratorio vinculado a la vida eremítica (Figuras 4 y 5).

Una leyenda sobre la invención de la Virgen de la Luz pone igualmente de manifiesto el aislamiento de estos lugares. Aunque su elaboración fuese muy posterior a la reconquista, quienes la recrearon participaban de esta misma concepción. Al tiempo que en la dehesa de la Luz vivía una pequeña comunidad hispanorromana, con primitivas creencias cristinas fuertemente arraigadas, el actual pueblo de Arroyo era un núcleo visigodo, de confesión arriana, regido por un conde que ejercía derechos feudales. Este conde, de nombre Pelagio, en una de sus correrías por la dehesa de la Luz, descubrió la belleza de una joven pastora y le manifestó el deseo de convertirla en su esposa. Leticia, que así se llamaba la zagala, rechazó la propuesta por mor de sus convicciones religiosas. Y le hizo saber que no cambiaría de opinión mientras él no aceptara la divinidad de Jesús y de María. Por tal motivo fue encarcelada.

El segundo día de Pascua los criados del conde irrumpieron en su presencia para comunicarle que el rebaño de Leticia era cuidado por una anciana desconocida de nombre María, que había devuelto la vista a un escudero llamado Sixto; manifestando al conde que, cuando iban a apresarla para traerla a su presencia, les había sido imposible hacerlo, porque sus pies habían quedado clavados, a la vez que la anciana les aconsejaba: «Arrepentidos los quiere Jesús. Decid al conde que, si no da libertad a Leticia y a su familia, quedará ciego hasta quo no haga cristiano».

Enfurecióse el conde, mandó matar a María y al rebaño, quedando ciego al instante, como la anciana había profetizado.

El conde, postrado de rodillas, dijo entonces: «Señor, creemos en Ti», recuperando al instante la vista.

Sacó a Leticia de su prisión, casó con ella, celebrándose los esponsales bajo la encina sagrada, que se abrió en el acto, apareciendo sobre ella una mujer muy bella que dijo: «Seguid, buenos cristianos, la religión de Jesús. La anciana María soy yo. Yo seré vuestra patrona que os protegerá en las desgracias»[12].

Salvo muy ligeras variantes esta leyenda de Arroyo de la Luz guarda grandes paralelismos con otras extremeñas que se fijan a tiempos históricos posteriores, cual es el de la dominación musulmana. Una de ellas es la que hace referencia a la recuperación de la vista del rey taifa Jayón, que dominaba los contornos de la actual villa pacense de Fuente del Arco, en el momento en que este y su hija Ermelinda, a petición de la Virgen, abrazan la fe cristiana. Y por su cuenta se levantó la primitiva iglesia de Nuestra Señora del Ara. Más conocida es la que tiene que ver con otro ciego ilustre, en este caso Al-Maimon, hijo del también rey taifa Al-Mamu de Toledo. Conduciendo a un grupo de prisioneros cristianos por las tierras de Hita, se aparece la Virgen sobre una higuera con tal resplandor que lo deja ciego. Solo recupera la visión cuando en una fuente cercana se bautiza y lava los ojos en sus aguas. Seguidamente procedería a la reconstrucción del santuario, conocido por Sopetrán, que los propios musulmanes habían arrasado. Y ya de paso, se dice en el pueblo cacereño de Almorín, el convertido agareno fundó en este lugar un santuario bajo la misma advocación, cuando por aquí se refugió huyendo de su padre, que lo perseguía por haber abandonado la fe de sus mayores.

Al contrario que en estas leyendas, la del conde Pelagio no señala la construcción de un santuario. Teóricamente el conde Pelagio es permisivo con los hispanocristinos, de tal manera que si arresta a Leticia, no lo hace por sus creencias, sino por doblegar su resistencia a contraer matrimonio. De transformar la leyenda en historia nos toparíamos que la conversión de Pelayo potenciaría la devoción a la Virgen y el enriquecimiento material de la primitiva basílica, tal vez incorporando elementos artísticos visigodos, como vemos en otros santuarios de la antigua Lusitania. En todo caso, a tenor del relato, en Arroyo de la Luz un conde había adjurado del arrianismo con algún siglo de antelación a que lo hiciera Recaredo en el III Concilio de Toledo, en el año 589, para conseguir la unidad espiritual del Reino Visigodo de Hispania.

Saltando del terreno de las hipótesis, por el que nos hemos movido hasta aquí, lo cierto es que la primera noticia acerca de la Virgen de la Luz y de su santuario no la encontramos hasta el año 1480 (Figura 6). Aparece nominada en el Libro de Visitas de la parroquia como «hermita de Sancta María de la Luzena»[13]. Anteriores son las citas al lugar de Arroyo, entre las que se encuentra la mención recogida en la documentación de la villa de Cáceres en el año 1305[14]. Aunque parece ser que el actual núcleo de población se configura como tal en el periodo de la reconquista, unido a la recuperación de estas tierras por Alfonso IX, que se apodera de Cáceres en el año 1229, no se puede negar de manera radical la existencia de un anterior enclave musulmán, de escasa entidad. Pero de ninguna manera supondría una avanzadilla del ejército almohade, a pesar de que no faltan autores que, erróneamente, definen el castillo de Arroyo como una construcción árabe de esa etapa o, incluso, anterior[15].

La conquista de esta zona por las tropas cristianas, al decir de la leyenda, hasta cierto punto se encuentra condicionada favorablemente por una batalla que tiene por marco la dehesa de la Lucena, y que se nos ofrece con un halo de misterio: la Virgen ayuda a derrotar a los agarenos. Madoz se refiere tanto a la batalla como a la intervención divina que propició la erección de santuario en estos términos:

Se ignora la época de su fundacion; pero debemos esponer las creencias del pais y los datos en que se fundan. La ermita se halla en un valle llamado de los «Moros»; en aquel punto habia una encina denominada de la «bandera» y por su inmediación corre un arroyo que se llama de la «Matanza», cuyo nombre tiene tambien un pozo que alli existe: con estos datos se asegura que trabada una fuerte pelea entre moros y cristianos en el indicado valle, se apareció la Virgen sobre la encina de la bandera, dando «luz» a los cristianos, para derrotar á sus contrarios, causándoles una horrible mortandad: lo cierto es, que fue elegida por patrona de la v[illa] y se la tiene gran devocion, acudiendo los vec[inos] en sus necesidades á implorar su divino amparo[16].

Existen unas mínimas variantes a esta leyenda. Mientras que unos indican que la Virgen se presenta como «una Señora llena de luz», otros observan que el resplandor procede de dos teas que sostiene en las manos. Tal luminosidad, al decir de algunas versiones, sirvió «para que los cristianos pudiesen consumar la derrota y explotar el éxito de la misma sobre los sarracenos»[17], sin olvidar los que puntualizan que esta luz tuvo un doble objetivo: «ilumina a los cristianos y ciega a los musulmanes»[18]. Pero en todos los casos, puesto que la batalla se inició al atardecer, la luz alargó el día hasta que la victoria fue completa, recordando otros aconteceres bélicos de idéntica naturaleza[19]. Si bien aquí la Virgen actúa motu proprio, en otras ocasiones interviene luego de escuchar el ruego del adalid de los combatientes cristianos.

En el pueblo existe una convicción de que terminada la batalla, un grupo de jinetes corrió hasta el pueblo para comunicarle a los vecinos la victoria. Aunque no faltan quienes apuntan que los que corrían eran musulmanes perseguidos por la tropas cristianas. A partir de entonces, cada año el Lunes de Pascua, que conocen como Día de la Luz, se recuerda aquella cabalgada. Esa mañana son muchos los caballistas que compiten a galope por la Corredera, la principal calle de la localidad[20]. Pero esta tradición tal y como hoy la conocemos, cuyos orígenes dicen remontarse hasta el año 1229, fecha de aquella fantástica batalla, no llega al siglo de antigüedad. Aunque menos tiempo aún tiene el actual escudo de la villa que, de manera incomprensible, en el año 1941 vino a sustituir al otorgado en 1402 (Figura 7) y que cada vez más paisanos consideran como «el de siempre». En estos términos se informaba de manera oficial del cambio:

… la Comisión Gestora municipal en sesión del 28 de marzo de 1941 adoptó en principio es escudo actual cuyo motivo heráldico alude a la batalla de moros y cristianos en que para guiar y proteger a éstos se apareció Nuestra Señora de la Luz precedida de un sol resplandeciente junto al llamado Pozo de las Matanzas, muy cerca de donde hoy radica el Santuario. No faltará quien, como más o menos buena fe y más o menos solapadamente critiquen el nuevo escudo…[21].

Y, por supuesto, las críticas llegaron y siguen llegando[22].

II. Nuestra Señora del Prado, de Casar de Cáceres

La ermita de Nuestra Señora del Prado se localiza a nueve kilómetros de la localidad de Casar de Cáceres, en la denominada Dehesa de la Jara. Los datos más antiguos sobre la actual construcción corresponden a los finales de finales del siglo xv, fecha en la que se constata el impulso económico que para su ejecución realiza Alonso de Golfín[23]. Es objeto de grandes intervenciones arquitectónicas durante los siglos xvii y xviii (Figura 8).

La primitiva imagen corresponde a los finales del siglo xiii, aunque de ella solo se conserva la parte inferior. El resto de la talla (tronco, cabeza y brazos) fue destruido en el siglo xviii con la intención de convertir la imagen en un maniquí al que encasquetarle las correspondientes vestimentas[24]. Lógicamente hemos de pensar en algún pequeño santuario sobre el que se edificó la actual ermita, y es factible pensar enuna continuidad cultual desde muy lejanos tiempo. En este sentido se expresa el profesor García Mogollón[25]:

Por otra parte, la dedicación sagrada del lugar, desde los tiempos prehistóricos es evidente, pues en las cercanías del templo se observan diversas tumbas excavadas en la roca granítica, e incluso un posible altar de sacrificio…

Sobre la posibilidad de este elemento de carácter religioso Martín Gil[26] no tiene duda, relacionándolo con otros hallazgos del entorno de la ermita:

En diversos sitios de este bosquecillo se encuentran sepulturas excavadas en granito, lo que me inclina a tener por cierto el de ser un altar prehistórico de sacrificios…

Por su parte Mélida[27] cataloga estos sepulcros de la dehesa de la Jara, en el entorno del santuario, como de la Edad del Bronce, y no muy distinta es la datación que al respecto hace Sanguino Michel[28], aunque a tenor de la cerámica existente baraja la posibilidad de que fuesen romanos. Estudios posteriores se inclinan por considerar que el ara de sacrificio responde a un lagar y que los sepulcros deben catalogarse en torno al siglo vii. No obstante estas apreciaciones de ninguna manera contradicen el hecho de que el santuario de la Virgen del Prado responda a una cristianización de un viejo espacio sagrado, al menos desde época romana, como ya intuía uno de los autores citados[29].

Tales sepulcros desde muy antiguo llamaron la atención, como pone de manifiesto un documento del año 1794 elaborado por el cura párroco de Casar de Cáceres, que a ellos se refiere en los siguientes términos:

En las inmediaciones al pueblo, al poniente y en el sitio de la Jara, donde está la Virgen del Prado ay vestigios de población, en las peñas ay muchos sepulcros y en algunos ai dos unidos, como para matrimonios, sólo con la división para las cabezas; se ignora si estos sepulcros se harían en tiempo que los moros ocuparon estas tierras o fuesen hechos antes, en tiempo de christianos, porque en el siglo pasado en uno de los sepulcros que están inmediatos a la Virgen del Prado se encontró una campanita y otras alajas, indicios del culto divino[30].

Por los hallazgos arqueológicos se sabe que alrededor del sitio ocupado por el santuario

ay vestigios de haver havido población grande y en la[s] excavaciones que hacen los dueños de aquellas heredades para laborear sus viñas, se encuentran monedas mui antiguas[31].

Esta suerte de yacimiento, al que se supone el núcleo original del futuro Casar de Cáceres, hizo que algunos exégetas aludieran a una pronta cristianización y a la existencia de una comunidad evangélica en el siglo i. Y tal comunidad sufrió los efectos de la persecución en tiempos del emperador Domiciano. Entre las víctimas se contabiliza a San Evasio, obispo de Coria. Tal información provine de Prudencio de Sandoval[32], obispo de Tuy, que creyó fielmente una de las patrañas que le comunicara personalmente el falsario Román de la Higuera:

A dos leguas de la villa de Caceres, esta una villa principal, llamada el casar de Caceres en do[n]de ay ruynas y señales de antiguedad Romana, y inscripsiones, que sin duda es el lugar en que padecio San Euasio, de q[ue] habla este Martyrologio, y q[ue] llegó aquí desde Tuy predicando este varon Apostolico…

Poco tiempo después Juan Tamayo de Salazar[33] amplia la biografía de San Evasio, y le siguen muy fielmente sin el mínimo reparo Gil González Dávila[34] y, sobre todo, Juan Solano de Figueroa[35].

No hubiera sido necesaria la invención de un santo para comprender que el cristianismo llegara a estos lugares en una etapa relativamente temprana, posiblemente, bajo el influjo de Mérida, en los siglos iii-iv. Seguro que trajo consigo un sincretismo de las viejas creencias, que a su vez el pueblo romano habría asimilado de cultos anteriores. Pocos datos hay al respecto, si excluimos las deducciones a partir de un ara votiva que se supone hallada en Casar de Cáceres. Se hace referencia a Bandua[36], una deidad tal vez femenina, de características inciertas, que parece más vinculada con la vieja ermita casareña de la Virgen de Almonte que con la del Prado.

