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Resumen
Carecemos de datos acerca de Mario Oscar Ferreyra conocido bajo el apodo del Malevo Ferreyra. Es por ello que proponemos la taxonomía de «malevo urbano» como primera aproximación.
Sin embargo, en su tumba del cementerio de Los Pereyra, son pocos los exvotos, aunque a pocos metros se encuentran flores, velas, rosarios, figuras religiosas varias.
En esta ponencia damos a conocer nuestras observaciones del lugar y ubicamos este estudio en el marco de trabajos previos sobre devociones populares en el territorio de nuestro país.
Palabras clave: tumba, culto popular, devoción, ex votos.
Antecedentes
En este trabajo nos proponemos abordar la manera en que se conjugaron tanto en el siglo xx como en pleno siglo xxi, la justicia institucionalizada y ejemplificada en el accionar de ciertos «malevos urbanos».
Por un lado se destaca el conocido Malevo Ferreyra, tema de nuestra investigación, como también uno de los clanes familiares que pervive en la provincia de Tucumán, «Los Gardelitos» conocidos en el medio y que desarrollan su vida y sus actividades al margen de la ley, gozando de gran impunidad.
Para ambos casos cuando debieron enfrentar al orden jurídico lo llevaron adelante enfrentándose con la justicia, siendo extremadamente exigentes para reclamar sus derechos, generando movimientos y sumando adeptos para su causa.
Es por ello que desarrollaremos en este primer trabajo las andanzas de Ferreyra analizando al mismo tiempo los nexos de su vida con algunos clanes renombrados y el desencadenante de su deceso.
Nuestro análisis se basa a partir de trabajos relevados durante el 2010 en Tucumán Capital tanto en el cementerio del norte como en el de Los Pereyra.
Por otro lado en nuestra intención contrastar con la actualidad parte del trabajo realizado por Don Félix Coluccio. Debemos destacar que este 23 de agosto se cumple el centenar de su natalicio.
Su vida
Mario Oscar Ferreyra nació el 29 de enero de 1945, en Los Pereyra, Cruz Alta, al este de Tucumán, tal como lo señala su libreta de enrolamiento.
De muy joven ingresó al a fuerza policía de su provincia natal. En la década del 70, siendo ya oficial, peleó contra manifestantes de la Juventud Peronista (JP) durante un tumulto en el centro de Tucumán Capital, del cual conservó la cicatriz lo acompañó por el resto de su vida. Se enfrentó con Julio Alsogaray, de Montoneros, a quien mató.
Durante la dictadura militar estuvo unos años en situación pasiva, acusado de matar sin razón, según las crónicas de ese tiempo.
En 1986, ya en plena democracia, se le imputó el crimen del conocido delincuente Enrique «Prode» Correa, pero la Justicia consideró que no había pruebas en su contra y lo absolvió. Un año después, cuando ya era jefe de Robos y Hurtos, protagonizó un tiroteo en el acceso Norte, durante el cual murieron dos miembros del clan «Gardelitos». En 1988 se lo acusó de la muerte de otro «Gardelito», Daniel Carrizo quien había sido torturado en un calabozo de la Brigada, aunque tampoco hubo pruebas para condenar a Ferreyra. En enero de 1990 lo nombraron jefe de la Dirección General de Investigaciones y dos meses después se puso al frente de una revuelta policial que exigía mejores salarios al gobernador José Domato. El levantamiento tuvo en vilo la provincia durante dos semanas. Treinta policías habían sido cesanteados a raíz del conflicto, pero finalmente el Gobierno dio marcha atrás con la medida. Cuando se llegó a un acuerdo, Ferreyra reunió a los sublevados y, luego de comunicarles el pacto alcanzado. Al grito de «‘Malevo’ corazón» lo sacaron en andas de la Jefatura.
En 1991 en Laguna de Robles fueron asesinados tres presuntos delincuentes: José «Coco» Menéndez, Hugo «Yegua Verde» Vera y Ricardo «El Pelao» Andrada. Ferreyra aseguró que se había tratado de un enfrentamiento y que las víctimas habían formado parte de una peligrosa banda de asaltantes.
En noviembre de ese mismo año denunció públicamente que comisarios utilizaban la Policía en provecho propio, asegurando que se estaban enriqueciendo ilícitamente.
Al otro día, por orden del jefe de Policía, Ferreyra fue pasado a disponibilidad. Una semana después, uno de los comisarios a los que Ferreyra había denunciado, afirmó que lo de Laguna de Robles había sido una ejecución, versión que fue apoyada por el agente Luis Dino Miranda, quien había formado parte del grupo del «Malevo». Ferreyra se hizo conocido en todo el país, lo condenaron a prisión perpetua, él se atrincheró en la Alcaidía de Tribunales. Salió caminando con granada en mano y se escapó. Se entregó y más allá de la pena determinada pasó un par de veces por la cárcel.
El último incidente envió al malevo a juicio, pero éste se suicidó.
¿Inicio de un culto?
La controvertida vida del ex comisario Mario Oscar ‘Malevo’ Ferreyra genera diversos interrogantes con referencia a la popularidad de su figura en vida y luego de su muerte.
También adoptó, al mejor estilo caudillezco, una apariencia inconfundible. Desde su atuendo utilizando camisa negra, pantalón blanco, sombrero panamá, patilla ancha y larga en exceso, bigote frondoso negro contrastando con su cabellera que, con el correr de los años, se transformó en canosa.
Se auto denominaba Malevo. Es por ello que creemos conveniente definir el término. Según el Diccionario de la Real Academia Española malevo significa hombre matón y pendenciero que vivía en la orillas de Buenos Aires. Matón igual a hombre bravo, pendenciero propenso a peleas. Caudillo, dirigente de guerreros, director de comunidad o gremio. Hechas estas salvedades podemos sostener que su apodo encuadraba con su figura en varios de los aspectos. Los excesos en el uso indebido de la fuerza pública como amparo han sido una recurrencia constante en nuestro territorio y en especial en aquellos que ostentaban cierto poder público.
Este sujeto ganó relevancia y adeptos a partir de la prensa amarillista pero también suscita curiosidad que haya elegido quitarse la vida frente a las cámaras de televisión, quizá enraizando así su figura transgresora hasta último momento o con la esperanza de generar una imagen mítica. Aunque al mismo tiempo ese exceso en el uso del poder pudo ser el detonante de llevar su propia vida a una situación límite y creer poder manejar la situación mediática, cosa que no ocurrió así.
Si es destacable que él mismo se pone como modelo o arquetipo de acción matando y/o fusilando, cobrándose la justicia por mano propia, matándose él mismo. También su final trágico podría hacerlos «merecedor» de ingresar en la religiosidad popular, como alguien que pueda ayudar o alguien a quien se le pueda pedir.
Cierta similitud podríamos plantear recordando la historia de Bazán Frías. Hijo de policía, benefactor de pobres, transgresor, encontró la muerte habiendo escapado de la cárcel en el muro del cementerio del Oeste al intentar traspasarlo. Su última morada se halla en el cementerio del Norte, el de los pobres, según se lo conoce. La diferencia notable es que no podríamos clasificarlo como un malevo urbano sino, aceptando la taxonomía propuesta por Coluccio, como gaucho milagroso. A la inversa el clan Los Gardelitos, algunos contemporáneos a Ferreyra, han tenido ciertos devotos circunstanciales y se los podría considerar como malevos urbanos al igual que Ferreyra o como una devoción más que no tuvo mayor auge y que contemporáneamente pasa inadvertida.
En nuestro relevamiento de 2010 hemos observado que el culto a Bazán Frías se mantiene vigente presentando ex votos y placas actuales. Cabe mencionar que su deceso fue en 1923.
Con relación al culto a Los Gardelitos, el mausoleo no presenta grandes diferencias a relevamientos anteriores, motivo por el cual creemos que el culto no se ha desarrollado con igual magnitud.
Volviendo al tema de esta investigación, es destacable como aspecto de la modernidad, la elección de Ferreyra de suicidarse frente a las cámaras de un canal televisivo. No hay que olvidar que diversos aspectos de su vida han estado relacionados con los medios de comunicación. Es de notar el componente de exhibicionismo del personaje, nunca ocultó sus ideas, por demás hizo alarde de ellas. Como persona mediática el elegir suicidarse ante las cámaras genera un mensaje multiplicador de su valentía, intentando ser el centro de la escena. Asimismo la dureza que impartía ante hechos que la justicia comprobó fue su condena de muerte, una hostilidad que retornó sobre él mismo. Analizando lo expuesto se puede entender que existe una relación entre la necesidad del individuo y la posesión de cualidades con cierta valoración y con una identidad en cuanto a un rol muy fuerte.
Regresando al tema de esta investigación, en nuestro relevamiento de 2010 en el cementerio del norte, hallamos frente a éste (en una casa de venta de mármoles) una especie de placa fotográfica de Ferreyra. Creímos que su tumba la encontraríamos allí pero al consultar nos informaron que su cuerpo descansaba en su pueblo natal, Los Pereyra.
Los Pereyra es un pueblo ubicado al este de la ciudad de San Miguel de Tucumán, cuenta con menos de 2000 habitantes y se accede por la ruta provincial 327.
El cementerio es por demás austero, con algunos mausoleos y sector de tierra.
Cerca del límite del cementerio, que se encuentra cercado, hallamos la tumba de Ferreyra. Tumba rectangular, recubierto el piso con cerámicos en tonalidad de beige. Hacen juego en el centro una cruz de la misma cerámica pero con un recorte diferente al resto semejando una cruz que va del ancho al largo de la tumba. En el centro se encuentra una placa en donde figura su nombre, fecha de nacimiento y muerte y un recordatorio de su esposa e hijos. También hay una foto que en el momento del registro la encontramos rota. Luego en la parte más alejada de la tumba hay una especie estructura de casa con techo a dos aguas que termina en tejas, recubierto en cerámicos alrededor y con una puerta de vidrio, con rejas y candado.
Dentro de la construcción se observa el sombrero de Ferreyra y una imagen de bulto de Gauchito Gil[1]. Detrás del perímetro de la tumba hay una cruz de hierro de color negro, un florero rojo, con flores artificiales rojas. Siempre viendo la tumba desde el frente, hallamos sobre el lateral izquierdo un lugar para depósito de velas, que al momento del registro no tenía ninguna, y al pie de la tumba una rosa artificial.
Vale la acotación que en el momento del velatorio, justo en la entrada a la sala, se encontraba una foto del difunto y por detrás de ésta una cuadro de dimensiones considerables de San Expedito. De los registros del velatorio se puede establecer que el difunto lucía su atuendo característico detallado anteriormente tal lo demuestra el registro tomado por la Gaceta de Tucumán 21 y 22/11/2008.
Dos cosas a tener en cuenta: primera la presencia de un GG en la tumba, su vinculación como protección de delincuentes o quienes escapan de la justicia sería un polo opuesto con la figura del malevo, más allá que actualmente las devociones populares han cobrado gran magnitud en todos los sectores sociales. Segunda, la figura de San Expedito en plena sala velatoria es también llamativa, y con un registro fotográfico publicado por La Gaceta de Tucumán.
Es destacable la gráfica observada en el cementerio del norte y en la propia tumba como así también el comienzo del culto. A diferencia del registro del gaucho Turquiña (Pintado; 2008) en donde hay carencia de gráfica pero no así de culto. Aquí la manifestación es a la inversa.
El aporte del cuidador del cementerio deja vislumbrar que los que asisten a la tumba, en su mayoría, son agentes del orden público (piden protección contra las balas de los delincuentes) y algunos familiares. Por lo que se podría plantear que el comienzo del culto se encontraría a cargo de los mencionados anteriormente. No se observaron placas de agradecimiento al momento del relevamiento. Si bien la tumba pasa casi desapercibida lo que si nos llamó la atención fue que a muy pocos metros de la tumba del malevo se encontró un sitio diríamos de castigo con figuras de santos, la mayoría sin sus cabezas, desparramados entre flores, velas, botellas de vino, rosarios. Sobre el costado derecho varios ladrillos amontonados y en un envase de lata o similar un rosal. Al preguntarle al cuidador del cementerio al respecto, mencionó que desde que Ferreyra había sido enterrado empezaron a verse cosas extrañas, concluyendo su relato ahí sin dar más explicaciones.
Reflexiones y consideraciones
Hay varias líneas de pensamiento que hemos tomado, sólo algunas para poder luego delinear algunas hipótesis de trabajo y posteriores conclusiones.
Vittorio Lanternari expresa que «... los fenómenos de religiosidad popular son aquellas manifestaciones colectivas que desean expresar en modos propios y espontáneos las necesidades y esperanzas que no encuentran adecuada respuesta en la religión oficial». Hay un hecho que Lanternari resalta y es que estas manifestaciones han traspasado el ámbito popular invadiendo las ciudades, la clase media y alta.
Muy diferente es la postura de Don Yoder quien sostiene que «... la religiosidad popular existe en una sociedad compleja en relación y en tensión con la o las religiones oficiales de esa sociedad».
El sincretismo religioso es un proceso espontáneo motivado por intercambios culturales, en ese proceso hay una simbiosis en la que ambos cultos se mantienen o por decirlo se sostienen uno a otro. Esa simbiosis puede dar lugar al nacimiento de una nueva identidad cultural única incluso manteniendo dos cultos distintos. Para entender su profundidad debemos distinguir previamente entre la experiencia religiosa y la experiencia cultural.
El espacio en el que dos culturas diferentes se encuentran cara a cara puede provocar un grave conflicto. El sincretismo supone aceptar la situación de crisis y afrontarla el cambio, la fusión, la pluralidad.
Si decidimos tomar los rasgos pasivos, la religión popular sería «... la interacción de creencia, ritual, costumbre y mitología en las sociedades tradicionales». Asimismo debemos tener en cuenta los elementos creativos aportados por la religiosidad popular, aquellos que el pueblo agrega o toma de la propuesta de la religión oficial y los resignifica.
A partir de lo expresado entendemos por religiosidad popular al conjunto de prácticas de los sujetos que conviven en forma paralela con aquellas de la religión oficial.
Pero, por otra parte, existen las canonizaciones populares que según Susana Chertudi y Sara Newbery (La Difunta Correa; 1978) «... son aquellas que tienen por objeto de culto a personas que han sido santificadas por el pueblo, es decir, que en el proceso de canonización no ha intervenido la Iglesia Católica como institución». Félix Coluccio, por su parte, considera que «... la religiosidad popular, no siempre respetuosa de la ortodoxia romana, suele canonizar de hecho a personas reales e incluso imaginarias, a las que la tradición oral adjudica la realización de verdaderos milagros. La Iglesia, desde luego, reprobó siempre estos hechos». Pero el problema es complejo, «... lo que frecuentemente se designa como superstición es una auténtica manifestación religiosa» (Coluccio; 1995).
Para un creyente no existe diferencia entre los santos oficiales de la Iglesia Católica y los canonizados por él mismo. Todas son personas que hacen milagros, que interceden por él, que están cerca de Dios, que reciben ofrendas, a quienes se les hace promesas, que tuvieron una muerte trágica. La devoción se manifiesta de la misma manera: se reza, se toca y se besan las imágenes milagrosas, si las hubiera, se realizan peregrinaciones, se encienden velas, se llevan flores, se dejan exvotos y se cumplen promesas, etc.
La diferencia entre el culto que se rinde a los santos oficiales y a los populares reside que el primero se manifiesta a través de reuniones tanto de tipo espiritual como social. La gente abandona su rutina diaria, asiste a Misa, participa de procesiones organizadas y luego acude a la feria donde puede adquirir comidas y bebidas regionales, artesanías, y cantar y bailar hasta el amanecer. Aquí se pone de manifiesto tanto el tiempo de culto como el de celebración.
Por su parte, la veneración tributada a los santos populares es más individual que social. Es un culto de promesas, de visitas solitarias al santuario o cementerio donde se encuentra enterrado. En general no presentan demostraciones colectivas organizadas aunque existen días de mayor concurrencia como la fecha de nacimiento o muerte y el Día de Difuntos, y se observa una mayor necesidad de dejar testimonio escrito de los favores recibidos a través de placas de agradecimiento, papeles escritos de puño y letra, banderas con escritos de agradecimiento, cintas con pedido y cadena y hasta como hemos podido comprobar en un sitio de GG en donde la tecnología se ha manifestado dejando CD en vez de algún papel escrito.
Otra diferencia importante es que los Santos oficiales son gente que vivió distante en tiempo y espacio, con costumbres y creencias completamente distintas a quienes ahora los veneran y que rara vez conocen quiénes fueron realmente. En cambio, las personas canonizadas por el pueblo vivieron dentro de su marco geográfico, descienden de alguna familia del lugar, tuvieron sus mismos problemas, necesidades y angustias; eran como el hombre común pero diferenciándose por una aureola de santidad adquirida por el sufrimiento de una muerte violenta, por una vida sacrificada o por ser una víctima inocente.
Un aspecto importante para resaltar es que, para el creyente, no hay contradicción entre creer en un santo popular y continuar siendo un cristiano practicante. Se puede asistir a Misa, bautizar a sus hijos, confesarse, comulgar y honran a sus santos no oficiales junto a las imágenes de Cristo, la Virgen y los santos de la Iglesia.
Tal como se expresó en el trabajo Nuevos datos sobre un culto popular de la campaña correntina: Turquiña (Pintado; 2009, ATF IUNA), la proliferación de bandoleros que robaban a los estancieros ricos para ayudar a los pobres se incrementó hacia fines del siglo xix y principios del xx, lo trascendente es que estos gauchos pasaron a ser parte de la expresión del folklore regional. Quizá ésa haya sido la inspiración de Ferreyra adoptando el apodo de malevo.
Propuestas finales
De nuestro trabajo podemos establecer algunos puntos notorios para la reflexión final a saber:
En lo que concierne a Ferreyra no podemos establecer que se lo considere santo popular, con un proceso de culto que se está iniciando en la Provincia de Tucumán, determinamos llamar en estado «inicial», una especie de culto silencioso.
No existe estampita, si hay fotos y placas fotográficas.
Se trata de un culto sin mercadeo de consumo.
Que la vigencia del mismo atrae a camaradas del difunto.
Se puede establecer de alguna manera que el culto todavía está fuera del circuito comercial, está circunscripto al ámbito del cementerio, tal como lo evidenciamos con los exvotos y el sitio cercano a la tumba de Ferreyra.
Que por los datos relevados en otras zonas del país los gauchos populares vivieron y se mantienen vigentes en el fervor popular de sus seguidores.
Que podemos aceptar la propuesta taxonómica de Félix Coluccio de gauchos milagrosos y devociones populares.
Que a partir de esa propuesta nos tomamos el atrevimiento de ampliarla incluyendo malevos rurales y malevos urbanos para el encuadre de nuestra investigación y respondiendo a la contemporaneidad del mismo.
Todas estas manifestaciones señaladas se apoyan en la necesidad de pedir y solicitar. Son espacios de expresión popular y de fe según la necesidad de cada devoto.
Cualquier sea la clase social del devoto toma la figura del gaucho o del malevo como ícono representativo donde tiempo de culto y de celebración se yuxtaponen en torno de la imagen.
BIBLIOGRAFÍA
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Coluccio, Félix. Fiestas y Celebraciones de la República Argentina. Plus Ultra. Buenos Aires, 1995.
Coluccio, Félix. La devociones populares argentinas. Nuevo Siglo. Buenos Aires, 1995.
García, Silvia. Algunos aspectos de la religión popular correntina. En Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología V. 8 Bs. As. 1972-1978
Castelli, Eugenio. Antología cultural del litoral argentino. Nuevo siglo. Buenos Aires, 1995.
Gentile, Margarita. Dinámica de las devociones populares grupales y familiares. Estudio de casos como aporte a problemas teórico-metodológicos en Folklore. En prensa. PUCP, Lima, 2006.
Gentile, Sousa, Pintado. Lenguajes artísticos en la esfera del no-arte en sitios de devociones populares. Tradición folklórica y paradigmas regionales (República Argentina, siglo XX) Fondo Nacional de las Artes, en prensa.
Perkins Hildago, Guillermo. Creencias y supersticiones. Recogidas en la provincia de Corrientes. REVISTA DEL INSTITUTO NACIONAL DE LA TRADICION. Año I, entrega Nº 1, Buenos Aires, 1948.
Yoder, Don. Hacia una definición de religión popular. FOLKLORE ARGENTINO Y LATINOAMERICANO II. Buenos Aires, 1979.
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NOTAS
[1]Culto popular oriundo de la Provincia de Corrientes que actualmente se ha dispersado como en todo el territorio nacional. También de tipo gaucho matrero y defensor de las causas de los pobres, como un estilo Robin Hood.