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El nombre del municipio nos confirma la presencia de elementos defensivos (torres, atalayas) en la antigua vía Emerita–Toletum por el Vado de Albalat, no olvidemos la existencia de varios castros en la ribera del Almonte, tal es el caso del castro celta de «La Coraja» o los restos de atalaya localizados en el camino que conduce desde Torrecillas a Deleitosa. Además, este municipio se ubica en una zona de llanuras ligeramente onduladas o «tiesa», de donde toma definitivamente su nombre[1], con una extensa campiña rodeada de tierras de secano y un bosque de encinas.
El origen del nombre del municipio hemos de buscarlo en los abundantes topónimos aludidos a las torres en la zona: Torre de la Coraja cerca de la dehesa de Torrecilla, próxima al Carrascal. la Torre de Sancha Alonso, que dicen de Corajo, Torreherrera. Torremuriel, Torre Menga o Torre Mengada, Palacio de Carmonilla, Los Casarones de Tozo, en la que hay indicios de antigua población que podía ser la Torre de Mingo Caro.
Posiblemente, los trashumantes que procedían con el ganado desde Castilla pusieron el nombre a la localidad, quizá los procedentes de Torrecillas de Camero (Logroño), que es una zona muy montañosa. Lo de «Tiesa» debió de ocurrírseles por el palpable contraste con su región de origen. De hecho, los ganaderos trashumantes de la familia Martín procedían de Torre de Cameros y fueron los primeros vecinos de Aldea Nueva (Aldeacentenera), tenemos otros ejemplos palpables en poblaciones cercanas, como es el caso de los estantes que se establecían en algunas aldeas o lugares para pasar la temporada de invierno y, de hecho, algunos se quedaron como los Sanz en Trujillo, Garciaz y Torrecillas[2]. Hay que tener en cuenta que este término está atravesado por una de las rutas importantes de la trashumancia, desde Mérida y Trujillo hacia Castilla, que partiendo de la Cañada Real Leonesa al sur de Trujillo, antes de alcanzar el río Magasca, pasaba por Torre Herrera, Torre Muriel, Torrecillas de la Tiesa y Venta del Colorao hasta el Puerto de Miravete, por donde discurre la Cañada Leonesa Occidental.
En la iglesia parroquial, en el lado del Evangelio, hay un retablo de la primera mitad del siglo xviii, de un cuerpo con una hornacina central enmarcada por columnas salomónicas con decoración vegetal en la que figura la Virgen de los Remedios, imagen que ostenta Tres Manos, obra de vestir, con manos y cara talladas, y pelo natural. Se utiliza la tercera mano para llevarla a las personas aquejadas de alguna enfermedad. Esta imagen se incluye en el Escudo de Armas. A esta tercera mano que tiene la Virgen se la atribuye un carácter milagroso, lo que le otorga un gran valor antropológico.
En el año 1775 el Arzobispado de Toledo hace pagar la restauración de la campana grande de Torrecillas a expensas de las limosnas de los devotos de los pueblos de Bohonar de Ibor, Valdecasa y Castañar, en agradecimiento de haber recibido la mano de la Virgen ante una epidemia contagiosa y por haber experimentado un total alivio, de lo cual lo certifican como hecho milagroso.
Vamos a dedicar un estudio a esta imagen titular de los Remedios a la que se le atribuyen muchos prodigios, recogemos información del Interrogatorio del siglo xviii, según el cual:
[...] es la ymagen milagrosa de María Santísima de los Remedios con tres manos, quien es el socorro, escudo y defensa para todas las enfermedades, epidemias y trabajos, que en esta miserable vida acaezen y padezen los vezinos de esta villa y también los convezinos moradores de los pueblos de immediazión, lugares y villas del Obispado y Arzobispado de Toledo, como se acreditará con los portentos y maravillas que por su interzexión an conseguido. En la villa de Deleitosa, esta consiguió un espezialísimo alivio en una epidemia que experimentaron en el año de setezientos y setenta, en la que fallezían a cada paso sus moradores, acudieron al cura párroco, que entonzes era Don Martín Alonso de Thorres, y le pidieron la santa mano para que visitase los enfermos de dicha villa, pues esperaban con ella la mejoría de sus afheziones, dióla el señor cura, a solicitud de Ygnacio Mohedas, señores, cura y facultativos de dicha villa y experimentaron el alivio que apetezían.
