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Revista de Folklore número

464



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Ingenuidad y ambición. Sortilegios y religión en la busca de tesoros

PICAZO MUNTANER, Antoni

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 464 - sumario >



1.- El encausado: datos biográficos

En 1635 el tribunal de la Inquisición de Mallorca mandó prender y poner primero en las cárceles comunes y, tras la petición del fiscal, en las cárceles secretas al escribano de la corte del verguer[1] Antoni Rosselló[2]. En un primer momento se le acusó de practicar hechicerías y de mantener un pacto explícito con el demonio. El fiscal, además, presentó un largo y extenso alegado de acusación. Todo este proceso se abrió tras una confesión voluntaria que había realizado un doctor en teología y beneficiado de la iglesia de Santa Eulalia. Este religioso, al parecer, había sido invitado para que practicase un exorcismo y así poder expulsar a un demonio que estaba guardando un tesoro que, como todos, estaba encantado. Al percibir que aquello pudiera ser un acto herético, aunque bastante tiempo después, lo denunció al tribunal.

El interrogatorio que el Santo Oficio realizó a Antoni Rosselló para que narrara «el discurso de su vida» nos clarifica quién fue este personaje, dónde vivió y cómo se movió a lo largo de su existencia. Rosselló, de cuarenta años, tenía su residencia habitual en la calle de San Miguel, era natural de Selva, hijo de Juan Rosselló, que había nacido en Alaró, y de Margarita Muntaner, esta natural de Inca, pero residentes ambos en Selva. En el momento del proceso los padres del acusado ya habían fallecido, al igual que sus abuelos. Estos últimos también eran de esas mismas procedencias, los paternos de Alaró y los maternos de Inca. Había tenido dos tíos varones, pero en los momentos del juicio habían muerto, y otros dos que vivían, uno de ellos llamado Juan era presbítero colegial del monasterio de Lluc. También tenía cuatro tías, todas casadas y con numerosos hijos (generalmente de tres a cuatro). En cuanto a sus hermanos Rosselló explicó que fueron ocho, cinco varones y tres hembras.

El acusado narró que la mayor parte de su infancia la había pasado en su municipio de residencia, en Selva. Allí habitó hasta la edad de once años cuando acompañó al entonces sacerdote de la parroquia del pueblo, doctor Andreu, a la capital del reino, donde permaneció tres años, aprovechando el tiempo para estudiar gramática con el maestro Pons. Después de esta primera estancia en la capital retornó a su pueblo natal, Selva, donde se quedó hasta que cumplió los veintidós años. A partir de aquí su vida dio un gran cambio pues se trasladó de nuevo a la ciudad, empezando a trabajar para varias familias, entre ellas algunas de la oligarquía de las islas, concretamente con la de Santjoan.

Al cabo de unos pocos años se trasladó por negocios con representantes de la casa de Santjoan a Madrid, donde residió durante cuatro meses. Al regresar se instaló de nuevo con una familia, en este caso la de la señora Moxa. Fue en esos momentos cuando contrajo matrimonio con Juana Mesquida, hija de Mateo Mesquida y Juana Amengual, con la que tuvo seis hijos, tres niños (Juan Julián, que murió tempranamente; Juan de 12 años y Rafael de 7), así como tres niñas (Margarita de 4 años; Juana Ana, de dos años y medio; y Antonia, que justo acababa de cumplir el año). Esta situación personal, con una familia muy numerosa, con la mayoría de hijos muy pequeños, junto a su precario sueldo serían, en todo caso, una de las principales motivaciones, aunque no la única, para que Rosselló andara buscando de una forma tan ansiosa cualquier tipo de riqueza, y los tesoros escondidos tenían amplia fama en Mallorca. La existencia de tesoros moriscos a lo largo de toda la Península Ibérica, así como su búsqueda mediante la magia y los hechizos ha sido analizada por muchos autores[3].

2.- El proceso

Efectivamente, el cuatro de septiembre de 1635 compareció ante el inquisidor del reino Blas Alexandre de Zelaeta el presbítero Bartolomé Sierra, teólogo y beneficiado de la iglesia de Santa Eulalia[4], en la capital del reino de Mallorca. Sierra manifestó lo que él denominó como «ciertos escrúpulos» que no había relatado mucho antes por «falta de tiempo para ello». En esta declaración explicó las circunstancias que le habían llevado ante el tribunal para revelar unos hechos que podían ser constitutivos de herejía.

Ciertamente, Antoni Rosselló, escribiente de la corte del Verguer y Jaime Piña, vellutero, le preguntaron si podía acompañarlos hasta una galera que estaba atracada en el puerto, concretamente la denominada Santa Clara. A lo que el declarante, desconociendo los motivos, aceptó. Cuando llegaron a ella se pusieron en contacto con un galeote[5], que estaba encadenado, al que llamaban Agustín Verdugo, de religión musulmana. El objeto de dicha visita fue el de entrevistarse con él para valorar la posibilidad de colaborar en la búsqueda de un tesoro. Al parecer no solo se trataba de saber su ubicación, sino también de realizar un conjuro para poder quitar el encantamiento que tenía (en el reino de Mallorca era común la creencia en tesoros escondidos por los musulmanes que los protegieron con hechizos). El declarante alegó que durante esta primera entrevista no hubo ningún pacto ni negocio entre ambas partes. Y que él no solo no participó en nada más, sino que advirtió severamente a sus acompañantes que dejasen estar aquel negocio del que se podrían derivar pecados y problemas.

Sin embargo, a los tres días volvieron todos, en esta ocasión acompañados de Juan Carrió, organista de la iglesia de San Nicolás. En principio el referido Agustín Verdugo les había de suministrar un escrito, se trataba de un sortilegio protector y liberador. Cuando llegaron al pie de la galera el galeote, cumpliendo su parte, les proporcionó un papel con un hechizo que debían formalizar para protegerse del demonio que vigilaba el tesoro.

El dicho conjuro[6] era el siguiente:

hay que bendecir tres veces una sabana grande la cual debe estar dentro de un aposento cerrado, en esta sábana se debían inscribir una serie de caracteres (que les dio escritos en un papel) con letras y dicho escrito debía realizarse con almagre. Después debían realizar una serie de bendiciones con diferentes perfúmenes y con incienso y mirra. Acto seguido se deberían rezar cuatro salves y cuatro avemarías a los cuatro vientos. Todo ello bajo la luz de una lumbre nueva. Cuando se hubiera terminado el dicho proceso se debía tapar todo con una sábana nueva y luego con otra de lienzo[7].

Con este encantamiento podrían liberar el tesoro y obtener la riqueza que estaba escondida y embrujada. Los presentes estaban plenamente convencidos de la existencia del tesoro que, además, debía tratarse de una elevada y astronómica cantidad de monedas de plata[8].

Sierra continuó con su relato. Contó como el galeote les había enseñado todo un conjunto de palabras mágicas, las cuales debían proferir aquellos que intentaran desenterrar el tesoro al mismo tiempo que realizaban el conjuro que les había enseñado. De todas esas palabras Sierra solo recordaba dos. Una era «Barruch»[9], y la otra «Barruguet». Los barruguets no serían otra cosa que los famosos duendes. En Ibiza, por ejemplo, existe una mayor tradición de estos seres fantásticos, pequeños, perversos, lascivos y sátiros[10].

Tras esta declaración fueron llamados varios testigos, uno de ellos fue Caterina Alou, tenida por beata[11], es decir una mujer pobre, que vivía sola y que presuntamente llevaba una vida muy religiosa. Esta residía en un entresuelo de la misma casa que Juan Carrió, frente a la iglesia de San Nicolás. Caterina Alou explicó al tribunal las circunstancias personales, que a su modesto entender, tenía el referido Carrió. Por lo que ella sabía Carrió y unos amigos suyos habían realizado un trato con un musulmán que estaba en galeras, un tal Agustín. Este les proporcionó una serie de sortilegios para desencantar un tesoro escondido. El fondo de este negocio, al parecer según la testigo, fue un cambio, puesto que Carrió y sus amigos se comprometieron a realizar las gestiones oportunas para que el tal Agustín pudiera ser liberado de las galeras.

En cuanto a los demás participantes de la búsqueda del tesoro poco más pudo añadir, aunque sí que se extendió en narrar la mala vida que llevaba su vecino. Para ella era un hombre capaz de hacer cualquier cosa, «muy mal entrañado», que maltrataba a su padre y a su madre continuamente, insultándoles de forma reiterada. A su padre le llamaba «borracho y cabrón», y a su madre de decía incesantemente que era una «puta».

También reveló que Carrió no tenía ningún tipo de temor a Dios, y que de ordinario llevaba muchas «mujercillas» a su casa. La declarante también pudo clarificar algo que había oído comentar a Carrió. Al parecer Agustín Verdugo, el galeote, estaba enojado con un religioso de la ciudad, concretamente fray Juan Melis, porque le había comunicado un secreto que luego el religioso divulgó a otras personas. El galeote reveló a fray Juan Melis que en Mallorca había una montaña que contenía un tesoro enorme, con una ingente cantidad de monedas[12]. Uno de las afirmaciones que Alou dejó meridianamente claro al tribunal fue que Carrió, y todos los que iban por su casa para buscar el tesoro, estaban completamente determinados, si fuera menester, no solo a conjurar al mismo demonio sino a todo aquello que hiciera falta.

El tribunal le pidió que aclarase quién, a parte de Juan Carrió, solía ir a su domicilio para buscar el tesoro. Alou respondió que ella había visto a Antonio Rosselló, Marcos Planes y a un tal Palermo, un pelletero que vivía por la zona de la Calatrava.

Tras la declaración de Caterina Alou fue llamado al Santo Oficio otro vecino de Carrió, se trataba de Jaime Proassi, confitero, que también vivía frente a la iglesia de San Nicolás. Proassi facilitó muchísima más información al Santo Oficio de la que tenían inicialmente. Así, explicó como Pedro Beuca, un pobre trabajador que se dedicaba a la búsqueda de agua, le dijo que en la casa de su madre se podrían hallar muchas monedas ocultas y que por ello debían acudir a varias partes para poder desenterrarlas. De esta forma, cuando llegaron «las galeras de España a esta ciudad para llevarse a la gente de guerra»[13] Antoni Rosselló les dijo que en ellas había un moro muy práctico y entendido en sacar tesoros y que si se ponían en contacto con él podrían tornarse ricos todos, puesto que sacarían una gran cantidad de «monedas de plata».

Así que se pusieron en contacto con el galeote y después se fueron a una casa a las que les condujo Antoni Rosselló. Abrieron y detrás de la puerta hallaron una piedra con unas palabras arábigas escritas en ella. Al parecer aquel musulmán las leyó allí mismo, asegurándoles que lo que ponía el escrito era allí estaba enterrada una caldera llena de monedas. Pero para sacarla necesitaba quemar incienso cuatro veces seguidas. A partir de aquí las motivaciones del galeote parecen cobrar más lógica, puesto que les requirió que le diesen veinte reales españoles para algunos gastos[14]. Seguidamente Antoni Rosselló le dio la cantidad que pedía. A los pocos días volvieron con el incienso[15] y el galeote ejecutó parte del conjuro, quemando incienso y pronunciando algunas palabras en arábigo.

Tras esta primera fase, aún quedaban tres más[16], pero el musulmán les volvió a pedir otros veintes reales castellanos, lo que fue el motivo de discordia entre ellos. De hecho, y a partir de ese mismo momento, Rosselló y sus amigos no quisieron saber nada más de él, pues intuyeron que solo les quería sacar dinero. Sin embargo, no desesperaron y continuaron buscando algún entendido en la materia. Pronto, alguien les informó que en la galera Santa Clara había otro mahometano galeote[17], manco y tuerto, llamado Agustín Verdugo y que este sí que era un verdadero especialista en desencantar tesoros. Algunos de los referidos buscadores contactaron con él y al cabo de unos días les acompañó a una casa abandonada, junto a la catedral, donde al parecer había mucha moneda enterrada. Allí quemaron un papel mientras realizaban un conjuro.

A lo largo de esa invocación, Verdugo entró en éxtasis pero de repente perdió el sentido. Cuando despertó les dijo que allí mismo había una enorme cantidad de dinero. Les narró que durante su tránsito había podido ver a un «niño vestido de colorado que tenía una caña en la mano y en su punta un papel que explicaba cómo debía sacarse»[18]. Esa visión le produjo una gran aprensión, que fue cuando perdió el sentido. A tenor de estas declaraciones se observa la ansiedad, pero también la desesperación, de todos los participantes. En el proceso se clarifica como, hasta en tres ocasiones, intentaron por todos los medios descubrir, en lugares distintos, tesoros escondidos.

Una de las declaraciones más esperadas por el tribunal fue la de Juan Carrió. Este reconoció que se habían puesto en contacto con «un moro de las galeras»[19] que le dio un papel escrito que debía leer un sacerdote, puesto que era un conjuro para exorcizar al demonio que guardaba un voluminoso caudal.

De hecho, tras la declaración de Carrió el expediente se remitió, en una primera instancia, a los calificadores, que afirmaron que «estos hechos son supersticiosos, hereticales, que los participantes son invocadores de demonios y que tienen un pacto explícito con él»[20].

Pero el expediente también aportaba noticias muy curiosas, y preocupantes para la Inquisición. Entre ellas que Antoni Rosselló estaba en posesión de un libro que se llamaba «Ciencia de Salomón», en realidad eran las «Clavículas de Salomón», y que servía primordialmente para descubrir y desencantar tesoros. Asimismo, también estaba en posesión de una extraña cuartilla en donde, al parecer, estaban escritos mil nombres e invocaciones de demonios. Todo este material era necesario para realizar sus conjuros y sortilegios, puesto que el tesoro estaba guardado por el diablo y, previamente, era menester sacarlo de allí con un exorcismo, por lo que necesitaban recursos que no tenían.

No era la primera vez que en la capital del reino se procesaban a buscadores de tesoros que habían utilizado la magia o la nigromancia para descubrirlos. Ciertamente, en 1603 se encausó a un judío llamado Johac, natural de Constantina, súbdito turco, que residía en Argel, pero que había sido hecho prisionero y en aquellos momentos estaba cautivo en Mallorca. Este personaje convenció a varias personas que en una casa existía una gran fortuna. Pero en esta ocasión los participantes actuaron con pies de plomo y, previamente, pidieron permiso a las autoridades para realizar los trabajos. Esta cautela inicial despareció pronto. Así, que las autoridades locales les concedieron para acometer únicamente la excavación y, a partir de aquí, contrataron a aquel especialista. Fueron al domicilio en cuestión y realizaron varias excavaciones por toda la casa. Tan solo aparecieron restos de cerámica, pero ninguna moneda. Recriminado por sus contratantes, Johac respondió que el tesoro estaba encantado, y que debía efectuar una serie de conjuros, entre ellos realizar un corte suave en un dedo de la dueña de la casa para regar con algunas gotas de sangre las habitaciones. También deberían comprar incienso y otros tipos de aceites y quemarlos durante tres días en un brasero, junto con un papel que presentaba caracteres arábigos.

Al cabo de este tiempo el tesoro se liberaría y podrían extraerlo sin ninguna dificultad. El tribunal consideró que estos actos eran heréticos, y que suponían un pacto explícito con el demonio y lo condenaron a doscientos azotes y al destierro permanente del reino de Mallorca[21]. Por estos mismos motivos también se abrió un proceso a uno de los participantes, Antonio Mudoy, que reconoció muchos de los hechos, pero que descartó que utilizasen sortilegios o encantamientos para buscar el tesoro, siendo penitenciado y desterrado tres años. El notario Antonio Font también fue otro de los que participaron en esa búsqueda y uno de los primeros que tuvieron la idea. Esta surgió, según explicó al tribunal, porque unos meses antes habían descubierto en esa misma casa unos antiguos papeles arábigos, por lo que dedujeron que existiría un tesoro.

Cómo se puede percibir la dinámica era muy similar a la que desarrollaron Rosselló y sus amigos. La utilización de conjuros, de oraciones y sortilegios presuntamente árabes, el uso de dibujos o diagramas, y el de incienso[22] y otras esencias. También, y como ya hemos citado, el conjuro debía aglutinar en perfecto orden no solo la escenografía descrita con los materiales necesarios, sino que debía incorporar un cierto ritmo para que el proceso concluyera de una forma rápida y sobre todo óptima.

Los calificadores confirmaron las relaciones que se habían establecido entre todos los que habían participado en los actos heréticos y los galeotes de la siguiente forma: «es a saber que los moros son encantadores e invocadores de demonios y Antonio Rosselló y Jaime Proassi son cooperantes y solicitantes de dichos hechizos y encantos»[23]. Por todo ello elevaron la petición que a Rosselló se le pusiera preso en cárceles secretas. Tras colocarlo en prisión el tribunal citó ante su presencia a Antoni Rosselló. El acusado negó saber nada, derivó el tema hacia otras circunstancias por lo que el inquisidor le preguntó directamente si sabía algo de tesoros y encantamientos, negando Rosselló saber nada de aquello. Acto seguido, y considerando que tenía una actitud absolutamente negativa y no colaborativa para esclarecer la verdad, se dispuso no solo que ingresara en la cárcel secreta, sino que además le pusieran grillos y cadenas.

Tras este notable salto cualitativo en la vida carcelaria de Antoni Rosselló su cambio de opinión, respecto a la colaboración, fue rapidísimo. A los pocos días pidió audiencia voluntaria para contar todo lo que sabía, aunque intentó desviar la responsabilidad hacia los otros participantes. Según Rosselló, Carrió habría dibujado un círculo grande en una sabana, y en el interior de este otro de más pequeño al que denominó «Clavículas de Salomón»[24]. Nicolas Eymeric estaba plenamente convencido que tanto la «Clavículas de Salomón», como «Tesoro de Necromancia» estaban fundamentados en el poder de los demonios, del culto que debían dárseles y, sobre todo, de las oraciones para convocarlos[25]. Al parecer, según el declarante, Carrió había dicho que sí un hombre se colocaba dentro de ese círculo estaría seguro y a salvo de los demonios[26].

Efectivamente, al rey Salomón se le atribuyó la redacción de un libro que contenía diversas fórmulas para convocar espíritus. Algunos autores consideran que, en cierta forma, esta obra, en hebreo Mafteah Shalomo[27], contiene algunos elementos que bien se podrían calificar como de magia cabalística, aunque de procedencia totalmente desconocida, no atribuible al famoso rey. Entre las diferentes instrucciones que contiene hallamos la elaboración del círculo mágico, en realidad un pantáculo. Entre los más comunes, puesto que había varías tipologías para distintos usos y con, lógicamente, distintos rituales. No obstante, dado la gran variedad de pantáculos que existe en la obra descrita, las referencias y testigos del proceso no terminan de aclarar cual de ellos dibujaron.

Rosselló intentó desviar la atención de su persona e inculpó a Carrió y a Proassi como los máximos responsables de la búsqueda del tesoro y de los conjuros. Así, había sido Proassi quien primeramente se puso en contacto con un musulmán que había llegado de Túnez para rescatar cautivos, de nombre Azan. Proassi le pidió informes sobre el primer galeote. Azan les respondió que aquella persona a que se referían no tenía demasiado crédito, que tan solo andaba buscando dinero y que no le hicieran el mínimo caso, lo cual coincidía de lleno con lo que había pasado. Entonces les remitió a otro, al galeote de la galera Santa Clara denominado Agustín Verdugo, puesto que él sí sabía de esas materias.

Después de ponerse en contacto con Verdugo todos ellos se fueron al domicilio de Proassi. Allí el musulmán[28] les dio un papel con ciertas palabras y símbolos extraños que no pudieron identificar. Acto seguido lo puso sobre unas brasas y colocó su mano sobre el humo que salía del papel. Finalmente, alzó la mano y, con esta extendida, indicó y señaló el lugar donde estaba oculta la moneda[29]. Moneda que no podía sacar porqué aún seguía encantada y protegida por un demonio[30].

Una vez hubieron terminado las declaraciones, el fiscal pasó a narrar sintéticamente los múltiples crímenes que, a su entender, habían quedado plenamente demostrados. Todos ellos realizados por Antoni Rosselló. Para el fiscal el acusado había realizado «muchos crímenes y delitos de herejía, con sortilegios e invocaciones al demonio, haciendo sacrificios y oraciones, mezclando cosas sagradas con temporales y profanas para busca moneda y tesoros»[31].

Por todo ello reclamaba una sentencia ejemplar[32], debiéndole condenar a la incautación de bienes, cediéndolas a la corona y al fisco real; castigando a sus hijos y descendientes futuros, incapacitándolos perpetuamente para obtener beneficios eclesiásticos y cualquier oficio público; también se reclamó que fuera puesto en tormento y que se le repitiera las veces que fuera menester hasta que relatara uno por uno todos los cómplices. Finalmente, el fiscal pidió una pena de tres años de destierro del reino.

Sin embargo, el tribunal, asesorado por algunos consultores y calificadores, impuso una condena bastante menor, aunque siguiendo las grandes líneas que pedía el fiscal. Así, a mediados de 1636 la sentencia lo condenaba a confesar una vez al mes, durante todo lo que quedaba de año; al mismo tiempo debía ayunar toda la cuaresma del año próximo entrante y, en ella, durante tres viernes, debería mantener un ayuno completo, solo le estaría permitido comer pan y agua. También debería rezar un tercio de la corona del rosario todos los días. Esta penitencia debería estar certificada por el confesor del reo. Además, también la sentencia inicial le impuso la incapacidad para que sus hijos y descendientes pudieran obtener beneficios eclesiásticos y empleos públicos. La última parte de la sentencia fue la del destierro, condenándolo a tres años.

Pero el proceso aún no estaba acabado del todo. La Suprema debía comprobar el expediente y avalar, o no, la sentencia. Y en este sentido aún la redujo mucho más. Ciertamente, la Suprema[33] anuló la condena a los hijos y descendientes y redujo notablemente el destierro a tan solo un año.

Antoni Picazo Muntaner
Universitat de les Illes Balears



NOTAS

[1] Sobre la corte del Verguer del reino de Mallorca, y la forma de su elección y nombramiento vid. JUAN VIDAL, Josep. “El gobierno del reino de Mallorca en la época de Felipe II” en MARTÍNEZ MILLÁN, J. (Dir). Felipe II (1598-1998), Europa dividida, la monarquía católica de Felipe II, Madrid: Parteluz, 1998, p. 413-450 (Tomo 1).

[2] AHN, Inquisición, 1708, Exp. 1 «Proceso de fe contra Antonio Rosselló, 1636».

[3] PANIZO SANTOS, Ignacio, «Fuentes documentales para la numismática en la sección de Inquisición del Archivo Histórico Nacional» en MUÑOZ SERRULLA, M La Moneda: Investigación numismática y fuentes archivísticas, Madrid: UCM, 2012, pp. 154-185, explica como «...tampoco faltan, los buscadores de tesoros tenían cómplices privilegiados como duendes y diablillos que les susurraban los emplazamientos. No resulta infrecuente localizar en la documentación inquisitorial el binomio buscador de tesoros y morisco». Y, como en otros muchos lugares, en el caso que nos ocupa la concurrencia musulmana también estuvo presente.

[4] VIDAL RETTICH, J. A. «El clero de Mallorca con cura de almas al introducirse la reforma tridentina», Bolletí de la Societat Arqueològica Lul· liana: Revista d’estudis històrics, núm. 41, (1985), pp. 269-278.

[5] DE LAS HERAS SANTOS, José Luís. «Los galeotes de los Austrias: la penalidad al servicio de la Armada», Historia social, 1990, pp. 127-140.

[6] CAMPOS MORENO, Araceli (Ed.), Oraciones, ensalmos y conjuros mágicos del archivo inquisitorial de la Nueva España: 1600-1650, México: El Colegio de Méxic, 1999. ROZA, Pablo, «Recetarios mágicos moriscos: Brebajes, talismanes y conjuros aljamiados», Señales, Portentos y Demonios. La magia en la literatura y la cultura españolas del renacimiento. Salamanca: SEMYR, 2014, p. 555-578. Autor que cita como «Los asmā’ Allāh al-ḥusnà o ‘los más hermosos nombres de Dios’, presentes en el texto coránico, constituyen un elemento recurrente no solo en las prácticas mágicas, sino también en una amplia nómina de rituales, plegarias y actos de devoción islámicos», p. 557.

[7] AHN, Inquisición, 1708, Exp. 1, fol. 2.

[8] CARO BAROJA, Julio, Vidas mágicas e Inquisición, Madrid: Istmo, 1992, vol. 1, p. 182 hallamos estas palabras «Pocos habrán sido los pueblos que hasta nuestros días no hayan tenido una casa mal famada; pocos también los que no hayan contado con algún lugar con posibles tesoros escondidos, tesoros encantados».

[9] Barruch tiene una procedencia hebrea, y significa «relámpago, resplandor», vid. DE PARADA, J.M. Diccionario filosófico de la religión, Madrid: 1850, p. 309.

[10] En la tradición aparecen oraciones para espantarlos, entre ellas «Nostro Senyor prenc per pare, la Mare de Déu per mare i sant Josep per padrí. Barruguet,vés-te’n d’aquí, que no pugues entrar a casa níngun vespre ni matí. Aquesta casa té quatre cantons, i a cada cantó un àngel hi ha; la Mare de Déu enmig hi està», vid. GUASCH, J.J.; RIPOLL, C.; TORRES, V. «Oracions tradicionals eivissenques», Eivissa, 1982 (13), pp. 14-20.

[11] ATIENZA LÓPEZ, Ángela, «De beaterios a conventos. Nuevas perspectivas sobre el mundo de las beatas en la España Moderna», Historia social, 2007, Pp. 145-168.

[12] En la rondallística mallorquina podemos encontrar una amplia relación a tesoros escondidos. Sobre el tema de la montaña y los tesoros cabe recordar la rondalla «La muntanya del tresor», sita esta entre los términos municipales de Sant Llorenç y de Artà donde, presumiblemente, los musulmanes escondieron con un conjuro protector todas sus riquezas. Vid. por ejemplo PÉREZ DE PERCEVAL, José, «En busca del» Tesoro de los Moros». Boletín del Instituto de Estudios Almerienses. Letras, 1987, no 7, p. 175-182». Y, en especial, la obra de GONZÁLEZ ALCANTUD, José Antonio, Lo moro: las lógicas de la derrota y la formación del estereotipo islámico, Barcelona: Anthropos Editorial, 2002.

[13] AHN, Inquisición, 1708, Exp. 1, op. cit. fol. 17.

[14] BARRIOS AGUILERA, Manuel, «Tesoros moriscos y picaresca», Espacio Tiempo y Forma. Serie IV, Historia Moderna, 1996, 9, pp. 11-24. CARDAILLAC-HERMOSILLA, Yvette. Los nombres del diablo: ensayo sobre la magia, la religión y la vida de los últimos musulmanes en España: los moriscos, Valencia: Universitat de València, 2005.

[15] Para GARCÍA, R.; RANGEL, E. «Curanderismo y magia. Un análisis semiótico del proceso de sanación», en Cultura Científica y Tecnológica, núm. 38-39 (2010), pp. 5-15, el incienso se usaba básicamente para crear un ambiente místico y una determinada escenografía en el espacio mágico-religioso.

[16] Las repeticiones son elementos fundamentales en todo conjuro y parte básica del rito. Vid. CAZENEUVE, J. Sociología del rito, Buenos Aires: Amorrortu, 1972.

[17] HERAS SANTOS, J. L. de las: «Los galeotes de los Austrias: la penalidad al servicio de la Armada», en Historia Social, núm. 6, invierno 1990, afirma, p. 128 «una revisión de la legislación penal de los Austrias revela que con el paso del tiempo un buen número de delincuentes se fueron haciendo acreedores de trabajos forzados al remo: ladrones, blasfemos, bigamos, testigos falsos, desertores, huidos de prisión, vagabundos, resistidores de la acción de la justicia».

[18] AHN, Inquisición, 1708, Exp. 1, fol. 21.

[19]Ibídem, fol. 29.

[20]Ibídem, fol. 37.

[21] Vid. PÉREZ, LL.; MUNTANER, LL.; COLOM, M. El tribunal de la Inquisición en Mallorca. Relación de causas de fe, 1578-1805, Vol. I, Palma: Miquel Font Editor, 1986, p. 256 y ss.

[22] LLAMAS MANTERO, Antoni, «La persecució de l’heretgia pel Tribunal de la Inquisició: «El cas de Maria Torres (1680)», Sessió d’Estudis Mataronins, 1995, n. 12, p. 205-210, explica detalladamente el caso de Maria Torres, condenada por intentar curar a otra mujer utilizando agua bendita y perfumándola con incienso.

[23] AHN, Inquisición, 1708, Exp. 1, op. cit., fol. 37.

[24] El libro aparece en el Novus Index librorum prohibitorum, editado en Roma en febrero de 1627 y en el Catalogus Haereticorum de VERGERIO, Pietro, editado en 1566. Aunque también lo hace en un tratado de filosofía de principios del siglo XVIII, el de BUDDEUS, Johann F. Introductio ad historiam philosophiae Ebraeorum, editado en 1702. También fue recogido como uno de los manuales más adecuados para los sortilegios amorosos por GRILLANDI, Paolo; PONZINIBIO, Gianfrancesco, Tractatus duo: unus de sortilegiis, 1592.

[25] Vid. LLORENTE, J. A. Historia crítica de la Inquisición de España, Madrid: 1822.

[26] Este tipo de recursos también fue muy utilizado en la magia islámica, vid. ÁLVAREZ DE MORALES, C. «Magia y seres maléficos en el islam», Clio y Crimen, 8 (2011), pp. 105-124. Para el autor en el Islam existirían dos tipos de magia, la de Salomón formaría parte de la magia «lícita».

[27] SAAVEDRA, Fernando Figueroa. La» Clavícula de Salomón»: la magia como osamenta expresiva de los miedos y deseos humanos. Cuadernos del minotauro, 2005, no 2, p. 99-118. En este artículo el autor explica como desde el secretismo rabínico la obra se escapó de ese contexto y en la Edad Media sufrió varias adulteraciones, añadidos y, por supuesto, introducciones de carácter eminentemente cristiano. Para una mayor información sobre las Clavículas de Salomón, y su detección por la Inquisición a lo largo de los siglos XVI y XVII véase la obra de CARO, Julio. Vidas mágicas e Inquisición, Madrid: Istmo, 1992, en la que, haciendo referencia al libro, explica, p. 159 como «Que las malas lecturas son frecuente causa de la perdición de las almas es cosa que se ha repetido, sobre todo entre gente poco aficionada a leer». También recoge algunas antiguas referencias que vincularon a Salomón con la Magia, en este caso los escritos de Flavio Josefo que citando a los libros salomónicos habló de la «Magia Salomonis». Sobre este libro y los llamados caracteres de Salomón, discurre así el doctísimo Obispo de Segorbe, D. Juan Bautista Pérez, en su memorable ‘Parecer’ contra los plomos de Sacromonte, escrito en 1595: «Los nigrománticos tienen cierto libro de conjuros con caracteres incógnitos, el qual llaman Clavicula Salomonis, y está vedado en todos los catálogos de la Inquisición; y los mágicos fingen que le escribió Salomón fundándose en un lugar de Josefo el qual dice en el octavo libro de ‘Antiguedades’, en el capítulo 2» en MENÉNDEZ PELAYO, M. Historia de los heterodoxos españoles, Madrid: CSIC, 1992, p. 856.

[28] GARCÍA-ARENAL, Mercedes, «La Inquisición y los libros de los moriscos», Memoria de los Moriscos: Escritos y relatos de una diáspora cultural. Coord. por Alfredo Mateos Paramio, 2010, pp. 57-72.

[29] SANTIAGO MEDINA, Bárbara, «Que nos enseñes señal de esta moneda: Inquisición, gitanas y tesoros ocultos en el reino de Valencia (siglo XVIII)», En Mulieres inquisitionis: la mujer frente a la Inquisición en España. Academia del Hispanismo, 2017, Pp. 309-340.

[30] Sobre la magia y la búsqueda de tesoros en el reino de Mallorca, vid. RIERA, F. Remeis amatoris, pactes amb el dimoni, encanteris, per a saber de persones absents, cercadors de tresors, remis per a la salut : bruixes i bruixots davant la Inquisició de Mallorca en el segle XVII, Palma: Olañeta, 1979.

[31] AHN, Inquisición, 1708, Exp. 1, op. cit. fol. 101.

[32] Sobre la relación entre las costumbres, los deseos y las necesidades de los devotos y la respuesta a la ortodoxia que realizó la Inquisición, vid. COLLANTES DE TERAN, M. J. «Censura inquisitorial y devociones populares en el siglo XVIII», Revista de la Inquisición, 10 (2001), pp. 75-164. GACTO, E, «Inquisición y censura en el Barroco», en TOMAS Y VALIENTE, F, (Et. Al.), Sexo barroco y otras transgresiones premodernas, Madrid; Alianza Editorial, 1990, pp. 153-173

[33] Sobre el reglamento y funcionamiento de la Suprema, vid. ESCUDERO, J.A. Perfiles jurídicos de la Inquisición española, Madrid: Universidad Complutense, 1986.



Ingenuidad y ambición. Sortilegios y religión en la busca de tesoros

PICAZO MUNTANER, Antoni

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 464.

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