Es factible pensar que en la etapa posterior, tras el asentamiento de los visigodos, la población indígena no renuncio al culto en esta zona, erigiendo sobre este espacio sagrado otras construcciones o reformaron las existentes siguiendo unas nuevas técnicas. La citada ermita de la Virgen de Almonte parece responder a lo que fue un templo hispano-visigodo[37]. Y aunque no existen restos constructivos en torno al santuario de Nuestra Señor del Prado, si se cuenta con un elemento, concretamente un fuste cordado de cronología visigoda, que nos induce a pensar en la pervivencia de este espacio religioso en esa época[38].

Y es también muy probable que a ese tiempo haya que vincular los sepulcros excavados en la roca por las proximidades de la Virgen del Prado, si bien tampoco se podría descartar que fueran ejecutados tras la reconquista y la recuperación de este espacio sagrado, si es que en alguna ocasión se perdió. En todo caso los repobladores copiarían modelos precedentes[39]. Tampoco cabe descartarse las hipótesis que vinculan este tipo de enterramientos aislados o en pequeño agrupamientos con la presencia de eremitas en sus proximidades[40], como vimos al referirnos al santuario de la Virgen de la Luz.

A partir del siglo viii, tras la conquista musulmana, las actuales tierras de Casar de Cáceres, pueblo al que, sin base en la que sustentarse, dan el nombre de Al-Kasar, están sujetas a los mismos avatares históricos que Qázris (Cáceres). La ciudad permanece ocupada hasta que en el año 1166 se adueña de ella el lusitano Geraldo de Sempavor. En 1169 pasa a manos del Fernando II de León y la recuperan los almohades en el año 1174, tras vencer a los Fratres de Cáceres, un grupo de caballeros constituidos en una orden militar y religiosa cuyo fin era la custodia de la ciudad. Será con motivo de esta batalla en la que los almohades se apoderan de Cáceres cuando toma carta de naturaleza la intervención de la Virgen del Prado para proteger a las tropas cristianas. De este modo la refiere el escritor Tomás Martín Gil:

… que en el año 1173 se trabó un fuerte combate entre los moros que acababan de ganar Cáceres y los cristianos, acaudillados por D. Pedro Fernández, en un valle llamado de Valdebarajas, junto al Casar. La batalla fue dura y el jefe de los guerreros cristianos hubo de encomendar su negocio a María, que se le había aparecido entre nubes. «Tente un día, pidió con fervor nuestro caudillo, para poder vencer a estos leones». Y los moros fueron derrotados.

Aseguraba el cronista que, durante la batalla, vieron asombrado cómo una mujer, «majestuosa, bellísima, vestida de blanco y azul», llenaba cántaros con el agua de un pozo y los llevaba a los cristianos para que apagaran su sed. La hermosa señora desapareció una vez que los moros fueron vencidos[41].

Respondiendo al conocido arquetipo de estas leyendas hagiográfica, de inmediato la buena señora fue identificada con la Virgen y en recuerdo del milagro y en acción de gracias se le erigió el correspondiente santuario. Y en un cercado frente a la ermita, totalmente remodelado, puede verse el pozo en el que la enigmática mujer llevaba sus cántaros. Se le conoce por Pozo de la Virgen (Figura 9).

Actualmente ésta es una leyenda fuertemente arraigada en el pueblo, a pesar de que la creación de la misma no va más allá del siglo xix. El autor de esta versión dice haberla escuchado «hace tiempo de labios de un cultísimo sacerdote», de nombre Inocencio Benavente, que a su vez imprimió en un libro de novenas «con ingenuidad no exenta de poesía»[42].

En líneas generales resulta una leyenda bastante primaria, cuya primera parte sigue muy esquemáticamente el milagro de Tentudía, donde tomó protagonismo el maestre de Santiago don Pelay Pérez. Aquí es sustituido por Pero Fernández Hurtado, adalid de los Fratres de Cáceres, predecesores de los Fratres de la Espada, origen a su vez de la Orden de Santiago. No solo se utiliza aquel relato legendario, sino que adelantan el milagro de la Virgen del Prado algunas décadas con respecto al de Calera de León.

De poco sirvió el empeño de la Virgen del Prado en resolver esta batalla a favor de las huestes cristianas. Cuenta la historia que Cáceres pasó a poder de los almohades y que gran parte de los caballeros de la ciudad murieron en su defensa.

III. Virgen de la Victoria, de Trujillo

La actual ciudad de Trujillo, fue conocida como Turgalium en época romana. Tal nombre procedería de una antigua denominación prerromana sobre las que existen muy diversas hipótesis[43]. Al igual que ocurre con el nombre pasa con respecto de la religión indígena. Quienes se asientan en estas tierras van a aceptar a los antiguos dioses, siempre y cuando presenten similitudes con son propio panteón. Algunas de las aras votivas que se conocen dejan claras las coincidencias entre ambos pueblos politeístas. Las dedicadas a Netonio, Baraeco, Salamo, Nabi o Abasai son una prueba evidente de ello[44]. Con la llegada del cristianismo se va a producir un fenómeno semejante: los mártires suplantarán a los viejos dioses, a los que se le atribuyen las características de éstos e, incluso, conservando muchos de los aspectos de su culto y hasta el espacio en el que tenia lugar.

Desconozco la llegada del cristianismo a Trujillo, aunque posiblemente sería en unas fechas no muy alejada de cuando desembocó en Mérida. Esta nebulosa ha propiciado el resurgir de leyendas sobre estos primeros tiempos, una de ellas proveniente del manuscrito de un anónimo iluminado, del siglo xvii, con el título de Relación breve del antigüedad de la muy noble muy leal ciudad de Truxillo. Entre las sorprendentes informaciones que ofrece destaca la que refiere el hecho de que San Pablo predicó en Trujillo en el segundo año del imperio de Nerón[45].

No más afortunadas son las alusiones de otros «historiadores» sobre el santoral trujillano, referidos a los primeros mártires de la recién creada comunidad cristiana. Cuenta de ellos da Juan Tamayo Salazar[46]:

… en fructuoso razimo siruio la Christiandad de Truxillo en la mesa del Cordero, con los valentissimos hijos suyos S. Hermogenes, Donato, y XXII compañeros, que en la cruel persecución de Diocleciano año de CCC, presos por la obseruancia de la Religion Catolica en su Ciudad, y a vista de sus Ciudadanos, de sus amigos y parientes con variedad de tormentos fueron desmembrados…

Posteriormente serían traslados a Mérida, donde hallarían la muerte. También en ello se fija otro fabulador de la tierra, Juan Solano de Figueroa, que llega a anunciar, aunque nunca vio la luz, un monográfico sobre estos mártires al que titulará Historia y Sa[n]tos de la muy Noble Ciudad de Truxillo[47]. Sin embargo dará amplia cuenta biográfica en un posterior libro dedicado a San Jonás, otro supuesto mártir de Cáceres[48]. Al igual que Tamayo Salazar, Solano de Figueroa halla su base en el «Chronicon Adversarios», del Arcipreste de Santa Justa, firma bajo la que una vez más se esconde el falsario Jerónimo Román de la Higuera. Solano convierte a Donato en arcipreste y en preceptor de Santa Eulalia[49]. Por su parte, con antelación a estos escrito, Bernabé Moreno de Vargas[50], siguiendo diversos martirologios, en los que no existe ninguna alusión a Trujillo, señala que

(se) cuentan por Martires de Merida a san Hermogenes, y san Donato, y dizen, que co[n] otros veinte y dos Santos padecieron en Merida, y que fueron ahogados en vna laguna, o charca muy honda que estaua en la Ribera de Guadiana cerca de la Ciudad, y que por esto comunmente es llamada, la laguna de los Martires.

