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Revista de Folklore número

468



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«Mentalidad mágica» en las primeras décadas del siglo XX en Castilla y León

BELLIDO BLANCO, Antonio

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 468 - sumario >



La creencia en fuerzas mágicas o espirituales puede resultar algo fuera de toda lógica en los tiempos actuales. La enseñanza reglada y la omnipresencia tecnológica en todos los ámbitos de la vida nos hacen olvidar que hay culturas distintas a la nuestra que aún valoran facetas de la vida que atienden a fenómenos que quedan al margen de la ciencia.

En realidad nuestra propia cultura no está tan alejada de esta situación. Hace unos cien años este imaginario todavía formaba una parte importante en la vida de nuestros antepasados. Y este hecho no sorprendía ni siquiera a los estudiosos de la antropología, como cabe apreciar del relato que Julio Caro Baroja hacía de la creencia en brujas y ojamientos. En una de sus obras (Caro Baroja, 1966) transcribe los relatos recogidos entre 1935 y 1950 en Vera de Bidasoa de algunos conocidos que refieren sus encuentros con brujas y otras informaciones sobre este mismo tema. Aunque, como él mismo señala, eran mucho más abundantes los testimonios de aquéllos que creen en brujas que de quienes se consideran a sí mismos brujos o brujas; más de las víctimas que de quienes tenían poderes.

En buena medida puede pensarse que eran otros tiempos, con una tasa elevada de analfabetismo que incluía a más de la mitad de la población española hasta prácticamente 1920 (Liébana 2009). Pero en realidad este factor no tiene por qué resultar determinante en la aceptación de creencias mágicas. De hecho, como señalaba Ortega y Gasset en 1934 (1983), una cosa son las ideas en torno a la realidad y los conocimientos científicos, que pueden ser objeto de discusión, y otra son las creencias, que operan en nuestro subconsciente, no necesitan ser racionalizadas y que no tenemos por qué cuestionarnos. En todas las épocas y lugares pueden encontrarse personas que cautivan con su discurso a diversos grupos de gente tras la promesa de curaciones, salvaciones espirituales u otro tipo de remedios para sus preocupaciones mundanas. Y su poder de atracción –tanto si sus recursos son efectivos como si resultan añagazas– cautiva a individuos de toda condición, carácter y formación. En las últimas décadas no han dejado de encontrarse, en el ámbito del mundo occidental, cabecillas de sectas milenaristas, visionarios, sanadores de lo incurable y consejeros infalibles.

Por otra parte el repaso que vamos a hacer en este texto puede ser de utilidad para completar una genealogía de las creencias, aún por hacer. Existe un buen número de estudios dedicados a este tema en la Edad Media y la Edad Moderna, si bien las fuentes se encuentran más difusas y menos explotadas para el ámbito temporal que tratamos aquí, cuando empieza a perder fuerza y visibilidad.

Para nuestro trabajo vamos a servirnos principalmente de las obras publicadas con los datos de la Encuesta del Ateneo de Madrid, que recorren buena parte del territorio de Castilla y León (Blanco 1986, Herrero y Merino 1996, Fernández de Mata 1997 y 2018, Merino y Herrero 1999, Álvarez Courel 2009 y Rodríguez 2016), a falta de que se editen las fichas de Ávila y Soria. Los datos básicos a los que nos referiremos serán los de estos libros, indicándose la procedencia de otros datos cuando resulte necesario.

Embarazos

En un momento u otro, una de las grandes preocupaciones de casi todas las parejas es tener descendencia. Hoy la ciencia parece haber desplegado un amplio surtido de recursos para conseguir y llevar a buen término los embarazos, pero antes ya existían otros medios. En muchas localidades de Burgos, Palencia, Valladolid y Salamanca se recoge en la encuesta del Ateneo el valor que se concedía al santuario de santa Casilda que se encuentra en las proximidades de Briviesca (Burgos) para la buena conclusión de los embarazos.

En este enclave se unían varios factores que se consideran favorables para que funcionen fuerzas extraordinarias. Por un lado está en un notable paraje natural en el que existen varios pozos de agua y una cueva y, por otro, se encuentra un espacio sagrado dedicado a santa Casilda. Las propiedades curativas de estas aguas debían ser conocidas ya en el siglo XI, cuando se dice que acudió la hija de un emir musulmán de Toledo, Casilda, para sanar de un sangrado vaginal anormal. No sólo logró curarse, sino que además se convirtió al cristianismo y se quedó hasta su muerte en este lugar, que entonces era un monasterio dedicado a san Vicente (Valdivieso 1992).

