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Toponimia
El nombre de Canillas de Aceituno está compuesto por dos vocablos: el vocablo «Canillas» que se remonta a época romana que significa «zona rica en pequeños pero numerosos cañaverales, esparcidos estos por un amplio territorio de montaña rico en manantiales». Por otro lado, el vocablo «Aceituno» procede del árabe azzeytum, debido a cuando los morisos se asentaron en esta zona, los cuales se dedicaron a la producción y venta de seda, denominada azzeytum.
Prehistoria
Sierra Tejeda es una zona de importantes yacimientos prehistóricos. Se han descubierto abundantes restos humanos y líticos del Paleolítico Inferior y Medio. Muchas de las cavernas del término municipal de Canillas de Aceituno sirvieron como cazaderos para el hombre prehistórico. Son muchos los restos de sílex que se han encontrado.
Desde la zona costera los prehistóricos subían por toda la sierra, sobre todo cuando ésta empezó a dejar de ser zona glaciar, para recolectar frutos, cazar y, en el periodo Neolítico, para pastorear y practicar, la por entonces incipiente, agricultura.
Las más antiguas vías pecuarias que aún se conservan datan de ese periodo Neolítico y de la Edad del Bronce. La trashumancia practicada con el ganado (desde la montaña al valles y del valle a la montaña, es decir, el paso de todo el ganado desde las dehesas de verano a las de invierno, y viceversa) es una práctica que arranca de época neolítica y la Edad del Cobre. Cerca de las costas de Nerja y Maro las comunidades prehistóricas permanecían sedentarias. Sin embargo, esas mismas primitivas comunidades humanas se mantenían, al parecer, nómadas y seminómadas por la Sierra de Tejeda. Con la caza ya capturada, los hombres que vivieron en la prehistoria bajaban hasta las cuevas más cercanas al Mediterráneo, mar que también proporcionaba alimentos.
Pueblos ibéricos
Dos pueblos ibéricos, los bástulos y los bastetanos (éstos con núcleo de irradiación cultural en Baza, fueron creando asentamientos estables de población, como Salaria Bastetanorum, Sedille y Cannillae (Canillas, junto al río Almachares) asentándose paulatinamente por esta sierra, ya que la Tejeda, al dar a varios valles y planicies era un nudo de caminos –una encrucijada de vías pecuarias y comerciales– y por tanto, zona estratégica para las comunicaciones del mundo antiguo.
Así pues, se puede sostener que el primitivo poblado ibérico de Canillas Azeytuno formó parte del eje cultural y comercial de Mainake (Málaga) –Ilíberis (Granada) – Basti (Baza).
Colonización púnica
En Canillas Azeytuno hubo minas de extracción de metales en la zona comprendida entre la Rábita y la aún llamada cañada de la mina. Fueron abiertas por los cartagineses y explotadas por los romanos.
Los pueblos íberos de Sierra Tejeda, aunque, como en el resto del mundo ibérico, debían de tener su propio sistema de escritura, sin embargo, aprendieron el alfabeto fenicio. Y de los colonizadores en general, aprendieron el uso del torno, la artesanía y la acuñación y uso de monedas para el intercambio comercial. Se pasó del simple trueque de productos al uso de monedas. El arte ibérico también se vio influenciado por el de los pacíficos colonizadores.
Los íberos por aquí asentados aprendieron de los fenicios el cultivo del olivo en toda esta zona de alta montaña. Las industrias de la caña, de la cal, de las plantas medicinales y de la minería también se pusieron en marcha.
Canillas Azeytuno fue un núcleo colonial más dentro de la red comercial creada por los fenicios en la comarca oriental de Málaga, núcleo que siempre se mantendrá estrechamente conectado con los vecinos de la provincia de Granada. Se ha confirmado que su más viejo núcleo de población fue el resultado del asentamiento de una colonia griega de Focea (griegos focenses) que, tras los fenicios, fueron los nuevos descubridores y colonizadores de la península ibérica.
Sierra Tejeda fue territorio púnico hasta el 265 a. C. A partir de esa fecha se inicia la gradual penetración romana, que terminará con la fase de conquista plena en el año 170.
Romanización
Durante los más de seis siglos de ocupación romana, el campo y la sierra de Canillas Azeytuno aportaron gran parte de los productos y materias primas que constituían los pilares básicos de la economía romana, a saber: trigo, aceite, productos ganaderos, vino, cañas, esparto, plantas medicinales, madera, cal, etc. El vino y el aceite por aquí producidos eran muy apreciados en todos los mercados del Imperio. Ya los romanos potenciaron el cultivo de algunos árboles frutales como la higuera, el peral y el manzano, e introdujeron nuevas técnicas de cultivo como el barbecho y el uso de abonos. Con los romanos se empieza a usar el arado en las empinadas laderas de Sierra Tejea.
La Sierra, muy rica por aquel entonces en ríos, arroyos, afluentes, manantiales y fuentes, era zona de muchos cañaverales. De ahí que los romanos denominan «Cannillae» (campo de cañaverales). Son ya muchas las monedas que, de época romana, han aparecido por Sierra Tejeda.
Canillas formó parte de la que podemos llamar «Ruta del aceite y de la sal» con dos trayectos: uno costero, desde la zona de Mainake, Vélez y Sexi (Almuñecar); y otro de montaña, desde Sierra Tejea hasta el interior de Ilíberis (Granada) y luego, por Sierra Morena, hasta la Hispania interior. El comercio de la caña así como el de las plantas medicinales, cal, esparto, vino y miel, se dio en paralelo al del aceite y la sal. En Canillas, por cierto, aún se le llama «cominarejo» a un pago donde multitud de colmenares (colmenas) producían abundante miel; el nombre procede, por vulgar deformación fonética, de «colmenarejo», zona de muchos colmenares.
Al poseer minas de extracción de mineral y metal, la tierra de Canillas se convirtió en un ager publicus, es decir, en tierra de propiedad estatal. Lo que aún no sabemos es si las galerías de extracción minera abiertas por aquí eran explotadas directamente por funcionarios estatales o por arrendatarios. Los romanos agotaron, prácticamente, las reservas de mineral que Sierra Tejeda poseía.
La pequeña villa romana de Canillarum (Canillas) servía de turris (torre de vigilancia), es decir, era un poblado amurallado, en la cumbre de un elevado monte, con una atalaya de observación que permitía el control de una gran extensión de terreno. El romano Quinto Rufo Magoniano introdujo en Hispania la variedad de uva moscatel, producto que, en forma de vino y de uva pasa en sus dos variedades, sol y lejía, llegaría a ser, siglos más tarde, uno de los pilares de la agricultura local y comarcal. La tegula romana (teja) fue uno de los materiales de construcción aportado por los ocupantes romanos. La cal también fue uno de los materiales ampliamente explotados por estas tierras. Son muchas las caleras que aún se pueden ver en el término municipal de esta vieja villa.
Periodo islámico
Según el historiador Ildefonso Marzo, fueron musulmanes auchitas los que ocuparon Canillas Azeytuno, y, asentándose, fundaron el que sería definitivo núcleo de población sobre las faldas de Sierra Tejeda, en el valle del río Almachares. Abd-al-Aziz fue el que ocupó, a lo largo de varias campañas militares, razias y aceifas toda esa zona de sierra. La fortaleza (hisn) de Canillas Azeytun formó parte durante la Edad Media del complejo defensivo de la Al-Sarqiyya, integrado por las siguientes plazas fuertes: Vélez, Bentomiz, Sedella, Canillas, Sália y Comares.
Durante los siglos viii y ix, mientras se producía el gradual proceso de islamización en toda la zona costera de la latina regio malacitana, llamada Rayya en árabe, Sierra Tejeda sirvió de refugio para los mozárabes que hasta allí huyeron, manteniendo sus tradiciones y su lengua, aunque con gran influjo de la lengua árabe.
Desde finales de siglo ix hasta el año 928 fue Canillas Azeytuno tierra de Umar Ibn Hafsún, el cual llevó a cabo la más importante rebelión contra el Estado musulmán omeya, rebelión mediante la cual gran parte de la aristocracia de origen hispanogodo pretendió recuperar y mantener sus viejos privilegios feudales.
Con la total implantación del islamismo, durante el emirato de Córdoba de Abd-al-Rahman III, Canillas Azeytuno se convierte en alquería. En ella se produce y se comercializa el preciado azeytuní (seda tejida y teñida), producto muy apreciado en el Albaicín granadino, desde donde se exportaba al exterior de al-Ándalus. Incluso, después de la toma de Granada, durante los siglos xvi y xvii el pueblo siguió teniendo oficinas de almotacén para el control de la distribución de la seda. Seda y frutos secos eran los principales productos de exportación, vino y aceite seguían siendo productos destinados más al consumo local que a la exportación. Son muchas las monedas que, del periodo de ocupación musulmana, han sido halladas en Sierra Tejeda.
La arquitectura del pueblo en su conjunto, y de sus casas en particular, es fundamentalmente, el resultado de la combinación de dos culturas: la romana y la musulmana. Todo lo que en esta localidad se llama «casa nueva» es obra de la cultura cristiana dominante (posterior a 1487), en efecto, de los romanos se han heredado varios materiales de construcción como la teja, perfeccionada por los musulmanes, o la cal, y algunas técnicas constructivas, como por ejemplo, la apertura, junto a la casa de un huerto ajardinado. La apertura de un patio interior y de un pozo es también de origen romano. Ya en época visigoda toda Málaga era famosa por sus jardines.
El primitivo casco urbano ocupaba el suelo más estéril: desde la Sierrecilla hasta los pies del castillo. La actual plaza principal era zona de regadío. De hecho, hasta las primeras décadas del siglo xx, una acequia, que canalizaba hasta el campo el agua de las dos céntricas fuentes, recorría toda la plaza camino de la Placeta. También lo eran el Llanillo, Calle Agua y la Placeta. El pueblo, rodeado por una resistente muralla y defendido por un colosal castillo, sólo tenía dos puertas de entrada, una por Calle Convento – la principal- y otra por el fondo de la Calzada. A mitad de camino entre ambas puertas, había un caminillo que terminaba en el arroyo de la «Fuente Fuera» (así llamada por estar extramuros, es decir, por fuera de la muralla defensiva), zona utilizada como lavadero. Por esa zona, el escarpado barranco impedía el acceso a cualquier enemigo que lo intentase.
De la cultura islámica se ha heredado multitud de aportaciones. Los musulmanes, por ejemplo, potenciaron el uso del jardín pegado a la casa, y lo expresaron con soluciones diferentes:
La disposición del campo en bancales, hechos mediante albarradas de piedras y barro, regados por albercas y acequias, es también obra de los musulmanes. Trajeron árboles frutales como naranjos y limoneros, plantaron, por todo el campo romero, tomillo, jazín, albahaca, dama de noche, etc. plantas aromáticas que saneaban aún más, los ya de por sí sanos aires de la sierra, plantas que, a la vez, servían de condimento para muchas comidas. Un alambique para destilar licores construyeron en la zona que hoy se llama del Alambique.
Los musulmanes, al llegar a cualquier poblado hispanorromano, arrasaban todo el caserío preexistente y, sobre las ruinas, sin planos preconcebidos, alzaban uno nuevo, como cristalización de su vida nómada del desierto. La disposición urbanística del conjunto del pueblo en calles laberínticas, irregulares, pendientes y estrechas, es una aportación de la cultura musulmana. Se pretendía con ello hacerlas frescas para los meses de calor y seguras. Siempre se buscó, para su salubridad, que estuviesen bien aireadas.
Las casas se construían con entera libertad de disposición y altura, sin mirar para nada el concepto urbanístico de la calle. Ésta, si existe, es como mera necesidad de comunicación. Normalmente, es una calle rota por arquillos, como una necesidad de aprovechar el espacio dentro del apretado caserío, otras, son calles sin salida, que incluso, se cerraban de noche para uso exclusivo de unos cuantos vecinos, con gran sentido de lo privado.