Sin entrar en elucubraciones, y dada la inexistencia de ningún tipo de fuentes al respecto, cabe decirse que hasta la etapa visigoda no encontramos atisbos del cristianismo en la ciudad de Trujillo y su entorno más próximo. Sin embargo, son pocos los restos que de esta etapa se conservan y que, al decir del investigador local José Antonio Ramos Rubio, se reducen a un par de columnas de mármol que se hallan en la torre tardorrománica de la iglesia de Santa María y a los restos de una basílica visigoda en los aledaños de la puerta de Coria, cercana a la vía romana[51]. Por lo que respecta a la basílica, a raíz de las excavaciones realizadas en el lugar que ocupaba, el propio autor la data como del siglo vii, al igual que alguna tumba de su interior. Posiblemente se trata de un templo utilizado por los mozárabes, aunque debió ser abandonado e, incluso, olvidado antes de la reconquista, como prueba el hecho de que no fuera reedificado tras el nuevo asentamiento de los cristianos.

Una datación similar se le atribuye a los sepulcros excavados en las rocas que se localizan en los entornos Trujillo[52], aunque no faltan quienes los enmarcan dentro de la época romana[53], sin que por ello se pueda negar una continuidad de este tipo de sepulturas hasta en un tiempo posterior a la reconquista.

Prácticamente nada conocemos sobre el aspecto cultual en la ciudad durante los siglos de la dominación musulmana. Se especula acerca de que hubiera una mezquita en el lugar que ocupa la iglesia de Santa María, que a su vez se había erigido sobre una basílica mozárabe. Incluso en el supuesto de pervivir alguna pequeña comunidad cristiana nos resultaría imposible saber hasta qué punto se veneraba a la Virgen. Por el contrario, aún se mantienen en pie interesantes monumentos militares y defensivos, como son las murallas, levantadas en el siglo x, y el castillo, construido entre este mismo siglo y el precedente (Figura 10).

Esta gran fortificación de la ciudad no será óbice para que caiga en manos de Gerardo Sempavor, que la controlará entre los años 1165 y 1168. En el año 1169 pasó a poder de Fernando Rodríguez de Castro, que la cedería a Alfonso VIII de Castilla. Los almohades la recuperaron en el año 1196, perdiéndola de manera definitiva el 25 de enero de 1232[54]. Intervinieron en esta conquista las órdenes militares de Alcántara y Santiago, a las que acompañaron las huestes del obispo de Plasencia, como se refiere en los Annales Toledanos II: «Los Freyres de las Ordenes, e el Obispo de Placencia prisieron à Trugiello dia de Conversión Sancti Pauli en Janero»[55]. Estos Anales fueron escritos hacia 1240, muy pocos años después de la conquista de Trujillo[56], y constituyen una fuente de primer orden para el padre Mariana, quien, siglos más tarde al referirse al citado año de 1232, nos ofrece estas palabras:

En Castilla los soldados de las ordenes militares, se juntaron con el obispo de Plasencia, y de consuno ganaron de los Moros a Trugillo, pueblo principal de la Estremadura. La toma fue a los veynte y cinco de Enero[57].

De los datos que preceden se serviría Fray Alonso Fernández para escribir su relación del hecho bélico[58]:

Año de mil y docientos y treynta y dos, dia de la Conuersion de San Pablo, en veynte y cinco de Enero, el Obispo de Plasencia don Domingo con gente de guerra desta ciudad, y co[n] los Freiles de las Ordenes militares, y el Maestre del Pereyro, llamado Frey don Arias Perez, que se señaló mucho en la conquista de Merida y Badajoz, ganaron à Truxillo de los Moros que se auian apoderado della.

Tras esta sucinta exposición, Fray Alonso se fija en el milagro que se le atribuye a la Virgen en la toma de la ciudad, posiblemente haciéndose eco de una leyenda que debió formarse en una época muy posterior a la reconquista y que en el siglo xvii seguía presentándose como un acontecimiento histórico:

Ya se refirio el fauor q[ue] Nuestra Señora hizo a los Christianos en esta co[n]quista de Truxillo, y que en memoria y hazimie[n]to de gracias, leuantaro[n] una hermita de Nuestra Señora de la Vitoria, y se va a ella en procession este dia. En la parte de los muros y torre do[n]de se apareció Nuestra Señora, haciendo guerra á los Moros, esta[n] estos versos:

En esta torre Iuliana,

Donde con verdad se muestra,

Sacra Virgen soberana,

Contra la gente Pagana

Os mostrastes Madre nuestra.

Desde este dia tomó Truxillo por armas vna Nuestra Señora sobre los muros entre dos torres.

Diferentes autores de esa época no hacen la mínima alusión a la milagrosa intervención de la Virgen. Es el caso de Moreno de Vargas. En su tratado sobre Mérida, a pesar de citar a Fray Alonso, cuya obra había escrito seis años antes, nada dice de la supuesta aparición[59]. Esta omisión resulta sorprendente si tenemos en cuenta las múltiples alusiones a los más que sorprendentes hechos milagrosos que recoge en sus páginas. Otros dejan de manifiesto que la ayuda divina a las tropas cristianas vino a través de San Pablo, al que erigirán en agradecimiento la correspondiente ermita (Figura 11). Tamayo, aunque el día de la conquista de Trujillo la hace coincidir con a festividad de San Paulo Ermitaño, el diez de enero, señala al respecto:

S. Pauo, Primer Ermitaño en la Tebayda, à X de Enero, dia en que se ganó la Ciudad de Truxillo, del Obipado de Plasencia de los Moros; en cuya memoria se erigiò, en la fortaleza de aquella Ciudad, vna Capilla à su Sa[n]to nombre, y en su dia assiste la Ciudad à los oficios en ella, Oficio comun, y Oracion[60].

Un testigo directo, en este caso Solano de Figueroa[61], da cuenta de los actos conmemorativos de la reconquista de Trujillo que se seguían llevándose a cabo hacia mediados del siglo xvii:

Truxillo venera al Apostol San Pablo en su conuersion a 25, de Enero, por auer sido este dia el de su conquita, en el año 1232… Y en este dia Cabildo, y Ciudad van en procession General a la Fortaleza, donde en la Iglesia de el Apostol se celebran los Oficios con sermon. Y de la solemnidad, y festejo deste dia, todos los que hemos viuido en aquella noble Ciudad, somos suficie[n]tes testigos.

Incluso una crónica trujillana del siglo xvi incide sobre el particular e informa de la consagración de un espacio musulmán, concretamente una mezquita situada en el castillo, y su dedicación a San Pablo:

En tiempo de la conquista de Trujillo, vino un caballero del solar de Pancorbo y de las gentes de los Tapias. Y en tomándose la Villa, una mezquita, que es la iglesia de San Pablo, la consagraron y pusiéronla el nombre de San Pablo y esta fue la primera parroquia que tuvo Trujillo[62].

Es evidente que en el siglo xiii existió una iglesia o ermita puesta bajo la advocación de San Pablo, situada en el recinto de la fortaleza, que fue totalmente reformada entre los siglos xvi y xvii. A ella se alude en un informe sobre el castillo redactado en la segunda década del siglo xx:

En esta segunda parte, en medio de la gran plaza que se hace en su recinto hay una ermita, titulada de S. Pablo. Es una capilla pequeña, de una nave dividida en tres tramos por arcos ligeramente apuntados y abierta con bóveda de lunetos evidentemente posterior, y cabecera de tres lados. Se trata en resumen de una modesta construcción gótica del siglo xvi. En esta ermita que se supone de más antigua fundación, es donde ha sido costumbre celebrar con una fiesta cívico-religiosa el 25 de Enero de cada año la conmemoración de la reconquista cristiana de la ciudad en 1232 y en ese día en que la Yglesia conmemora la conversión de S. Pablo[63].

Con el transcurso del tiempo el protagonismo de San Pablo fue suplantado por Nuestra Señora, a la que se intituló con el nombre de la Victoria, y se le marcó un papel esencial en la recuperación de Trujillo. Sin su presencia en la muralla, animando a las tropas cristianas, todo el esfuerzo hubiera sido imposible.

Tal vez en esta creación mariana se inscribe la leyenda del hallazgo de una imagen de la Virgen al construir la torre de la que sería iglesia de Santa María, levantada sobre otra mezquita (Figura 12). Se dice que las obras de este campanario comenzaron tras la primera conquista de la ciudad, que se interrumpieron tras la invasión de los almohades y que continuaron a partir de 1232. Este descubrimiento de la imagen de la Virgen responde al arquetipo sobre las leyendas acerca del hallazgo de objetos de culto escondidos con motivo de la invasión musulmana o de la contraofensiva almohade. Pero con respecto a su historicidad el arqueólogo José Ramón Mélida se muestra tajante:

No puede tener mayor fundamento la tradición, sin duda derivada de la anterior de que en tal torre se encontró escondida desde el siglo viii, en el xiii, la Virgen a que los reconquistadores atribuyeron su triunfo[64].

Una detallada descripción de la intervención de la Virgen en Trujillo se nos ofrece en un libro de la segunda mitad del siglo xvii dentro de un listado de milagros enmarcados en la reconquista, cuya principal finalidad es la exaltación mariana[65]. Su autor, Fray Antonio de Santa María, nos informa de la conquista trujillana en el capítulo veintisiete bajo el título de «Triunfos, y victorias gloriossimas del Santo Rey Don Fernando. Lleva en su Exercito vna Imagen de MARIA Santissima, y aparece repetidas vezes esta Soberana Señora en sus conquistas, asegurando con su Patrocinio el triunfo».

Comienza el relato señalando cómo el rey Fernando III «diò la manutenencia de las armas à el Maestre de Santiago, y al de Alcantara, los quales se pusieron en marcha, para continuar sus victorias, y les dio vna, MARIA Santissima, tan gloriosa como veremos aora». Llegado el ejército cristianos ante Trujillo, al verlo tan bien defendido, se pensó en abandonar su conquista y continuar el camino hacia otra plaza que resultara más asequible. Es en esta circunstancia cuando se produce el primero de los milagros, que recuerda a los protagonizados por Santiago, San Isidoro o San Millán ante situaciones semejantes:

… pero aquella noche se les apareció MARIA Santissima a los Chritianos, y les dixo, que embistiesen a la Plaça, que lo demàs era cobardia, y ofreciòles su Patrocinio para el vencimiento.

Por la mañana, una vez iniciada a lucha, volvería la Virgen a hacer acto de presencia, más siempre procurando que la victoria fuera atribuida a la intervención divina más que al ardor de los combatientes:

… à la primera embetida hallaron grandissima resistencia en los cercados; porque convenia que no se atribuyeran despues el vencimiento à su valor, ni à sus armas, sino es al poder de Dios, y al Patrocinio de Nuestra Señora. Hizieron otra embestida, implorando al Dulcissimo Nombre de MARIA. O prodigiosa Señora, y Madre nuestra, que prompta que estais para socorrer à los que de vos se amparan! Al mismo tiempo apareció Nuestra Señora sobre el muro, con el Niño Iesus en los braços, que llamava, y esforçava à los Chritianos, diziendo: Hijos mios, aquí estoy yo. Viendo los Christianos este prodigio, embistieron por el lienço de muralla que ocupava Nuetra Señora, y con su amparo se vieron dentro de la Plaça, y enarbolaron en las almenas sus banderas Catolicas…

Para perpetuar la memoria de esta batalla resuelta favorablemente los vencedores tomaron una serie de decisiones que iban desde la construcción de algún monumento a la Virgen hasta incluir su efigie en el escudo de la ciudad recién conquistada:

… fabricando vn Altar sobre el muro, à donde se les manifestó Nuestra Señora, y en èl colocaron vna Imagen suya, y cantaron su Missa. Despues le fabricaron pegado al muro vn Templo muy sumptuoso, y en él colocaron à MARIA Santissima Señora Nuestra, con titulo de la Victoria, y la tomò Truxillo por su Patrona, y la puso por Armas, y Blason de su Ciudad, en la forma que se les avía aparecido, con el Niño en los braços, sobre vn muro, cercada de dos torres, y orlado el escudo con esta letra: «Inter vtrumque iaces castrum Virgo inclita natum»[66].

Con anterioridad a Santa Cruz otros autores, como Fray Alonso Fernández o Rodrigo Méndez Silva[67], habían basado el origen del escudo de Trujillo en la supuesta victoria milagrosa. Y otros seguirán haciéndolo hasta un siglo más tarde. Es el caso de Ascensio Morales y Tercero, comisionado por el rey Felipe V para revisar los archivos diocesanos, misión que le ocupaba en Plasencia en el año 1753. En el informe confeccionado en esta ocasión[68] se lee esta información sobre la conquista de Trujillo:

Últimamente, año de 1232, día de la conversión de San Pablo, 29 (sic) de enero, concurrió con frey don Arias Pérez, maestre de la Orden de Pereiro, a la conquista de Trujillo, que había vuelto a poder de los moros y se recobró milagrosamente con la protección de Nuestra Señora de la Victoria, que desde entonces quedó por patrona de aquella ciudad, en reconocimiento del particular favor de haber asistido a los católicos visiblemente. Y desde entonces también, tomó por armas una imagen de Nuestra Señora sobre los muros de una ciudad y entre dos torres[69].