Desconocemos cuándo deja de ser simplemente un sitio con aguas curativas contra el «flujo de sangre» y pasa a atraer a gentes deseosas de tener descendientes. El hecho es que santa Casilda aparece como abogada de los matrimonios estériles y así lo recogen los testimonios de la encuesta (y también se reconoce así en tierras vascas). Muchas mujeres peregrinaban a este santuario y pedían ayuda a la santa. Hasta allí marchaban tanto gentes pudientes como humildes. Las mujeres que querían tener un hijo arrojaban una pieza al pozo y si querían una hija, lanzaban un trozo de teja. Y tantas piedras y tejas como hijos e hijas quisieran tener. Entre los datos burgaleses se dice que todos los años se sacan dos o tres veces las rocas del fondo del pozo. En la provincia de Burgos, además, había quien consideraba que los paños mojados en el agua de los pozos de santa Casilda eran de ayuda en los partos difíciles.

En el caso de Renedo de la Vega (Palencia) existía un ritual distinto, ya que se dice que la mujer lograba la fecundidad arrojando al agua siete piedrecillas, de tal modo que a las siete semanas quedaba embarazada. Por otra parte era frecuente que muchos devotos acudieran al santuario a agradecer la merced otorgada y de ello quedaba el testimonio en los muchos exvotos de cera y madera, en fotos y pinturas que eran depositados en el templo.

En algunas localidades se recogieron otros procedimientos para lograr el embarazo. En Villarramiel (Palencia) se decía que, como último recurso, hay que realizar el coito dentro de un pozo seco. Y en Salamanca, concretamente en Vitigudino y los pueblos de la Ramajería, se sostenía que lanzando una chinita redonda dentro de un pozo todas las mañanas a la salida del Sol durante un mes, la mujer quedaba embarazada. Aunque falta aquí encomendarse a la santa, se ve la importancia de los pozos, posiblemente como representación de la vagina según se aprecia ya en textos medievales como el Libro de Buen Amor (Pedrosa 2005). En La Bañeza algunas mujeres acuden a la romería del Santuario de Santo Tirso, donde besan su reliquia y pasan por su camarín, ganando así la fecundidad.

El médico de Villarmayor (Salamanca) señala en las respuestas a la Encuesta un método para quedar embarazada que le relató una curandera. Consiste en poner, entre las conchas o caparazón de un galápago joven, tres hojas de fresno macho, rociándolas con vinagre blanco cada tres días durante 3 meses, 3 semanas y 3 días. No debe haber ningún olvido en la ejecución para asegurar su efectividad. No es el único caso de recurso a las curanderas, puesto que tanto en algunos lugares de Salamanca como en Oseja de Sajambre (León) muchas mujeres estériles acuden a ellas y les proporcionan pócimas y ensalmos para favorecer el embarazo, si bien en ningún caso consta cuáles eran las recetas y fórmulas usadas.

Una vez embarazadas, mujeres de todas las provincias de Castilla y León manifestaban una enorme prevención ante el peligro que entrañaban los antojos. Si la mujer deseaba algún alimento poco frecuente, como sardinas frescas, escabeches y frutas, había de ser satisfecho por el marido porque, de no hacerlo, el nacido tendría algún defecto o señal en su cuerpo con la forma del elemento deseado. En Sahagún y Gordaliza (León) se decía que incluso se podía correr el riesgo de que hubiera un aborto.

Por su parte en Villarmayor algunos años antes de la realización de la Encuesta se difundió una reliquia de santa Brígida –una carta encontrada en su altar– que servía para que los embarazos llegaran a buen término. Las embarazadas copiaban la carta y tocaban con su copia la original (o una copia que ya hubiera tocado la original), traspasándole así su poder. La mujer debía llevar el escrito colgado del cuello hasta el parto. Por su parte en Encinas de Abajo (también en Salamanca) se ponía a las mujeres 7 o 9 palitos abiertos atados a la cintura tanto para evitar los flujos de sangre como los malos partos.

