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Revista de Folklore número

463



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Fiestas locales en torno a la Cuaresma relacionadas con la comida

DABBAGH ROLLAN, Víctor Omar

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 463 - sumario >



Resumen

Junto a las fiestas oficiales dentro del calendario anual, y que podríamos considerar universales por abarcar a un conjunto amplio de personas, como las fiestas autonómicas, las nacionales, las fiestas religiosas, etc., es frecuente observar la celebración de fiestas más locales o regionales que bien pueden ser una adaptación de una fiesta universal o bien una fiesta independiente pero con una estrecha relación con otra más general y amplia.

Un claro ejemplo de esta última posibilidad se puede encontrar en torno a la Cuaresma, ya que, tanto antes de su inicio como al final de la misma, se desarrollan diversas fiestas locales por todo el territorio español estrechamente relacionadas con esta, siendo su característica común el papel que en ellas juega la comida, especialmente los alimentos cárnicos. En ellas, la comida no es un elemento más, como en cualquier otra fiesta, sino que adquiere un protagonismo esencial en el desarrollo y definición de las mismas.

Sobre estas festividades versa este artículo, sin tener la pretensión de abarcar todo el conjunto de fiestas populares que se celebran en este periodo anual, sino la de ofrecer un esquema general de las mismas.

Las fiestas y la comensalidad

En el imaginario colectivo el concepto de fiesta se asocia a otros conceptos como ocio, excepcionalidad, emoción e incluso tradición, los cuales se oponen a los de trabajo, cotidianidad, razón (instrumentalidad) o, en cierto sentido, modernidad; pero va más allá de esta mera oposición de binarios.

La fiesta no deja de ser un hecho social organizado y organizador del tiempo que se desarrolla en torno a una celebración para la diversión y disfrute de una colectividad y, como tal, es el lugar y el instrumento de refuerzo de la identidad colectiva compartida y, si bien se compone de distintos elementos, como los que propone Rodríguez Becerra:

Es la ocasión para la expresión del ritmo, el color, la plástica, la sociabilidad, la emotividad, el comensalismo y hasta el desenfreno. En la fiesta se baila, se canta, se juega, se interpreta música, se lucen vestidos, se engalanan espacios y se alegran los grupos humanos hasta el paroxismo (Rodríguez Becerra 2006, 11);

su componente principal es el social: «la fiesta es un hecho social total, de expresión ritual y simbólica, sagrada y profana, vinculada a las identidades colectivas, estructuradora del calendario y del espacio» (Homobono Martínez 2004, 33).

Por tanto, una de las características principales de las fiestas es que se celebran en colectividad. La organización, los rituales, su simbología, sus orígenes… son elementos definitorios de las particularidades de esta, pero que pueden variar y modificarse en el tiempo, hasta el punto desaparecer. Este es el caso, en muchas ocasiones, del origen o las circunstancias que dan lugar a muchas de las fiestas locales: «no son conocidas ni por los mismos que practican dicha costumbre, quizás porque las circunstancias, el ambiente social y los criterios religiosos de los tiempos modernos han cambiado. Sin embargo la fuerza de la costumbre sigue manteniendo estas prácticas, hasta que poco a poco van cayendo en el olvido» (Valdivielso Arce 1999,26).

El elemento colectivo de la fiesta favorece la cohesión social, la asimilación de un imaginario compartido, la reciprocidad social, el refuerzo de la identidad colectiva, etc. Y aquello que mejor representa la colectividad y sus distintas formas de representación es la comensalidad o el hecho de compartir la comida.

La comida en común, como se realiza en la mayoría de las fiestas, sea alrededor de mesas de tablas, sea en grupos sueltos debajo de árboles o en los campos, pero todos cerca los unos de los otros, intercambiando vino, roscas, tortas, frutas, etc., es la señal por excelencia de la convivencia. El mero hecho de beber y comer juntos sin distinción de categoría social es un vínculo que une el pueblo a sus habitantes y los habitantes entre sí (Epton 1988, 108).

Como señalara Malinowski (1986) al hablar de los rituales y fiestas de los trobiandeses, lo importante de la comensalidad en las fiestas no es la comida en sí, sino lo que lleva aparejado como hecho social.