Los huecos para las ventanas están arbitrariamente repartidos, sin consideración estética alguna, sólo abiertos, a veces, para que la mujer islámica, furtivamente, pudiera mirar a través de ellos. Toda la casa, con su hermetismo, desnudez y monotonía, responde a la concepción religiosa del Islam: la religión equiparaba, socialmente a toda persona. Este hecho explica lo inexpresivo de las fachadas, pues todo radica en el interior del hogar. A la casa, a veces, se le añadía un piso superior, por ejemplo, cuando aumentaba la familia.
La colocación de hornacinas en las calles es también de origen islámico. En efecto, los musulmanes las incorporaban a su culto privado. Colocadas en el arranque de cada calle, eran para ellos, un lugar sagrado, un lugar de veneración, lugar protector de calles y viviendas. Los cristianos, tras la ocupación de 1487, emplearon dichas hornacinas islámicas para colocar sus santos. En calle Agua, esquina con calle San Antonio, aún podemos contemplar una, justo en el punto de arranque de un arco mudéjar, que cruza la calle de pared a pared. Una pequeña talla de San Antonio aparece en su interior, florecillas y luminarias adornan siempre el pequeño recinto, siglos ha velado por los vecinos de esta singular calle.
Canillas de Aceituno presenta también varias casas con arcos de claro estilo mudéjar, cegados con el paso de los siglos. Así ocurre con «la Casa de los Diezmos» y «la Casa Esgrafiada» (pintada a lo morisco). El rojizo moruno «ladrillo visto», fue de entre los principales elementos constructivos, el más utilizado por los musulmanes entre sus mudéjares obras. Cuando aparecen dispuestos con sola sus puntas visibles, tanto en umbrales de puertas como en los vuelos de los tejados, se les llama «picos de gorrión». Estos picos de gorrión aún se podían ver en la fachada de una de las casas de calle Olivo a comienzos del siglo xxI.
Otro elemento de la arquitectura mudéjar es la algorfa, arco que da entrada a quebradas calles empinadas. La algorfa empieza por romper el espacio de la calle, que luego vuelve a quebrar en la curva que aquella describe, celosa guardadora de la intimidad de las viviendas que se abren a ella. Estas calles podían cerrarse con una puerta y constituir algo tan aislado como un adarve –calle privada y sin salida–. Una algorfa podía formar una portada muy humilde que daba entrada a una calle privada en la que se abrían varias viviendas. Son de tradición califal. En Canillas nos encontramos con dos: una en calle Agua y otra en calle Calleja, en donde las dos hileras de casas han sido unidas, de fachada a fachada, por una algorfa con entrada y salida por arco. El arco que cruza la empinada calle Calleja, al mismo tiempo sirvió para apuntalar las construcciones de ambos lados que, en su día, debieron tener poca estabilidad. El uso de canalones para recoger de los tejados el agua de lluvia, es también una aportación de la cultura musulmana.
La fortaleza-castillo de Canillas de Aceituno fue una imponente construcción que avanzando sobre un escarpado barranco, defendía a toda la población. Ocupaba gran parte del solar de las actuales más viejas casas de calle Castillo. Un pasadizo secreto lo ponía en comunicación con el exterior.
Fue esta villa rica productora de azeytuní, es decir, de seda natural tejida y teñida. Para elaborar los tintes se utilizaban las abundantes raíces tintóreas de la zona, árboles de hojas de morera, de dulce y refrescante sobra, cubrían gran parte del campo de Canillas. En la Casa de los Diezmos, de geminados arcos mudéjares, se llevaba a cabo la anual tributación de la décima parte de la producción sedera.
Los Reyes Católicos
El 7 de abril de 1487 el Rey Don Fernando salía de la ciudad de Córdoba con un poderoso ejército de 72.000 hombres (12.000 a caballo y 50.000 a pie). Poco antes de que ese ejército saliese de Córdoba, se sintió un terremoto que dio lugar a varias conjeturas: unos lo interpretaron como la ruina del ejército cristiano, otros, como la destrucción total del Reino de Granada. Con mil trabajos y penalidades, debido al mal estado de los caminos a causa de las crecidas lluvias (aunque suavizados aquellos por el gran número de zapadores que, por delante, iban abriendo paso) llegó el ejército a divisar Vélez, después de ocho días de fatigosa marcha. Ante los ojos de aquellas tropas cristianas se desplegó una comarca virgen aún de los estragos que la guerra iba a ocasionar, cubierta de colinas y collados donde crecían moreras, almendros, olivos, naranjos, higueras y viñedos. El 15 de abril de 1487, Domingo de Pascua, las tropas cristianas pasaron por el término de Canillas para atacar la ciudad de Vélez. Un temporal de fuertes lluvias, que provocó el desbordamiento de ríos y arroyos, retrasó la llegada de la artillería.
En el libro de apeo y repartimento de Sedella y Rubite (aldea aneja a Canillas) se lee que el Rey don Fernando y sus tropas llegaron a un lugar situado entre Canillas y Sedella (posiblemente el «Puerto» o «Los Cuatro Caminos». Una leyenda dice, que sirviéndose de un buen número de machos cabríos y carneros con antorchas y faroles atados a los cuernos, un pequeño grupo de soldados conquistó, en el transcurso de una oscura noche, el poblado oro del río Almachares, sus habitantes atemorizados se rindieron, creyendo que un numeroso ejército los iba a invadir.
Una vez tomada la ciudad de Vélez, las tropas de Fernando e Isabel pusieron sus estandartes y banderas sobre las torres de la alcazaba veleña. Los Reyes Católicos ordenaron que todos los alcaldes moros de la zona llegasen ante ellos para capitular. Y así lo hizo el entonces alcalde musulmán de Canillas. En su lugar, el Rey don Fernando puso al frente de la villa y castillo de Canillas a un caballero llamado Apolo (según cuenta Hernán Pérez del Pulgar en su Crónica de los Reyes Católicos). En mayo de ese mismo año (1487) se rindieron los pueblos de la Axarquía.
De la época de los Reyes Católicos se conserva el siguiente legado:
Reconquista cristiana
Tras la ocupación cristiana, la tierra de Canillas fue traspasada con prontitud de la jurisdicción real a la nobiliaria, convirtiéndose en tierra de señorío pleno. Fue primero del Conde de Cabra, cuya relación con sus vasallos musulmanes no sólo era territorial y administrativa, sino también personal. En efecto, el Conde de Cabra exigirá a los sometidos mudéjares de Canillas de Aceituno, su villa, el pago de tributos por las tierras que labraban dentro y fuera de su señorío. La vieja mezquita islámica fue transformada en templo parroquial para el culto cristiano.
Desde mediados del siglo xvi, la villa fue regida por un alcalde, un concejo y un regidor. Gonzalo de Cárcamo fue su primer alcalde, y Juan de la Torre su primer regidor. La hoy llamada calle Concejo, en el centro del pueblo, era el emplazamiento de dicho foro de administración municipal. Señores y caciques se convirtieron en la élite del pueblo. El señor (Conde de Cabra, Marqués de Comares y Duque de Medina Celi) nombraba al al-Qadí (alcayde, juez) entre los repobladores cristianos viejos, hidalgos y hombres de la comunidad.
El escudo de la villa fue concedido por Fernando el Católico al conde de Cabra por los servicios prestados en la guerra contra el Reino Nazarí de Granada.
En la arquitectura de las casas (de base cultural musulmana) rara vez se introducen innovaciones. Desde la conquista cristiana hasta la expulsión de los moriscos (1487-1570), señores y señoritos emplearon a sus vasallos mudéjares en la construcción de sus casas palaciegas (como la Casa Esgrafiada, pintada a lo morisco). Era una mano de obra tan barata como experta. Tras la guerra y expulsión de los moriscos, los nuevos pobladores, conocedores de las técnicas mudéjares, se emplearon en la construcción del templo parroquial de su nueva villa. Antes de 1605 no se conoce ni un solo contrato de obras, hecho explicable por el estado de marginación social en el que se tenía al mudéjar, a quien se apalabrada para una obra sin darle documento alguno.
Rebelión morisca y repoblación
A principios del siglo xvi, la respuesta islámica a la conversión forzosa al cristianismo fue, en toda la Serranía de Bentomiz (Sierra Tejeda – Almijara), de aceptación simulada. Sin embargo, de 1545 a 1552 ya se estaban produciendo cabalgadas (persecuciones) de tropas cristianas contra los moriscos, rebeldes y levantiscos en toda la ya citada serranía.
Por esos años apareció la figura del monfí (bandolero morisco). Desde mediados del siglo xvi, los ocupantes cristianos empezaron a practicar «ahumadas» contra los moriscos que se refugiaban en las cuevas. El humo de las hogueras prendidas frente a la boca de entrada a la gruta los hacía salir o morir. Esqueletos de moriscos canilleros muertos en dichas ahumadas no hace mucho que se han sacado de varias cuevas de la Rahije, los restos humanos que se conservan en la llamada «sala del muerto» de la cueva de la Fáhara quizás sean también de algún otro morisco canillero muerto bajo persecución cristiana. De los que se entregaban vivos, La Inquisición se encargaba de hacer el resto.
El cronista castellano Luis Mármol de Carvajal (militar que, del lado de los cristianos combatió en la rebelión de Bentomiz), nos dice que, una vez determinada la sublevación y la guerra, la mayoría de los moriscos de la Axarquía fueron enviados a Córdoba. Sin embargo, los lugares montañosos de difícil acceso siguieron conservando una buena parte de su población mudéjar, fuertemente fiscalizada mediante el pago de tributos. Felipe II, para evitar posibles futuras concentraciones de moriscos, ordenó que la fortaleza-castillo de Canillas de Aceituno fuese demolida piedra por piedra. Canillas de Aceituno quedó despoblada como castigo de esta insurrección en 1571. No se sabe la fecha en que desapareció el castillo, pero se supone que tuvo que ser por esta época, puesto que como correctivo se quemaron algunos edificios y entre ellos debió estar la fortaleza.
La repoblación, deslinde y amojonamiento de las tierras se hizo entre 1571 y 1574. Canillas de Aceituno vuelve a poblarse con cristianos de Lucena, Porcuna, Martos, y en su mayoría de Andújar.
Durante toda la segunda mitad del siglo xvi se produjeron constantes pleitos y disputas entre el marqués de Comares Diego Hernández de Córdoba, y el obispado de Málaga por el reparto de los diezmos. El obispado de Málaga quería quedarse con la mitad de dicho tributo, reivindicándolo por derecho concedido por los Reyes Católicos. Un remanente histórico de esos viejos enfrentamientos entre Iglesia y Estado aún se observa a veces, poco claras competencias de poder entre obispado de Málaga y Ayuntamiento de Canillas sobre varias zonas de aldeas anejas como Rubite y Posada de Granadillo.
Siglo xvii
En las últimas obras de reforma de la fuente del Pilar grande, apareció una pétrea placa con una inscripción del año 1612.
Del siglo xvii son también varias tallas de santos aún conservadas en el templo parroquial de Canillas de Aceituno. Una es del círculo de Mena. El estilo barroco imperante comenzó a ocultar muchas construcciones mudéjares.
Siglo xviii
La casa mudéjar de calle Agua 6, «casa esgrafiada» es un elemento importante del patrimonio histórico–artístico de esta vieja villa.
Un muy curioso letrero de 1773, en calle Cantillo 2, que necesita urgente restauración, muestra la leyenda «¿Qué miras, majadero? ¿no ves que soy un letrero que en el año 1773 me hicieron?» provocó la risa de Alfonso XII y de toda la comitiva regia que desplazada hasta Canillas en enero de 1885 en solidaridad con los damnificados por el terremoto del mes anterior, atentamente lo habían leído.
Del siglo xviii es una de las tallas (círculo de Zayas) que aún conserva la iglesia de Canillas.
Con la ocupación francesa (finales del siglo xviii y primer tercio del siglo xix), el bandolerismo fue práctica habitual en toda Sierra Tejeda. El aún conservado apodo local de «el gabacho» (el francés) nos recuerda el paso de esa cristiana nación vecina por estas tierras. Las tropas francesas crearon un verdadero clima de inestabilidad política y social, de pillaje y bandolerismo. Canillas de Aceituno perdió, a mano de los saqueadores franceses, gran parte de su patrimonio artístico. Durante el siglo xviii era ya muy intenso el comercio de madera de tejos y nieve de Sierra Tejeda hacia Málaga. La familia Torres, dueña de los terrenos, era la que controlaba dichas actividades.
Siglo xix
El siglo xix está marcado por varios e imprevisibles acontecimientos. Sequías, hambrunas, epidemias, plaga de la filoxera en los viñedos y el terremoto del 25 de diciembre de 1884. El 19 de enero de 1885 Alfonso XII visita a los damnificados de Canillas. Aún se conserva, en muchos tramos no invadidos por la actual carretera de asfalto parte del antiguo Camino Real de piedra y tierra por el que avanzó la comitiva regia, que llegó a Canillas valiéndose de buenas caballerías. La comitiva fue recibida por todo el vecindario, que esperaba la llegada a las afueras del pueblo. El séquito lo formaban tres grupos: el primero, personal de la Guardia Real, un segundo grupo, presidido por el General Quesada, Ministro de Guerra, y un tercer grupo, en el que venía el Rey, acompañado del entonces Ministro de la Gobernación don Francisco Romero Robledo. Según cuentan, Alfonso XII llegó a Canillas vestido de paisano, montado en un espléndido caballo negro. Con vivos y calurosos aplausos se recibió a cada uno de los tres grupos. La comitiva, acompañada por las autoridades del pueblo, recorrió el casco urbano contemplando los daños que el seísmo había ocasionado.
En lo que hoy es el Paseo, se construyó, por iniciativa regia, una nueva barriada, llamada entonces «Nueva Cuba» por la ayuda que de tal colonia española se recibió, fue poco después cuando poco a poco fue desapareciendo tras la piqueta demoledora, en beneficio de los que entonces gobernaban la villa. El arquitecto Rivera se encargó de la reconstrucción de la torre de la iglesia y de la nave central, dañada por la caída del reloj. El Círculo Mercantil de Madrid, con obras dirigidas por don Gregoriano Robleda, construyó las dos escuelas, una para niños y otra para niñas, las cuales aún se alzan en el fondo de la plaza de la Constitución. Hay un viejo letrero que recuerda este hecho, aunque manchado de cal que lo cubre. Toda esa situación de profunda crisis económica provocó una forzada corriente migratoria hacia Orán, Tánger, Melilla, Cuba, Uruguay y Argentina.
Los gastos que ocasionó el terremoto fueron atendidos por el mismo Rey, por el Gobierno Civil, Diputación, Ayuntamiento de Canillas y la caridad privada. En los Libros de Actas Capitulares de la villa consta que, para reparar la Casa del Cabildo, se destinaron 1000 pesetas. Tras el terremoto, se tuvieron que celebrar varias sesiones plenarias fuera de la Casa del Ayuntamiento, debido al mal estado en que quedó el edificio. La reparación del Camino Real que conducía a Vélez-Málaga costó 500 pesetas. Los gastos de la visita real fueron 2164,75 pesetas. Entre los damnificados el Ayuntamiento repartió 2000 ptas. Hacerle una casa a la Guardia Civil 50,50 ptas.
Existían por aquellos tiempos, varias letras de coplillas de columpios que hacían crítica expresa a cómo se administraron los dineros y bienes que para los damnificados por el seísmo habían sido aportados solidariamente. El caciquismo estaba en su máximo apogeo en nuestra villa. En total 69 familias recibieron en Canillas la ayuda de la Comisaría Regia constituida para tal efecto. La cantidad total invertida en nuestro pueblo por dicha comisaría fue 6250 ptas. El conjunto de los donativos sumó 8251 ptas. Las ciudades, colonias y naciones más solidarias con Canillas fueron Madrid, Cuba y Alemania.
Sobre el solar que ocupó el antiguo Concejo, el actual edificio del Ayuntamiento fue terminado de construir en el año 1864; es un edificio de singular personalidad, con reloj, balconada, ventanas y puertas de madero y pórtico de arquerías. Hasta la década de los años cuarenta del siglo xx era costumbre que alcaldes y militantes de partidos diesen sus anuncios, pregones y mítines desde dicha balconada. Canillas ha tenido siempre pregoneros que, por las calles, llamando con trompetilla, iban anunciando a la población las decisiones municipales. Hoy en día, dos altavoces se encargan de comunicar al vecindario cualquier asunto de interés. El reloj, por su parte, sigue funcionando marcando sus cuartos, las medias y las enteras.
Siglo xx
El siglo xx se inicia con un levantamiento popular en el interior de la villa. En efecto: el 9 de abril de 1911 –Domingo de Ramos–, coincidiendo con la visita al pueblo del por entonces célebre político pro-republicano Giner de los Ríos, un grupo de hombres de Canillas y del río Bermuza, oponiéndose a un injusto embargo, le plantaron cara a un comisionado expresamente venido desde Málaga. Era la gota que colmaba el vaso. Los ánimos de la población ya estaban bastante crispados por los ya más de cuatro siglos de señoritos y caciques a los que el pueblo se veía sometido. Y, como el acalorado enfrentamiento verbal se desarrollaba frente a las puertas mismas del cuartel de la Guardia Civil (en plaza Gallero Badillo), ésta intervino. Al final se produjo un balance de varios muertos y heridos. Ese día sería conocido en el pueblo como el de las tareas, porque cada vez que se hablaba de lo acaecido, el comentario más extendido que, hasta mucho tiempo después se hacía por todo el pueblo, decía «¡tiene tarea lo que ha pasado!». La noticia del sangriento enfrentamiento cundió por gran parte de España; de hecho, un día después de los acontecimientos, el periódico de Valladolid El Norte de Castilla recogía la noticia e informaba de esta manera: «Canillas del Aceituno proclama la República».
Por su parte, el periódico de Málaga La Unión ILustrada, en sus número 118 y 119 del año 1911, también informaba de lo ocurrido.
Hasta los años cuarenta del xx, lo acaecido en el año 1911 se les iba a referir, con especial descrédito, a cuantos canilleros viajaban a cualquier parte de España. El caciquismo y el secular dominio señorial de las tierras de Canillas de Aceituno, por parte de nobiliarias familias, habían conducido a eso.
Monumentos y lugares de interés
Casa Consistorial
El ayuntamiento es una pintoresca muestra de arquitectura popular. Su aspecto es fruto de los cambios en los aspectos y funciones que ha sufrido a lo largo del tiempo.
Casa de los diezmos
La casa de los diezmos es un edificio que al igual que el ayuntamiento se encuentra ubicado en la Plaza de la Constitución; data del siglo xvi. Es un edificio que también es conocido como Casa de la Reina Mora, que conserva una torre abierta con arcos germinados ciegos, de estilo mudéjar. En este edificio era donde se controlaba la producción y venta de la seda.
Iglesia de Nuestra Señora del Rosario
La iglesia de Nuestra Señora del Rosario se encuentra ubicada en lo que hoy día es el centro del pueblo, aunque cuando ésta fue construida estaba situada en la parte más alta de éste. Por otro lado, desde su terraza, se observa un lindo paisaje. Fue construida sobre el solar de la antigua mezquita en el siglo xvi y reformada en el siglo xix. Su estilo es gótico-mudéjar. Tiene una torre situada en la cabecera, que se inicia en base cuadrada y termina en base octogonal. En cuanto a su interior, está dividido en tres naves de 40 metros de largo que se delimitan con pilares cruciformes que apean arcos apuntados. El techo está cubierto por una armadura de parhilera con tirantes la central y de colgadizo las laterales. También hay dos capillas barrocas del siglo xviii, una imagen de la Virgen de la Cabeza, y tres esculturas de tamaño mediano: San Antonio (obra del círculo de Mena), San Francisco Javier (obra del círculo de Zayas) y San Antón. La iglesia también poseía una antigua talla de madera de la Virgen de la Cabeza, posiblemente dicha talla fue traída por repobladores provenientes de Andújar, dónde existe una gran devoción por dicha virgen. Durante el periodo que va de 1931 a 1937, periodo que corresponde a la Segunda República Española y a la Guerra Civil, se perdió o se destruyó esta talla, junto con otros bienes eclesiásticos.