En la villa de Jaraicejo en otra semejante afliczión acudieron a este asilo y lograron el mismo beneficio, quando el Conde Aranda subió a la corte, que ia estaba el que escribe de cura, en la guerra de Almeida. En las villas de Madroñera y Belvis, Huertas de Ánimas, arrabal de la capital de Truxillo, Aldea del Obispo, pueblos todos del este nuestro plazentino obispado, quienes en sus confilctos, epidemias y viruelas, acudieron a la poderosa interzesión de esta reina soberana y fueron auxiliados y favorezidos como apetezían y deseaban.
Y para que no se me calumnie, por algún criticón, que yo uso de la especulativa referenzia y no declaro algunos particulares prácticos de las maravillas de esta prodigiosa imagen, propondré dos para mover al culto y devozión de su poderosa interzesión: el primero es en esta forma, con el motivo de tener Don Juan Calvo, administrador de los tabacos de la villa de Jaraziejo y sus anejos, dos hijas religiosas en uno de los dos conventos de la villa de Belvis de este obispado, quienes avían visto en su capilla y adorado a esta Santa Ymagen de los Remedios, subzede que la Señora Abbadesa de su convento le acaesze un grano o carbunco en un brazo que se le inflamó, en términos de facultativos, que era preziso el usar de incisión y corte dél por evitar maiores peligros. Una de estas religiosas asistía a dicha abbadesa, y aviendo oydo al médico y zirujano la determinazión que toman para cortarla el brazo, en estos términos la dice: Señora Abbadesa no condezienda con la determinazión de los méditos de la tierra, acuda Vuestra Reverenda a los del cielo, sepa Vuestra Reverenda que yo he visto una imagen de tres manos, que se halla zerca del lugar donde mi padre havita, prodigiosa y milagrosa para todo género de trabajos: ofrézcase Vuestra Reverenda con todas veras a su proteczión, que yo confío con la mejoría, y no llegará el caso de contarla el brazo. Parose a esta propuesta la abadesa, dudando el cómo podría traher la santa reliquia para que este medio lograr su salud. La religiosa la dijo: Yo escriviré a mi padre que es conozido del señor cura de aquella villa, para que acompañado de un sazerdote pase a estar con él y pedirle la santa poderosa mano de los Remedios y trayéndola logrará Vuestra Reverenda la salud apetezida. Hízolo así, llevaron la santa reliquia con dezencia en su cofrezito y luego que la abadesa la adoró se la resolvieron todas las inflamaziones negras que en el brazo tenía, bolviéndosele de color perfecta, blanca y deshecha toda la inflamazión que tenía, la dio muchas grazias, y en gratitud se explicó con una limosna a beneficio de esta reina soberana para sus reverentes cultos. Vive Calvo a quien se pueda preguntar[3].
Aún nos relata otro suceso acontecido en Torrecillas en el que intervino la milagrosa virtud de la Virgen de los Remedios:
[....] Aviendo estado el cura párroco de esta de Torrezillas, que expone en observanzia de la ecc(ca), vereda de su prelado estas razones, más de dos años padezindo una perniciosa herisipela en la vista hizquierda y rostro y después de ésto, tolerado con sufrimiento y pacienzia, unas rezias quartanas por espacio de más de ocho o nuebe meses y en fin sumamente achacoso con los continuados quebrantos que Dios le favorezía. Ultimamente le dio una enfermedad grave en el día segundo de Pascua de Resureczión, del año de setezientos ochenta y tres, en cuio día avía predicado una fiesta solemne a honrra de esta SoberanaPrinzesa, que la hizieron ciertos devotos serranos movidos de la singular belleza, prodigios y maravillas que por medio de su interzesión consiguen para sí y sus ganados romándola por interzesora, y retirándose a su casa resultó que aquella noche le entró una calentura lectal, que tomaba incremento dos a tres vezes al día, y aviéndole asistido el zurijano titular de la villa, Pedro Flores, que oy se halla en la villa de Torrejón, sin dar palotadas en punto del alivio del cura, determinó éste con su aviso llamar a Don Juan Granados, médico famoso de la villa de Jaraizejo, para buscar la salud que tanto se apereze. Vino éste y aunque conozido y amigo, al tiempo de entrar en el quarto a ver al doliente, como el enfermo le avía de llamar Juan, me llamó Manuel, hizo mala cara, se llegó a la cama, le tomó el pulso y empezó a arquear sus zejas, hazer mala cara, etc., consultó con el zirujano y dio pocas esperanzas de mi vida, mandó la disposizión christiana del viático y testamento, separazión de servilleta, cuchara, platos, etc. como enfermedad contagiosa; se hizo todo lo que dispuso en gracia y honra de esta Reina Soberana y dándome determinó cosa de ocho a quinze días y quando más hasta el otoño. Pero, válganos la misericordia de nuestro amante Dios y su Santísima madre, quán errados son los juicios de los hombres. Rezetó medizinas que adaptaron a la naturaleza, mejoró el enfermo y se le consultó y oy día escribe este prodigio y le explica, en esta forma, para honrra y gloria de esta Señora de los Remedios[4].
Encontramos su origen más remoto en un icono popular de la iconografía del cristianismo bizantino. Virgen que con una mano sostiene al Niño y con la otra lo muestra o señala (porque Él es el Camino) mirando al espectador, conminándole a tomar una decisión, a contemplar la opción que se abre ante él o también puede estar sosteniendo al Niño por debajo con la tercera mano y que en griego se la denomina la Panagia Tricheroúsa, es decir, la Toda Santa de Tres Manos.
Pero, la tercera mano está ligada a una historia sobre San Juan Damasceno (640-754), funcionario del califa de Damasco, considerado tradicionalmente en el catolicismo como el último de los Padres de la Iglesia. Juan Damasceno fue un ferviente devoto de la Virgen y de los iconos frente a las imposiciones de los emperadores iconoclastas, que destruían iconos y prohibían su uso.
En la Iglesia latina se le recuerda especialmente por sus textos sobre la Asunción de la Virgen María, en alguno de sus escritos figura el asombroso milagro mariano que dio origen al icono de las tres manos, en recuerdo a dicho milagro se realizó el icono de Monte Äthos (monasterio serbio de Chindalar, Grecia). Según la leyenda, el emperador León III Isaúrico, furioso, envió una carta al califa omeya con pruebas falsificadas de que Juan Damasceno estaba implicado en una conspiración. El califa se lo creyó y ordenó que a Juan le cortaran la mano derecha en público y que la colgaran en lugar bien visible. Al cabo de unos días, San Juan oró a la Madre de Dios, la Theotokos, ante su icono, recordando que con esa mano había defendido su veneración y que si la recuperaba podría seguir escribiendo en su honor. Milagrosamente, la Virgen le devolvió la mano cortada. Y él, a modo de exvoto, como recordatorio del milagro, colocó una mano de metal colgando del cuello del icono. Después, esta mano metálica se pintó colgando del cuello del icono.
El califa, sintiéndose engañado, quiso restituir a Juan en sus funciones, pero él rehusó, porque había decidido consagrar su vida a la Madre de Dios. Dejó Damasco, llevando consigo el icono, y se hizo monje en el monasterio de San Sabas[5].
