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Este artículo parte de la hipótesis de que las hadas del NW ibérico (moras o mouras, encantadas y xanes) pertenecen a una única tradición compartida al menos con Bretaña y País Vasco, y que hasta época relativamente reciente fueron objeto de un culto sincrético que se expresaba mediante mitos y rituales ajenos a la religión dominante. Mostraré un ejemplo concreto de este culto, un conjunto de prácticas atestiguadas en León y Asturias en las que intervienen el pan y los niños, así como una explicación mítica de dichos rituales contenida en una leyenda bretona de hadas. Concluiré con una referencia a Gran Bretaña, que podría darnos una pista sobre la antigüedad y el origen de este sistema religioso.
Verdaderos creyentes y el regalo del hada
En la Europa preindustrial, en la cultura que prevalecía entre los campesinos del continente hasta la caída del Antiguo Régimen y que ha ido extinguiéndose a lo largo de los últimos doscientos años, la creencia en las hadas iba más allá del simple entretenimiento o de alguna moraleja sobre la codicia o el altruismo. Tomemos las conocidas historias de niños cambiados, ML 5058. Las hadas secuestran a un bebé y lo cambian por su propia cría. Una forma de forzarlas a devolver el bebé humano es poner agua a hervir en cáscaras de huevo de modo que el niño feérico, sorprendido ante la extraña escena, confiesa sin darse cuenta su edad, momento en que la madre humana golpea a la criatura hasta que la madre feérica se aparece para rescatarlo y devuelve al niño secuestrado.
Como ocurre con muchos motivos folklóricos y legendarios, la historia de las cáscaras de huevo se repite por un área amplísima, al menos desde Asturias hasta Lituania[1]… Pero es más que eso. La gente creía realmente en los bebés cambiados: el mito daba una excusa a los padres para el desapego por los hijos con problemas de desarrollo, niños que no ayudaban en el trabajo y que suponían una amenaza cuando la familia se hallaba al borde de la subsistencia. Y las consecuencias podían ser horribles:
Los registros judiciales entre 1850 aproximadamente y 1900 en Alemania, Escandinavia, Gran Bretaña e Irlanda revelan numerosos procedimientos contra reos acusados de torturar y asesinar a niños supuestamente cambiados, pero incluso cuando se llega a un veredicto de culpabilidad las penas rara vez son tan severas como en casos comparables que no incluían la creencia en niños cambiados.
(Ashliman 2006, 28).
Era una creencia real con efectos en el mundo real, y tenía además siglos de antigüedad: ya Martín Lutero escribió sobre los niños cambiados en el siglo xvi (Ashliman 2006: 139).
Este trabajo, sin embargo, no se centrará en los espíritus malignos sino por el contrario en las hadas buenas, por las cuales sentían los campesinos europeos una devoción muy semejante a vírgenes y santas. Reproduzco a continuación un fragmento que describe muy bien esta extraña fe sincrética que agonizaba en los rincones más apartados del continente hace poco más de cien años[2]:
Un día de éstos, durante una peregrinación otoñal al alucinante bosque de Paimpont […] me encontré bajo el espeso follaje del Pas-du-Houx con una mujer recogiendo leña, con la cual no dejé, como bien imaginará usted, de entablar conversación. Uno de los primeros nombres que pronuncié fue, naturalmente, el de Viviane.
‘¡Viviane!’ gritó la pobre vieja. ‘¡Ay! ¡Bendita sea, la buena señora! Pues es tan buena como hermosa… Sin su protección mi buen marido, que trabaja de leñador, habría caído, como un lobo, bajo las armas de los guardas…’ y comenzó a narrarme cómo su marido, en parte cazador furtivo como todos los leñadores de estas comarcas, había salido una noche a acechar un corzo en las cercanías del Butte-aux-Plaintes, y había sido sorprendido en flagrante delito por una partida de guardas. Trató de huir: los guardas dispararon. Una bala le alcanzó en el muslo: cayó, y ya se preparaba para dejarse matar allí mismo, antes que rendirse, cuando de repente se interpuso entre él y sus atacantes una especie de niebla muy espesa que lo cubría todo – el suelo, los árboles, los guardas y el mismo herido. Y oyó una voz que salió de la niebla, una voz suave como el susurro de las hojas, y le murmuró al oído: ‘Salvaos, hijo mío: el espíritu de Viviane os cuidará hasta que hayáis salido del bosque’. Tales fueron las palabras exactas del hada’ concluyó la recolectora de leña.
Y devotamente se santiguó, pues la religiosa Bretaña –como usted sabe– venera a las hadas tanto como a los santos[3].
Rennes, 1 noviembre de 1910
Anatole Le Braz, Profesor de Literatura Francesa, Universidad de Rennes, en Bretaña; autor de ‘La Légende de la Mort’, ‘Au Pays des Pardons’, etc. (Evans-Wentz 1911, 189 y 190).
Para profundizar en la naturaleza de estas benefactoras sobrenaturales he elegido un motivo en particular: ‘El Regalo del Hada’, que se manifiesta, igual que los niños cambiados, no sólo en forma de leyendas sino también como ritual.
‘El regalo del hada’ sigue el siguiente esquema:
Las fées de los houles, las hadas que habitaban las cuevas así llamadas, en los acantilados de la costa NE de la península armoricana, eran particularmente aficionadas a estos regalos: la gallina negra que enriquecía al que la poseía, paquetes de ropa, el anzuelo que daba suerte, la bolsa inagotable, el cordón mágico (Sébillot 1882, 99)… Sin embargo, solo conozco dos ejemplos asturianos; los dos fueron recogidos recientemente por Alberto Álvarez Peña y por su interés, reproduciré ambos:
Había otra fuente que llamaban El Repine y allí había otra xana, eso decían que fue verdad. Esa fuente daba agua todo el año, y una mujer de Verdiciu, Carmela, iba a por agua y se encontró con la xana, que estaba tejiendo con el mismo hilo siempre, con el mismo ovillo y un día Carmela le preguntó cómo es que estaba siempre con el mismo hilo y no se le acababa. Y dice la xana que le va a dar un ovillo de esos a ella pero que no le dijese a nadie quién se lo había dado. Que no lo contara porque el día que lo hiciera se le terminaba. Y Carmela marchó con un ovillo, que se usaba para hacer alpargatas, remendar la ropa, lo que fuera. Y se ponía a tejer y no se le terminaba el hilo. Hasta que un día llegó Manuela Vega y la vio y le preguntó cómo hacía que no se le terminaba y dice Carmela: ‘Calla, te lo digo a ti pero no se lo digas a nadie, me ha ocurrido esto’. Y en cuanto se lo dijo tiró del hilo y se le acabó[4].
Informante: María del Carmen Suárez González, ‘Maruja la Rebollada’, 83 años, natural de Verdiciu, actualmente vecina de Budores, municipio de Gozón. Recogido el 6 de octubre de 2013.
En la tradición del NW ibérico, casi todas las historias de hadas incluyen un ‘desencantamiento’. En el segundo ejemplo, el regalo del hada es una recompensa por haberla desencantado:
Contaban que había una encantada que había bajado del Picu’l Val.le, en Fulgaraxú [Cangas del Narcea], en una fana, [ladera cubierta de rocas] montada encima de un baúl, hilando. Al parecer tenían que tirarle algo encima [para desencantarla] y le tiraron un manto y ella les dio unas tijeras para esquilar diciéndoles que con ellas siempre tendrían lana y buenas ovejas. Pero los de la casa esa, un día, prestaron las tijeras, que eran para ellos únicamente, y desde entonces ya no lograron una oveja más[5].
Informante: Antonio López, 53 años, 8 de octubre 1998.
Veiga’l Castru –Cibuchu– Cangas del Narcea. (De Milio Carrín 2020).
El regalo más repetido entre las hadas bretonas y normandas es el bollo de pan que nunca se acaba:
Hubo una vez, en Frêne, una buena señora que se lamentaba de no tener pan que dar a sus hijos. Fue a pedir caridad a las Margot la fée, y una de ellas le regaló un gran pedazo de pan que no menguaba jamás. Pero un día la mujer de Frêne olvidó que la Margot la fée le había prohibido compartir su pan; le dio un poco a una comadre de la vecindad, y a partir de ese momento el pan disminuyó como un pan normal[6].
Informante: M.E. Hamonic, de Moncontour. (Sébillot 1882, 112, 113).
Por una parte, la prohibición de compartir o de hablar del regalo podría funcionar como una justificación de la creencia: si los beneficiarios mantienen sus regalos feéricos en secreto, quizás las historias sean ciertas y los demás no nos enteremos. Por otra parte, es curioso que el mandamiento de las hadas sea tan contrario al cristianismo. En el siguiente ejemplo, los protagonistas pierden el pan mágico por compartirlo con los pobres:
Las hadas del houle de Teignouse, el cual está también en Plévenon, tenían un buey pastando en el páramo; un día se salió de él y se metió en el trigo, causando daños. Los labradores que habían sido perjudicados vinieron a quejarse a las hadas, quienes para compensarles les dieron un buen trozo de pan, diciéndoles:
- Aquí tenéis, para compensaros por el daño que os ha hecho el buey, y el pan no disminuirá mientras lo comáis entre vosotros; pero desaparecería si dieseis aunque solo fuera una miga a un extraño.
El pan duró dos años: al término de ese tiempo desapareció, porque cortaron un trozo para un mendigo[7].
Informante Scolastique Durand, 1879. (Sébillot 1881, 13, 14).
¡Fée dame un bollo!
Que yo sepa, las hadas del NW no regalan panes eternos, pero el concepto de un espíritu femenino, maternal y generoso, que regala pan, está arraigado en la zona:
[…]
—¡Papá! ¿Cómo es la xana?
—Es una mujerona alta con un pañuelo a la cabeza, delgada…
Siempre nos decía eso mi padre.
[Vecino]: La xana del monte.
[Elvira]: ¿No te digo yo que nos decía… la xana del monte? Aquí decían ‘la xana del monte’. Que mi padre iba para el monte a cerrar, para La Recostona, iba a cerrar y… claro él llevaba… entonces era el zurrón lo que se llevaba, y mi madre le echaría un bocado, y cuando bajaba pues, claro, nos traía un poco de pan, en aquellos tiempos el pan era como si fuera gloria y…
—¡Oye, papá, ¿cómo es que nos traes este pan?
—Me lo ha dado la xana del monte, me he encontrado con la xana del monte y me lo ha dado la xana del monte.
¡A nosotros, nos sabía a gloria aquel pan[8]!
Informante: Elvira García, 72 años, de Parana, Pola de L.lena (2005). Entrevistador: Xosé Antón Fernández Martínez, ‘Ambás’. (Fernández Martínez 2006a, 40).
Hemos dado un salto crucial: dejamos atrás el mundo de la narración, de la leyenda, y entramos en el de la acción más o menos ritualizada. El hada que regala pan a los niños, una especie de ‘Ratoncito Pérez’ de los pastores, no habita en el pasado brumoso del mito, sino que vive y actúa en el presente de los niños que creen en ella. El hada del pan ha sido anotada (al menos) en diversas zonas de lengua vasca y en ciertas comarcas de montaña asturleonesas, en un área relativamente pequeña a ambos lados de la divisoria.
En el País Vasco, los pastores llevaban la cena a los pastos altos y al volver a casa mostraban las sobras a sus hijos y les decían que ese era el regalo de la Mari, o de la vieja del monte o de la abuelica del monte (Satrústegui 1983, 111).
En Asturias aparece en Pola de L.lena, como acabamos de ver, pero también en Somiedo (Suárez 2003, 338-39). En la vertiente leonesa, donde José Luis Puerto estudió a fondo el personaje, se documenta en Fenar, en Acebedo, en Lugueros, en Riaño… Este hada generosa recibe diversos nombres: Xana del Monte, Vieja del Monte (Somiedo), Abuela del Monte; en Acebedo tiene nombre propio, Julianina; en Lugueros se multiplica, y los niños recibían allí el ‘Pan de Muyerinas’, míticas panaderas que vivían en el monte del mismo nombre[9].
La Xana del Monte, la sencilla broma que los pastores gastaban a sus hijos al regresar a casa, es la versión más pobre del personaje. En el siguiente nivel de complejidad aparecen emplazamientos feéricos, cuevas o peñas señaladas, asociados al mito. Cuando se conserva este vínculo entre el hada panadera y el paisaje, la broma puede cambiar: ya no es siempre el padre el que lleva el pan a los niños, sino que a veces son estos los que van a visitar al hada.
En la comarca de Fenar se encuentra la Peña la Güela donde se localizan varias cuevas, en una de ellas, la Cueva la Güela, dice una tradición que vive una vieja que regala tortas a quien la visita. Cuando un niño de la zona tarda en llegar a casa o se quiere bromear con él se le pregunta:
-¿Fuiste a la Peña la Güela? ¿Te dio torta?
Las tortas, dice la tradición, las cocía la Abuela en el Horno la Güela, que es otra cueva menor con la entrada redondeada de modo que parecía la boca de un horno casero.
(Miranda Pérez-Seoane 1990, 577 citada en Bartolomé Pérez 2013, 99, 100).
En Fenar, la visita a la peña se recuerda solo como frase hecha; en la Sierra del Aramo, sin embargo, en el municipio asturiano de Riosa, algo alejado de la raya con León pero en un entorno igualmente pastoril y de alta montaña, los pastores novatos que subían al Puerto Aramo iban realmente al encuentro del hada y practicaban un ritual, una verdadera invocación:
El Sierru es un peñasco que hay según se subía por la senda para el Puerto [Aramo] por el lado de Felguera, y te mandaban a las primerizas, a las chicas o niños grandes que iban para el Puerto, los otros que sabían, más veteranos, nos mandaban dar allí cabezazos, que salía una viejecita con bollos de cuernos. Nos mandaban que golpeásemos con la cabeza en el sierru aquel, en el peñasco aquel. Y por eso se llama El Sierru de… El Siirru les Turriaes [Sierra de los Cabezazos[10]].
Informante: María Vázquez Sariego, ‘María Turón’, 86 años de Felguera, Riosa (2005). Entrevistador: Xosé Antón Fernández Martínez, ‘Ambás’. (Fernández Martínez 2006b, 54).
Idéntica tradición aparece en el pueblo leonés de Trescastru/Trascastro, municipio de Peranzanes, de nuevo lindando con Asturias. Al hada panadera la llamaban allí La Tía Prieta («Tía’ se refiere evidentemente al antiguo título de respeto reservado a las personas mayores). Se decía que la Tía Prieta vivía en cierta peña en el Camín dos Freixos, la llamada ‘Casa da Tía Prieta’. Igual que en Riosa, los adultos gastaban una broma a los niños que subían por primera vez al pico Moredina (1.857 m), diciéndoles que tenían que golpear la roca («llamar a la puerta») e invocar al hada panadera:
C: – […] Y había que ir allí. Llamaba a la puerta... que era una peña... Pero tú llamabas allí:
–¡Oye, tía Prieta…!
R: –Dame un bollo’.
C: –»Dame un bollo’.
– Y... esperabas, claro. Había niños que decían:
–No, a mí no me ha salido. No me ha salido la tía Prieta, no me ha dado el bollo.
Y otros venían para casa:
–¿Te ha dado el bollo?
–Sí, sí. A mí me ha dado el bollo[11].
C: Cipriano Álvarez Iglesias (Trescastru, 1944). R: Rolando Ramón Ramón (Trescastru, 1944). Entrevistador: Fernando Álvarez-Balbuena. Entrevista realizada el 5 de septiembre de 2013. (El Teixu 2016).
El último de estos rituales del que tengo noticia y el que parece el más completo de todos fue anotado en Villamexín, ayuntamiento de Proaza, de nuevo en la montaña central asturiana. Una vez más los niños ascienden a la morada del hada y una vez más la invocan pidiendo pan. La principal diferencia es que esta vez la broma está unida a un festival anual. La panadera mágica recibe aquí, como en Acebedo, nombre propio:
Cuando llegaba el domingo de Carnaval, o Domingo Gordo, la chiquillería del pueblo se ataba a la cintura cencerros, esquilas o carracas y subía corriendo hasta La Cueva la Maruxina. Los mayores les decían que al llegar allí la Maruxina les daría de merendar, que daba roscones. Ellos al llegar le gritaban, le cantaban, le pedían el bollo… Y lo que oían por respuesta era la voz del eco. Algunos se atrevían a trepar por un resquicio hasta el interior de la cueva en la que ‘vivía’ la Maruxina. Allí el espacio es grande, con chimeneas, aberturas, etc., que los niños identificaban con partes de la casa de la Maruxina, con las ventanas, cuartos, balcones… Esta tradición estuvo viva hasta mediados del siglo xx.
(De la Torre García 2007, 606[12]).
Teníamos historias sobre hadas que regalan panes eternos, tenemos ahora niños golpeando la peña donde vive el hada panadera; veremos a continuación una historia sobre niños que golpean la piedra del hada pidiendo el pan eterno.
El Houle de Corbière está situado en el municipio de Saint-Cast-le-Guildo, en Côtes-d’Armor. En 1879 una mujer de ochenta años llamada Marie Chéhu, de Saint Cast, le contó a Paul Sébillot una historia que, en mi opinión, explica los rituales que hemos venido viendo.
Agnes Depais vivía con su marido en la carretera a la Pointe de la Corbière. Un día oyó ruidos bajo el hogar de su casa, como de una mujer hilando, y descubrió que se trataba de un hada maravillosa, de las que viven en el Houle de la Corbière. El hada le concedió toda clase de favores: a lo largo de los años le ayudó a curar las enfermedades de su familia y a encontrar reses de su rebaño extraviadas. Ella, sin embargo, quería más:
Agnes estaba muy contenta; sin embargo, lamentaba no haber pedido pan. Pensaba en ello todo el tiempo y dijo:
- ¿Cómo haría yo para rogarle al hada que me dé pan para mí y mi familia, pan de hadas que no mengua?
Una noche en la que no quedaba una miga de pan en casa, el hijo de Agnes tenía hambre y lloraba por un trozo; ella oyó ruido bajo el suelo, y puso un martillo en la mano del niño, diciéndole:
-Golpea fuerte en la piedra del hogar, y pídele pan a la buena señora que ya nos ha hecho tanto bien.
Habló alto, creyendo que su voz se oiría. El niño cogió el martillo y golpeó fuerte en la piedra, diciendo con voz mimosa:
-Buena señora, dame pan; tengo hambre.
Oyeron un golpe: ¡Pam! ¡Pam! bajo la piedra, que se alzó, y una mano depositó sobre el hogar una torta de pan, mientras una voz decía:
-Toma, cariño, con esto comerás toda la vida, si sabes guardar mi regalo y no se lo das a nadie salvo a tus padres.
El pan no disminuyó y, aunque lo cortaban, se mantenía fresco y entero, y esto duró más de diez años. Pero una tarde el marido de Agnes durante una fiesta, se trajo a un amigo; cogió la torta del hada del aparador y cortó un pedazo para su amigo. Pero inmediatamente el pan feérico desapareció, y aunque Agnes y sus hijos suplicaron repetidamente a las señoras del Houle que les diesen otro pan, ellas se mantuvieron sordas a sus ruegos[13].
(Sébillot 1881, 11, 12).
El hada de esta historia hace todo tipo de regalos, pero el procedimiento cambia cuando se trata de pan. Fue la propia Agnes la que pidió las medicinas y la cuerda mágica; en cambio, cuando quiso pan recurrió a un niño para invocar al hada. El cuento describe un ritual muy parecido al que observamos en Trescastru, en Siirru les Turriaes y en Villamexín, faltando únicamente el ascenso de los niños hasta la morada de la panadera:
Lo que conocíamos en su forma ritual se nos manifiesta ahora como mito. Es decir: la supuesta broma surgió, con toda probabilidad, de una antigua creencia en un espíritu femenino, una ‘diosa’ que habita en cuevas y peñas, proveedora de pan y por tanto de prosperidad; es además protectora de los niños. La creencia era la misma a ambas orillas del Golfo de Vizcaya, pero la degradación de la tradición oral y los azares de su registro nos conservaron el ritual a un lado, el mito al otro. Los adultos de época más reciente ya no creían en Maruxina ni en la Tía Prieta, pero sabemos que hasta hace poco la creencia en las hadas era casi generalizada: la invocación de los niños, en aquella época, debía de buscar el favor de la proveedora sobrenatural, su bendición para la producción de alimento. Es decir: en algún tiempo los vecinos de Villamexín, los mayores, enviaban a los niños a pedirle pan a Maruxina con la misma esperanza con que Agnes mandó a su niño a pedirle pan al hada del Houle de Corbière.
Las hadas madrinas
El amor por los niños del hada de Corbière no es un elemento extraño en las leyendas bretonas: la conexión entre hadas y niños es un tópico muy repetido, hasta el punto de que el hada madrina, como el dragón, el vampiro balcánico, el hombre-lobo y el leprechaun irlandés, es uno de los personajes del folklore europeo que se ha incorporado a la cultura audiovisual contemporánea. De hecho la película de Walt Disney ‘La Bella Durmiente’ (1959) refleja con precisión el motivo del hada madrina, generosa cuando se la invita al nacimiento de un niño, vengativa cuando no es así:
A menudo las hadas pedían ser madrinas de los hijos de los hombres (ver la Fée et le Marin; la Houle de la Teigneuse; la Mort des Fées; les Fées du Guildo), ellas hacían regalos a sus ahijados; pero si se les negaba el ser madrinas, se vengaban (Ver Sébillot 1881, 17, la Houle de Poulifée).
(Sébillot 1882, 99 y 100).
Les ofrecíamos leche y ellas hacían trabajo por el mundo, y no hacían otra cosa que el bien, sin ser pagadas; pero no les gustaba que se las desairase.
Daban nombre a los niños, sobre todo a los de las casas grandes, les hacían regalos y les profetizaban lo que les aguardaba[14].
Informante: François Mallet, de Gouray, 1880. (Sébillot 1882, 110).
Una mujer tenía dos hijas; no había invitado a la superiora de las Margot la fée a dar nombre a su hijo; así que la superiora hizo que el rostro de una de las hijas se volviese negro como una sartén. Las hadas la tomaron a su servicio, y le ordenaron hilar el hilo tan fino como sus cabellos […][15].
Informante: J.M. Comault, de Gouray, 1881.(Sébillot 1882, 111).
¿En qué consistía eso de ‘invitar a las hadas’ al nacimiento de un niño? La cita anterior, en la que se mencionan ofrendas de leche, nos da una buena pista. Alfred Maury, en su libro ‘Las Hadas en la Edad Media’, la confirma: «Hace mucho, cuando a sus mujeres les llegaban los dolores del parto, los bretones servían una comida en una estancia contigua a la de la parturienta, comida que estaba destinada a las hadas cuyo rencor temían». (Maury 2007, 20).
Las leyendas sobre hadas que se presentan junto a la cuna de un niño noble probablemente se refieren a esta ofrenda que pretende propiciarlas. Si esta ofrenda convertía al hada en madrina de la criatura, entonces el hada que regala pan a un niño podría referirse a la tradición del pan de Pascua, difundida desde Portugal hasta Creta, en la cual la madrina regala un pan dulce a sus ahijados. Como decía el refrán asturiano: «No es buena madre la que no pare, ni buena madrina la que no pone bollo»[16]. (Viejo Fernández 2012, 348).
Más arriba ya vimos el fragmento de Anatole Le Braz acerca de Viviane y la devoción que sentían por ella los bretones. Las panaderas feéricas disfrutaban idéntica veneración:
Ellas prestaban un servicio al mundo y nunca pedían recompensa; pero no querían que se les faltase al respeto.
Daban grano a los que eran corteses con ellas y pan del que no mengua mientras no lo repartas con otros[17].
Informante: François Mallet, de Gouray. (Soubillot 1882, 112).
En la costa se les da muy a menudo el nombre de ‘buenas señoras’ o el de ‘nuestras buenas madres las hadas’; en general se habla de ellas con cierta consideración.
En Berry […] se les da también el nombre de ‘buenas señoras’; en el resto de Francia, se las designa frecuentemente por un vocablo análogo.
(Sébillot 1882, 74).
Al sur de los Pirineos, tal vez sea la Mari vasca el ejemplo más evidente de un culto feérico, incluyendo ofrendas y la misma insistencia en darle el tratamiento adecuado y no ‘faltarle al respeto’ a la que tiene su morada en las cuevas[18]. Como ya se explicó más arriba, en el País Vasco también aparece el hada que regala pan a los niños, a veces identificada con la propia Mari (Satrústegui 1983, 111). Más al oeste, el caso más parecido que conozco tal vez sea la mora de Picu Castiellu, en Llanes. De esta mora se dice que es panadera y que las nubes son el humo de su horno. Los dos testimonios que siguen provienen de las transcripciones de las grabaciones realizadas por el historiador y etnógrafo Ramón Sordo Sotres:
Mª Pilar: La Cueva la Mora, lo de la Cueva la Mora.
Madre: La conozco de verla desde aquí que decían que era la Cueva la Mora y cuando había… Nubes y cosas que pasaban por ahí, es que iba a llover. Cuando salía una nube allí, decían que iba a llover.
Mª Pilar: Cuando la mora echa la torta.
Madre: Sí.
Informantes: María del Pilar Junco y su madre, Poo de Llanes, 21 – 10 – 89.
[Sobre la historia de la mora del Picu Castiellu, dice que la cueva no llega a un metro de profundidad].
Está dentro del Soberrón una mora encantada, que cuando hay niebla allí qu’es que cocina … es el humo pero nada, eso, como comprenderás.
Pero no hay cueva,eso lo primero […].
Informante: Cayetano Rubín de Celis, Llanes, Diciembre 1988.
Según uno de los informantes, esta panadera de la montaña era un espíritu benevolente, poseía un gran poder y obraba milagros:
Serafín: […] la mora le echaba la bendición […]
Maruja: Era un encantamiento favorable a la gente
Serafín: La última historia de la mora es que la gente ya no llegó a creer en ella, y desapareció.
Creían en la mora mi madre y mi tía. Una tía de La Galguera, la abuela de Remigia, que era una infeliz, y platicaba y platicaba de la mora y decía que fuera donde la mora a comprar y que no dejaras de ir allá, que era muy buena y que hacía favores y que arreglaba la condición física y económica de toda la gente.
Yo no.
Serafín Somoano Calvo, de San Roque l’Acebal, y Maruja (apellido no registrado) 4 – 12 – 1988. Transcripción de las grabaciones recogidas por Ramón Sordo Sotres.
(De Milio Carrín 2020).
Seguramente le debemos a esa ‘abuela de Remigia’, devota seguidora de la mora, los detalles que Serafín Somoano Calvo transmitió a Ramón Sordo Sotres; la mora, que habitaba una cueva en el Picu Castiellu, junto al pueblo de Soberrón, daba regalos ‘de buen agüero’ a los pastores de la zona a cambio de la comida que ellos le llevaban. El testimonio del informante se vuelve confuso a veces e incluso contradictorio, pero a grandes rasgos parece describir un mecanismo semejante al de las hadas bretonas: ofrendas (sobre todo leche y queso) a cambio de favores y regalos mágicos (sobre todo, pan). Para congraciarse con la mora era imprescindible, como en Bretaña y en el País Vasco, dirigirse a ella mediante una fórmula de respeto, ‘quiero [un regalo: tijeras, peine…] Y la mora entera»; ella podía tornarse vengativa en caso contrario. Tampoco cabe duda sobre el carácter positivo del personaje, ‘un encantamiento favorable a la gente’.
La bruja de las crepes
El pueblo de Toddington, en el condado de Bedfordshire, se encuentra al norte de Londres, a unos 10 km de Luton. Podría decirse que se encuentra relativamente cerca del Houle de Corbière. Es un dato relevante porque en Toddington se mantiene una tradición que nos recuerda, de nuevo, la historia de Agnes y el niño pidiendo pan.
Todos los años, al llegar el martes de Carnaval (Shrove Tuesday), las campanas de la iglesia suenan al mediodía y los niños del pueblo, saliendo de la escuela, corren a la colina de Conger Hill, donde antaño se levantó una fortaleza normanda del S.XII. Cuando llegan a la colina los niños se echan sobre el suelo y aplican la oreja porque creen que es en ese momento cuando se puede oír a la Bruja, bajo tierra, friendo las crepes típicas de la fiesta. La gracia está en que al volver a casa, evidentemente, los niños se encontrarán las crepes esperándoles.
Hoy día se ha revivido la tradición, abandonada durante años. Existe una grabación del 13 de febrero de 1964, disponible en la web de Associated Press[19], en la que incluso se entrevista a algunos de los niños: ‘Oí brujas, oí también freír crepes, [¿Convencí?] este año a algunos amigos para que excavemos un agujero, y veamos lo que hay ahí abajo […]»[20].
Es difícil conocer la antigüedad de esta costumbre, de la que no he encontrado otros ejemplos británicos[21]. El maestro local anotó en 1865 que los niños dejaron la escuela al mediodía del Martes de Carnaval, ‘según una antigua costumbre’, lo cual es indicio de que ya estaba bien asentada a mediados del XIX, y también de que no debía de ser común en Inglaterra[22]. El mejor argumento a favor de la antigüedad de la bruja de Toddington es, sin embargo, la asombrosa semejanza con la ascensión de los niños a la cueva de Maruxina, en Villamexín, el domingo de Carnaval[23]. También recuerda al hada de Corbière quien hacía, como la bruja, ruido mientras trabajaba bajo el hogar de Agnes.
Hemos trazado un triángulo, cada esquina en un país distinto. Villamexín (a 660 km al SW del houle de Corbière) y Toddington (390 km al NE) son el rito, Agnes y el hada son el mito, pero me parece indiscutible que la creencia subyacente es la misma en los tres casos. Tal vez llegó a Toddington con la invasión normanda y a Asturias-León por el camino de Santiago, tal vez derive de una tradición más antigua aún, común a los tres lugares: tal vez, y esto me parece menos probable, sea una invención reciente: si ese fuera su origen me esperaría más casos y en poblaciones más importantes.
Conclusión
¿Qué podemos extraer, finalmente, de este ejercicio de triangulación?
Lo primero, que las poblaciones campesinas practicaron un culto feérico, un conjunto de leyendas y rituales que honraban a las ‘hadas’, poderosos espíritus femeninos que habitan ciertos puntos señalados del paisaje (cuevas, peñas llamativas). Este culto estuvo extendido por buena parte de la fachada atlántica de Europa, y sobrevivió hasta los siglos xix-xx, según los países, momento en que sus últimos restos fueron anotados por etnógrafos y folkloristas.
El artículo se ha centrado en una creencia en particular, la del hada panadera, un verdadero complejo mítico que incluye tanto leyendas como rituales. Curiosamente, las leyendas aparecen sobre todo en Bretaña y zonas cercanas, mientras que los rituales fueron anotados en el País Vasco, Asturias y León, más un último ejemplo en Inglaterra.
En las leyendas, las hadas son espíritus generosos que hacen regalos mágicos a los humanos; el más típico de estos regalos es el ‘pan de hadas’, que nunca mengua. Las hadas tienen además una relación especial con los niños, son ‘madrinas’. En una de las leyendas, en la que a la familia ya no le queda, es el niño hambriento el que invoca al hada, golpeando la piedra tras la que ella vive y pidiéndole pan al mismo tiempo. El hada accede a sus ruegos y le entrega el pan mágico, que beneficia a toda la familia.
Los rituales recalcan mucho más la relación entre el hada y los niños. Consisten en bromas en las que se hace creer a los pequeños de la familia que cierta mujer generosa, que vive en cierto lugar apartado, les regala pan. En las versiones menos degradadas (Trescastru, Siirru de les Turriaes, Villamexín, Toddington) los niños se acercan físicamente hasta la vivienda del hada. En tres de estas (Trescastru, el Siirru, Villamexín) los niños golpean la roca e invocan al hada en voz alta, actualizando la leyenda. En dos casos (Villamexín y Toddington) el procedimiento está ritualizado hasta el extremo de que toda la comunidad participa, enviando a todos los niños simultáneamente a la morada de la panadera en un día particular; Martes de Carnaval en un caso, Domingo Gordo en el otro.
¿Por qué es tan caprichosa la distribución? ¿Por qué no llevaban los padres bretones ‘pan de hadas’ a sus hijos al volver de su trabajo con el ganado? ¿Por qué no hay una leyenda como la del Houle de Corbière en las colecciones de folklore asturiano, leonés o gallego? La explicación más simple es que la recopilación de datos folklóricos depende de muchos factores y el mayor de ellos es la simple casualidad. El artículo sobre Villamexín se publicó en 2007 (otros dos recopiladores, Alberto Álvarez Peña y Xosé Antón Fernández ‘Ambás’ también conocían el carnaval de Villamexín, pero la fecha no hubiera cambiado mucho). La grabación sobre el Siirru de les Turriaes es del 2005; la de Trescastru, de 2006. Hay casi ciento treinta años de diferencia desde que Sébillot publicó la historia de Agnes y el pan que no mengua. En todos esos años hubiera sido imposible escribir este artículo, ni ‘triangular’ los rituales asturleoneses con las hadas bretonas. Análogamente, pueden haberse perdido muchas otras tradiciones semejantes a las de Villamexín, muchas leyendas como la de Corbière, sin un recopilador que las preservase para la posteridad. También puede haber muchos otros ejemplos publicados de los que yo no tenga noticia.
Hay, sin embargo, un patrón: la xana del monte, la Peña de la Güela, el Siirru de les Turriaes… Todos aparecen en una zona muy específica, en la montaña central asturiana, y todos están relacionados con el pastoreo. Algo similar ocurre, aunque conozco peor el fenómeno, con los ejemplos vascos del ‘Pan de la Mari’ o ‘De la Abuelica del Monte’. Sólo se me ocurren dos explicaciones: o bien es una costumbre que se adapta bien a la rutina de los pastores, entre los cuales prendió y se hizo popular, o bien solo se ha conservado en las zonas más elevadas e inaccesibles del Cantábrico, mientras se perdió en valles y costas, tal vez hace siglos.
La bruja de las crepes inglesa demuestra que, en algún momento de la historia, los rituales como el de Villamexín y Trescastru tuvieron que estar mucho más difundidos. La casi coincidencia en las fechas es indicio de que la versión de Villamexín es la más completa de Asturias y León, y que las demás son simplificaciones o degradaciones de esta. El Carnaval es una fiesta cristiana, indisolublemente ligada a la Cuaresma y al ciclo de Semana Santa, de modo que la difusión tuvo que producirse en algún momento entre la Plena Edad Media y el siglo XVIII. No tendría nada de extraño, como ya apunté antes, que fuesen los normandos los que llevaron la bruja hasta Toddington. El terremoto que supuso la conversión al protestantismo, la revolución puritana y, más aún, la industrialización más temprana del mundo, seguramente nos ha privado de comprobar si hubo otros pueblos ingleses donde se practicase este ritual.
Finalmente, es significativo que el hada inglesa sea, de hecho, una bruja: análogamente la de Fenar es una abuela, igual que en el País Vasco había una ‘Abuelica del Monte’, en Trescastru una ‘Tía’ (tratamiento respetuoso para las personas mayores); en el Siirru de les Turriaes ‘una viejecita’ y en Somiedo, una ‘vieja’. Se trata, casi con certeza, de la famosa ‘Vieya’, el personaje mitológico con apariencia de anciana gigantesca que habita las cumbres y las peñas señaladas, controla el tiempo atmosférico y ha dejado numerosos rastros en la toponimia, los refranes y las leyendas de Europa Occidental (al respecto véase, por ejemplo, Bartolomé 2004 y Roque 1990). La mora panadera de Picu Castiellu, que provoca las nubes y la niebla cuando echa la torta al horno, confirma esta hipótesis.
Convendría estudiar la relación entre las hadas y el cristianismo, la religión abrumadoramente dominante durante todo el Antiguo Régimen. En las versiones que han llegado hasta nosotros, las ‘bromas’ y leyendas han sido desactivadas de cualquier trascendencia religiosa, pero en una fase anterior es evidente que la fe en unos espíritus benéficos vinculados con la naturaleza y los elementos del paisaje chocaría de frente con los dogmas de la Iglesia. Viviane, ‘Tan buena como hermosa’, las fées ‘que no hacen otra cosa que el bien’ y la mora de Picu Castiellu, ‘un encantamiento favorable a la gente’, por no hablar de un verdadero culto a la Mari en el País Vasco, se acercaban peligrosamente al paganismo, exigiendo ofrendas y reverencia. El motivo del pan que no mengua tiene incluso un punto sacrílego: parece una parodia del milagro de los panes y los peces. El estudio de este sincretismo merece un libro propio que se sale, con mucho, del objeto de este artículo. Una pista a explorar podría ser la bendición de los panes durante la Virgen de las Candelas, en lugares como Cacabelos o la A Corda (ver, entre otros, Alonso Romero 2001: 15 y 16): ¿Tal vez la Virgen haga aquí el papel de La Maruxina de Villamexín y los panes por ella bendecidos, verdaderos amuletos de fertilidad, son la versión cristianizada del bollo del hada?
La otra gran pregunta que suscita el culto feérico es, ¿De dónde proviene? De nuevo, responderla requeriría su propio libro. No faltan referencias a las hadas madrinas en la literatura medieval francesa, así como testimonios de la ambigua naturaleza de ‘Diana dea paganorum’, la que dio lugar a la xana, en textos como el ‘Canon Episcopi’ del S. XII. Tirando del hilo se llega a las Fata o Parcas romanas, de cuyo nombre provienen tanto ‘hada’ como ‘fées’, y que se aparecían junto a la cuna para profetizar el destino de cada niño. Más importancia todavía tiene la tríada de las Matres, mezcla de tradiciones celtas y romanas que se representaban cuidando o amamantando un recién nacido y ofreciendo dones de prosperidad, frutas, animales y panes. Evidentemente, todo esto merecería un estudio mucho más pormenorizado.
Voy a concluir con un salto de dos mil años. En el Oppidum du Castellan, en Istres, hay una antigua inscripción rupestre. Está en alfabeto griego y en lengua gala, profundamente tallada, con letras de 20 cm sobre la roca viva, a 2,40 metros sobre el suelo, dominando el Étang de l’Olivier, el gran pozo del río Olivier. Consiste únicamente en una palabra: Matron, ‘Perteneciente a las Madres’ (Beck 2009, 42). Esta simple palabra fue tallada hacia el siglo II AC, antes incluso de que la religión romana influyese en las tradiciones galas, y el mensaje implícito recuerda curiosamente al houle de Corbière. Como el hada del houle, las madres divinas de Istres habitan la roca, poseen el monte pero al mismo tiempo, como también hacía el hada, conviven con los humanos, bajo sus pies: la roca de las Madres es, al mismo tiempo, el subsuelo sobre el que se asienta el oppidum galo. Diosas de la tierra, diosas del paisaje, pero también abuelas que comparten la casa con la familia.
ANEXO
Al comienzo de este artículo formulé la hipótesis de que moras, xanes y encantadas provienen de la misma tradición que las fées bretonas. Esto requeriría alguna explicación, pero he preferido no entorpecer el hilo del razonamiento y así, he dejado para el final algunas leyendas que amplían lo expuesto en el artículo e ilustran las obvias conexiones entre las hadas del NW y las de Armórica.
En la siguiente leyenda, anotada por Roberto González-Quevedo en Palacios del Sil (en León, a escasos km de Asturias), el hada (llamada simplemente moza) es un espíritu femenino anclado a cierto emplazamiento significativo, aquí ‘unos pozos de agua’, con poder para hacer regalos maravillosos. El parecido con las fées de los houles es obvio, y la leyenda tiene un argumento en el que muy probablemente influyó ‘El Regalo del Hada’, incluyendo un regalo mágico y una prohibición:
[…] una brañera [pastora] vio pastando una vaca pinta junto a unos pozos de agua e intentó llevársela a su casa, sin conseguirlo. En esto, salió una joven muy guapa de uno de los pozos y preguntó a la brañera que qué quería, a lo que respondió que la vaca, pero la joven se la negó. Entonces la joven dijo: ‘Entra pintu, sal bragáu / cuna campaniel.la al l.lau’, y al momento la vaca entró en el pozo y salió con un ternerito bien hermoso. Tanto insistió la brañera que la joven acabó por darle la vaca con el ternerito con la condición de que solo ordeñase un pezón del animal y dejase el resto para la cría. La pastorcita aceptó y al principio cumplió la condición, pero terminó ordeñando todos los pezones de la vaca lo que provocó que el ternerito no mamase lo que debía y adelgazara. Un día vaca y ternero desaparecieron y la brañera fue al pozo a preguntar a la joven por ellos, a lo que esta dijo que no podía devolverle los animales por no cumplir el juramento ya que ‘ordeñaste la vaca y apartaste al ternero’[24].
(González-Quevedo 1991, 21, citado en Bartolomé Pérez 2013, 26).
Es fácil encontrar coincidencias entre las hadas del NW ibérico y las de Bretaña, según las estudiaron los folkloristas del XIX. Veamos por ejemplo esta breve descripción de la colada de las hadas, anotada hace ciento cuarenta años…
Según otra leyenda popular en Plévenon, las fées des houles del cabo Fréhel iban a lavar la colada al estanque de Gaulehen, que está en medio del páramo de Fréhel, y tendían sus telas sobre la hierba, las cuales eran las más blancas que se pudieran ver. A cualquiera que lograse llegar allí sin parpadear se le permitiría cogerlas; pero ninguno de los que intentaron la aventura lo lograron, y en cuanto movían los párpados la colada se hacía invisible[25].
Informante: Scolastique Durand, de Plévenon, 1879. (Sébillot 1881, 13).
…Y comparémosla con este testimonio de lo mismo, recogido en Asturias en pleno siglo xxi:
Había una fuente que se llamaba La Fonte Les Xanes, en Les Carreres (Verdiciu). Allí salía una xana que lavaba la ropa y la tendía en el prado. Veían la colada blanca muy bonita y la gente iba allá para cogerla pero en cuanto llegaban la colada desaparecía[26].
Informante: María del Carmen Suárez González, ‘Maruja la Rebollada’, 83 años, natural de Verdiciu, hoy vecina de Budores, municipio de Gozón, Asturias. Recogido el 6 de octubre de 2013 por Alberto Álvarez Peña.
Está también la prueba de las hadas, en la que estas frustran la codicia y la estupidez de los humanos, y que se repite casi palabra por palabra en Galicia y en Bretaña:
Fue hace mucho tiempo. Un hombre de Collinée, llamado Jean Rénier, había ido a buscar leña al bosque de Loudéac. Se internó y, al llegar a los Courtieux Margot, que son unos agujeros hondos, de repente vio unas hadas que, sonrientes, (extendían al sol) unos hermosos lienzos blancos cubiertos de dinero. Al ver esto, Jean Renier abrió mucho los ojos; pero finalmente no tuvo miedo y, acercándose a las Margots, comenzó a hablar con ellas.
- ¿Quieres algo de dinero, Jean Rénier? preguntaron las hadas.
-Sí, ya lo creo, respondió.
- ¿Deseas llenarte el sombrero, o el demé (recipiente para medir capacidades, de veinticinco a treinta kilogramos)?
- Prefiero llenarme el demé.
- Ve por tu demé, Jean Rénier, ve por tu demé; te daremos mucho.
El hombre corrió a su casa; pero cuando regresó con su demé, las hadas y la tela llena de dinero habían desaparecido.
Al querer ganar demasiado, lo había perdido todo. Todavía nos reímos de su aventura en el país[27].
Informante: M. E. Hamonic. (Sébillot 1882, 113, 114).
Estaba una moura soleando oro en el castro cuando acertó a pasar por allí un hombre de Baínte, que se quedó mirando para tanta riqueza y dijo:
-Ay, ¡Si me diese un poco!
A lo que la moura respondió:
-¿Lo quieres a puñados, o lo quieres a ferrados [medida tradicional gallega, al menos 12 kg]?
Y el hombre de Baínte exclamó muy pronto:
-Lo quiero a ferrados.
-Pues entonces vete enseguida a buscar la medida.
Corrió el hombre para casa, pero cuando volvió con la medida el oro y la moura ya habían desaparecido. Y el de Baínte se lamentaba: Si hubiera dicho que a puñados, quizás ahora tendría algo de oro[28].
(Quintía Pereira 2016, 49[29])
Citaré también la historia sobre una misteriosa vieja que se acerca al protagonista y le explica cómo desencantar a su hija, víctima de un hechizo por el que se convierte en serpiente un día al año; cuando finalmente logra su propósito, el protagonista recibe un tesoro en recompensa. Es una historia de encantadas archiconocida en el NW ibérico, pero también existe al menos una versión bretona protagonizada por una Margot le fée (Sébillot 1882, 109).
Los motivos folklóricos, como es bien sabido, no respetan fronteras. Veamos el Ungüento de las Hadas, variante de ‘La Comadrona de las Hadas’, ML 5070. Una comadrona es requerida para asistir al parto de un hada y accidentalmente se unta un ojo con ungüento feérico, adquiriendo el poder de ver las hadas. Cuando ellas lo descubren, la dejan tuerta:
En este castro había también un señor encantado, y una vez pasó por allí una mujer que daba el pecho. El encanto a quien nadie veía, la llamó para que diese de mamar a un niño pequeño que él tenía y la llevó por una mina muy larga hasta una casa preciosa. Una vez que le hubo dado de mamar trajo el señor un ungüento y mandó a la mujer que metiese en él los dedos y después que le untase los ojos al niño. Hizo así, pero ella casi sin darse cuenta se pasó los dedos por un ojo y desde entonces veía por él como los encantos.
Al otro día era 27 y fue la mujer a la feria de As Cruces de Sobrado y por el ojo que se había untado vio al señor del castro a quien nadie más veía. En vez de callarse y no hacer caso, lo llamó a pesar de que él no le hablaba.
…Otro día fue la mujer al castro y le dijo el señor: ¿Con qué ojo me viste en la feria? Y ella le enseñó con cuál había sido y se lo arrancó en ese mismo instante[30].
Informante: Xosé Mato, de Pedrouzos. (Risco 1933, 83 y 84[31]).
Un día, una comadrona fue a ayudar en el parto a una Margot la fée; se le olvidó lavarse la mano, y se tocó un ojo; así, desde entonces reconocía los disfraces de las hadas. Un día que el marido de la Margot estaba robando grano, ella le vio y gritó ‘¡Al ladrón!’. Él le preguntó que con qué ojo le veía, y en cuanto ella se lo dijo, se lo arrancó[32].
Informante: J. M. Comault, de Gouray, quince años de edad. 1881. (Sébillot 1882, 109).
Es una historia que se cuenta por toda Europa: sólo en Suecia se han anotado doscientas variantes, y la referencia más antigua aparece en los escritos de Gervasio de Tilbury, siglo XII (Mac Cárthaigh 1991, 135 y 136). El hecho de que esté tan difundida, sin embargo, igual que la del agua hirviendo en cáscaras de fuego y otras todavía, no quita validez a la hipótesis inicial. Para el propósito de este artículo únicamente me importaba que mouras, encantadas, xanes, fées des houles y Margot les fées tuviesen el mismo carácter, que de todas se contase el mismo tipo de leyendas, y eso ha quedado demostrado.
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NOTAS
[1] Sobre la distribución de esta leyenda, véase Mac Philib 1991: 128. Para un estudio de las versiones asturianas, comparando con equivalentes bretones e irlandeses, véase Lajos Martínez 1989.
[2] Todas las traducciones que aparecerán en el texto desde el francés, inglés, gallego o asturiano, son obra del autor.
[3] Ces jours derniers, comme j’accomplissais un pèlerinage d’automne à l’hallucinante forêt de Paimpont […] je croisai, sous les opulents ombrages du Pas-du-Houx, une ramasseuse de bois mort, avec qui je ne manquai pas, vous pensez bien, de lier conversation. Un des premiers noms que je prononçai fut naturellement celui de Viviane.
‘Viviane!’ se récria la vieille pauvresse. ‘Ah! bénie soit-elle, la bonne Dame! car elle est aussi bonne que belle... Sans sa protection, mon homme, qui travaille dans les coupes, serait tombé, comme un loup, sous les fusils des gardes...’ Et elle se mit à me conter comme quoi son mari, un tantinet braconnier comme tous les bûcherons de ces parages, s’étant porté, une nuit, a l’affût du chevreuil, dans les environs de la Butte-aux-Plaintes, avait été surpris en flagrant délit par une tournée de gardes. Il voulut fuir: les gardes tirèrent. Une balle l’atteignit à la cuisse: il tomba, et il s’apprêtait à se faire tuer sur place, plutôt que de se rendre, lorsque, entre ses agresseurs et lui, s’interposa subitement une espèce de brouillard très dense qui voila tout,--le sol, les arbres, les gardes et le blessé lui-même. Et il entendit une voix sortie du brouillard, une voix légère comme un bruit de feuilies, murmurer a son oreille: ‘Sauvetoi, mon fils: l’esprit de Viviane veillera sur toi jusqu’à ce que tu aies rampé hors de la forêt.’
‘Telles furent les propres paroles de la fée,’ conclut la ramasseuse de bois mort.
Et, dévotement, elle se signa, car la religieuse Bretagne--vous le savez--vénère les fées a l’égal des saintes.
[4] Había otra fonte que llamaben El Repine y ellí había otra xana, eso decín que fuera verdá. Esa fonte daba agua tol añu, y diba una muyer de Verdiciu, Carmela, a por agua y alcontróse cola xana, que taba texendo col mesmu filu siempres, col mesmu dovillu y un día Carmela preguntó-y cómo taba siempre col mesmu filu y nun se-y acababa. Y diz la xana que va da-y un dovillu d’esos a ella pero que nun dixera a nadie quién-y lu diera. Que nun lo contara porque’l día que lo ficiera se-y terminaba. Y Carmela marchó con un dovillu, qu’usábase pa facer alpargates, remendar la ropa, lo que fuera. Y poníase a texer y nun se-y terminaba el filu. Hasta qu’un día llegó Manuela Vega y viola y preguntó-y cómo facía que nun se-y terminaba y diz Carmela: ‘Calla, dígotelo a ti pero nun-y lo digas a naide, pasóme esto’. Y así que-y lo dixo tiró del filu y se-y acabó.
[5] Cuntaban qu’había una encantada que baxara del Picu’l Val.le, en Fulgaraxú, nuna fana, muntada encima d’un baúl filandu. Al parecer tinían que tirar-l.le algu arriba ya tirárun-l.le un mantu ya el.la dio-l.lys unas tijeras pa tresquilar diciendo-l.lys que cun el.las siempre tendrían l.lana ya bonas uveas. Pero lus de la casa esa, un día, emprestaron las tijeras, que na más eran pa el.los, ya dende entós ya nun llugraron una uvea más.
[6] Il y avait une fois, au Frêne, une bonne femme qui se désolait de n’avoir point de pain à donner à ses enfants. Elle alla demander la charité aux Margot la fée, et l›une d›elles lui fit présent d›un chanteau qui ne diminuait jamais. Mais un jour la femme du Frêne oublia que la Margot la fée lui avait défendu de partager son pain; elle en donna à une commère du voisinage, et à partir de ce moment le pain diminua comme un pain ordinaire.
[7] Les fées de la houle de la Teignouse, qui est aussi en Plévenon, avaient un bœuf qui pâturait sur la lande; un jour, il s’en écarta et passa en dommage à travers les blés. Les cultivateurs qui avaient été lésés vinrent se plaindre aux fées, qui pour les dédommager leur donnèrent un belle gâche de pain, en leur disant:
— Voici pour vous dédommager du tort que le bœuf vous a fait, et le pain ne diminuera point tant que vous le mangerez entre vous; mais il disparaîtrait si vous en donniez une seule miette à un étranger.
Le pain dura deux ans: au bout de ce temps, il disparut, parce qu’on en avait coupé un morceau pour un mendiant.
[8] —¡Pá! ¿Cómo ye la xana?
—Ye una muyerona alta con un pañuilu a la cabeza, delgá…
Siempre mos decía eso mio padre.
[Vecino]: La xana’l monte.
[Elvira]: ¿Nun te digo yo que mos decía… la xana’l monte? Aquí decían ‘la xana’l monte’. Que mio padre día pal monte a zarrar, pa La Recostona, día a zarrar y… claro él l.l.evaba… entonces yera’l zurrón lo que se l.l.evaba, y mio madre echaría-y un buquéu, y cuando baxaba pues, claro, traíamos un poco pan, en aquellos tiempos el pan yera como si fuera gloria y…
—¡Oi, pá, ¿cómo mos traes este pan?
—Diómelo la xana’l monte, topé la xana’l monte y diómelo la xana’l monte.
¡Nosotros, sabíamos a gloria aquel pan!
[9] Todo lo que sé sobre el hada panadera leonesa se lo debo al incansable investigador y divulgador Nicolás Bartolomé Pérez (Bartolomé Pérez 2013: 100)
[10] El Sierru ye un penascu que hai según se subía pola senda pal Puerto [Aramo] pol lau de Felguera, y mandábente a les primerices, a les guah.es o críos grandes que díen pal Puerto, los otros que sabíen, más veteranos, mandábenmos dar allí cabezaes, que salía una vieyina con bollos de cuernos. Mandábenmos que diéremos cola cabeza nel sierru aquel, en penascu aquel. Y por eso se llama El Sierru de… El Siirru les Turriaes.
[11] C:Ya había qu’ir allí. Chamaba na puerta... qu’era una pena... Pero tu chamabas allí:
–Á tía Prieta...
R: –Daime un bo[llu].
C: –Daime un bollu.
– Ya... esperabas, claro. Había ninos que dicían:
–No, a mi nun me salíu. Nun me salíu a tía Prieta, nun me dieu el bollu.
Ya outros venían pa casas:
–¿Dieute’l bollu?
–Sí, sí. A mi dieume’l bollu.
[12] Tanto Alberto Álvarez Peña como Xosé Antón Fernández ‘Ambás’ anotaron también esta costumbre carnavalesca.
[13] Agnès était bien contente; toutefois elle regrettait de ne pas avoir demandé du pain. Elle y pensait à chaque instant et disait:
— Comment ferais-je bien pour prier la fée de me donner du pain pour moi et ma famille, du pain des fées qui, ne diminue pas?
Une nuit qu’il ne restait pas une miette de pain à la maison, l’enfant d’Agnès eut faim, et pleurait pour en avoir un morceau; elle entendit du bruit sous terre, et mit un marteau dans la main de son petit gars, en lui disant:
— Frappe fort sur la pierre du foyer, et demande du pain à la bonne dame qui nous a déjà fait tant de bien.
Elle parlait haut, pensant que sa voix serait entendue. Le petit garçon prit le marteau et frappa de toute sa force sur la pierre, en disant d’une voix câline:
— Bonne dame, donnez-moi du pain; j’ai faim.
Ils entendirent cogner: pan! pan! sous la pierre qui se leva, et une main déposa sur le foyer un tourteau de pain, pendant qu’une voix disait:
— Tiens, mon petit, voilà de quoi manger toute ta vie, si tu sais conserver mon présent et n’en donner à personne qu’à tes parents.
Le tourteau de pain ne diminuait point, et, malgré qu’on en coupât, il restait toujours frais et entier, et cela dura plus de dix ans. Mais un soir que le mari d’Agnès était en ribotte, il amena avec lui un de ses amis; il tira du buffet la tourte des fées et en coupa un morceau pour son camarade. Mais aussitôt le pain des fées disparut, et quoiqu’Agnès et ses enfants aient supplié maintes fois les dames de la houle de leur donner un autre pain, elles sont restées sourdes à leurs prières.
[14]On leur offrait du lait, et elles faisaient de l’ouvrage pour le monde, et ne leur faisaient que du bien, sans être payées; mais elles n›aimaient pas à être refusées.
Elles nommaient des enfants, surtout ceux des grosses maisons, leur donnaient des dons et leur
prédisaient ce qu›ils auraient été.
[15] Une femme avait deux filles; elle n’avait pas invité la superieure des Margot la fée à nommer son enfant; aussi la supérieure fit devenir le visage d’une des filles noir comme une casserole. Les fées la prirent à leur service, et lui ordonnèrent de filer du fil aussi fin que ses cheveux…
[16]Nun ye buena madre la que nun pare, nin buena madrina la que nun pon bollu. También, ‘Por Pascua, las madrinas [en Somiedo, Asturias] amasaban una rosca de pan dulce para regalársela a los ahijados’ (Cano González 1995, 140)
[17]Elles rendaient service au monde, et ne leur demandaient jamais de récompense; mais elles ne voulaient pas être ennuyées.
Elles donnaient à ceux qui étaient polis à leur égard du grain, du pain qui ne diminuait pas, si on n’e faisait point part á d’autres
[18] Para una completa descripción de las leyendas y el culto a la Mari, véase Barandiarán 1960.
[19] ‘¿Do you believe in witches?’ Disponible en http://www.aparchive.com/metadata/youtube/3eef2e42912e4e2c9cd22e84e1a09e65
[20]I heard witches, I heard also frying pancakes, probably […] this year some of my friends to dig a hole, and see what’s down there […].
[21] Ronald Hutton, en la concienzuda ‘The Stations of the Sun’ no hace referencia a ella, aunque sí menciona el toque de campana, la Pancake Bell, para anunciar el medio día libre, en el pueblo de Toddington y en muchos otros (Hutton 1996, 167).
[22] Así consta en el reportaje de la BBC del 4 de marzo de 2014, ‘Shrove Tuesday: Toddington’s ‘pancake-making witch hunted’‘ https://www.bbc.com/news/uk-england-beds-bucks-herts-26368070
[23] La semejanza no es perfecta, sin embargo: en Toddington no se da una invocación de la panadera.
[24] […] una brañera víu pastando una vaca pinta xunta unos pozos d’agua ya intentóu l.leva-l.lyla pa la sua casa, sin consiguilo. Nesto salíu una moza muitu guapa d’ún de los pozos y preguntóu a la brañera que qué quería, a lo que respondíu que la vaca, pero la moza negóu-l.lyla. Entoncias la moza dixo: ‘Entra pintu, sal bragáu / cuna campaniel.la al l.lau’, ya arréu la vaca entróu no pozu ya salíu con un xatín mui curiosu. Tanto insistíu la brañera que la moza acabóu por da-l.ly la vaca cono xatín cona condición de que namás muñera un tetu del animal ya deixará’l restu pa la cría. La pastorina aceptóu ya al principiu cumplíu la condición, pero terminóu muñendo tolos tetos de la vaca lo que provocóu que’l xatín nun mamara lo que debía ya endelgazara. Un día vaca ya xatu desaparecienon ya la brañera foi al pozu a preguntar a la moza por el.los, a lo que ésta dixo que nun podía devolve-l.ly los animales por nun cumplir el xuru yá que ‘muñiste la vaca ya arrechaste’l xatu.
[25] D’après une autre légende populaire à Plévenon, les fées des houles du cap Fréhel allaient laver leur linge à la mare de Gaulehen, qui est au milieu de la lande aride de Fréhel, et elles étendaient sur les gazons qui l’entourent leurs linges qui étaient les plus blancs qu’on pût voir. Celui qui aurait pu arriver jusque-là sans remuer les paupières aurait eu la permission de s’en emparer; mais aucun de ceux qui ont tenté l’aventure n’a pu y réussir, et dès qu’ils avaient remué les paupières le linge devenait invisible.
[26]Había una fonte que llamábase La Fonte Les Xanes, nes Carreres (Verdiciu). Ellí salía una xana que llavaba la ropa y tendíala nel prau. Veíen la colada blanco mui guapo y diba allá la xente pa coyela pero namás llegar la colada desaparecía.
[27] C’était il y a bien longtemps. Un homme de Collinée, nommé Jean Rénier, était allé chercher une fouée de bois dans la forêt de Loudéac. Il s›avança jusqu›au milieu, et, arrivé aux Courtieux {courtils) Margot, qui sont des creux profonds, il vit tout à coup des fées qui soureiîlaient (éten- daient au soleil) de beaux linceux blancs remplis d›argent. A cette vue, Jean Renier ouvrit de grands yeux; mais il finitf par ne pas avoir peur, €t, s›étant approché des Margot, il se mit à leur causer.
— En veux-tu de l›argent, Jean Rénier? lui demandèrent les fées.
- Oui, pour de vrai, répondit-il.
— En veux-tu plein ton chape, ou bien plein ton denté (boisseau de la contenance de vingt-cinq à trente kilogrammes)?
— J›aimerais mieux plein mon demé.
— Va-t’en chercher ton demé, Jean Rénier, va-t›en chercher ton demè; nous t›en donnerons plein dedans.
Le bonhomme courut jusque chez lui; mais quand il revint avec son demé, les fées et les
linceux remplis d›argent avaient disparu.
En voulant trop gagner, il avait tout perdu. On rit encore de son aventure dans le pays
[28]Estaba unha moura asoellando ouro no castro cando acertóu a pasar por alí un home de Baínte, que se quedóu a ollar para tanta riqueza e dixo:
-Ai, ¡Se me dera un pouco!
Ó que a moura respondéu:
-¿Quérelo ós puñados, ou quérelo os ferrados?
E o home de Baínte esclamóu mui pronto:
-Quéroo ós ferrados.
-Pois logo vai axiña buscar a medida.
Corréu o home cara á casa, mais cando voltóu coa medida o ouro e a moura xa desapareceran. E o de Baínte laiábase: Se dixese ós puñados, poida ser que arestora algún ouro fora meu
[29] Rafael Quintía Pereira cita aquí el ‘Catálogo dos Castros Galegos. Val de Vilamarín’ publicado por la editorial Nós en 1927. Otra leyenda de argumento similar fue recogida en Fonte Ferra, San Cosme de Cusanca (Llinares 1990, 91).
[30]Neste castro había tamén un señor encantado, e dunha vez pasou por alí unha muller que daba peito. O encanto a quen ninguén vía, chamouna para que dera de mamar a un neniño que el tiña e levouna por unha mina moi longa ata unha casa bonitísima. Despois que lle deu de mamar trouxo o señor unha untura e mandoulle á muller que metera nela os dedos e logo que lle untara os ollos ó neno. Fíxoo así, mais ela case sen se dar conta pasou os dedos por un ollo seu e dende entón vía por el coma os encantos.
O outro día era 27 e foi a muller á feira das Cruces de Sobrado e polo ollo que untara viu ó señor do Castro que ninguén máis vía. En vez de calar e de non facer caso, chamouno aínda que el non lle falaba.
... Outro día a muller foi ó Castro e díxolle o señor: ¿Con que ollo me viches na feira? E ela mostroulle con cal fora e tiroullo naquel intre.
[31] Para más variantes gallegas de esta leyenda véase Llinares 1990, 84.
[32]Un jour, une sage-femme alla accoucher une Margot la fée ; elle oublia de se laver la main, et se toucha un œil; aussi, depuis ce temps elle reconnaissait les déguisements des fées. Un jour que le mari de la Margot était à voler du grain, elle le vit et cria au voleur. Il lui demanda de quel œil il le voyait, et aussitôt qu›il le sut, il le lui arracha.