Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
Varias crónicas medievales recogen sucesos anteriores a la llegada de cartagineses y romanos a la península ibérica. La presentación de estos acontecimientos se expone en ocasiones de forma sucinta y confusa, lo que pone en duda su credibilidad, siendo considerados en todo caso como hechos legendarios. Entre los acontecimientos recogidos destaca una gran sequía (Gran Seca) que asoló a la antigua Hispania. La Estoria de España, crónica compuesta por mandato de Alfonso X en el siglo xiii, es una de las obras que describe este periodo de extrema aridez en aquellos tiempos remotos. El relato sugiere la existencia de un período de escasez de lluvias prolongado, que algunos estimaban en veintiséis años mientras que otros cronistas creían que en realidad se habría extendido durante varios meses.
De haber existido una sequía tan duradera puede que regiones continentales como la meseta de la península ibérica se vieran más afectadas. Un hecho tan grave habría causado una honda preocupación que habría permanecido en la memoria colectiva, transmitiéndose de forma oral o escrita entre sus habitantes durante generaciones. Los cronistas medievales relataron que, debido a esta gran sequía, los habitantes se vieron obligados a refugiarse en las proximidades de los grandes ríos como el Ebro o el Guadalquivir, así como en zonas costeras donde habría una mayor humedad y recursos, como la región cantábrica o la costa de la Galia.
Se especifica en el relato que, al final de la misma sequía, se levantó un viento muy potente que derribó todos los árboles secos, que «asemejaba humo y levantó mucho polvo». Después vendrían tres años de lluvias incesantes, anegando las tierras hasta que el clima se estabilizó de nuevo. Al recomponerse la fertilidad de la tierra, habrían regresado los pueblos hispanos o íberos del norte mezclados junto a pueblos celtas, dispersándose sobre todo por las riberas de los ríos Ebro y Guadalquivir. Se especifica que, al retornar, sólo hallaron, en las riberas de estos ríos, olivos y milgranas (granados). Este fruto aparece profusamente representado en cerámicas íberas (Izquierdo Peraile 1998) por lo que podrían hacer alusión a este pasaje, no tan alejado cronológicamente. El granado es además la planta o fruta nacional de Georgia, uno de los lugares que pudieron ser la tierra de procedencia de algunos de los pueblos íberos[1]. Quizá por este motivo las granadas fuesen tan profusamente representadas en elementos de su cultura material.
La primera ciudad repoblada habría sido Lepta, a la que llaman hoy Niebla, entre el océano y la desembocadura del Guadalquivir. En la crónica se asegura que regresó posteriormente el rey Pirus o Pirro (sucesor de Hispan) a Toledo y, donde estaban las dos torres[2], mandó construir dos fortalezas para repoblar el asentamiento. Posteriormente se menciona el viaje de este rey a los montes dAspa que también llamaba Cetúbales[3], refiriéndose quizá a los Pirineos (de Piro) o a otra cordillera de la zona norte peninsular.
Por su parte, el cronista Heredia en la Grant Cronica de Espanya aporta algún dato más. Según relata, Hispan habría tenido una hija a la que llamó Granada, (o Liberia[4] según la crónica de Alfonso) para la cual buscaron entre otros reinos a un pretendiente. Vendrían los hijos de los reyes de Ponto (Pyrrus), de Tiro y de Creta. Una historia similar se recoge en la Estoria de España, en la que se menciona a reyes de Grecia (de donde procede Pirus), Escancia[5] y África. El príncipe proveniente del Ponto (o Grecia en la crónica de Alfonso X) llamado Pyrrus o Pirus fue quien completó un reto constructivo que les propuso el rey Hispan para mejorar el abastecimiento y acceso de una de sus ciudades. Sitúa la Gran Seca durante el reinado de este rey, que estima en veintiséis años, el cual, junto a sus vasallos, abandonaría su tierra hacia Galia y África, retornando al término de la sequía. El primer lugar que repobló habría sido la ciudad de Niebla, a la que llamarían Gaheda, fundando nuevas ciudades en otras partes de Sevilla, Granada y del norte en los montes Celtiberios, donde le gustaba ir a cazar. Cuenta este cronista que, tras el reinado de Pirrus, los hispanos no quisieron continuar siendo vasallos de reyes griegos sin explicar las razones que llevaron a acabar con esta dinastía, acabando invadidos por otros pueblos tiempo más tarde.
El cronista Florián Ocampo también recogió este pasaje en el siglo xvi en su Crónica General de España, considerándolo como cierto. Añade que, no sólo partieron los hispanos hacia la Galia, sino que se dispersaron también hacia Grecia, Italia y Asia. Al parecer, habrían encontrado una situación más cómoda en las regiones norteñas y cercanas a la costa, aunque vivirían con no pocas dificultades. En general, el resto de cronistas que recogen este evento, finalizan el pasaje refiriendo la venida de un gran viento que arreció, arrancando de raíz todos los árboles secos para posteriormente desatarse intensas lluvias que provocaron la restauración de la fertilidad de los campos y bosques. Recoge también el retorno de algunos hispanos que vieron cómo sólo existían granados y olivos en la ribera del Guadalquivir[6]. Estimaba que estos hechos habrían sucedido hacia 1.030 a.C.[7].
Sequías y sus efectos al final de la Edad del Bronce
En algunas regiones de la península ibérica pobladas durante la Edad del Bronce se construyeron obras para el abastecimiento de agua bastante notables como el pozo de Motilla de Azuer, el cual penetraba en el suelo unos veinte metros (Jiménez-Brobeil). La gran profundidad alcanzada para aquella época hizo que algunos hayan bautizado al supuesto jefe que dominaría la fortaleza como el «Señor del Agua». También se ha investigado recientemente una balsa de gran tamaño en el yacimiento de La Bastida (Murcia), perteneciente a la cultura argárica, que pudo contener una gran cantidad de agua y una capacidad de 320 m3 (Risch 2015). Cabe mencionar también las obras hidráulicas de Marroquíes Bajos (Jaén), mucho más antiguas, que consistían en fosos circulares concéntricos de agua que rodeaban el núcleo poblacional y que habrían servido para el riego. Además, según los cronistas medievales se habrían erigido acueductos para transportar agua a diversas ciudades[8] en aquellos tiempos remotos de los reyes legendarios Hispan y Pirus. Estas construcciones de la Edad del Bronce no se pueden relacionar directamente con una gran sequía como la descrita en las crónicas sino con las necesidades de las respectivas poblaciones de abastecimiento de agua en zonas áridas.
Sin embargo, hoy en día se han publicado varios estudios que exponen datos relativos a un periodo de sequedad durante la Edad del Bronce en un período que comprende unos 200 años, entre 1.250 y 1.100 a.C. según estudios recientes (Weiss 1992; Fagan 2003; Kershner 2013; Langgut 2013). También se han identificado otros periodos de sequía y estiaje de más de cincuenta años, como la que asoló al imperio neoasirio, alrededor de 700 a.C. (Sinha 2002) y en Mesopotamia mil años antes, hacia 2.200 a.C. (Wright 1998).
Nos centramos en este caso en los estudios que recogen la influencia que pudo tener este cambio climático en la Edad del Bronce Final[9]. Trabajos recientes postulan la existencia de una gran sequía como una de las consecuencias que llevaron a una gran crisis y abrupto final que es conocido como el Colapso de la Edad del Bronce Final (Kaniewski et al. 2013). Se sabe que esta sequía pudo ser provocada a consecuencia de un descenso en la temperatura al inicio de la Edad del Hierro por análisis polínicos y de algas en la zona este del Mediterráneo. El periodo de sequedad pudo haber durado desde el 1.200 o 1.072 a.C.[10] hasta el 900 a.C. (Ellenblum 2012), lo que pudiera dar una explicación comprobable mediante datos reales a los hechos que relatan las crónicas y que, de alguna forma, llegó hasta nuestros cronistas medievales. La otra opción posible sería una simple coincidencia entre una fábula medieval y un hecho constatable con datos científicos hallados recientemente.
Habría que recordar además que, hacia el año 1.200 a.C., confluyeron varios sucesos de importancia en el Mediterráneo, como las invasiones de los «Pueblos del mar». Se ha tratado de identificar a estos pueblos mencionados en textos egipcios e investigar sus lugares de procedencia: los shirdana, (sardos de Cerdeña); los shekelesh (sículos de Sicilia); los tursha (quizá tirsenos o tartessios); lukka (quizá licios), denyen (quizá los dánaos de la Iliada o aqueos), peleset (filisteos o bien pelasgos), tjeker, weshsesh, y los akawasha o ekwesh (quizá aqueos). En todo caso, la relación entre estos pueblos mencionados por egipcios y otros reinos orientales es una cuestión en constante revisión por los historiadores. Sus incursiones arrasaron gran parte de los pueblos y asentamientos que existían en aquel momento en Próximo Oriente y que propiciaron la desaparición de culturas como Micenas o el Imperio Hitita, entre otros. Estos hechos dieron paso a un periodo conocido en Grecia como Edad Oscura, de la que no se tienen relatos ni escritos, al igual que sucede en la antigua Hispania aproximadamente durante el mismo periodo en las crónicas que venimos siguiendo.
Una gran sequía habría producido movimientos de población desde las zonas secas a zonas de mayor humedad y bonanza climática, lugares más húmedos, costeros y fértiles. En la Edad del Bronce Final, la población había crecido considerablemente por lo que cualquier movimiento de pueblos pudo causar conflictos que llevarían a este tipo de situaciones difíciles.
BIBLIOGRAFÍA
Ellenblum, Ronnie. The Collapse of the Eastern Mediterranean. Climate Change and the Decline of the East, 950-1072. Cambridge University Press 2012.
Fagan, Brian M. The Long Summer: How Climate Changed Civilization. 2003.
Izquierdo Peraile, María Isabel. «Granadas y adormideras en la cultura ibérica y el contexto del Mediterráneo antiguo», Pyrenae (1997).
Jiménez-Brobeil, Silvia A.; Al Oumaui, Ihab; Nájera Colino, Trinidad «Salud y Enfermedad en Motilla del Azuer; una población de la Edad del Bronce de La Mancha», Revista Española de Antropología Física 28 (2008).
Kaniewski, David; Van Campo, Elise; Guiot, Joël; Le Burel, Sabine; Otto, Thierry y Baeteman, Cecile, «Environmental Roots of the Late Bronze Age Crisis». Plos One 8 (2013).
Kershner, Isabel. «Pollen Study Points to Drought as Culprit in Bronze Age Mystery», The New York Times. (22 de octubre de 2013).
Langgut, Dafna; Finkelstein, Israel y Litt, Thomas «Climate and the late Bronze Collapse: New evidence from the southern Levant», Journal of Institute of Archaeology of Tel Aviv University 40 (2) (2013).
Risch, Roberto; Rihuete, Cristina; Llul, Vicente, Micó, Rafael. «La gestión del agua durante El Argar: el caso de La Bastida (Totana, Murcia)», MINIUS Revista do Departamento de Historia, Arte e Xeografía 23 (2015).
Sinha, Ashish et al. «Role of climate in the rise and fall of the Neo-Assyrian Empire», Science Advances 5 (2019).
Weiss, Harvey «The decline of Late Bronze Age civilization as a possible response to climatic change», Climatic Change 4 (2) (1982).
Wright, Karen, «Empires in the Dust». Discover Magazine (March 1998).
NOTAS
[1] Existe una posible relación entre íberos orientales en Georgia e íberos occidentales en la península ibérica.
[2] Las torres de Rocas, otra leyenda incluida en la crónica.
[3] Rodrigo Ximénez de Rada ya mencionó en De rebus Hispaniae la colonización de los hijos de Túbal, a los que llama cetúbales.
[4] Quizá de aquí provenga el nombre de Iliberia.
[5] Quizá Scandia, el antiguo nombre de Escandinavia o algún otro lugar.
[6] El cronista Mariana afirma que vinieron Galos y celtas junto a los naturales en su retorno a la península ibérica. Así trataban de explicar la formación del pueblo de los celtíberos.
[7] Otras crónicas medievales lo contextualizan en tiempos del rey Príamo o próximo a la Guerra de Troya.
[8]Las crónicas medievales exponen que en Cádiz y Segovia (Gobia) habrían existido acueductos en aquella época anterior a la conquista romana.
[9] Además, coincide con la aparición del hierro y el posible colapso de las rutas de comercio de la Edad del Bronce Final.
[10] Fechas cercanas a las aportadas por los cronistas.