Además, no hay que olvidar que en la propia religión cristiana, de la que beben muchas de las fiestas que recorren el territorio español, la comida y la comensalidad juegan papeles importantes. El propio Nuevo Testamento narra hechos que suceden en torno a la comida, como puede ser el milagro de los panes y los peces o la última cena, pero también existen rituales vinculados con la comida, como la comunión, en el que se «come» y se «bebe» el cuerpo y sangre de Cristo representados en el pan y el vino, o momentos señalados en el calendario en el que se establecen normas alimenticias, como es el periodo de la Cuaresma, como se verá más adelante.

Y de entre todos los alimentos que podrían utilizarse en las distintas celebraciones, la carne parece ser un elemento que se impone sobre el resto. «No es una casualidad que, a lo largo y ancho del mundo, jefes y héroes celebren sus victorias con banquetes en los que distribuyen grandes raciones de carne entre partidarios e invitados. Tampoco es casualidad que el sacrificio y consumo rituales de animales domésticos constituyeran el punto central de los sacramentos de las castas sacerdotales» (Harris 1999, 30). Pero más allá de que la carne pueda ser una fuente más eficiente de nutrientes que los vegetales, como señalara Harris, es cierto que la misma está cargada de todo un arsenal de símbolos y representaciones que varía en función de las culturas, llegando a ser algo sagrado o, en el otro extremo, impuro.

Por tanto, es frecuente encontrar en las fiestas locales un componente gastronómico, muchas veces cárnico, si bien en la actualidad el sentido y significado atribuido a la propia fiesta desde sus orígenes puede haberse perdido de tal forma que la celebración en sí es lo que prima (Christian, 1991).

En este artículo se hará referencia a un tipo de fiesta muy concreta, a aquel que se celebra en torno al periodo de la Cuaresma y en el que la comida, especialmente la cárnica, tiene un fuerte protagonismo durante su desarrollo. Pero para entender estas fiestas en su totalidad es necesario dedicar previamente unas breves líneas a la Cuaresma y a las normas que sobre la alimentación son de aplicación durante este tiempo.

Normas alimenticias durante la Cuaresma

Es frecuente que las religiones establezcan normas relacionadas con los hábitos alimenticios, ya sea en periodos concretos de tiempo o bien como norma de aplicación general fuera de cualquier calendario. Distintos autores han abordado este tema tratando de buscar el motivo de por qué unos alimentos son permitidos y otros no, señalándose desde factores ecológicos (Harris, 1999) hasta factores organizativos del orden social (Douglas, 1973), si bien también se puede hablar de otros factores, como los de carácter instrumental, en tanto que estas normas permiten la expiación de los pecados, sirven de ritual de preparación o purificación, como recuerdo de catástrofes acaecidas durante el pasado, etc.

En el caso de la Iglesia Católica, al hablar de normas alimenticias, es la Cuaresma el periodo al que en primer lugar se suele hacer referencia[1]. Es durante este tiempo en el que «la Iglesia tiene determinado que se ayune en memoria de los cuarenta días que el Señor ayunó en el desierto antes del comienzo de su apostolado» (Salcedo Morilla 2008, 195), y es un tiempo «en el que la comunidad católica se prepara para la fiesta más grande del cristianismo: la Pascua» (Cortés Ortiz 2013, 96), siendo el ayuno, la caridad y la oración tres de sus pilares fundamentales.

No obstante, se ha de señalar que este periodo ha sufrido distintas modificaciones, pasando de un endurecimiento inicial a una mitigación posterior de distintos elementos que la componen y la configuran, desde su voluntariedad u obligatoriedad hasta la duración o las normas referidas al ayuno y a la abstinencia, normas que se entrelazan desde los tiempos iniciales en los que «el ayuno cuaresmal vino acompañado de una abstinencia en el consumo de ciertos alimentos» (Matarín Guil 2003, 176), como eran los productos cárnicos y lácteos, los huevos y el vino.

En la actualidad, según la Secretaría de la Conferencia Episcopal Española, las normas quedan redactadas de la siguiente manera:

Los viernes de cuaresma debe guardarse la abstinencia de carnes, sin que pueda ser sustituida por ninguna otra práctica. El deber de la abstinencia de carnes dejará de obligar en los viernes que coincidan con una solemnidad y también si se ha obtenido la legítima dispensa.

En cuanto al ayuno, que ha de guardarse el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, consiste en no hacer sino una sola comida al día; pero no se prohíbe tomar algo de alimento a la mañana y a la noche, guardando las legítimas costumbres respecto a la cantidad y calidad de los alimentos (Secretaría de la Conferencia Episcopal Española 1986).

Para terminar este apartado, es preciso señalar que, históricamente, la observancia del ayuno y la abstinencia durante la Cuaresma podía dispensarse. Por un lado, estaban exentos quienes por cuestiones de salud o edad no era recomendable que siguieran estas normas. Por otro lado, quienes podían permitírselo, podían obtener las denominadas bulas, que fueron muy populares en los tiempos de Felipe II (siglo XVI).

Festividades locales en torno a la Cuaresma enfocadas en la comida

Al pensar en festividades en torno a la Cuaresma, es el Carnaval la más reconocible. No obstante, esta festividad, que en muchos sentidos es una fiesta que trata de «trastocar» el orden social, y que sirve «como despedida de los placeres mundanos» (Salcedo Morilla 2008, 298) previamente al inicio de la Cuaresma, va más allá del terreno estrictamente «local», si bien distintas poblaciones tienen sus particularidades que bien merecerían un artículo aparte.

Además, aunque la comida juega un papel relevante en esta festividad, no se puede decir que gire sobre esta sino sobre la supresión de los tabúes, los convencionalismos y las normas en general, no solo las referidas a los alimentos. Así mismo, un elemento protagonista de esta festividad es el de la crítica social a modo de «ritual de rebelión» si bien, en realidad, funciona como elemento que favorece la cohesión y el orden social (Marcos Arévalo 2009).

Es por todo ello que no se ha considerado conveniente incorporar el Carnaval dentro del análisis de este estudio. Lo que se plantea en este artículo es la idea de que, junto al calendario oficial, es habitual el surgimiento de festividades de carácter local que, bien ante el advenimiento de una serie de normas que puedan alterar la dieta alimenticia o bien tras el periodo de observancia de las mismas, sitúan los productos gastronómicos en el centro de las mismas.

En el primer caso, al igual que ocurre con el Carnaval, estas fiestas sirven de «desahogo» y de oposición al periodo de tiempo que le sucede, mientras que en el segundo, se festeja la finalización de las obligaciones referidas a un periodo anterior. Dentro de la cultura cristiana es en torno a la Cuaresma donde se pueden observar estas manifestaciones locales. A continuación se expondrán algunos ejemplos de estos tipos de festividades.

Ejemplo de festividad previa a la Cuaresma

En relación a las fiestas locales que se desarrollan con anterioridad a la Cuaresma, hay una que tradicionalmente se desarrollaba en distintas localidades del territorio español, si bien con sus particularidades y singularidades locales, y que se la denominaba bajo varios nombres en función de la región en la que nos encontremos (Jueves de todos, Jueves Lardero, la bendición de los gallineros, Fiesta de la Banderita, fiesta del Gallo, dijous gras [‘el jueves graso’], día de la mona, día del choricer…). De cara a facilitar la explicación de esta festividad, se utilizará en este artículo uno de los nombres más habituales para referirse a esta fiesta: Jueves Lardero.

Esta festividad puede considerarse la antesala a la Cuaresma, incluso del carnaval, puesto que tradicionalmente es el jueves anterior al carnaval en el que se celebra[2], en tanto que ese día era no lectivo por las tardes.

Más allá de las particularidades de cada localidad, en el desarrollo de esta festividad se dan muchos elementos comunes. En primer lugar cabe señalar el carácter «infantil» de la fiesta en tanto que los protagonistas de la misma suelen ser los escolares, ya que son quieres realizan la cuestación: recorren las casas de la vecindad pidiendo comida (principalmente huevos, chorizo, tocino, morcilla…) o dinero para la merienda posterior.

Otro elemento común, junto al carácter infantil, la cuestación y la merienda, es el predominio de los productos cárnicos y de los huevos, que son «símbolo de la carne de que se iban a ver privados» (Valdivielso Arce 1999, 23), y que servían habitualmente para la elaboración de una tortilla de chorizo aprovechando los alimentos dados en la ronda por la vecindad.

Por último, también es frecuente que la cuestación se acompañe de una canción, que varía en función de la población[3], si bien es común que en las mismas se haga referencia a los alimentos que se demandan para la merienda posterior o referencias a la Semana Santa, así como advertencias de lo que podría acontecer si no se atiende a la demanda. En el siguiente cuadro se muestran algunos ejemplos de estas canciones.

Cuadro 1. Canciones tradicionales del Jueves Lardero


Chorizos y huevos
Es lo que pedimos
Y alguna morcilla
También recibimos.
Chorizo y huevos
pedimos a usted
Y cuartos «pa» vino
«Pa» apagar la sed.
La vara de la justicia
La tiene quién la merece
La tiene el señor alcalde
Que en sus manos resplandece.
Pradoluengo (Burgos)
Jueves de Lardero
Viernes de la Cruz
Sábado de Pascua
resucitó Jesús.
Del cielo bajamos
a pedir socorro,
choricitos y huevos.
Aquí estamos tres,
cantamos dos,
una limosnita
por amor de Dios.
Si no nos la dan
al infierno irán.
Berantevilla (Álava)
De Francia, de Francia vengo,
de la Francia de Toledo,
me encontré con cien ladrones,
me quitaron el dinero.
Lo poco que me dejaron,
compramos un gallo negro,
este gallo que mal canta
que le duele la garganta
de comer trigo y avena
en las «cámbaras» ajenas.
Este gallo no tiene chacha
él solo se está muriendo
a diestra el cirujano
y también la del barbero.
La limosna que han de dar
ha de ser de chorizo y huevo,
cinco varas de chorizo
y si no veintitrés huevos.
La zambomba tiene un diente
y la muerte tiene dos,
y el que no nos dé limosna
mala muerte le dé Dios.
Allá va la despedida
con un celemín de mocos,
y el que no nos dé limosna
que le lleven los demonios.
Quintanilla de Tres Barrios (Soria)
Cuando fuimos a Granada,
cuando fuimos a Toledo
nos salieron los ladrones,
nos robaron el dinero.
(Con) lo poco que nos dejaron
compramos un gallo negro,
ese gallo tiene trazas
que se nos viene muriendo,
y ya le ha visto el cirujano,
ya le ha visto el barbero,
dicen que no tiene nada
y el gallo se está
muriendo.
La señora de esta casa
es una santa mujer;
pero más santa sería
si nos diera de comer.
Alto, alto capitana
con la bandera en la mano.
Alto, alto mi señora,
Procura de darnos algo,
que si no las gallinitas
se irán descabezando.
Despediros compañeros
del día de Carnaval,
hasta otro año si Dios quiere
no venimos aquí a cantar.
Arrieta (Vizcaya)
Jueves de Lardero, Viernes de la Cruz,
Sábado de Pascua resucitó Jesús.
Ángeles somos, del cielo venimos
a pedir chorizo y huevos para merendar.
La patrona de esta casa
será una buena mujer.
Si nos da o no nos da
las gallinitas lo pagarán.
Aunque sea tocino viejo,
que sea de buen pellejo,
los niños de la escuela
lo hemos de comer.
Antezana de la Ribera (Álava)
Ángeles somos, del cielo venimos,
cestas traemos, huevos pedimos
para Jesucristo, que viene de camino
y Nuestra Señora, que viene sentada
en la silla dorada,
lavando los paños en agua rosada.
Jueves en la cena, Viernes en la Cruz,
Sábado de Pascua resucitó el Niño Jesús.
Dadnos una limosna que por ella se alcanza
de Jesús y de María la buena venturanza.
Llano de Bureba (Burgos)
San Miguel de Pedroso (Burgos)
Denos, denos si nos han de dar,
chorizos y huevos para este Carnaval.
Los chorizos a la cesta
y el dinero al bolsillo para merendar.
Bergüenda (Álava)
Con licencia del señor nuestro hemos salido a pedir imitando a Jesucristo a quien podemos seguir. De pobres y mendigantes es andar por las puertas, a quienes deben dar limosna, dejando esta respuesta: de corazón suplicamos hagan una caridad. A María le pedimos nos socorra nuestra edad. Quede Vd. Con Dios, señora, que Dios le guarde la vida, hasta otro año que volvamos a por otra longaniza. Con un real nos contentamos, que nos vamos a marchar. Quede Vd. con Dios, señora, que Dios le guarde la vida.
Lermanda (Álava)

Señalados estos elementos comunes, es preciso indicar algunas particularidades en función de las poblaciones. A modo de ejemplo, en algunos casos:

También, en algunas poblaciones en la cuestación se utilizaba como elemento de la misma un gallo (que en algunos casos se le llegaba a moler a palos hasta su muerte por parte de los estudiantes), y de ahí que en sus canciones apareciese este componente.

Esta festividad, en muchos sitios desaparecida, contiene los elementos que se han señalado anteriormente, como el fuerte componente social e identitario, puesto que no solamente participaban en ella las y los estudiantes y figuras afines, como las y los maestros, sino que toda la vecindad participaba colaborando en la cuestación. Así mismo, era frecuente que la merienda no solo la realizaran los estudiantes, sino que también grupos de amigos o peñas se juntasen para merendar, acompañando la comida con vino.

También es importante insistir en el protagonismo que en esta fiesta tomaba la comida, puesto que en torno a ella gira toda la festividad, y que sirve como elemento simbólico de despedida de la carne que en el periodo que se avecina, la Cuaresma, no va a poder ser disfrutada.

Por último, antes de terminar este subapartado, es importante señalar cómo, semejante a esta fiesta, y también previa al Carnaval, nos encontramos con la referida a santa Águeda, en la que los protagonistas ya no son los niños sino los «mozos», pero que sigue con la misma idea de postulación. Si bien en muchas poblaciones la festividad se reducía a que los mozos se reunían a tomar café o a realizar pasacalles nocturnos, en otras se seguía la misma dinámica propia del Jueves Lardero de ronda y cuestación con canciones, si bien lo habitual es que se hicieran a la puesta del sol.

Ejemplo de festividad posterior a la Cuaresma

En algunas poblaciones los actos típicos del Jueves Lardero se celebraban no previamente a la Cuaresma, sino el Domingo de Resurrección, pero su funcionamiento era muy similar (si acaso, ganaba en la tradición culinaria una mayor importancia el elemento de los huevos). Es por ello que en este apartado se hará referencia a otra festividad con un origen del todo particular: el lunes de aguas.

El lunes de aguas es una festividad local propia de la provincia de Salamanca que se celebra el lunes siguiente al Domingo de Albillo, es decir, ocho días después del Domingo de Resurrección, en el que salmantinas y salmantinos realizan una merienda campestre en torno a un producto tradicional como es el hornazo. Este podría definirse como una especia de empanada de embutido de cerdo, que si bien tiene sus variantes, es común entre sus ingredientes el lomo, el jamón, el chorizo, productos muy de la tierra, y el huevo cocido.

Pero para entender su origen es necesario retroceder en el tiempo hasta la aparición de las casas de mancebía. Estas casas surgieron en España a finales del siglo XV y principios del XVI, un siglo con retraso con respecto a Europa al igual que otras muchas cosas, con el propósito de retirar de las calles a las mujeres que ejercían la prostitución.

En estas casas, la figura encargada de gobernarlas y hacer cumplir las normas que sobre prostitución se dictaminasen, era el denominado Padre de la Mancebía, o coloquialmente denominado en Salamanca Padre Putas o Padre Lucas (este último nombre nacido durante el franquismo), figura designada a elección de las mancebas y por aprobación del concejo municipal.

No obstante, a pesar de la existencia de estas casas, era frecuente que la prostitución se ejerciera fuera de estas, especialmente en aquellas ciudades que contaban con una universidad, la cual atraía fervientes estudiantes que visitaban asiduamente a las prostitutas, como eran el caso de Sevilla y Salamanca. Esta situación no pasó desapercibida a Felipe II a su paso por Salamanca cuando iba a desposarse con María de Portugal, y es por ello que dictaminó a mediados del siglo XVI que toda mujer que ejerciera la prostitución debía ser conducida fuera de la ciudad, al otro lado del río, mientras durase la Cuaresma y de esta forma asegurar el cumplimiento de la abstinencia de carne en su sentido más amplio, tanto literal como metafórico, por lo que el Padre de la Mancebía, responsable de hacer cumplir este dictamen, conducía a las prostitutas a la vecina población de Tejares.

Dado por finalizado el periodo de abstinencia, las prostitutas podían volver a la ciudad, si bien estas no podían utilizar el punto de acceso habitual, el puente romano, puesto que era un acceso reservado a quienes fuesen «puros», por lo que debían volver cruzando el río en una barca, de ahí el nombre de «lunes de aguas», guiadas por el Padre de la Mancebía. Este ritual de retorno congregaba a curiosos y espectadores, especialmente a universitarios, quienes acompañaban a las prostitutas de vuelta a la ciudad[4] y lo celebraban con vino y comida, siendo el alimento protagonista el hornazo.

Este papel protagonista del hornazo no era casual. No hay que olvidar que esta especie de empanada está rellena de carne, es decir, del alimento sobre el que recaía el mayor peso de la abstinencia durante la Cuaresma. Es por ello que, con este encuentro, se daba por terminada simbólicamente la abstinencia sexual, representada con el retorno de las prostitutas, y la abstinencia de carne, representada con la ingesta del hornazo.

Esta tradición estudiantil se fue extendiendo, llegando a convertirse en una festividad local de carácter más familiar, eliminándose de la misma el papel de la prostitución.

Es reseñable cómo esta celebración, en sus orígenes, que surge de manera más o menos «espontánea», es decir, fuera de todo calendario festivo oficial, y que une la oficialidad de unas normas de carácter religioso y la festividad de carácter local y popular, sigue el esquema de Van Gennep (2008) para los ritos de paso, en tanto que hay una fase de separación (las prostitutas se apartan de la población por ser consideradas fuente de pecado), de margen (las prostitutas deben mantenerse alejadas y lejos de todo contacto con la población que está purgando sus pecados) y de agregación (la vuelta de las prostitutas a la ciudad).

Conclusiones

En torno al calendario oficial y compartido de una población en sentido amplio (nación, comunidad de fieles…), es frecuente que surjan festividades populares que si bien en sus orígenes tenían un significado muy relacionado con las fiestas o periodos oficiales, en la actualidad esa significación se ha difuminado y poco se piensa ya en aquello que las motivó.

Un ejemplo de esto lo encontramos en las fiestas locales que surgieron en torno a la Cuaresma, periodo en la religión católica vinculado tradicionalmente a la penitencia y al ayuno, y en las que un elemento principal de las mismas era la comida, especialmente la cárnica. Por tanto, se da una contraposición entre las normas alimenticias propias del periodo de ayuno y abstinencia de la religión católica y el elemento cárnico que se ensalza durante las fiestas locales, que sirve bien como despedida simbólica de la carne que no se va a poder disfrutar durante el periodo de Cuaresma, o bien para festejar que dicho periodo se ha dado por concluido.

Así mismo, estas fiestas pueden verse, al igual que el Carnaval, como un acto de rebeldía o de desobediencia hacia unas normas concretas, en este caso de carácter alimenticio, o bien como válvula de escape que favorecen, a fin de cuentas, el mantenimiento del orden social.

Pero son interpretaciones que en la actualidad han perdido fuerza e interés en tanto que, como se ha insistido, el significado de estas fiestas se ha diluido con el paso del tiempo, perdiendo su motivación y sentido original, mientras que ha ganado un mayor peso su carácter social y el refuerzo de la identidad colectiva, siendo la comensalidad la mejor representación de ello.




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NOTAS

[1] Las normas alimenticias dentro de la religión católica pueden ser de carácter general y de observancia por parte de todo el conjunto de creyentes, como es el caso del ayuno eucarístico, así como de carácter más localizado y que corresponden con ciertas festividades religiosas locales, y que, por tanto, solo son de observancia por parte de los creyentes de un territorio específico y durante un tiempo concreto y que en ocasiones están relacionadas con votos ofrecidos a sus patrones.

[2] Si bien el jueves es el día común de esta celebración en varias localidades, en algunas se ha adelantado al miércoles, al menos su preparación, y en otras, incluso, se ha pospuesto hasta el Domingo de Resurrección, como en Aguilar de Bureba o en Sotresgudo, ambas poblaciones de Burgos, si bien en estos casos el alimento protagonista es principalmente el huevo.

[3] Debido a la proximidad de las poblaciones, muchas de estas canciones se asemejan en varias estrofas, siendo las mayores diferencias encontradas entre algunas canciones el orden de las estrofas o pequeñas modificaciones y adaptaciones en las mismas.

[4] Según Tomás Hijo (2008), al ir al encuentro de las prostitutas, los universitarios llevaban consigo ramos como muestra de alegría y de ahí puede haber surgido el origen del uso del término de «rameras» para referirse a las prostitutas.



Fiestas locales en torno a la Cuaresma relacionadas con la comida

DABBAGH ROLLAN, Víctor Omar

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 463.

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