En el caso de Aldehuela del Codornal (Segovia), para que el parto se desarrolle sin problemas, algunas mujeres van descalzas a la fiesta de la Virgen de Pinarejo, en una ermita de la vecina localidad de Aldeanueva del Codornal. Este tipo de comportamiento no es raro en otros santuarios de la región. Y durante el mismo alumbramiento en Zamora algunas mujeres colocan bajo la cama unas tijeras abiertas, lo que sirve para evitar los dolores posteriores al parto; mientras que en Boadilla (Salamanca) recurren en los partos difíciles a colocar entre la espalda y la camisa de la parturienta una reliquia de San Genaro. En la Virgen del Camino (León) si el parto se alarga, cubren a la mujer con un manto de su Virgen, mientras que en Villablino y alrededores se pone el rosario de la Virgen de las Carreras (una antigua cofradía) a la cabecera de la cama y en Gordaliza del Pino los cordones de la Virgen de los Dolores alrededor de la parturienta. Ayudas no faltan y resulta bien habitual recurrir durante el parto a imágenes y reliquias, a encender velas y a la rosa de Jericó.

En Salamanca se recoge la información de que la camisa de la recién parida tiene propiedades mágicas: el quinto que se la pone se librará en el sorteo de ir al servicio militar y también cura si se la pone quien padece cogijos, una erupción de granos por todo el cuerpo atribuida a la baba de la lagarta o a la picadura de garrapata.

Recién nacidos

También era general la creencia en que diversas circunstancias del embarazo o del momento del nacimiento son determinantes para imprimir características especiales a la criatura o presagiar detalles de su vida, encontrándose testimonios en esta línea en casi todas las provincias. El problema es que, según los lugares, la interpretación de los mismos signos varía.

Si llora en el vientre de la madre, y ésta no se lo cuenta a nadie, será saludador (un tipo específico de curandero que sana la rabia y otros males como verrugas y los cocos del ganado sirviéndose de su aliento, su saliva y de recitar ciertas fórmulas). Cuando crece, la madre le hace saber el don que tiene y desde ese momento puede empezar a usarlo. Para curar la rabia hace el gesto de la cruz a la persona que haya sido mordida. En tierras palentinas, buena parte de Salamanca y Fuentepelayo (Segovia) los que están dotados con la facultad de curar la rabia son quienes tienen una cruz en el paladar; pero este mismo rasgo físico en Béjar se toma como señal de que la persona es adivina. Y a su vez en Salamanca se dice que quien habla o grita en el vientre de la madre será santo o poeta, entendiendo esto último como adivinador de lo que hay en las estrellas y de los fenómenos atmosféricos. Como se ve, abunda la disparidad en la interpretación de los signos de los recién nacidos; pero hay más.

En Valladolid se dice que quien nace el Viernes Santo justo en el momento en que se celebra la procesión del Entierro, y si ésta pasa por su casa, será zahorí y tendrá la virtud de adivinar lo que hay debajo de la tierra, no sólo agua o minerales sino también tesoros y dinero escondido. En el caso de Barbadillo de Herreros y otros pueblos del norte de Burgos esta facultad se consigue entre los nacidos el Jueves Santo, después del Gloria; y en Salamanca en los que nacen el Viernes Santo durante el sermón de la Pasión, mientras en Fuentepelayo son los nacidos el Viernes Santo durante el sermón de las Siete Palabras y en Cabañas y Castroserna los nacidos el Jueves Santo durante el sermón del Mandato. En Villarramiel (Palencia) los zahoríes son quienes nacen en la hora nona (de 12 a 13) del día de la Ascensión.

En algunos pueblos salmantinos atribuyen a los mellizos la virtud de curar el torzón a personas y animales, siendo este mal una inflamación de la membrana mucosa de los intestinos que produce fuertes dolores. En Fuentepelayo decían que son más felices los nacidos en año par, mes sin erre y en domingo, lunes, miércoles o sábado por la mañana; y también los que nacen en cuarto creciente o luna llena. Y en Villablino dicen que los que nacen en año bisiesto no tendrán viruelas ni dolor de muelas.

Para proteger al recién nacido de la alferecía, en Villablino nada más nacer le dan agua sobre una peseta u otra moneda de plata. Para que a los niños les nazcan bien los dientes, en Salamanca se les protege con una carrillera o maxilar de erizo; y contra la erisipela, con una cabeza de víbora. Pero lo más normal es el recurso a proteger a los bebés del aojamiento con una bolsita con los Evangelios o la regla de san Benito, medallas de santos y Vírgenes, cruces y amuletos como higas o asta de ciervo. El mal de ojo podían hacerlo sobre todo las mujeres mayores con fama de brujas; y a consecuencia de él los niños enferman gravemente, se quedan raquíticos y pueden llegar a morir. No obstante, en varias zonas salmantinas –según se afirma en la encuesta de 1901– está perdiendo fuerza la creencia en esta maldición, sobre todo en los últimos diez o veinte años.

Eso no quita para que en la misma encuesta del Ateneo se cuente que la amenaza de las brujas era muy temida y así en la Ribera salmantina, a un vecino que le negó la propina a una bruja, ésta secó los pechos a su mujer recién parida y cuando compró una burra para amamantar a la criatura, la secó también. La solución hubo de venir de una paliza que le propinó el marido a la bruja, a raíz de la cual todo volvió a la normalidad.

El padre Morán (1931) explica a inicios de los años treinta que los amuletos eran de uso corriente en Salamanca y que su validez estaba fuera de toda duda: si la madre de la actual poseedora ya lo conservaba como una reliquia porque tenía una virtud, ¿por qué ella iba a dudar de su efectividad? En su propia colección el sacerdote había reunido astas de ciervo, un colmillo de jabalí, una garra, crecientes lunares e higas de azabache, coral y cristal de roca. Incluía también un caballito de mar disecado que, según le contaron, protege a los jinetes de caerse del caballo (aunque quien se lo había entregado había perdido la fe en tal propiedad tras caerse y romperse dos costillas). La castaña de Indias servía contra las hemorroides y la erisipela; el coral protege contra el rayo y el vómito; la piedra de ágata ayuda en la menstruación y la media luna contra el alunamiento (es decir, que el niño enferme sin saber por qué, se vaya secando apático hacia lo que le rodea y termine muriendo). La piedra de leche, que suele ser de alabastro o cristal, sirve para que no se le retire antes de tiempo la leche a la madre que da de amamantar a su hijo. Muchos de estos dijes se colocan a los niños para que no se malogren.

También en Salamanca se tenía a principios del siglo xx una gran creencia en el poder de las hachas de piedra pulimentada, que protegían de la caída de los rayos. Y de nuevo es el padre Morán (1931) quien relata que no consiguió comprar una a un aldeano que la había heredado de su padre y éste de su abuelo (y en el reparto de la herencia era del el mismo valor que una vaca tasada en una onza de oro). Y tampoco quiso venderle la suya un peón caminero que aseguraba haber librado su casa de un rayo gracias a su piedra.

Noviazgo

Un miedo que manifiestan muchas jóvenes, según recoge la encuesta del Ateneo en León, Palencia, Salamanca y Valladolid, es que los hombres usan «polvos de vente conmigo» (o «polvos del amor»), que mezclan con algún alimento o golosina y les ofrecen. Estos polvos tienen el poder de conferir a quien los ofrece el control de la voluntad de las mozas, sin que éstas puedan resistirse por muy desdeñosas e indiferentes que se mostraran con anterioridad. Por este motivo ellas se abstienen de tomar los dulces y almendras que les ofrecen en las reuniones, sobre todo si vienen de alguien en quien no tengan confianza. Sobre su composición no se sabe nada, aunque en algunos pueblos leoneses se cree que se consigue con ciertas plantas recogidas en el campo y con algunas píldoras o polvos de botica. Entre los sortilegios para imponer el amor, en Sedano se contaba de un muchacho que consiguió casarse con la hija de una familia de regular fortuna gracias a poseer ciertas hierbas misteriosas con las que atrajo hacia sí la voluntad de la joven. Algún detalle más depara lo señalado en Bermellar (Salamanca), pues allí las mozas creen que si un mozo le da una manzana a una de ellas y se llena de cocos, la fruta estaba preparada para mover su voluntad en favor de quien se la dio.