El icono permaneció en el monasterio hasta el siglo xiii. San Juan Damasceno, como signo de agradecimiento, había fijado sobre la parte baja del icono una mano de plata. Más tarde, en las copias, esta mano viene ya pintada. Este icono es uno de los más célebres en la Iglesia greco-ortodoxa y atrae a numerosos peregrinos. Dice la leyenda que durante la invasión turca, los ortodoxos, temiendo la profanación por parte de los musulmanes, sacaron el icono del monasterio de San Sabas, lo cargaron a lomos de un asno y dejaron partir al animal sin guía alguna. El asno prosiguió solo su camino y llegó tras un largo periplo al Monte Athos. Allá se paró frente al monasterio de Chilandar. Los monjes recibieron el icono con alegría y lo llevaron solemnemente hacia su iglesia, donde se venera desde aquel momento. Tras la solicitud del patriarca de Rusia, Nikon, le llega una copia de este icono, Desde entonces se difunde su veneración en aquel país.
Encontramos paralelos escultóricos en España en la Virgen de Altamira, en Miranda de Ebro (Burgos), que cuenta con una curiosa leyenda sobre las Tres Manos en la población donde es venerada: Miranda. Hay dos. Una cuenta que un pastor que habitualmente iba con su rebaño por los campos de Miranda y que solía frecuentar la ermita de San Martín y la de la Virgen de Altamira -que estaba en La Picota- sufre el ataque de los sarracenos. El perro va corriendo al pueblo y el muchacho trata de huir de la situación yendo al monasterio de San Miguel. Y el pastor implora a la Virgen y se pone bajo la advocación de Altamira, a la que tenía especial devoción, y dice que escuchó: ‘No temas, tu devoción a mí te salva’. Entonces, una intensa luz le cegó los ojos y en sus pupilas se le quedó grabado un rostro de mujer. Mientras, sus atacantes no lograban acabar con él. Cuando va a dar las gracias a la virgen se da cuenta de que una de las manos -una tercera- está sangrando y que tiene clavado el mismo arma blanca con el que le atacaron a él. Se da cuenta que era la mujer que vio y la villa decidió hacerla su Patrona.
La otra historia, la del Conde, también se sitúa en plena invasión musulmana, en el siglo x. Se dice que los reyes cristianos de Navarra y León unieron distintas tropas, entre ellas una mirandesa liderada por su conde, para hacer frente al ejército musulmán en la localidad de Valdejunquera. Según van de camino a este paraje, como devoto de la virgen, se para en una ermita que encuentra allí y se pone junto a los suyos bajo la protección de la virgen porque iban a librar una batalla muy dura. Tanto que el ejército cristiano la perdió. En Miranda se daba por hecho que todos habían muerto, pero el conde, en medio de la batalla, siente que una mano se interpone en una flecha dirigida a él. En su regreso a casa, todos los mirandeses sanos y a salvo pasan por la ermita y, para sorpresa del conde, observó que la virgen tenía clavada en una tercera mano esa flecha que vio que le llegaba a él. Ante este prodigio decidió coger esa imagen y la hizo patrona de sus dominios. Desde entonces, se decidió colocarla en el cerro de La Picota.
Con el deterioro del paso de los años se decide hacer una nueva, un siglo después que incluye ya la tercera mano. Se trata de conservar el sentido del milagro con el Conde.
NOTAS
[1]Interrogatorio de Tomás López, respondido en diciembre de 1785 por don Josef González Santos de San Pedro, «cura theniente de la parroquial de Santa Catalina de esta villa de Torrezillas, el único que hace referencia al nombre de la localidad, afirmando: «esta villa de Torrezillas está situada en una tiessa y zerro, que por esso los antiguos la nominan de la Tiessa».
[2] I Libro de Matrimonio. Archivo parroquial de Torrecillas de la Tiesa.
[3] Año 1798, vid. LÓPEZ, 1991, 429-430.
[4] Año 1798, vid. LÓPEZ, 1991, 430.
[5]EWTN, 4 diciembre, S. Jn Damasceno, Doctor de la Iglesia; SÁENZ, A: El icono, esplendor de lo sagrado, Ed. Gladius, 1991, pp. 42-43.