Tal escudo, según opinión general, había sido concedido por el rey Fernando III (Figura 13). De ser como se dice, teniendo en cuenta que la leyenda aún no se había forjado en aquellos momentos[70], esta concesión pudo responder a una razón de tipo devocional o al carácter protector de una población que a la Virgen ya se le concede sobre todo a partir de la Baja Edad Media. De ello dan buena cuenta las imágenes de Nuestra Señora colocadas en las puertas de las murallas especialmente en los siglos xv y xvi, en torno a las cuales se gestaron sus propias leyendas. Este sería el caso de la Puerta del Triunfo de la muralla de Trujillo, por la que, según la tradición accedieron las tropas cristianas (Figura 14).

A pesar de las posibles fabulaciones, es muy factible que tras la conquista y la consagración de la mezquita y su dedicación a la Virgen, en ella se entronizara la imagen que traían consigo los combatientes y a la que se encomendaban antes de iniciar la batalla. Y sin que esto suponga una contradicción con otras imágenes que también en el siglo xiii vienen a colocarse en otros espacios de culto tanto en la periferia de la ciudad como en otras poblaciones cercanas. Entre las primeras pueden citarse las de Nuestra Señora de la Coronada, que actualmente se venera en la iglesia de San Martín, y Nuestra Señora de la Luz, que se custodia en la iglesia de San Francisco. La Virgen de la Coronada tuvo el santuario, del que se conservan sus ruinas, a legua y media de la localidad, y hasta él acudían cada año el pueblo y los representantes del Concejo en cumplimiento de un voto, posiblemente relacionado con la protección de la titular con motivo de alguna peste o epidemia.

En este afán por convertir a la Virgen en protagonista de la victoria y perpetuar la memoria, al decir de Fray Alonso, se grabaron unos versos, a los que ya hicimos mención, en los muros de la llamada Torre Juliana, un campanario construido tras la reconquista y al que la tradición data de época romana. Es hasta posible que en algún momento se pusiera una lápida con la inscripción, aunque otros nieguen este hecho al considerarla «muy moderna y como patrón obligado para conmemorar, con algunas variaciones, la aparición de la Virgen en cualquier otro lugar»[71]. Sobre el valor literario de los versos en cuestión basta con la opinión que al historiador Publio Hurtado le merecía la citada quintilla: «tan chabacana como fervorosa»[72].




NOTAS

[1] FUENTES BAQUERO, Ciriaco: La luz de Arroyo. Graf. Morgado. Cáceres, 1990, pág. 24. Sugiere que el nombre pudiera proceder de Lucio, dueño de una villa romana que en atención a su propietario sería conocida como Lucena.

[2] CALLEJO SERRANO, Carlos: «Cédulas Epigráficas del Campo Norbense», en Zephirus 18. Universidad de Salamanca, 1967, págs. 117-118. CORCHON GARCÍA, Justo: «Inscripciones cacereñas inéditas», en BRAH CXXXVII, 1955, pág. 12. HURTAD DE SAN ANTONIO, Ricardo: Corpus Provincial de Inscripciones Latinas. Cáceres. Diputación Provincial de Cáceres. Servicios Culturales. Cáceres, 1977, págs. 64-65.

[3] ESTEBAN ORTEGA, Julio: Corpus de Inscripciones Latinas de Cáceres I. Norba. Universidad de Extremadura. Cáceres, 2007, págs. 71 y 72. RAMOS RUBIO, José Antonio y SAN MACARIO SÁNCHEZ, Óscar: Estudio Histórico-Artístico de las Ermitas y Oratorios de la Tierra de Cáceres. Asamblea de Extremadura. Mérida, 2013, pág. 40.

[4] CICERÓN, Marco Tulio: Sobre la Naturaleza de los Dioses. Albor Libros. Madrid, 1998. Cap. 27, 68-69, pág. 91.

[5] ESPINO, Israel J.: 50 lugares mágicos de Extremadura. Editorial Cydonia. Pontevedra, 2015, pág. 14. APOLODORO: Biblioteca Mítica. Libro I, 8, 1-3. OVIDIO NASÓN, Publio: Metamorfosis, VIII, 260-444.

[6] SOARES D’AZEVEDO BARBOSA DE PINHO LEAL, Augusto: Portugal Antigo e Moderno. Diccionario Geographico, Estatistico, Chorographico, Heraldico, Archeologico, Historico, Biographico e Etymologico de todas las cidades, villas e freguezias de Portugal de grande numero de aldeias… Lisboa, Livraria Editora de Mattos Moreira & Companhia, 1875, pág. 591.

[7] LEITE DE VASCONCELOS, Jose: Religiôes da Lusitânia na parte que principalmente se refere a Portugal, III. Impresa Nacional. Lisboa, 1913, págs. 120-122.

[8] Un decreto aprobado el 11 de diciembre de 1936, con la completa oposición de los vecinos, propició el cambio de Arroyo del Puerco por Arroyo de la Luz.

[9] DOMINGUEZ MORENO, José María: «Rituales, mitos y leyendas populares extremeñas: La leyenda del jabalí de Arroyo de la Luz », en Saber Popular, Revista Extremeña de Foklore, 1 (Fregenal de la Sierra, 1987), págs. 8-9.

[10] BLÁZQUEZ, José María: «Los carros votivos de Mérida y Almorchón», en Zephyrus 6, (Salamanca, 1955), pág. 53.

[11] DOMÍNGUEZ MORENO, José María: «La divinización del lobo en Extremadura», en Revista de Folklore, 139 (Valladolid, 1992), pág. 8.

[12] DOMINGUEZ MORENO, José María: «Animales guías en Extremadura, II», en Revista de Folklore, 331 (Valladolid, 2008), pág. 9. RUBIO ROJAS, Antonio: Rutas cacereñas. La de Las Chimeneas, Gráficas CARO, Madrid, 1980, p. 62. FUENTES BAQUERO, Ciriaco: La Luz de Arroyo, págs. 31-33.

[13] FUENTES BAQUERO, Ciriaco: La Luz de Arroyo, pág. 24. RAMOS RUBIO, José Antonio y SAN MACARIO SÁNCHEZ, Óscar: Estudio Histórico-Artístico de las Ermitas y Oratorios de la Tierra de Cáceres, pág. 41.

[14] GARCIA CARRERO, Francisco Javier: «Los Herreras y su castillo (Señores de Arroyo del Puerco)», en Arroyo de la Luz, Pesajes y Fiesta. 2 de diciembre de 2017.

[15]Ibídem. García Carrero confirma de manera documental que esta fortaleza fue construida por García Herrera, señor de Arroyo del Puerco, a mediados del siglo xv.

[16] MADOZ, Pascual: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Tomo X. Madrid, a cargo de D. José Rojas, 1847, pág. 474.

[17] RUBIO ROJAS, Antonio: Rutas cacereñas. La de Las Chimeneas, pág. 62.

[18] BAQUERO, Ciriaco: La luz de Arroyo, pág. 31.