Por otra parte en Burgos se recoge que hay gitanas que leen a las solteras la buenaventura y les dan instrucciones para conseguir novio; aunque otras recurrirían a echadoras de cartas. En Burgos señalan que se acude a pedir la ayuda de san Antonio dedicándole 12 confesiones y 12 comuniones durante 12 martes consecutivos.

Entre los elementos de adivinación, en Burgos se dice que si una joven soltera se acuesta la víspera de san Juan con una moneda de 2 céntimos bajo la almohada y a la mañana siguiente se la da como limosna al primer pobre que encuentre, el nombre de éste será el mismo que el del novio que la suerte le deparará durante ese mismo año. Y también si una joven casadera, a las 12 en punto de esa noche, rompe un huevo en un recipiente con agua y reza siete avemarías y si a la mañana siguiente el huevo ha tomado la forma de barco, se casará ese año.

Es general en la provincia de Segovia entre las solteras la creencia de que, yendo el día de san Marcos (25 de abril) a la iglesia de esta advocación en la capital a hacer una ofrenda de velas, metiendo el dedo corazón de la mano derecha en la cerradura de la puerta del templo y teniéndolo allí un rato, al cabo de un año tendrán novio. La misma tradición servía para asegurar la fidelidad de las parejas si los que iban y hacían el rito eran marido y mujer durante el primer año de casados.

Brujería

La actividad que más temen en todas las provincias las gentes inocentes son las maldiciones y embrujamientos. En Fuentepelayo (Segovia) muchos creían en brujas y duendes, siendo generalmente las primeras mujeres viejas (con al menos 60 años), pobres y feas que pueden echar maleficios a los niños, cuyo efecto es que se quedan raquíticos y enfermizos.

Para el caso de las brujas, la información recogida en Cabañas y Castroserna (Segovia) es bastante detallada. Quien cumplimentó la encuesta sostiene que su origen se encuentra en que hace mucho tiempo, cuando las mujeres se reunían a hilar en invierno, varias quisieron beber pero no tenían vino. Es así que discurrieron el modo de conseguirlo sin riesgo, inventando unos untos verdes, de composición desconocida por el informante, que se aplicaban en las axilas y que a continuación las convertían en animales (ya fuera ratón, hormiga, perro, gato u otros de pequeño tamaño). Gracias a tal transformación se introducían en las bodegas y bebían sin recato. Para divertirse volaban montadas en escobas, bailaban danzas extrañas y sacaban a la calle en paños menores a gente que dormía plácidamente.

De Villarino de los Aires (Salamanca) existen referencias al mantenimiento de la creencia en brujas hasta mediados del siglo xx, de acuerdo con el relato que su párroco hace de sus esfuerzos por erradicarla; y también en esos años Luis Cortés Vázquez (1955) se refiere al temor de sus vecinos por el mal de ojo y detalla varios sucesos sobre brujas que le cuentan en el lugar. Una encuesta de José Antonio González en 2009 recogió información sobre cómo eran las brujas, que en general –y como había señalado Luis Cortes– son mujeres ancianas y feas señaladas por los vecinos a partir de motivos sociales, si bien se refieren a cosas del pasado que ya no tienen vigencia actualmente (González 2010).

Luis Cortés (1951) narra en una de sus publicaciones una experiencia brujeril que le aconteció a él mismo en Fermoselle cuando era un niño, al comenzar los años treinta. Explica que fue víctima del culebrón, que malingró (maldijo) su ropa y hubo de ser Tadea, una mujer con fama de bruja buena, quien le aplicó el remedio para evitar que muriera de este mal.

En Quintanilla de la Mata (Burgos) se ha mantenido la costumbre de colgar en sus cuadras una cartilla o evangelio para espantar a las brujas y proteger a los animales; y el día de Pascual Florida (o Domingo de Resurrección) se regaban los lindes de la vivienda con agua bendita, lo que evitaba también la entrada de seres malignos (Borro 2012). En este mismo lugar se recogía en 2011 el testimonio de un suceso ocurrido seis décadas antes en relación a un mozo cuya madre impidió su boda con una joven porque la madre de ella tenía fama de bruja y el enlace habría conllevado una maldición para toda la familia.

Para la protección contra las brujas y el mal de ojo se recurría todavía a principios del siglo xx a las cartillas que se vendían en el Monasterio de Santa María la Real de Villamayor de los Montes (procedentes de la imprenta de G. Angulo, en Miranda de Ebro). Las cartillas con una oración en latín servían para proteger al ganado y a sus dueños, colocándose en un lugar visible de las cuadras o las habitaciones de la casa (figura 1). Se vendían dobladas dentro de una bolsa de tela y para mantener su poder no habían de ser abiertas ni sacadas. En los años treinta iban desde pueblos muy lejanos a adquirir estos elementos protectores y la propia madre abadesa impartía bendiciones en esa época para sanar vacas, bueyes y mulas y también a los perros para que no cogieran la rabia, siguiendo los conjuros de un libro de 1757 escrito por Pedro Ximénez (Ontañón 1931). Estas mismas monjas aún hoy siguen elaborando productos para luchar contra el demonio, como rosarios y la pulsera de san Benito, y también las mismas cartillas, aunque ahora dicen que son para rezarlas y nada mencionan de su efecto como talismán contra las brujas (Borro 2012).

Y sin embargo, aunque la creencia en ellas estaba muy extendida, es imposible encontrar ninguna bruja. Eduardo de Ontañón (1929) acudió al pueblo de Cernégula a buscar su rastro y no pudo encontrar ninguna evidencia de ellas. Los vecinos y el propio cura le dijeron que nada tenían que contar, como si fuera cosa muy antigua y olvidada. Tan sólo un antiguo vecino le relató una inocente versión en la que la culpa de la historia de las reuniones de brujas recaía en los arrieros que, cuando paraban en el pueblo, insultaban a las viejas que estaban en los hornos de pan llamándolas brujas por su aspecto desgreñado y fachoso.

Más sencillo es rastrear la existencia de curanderos. A través de una rápida revisión en la Hemeroteca de El Norte de Castilla hemos encontrado varias alusiones a ellos. En una noticia de 1864 se menciona a uno de estos individuos que hace curaciones milagrosas de tullidos y personas con deformidades de nacimiento, hasta el punto de que los vecinos le llaman «el segundo Dios». En 1901 se menciona un pueblo de Castilla (señalado sólo por la inicial B) donde el tío Patas es saludador y cura la rabia con saliva, la tía Lechuza hace mal de ojo y la tía Emplastos es curandera y levanta la espinilla a las mozas (se refiere a una enfermedad que consiste en el dislocamiento de algún hueso y las vísceras). En 1903 un médico hace mención de un anuncio publicado en la prensa donde un tal Eleuterio Pastor se promociona con el siguiente texto: «Eleuterio Pastor. Curandero especialista en dolores de estómago, calenturas tercianas y locura, siempre que no proceda de anemia, no dando para restablecerse ninguna clase de medicinas, reside en San Juan del Monte, partido [judicial] de Aranda [de Duero] (Burgos), el cual permanecerá en su residencia de 1º al 20 de cada mes, y desde esta fecha hasta el último de cada mes se dedicará a visitar a los enfermos que lo soliciten desde cualquier punto que fuera avisado, no cobrando nada por las visitas en bien de la humanidad”.

Junto a estos textos, no faltan algunos que manifiestan la preocupación de autoridades y médicos titulados por la presencia de los curanderos. En la segunda mitad del siglo xix se documentan agresiones a supuestas brujas en Madrid, La Coruña, Baracaldo, Tordera (Granada), Haro y otras localidades españolas por el temor de los vecinos a sus actividades (Pedrosa 2017). En 1880 se dice que en Cogeces del Monte (Valladolid) hay una curandera llamada Pedra Salazar que actúa en este pueblo y los cercanos, respecto a la cual el alcalde ha abierto un expediente para investigarla. Así mismo en 1894 se recoge el relato de lo sucedido en Casaseca de las Chanas (Zamora), donde una vecina tenía una enfermedad crónica para cuyo remedio llamó a un tal Vicente, alias El grillo, vecino de Zamora y curandero. Acudió a la casa de la mujer y le prometió remediar su mal en un día. Le dio masajes bestiales, torsiones, pellizcos y estirones, colocándola después en la cama con 7 u 8 mantas y, encendiendo un brasero de carbón, dejaron la puerta cerrada para que no se fuera el calor y así sudase abundantemente. La mujer murió al poco rato asfixiada, por lo que Vicente se dio a la fuga con rapidez. También en 1920 encontramos la alusión a que el Colegio Médico de León, ante el elevado número de curanderos que ejercen en esta ciudad y su comarca, presentó una denuncia contra ellos.

Con todo, en los años cincuenta del siglo xx aún encuentra Luis Cortés (1952) en la comarca de Vitigudino (Villarino de los Aires, Hinojosa de Duero, Vilvestre y Saucelle) testimonios del uso de conjuros y emplastos para curar las Herpes, la erisipela, las tercianas, la hernia infantil, verrugas y mal de ojo. Y poco después recoge remedios similares en la comarca salmantina de El Rebollar (Cortés 1953). Curiosamente todas las recetas se las proporcionaron mujeres ancianas, salvo una que se la dio un alcalde.

Muerte

Se reconocían varios presagios de la muerte, como el aullido nocturno de los perros, el canto nocturno de la garza (en Santervás de Campos, Valladolid), el canto de la lechuza (en Sedano, Burgos), el canto molesto de un mochuelo (en Aldealázaro, Segovia) o que un perro escarbase en el suelo durante tres días. En Fuentepelayo si los gallos cantan por la noche o los perros aúllan de manera especial, no tardará en morir alguien de la casa o de las vecinas.

Mientras un enfermo estaba agonizando, cuando ya se veía inevitable su muerte, se mantenía una vela encendida junto a él para alejar al diablo. En Briviesca parece que solía ser el sacerdote quien comprobaba el fallecimiento, rezando a continuación un responso y abriendo la ventana de la habitación para que saliera el alma del difunto. El rechazo al diablo se manifestaba en Sayago tras el toque a muerte de campanas, cuando el pueblo se ha reunido en la iglesia y ha rezado un Calvario (parecido a un rosario). Al finalizar el rezo, la mujer que lo ha dirigido dice en voz alta «¡Que arreventi [reviente] el diablo!» y los asistentes contestan «¡Que arreventi!», repitiéndose tres veces y al final la mujer dice «La Virgen de la Guía le haiga guiar por buen camino y nos guíe a todos». Vuelven a repetirse los gritos tras el rosario que se reza en casa del difunto los tres días siguientes a la muerte.

Para proteger al difunto en el ataúd era costumbre en varios pueblos salmantinos (Villamayor, Villares de la Reina y otros de la Armuña) y segovianos (Cabañas y Castroserna) colocar sobre su pecho las bulas de carne, de la Santa Cruzada y las demás que había adquirido para sí en vida. La colocación de la bula de la Cruzada se hacía también en varias localidades leonesas y del Bierzo, y en Rabanal del Camino además se incluía un rosario.

Los cementerios despiertan en general un gran miedo por el temor a que puedan aparecerse los difuntos. En algunos lugares, como Nava del Rey (Valladolid) se dice que el día de los Santos puede presentarse un muerto en forma de cabra a sus familiares si éstos no han rezado por él.

También los fuegos fatuos son un elemento que provoca espanto. En Medina del Campo y Briviesca se pensaba que son parte del fuego del Purgatorio que sirve en ese mismo momento para quemar a los que están allí enterrados y no han muerto en gracia de Dios. En Salamanca y La Bañeza se interpretan como las propias ánimas o espíritus de los muertos.

Consideraciones finales

Como hemos repasado en las líneas precedentes, las creencias en fuerzas mágicas tenían aún una fuerte presencia hace un siglo. En realidad, aunque desdibujadas y bastante transformadas, siguen estando aún presentes en la sociedad actual. Elementos como los antojos, los aojamientos, el miedo a los cementerios, los curanderos y los adivinos siguen vigentes aunque, por ejemplo, entre estos últimos parecen predominar las personas de origen africano (figura 2). Pero también se mantiene la creencia en las brujas y sus amplios poderes, como puede verse gracias al trabajo de campo que en los últimos años del siglo xx realizó Francisco Rodríguez (2003) en las tierras zamoranas de Alba.




BIBLIOGRAFÍA

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«Mentalidad mágica» en las primeras décadas del siglo XX en Castilla y León

BELLIDO BLANCO, Antonio

Publicado en el año 2021 en la Revista de Folklore número 468.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz