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Revista de Folklore número

466



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La escala de las Edades del Hombre, una alegoría del camino hacia la muerte. Segunda parte: siglos XVIII-XX

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 466 - sumario >



1. Estampas de la escala de las edades en la España del siglo XVIII

Mientras que, en ciertos países, como veíamos en el artículo anterior, han desaparecido los elementos figurados animalescos, en España todavía se conservan. En la segunda mitad de este siglo, el grabador valenciano Baltasar de Talamantes (activo entre 1766-1805), realizó dos estampas, una dedicada a los hombres y otra a las mujeres, sobre las edades de la vida, que son las más conocidas de esta época[1].La estampa de la Escala de la vida del hombre, bajo el arco de la escalera, de donde ha desaparecido el juicio final, tiene las escenas del bautizo y el velatorio de un cadáver a los lados de un poema sobre la vida y la muerte, resaltando el carácter inevitable e imprevisible de la muerte: «OCTAVA/ Aquí todo mortal tiene presente/ Principio y fin del curso de la vida:/ No llegar a su término, es frecuente,/ Y en muchos es la entrada ya salida;/ Del hombre en toda edad, es evidente,/ Que la muerte fatal halla cabida:/ Y si más presto al descuidado viene,/ Ay de aquel que en salud no se previene!». Debajo, hay una filacteria donde dice: «O MOMENTO DONDE PENDE LA ETERNIDAD», insistiendo en la tradición cristiana de la buena muerte (fig. 01). Si lo comparamos con el cuadro sevillano del Hospital de la Caridad, comprobamos que se ha añadido, siguiendo estampas europeas, las figuras del niño en la cuna junto a una torre con reloj, con la leyenda: «En el Relox de la vida/ señalando está la una/ la edad primera en la cuna». Los escalones siguientes representan las edades de diez en diez años, con los mismos animales, cabrito, potro, toro y león. En lo que hace a los versos, hay estrofas que se repiten al pie de la letra, con alguna pequeña variación y una ortografía más moderna. Por ejemplo, en la segunda estrofa en lugar de «en tiernos años», dice «quando niño», o en la siguiente, en vez de «potro no domado», ahora dice «potro mal domado». La cuarta, está reelaborada casi con las mismas palabras pero de otra manera más clara, menos barroca: «Soy qual toro por lo fuerte/ y esta bandera tendida/ denota mi edad florida».

Al llegar al hombre de 50 años en lo más alto, encontramos además un cambio de imagen. Está representado también como un magistrado, pero no tiene un zorro como animal simbólico, sino un corzo y el texto dice: «En lo sabio corzo soy, / y es esta vara figura/ de la edad fuerte y madura». Aquí la cualidad que se resalta es la sabiduría, mientras que en el zorro era la ligereza. El corzo nunca se ha usado como animal simbólico para expresar rasgos de la naturaleza humana, pues más que nada ha sido en la cultura europea una pieza de caza, un pequeño y ligero habitante de los bosques, cuyo nombre significa ‘cortado, rabón’, del latín curtus. En los siguientes, no encontramos variaciones de importancia. El hombre de 60 años con su bolsa de dinero y el lobo; el de 70 con el perro gruñón; el de 80 con grandes anteojos como el gato que está al acecho; y el de 90 que es «dos veces niño». Sí que se ha modificado la última casilla, del anciano moribundo, que ahora se sitúa en un lecho, con una inscripción con variantes: «En el atahud descanso/ Y lo que la vida cubre/ Por la muerte se descubre». Además, se ha añadido una pirámide a modo de catafalco sobre el hombre moribundo, en simetría con la torre del reloj de lado contrario.

En esta estampa, los elementos visuales religiosos tradicionales casi han desaparecido. En la parte superior, tenemos unas figuras que nos hablan, como en el cuadro napolitano, de figuras de la religión pagana cristianizadas en el Renacimiento y muy empleadas en la cultura barroca. La figura de Saturno-Crono sobrevuela el árbol de la vida con el reloj de arena y la guadaña amenazante. Ya no es el esqueleto con la guadaña y el reloj que se veía anteriormente, representación de la muerte, sino más bien el tiempo fugaz de la vida que nos amenaza con su fin, que llegará cuando sople, al otro lado, el invernal Bóreas, para los romanos Aquilón, con su viento de muerte enfurecido. Esta figura se hizo popular en la costa mediterránea española y se usó en tumbas durante el siglo xix, como algunas de cerámica de la ermita de san Juan de Jávea (fig.02).

Talamantes hizo otra estampa parecida dedicada a las mujeres, adaptando a ellas sus atributos y sus textos. En el espacio del arco, hay también un poema: «OCTAVA/ Es flor del campo la hermosura humana, / que roba la atención, quando amanece;/ atrae, quando al verse más lozana, / en su mismo explendor (sic) se desvanece:/ la agosta el sol, y de su pompa vana/ lo que fue admiración, desaparece;/ pues cómo ha de poder vanagloriarse/ belleza que así en breve ha de pasarse?» En la filacteria inferior: «O MUNDO, VANIDAD DE VANIDADES!» (fig. 03). Bajo el árbol de la vida, la niña en la cuna con estas palabras: «Una entrada el mundo ofrece/ a todos, e igual salida,/ principio y fin de la vida». A los 10 años corresponde una niña sentada cosiendo con este texto: «Poco en mí la ociosidad/ hizo, pues la virtud diestra/ me sugetó a la Maestra». La joven de 20años tiene un abanico y una antorcha en las manos: «De mi juventud el fuego/ arde en excesivo grado/ hasta ponerme en estado». La de 30 tiene un bebe en brazos: «La fecundidad que miras/ da evidente testimonio/ de estar ya con matrimonio». La mujer de 40 sostiene una palma en cada mano y dice: «Estas palmas q[ue] me adornan/ en la más modesta edad/ declaran mi castidad». El escalón superior lo ocupa la mujer de 50, que lleva una rama de olivo en la mano: «Esta oliva de mi diestra/ en edad fuerte y madura/ es mi gobierno y cordura». En el descenso, la mujer de 60, destocada y peinada con trenza, como las ancianas restantes, muestra unas grandes llaves y una bolsa de dinero en la mano: «Ya la codicia en mis años/ no cuida de más sosiego/ que de llaves y talego». La de 70 agarra un arco y unas flechas y dice: «De mi arco y de mis flechas/ se perdió la actividad/ con el peso de la edad». La vieja de 80 nos mira con bastón en una mano y rosario en la otra, y se queja: «Por no caer, a este palo/ me tiene la edad asida/ esperando otra caída». A los 90, está ya más encorvada, sujetándose con dos manos a un gran bastón: «Ya mi edad tan declinada/ está con la senectud/ que se llega al atahud». Y a los 100 la mujer está sentada, como adormecida, y la muerte la acecha burlona: «Se rindió mi edad cansada/ al descanso que se advierte/ en el catre de la muerte». Al lado se aprecian las iniciales del autor B.T.F., como en la estampa anterior.

Una ingeniosa combinación de ambas estampas, sin llegar a formar parejas de hombre-mujer, sino manteniéndolos separados, se da en un cuadro de esta época del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de Tepoztlan (fig. 04). Las figuras de los hombres están acompañadas de animales, exactamente los mismos del grabado de Talamantes. En cuanto a las mujeres, la niña de 10 años tiene una paloma en la mano, la de treinta juega con un perrillo faldero que hay a sus pies y en la mano lleva una flor, como la de cincuenta. Delante del arco de la escalera, aparecen varios medallones con representaciones de sacramentos y del entierro. Los árboles ocupan el espacio superior sobre un fondo de cielo azul, así como el espacio de los arcos.

A finales del siglo xviii, circularon por España y por la América hispana estampas de origen italiano de tipo popular, con textos en español, que tuvieron mucha difusión. Ya hemos visto que, en el siglo xvi, la familia Bertelli editaba en Venecia estampas con texto en español que, suponemos, estarían destinadas a la exportación. Las que veremos ahora procedían de un gran centro de edición que Remondini había fundado en el siglo xvii en Bassano del Grappa, junto a Vicenza, en el Veneto. De esta imprenta lo mismo salían libros que estampas artísticas y populares, y eran distribuidas por vendedores ambulantes por toda Europa y América. Los Remondini conocieron su esplendor en el siglo xviii y perduraron hasta el xix. De sus prensas salieron varias estampas con este motivo a finales del siglo xviii en español. Son estampas hechas a buril, con incisión escasa que se resaltaba con un colorido a pincel exuberante, y a menudo copian modelos de otros centros[2]. Se suelen fechar en la segunda mitad de siglo, más bien a finales.

Las edades de la vida del hombre es una imagen coloreada que reproduce la estructura de muchas estampas europeas, con el juicio final bajo el arco de la escalera, dos medallones con escenas religiosas a los lados, y otro dos arriba, sobre el árbol de la vida y el de la muerte. En primer plano, delante del juicio final, la muerte y la nueva vida, representada por un niño desnudo, nos miran y entre ellos hay una cartela con este poema: «O, tú, que atento a las edades miras/ Si a prometerte aspiras/ A pesar de Vivientes desengaños/ Largos acentos en prolijos años/ Trata de disponerte/ Qué sabes si la muerte/ En hora no pensada/ Con el agudo filo/ Te cortará de tu esperanza el hilo» (fig. 05).

Los personajes, vestidos a la moda de la segunda mitad del siglo xviii, están trazados con desenfado y coloreados con la exageración típica de los Remondini. Adoptan posturas movidas y van acompañados de los mismos animales que hemos visto en la estampa de Talamantes. Los textos que acompañan a cada figura son muy parecidos a los ya vistos, coincidiendo en ciertos detalles unas veces con el cuadro sevillano y otras con el grabado dieciochesco.

En esta otra estampa dedicada a la mujer (fig. 06), llama la atención su parecido con la anterior en los elementos que hay bajo la escalera, pero su radical diferencia en la parte superior. En lugar de los árboles y los medallones, aquí aparecen el cielo y el infierno, como en los grabados de la imprenta veneciana de los Bertelli del siglo xvi, lo que confirma la fama que tenían los Remondini de practicar el bricolaje cuando no el plagio. Los textos, en español, son iguales o muy parecidos a los del grabado de Talamantes. La mayor diferencia consiste en que en la edición de Remondini se dedica un escalón a la edad de cinco años, a la que se le atribuye este texto: «Soy alegre porque no sento (sic)/ Del amor aun el tormento». Después ya continua de diez en diez hasta llegar a la moribunda de 90, en cuyo lecho dice: «Qué approvecha ser gran dama/ si la Muerte a si te llama».

Del mismo lugar salió una estampa muy colorista titulada TAL ES LA VIDA TAL ES LA MUERTE, en que se representan las edades de la vida por parejas (fig. 07). Bajo el título, fuera de la mancha del grabado, se añade: «LAS DIFERENTES EDADES DE LA VIDA DEL HOMBRE Y DE LA MUJER DESDE SU NACIMIENTO HASTA SU MUERTE». No tiene más texto, ni tampoco animales u objetos simbólicos originales.

En la extensa colección de estampas del Museo Histórico de Madrid, hay una de finales del siglo xviii, anónima, titulada O momento donde pende la eternidad, que deriva de la de Talamantes en cuanto al diseño general y los textos, que son exactamente los mismos, además de los animales y objetos simbólicos (fig. 08), si bien la vestimenta ya no es la afrancesada de mediados de siglo sino la nueva moda de finales de siglo. También son los mismos los motivos laterales, los árboles de la vida y de la muerte, Saturno, si bien aquí mira al revés, y Bóreas que sopla sobre el árbol de la muerte. Sin embargo, el estilo del dibujo es muy distinto, quizás también por ser una calcografía. La correspondiente a la mujer, O mundo vanidad de vanidades (fig. 09), también deriva de la de Talamantes, con los mismos textos en escudos y las mismas actitudes y complementos de las figuras femeninas: la niña que cose, la joven con una antorcha, la madre dando de mamar a un niño, etc. Sin embargo, los tipos son muy esbeltos y visten a la moda de estilo Imperio de los últimos años del siglo xviii y la primera década del xix.

Debió de ser a finales del siglo xviii cuando este tipo de imágenes llega a ser popular en España a través de todas estas estampas y algunas más que se editaron en los primeros años del xix, pero dentro del mismo ambiente cultural.

En 1803 se publicó en Madrid una colección de 15 estampas independientes, y una portada con un soneto horrendo[3]. Dos años después se editó un librito con las estampas y unos poemas mediocres que parafrasean la imagen y lo versitos que cada una lleva debajo[4]. Algunas de ellas repiten modelos anteriores, si bien con un estilo acorde con los años. La segunda, correspondiente a los seis años (fig. 10) consiste en el niño que corre con el caballo de caña, con otro niño que vuela una cometa y un cabrito al fondo, e incluso los versos son los mismos del cuadro del Hospital de la Caridad. Otras son totalmente novedosas, como, por ejemplo, la III, de los diez años, que nos presenta a dos muchachitos camino de la escuela (fig. 11) o la VII, imagen de la perfecta familia de clase media, a pesar de que los versos vengan por los pelos, antítesis entre imagen y textos que se da en toda la obra. En las estampas que tratan de la vejez se percibe una suavización de la visión negativa que se daba anteriormente, que será más patente a mediados de siglo con el triunfo romántico, a pesar de lo cual la estampa xv y última, la muerte esqueleto con su guadaña y en tierra la vela y el reloj de arena, termina con estos duros versos: «Cien años/ Mi memoria te asustaba/ mas ya mi día llegó/ ven al caos, do abito yo»[5].

2. Moral puritana y sátira en los Estados Unidos de América

La transformación que la cultura europea fue experimentando desde finales del siglo xvii, superado ya lo peor de los enfrentamientos religiosos, podría hacer pensar que estas imágenes de la escalera de las edades estarían en decadencia y acabarían por desaparecer pronto. Sería lógico pensar que en un mundo cada vez más desacralizado, más desencantado, no tendrían cabida. Sin embargo, no fue así. Incluso se puede decir que, en algunos países, llegaron a vivir sus mejores momentos. Hubo impresores y artistas que supieron reorientar esta vieja tradición, actualizarla y darle nuevos sentidos de acuerdo con una demanda cada vez más popular. Especial vitalidad tuvieron estas imágenes en territorios alemanes y anglosajones, entre las clases medias protestantes, más allí donde la religión adquirió un gran protagonismo político, como en los Estados Unidos de América.

La popularidad del motivo de las edades de la vida o del hombre fue extraordinariamente grande en los Estados Unidos durante el siglo xix, como nos lo confirma no solo la gran cantidad de estampas que se editaron para decorar los salones de las clases medias americanas, sino también la fama que alcanzaron obras artísticas de tema alegórico similar, como la serie de cuatro cuadros El viaje de la vida del pintor romántico Thomas Cole. Cuando se expusieron en Nueva York en 1848, se calcula que la mitad de la población de la ciudad acudió a verlos[6]. Ya hemos visto que, desde el siglo xvi, este tipo de imágenes era muy adecuado para expresar ciertos conceptos e imperativos morales protestantes. Ahora, en plena ola de resurgimiento evangélico o revivaslismo, este tema adquiere gran fuerza y notable popularidad entre las gentes más sensibles a la transformación religiosa que se estaba produciendo.

El revivalismo es un movimiento de renacimiento o renovación de valores religiosos, morales, culturales del pasado en momentos de crisis, cuando una sociedad no ve el futuro con claridad, cuando tampoco tiene confianza en que sea mejor que el pasado. En Inglaterra se produjo un primer movimiento revivalista en la primera mitad del siglo xviii, y desde la metrópoli se extendió por las colonias de Norteamérica. Este primer «Gran Despertar» de las sociedades protestantes produjo el pietismo en Alemania y países escandinavos y, en el mundo anglosajón, el metodismo. Especialmente relevante fue en Norteamérica, pues la religión protestante fue una de las piezas clave en la creación de un sentimiento de identidad común en las colonias que propició el nacimiento de la nueva nación. La religión fue la principal fuerza inspiradora de la constitución norteamericana, que quedó impregnada de un sentido providencialista[7]. El segundo Gran Despertar se originó precisamente en la recién nacida nación de los Estado Unidos de América, a finales del siglo xviii, y dio lugar al evangelismo, que después se extendió por Gran Bretaña. Entre 1795 y 1835, una fiebre religiosa abrasó los nuevos estados, caracterizada por un trabajo de proselitismo desconocido hasta entonces. Miles de predicadores[8] recorren los inmensos territorios predicando la buena nueva. La doctrina evangelista persigue el perfeccionamiento moral individual basado en el autocontrol, de acuerdo con el ideal protestante, pero también defiende la idea de que la sociedad es perfeccionable, y de que el cristiano debe luchar por cambiarla, por lo que promovió el activismo en causas como el abolicionismo de la esclavitud y las medidas contra el alcoholismo, en lo que se implicaron especialmente las mujeres, que eran las que padecían las consecuencias del alcoholismo muy extendido entre los hombres. Del comportamiento de cada uno de los individuos depende la prosperidad de la sociedad, de ahí que la virtud se convierta en piedra angular del republicanismo, y el puritanismo se fundamentará en esa unión de la religión y la política.

De 1826 es esta estampa publicada por Moser und Peters en la ciudad de Carlisle, en la Pensilvannia alemana, por lo que no extraña que el título, Das Leben und Alter der Menschen, y los textos estén en alemán (fig. 12). Pocos años después, 1835-1840, Thompson y Alden publican la misma imagen pero con los textos en inglés, The Life and Age of Man, cuya intención moralizante se deja clara en el subtítulo: «La vida y la edad del hombre: etapas de la vida del hombre, desde la cuna hasta la tumba, donde todos los cristianos pueden contemplar su naturaleza frágil y las miserias que asisten a una vida pecaminosa, como se expresa en un poema alfabético» (fig. 13). El diseño sigue las reglas habituales en Europa siglos atrás, con los árboles de la vida y la muerte y los animales simbólicos que allí habían desaparecido en el siglo xviii: el niño de la cuna está acompañado de un corderillo, el de 10 años del cabrito, el de 20 de un ternero, y así continúan el león, el zorro, el lobo, el perro, el gato y el asno, que acompaña al hombre de 90 años. Junto al de 100, en vez del ganso, hay un búho o una lechuza. Pero, como anunciaba antes, ya no hay juicio final en el arco central bajo la doble escalera, sino una escena costumbrista en que aparecen varios personajes en una especie de picnic campestre, que tiene un fin moralizante.

En el centro de esta escena, hay una mesa sobre la hierba con comida y bebida, junto a la cual un personaje de pie, que no puede disimular su carácter diabólico pues se le ven los cuernos y las garras de sus patas animalescas. Ofrece los manjares de la mesa a una pareja que está de pie y hace ademán de huir. Al otro lado hay una pareja que ha aceptado el convite demoniaco, un hombre sentado que bebe de una botella y una mujer semidesnuda que brinda con un vaso y una botella en sus manos (fig. 14). En el arco, la inscripción dice: «Resiste al diablo y volará lejos de ti», y la tentación consiste en la bebida alcohólica, que se había convertido en el principal enemigo del movimiento religioso a comienzos del siglo xix. En 1826 se fundó la Sociedad Norteamericana por la Templanza, y a mediados de siglo ya tenía más de millón y medio de socios en las distintas agrupaciones locales, con las mujeres como militantes mayoritarias, lo que reforzó su papel en la sociedad y su deseo de participación política[9].

Una estampa publicada en Londres a comienzos del siglo xix con el título de The Stages of Life, lleva como subtítulo: «The various ages and degrees of human Life explained by these twelve different stages from Birth to our graves», es decir, ‘Las diversas edades y grados de la vida humana explicados por estas doce etapas diferentes desde el nacimiento hasta nuestras tumbas’[10]. Bajo la pareja que ocupa la posición superior, se dice: «Los que hemos pasado la mitad de nuestro tiempo estamos medio muertos, de modo que la prolongación de nuestra vida tiene realmente la brevedad de ella. El tiempo pasado está muerto, el presente vive, pero está muriendo, y lo que va a venir ciertamente caerá bajo los poderes de la muerte», y de acuerdo con esta admonición aparece en el arco el juicio final (fig. 15).

Pero, la mayor carga doctrinal de la estampa viene en la mitad inferior ocupada por varios textos, reflexiones, oraciones, himnos. El primero se titula El peregrino moribundo, y el medallón central muestra a varias personas que atraviesan un río nadando y alrededor dice: «Los peregrinos pasan el río», y señalan hacia el cielo[11]. En la cultura medieval, la metáfora de la peregrinación de la vida era de uso común, formaba parte de los tópicos de la enseñanza religiosa y moral. Los poetas la usaron con frecuencia. La vida en este mundo es una romería, un camino para llegar al otro mundo, donde el hombre vivirá eternamente. Todavía a comienzos de la Edad Moderna, en los siglos xvi y xvii, seguía siendo una imagen poderosa, pues el principal problema, tanto para el individuo como para la sociedad, era el de la salvación, a pesar de que las clases medias estaban protagonizando lo que se ha llamado el «proceso civilizador», es decir utilizar la jerarquía y la fuerza para cambiar el comportamiento personal, para conseguir unas condiciones de vida más igualitarias e individualizadas. Pero todavía había un equilibrio entre lo sagrado y lo secular, que se va rompiendo a lo largo del siglo xviii. En el siglo xix, en el mundo anglosajón, era una metáfora con fuerza en medio de los cambios drásticos que se estaban produciendo, pero «la cultura victoriana revirtió estas prioridades en aras de la productividad, el progreso y la salud»[12]. Esta estampa está presidida aún por la imagen medieval del juicio final, que también perdurará en los países católicos, como veremos más adelante, pero en los Estados Unidos pronto desaparece, sustituida por alguna escena funeraria o la expresiva escena moralizante protagonizada por el diablo y relacionada con el alcoholismo y la templanza.

En los grabados que imprimió J, Baillie en Nueva York hacia 1848, tanto en las edades del hombre como en las de la mujer, esta escena moralista ha sido sustituida por una vista de un cementerio con algunas personas. En La vida y edades del hombre, se han mantenido los árboles, si bien el de la muerte ya no es un árbol seco y desmochado sino un sauce llorón, que desde el siglo xviii se asocia a los cementerios. Entre los animales simbólicos, han desaparecido el primero, el corderillo, y el último, el ganso o el búho. Los demás son los mismos, y se citan en los versillos en comparaciones (fig. 16). Destaca el hombre de cuarenta años que enarbola la bandera nacional y pone un pie en el escalón superior: «A los cuarenta años su coraje no se acobarda, sino que como león se impone por la fuerza», amenazando la posición de el de 50 años, del que se dice: «La fuerza falla a los cincuenta pero con ingenio, como zorro, es capaz de dirigir». Con descaro mira el hombre de sesenta, que lleva documentos en sus manos, «A los sesenta, con rapiña, fraude y sigilo como un lobo trata de aumentar su riqueza». Las figuras de los siguientes ancianos, similares al perro, al gato y al asno, son representaciones más dignas que en estampas anteriores. En La vida y edades de la mujer (fig. 17) el diseño es el mismo, pero no hay animales; en su lugar aparecen unos rectángulos con flores y paisajes campestres. En estas figuras femeninas se halla una estupenda visión del traje femenino a comienzos de la época victoriana en Norteamérica, destacando el traje de novia blanco que lleva la mujer de treinta años.

Nathaniel Currier abrió un establecimiento litográfico en Nueva York en 1835, y desde 1857 tuvo un socio, por lo que se suele conocer como ‘Currier & Ives’. Publicó muchas estampas que siguen modelos anteriores, entre ellas algunas de The Life and Age of Man, en las que vuelve a introducir la escena del diablo tentador con la bebida y la invitación a resistir al diablo. Courier se dirigía a una clientela protestante que buscaba el aspecto moralizador de manera más explícita, y ya había editado una estampa, que veremos a continuación, sobre los males del alcoholismo. Por lo demás, esta imagen es similar a la de Baillie, con los mismos animales, excepto el ternero que acompañaba al muchacho de 20 años, que ahora es un aguilucho (fig. 18).

The Drunkards Progress es una estampa de gran interés por el uso del motivo de la doble escalera con el fin de atacar el alcoholismo y apoyar el movimiento por la templanza, que publicó Currier en 1846 (fig. 19). El subtítulo ya es rotundo: «Desde la primera copa a la tumba», y los diferentes escalones son los pasos, step, que va dando el hombre borracho. En el primero «una copa con un amigo», en el segundo «una copa para combatir el frío», si bien en la imagen está brindando con una hermosa joven. En el paso 3 «demasiadas copas», va dando tumbos, y en el 4 «borracho y pendenciero» se pelea con alguien. En el escalón superior, se nos presenta una reunión de alegres amigotes bebidos: «La cumbre alcanzada/ Compañeros alegres/ Un borracho confirmado». Los pasos de bajada son «Pobreza y enfermedad» el sexto y «Abandonado por los amigos» el séptimo, en los que aparece solo y desarrapado. En el octavo, «Desesperación y crimen» atraca a un viandante y en el último, «Muerte por suicidio», se pega un tiro. Posteriormente, algún otro editor usó la misma idea recreando esta imagen con bastante fidelidad, ya que este tipo de estampas se vendió mucho entre la gente más religiosa en plena campaña contra la bebida, que duró hasta bien entrado el siglo xx, como es conocido.

En Estados Unidos, la vida moral de cada uno de los norteamericanos se ligaba al progreso de la nación, a su prosperidad, y la lucha contra las personas inmorales era una lucha a favor de ella. Por eso la sátira política formaba parte de los deberes del buen republicano y del buen cristiano, aspectos que iban unidos. Esta estampa es un ataque contra la corrupción política, en este caso concreto, de los políticos demócratas de la ciudad de Nueva York. Se titula Seven Stages of Office Seeker, ‘Las siete etapas del buscador de un cargo’ (fig. 20), y es una sátira contra el gobernador Van Beuren y su manejo corrupto de la Aduana. En el primer escalón, el aspirante al cargo se gana partidarios invitando a beber; debajo, un zorro contempla goloso un gallo junto a una casa. En el segundo, «echando el mitin», habla a simpatizantes, y en la viñeta inferior aparece un zorro dando una conferencia a unos necios gansos que le vitorean. En el siguiente peldaño, «pidiendo un cargo», el aspirante se arrastra ante el gobernador Van Beuren, como el perro de abajo. Llegamos a la cima, «en el cargo», y lo vemos paseándose orgulloso ante la aduana, como un pavo real, mientras unos desgraciados le persiguen con peticiones. Pero la dicha no dura mucho y un día se ve «fuera del cargo», paseando con las manos en los bolsillos bajo la tormenta, como un perro apaleado, y la «salida» que encuentra es colgarse de un árbol. Al final, se lleva a cabo la «investigación forense», su cadáver reposa ante los funcionarios judiciales, como un animal muerto ante una fila de búhos.

3. Del imperio jacobino a la sátira anti napoleónica

Después de la exaltación y matanzas revolucionarias, el imperio napoleónico volvió la violencia revolucionaria contra Europa, por lo que no es de extrañar que todos los europeos lo odiaran y celebraran la derrota del ogro con innumerables sátiras de tipo literario y plástico. En la Francia imperial de Bonaparte se produce una glorificación de la guerra, como se aprecia en una estampa de los Degrés des Âges, editada en Caen en 1810, en la que pervive la imagen medieval del juicio final, a pesar del ambiente social que refleja (fig. 21). En la subida de la escalera, se ve la exaltación de la nueva política y de los militares, mientras que en las escaleras de bajada el antiguo régimen está de capa caída.

En España, por ejemplo, hay un buen número de obras literarias contra la invasión francesa. Los poetas cultos, J. M. Quintana, J. B. Arriaza, Juan N. Gallego, escribieron poesías de exaltación patriótica en tono solemne, mientras que la literatura popular de coplas y discursos ficticios tenían características satíricas[13]. Sátiras humorísticas y chocarreras contenían numerosas estampas publicadas durante la guerra y al finalizar[14], pero no he hallado ninguna que utilizara el motivo de la doble escalera de las edades como forma de expresión, cosa que sí encontramos en Alemania. Una estampa muy representativa es esta titulada Buonapartes Stuffenjahre, algo así como ‘Etapas de la vida de Bonaparte’ (fig. 22). En la subida, las edades del corso desde que jugaba a la guerra de niño hasta que llega a la cima como emperador. A partir de ese momento, su caída en cuatro etapas representadas por imágenes que lo muestran siempre huyendo. Debajo, en alemán explica: «Adiós a España», «Regresando a casa desde Rusia», «Huida de Alemania» y «Caída en Francia». Bajo el arco central, yace en una isla a la sombra de un sauce llorón y flotan unas burbujas con los nombres de sus campañas militares.

Una estampa también alemana, quizás anterior, es Napoleons Lebenslauf, ‘Curriculum vitae de Napoleón’, y nos lo muestra con la misma trayectoria, pero al final no descansa en santa Elena, sino que muestra bien a las claras el deseo de todos los europeos no franceses de verlo directamente en las calderas de Pedro Botero (fig. 23). Así decía una coplilla española dedicada al francés y al traidor Godoy: «Bonaparte en los infiernos/ tiene una silla poltrona,/ y a su lado está Godoy/ poniéndole la corona»[15].

4. La Europa burguesa

Una vez pasados los horrores revolucionarios y guerreros, Europa camina, no sin tropezones, hacia un horizonte optimista de progreso científico y económico. Ya la preocupación por el tradicional problema de la salvación ha ido dejando paso a otros objetivos vitales, de los que hemos hablado. En los países católicos, esto provoca contradicciones difíciles de resolver, pues la religión ya no es capaz de imponer una moralidad clara y aceptada por todos. En las estampas de las edades de la vida, que siempre conservaron esa intencionalidad moral, se ve, en ciertos países como Francia o España, la contradicción entre una sociedad mundana representada en las escaleras y la escena del juicio final que se continúa representando en el arco central. Las estampas francesas más famosas son las que se editaron en Epinal, donde destacó el impresor Pellerín, cuya fortuna se hizo en buena medida exaltando la figura de Bonaparte. La estampa de la figura 24 sigue el modelo creado ya en el siglo xviii, con la cuna y el lecho mortuorio flanqueando el juicio universal, y las parejas de las demás edades con unas inscripciones muy escuetas que las nombran con palabras abstractas.

En Alemania y otros países de habla alemana, como Austria, la tradición se mantiene con fuerza, adaptándose a las exigencias de la nueva sociedad, como hemos visto en el caso de las sátiras anti napoleónicas. Por otro lado, la difusión de la litografía en este siglo, sin que dejaran de usarse los métodos de estampación anteriores, potenció aún más la industria impresora germánica, y la exportación a muchos países de Europa. En esta época se suelen titular con la expresión Stufenalter, es decir, ‘escalones de la vida’ o quizás mejor ‘de la vejez’, pues alter es palabra derivada de alt, ‘viejo, antiguo’[16], a la que se añade hombre o mujer según corresponda (fig. 25).

Estas estampas de mediados de siglo xix muestran una estampación muy cuidadosa, con rico colorido, y el abandono de los signos de tipo más religioso. Aquí encontramos la imagen de Crono con sus rasgos característicos sobre un horóscopo, si bien en los textos se insiste en la fugacidad de la vida. En una estampa vienesa de la segunda mitad del siglo xix, la figura del tiempo es más bien la de la muerte esqueleto, a pesar de ir cubierta con una túnica y llevar sobre la cabeza el reloj de arena con alas (fig. 26). A los lados, una escena feliz como los años de subida, formados por parejas; y otra escena de un entierro y los tristes y solitarios años de senectud.

La potente industria impresora alemana difundió estas estampas por toda Europa, en especial por el norte, los países escandinavos y el este, por las naciones eslavas, sobre todo Rusia. La estampa titulada Livets-Reise, ‘El viaje de la vida’, publicada por Rolland en Bergen, aunque la edición conocida es del siglo xix (fig. 27), parece aprovechar un modelo anterior, pues las vestimentas de los personajes a la francesa son dieciochescas, aunque el barco de vapor que surca el mar nos sitúa ya en pleno siglo xix. Bajo ese arco trilobulado se ve un paisaje marítimo muy adecuado a la ciudad de Bergen, y en los cielos una especie de juicio final descafeinado, con un Dios acogedor y sonriente y unos angelotes con sus trompetas. Las figuras humanas por parejas son muy esquemáticas e inexpresivas. Muy parecida es una escalera de la vida editada por el sueco Gustav Kühn en 1886 (fig. 28). La misma escena del juicio final sobre un paisaje con barquito de vapor, pero ahora también con un infantil tren de vapor. Los personajes visten trajes acordes con la fecha y son más realistas que los del grabado noruego. En los medallones que hay en la parte superior, sobre el árbol de la vida dice: «Hoy aún sano y feliz», y sobre el árbol de la muerte: «Mañana ya miserable y muerto».

A Rusia, la imagen de las edades del hombre llega a través de grabados alemanes en el siglo xviii y, allí, editores de estampas religiosas hacen algunas adaptaciones y las publican especialmente en el siglo xix. Por ejemplo, esta estampa (fig. 29) está inspirada en una alemana de 1840, Das Stufenalter des Menschen, reeditada con variaciones en Alemania a lo largo del siglo y de la que aporto una versión en la fig. 25. Los personajes son los mismos y en las mismas actitudes. Lo más relevante es que se ha suprimido la figura de Saturno Crono, de la que solo permanece sobre una mesa su reloj de arena junto a una vela apagándose, y el horóscopo, que en el original solo se ve parcialmente, aquí tiene un papel relevante.

5. La escala de la vida en la España decimonónica

Algunas de las estampas de Epinal, con textos en español, se difundieron por la Península Ibérica e influyeron en ciertas estampas españolas que las imitaron y que emplean un título inspirado en ellas y una composición similar, con el juicio final e incluso los mismos nombres de las edades, traducidos, claro[17] (fig. 30)[18]. Hay otras estampas, como las que editó Marés en Madrid, que siguen la tradición hispánica de los grabados dieciochescos de Talamantes y demás. La escala de la vida (fig. 31) es una estampa doble publicada en 1862 con las edades del hombre arriba y debajo las de la mujer. El diseño es dieciochesco, con los árboles de la vida y de la muerte a los flancos, con Saturno Crono sobre el de la vida, mientras que sobre el de la muerte queda un vacío sospechoso. En el dibujo a pluma preparatorio de este grabado se ve que el grabador ha suprimido la imagen del sol detrás de Saturno, y todas las figuras del lado contrario correspondientes a la noche (véase la figura 32), donde el dibujante ha creado una atmósfera muy romántica, con menguante lunar, una estrella y un murciélago detrás de una figura alada y encapuchada que lee un libro. En el dibujo correspondiente a la mujer (figura 33), esta figura, que ahora mira al frente, levanta una luz con su mano derecha y en la izquierda sostiene y muestra un libro donde se lee «DESTINO». En efecto, es la figura del hado o destino que señala el camino de la vida humana, que no es otro que el de la muerte, tema tan querido por los románticos.

Lo mismo que en los grabados de Talamantes, en el lugar del juicio final hay un poema. En este caso, en lugar de una octava, es una décima: «Es el hombre peregrino/ que en el curso de su vida/ viendo la senda torcida/ se aparta del buen camino./ Pero luego que el destino/ disipa su ceguedad,/ mostrándole la verdad/ siente con dolor profundo/ que más allá de este mundo/ le aguarda una eternidad». Si en aquella octava el tema central era la inevitable y sorpresiva llegada de la muerte, en esta décima, que comienza con la imagen del peregrino nuevamente de moda, predomina el tema del arrepentimiento para alcanzar la vida eterna. La filacteria inferior copia el lema «UN MOMENTO DONDE PENDE LA ETERNIDAD», poco adecuado al nuevo poema.

Los textos que aparecen debajo de cada figura son redondillas, estrofa popular muy querida por los poetas románticos, que expresan como es habitual virtudes y vicios de cada edad, ya sin referencia simbólica a animales. En las juveniles se destaca lo negativo: para el niño de 10 años «mis diversiones son/ la bulla y la algazara»; el de 20 confiesa: «Fogoso joven soy;/ desconozco el sosiego;/ desalentado y ciego/ tras mis pasiones voy». Sin embargo, a los cuarenta, con figura de un militar «La lección apacible/ que dan los desengaños/ me vuelve con los años/ prudente y razonable». También se da una imagen pesimista de las personas mayores. El hombre de sesenta años responde a la caracterización tradicional de codicioso, con una figura que esconde la bolsa del dinero a la espalda: «Acecha la malicia/ mis momentos de calma,/ y despierta en el alma/ una voraz codicia». «De mal humor estoy», comienza el de setenta, respondiendo a su fama de gruñón.

En la vida de la mujer, la décima que aparece en el centro toca el mismo tema que la octava de la estampa de Talamantes, la fugacidad de la belleza femenina, y en ambos casos el poema se construye sobre la metáfora de la flor y la rosa. En la filacteria inferior se repite «OH MUNDO, VANIDAD DE VANIDADES». En las redondillas que hay bajo las figuras predominan los tópicos de la moral católica, desde la primera, la niña en su cuna, de la que se dice: «Al nacer y morir/ somos todos iguales;/ así los mismos males/ tenemos que sufrir». Buen programa de vida como valle de lágrimas que la religión católica seguía enseñando extemporáneamente. En las edades juveniles, al contrario que en el hombre, se destacan sus virtudes. De la niña de 10 años, que está sentada cosiendo, se dice: «y mi virtud me hace/ de todos apreciada», y la de 20, vestida de novia, proclama: «Soy joven virtuosa;/ mi senda seguiré, / y pronto llegaré/ a ser feliz esposa». La virtud como pasaporte para el matrimonio, destino obligado de toda mujer. La mujer de treinta da de mamar a su hijo, y de las de 40 y 50 años se destacan «las flores de su pureza» y el «apaciguado el fuego» respectivamente. La de 60 aparece con sus llaves y su bolsa inseparables y «el afán de guardar», y en la de 70 se destaca su «amor a la oración».

Ya de finales del siglo xix es una estampa publicada por la editorial Paluzie en que aparecen los dos sexos en parejas (fig. 34). En ella se notan influencias románticas, como los genios voladores, si bien ya no hay juicio final y en su lugar hay un Saturno que preside las dos escenas del bautizo y el funeral. Los textos están escritos en quintillas que repiten los tópicos conocidos de cada edad, destacando un tono pesimista anacrónico. Así, al niño en la cuna ya se le anuncia que «La vida un sueño será/ pues viviremos dormidos», y al de diez años se aplica el dicho de «quien más pone pierde más». Las pasiones e ilusiones de la juventud están llenas de desengaños, a los cuarenta, la persona es ambiciosa y «solo piensan en trepar», a los cincuenta, «se ha perdido la belleza» y «el hombre a bajar empieza/ hacia la muerte escondida». Como era tradicional, los sexagenarios son codiciosos, a los setenta «faltan las fuerzas», a los ochenta «Ya la muerte horrible y fiera/ volando se ve venir», hasta que a los cien se abra la sepultura y «todo en el mundo acabó».

6. Entre los siglos xix y xx: el triunfo de la cromolitografía y el estilo Leiber

La cromolitografía nace en fecha indeterminada poco antes de 1840, pero en los primeros años fue un procedimiento lento y caro. A mediados del siglo xix, comienza a ser una manera de impresión frecuente en Centroeuropa, sobre todo en Alemania, de donde algunos impresores marcharon a Gran Bretaña y Estados Unidos. Eduard Gustav May fundó un establecimiento litográfico en 1845 en Frankfurt am Main, donde editaba todo tipo de estampas populares, incluidas religiosas con destino a los países católicos. A su muerte, sus hijos remodelaron el establecimiento y se dedicaron solo a la cromolitografía, para lo que contrataron en 1881 como director artístico a Fridolin Leiber, un oscuro pintor nacido en 1843 en Niederreschach[19], pequeño pueblo de la Selva Negra. Leiber trabajó con los May hasta el final de su vida en 1912 y creó un estilo que se hizo famoso en toda Europa. Leiber debió de formarse en la escuela postromántica alemana, con algún seguidor de la escuela de los nazarenos, que han dado forma a toda la pintura religiosa moderna. Este grupo de pintores alemanes establecidos en Roma buscaron un arte de inspiración mística, medieval, muy cercano a la pintura de los primitivos italianos y del primer Rafael. Con un dibujo muy depurado y detallista y un colorido rico, llevaron a sus cuadros temas caballerescos, históricos, pero sobre todo religiosos, e influyeron en toda Europa, sobre todo en los prerrafaelitas ingleses.

Las cromolitografías de la casa May diseñadas por Leiber se caracterizan por un estilo de un realismo moderado con tipos humanos bastante idealizados. Predominan las figuras humanas muy esbeltas, de piel clara y cabello rubio, de contornos suaves y algo afeminadas. El colorido es intenso pero suave, predominando los tonos pastel. Los mismos temas se editaron para una clientela de toda Europa modificando solo los textos, que se publicaron en todas las lenguas importantes del continente. En la estampa Das Stufenalter der Frau, ‘Las edades de la mujer’, vemos que ya no aparece el juicio final y en su lugar lo hace una imagen del paraíso terrenal con la creación de Eva de la costilla de Adán, y, a los lados, dos medallones con un niño recién nacido sostenido por un ángel y un viejo de 100 años con otro ángel (fig. 35). En los escalones, la vida de la mujer se desarrolla en torno a la formación de una familia y la crianza de los hijos, y de los nietos después. Debajo de cada escalón hay un recuadro en blanco donde figuran los años y dos versos sobre los rasgos de esa edad.

La versión en alemán, Das Stufenalter des Mannes se convierte en Les âges de l´homme en la francesa (fig. 36) o en Los escalones de la vida humana en la española[20] (fig. 37). En todas ellas, el motivo que aparece bajo el arco es el de Eva entregándole la manzana a Adán en el paraíso, rodeados de pacíficos animales salvajes.

Aparte de las estampas publicadas en Alemania, en muchos países a comienzos del siglo xx se imprimieron otras que son claras imitaciones de las que tanto éxito habían cosechado. Algunas son prácticamente iguales salvo pequeños detalles, y al no ir firmada tampoco es seguro su origen, como la italiana titulada Le varie etá della donna (fig. 38). También idéntica en el diseño es una colombiana titulada Realidad de la vida (fig. 39), pero con un colorido mucho más fuerte y saturado que la original de May. En este caso tiene pie de una imprenta de Cali, Graficas Molinari. En Grecia se editaron litografías que imitan a las alemanas, con las escenas del Adán y Eva en el paraíso, pero con las figuras de los hombres adaptadas a la tradición helena, pues visten la fustanela, la falda plisada griega tradicional[21].

En España, entre ambos siglos, además de venderse con gran éxito las litografías que llegaban impresas de Alemania, tanto las de tema religioso como las alegorías como la de las edades, se publicaron adaptaciones como la que se ve en un librillo de papel de fumar de la casa alcoyana de Ivorra Payá (fig. 40).




NOTAS

[1] V. Bozal, «La estampa popular en el siglo xviii», en Carrete Parrondo, J.; Checa, F. y Bozal, V. El grabado en España (siglos xv-xviii). Summa Artis. Historia general del Arte. Madrid: Espasa-Calpe, vol. XXI, 1987, pp. 647-711. Véase p. 661.

[2] Fueron denunciados por impresores de Augsburgo por plagio y tuvieron varios pleitos. Véase Achille Bertarelli, «La Remondiniana de Bassano Veneto (contributo allá storia delle calcografie italiane)», Emporium. Parole e figure, 408, 1928, pp. 358-369, en especial pp. 362-365.

[3] Madrid, Librería de Dávila, 1803

[4] Librito reeditado después de la guerra por D.A.R.I, Recuerdos a la vida mortal, dese la cuna al sepulcro en quince edades adaptadas a sus láminas en metro portico. Madrid: López y Hermano, 1814. Edición facsímil de Maxtor, 2009.

[5] A. Molina recalca el contraste entre la modernidad de las imágenes y la moral religiosa y confusa que se desprende de los textos, en «De la ética de la felicidad a los Recuerdos a la vida mortal: estampas para la educación de los jóvenes (1803-1814)», https://www.researchgate.net/publication/311086178_De_la_etica_de_la_felicidad_a_los_Recuerdos_a_la_vida_mortal_estampas_para_la_educacion_de_los_jovenes_1803-1814

[6] A. Wallach, «The Voyage of Life as Popular Art», The Art Bulletin, Vol. 59, No. 2 (Jun., 1977), pp. 234-241. https://www.academia.edu/2263956/Thomas_Coles_Voyage_of_Life_as_Popular_Art_1977. El autor piensa que el éxito se debe en buena medida a que Cole sabe conectar con lo popular, es decir, con el puritanismo triunfante del segundo Gran Despertar.

[7] R. Pastor Cristóbal, La sagrada causa de la libertad: religión, nación y revolución en el nacimiento de los Estados Unidos de América. Universidad de La Rioja, 2013, ttps://biblioteca.unirioja.es/tfe_e/TFE000335.pdf

[8] De este magno revival deriva el término revivalist, que significa ‘predicador, evangelizador’.

[9] J. Porretti, «Mujeres, hachas y alcohol: cómo la pelea por la «ley seca» dio impulso al movimiento feminista», 2019, https://www.infobae.com/america/eeuu/2019/06/29/mujeres-hachas-y-alcohol-como-la-pelea-por-la-ley-seca-dio-impulso-al-movimiento-feminista/#GRSRCQRY5VBHDBEPALFJ4FRCVI

[10] Tanto las imágenes como los textos copian en gran medida otra de mayor calidad editada por J. Pitt en 1811.

[11] Es posible que esta escena esté inspirada en el último capítulo de la novela alegórica de John Bunyan El progreso del peregrino, de finales del siglo xvii. Cristiano, el protagonista, acompañado de Esperanza cruza el río de la muerte y llega al cielo. Esta obra tuvo mucha difusión en el mundo anglosajón y fue traducida a bastantes lenguas europeas, incluida la española.

[12] Según T. R. Cole, «La peregrinación de la vida fue domesticada y asimilada a la búsqueda del curso de la vida normal en la sociedad victoriana», en The Journey of Life: A cultural History of Aging in America,

Cambridge University Press, 2006, p. 114.

[13] F. Etienvre, «Propaganda antinapoleónica: el arma de la poesía», en E. La Parra López (ed.), La guerra de Napoleón en España. Imágenes, consecuencias. Universidad de Alicante, 2010, pp. 249-266. Una breve visión en https://www.elprimeredecan.es/la-palabra-como-arma-en-la-guerra-de-la-independencia-parte-i/

[14] Biblioteca Digital Memoria de Madrid. http://www.memoriademadrid.es/buscador.php?accion=buscarAvanzado&pagina=&busqueda_libre_02_tipo=materia&busqueda_libre_02=Satiras

[15] «La palabra como arma en la Guerra de la Independencia (parte II) poesías populares» https://www.elprimeredecan.es/la-palabra-como-arma-en-la-guerra-de-la-independencia-parte-ii/

[16] La expresión más usada en siglos pasados era Lebenstreppe, cuyo significado global venía a ser parecido, si bien usando palabras diferentes, leben ‘vida’ y treppe ‘escalera’.

[17] 30 años: Edad viril; 40: Edad de discreción; 60: Edad declinatoria; 90: Edad decrépita; 100: Edad de imbecilidad.

[18] También puede mencionarse la estampa Graduación de las edades, de la Fundación Etnográfica Joaquín Díaz, fig. 01 de la primera parte de este trabajo.

[19] Diez años antes de lo que se creía, según reciente descubrimiento: https://www.nq-online.de/lokales/hans-otto-wagner-ermittelt-neues-zu-maler-fridolin-leiber_50_111827916-16-.html

[20] He visto alguna que se titula Edades diferentes del hombre.

[21] P. J. Lavado Paradinas, «La escala de la vida en el arte y en la imagen popular»… pp. 374-375 y lámina XCVIII-6.



La escala de las Edades del Hombre, una alegoría del camino hacia la muerte. Segunda parte: siglos XVIII-XX

MARTIN CRIADO, Arturo

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 466.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz