Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
Quintana del Marco y Genestacio de la Vega forman un municipio situado en el sur de la provincia de León, cercano al límite con Zamora. Como pueblos dedicados casi exclusivamente a la agricultura y la ganadería, la tormenta, como en todos los puntos de la geografía, es un fenómeno no deseado por la terribles consecuencias que pude acarrear, desde incendios o muertes provocados por los rayos, hasta el pedrisco que daña los sembrados. Así, este fenómeno natural era un elemento más de la vida de las gentes y, como tal, recordado y satirizado en las coplillas y canciones populares. En la cercana localidad de Alija del Infantado una de las coplas usadas para la jota dice así:
En el pueblo Genestacio
tienen mucho sentimiento
porque viene la tormenta
y les jode los pimientos.
Para aplacar la tormenta y alejarla siempre se han buscado diferentes remedios de carácter mágico. En algunas de las casas de Quintana del Marco existen amuletos conocidos como «piedras de rayo» estos objetos pétreos aparecían en las labores agrícolas y se recogían y guardaban en las casas o cuadras buscando protección, pues entre la gente existía la creencia que allí donde hubiese una de estas piedras no caerían rayos. Posiblemente este talismán está relacionado con la creencia de que el cielo estaba construido de piedra y, por lo tanto, cualquier objeto que cayera de él sería sagrado[1]. También el lugar donde el rayo caía era señalizado con piedras, pues existía también la creencia que allí donde caía un rayo no volvía a caer otro. Como curiosidad, hemos recogido también un dicho popular que afirma que los rayos caen en las orejas de los burros.
Otro amuleto protector, íntimamente ligado a la religiosidad popular, era la vela del Santísimo, que era colocada en el monumento eucarístico tras la misa del Jueves Santo y lucía allí hasta los Oficios del Viernes Santo, y se llevaba a casa una vez que el Santísimo volvía al sagrario, quedando esta ya bendecida. Era encendida después cuando venía la tormenta para que marchara, no cayeran rayos y causara el menor daño posible.
Santa Bárbara, patrona de los artilleros, es hoy día la principal santa protectora contra la tormenta, esto se debe a la leyenda de su martirio, que nos relata como su padre, el noble pagano Dióscoro, murió fulminado por un rayo una vez que había cortado la cabeza a su propia hija. La santa goza de especial predicamento en estas ocasiones, siendo muy conocido el dicho «solo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena».
En los iglesias parroquiales de los dos pueblos del municipio se conservan sendas representaciones de la santa. En el caso de Quintana es una talla en madera policromada, de bulto redondo y de difícil datación debido a su factura popular y los diferentes repintes a los que ha sido sometida, aunque no es anterior al siglo xvi. En el caso de Genestacio forma parte del repertorio de pinturas góticas de santas mártires que configura la predela de su impresionante retablo mayor, fechables a finales del siglo xv. En ambos casos aparecen con sus atributos principales, la palma del martirio y la torre en la que la santa estuvo encerrada.
La oración a la santa está muy extendida, aunque tiene algunas variaciones en las diferentes versiones, se suele rezar repetidas veces y una vez encendida la vela del monumento, hemos escogido tres del amplio número de las recogidas en ambos pueblos:
Santa Bárbara bendita
que en el cielo estás escrita
con un pliego de papel
y otro de agua bendita
en el aro de la cruz,
nuestra muerte. Amén Jesús.
(Versión recogida en Genestacio de la Vega el día 9 de septiembre de 2018 por Jose Luis de las Heras a Elisa Balboa)
Santa Bárbara bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita
en el ara de la cruz.
Padre Nuestro. Amén Jesús.
(Versión recogida en Quintana del Marco el día 25 de agosto de 2018 por David Álvarez y Jose Luis de las Heras a Petra Pérez Alija)
Santa Bárbara bendita
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita.
Te vestiste, te calzaste,
para el cielo caminaste.
-¿Dónde vas Bárbara?
- Voy para el cielo.
- No te vayas Bárbara,
quédate en esta tierra sagrada
para librar los montes, valles, riscos
y el vaso del Niño. Amén.
(Versión recogida en Genestacio de la Vega el día 9 de diciembre de 2019 por Jose Luis de las Heras a María del Rosario Charro Rodríguez)
En la línea de la última oración, con un contenido más interesante, donde el protagonista realiza un viaje y se encuentra con Jesucristo, quien le ofrece una serie de poderes mágicos, existe otra fórmula dedicada a San Bartolomé, otro antiguo aliado contra la tormenta y otros desastres, común en el norte de la península:
San Bartolomé que del cielo bajó
y en el medio del camino
con Jesucristo se encontró.
-¿A dónde vas Bartolomé?
-Señor voy con usted.
-Si tú vas conmigo, yo contigo iré
y te he de dar el don
que no le he dado a ningún varón:
Donde quiera que seas amentado
no caerán centellas ni rayos,
ni morirá mujer de parto,
ni niños de espanto,
ni caballeros en el campo,
ni el ganado se separará de su pastor,
ni el pastor de su ganado
para que siempre seas
bendito y alabado.
(Versión recogida en Quintana del Marco el día 25 de agosto de 2018 por David Álvarez y Jose Luis de las Heras a María Pérez Rubio)
Aunque la principal mediadora contra la tormenta era y es Santa Bárbara, San Bartolomé apóstol es también otro de los santos al que se atribuyen cualidades mágicas por tener al demonio preso. También en lugares de Asturias las campanas de las capillas dedicadas a este santo se tocaban en caso de tormenta[2].
Esta oración ha sido recogida también en diversos lugares como Bañugues en Asturias por Alberto Álvarez Peña, en Castrocontrigo en León, por Jose Luis Puerto, o en Valencia de Don Juan o Fresno de la Valduerna por Francisco Rúa Ayer. Está extendida por España e Hispanoamérica como bien queda demostrado por la publicación de José Manuel Fraile Gil Conjuros y plegarias de la tradición oral con diversos ejemplos de las provincias de Toledo, Zamora, Salamanca o Burgos. También en ocasiones es usada para pedir protección de labradores y ganaderos, a la hora del parto, en diversas enfermedades, etc. El texto más antiguo conocido de ella se encuentra en un proceso inquisitorial de 1667[3].
Las tormentas eran también conjuradas por el sacerdote, del contenido del conjuro hemos podido recoger algún interesante dato:
A los montes, a las tierras baldías, a los sembraos no, a las personas tampoco, alejaros, alejaros, al monte, a las tierras baldías, al mar…
(Información recogida en Genestacio de la Vega el día 4 de octubre de 2018 por Jose Luis de las Heras a Aurelia Mielgo Martín y a Ramona Merillas Rubio)
Hay que destacar la importancia de este relato, aunque no se trate del conjuro entero, debido a la intención del mismo, el enviar la tormenta a un lugar en el que no hiciera daño, la cual aparece ya en una inscripción visigoda del siglo viii hallada en Carrio (Asturias), más cercana, apareció una similar fechada en el siglo x en Fuente Encalada (Zamora). Ambas beben de unos de los relatos de la Passio Bartholomaei texto de entre los siglos iv y vi, que, a su vez, hunde sus raíces en épocas precristianas[4].
En Quintana se cuenta la historia de que en cierta ocasión la tormenta fue conjurada por el párroco de tal manera que todo el pedrisco cayó como un embudo en su huerto, librando así al resto de sembrados. Maximina Falagán, nos relató cómo había oído de su padre que, en el caso de Quintana, el sacerdote debía salir a una encrucijada de caminos para conjurarla, con un libro que existía en la iglesia[5]. El lugar elegido era el cruce del camino que iba a la Vega con el que unía los cercanos pueblos de San Juan de Torres y Navianos de la Vega, «el camino de Santo Tirso» en el pago conocido como «Las Carrinas». Curiosamente este último camino era el usado por los romeros que cada año en la primavera acudían hasta Mestajas, un antiguo despoblado cercano a Navianos de la Vega, donde existía una importante ermita dedicada a santo Tirso que celebraba su romería el lunes siguiente a Pentescostés. Manuel Fernández Núñez nos relata en su libro Folklore Bañezano como la romería «se disolvía al obscurecer por un oportuno aguacero» (Fernández Núñez 1914, 23).
Por otra parte, el toque de la campana fue usado desde antiguo por la cristiandad para ahuyentar la tormenta, pues el sonido que el metal hacía se creía que la espantaba[6]. Para ello incluso existían toques específicos como el «tente nube». Aunque se tocasen las campanas de pueblos, en Genestacio todavía queda el recuerdo de que cuando llegaban las tormentas que entraban por La Portilla o La Encinona -las más dañinas- eran tocadas las campanas de la iglesia de San Román, del despoblado de Bécares. Así, estas campanas eran consideradas especialmente protectoras contra la tormenta. Debido al abandono y saqueo que sufrió esta iglesia, hoy ya no se conservan dichas campanas.
Hasta tiempos mucho más recientes era común que ante la venida de las tormentas se lanzasen bombas y cohetes, para lo que en Quintana del Marco se construyó incluso una caseta en el alto de las bodegas donde se guardaban.
Por último, recordar un importante hallazgo arqueológico en el pago de Los Villares, lugar donde existió una de las villas romanas de la tardoantigüedad más ricas del noroeste peninsular. Este descubrimiento, relacionado de alguna manera con la tormenta, se trata de una pequeña placa de plata consagrada al dios Marti Tileno, el dios Teleno de los astures, de carácter guerrero y, además deidad relacionada con lo celeste y el trueno, asimilado con el dios romano Marte[7]. Aun hoy perdura la creencia en la cercana comarca de la Maragatería -A los pies del monte Teleno- de que las peores tormentas vienen de dicho monte, como Jose Luis Puerto recoge en su libro Leyendas de tradición oral en la provincia de León a gentes de Pedredo, Lucillo o San Marín del Agostedo.
BIBLIOGRAFÍA
Alberto Álvarez Peña. Mitoloxía de los santos n`Asturies. Oviedo: Trabe, 2012.
Francisco Javier Rúa Ayer. «La religiosidad popular en torno a la tormenta». En La religiosidad popular en tierras de León, editado por Fundación hullera vasco-leonesa, 89-120. León: CELARAYN, 2010.
Jose Luis Puerto. Leyendas de tradición oral en la provincia de León. Segovia: Ceyde comunicación gráfica, 2011.
Jose Luis Puerto. La palabra heredada: Tradiciones Orales en las Tierras de La Bañeza. La Bañeza: Fundación Conrado Blanco, 2016.
Jose Manuel Fraile Gil. Conjuros y Plegarias de tradición oral. Madrid: Compañía literaria, 2001.
Manuel F. Fernández Núñez. Folklore bañezano. Madrid: Tip. De la Revista de archivos. Bibliotecas y museos, 1914.
María Ferrer Díez. Los hijos del Esla: La Asturia de la Segunda Edad del Hierro. España: Cultura Norte, 2015.
NOTAS
[1] F. Javier Rúa Ayer, «La religiosidad popular en torno a las tormentas», en La religiosidad popular en tierras de León, ed: Fundación hullera vasco-leonesa (León: CELARAYN, 2010), 115.
[2] Álvarez Peña, Alberto, Mitoloxía de los santos n`Asturies (Oviedo: Trabe, 2012), 36.
[3] Suárez López, J, Fórmulas mágicas de la tradición oral asturiana: Invocaciones, ensalmos, conjuros (Gijón: Ediciones Tresa, 2016), 223.
[4] Suárez López, J, Op Cit, 191.
[5] Curiosamente en el libro existían más conjuros y la informante relató en cierta ocasión como el sacerdote prestó el libro a su padre para que este lo leyera, debido a su afición a la lectura, y estando leyéndolo en la cocina, una noche, apareció un sapo de gran tamaño. El hombre lo agarraba con las tenazas para tirarlo al fuego, pero el sapo volvía a salir. Debido a esto no continuó leyendo.
[6] Puerto, Jose Luis, Leyendas de tradición oral en la provincia de León (Segovia: Ceyde comunicación gráfica, 2011), 168.
[7] Ferrer Díez, María, Los hijos del Esla: La Asturia de la Segunda Edad de Hierro (España: Cultura Norte, 2015) 121.