[19] La más conocida es la batalla de Tentudía, donde la Virgen hizo que el sol siguiera iluminando hasta el que maestre de Santiago, Pelay Pérez Correa, derrotó a los agarenos.

[20] DOMINGUEZ MORENO, José María: Fiestas populares en la provincia de Cáceres. Caja Salamanca y Soria. Salamanca, 1996, pág. 136-137. «Las fiestas de Pascua por la tierras cacereñas», en Revista de Folklore, 186. Obra Social y Cultural de Caja España (Valladolid, 1996), pág. 185.

[21] Una copia de dicho informe puede leerse en el tablón de anuncios colocado en el exterior de la casa del ermitaño del santuario de la Luz.

[22] La última corresponde al heraldista Abelardo Muñoz Sánchez, que lo califica de «un extraño escudo diseñado al margen de las normas heráldicas y sin la reglamentaria tramitación». (Los símbolos municipales de la provincia de Cáceres. Cáceres, Institución Cultural El Brocense, 2008.

[23] BENITO BOXOYO, Simón: Historia de Cáceres y su Patrona. Publicaciones del Departamento Provincial de Seminarios de F.E.T. y de las J.O.N.S. Cáceres, 1952, pág. 121. El original, manuscrito de 1794-1799, responde al título de Noticias históricas de la M(uy) N(oble) y L(eal) V(illa) de Cáceres, Provincia de Extremadura. Monumentos de la antigüedad que conserva.

[24] GARCÍA MOGOLLÓN, Florencio Javier: Imaginería medieval extremeña. Esculturas de la Virgen María en la Provincia de Cáceres. Editorial Extremadura. Cáceres, 1987, págs. 66-67.

[25]Ibídem, 66.

[26] «Un altar prehistórico de sacrificios», en Revista del Centro de Estudios Extremeños, tomo VI, núm. ,1 (Badajoz, 1932), pág. 171.

[27] MELIDA, José Ramón: Catálogo monumental de España. Provincia de Cáceres (1914-1916) Madrid, Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, 1924. (Manuscrito). Tomo 1, págs. 40-42.

[28] SANGUINO MICHEL, Juan: «Piedra de sacrificios y antigüedades de Mayoralguillo de Vargas», en Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo LXX (Madrid, 1917), pág. 314.

[29] MARTÍN GIL, Simón: «Un altar prehistórico de sacrificios», pág. 171.

[30] SÁNCHEZ DE DIOS, Gregorio: Descripción y noticias del Casar de Cáceres. (Manuscrito de 1795). Fue publicado en el año 1952 por a Diputación Provincial de Cáceres. Se trataba de las respuestas que el clérigo envió al geógrafo Tomás López de Vargas para la elaboración de un Diccionario Geográfico. Ver: La provincia de Extremadura a final del siglo xviii. Asamblea de Extremadura. Mérida, 1991, pág. 131.

[31]Ibídem, pág. 128.

[32] SANDOVAL, Prudencio de: Antiguedad de la ciudad y iglesia cathedral de Tuy y de los Obispos que se save aya auido en ella. Sacada de los Concilios y cartas Reales y otros papeles. Em Braga. Em casa de Fructuoso Lourenço de Basto. Anno 1610, fols. 18 r – 18 v

[33]Martyrologium Hispanum. Anamnesis sive Commemoratio Sanctorum. Hispanorum, Pontyficum, Martyrum, Confessorum, Virginum, Viduarum, ac sanctarum mulierum. Lugduni (Lyon), Philip Borde, Laurent, Arnaud, & Cl. Rigaud, 1652. Pág. 618.

[34]Teatro eclesiastico de las Iglesias Metropolitanas, y Catedrales de los Reynos de las dos Castillas: vidas de sus Arzobispos, y Obispos, y cosas memorables de sus sedes. Tomo segundo, que contiene las iglesias de Sevilla, Palencia, Avila, Zamora, Coria, Calahorra, y Plasencia. En Madrid, Imprenta de Pedro de Horna y Villanueva, año 1647. Pág. 435.

[35]San Jonás, Presbítero y Mártir, Apostol, Predicador y Maestro de la Noble y Muy Leal Villa de Cáceres y otros Santos sus hijos y Naturales del Obispado de Coria. En Madrid, por Ioeph Fernandez de Buendia, Año 1665, págs. 243 ss.

[36] OLIVARES PEDREÑO, Juan Carlos: «Dioses indígenas vinculados a núcleos de población en la Hispania romana», en Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Historia Antigua, t. 12, 1999, págs. 329-330. Los dioses de la Hispania céltica.  Real Academia de la Historia. Universidad de Alicante. Madrid, 2002, págs. 34 y 153.

[37] GARCÍA MOGOLLÓN, Florencio Javier: Imaginería medieval extremeña, pág. 64. CERRILLO MARTÍN DE CÁCERES, Enrique: «Ermita de la Virgen de Almonte, Casar de Cáceres», en Repertorio de Arquitectura Cristiana en Extremadura: época tardoantigua y altomedieval (P. Mateos- L. Caballero, eds.) (Anejos de Archivo Español de Arqueología XXIX), Madrid, 2003, págs. 43-49. MARTIN GIL, Tomás: «El arte en Extremadura. Excursiones a viejas ermitas», en Revista del Centro de Estudios Extremeños, tomo VII, 2 (Badajoz, 1933), págs. 157-160.

[38] GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: «Templo visigodo en el castillo de Montánchez», en Revista de Estudios Extremeños, vol. 40, núm. 3 (Badajoz, 1984), pág. 523.

[39] Sobre la datación de estos sepulcros se barajan distintas hipótesis. GONZÁLEZ CORDERO, Antonio: «Los sepulcros excavados en la roca de la provincia de Cáceres», en Arqueología, paleontología y etnografíaNº. 4, (Madrid, 1998). (Ejemplar dedicado a: Jornadas Internacionales «Los visigodos y su mundo». Ateneo de Madrid. Noviembre de 1990), págs. 271-284.

[40] RAMOS RUBIO, José Antonio, SAN MACARIO SÁNCHEZ, Oscar de y HOLGADO ALVARADO, Rosa: El patrimonio histórico-artístico de Casar de Cáceres y su entorno arqueológico. Diputación Provincial de Cáceres. Cáceres, 2018, pág. 92.

[41] HOLGADO ALVARADO, Rosa, TOVAR BARRANTES, Gregorio, VILLA CERRO, Norberto y CASTELLÓN ARJONA, Álvaro: Casar de Cáceres. Cicon Ediciones. Badajoz, 1999, págs. 53-54.

[42]Ibídem, pág. 52.

[43] REDONDO RODRÍGUEZ, José Antonio y GALÁN SÁNCHEZ, Pedro Juan: «El topónimo cacereño Trujillo: origen y evolución fonética», en Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños, número 12 (Cáceres, 1987), págs. 105-114. ACEDO, Federico: «De los nombres atribuidos a Trujillo», en Revista de Extremadura. Año II, vol. II, (Cáceres, Febrero de 1900), págs. 49–63. NARANJO ALONSO, Clodoaldo: Trujillo y su tierra: historia, monumentos é hijos ilustres. I. Tip. Sobrino de B. Peña. Trujillo, 1922, pág. 13. SÁNCHEZ SALOR, Eustaquio: «Topónimos derivados de possessores latinos en la provincia de Cáceres», en Homenaje a Carlos Callejo. Cáceres, 1979, pág. 725. «Extremadura y los nombres de sus lugares», en Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, X, 1999, pág. 118. GONZÁLEZ SALGADO, José Antonio: «Toponimia de la comarca de Trujillo», en Revista de Estudios Extremeños, vol. 65, número 2 (Badajoz, 2009), págs. 1061-1064.

[44] HURTADO DE SAN ANTONIO, Ricardo: Corpus Provincial de Inscripciones Latinas. Cáceres. Diputación Provincial de Cáceres. Servicios Sociales. Cáceres, 1977, págs. 238-244.

[45] ACEDO, Federico: «De los nombres atribuidos a Trujillo», págs. 62-63.

[46]San Epitacio Apóstol y Pastor de Tui, Ciudadano Obispo y Martir de Ambracia, oy Plasencia. Su vida y martirio. Madrid, Diego Díez de Carre[r]a, 1646, págs. 32-34.

[47]Historia y Santos de Medellín. Culto y veneración de San Eusebio, S. Palatino, y sus nueue Compañeros Mártires. A San Teodoro Anacoreta y San Raimundo, Hijos desta Noble Colonia. En Madrid, por Francisco Garcia y Arroyo, año 1650. Da la noticia en el apartado «Al que leyere», sin paginar.

[48]San Jonás, Presbítero y Mártir, Apóstol, Predicador y Maestro de la Noble y Muy Leal Villa de Cáceres y otros Santos sus hijos y Naturales del Obispado de Coria. En Madrid, por Ioeph Fernandez de Buendia, Año 1665

[49]Ibídem, págs. 234-239.

[50]Historia de la ciudad de Mérida. Dedicada a la misma Ciudad. Madrid, por Pedro Taso, 1633, pág. 112.

[51] «La alcazaba medieval de Trujillo», Coloquios Históricos de Extremadura, XVIII, (Trujillo, 1988).

[52] RAMOS RUBIO, José Antonio: «Tumbas antropomorfas en Trujillo», en Revista Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños, número 57 (Cáceres, 2002), pág. 48.

[53] RUBIO ANDRADA, Manuel y RUBIO ANDRADA, Francisco Javier: «Las sepulturas antropomorfas del berrocal trujillano», en Coloquios Históricos de Extremadura, XXXII, (Trujillo, 2002).

[54] PINO GARCÍA, José Luis del: «Génesis y evolución de las ciudades realengas y señoriales en la Extremadura medieval», En la España Medieval, número 2 (Madrid, 1985), pág. 381.

[55] FLOREZ, Henrique: España sagrada: theatro geographico-historico de la iglesia de España. Tomo XXIII. Continuacion de las memorias de la santa iglesia de Tuy y coleccion de los chronicones pequeñas publicados e ineditos de la historia de España. MADRID, por Antonio Marin. Año de 1757, pág. 204.

[56] MAÍLLO SALGADO, Felipe: «De mudejarismo de los Anales Toledanos Segundos», en Studia histórica. Historia medieval, número 7 (Universidad de Salamanca, 1989), pág. 210.

[57] MARIANA, Juan de: Historia General de España. Compvesta primero en latin, despues buelta en Castellano por… Tomo primero. Con licencia y privilegio. En Toledo, por Pedro Rodriguez, Impressor del rey nuestro señor, 1601. Libro 12, cap. 16, pág. 804.

[58]Historia y anales de la ciudad y obispado de Plasencia. Madrid, por Juan Gonçalez, a costa de la ciudad, y de la santa iglesia de Plasencia, 1627. Libro I, cap. IX, pág. 34.

[59] MORENO DE VARGAS, Bernabé: Historia de la ciudad de Mérida, pág. 229 r.

[60] TAMAYO DE SALAZAR, Iuan: San Epitacio Apóstol y Pastor de Tui, págs. 362-362.

[61]San Jonás, Presbítero y Mártir, págs. 257-257.

[62] Cit. RAMOS RUBIO, José Antonio: «La alcazaba medieval de Trujillo» XVIII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 1988. En el trabajo no aporta ningún dato sobre el citado documento.

[63]Catálogo monumental de España. Provincia de Cáceres (1914-1916), tomo II, pág. 495

[64]Catálogo monumental de España. Provincia de Cáceres (1914-1916), tomo II, pág. 497.

[65] SANTA MARIA, Padre Fr. Antonio de: España triunfante y la Iglesia laureada en todo el globo de el mundo por el patrocinio de Maria Santissima en España: finezas que Nuestra Señora ha obrado con España, obsequios y servicios con que han correspondido nuestros Reyes Catolicos à tan Soberana Señora. Discursos historiales desde el nacimiento de Maria Santissima, hasta la restauracion de la ciudad de Mecina y entrada de la Reina nuestra señora en su Real Corte, Reinando la Magestad Catolica de Don Carlos II… En Madrid, por Iulian de Paredes, Impressor de Libros, 1682.

[66] Ibídem, pág. 250.

[67]Poblacion general de España: sus trofeos, blasones y conquistas heroycas, descripciones agradables, grandezas notables, exceencias gloriosas, y sucessos memorables, con muchas, y curiosas noticias, flores cogidas en el estimable Iardin de la preciosa antigüedad, reales genealogias, y catalogos de dignidades eclesiasticas y seglares… En Madrid, por Diego Diaz de la Carrera: a costa de Pedro Coello, 1645, pág. 72 r.

[68] Privilegios, bulas, donaciones, confirmaciones y otras escrituras que se hallan en el archivo y tumbo de la Santa Iglesia Catedral de Plasencia. (Manuscrito de 1753).

[69]Historia de la Fundación i Cosas Memorables de la Noble Ciudad de Plasencia. Cit. SANCHEZ LORO, Domingo: Historias Placentinas Inéditas. Primera Parte. Catalogus Episcoporum Eclesiae Placentinae. Volumen A. Institución Cultural «El Brocense». Cáceres, 1982, pág. 364.

[70] Sería inexplicable que Alfonso X no hubiera recogido esta leyenda en las Cantigas de Santa María, siendo la de Trujillo una de las conquistas atribuidas a su padre, Fernando III, y habiendo tenido la Virgen tan gran protagonismo.

[71] ACEDO, Federico: «De los nombres atribuidos a Trujillo», pág. 59.

[72]Castillos, torres y casas fuertes en la provincia de Cáceres. Editora Regional de Extremadura. (Primera edición, 1912). Mérida, 1989, pág. 91.



La intervención divina en la reconquista de Extremadura: tres vírgenes guerreras

DOMINGUEZ MORENO, Jose María

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 469.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz