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Revista de Folklore número

466



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Elementos entregados «a favor del tesoro público» por algunos pueblos segovianos en época de la Guerra Civil Española: joyería tradicional

GARCIA GARCIA, Antonio A.

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 466 - sumario >



La joyería es uno de los eslabones del amplio sinfín de elementos que componen lo que hoy en día entendemos como indumentaria tradicional. En Segovia aún tiene mucha presencia gracias a las fiestas locales y tradiciones preservadas en su provincia, y, a pesar de ello, cada vez son menos las personas que conocen las maneras y estilos más propios que hacen de sus trajes algo identitario. El modo y la «gracia» en la colocación de las piezas, los detalles locales y las propias prendas deben conjugarse para conseguir un resultado adecuado, algo que no siempre ocurre.

Muchas veces carecemos del componente más importante para vestir a la manera tradicional, el conocimiento de la tradición en sí misma. En otras ocasiones –suelen ir unidas–, pese a seguir los estilos y formas heredados, no utilizamos prendas acordes con lo que decimos hacer, alejándonos de lo que realmente pretendemos y descuidando el segundo factor que hace posible nuestro objetivo.

Quizá no siempre sea fácil poder aunar el conocimiento de la tradición con el uso de prendas adecuadas. Puede que para lo primero en muchos casos sea tarde, pues necesitamos haberlo aprendido de nuestros mayores de forma natural o emprender una labor de investigación basada en la conversación, en la búsqueda por los arcones de nuestros pueblos –en Segovia aún queda mucho trabajo de campo por hacer– y en el estudio de obras publicadas por autores de referencia. Para lo segundo, tenemos dos posibilidades: lucir las piezas antiguas que por suerte han llegado a alguno de nosotros o hacer piezas nuevas que tengan las características de aquellas que sí formaron parte de esta indumentaria. Para ello lo más interesante es copiar las antiguas, pues lamentablemente el hecho de no tener el primer factor –hemos perdido ese conocimiento de los códigos y maneras que hacían que una segoviana fuese reconocida en cualquier lugar como tal– hace que mayoritariamente nos salgamos de los modelos y patrones tradicionales haciéndolo también del concepto de indumentaria que perseguimos.

Si nos centramos en el ámbito de la joyería, quizá todo sea algo más complicado. Al tener bastante valor económico, la partición entre familias a la hora de heredar hace difícil la localización de piezas originales completas como las que lucieron las segovianas en esas imágenes y grabados donde vemos multitud de relicarios, medallas y cruces superpuestas y acumuladas cubriendo el pecho y mostrando el poderío y la riqueza de las mismas –Segovia no se queda atrás en este ámbito que quizá tenga como referentes modelos de otras zonas como, por ejemplo, el Traje de Vistas de La Alberca (Salamanca)–. Además, muchas se deshicieron, se reconvirtieron para otro uso, se vendieron, o incluso se fundieron en tiempos de carestía.

Otra de las múltiples razones que probablemente ha influido de alguna manera en esa escasa aparición de piezas de joyería antigua fue la llegada de la Guerra Civil Española, y, con ella, la entrega de patrimonio a favor del tesoro público, eje central de este artículo. Según el testimonio de alguno de nuestros mayores, el depósito de este tipo de bienes a beneficio de diferentes causas de muy distinto signo político en la Historia de nuestro país ha sido una manera recurrente para sufragar gastos. Así, el conflicto que nos ocupa fue aprovechado para recaudar tanto dinero en metálico como en forma de objetos valiosos pertenecientes a las familias de a pie.

A modo de «donativo», que pronto –para muchos desde el principio– dejaría de tener ese principal componente altruista y voluntario, las familias eran obligadas a dar dinero en efectivo y parte o todo lo que tuviesen hecho de oro, plata o piedras preciosas; en definitiva, de valor, para «sufragar los gastos derivados de la Guerra». Muchas familias dieron todo lo que tenían, y otras, con recelo, mucho cuidado, buen tino y miedo a ser descubiertas, guardaron o escondieron algunas joyas que habían podido comprar o conservaban de sus anteriores con mucho cariño, devoción, aprecio y orgullo.

Muchas veces eran recogidas puerta por puerta de manos de hombres y mujeres del mismo pueblo que en ocasiones ordenaban su entrega imponiéndose e incluso amenazando. En otros casos, como en mi pueblo –Carbonero el Mayor–, tras ser anunciado en la iglesia por el señor Cura Párroco de la localidad e invitar a los vecinos a colaborar por la causa, los bienes se recogían en la casa de algún fiel del bando en cuestión allegado a la Parroquia.

Pero estas joyas no eran siempre entregadas al Tesoro Público. El paso del tiempo hizo ver, según cuentan algunas vecinas, cómo parte de las alhajas habían sido guardadas por los que habían recaudado los bienes a sus propios paisanos, que, con infundada superioridad y osadía, lucieron «el día de la fiesta» las mismas, o las suyas propias, mostrando que ellos no las habían entregado. Sin embargo, pese a reconocerlas –pues en un pueblo todos los vecinos conocían qué tenían los otros y, a modo de ejemplo, una cruz de oro y brillantes que había acompañado a la familia durante mucho tiempo y que con tanto dolor y pena había sido entregada unos años antes a las personas que ahora la lucían, era fácil de identificar– nunca se atrevieron a reclamarlas, ya fuese por miedo a represalias o simplemente por intentar tapar y «olvidar» viejas heridas que en un pueblo pequeño iban a causar daños mayores a los ya asumidos, que no eran pocos.

Había hablado con mi abuela y otros familiares sobre este asunto, pero hace tiempo encontré en un cajón –por el que aparentemente no había pasado nadie en muchos años– dos hojas de El Adelantado de Segovia –periódico por excelencia de la Provincia fundado en el año 1901– que hacían referencia a ello. Gracias a la pegatina que aparecía en la parte superior y en la que se lee el nombre de mi tatarabuelo, que estaba suscrito a este diario, vi que las hojas eran anteriores al año 1938. En ellas se plasman parte de las entregas que muchos vecinos de diferentes poblaciones segovianas hicieron en dicho año, transcribiendo tanto las aportaciones en metálico como las constituidas por bienes materiales, algunos de los cuales, más adelante detallaré.

Para mi sorpresa, la transcripción en el periódico de las diferentes aportaciones personales es, en muchas de ellas, bastante amplia y completa. Esta calidad de las descripciones y simplemente el hecho de plasmar en un documento algo tan extenso con ese detalle –virtud que siempre envidiaré de muchos de nuestros antepasados– se asemeja a lo que han venido haciendo desde antiguo, en otros ámbitos de la cotidianidad, las personas que escribían en los libros familiares; cuadernos de la casa; de obras; o en los Libros de Cuentas de Cofradía, donde se anotaba la labor de todos los participantes en dichas comunidades con nombre y apellido, reflejando cada movimiento, cada variación y cada hecho; lo que posibilita conocer y tener la oportunidad de acercarnos –incluso cientos de años después– a la manera de vivir y participar en sus acontecimientos, siendo una importante fuente de estudio etnográfico, histórico, económico o social.

En estas hojas de grandes dimensiones –los periódicos de esos años eran algo aparatosos– aparecen los «donativos» de vecinos de Aragoneses, Hoyuelos, Arroyo de Cuéllar, Valdeprados, El Cubillo, Abades, Otero de Herreros, Rapariegos, Moraleja de Cuéllar, Dehesa de Cuéllar, Vegafría, Garcillán, Mata de Cuéllar, Lovingos, Carbonero el Mayor, Santiuste de San Juan Bautista, Zarzuela del Pinar, Arevalilllo de Cega, Valverde del Majano, Sacramenia, Paradinas, Navas de Oro, Escarabajosa de Cabezas, Zarzuela del Pinar, Fuentesoto, Cantimpalos, La Granja y Cuéllar. También la «relación de los donativos recibidos en metálico» de varios municipios más en su suma total o diferenciando aportaciones personales concretas, del conjunto de vecinos, de agrupaciones y empresas, o de Ayuntamientos.

Precedido por el pueblo en cuestión, las hojas de El Adelantado muestran un más o menos extenso listado de nombres y apellidos seguidos de la enumeración de bienes entregados por cada una de las personas, diferenciando tipologías y materiales de los mismos. Sirva la siguiente transcripción a modo de ejemplo de una de las aportaciones:

DOÑA ASUNCIÓN RUBIO LÓPEZ, DOS PARES DE PENDIENTES Y UNA SORTIJA (CARBONERO EL MAYOR).

También encontramos aportaciones en las que se oculta la identidad del vecino en cuestión y en vez de escribir su nombre se recogen distintas fórmulas:

UNA SEÑORA, UN ESPAÑOL, UN VECINO DEL PUEBLO o POR LA VIRGEN DEL CARMEN.

En otros casos es el Ayuntamiento del municipio el que aúna las donaciones de todos los vecinos, y, en una ocasión, además de enumerar las entregas en metálico, se detalla el peso total de las constituidas por objetos sin mayor detalle:

LOS VECINOS DEL PUEBLO DE ESCARABAJOSA DE CABEZAS, UN KILO Y CIEN GRAMOS, PESO DE LAS ENTREGAS DE ALHAJAS Y OTROS OBJETOS DE ORO, SEGÚN LISTA 8 DE LOS CORRIENTES; (A CONTINUACIÓN, SE ENUMERAN LAS ENTREGAS DE VECINOS CONSTITUIDAS POR DIFERENTES MONEDAS).

Es probable que este tipo de hojas «informativas» –que sin duda conseguían que todo el pueblo supiese quién y qué había entregado «para la causa» y, consecuentemente, quién no lo había hecho– tenían como fin, además de hacer ver a los que habían entregado parte de sus bienes que estos eran reconocidos y su aportación era valorada, presionar socialmente y de manera indirecta a aquellos que no lo hacían para que colaborasen.

Posiblemente estas publicaciones fueran frecuentes y más numerosas, abarcando todos los pueblos de la Provincia. Muestra de ello es que, en el caso del municipio de Cuéllar, a continuación del nombre, entre paréntesis, se lee «Segunda Entrega» –lo que nos indica que no sólo se recogían las aportaciones en una primera «visita» aportando probablemente en anteriores publicaciones la información al respecto–. Esto también ocurre en diferentes vecinos de otros pueblos, mostrando que muchos fueron los que entregaron en dos ocasiones objetos6. Además, Carbonero el Mayor aparece en dos lugares de manera diferente, siendo por tanto hojas de distinta fecha de publicación. De este modo, actualizaban las extensas listas de objetos de valor que reunieron y separaron de sus verdaderos propietarios para una causa que no debiera haber ocurrido.

Si los papeles que nos ocupan han llegado a mí ha sido porque en ellos aparecen los nombres y entregas de la madre de mi abuelo y los padres de esta –naturales de Carbonero el Mayor–, quienes tuvieron a bien conservarlos. También en ellos localizo el nombre de los padres y abuelos de mi abuela, así como el de ella misma –que en ese momento tendría seis años de edad–. Fue precisamente con mi abuela con quien primero hablé de estos hechos, pues bien recordaba que su madre había dado «muchas cosas» y me lo contaba en los momentos de incesantes preguntas sobre su infancia. Algunos familiares recuerdan hoy cómo tras insistirle accedió a entregar un guardapelo que había heredado y del que no se quería desprender, como si el destino de aquella pieza fuese a valer más que el que ella iba a darle con su uso.

Después de estos párrafos que describen brevemente y de una manera muy general el documento y trasfondo del mismo, quiero mostrar algunas de estas «contribuciones». Así, además de poner de manifiesto la cantidad de joyas y otros bienes de gran valor que se entregaron –siendo solo una parte de los mismos–, podemos reconocer algunas tipologías correspondientes a los modelos usados tradicionalmente en estos pueblos y que por tanto, forman parte de la indumentaria popular del lugar, pues, aunque muchas de estas joyas serían de época y no se corresponderían con los modelos tradicionales más antiguos, muchas familias hicieron entrega de joyas que –probablemente las únicas que tenían– habían heredado de sus antepasados y eran piezas testigo de la indumentaria que cuidaban como propia y aún hoy intentamos preservar.

A continuación, presento a modo de ejemplo un listado que aúna los bienes materiales recogidos en estas hojas y entregados por los vecinos de Carbonero el Mayor. Para su elaboración he transcrito cada una de las distintas tipologías que aparecen en dicho municipio y he sumado la cantidad de las mismas que los vecinos entregaron –número que sucede a cada elemento referenciado–. Algunas de ellas están reflejadas únicamente en la entrega de una persona y otras son más comunes y aparecen – variando las cantidades– en diferentes familias. Así, categorías más generales y comunes como «anillo» son las más repetidas y piezas más concretas como «medalla de la Milagrosa y su cadena» sólo aparecen en una ocasión.

SUSCRIPCIÓN NACIONAL A FAVOR DEL TESORO PÚBLICO

EL ADELANTADO DE SEGOVIA

Donativos recibidos de Carbonero el Mayor:

Estas cifras muestran la gran cantidad de bienes entregados por los vecinos, destacando –algo análogo en la mayor parte de municipios referenciados– los cuatrocientos treinta y siete pares de pendientes, como elemento más recurrido, o las sesenta y dos cruces recogidas solo en la publicación que tomamos como referencia y sin salirnos de este municipio. Según cuentan los más mayores, «hubo quien quiso dar más y quien dio menos», y en estas entregas además de la voluntad y la obligatoriedad, inevitablemente influyó la situación económica de cada familia. Encontramos aportaciones sencillas como las siguientes:

DOÑA PETRA LÓPEZ LLORENTE, UN PAR DE PENDIENTES o DOÑA MERCEDES YAGÜE SÁNCHEZ, UN PENDIENTE.

Otras más interesantes desde el punto de vista descriptivo como:

DOÑA SATURNINA TEJEDOR SAN JUAN Y SEÑORITA BAUDILLA GOZALO TEJEDOR, UN PAR DE PENDIENTES, UNA GARGANTILLA, UNA CRUZ Y UNA SORTIJA o DOÑA ENCARNACIÓN LLORENTE DE LA FUENTE, UN PAR DE PENDIENTES Y UNA MEDALLA CON SU CADENA.

Y otras más destacables por el hecho de reunir gran cantidad de elementos. Estas son algunas transcripciones de las mismas:

DOÑA EUSTOQUIA MARTÍN GARCÍA, DON FRUCTUOSO LLORENTE PASCUAL, CARMEN Y PAULITA LLORENTE MARTÍN, DOS ONZAS, UNA MEDIA ONZA, DOS MONEDAS DE 25 PESETAS, UN RELOJ, UNA CRUZ, CUATRO PARES DE PENDIENTES, UN GUARDAPELO, DOS ALIANZAS UNA SORTIJA DE SELLO, UN PAR DE GEMELOS, UNA MEDALLA CON CADENA Y DOS ARILLAS.

POR LA VIRGEN DEL CARMEN UN PAR DE PENDIENTES; DON VICTOR LLORENTE SANCHO Y SEÑORA Y DOÑA JULIANA SANCHO, CINCO PARES DE PENDIENTES, TRES AROS, UN RELOJ PULSERA, UNA SORTIJA DE SELLO, UNA SORTIJA, DOS MEDALLAS CON CADENAS Y UNA CRUZ.

DOÑA INÉS RENEDO TORREGO, TRES PARES DE PENDIENTES Y UN PENDIENTE SUELTO, UN RELOJ DE PULSERA CON SELLO, DOS ALIANZAS, DOS SORTIJAS, DOS GEMELOS, UNA MEDALLA Y UNA MONEDA DE 20 FRANCOS.

Quizá en el listado de Carbonero el Mayor aparentemente no veamos demasiadas referencias a tipologías que –basándonos únicamente en la transcripción– podamos relacionar directamente con esa joyería tradicional a la que hago referencia. Así, aunque la escasa descripción de alguna de las entregas posiblemente referencie modelos tradicionales de medallas y cruces de plata u oro, o pendientes de dos carreras de aljófar como los que aún hoy muchas mujeres lucen a diario en tierras segovianas; no podemos afirmarlo con total seguridad. Sin embargo, otras descripciones más detalladas sí permiten que descubramos ejemplos de nuestro interés. Esta es sin duda una de ellas:

DON FRANCISCO ARÉVALO RODRÍGUEZ Y SEÑORA, DOS PENDIENTES DE CORALES, UNA CRUZ CON CADENA, DOS PARES DE PENDIENTES DE ALJÓFAR, DOS ANILLOS, UN PENDIENTE SUELTO, UN DIJE, UN GUARDAPELO Y DOS ANILLOS.

Encontramos un guardapelo –elemento muy presente en la joyería de la época y apreciado por sus propietarios–; y un dije, que probablemente identifique a una pequeña joya usada a modo de adorno con forma de cruz o medalla que se colgaba del cuello.

La especificación del material de los pendientes, nos conduce a pensar que podemos estar ante modelos tradicionales. Aunque el coral y el aljófar estuviesen también presentes en joyas de época, son ambos –junto a la plata y otros metales– los más usados para adornar a la manera tradicional el rostro de las segovianas. Probablemente esta familia hiciese entrega de dos pares de pendientes que, teniendo en cuenta las tipologías más comunes, se correspondiesen con los ejemplos conservados de dos carreras de aljófar engarzado en oro. Estos podían ser de mayor o menor tamaño y tener una forma levemente curva o disponerse a modo de aro. También eran comunes y eminentemente segovianos los de tres gajos del mismo material rematados con una bola dorada en cada extremo.

En el caso del coral, a pesar de tener referencias de su existencia, apenas se han conservado ejemplos de modelos antiguos. Algunos de ellos adquieren la misma forma que los de aljófar de tres gajos –tres líneas que cuelgan de una misma arilla– y están rematados con una bola plateada en cada extremo, recurriendo a las combinaciones más repetidas: oro y aljófar; coral y plata8. Otra referencia de este listado en el mismo municipio podría hacer mención a la tipología de pendiente en forma de aro con corales engarzados, modelo que es probable que existiese, pero del que no conozco ningún original:

VALENTÍN HERRANZ MANSO, DOS CRUCES, DOS AROS DE PENDIENTES CON CORALES Y UN PENDIENTE SUELTO Y UNA ARILLA.

En las aportaciones de Santiuste de San Juan Bautista sí encontramos un modelo que podría hacer referencia a la tipología de gajos descrita, pero usando coral combinado con oro:

DOÑA ISABEL MUÑOZ GARCÍA, UNOS PENDIENTES DE ORO CON PIEDRA Y UNOS GAJOS DE ORO Y CORAL.

Como ya he comentado, los pendientes de aljófar –material tan presente en la joyería tradicional de la mayor parte de la Península– aún siguen siendo unas de las piezas antiguas que más se conservan en Segovia. Destaca entre el resto de municipios el dato que indica los veinticinco pares de pendientes de este tipo entregados por los vecinos de Otero de Herreros –pueblo situado en la Sierra de Guadarrama–. Algunos de ellos se referencian únicamente de este modo:

DOÑA PAULA MATESANZ PASCUAL, DOS PENDIENTES DE ALJÓFAR o DOÑA VICENTA SÁNCHEZ GÓMEZ, DOS PENDIENTES CON ALJÓFAR.

Otros añaden mayor detalle a la descripción, algo que nos ayuda a acercarnos más a los modelos en cuestión:

DOÑA VICENTA DE LA CALLE MIGUEL, DOS PENDIENTES DE ORO CON ALJÓFAR,

pudiéndose corresponder con cualquiera de las tipologías comentadas; o

DOÑA VALERIANA GARCÍA DE PRADO, DOS PENDIENTES DE GAJO CON ALJÓFAR Y OTRO PENDIENTE CON ÍD.

exponiendo de forma explícita la tipología «pendientes de gajo» a la que hacíamos referencia y que se repite en

DON FRANCISCO DEL BARRIO Y SU ESPOSA, DOS ALFONSOS DE 25 PESETAS, UN COLLAR CON 24 GARGANTILLAS, DOS PENDIENTES GAJO DE ORO Y DOS PENDIENTES DE ORO (OTERO DE HERREROS)

simplemente especificando el material «oro».

Al igual que ocurre en la anterior transcripción, Carbonero el Mayor recoge entre sus aportaciones DOS COLLARES DE GARGANTILLAS y dos GARGANTILLAS. Probablemente cuatro piezas de la misma tipología, pero, como sucede en muchos otros ejemplos claros, transcritas de manera diferente. Podemos definir gargantilla como elemento que se coloca a modo de collar y queda alrededor del cuello, sin un gran recorrido. Este tipo de piezas están muy presentes en la joyería tradicional y Segovia no es una excepción, pues las encontramos en numerosas fotografías y existen piezas originales formadas principalmente por cuentas de filigrana, coral, vidrio, etc. En ocasiones, de ellas colgaban cruces, medallas, relicarios o corazones:

DON ESTANISLAO PÉREZ Y SEÑORA, COLLAR DE GARGANTILLAS CON CRUZ (RAPARIEGOS), DOÑA LEONOR HERRERO, UNA CRUZ CON GARGANTILLAS (GARCILLÁN).

En otras localidades encontramos múltiples menciones a estas gargantillas de oro especificando el número de gargantillas –cuentas– que las componen. Sirvan las siguientes como ejemplo:

DOÑA CASILDA DE BLAS DE LA CALLE, UN COLLAR CON 23 GARGANTILLAS DE ORO Y DOS PENDIENTES CON PIEDRAS (OTERO DE HERREROS), DOÑA JULIA DE MERCADO DEL BARRIO, SEGUNDA ENTREGA, CUATRO PENDIENTES DE ORO CON ALJÓFAR, UN COLLAR DE ORO CON 40 GARGANTILLAS Y UN PENDIENTE DE ORO CON ALJÓFAR (OTERO DE HERREROS), DOÑA MARÍA DE BLAS GÓMEZ, UN COLLAR CON TREINTA Y UNA GARGANTILLAS Y DOS PENDIENTES CON ALJÓFAR (OTERO DE HERREROS).

Uno de los elementos del listado que sólo se repite en Carbonero el Mayor y que, si la atribución que hago es acertada, está directamente relacionado con la indumentaria tradicional es la aportación de UNA BOTONADURA COMPLETA. Cuando pensamos en joyería solemos hacerlo en collares, anillos o pendientes; pero sin duda, existen multitud de elementos que, además de cumplir la función ornamental de una joya, forman parte de la indumentaria de una manera más directa, teniendo funciones prácticas fundamentales. Este es un claro ejemplo, pues los botones son un elemento necesario para ajustar las prendas al cuerpo y colocarlas correctamente. En la mayor parte de indumentarias presentan formas, materiales y decoraciones concretas –tipologías– que los hacen ser un elemento más a cuidar.

Las hebillas son otra de estas joyas con función práctica9. Complemento casi indispensable en un traje segoviano de fiesta, hechas en plata y adoptando diferentes formas dependiendo de la época, gusto y moda del momento. Las cuadrilongas son quizá la tipología más característica, pero existen múltiples ejemplos con diferentes tamaños, formas y motivos.

A pesar de ese carácter funcional, no podemos quedarnos exclusivamente con dicha característica, pues, precisamente los dos ejemplos a los que hago referencia, han evolucionado junto al resto de prendas del traje y en muchas ocasiones han perdido esa característica para ser simplemente un elemento ornamental. Así, las hebillas del zapato femenino «de orejera» dejan en muchos casos de ser útiles para ajustar el zapato al pie y se desplazan casi hasta la punta del mismo colocándose a modo de decoración. Por su parte, con los botones del traje masculino presentes en chaleco, chaqueta y calzón, ocurre algo similar. Si bien parte de ellos sí son funcionales –pues abrochan los dos frontales del chaleco y ajustan el calzón a la pierna–, el traje segoviano más rico siempre ha llevado gran cantidad de botones creando hasta tres y cuatro filas paralelas a la que abrocha el chaleco, decorando bocamangas y puños de la chaqueta y piernas y bolsillos del calzón. Para hacernos a la idea de hasta qué punto el botón tenía presencia en los trajes más ricos, diré que podemos llegar a contar más de sesenta botones de plata sólo en el calzón de fiesta de alguna fotografía antigua, mostrando el poderío y la riqueza del vestir masculino, tanta como el femenino en muchos aspectos.

Volviendo al documento que nos ocupa, relaciono la referencia a UNA BOTONADURA COMPLETA con la posible entrega de los botones –quizá de plata– que formaban parte de un viejo y rico calzón, un chaleco, una chaqueta o incluso de todo el conjunto nombrado. A continuación, incluyo las transcripciones donde encontramos estos elementos:

DOÑA ROSA SANCHO E HIJAS, UN RELOJ, CINCO PARES DE PENDIENTES, SEIS SORTIJAS, UNA ALIANZA, UNA BOTONADURA COMPLETA Y UN CUARTO DE ONZA (CARBONERO EL MAYOR) y DON TELESFORO ESCRIBANO, UNA HEBILLA (ZARZUELA DEL PINAR).

Cruces y medallas han sido junto a los relicarios las piezas más usadas como adorno del pecho de la mujer, colgando de collaradas de vidrio, coral, piedra, plata, etc. Como ya he comentado, posiblemente muchas de las medallas y cruces referenciadas en el documento que nos ocupa fuesen antiguas, pero no podemos afirmarlo con seguridad. Así bien, cabe destacar la aportación de algunas piezas que por su descripción o el término con el que se han recogido podrían también formar parte de esta joyería más antigua. Estas son algunas de ellas:

DOÑA VICTORIANA MANSO ESCOLAR, UN PAR DE PENDIENTES Y UN MEDALLÓN (CARBONERO EL MAYOR); DON VICENTE LLORENTE DE PABLOS, UN ALFILER MONEDA, DOS PENDIENTES, DOS TROZOS DE PENDIENTE Y UN MEDALLÓN (VALVERDE DEL MAJANO); DOÑA FELIPA GARCÍA UNA MEDALLA GRANDE (GARCILLÁN); DOÑA ÁNGELA ARRIBAS RAMIRO, UNA MEDALLA DE ORO Y EFIGIE DE SAN ANTONIO (OTERO DE HERREROS); o DON CÁNDIDO HERRERO MARTÍN, DOS SELLOS Y UN RELICARIO (CANTIMPALOS),

siendo esta última la única referencia directa a un tipo de piezas que en la actualidad apenas se luce en tierras segovianas y que muchas familias posiblemente aún conservarán.

DOÑA PURIFICACIÓN ALONSO LAGUNA Y DON MARTÍN GÓMEZ PINILLOS, UN PAR DE PENDIENTES Y UNA CRUZ DE CARAVACA (CARBONERO EL MAYOR).

La Cruz de Caravaca es y fue una de las más populares representaciones en joyería. Fueron comunes en toda la provincia y encontramos ejemplos antiguos de pequeño y gran tamaño –superando los diez centímetros– hechas de distintos metales e incluso con distintas reliquias. Podemos encontrar una en las cadenas de la mujer enmonterada de la fotografía «Castilla-Segovia-Danzantes de Carbonero» recogida en el libro España Tipos y Trajes de José Ortiz Echagüe.

Hoy en día aún se lucen muchas de estas cruces –cada vez menos– junto al traje tradicional y en Carbonero el Mayor logramos ver alguna en celebraciones como Santa Águeda.

Otro tipo de cruces localizadas en todo el territorio y que forman parte de la joyería segoviana que lucieron muchas mujeres, bien con cierta capacidad económica o bien por haberlas recibido prestadas para una ocasión especial, fueron las cruces de oro y piedras preciosas o brillantes. Con gran variedad de formas, decoraciones y materiales –diamantes, esmeraldas, etc.– las más ricas solían tener tres partes que, unidas en vertical formaban el conjunto. Estos tres cuerpos tenían diversas formas y solían estar compuestos –de la parte superior a la inferior– por un lazo, un cuerpo intermedio más vertical y estrecho a modo de columna y un remate en forma de cruz latina, griega u otras tipologías.

Son piezas muy extendidas incluso en la indumentaria de la nobleza y recuerdan a las veneras militares. Muchas de ellas, fueron –al igual que gran parte de la indumentaria y joyería– reconstruidas o deshechas a la hora de repartir la herencia entre familiares, y es común encontrarse fragmentos sueltos procedentes de estas cruces en forma de colgante, broche o incluso anillo.

Varias fotografías de las últimas décadas del siglo xix y hasta finales del siglo pasado muestran estas joyas complementando posados familiares y engalanando a novias o incluso niñas de Primera Comunión. Quizá sea el día de Santa Águeda en Zamarramala el momento en el que más hayan pervivido este tipo de joyas junto a la indumentaria tradicional femenina en los últimos años. Son varias las cruces de oro que portan las alcaldesas prendidas en cadenas de oro sobre la mantilla de la montera y escasas son las mujeres que junto al mantón no hacen gala de una de ellas.

Además de las cruces de tres cuerpos, a lo largo del tiempo encontramos diferentes cruces más sencillas formadas por uno o dos cuerpos y hechas de los mismos materiales. Comúnmente estas han colgado de gargantillas doradas como las descritas, cadenas más finas o ahogaderos –piezas que reciben este nombre por ir ajustadas al cuello y no colgar mucho– de terciopelo. Aporto la transcripción de algunos ejemplos encontrados en el documento referentes a las tipologías comentadas:

DOÑA BENITA DE NICOLÁS, UNA CRUZ CON PIEDRAS (SANTIUSTE DE SAN JUAN BAUTISTA).

DOÑA PLÁCIDA CASADO DE LA CALLE, UNA CRUZ DE ORO CON PIEDRAS, UN COLLAR DE 15 GARGANTILLAS DE ORO, DOS PENDIENTES DE ORO CON ALJÓFAR Y DOS PENDIENTES DE ORO CON PIEDRAS Y UNA ISABELINA DE 100 REALES (OTERO DE HERREROS).

DOÑA BRÍGIDA DEL REAL DEL REY, UN LAZO CON PIEDRA, UN ARO, UN TROZO Y UN PENDIENTE (VALVERDE DEL MAJANO).

DON SATURNINO PABLOS DE ANDRÉS Y SEÑORA, UNA ALHAJA DE ORO CON DIAMANTES EN TRES CUERPOS (VALVERDE DEL MAJANO).

Al igual que en pendientes, collares o ahogaderos, las perlas y aljófares se han utilizado como decoración de cruces de filigrana y diferentes materiales. En el listado de entregas de algunos municipios encontramos las siguientes referencias a las mismas:

DOÑA POLONIA DE LA CALLE MIGUEL, 23 GARGANTILLAS DE ORO Y UNA CRUZ CON ALJÓFAR (OTERO DE HERREROS) o DOÑA PETRA PIÑUELA DE BLAS, DOS PENDIENTES CON ALJÓFAR, UNA CRUZ CON ÍD. (OTERO DE HERREROS).

Los anillos y sortijas abundan entre las aportaciones de todos los pueblos citados. Tradicionalmente, la mujer segoviana adornó sus manos –según la ocasión y capacidad económica de su propietaria– con piezas de distinta riqueza, utilizando un mayor o menor número de anillos de diferentes materiales. En los listados encontramos algunos ejemplos de tipologías que, aunque no podamos saber su antigüedad, sí estaban presentes en la joyería tradicional:

DON JERÓNIMO RINCÓN, UNA CRUZ Y SORTIJA LANZADERA (ARAGONESES) o DOÑA ANDREA MORENO ARAGONESES, UNA ALIANZA Y UNA LANZADERA DE ORO CON DIAMANTES (ABADES).

De nuevo recurro al caso de las alcaldesas de Zamarramala como ejemplo destacable en cuanto al uso de sortijas y anillos. Año tras año, ambas mujeres portan diferentes ejemplos con distinta antigüedad –normalmente cuatro o cinco por mano– que ayudan a completar el traje que muestra la riqueza y poderío que pretenden transmitir en dicha fiesta.

Además de los ya transcritos, estos son otros de los objetos encontrados que destacan por el detalle de su descripción o los materiales de los que están compuestos:

DOÑA ROSARIO FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, UN ANILLO DE ORO CON DOS PIEDRAS (ABADES), DOÑA CARMEN PITA TOVAR, UNA SORTIJA DE ORO CON PIEDRAS (ABADES), DOÑA ROSARIO RODRÍGUEZ, UNA SORTIJA DE ORO CON BRILLANTES (ABADES), DON MATÍAS DE FRUTOS TORRES, DE LASTRAS DE CUÉLLAR, UN TRESILLO CON BRILLANTES (LASTRAS DE CUÉLLAR) o DON VALENTÍN GARCÍA SOBLECHERO, MÉDICO Y SU ESPOSA, UNA SORTIJA DE ORO CON UN TOPACIO Y DOS RUBÍES Y OTRA SORTIJA CON INICIALES (SANTIUSTE DE SAN JUAN BAUTISTA).

DON FRANCISCO HERRERO TOMÉ, UN ALFILER DE CORBATA DE ORO CON PERLAS (ABADES), DOÑA ESTEFANÍA MONEDERO GONZÁLEZ, UN PAR DE PENDIENTES DE ORO CON DIAMANTES (ABADES), HEREDEROS DE DOÑA MARÍA GONZÁLEZ, UN ADEREZO, UN PAR DE PENDIENTES, UN ANILLO Y UN ALFONSO DE 25 PESETAS (RAPARIEGOS), NIÑA DORA SÁNCHEZ ÁLVAREZ, UN PAR DE PENDIENTES DE PLATINO (CARBONERO EL MAYOR).

Como ya ha podido observarse en el primer listado o en las diferentes transcripciones, son muchos los vecinos de todos los municipios del documento que además de entregar joyas y dinero en metálico –algo aparentemente más reservado a los Ayuntamientos y organizaciones– aportaron monedas que conservaban, bien porque ya no estaban en curso, o simplemente porque tenían valor. A continuación, incluyo el listado elaborado tras agrupar las diferentes tipologías presentes en las entregas. Hay que tener en cuenta que algunos nombres hacen referencia a un mismo modelo, pero he querido recoger todas las formas que se referencian en los distintos municipios con el fin de aportar los datos de una manera más completa.

DIFERENTES TIPOS DE MONEDA LOCALIZADOS EN LAS ENTREGAS

El uso de monedas a modo de «joya» ha sido común en numerosos lugares. Pendientes y pulseras realizadas con ejemplares de diferentes épocas a las que se añaden cadenas o enganches son solo dos ejemplos de los muchos complementos de esta tipología16. Hoy en día, podemos encontrar bastantes ejemplares de cadenas de las que prende un duro de plata engarzado en un marco de este metal, luciéndose a modo de «patena» al vestirse con los trajes tradicionales. Sin duda, son piezas muy apreciadas por su valor familiar –también económico– y que algún antepasado quiso dejar en herencia a sus sucesores poniendo en valor un objeto que quizá de otra manera, no habría llegado a nuestros días. Estas son algunas de las referencias encontradas en las diferentes aportaciones que incluyen monedas como elemento principal:

OBJETOS QUE USAN MONEDAS COMO COMPONENTE PRINCIPAL A MODO DE JOYA

En definitiva, y para concluir este pequeño texto en el que humildemente he pretendido ahondar en un hecho histórico desde la perspectiva de la joyería tradicional a partir del relato de algunos mayores y de unas hojas de periódico con historia; vemos como fueron muchas las entregas de objetos y dinero que, además de tener un valor en sí mismas, sin duda también lo tenían sentimental, familiar y cultural; mucho mayor al que finalmente se dio.

Fueron hechos que, como indicábamos al principio, no fueron positivos en ningún ámbito. Todo un país y con él la vida de sus gentes se paró, para otros se fue. Sus actividades se vieron cambiadas, su entretenimiento, sus tradiciones. Se perdieron joyas, pero muchas fueron las prendas que tuvieron que deshacerse por falta de abrigo y pan, muestra de las penalidades que gran número de familias vivieron.

Por suerte, vivimos otros tiempos –no tan lejanos– y aún podemos aprender mucho de los últimos de esa generación que sí vivió la tradición que ahora nos interesa y que muchas veces antes despreciamos. Esa tradición que vivía de boca en boca y nuestros anteriores se encargaron de transmitir pese a no haber sido siempre recogida o no haberla querido cuidar.

Como decía en la primera línea de este texto, la joyería tradicional no es más que uno de los eslabones del amplio sinfín de elementos que componen, en este caso, la cadena de la tradición de la indumentaria. No todo está perdido, y aún estamos a tiempo de mostrar esas joyas que algunas casas custodian y que cuantiosos familiares han ido dejando a sus sucesores como antes habían hecho con ellos. Queda mucho por hacer al respecto en Segovia, a pesar de tener la suerte de poseer importantes obras que recogen la idiosincrasia de nuestra indumentaria. Sin duda, merece la pena que conozcamos esas piezas que nuestros pueblos esconden y las llevemos de nuevo a su lugar, pues son una parte imprescindible del vestir tradicional.

No quiero terminar sin agradecer a todos aquellos que me han enseñado todo lo que sé sobre estos temas, así como a todos los que con sus relatos de vida me enseñaron y enseñan mucho más.

En Carbonero el Mayor, a 1 de septiembre de 2020



Elementos entregados «a favor del tesoro público» por algunos pueblos segovianos en época de la Guerra Civil Española: joyería tradicional

GARCIA GARCIA, Antonio A.

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 466.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz