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Adéntrate lector en estas páginas en las que te ofrezco unas breves pinceladas sobre las festividades con las que los bejaranos de otro tiempo, dependientes de la intercesión divina para atraer las lluvias y las buenas cosechas, rompían la monotonía de sus rutinarias vidas. Te adelanto que, si bien algunas se han mantenido a lo largo de la historia, otras se han disipado en la espiral del olvido para ser recobradas en el siglo precedente o en el actual, o han sido engullidas por el loco devenir de los siglos. Aunque la mayoría disponían de un lugar fijo en el calendario litúrgico, las menos brotaban de manera improvisada por obra y gracia de los deseos de la familia ducal o del monarca que rigiera los destinos de los bejaranos. Y una diferencia más, si me lo permites: si durante la Edad Moderna estaban impregnadas de un fuerte componente religioso, al entrar en el siglo xix se van despojando de su cobertura barroca para convertirse en manifestaciones sobrias de la burguesía imperante. En todas ellas, querido lector, inamovibles en el calendario o sorpresivas, hallarás unos denominadores comunes: volteo de campanas, aderezo de calles, ornato y limpieza de ventanas y balcones, estallido de cohetes y fuegos artificiales, encendido de luminarias, encamisadas y mascaradas por la noche, construcción de arcos de follaje y arquitecturas efímeras, contratación de compañías de comediantes y grupos de danzantes, sueltas de toros y corridas de novillos en las plazas de toros del Castañar o de la plaza Mayor, al margen de las siempre presentes procesiones, misas mayores y Te Deum. Su organización, dependiendo de la centuria, corría a cargo del consistorio[1], del Cabildo Eclesiástico[2] o de la Casa Ducal, o de los tres al tiempo, sin dejar de lado a las cofradías, parroquias y otras instituciones religiosas.
San Antón (San Antonio Abad) o el Día del Chorizo (17 de enero)
Su devoción se enraíza en las profundidades de la memoria desde tiempos en que los bejaranos dependían de la agricultura y la ganadería para sobrevivir. Hombres y bestias trabajaban mano a mano por hacer brotar y crecer los alimentos del terruño, creándose unos lazos entre ellos indisolubles. El lugar de culto a esta advocación protectora de los animales domésticos radicaba en la desaparecida iglesia de San Pedro, vulgo de San Antón[3], una de las diez parroquias medievales construidas a la par que los dos recintos defensivos durante el proceso repoblador. Su espadaña se encaramaba sobre un cubo la muralla con el fin de que las gentes percibieran con nitidez el toque de las campanas desde los campos de labor. Situada a extramuros de la puerta de idéntico nombre, cerca de un barrio populoso vinculado al cultivo, la importancia que otrora adquiriera su templo fue menguando por distintos azares. Reducida a la de Santa María la Mayor en 1568[4], un pavoroso incendio, que convirtió en cenizas buena parte del caserío del barrio, redujo su feligresía en 1617 según Muñoz[5]. En el siglo XVIII, dado que el tránsito entre villa y campos se había reducido a su máxima expresión, el consistorio ordenó tapiar la puerta de San Pedro o de San Antón, el obispado suprimió su beneficio curado y, por fin, fue agregada a la parroquia de Santa María la Mayor en 1722[6]. El templo acabó arruinado y de él no quedó piedra sobre piedra.
Desde tiempo inmemorial existió un hospital (desparecido con la reducción de los hospitales existentes de la villa al único de San Gil) y una cofradía de San Antonio Abad cuyos miembros, advirtiendo el declive del barrio y de su iglesia, trasladaron la imagen de su santo titular a la cercana iglesia de Santiago y costearon un retablo de estilo barroco adecuado a su culto, tal y como aparece recogido en un inventario de 1756[7] y en una fotografía antigua de mediados del siglo pasado[8]. No se emplazaría definitivamente en ella, pues con el abandono de Santiago y la cesión de su edificio al ayuntamiento de Béjar, la talla sería cobijada en Santa María la Mayor para regresar de nuevo a Santiago hace unos veinte años[9].
Desconocemos si la talla de San Antón que se procesiona hoy día es la primigenia, aquella que aparece citada en el Libro de fábrica de San Pedro hacia 1568 y que se describe como «de bulto pintado y dorado con un libro y cayada en la mano», emplazada en su retablo principal[10]. El santo, de talla en bulto redondo, se singulariza por medio de una serie de atributos: báculo en su mano derecha, libro abierto de la regla en el izquierdo y un pequeño cochinillo negro a sus pies. Destaca la letra tau en el hábito marrón, referencia a su nacimiento en Egipto[11].
La regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar de 1467 describe la celebración de una misa mayor el día de su fiesta, el 17 de enero, con una posterior procesión desde Santa María la Mayor hasta concluir en el convento de San Francisco, pasando por cada uno de los templos de la villa[12], recorrido que se simplifica en 1736. Otras versiones recogen que, tras la misa mayor celebrada en la iglesia de San Pedro, tenía lugar una cabalgata desde el desaparecido templo de San Andrés, situado en Barrio Neila, hasta desembocar en Santiago[13].
En 1641 el obispo de Plasencia, don Diego de Arce Reinoso, declaró el 17 de enero como fiesta mayor y prohibió con ello cualquier actividad, obligando a la clerecía y al consistorio bejarano a celebrarla a perpetuidad[14]. Asimismo se prohibía al creyente laborar esa jornada, bajo pecado mortal, y acudir a la misa mayor. No en vano todavía perdura entre los saberes populares bejaranos la frase «la semana de San Antón, échala al rincón». Según Fray Liciniano Sáez, quien organizó el archivo ducal a finales del siglo XVIII[15], el gran ascendiente que poseía su devoción sobre los bejaranos se explicaba porque el 17 de enero de 1638 se desataron dos incendios que arruinaron bastantes casas del barrio antiguo de Béjar en la calle de Santiago, hoy 29 de agosto[16]. Otras versiones apuntan al gran fervor que siempre demostró el duque de Béjar, don Alonso II de Zúñiga, por el santo. Si estas disposiciones no fueron suficientes, en 1756 otro obispo placentino, don Pedro Gómez de la Torre, concedió a la talla indulgencia especial[17].
Con el devenir del tiempo la fiesta invernal en honor de San Antón fue perdiéndose gradualmente, quizá por la menor dependencia económica de los bejaranos de la ganadería. La celebración fue desplazada al domingo siguiente al 17 de enero y la bendición se circunscribió a los animales de compañía. En 1950 se seguía solemnizando como acto festivo invernal de transición entre la Navidad y los Carnavales. La reducción de su relevancia es palpable: tras la misa mayor en Santiago, el sacerdote salía a bendecir a los animales domésticos congregados y esto por el tesón de mantener la tradición del cronista don Juan Muñoz[18]. Decayó de nuevo, se redujo a la nada, hasta que en los años 70 Ruperto Fraile intentó devolverle el brillo perdido[19].
Hoy día conservamos ese regusto por lo antiguo, ese intento de regresar a periodos pretéritos. Se mantienen la misa en la iglesia de Santa María la Mayor el domingo posterior a la festividad y la procesión con meta en las murallas medievales. La talla del santo, portada sobre un carro de madera tirado por bueyes o pollinos, o en andas por los feligreses, es escoltada por jinetes y caballos tras los que desfilan los devotos portando sus mascotas, en un recorrido festivo que enlaza con la cabalgata primigenia. Al llegar a los alrededores de la puerta de la muralla llamada del Pico, el sacerdote y los monaguillos se encaraman a los muros pétreos y bendicen a los asistentes.
Como punto y final se degusta la tradicional mantelada[20], vulgo mantelá, o pan cocido con anises, aderezada en su interior con chorizo asado o frito de la reciente matanza, bien in situ, bien cada uno en su casa o en comunidad a resguardo de un bar como se estila en la actualidad, o como antaño en los Peñasquillos, desafiando al frío[21]. Quizá por ello desde principios del siglo pasado o quizá menos los bejaranos han denominado a tal jornada Día del Chorizo[22].
Los Santos Mártires, San Fabián y San Sebastián, los patronos olvidados (20 de enero)
Que Béjar durante siglos presumió de estar bajo la protección de tres patronos y abogados, San Miguel y los Santos Mártires (San Fabián Papa y San Sebastián), lo atestigua la documentación conservada. Tanto uno como otros disponían de sus desaparecidas ermitas a extramuros de la villa, de las cuales desconocemos su situación concreta, aunque quizá se alzasen más allá del entonces puente de La Corredera, hoy Puente Viejo, en un lugar tan distante que en 1625 el obispo de Plasencia prohibió la romería que caracterizaba su festividad.
Los templos eran propiedad del concejo y, como tal, asumía la preparación de los fastos en su día grande con la asistencia del abad, sacerdotes del Cabildo Eclesiástico y cofrades. El regocijo consistía en vestir a la talla de San Sebastián, depositada para su veneración en San Juan Bautista, y después trasladarla a Santa María la Mayor en la jornada previa. El 20 de enero los cofrades acudían a esta última para procesionarle hasta su ermita a extramuros. Por su parte, se hacía lo propio con San Fabián Papa desde Santa María las Huertas. Una vez arribados ambos santos y sus cortejos a la ermita de los Santos Mártires, el sacerdote oficiaba una misa y se degustaba un almuerzo multitudinario a costa del consistorio de bizcochos, chocolate y vino[23]. La fiesta no se libró de largas diatribas entre el Cabildo y el Consistorio en 1710 a cuenta de la paga que las autoridades civiles debían dispensar a los sacerdotes asistentes tanto en reales como en especie[24].
Pocos años después del conflicto, en la sesión plenaria de 3 de octubre, el consistorio aborda la contrariedad de que la ermita de los Santos Mártires se encuentra en ruinas, aun a pesar de en años precedentes se había instado al obispado de Plasencia a hacer obras por encontrarse en franca decadencia. El silencio episcopal no era baladí: desde tiempo inmemorial las fiestas en honor de los Santos Mártires, la Magdalena, San Miguel y Santa Marina se consideraban de la Villa, o lo que es lo mismo de las autoridades civiles, por lo que la sede episcopal no se hacía responsable de cuidado y restauración de sus ermitas[25]. El consistorio se declaró insolvente y zanjó el asunto trasladando las imágenes de San Fabián y San Sebastián a la ermita de San Miguel, por emplazarse cerca, celebrando en ella la festividad a partir de entonces.
La fiesta y su memoria han caído en el saco del olvido. Nada queda de estos patronos, ni siquiera el rastro.
Los dedos de san Blas y las cintas contra los males de garganta (3 de febrero)
Las reliquias de San Blas, en concreto dos de sus dedos y unos huesecillos, fueron adquiridas por la casa ducal en 1490 y formaban parte del legado Leonor de Pimentel y Zúñiga, esposa de Álvaro de Zúñiga y Guzmán, primer duque de Béjar y segundo conde de Plasencia. Así constaba en un inventario de bienes escriturado por Martín Ruiz de Medina. El cuarto duque de Béjar, Francisco de Zúñiga y Sotomayor, obtuvo en 1533 la bula de autenticidad para estos restos, expedida en Roma por el Cardenal de Santa Cruz, don Francisco Quiñones. Tres años después ordenó su traslado a la parroquia de Santa María la Mayor de Béjar por estar adscrito a su feligresía el palacio ducal, morada y casa solariega del mayorazgo. Treinta después, en 1563, se suscitó la polémica al no ser reconocidas las reliquias como auténticas por lo que el Obispado de Plasencia abrió una investigación al respecto. Fue puesto al frente de las pesquisas el doctor Padilla, visitador general, quien acudió Béjar para recabar información e interrogar a los posibles testigos. Aquellos que guardaban memoria de su niñez dieron por buenos los testimonios que corroboraban la historia de su origen[26]. En todo caso, desde su depósito en la parroquia se fundó una cofradía dedicada a velar por su culto y festejar al santo en su día grande según el calendario litúrgico.
El relicario -una representación de la mano y parte del brazo en madera dorada, con un espacio en la muñeca para alojar los dos dedos de San Blas- es citado en el inventario de la iglesia efectuado en 1692, aunque desconocemos la fecha exacta de ejecución o de compra[27]. Por el contrario, sabemos que la reliquia de una de las Once Mil Vírgenes trasladada en 1536 a San Juan Bautista por el duque don Francisco venía custodiada en un relicario que representaba un trozo del brazo, de la mano hasta el codo[28]. En el informe redactado por el doctor Padilla el escribano describe el relicario de San Blas como una caja de madera cubierta con brocado carmesí y unas flocaduras de sirgo colorado con una cruz en medio verde y blanca, y encima un velo de seda con una franja de oro con detalles en plata, en la que se hallaban depositados dos dedos y unos huesecillos envueltos en un papel[29]. Según Juan Muñoz esa cruz blanca y verde haría referencia a la Orden de Alcántara, pues don Juan de Zúñiga y Pimentel ejerció como maestre de la misma[30]. Con todos estos datos deducimos con facilidad que la cajita de madera se perdería, al igual que la reliquia de las Once Mil Vírgenes, y la de San Blas sería depositada en el relicario que representa una parte del brazo humano.
En lo que se refiere al arte, en 1558 se asienta un retablo dedicado a San Blas en Santa María la Mayor de la mano de Antonio de Cervera, escultor, pintor y dorador, vecino de Jaraíz de la Vera. El artista se compromete a pintar la imagen del santo que se traería desde Plasencia[31].
Desconocemos si el que se venera hoy es el original pintado por Cervera u otro más pequeño, propiedad de la cofradía del mismo nombre. Es posible que sea el que figura en el inventario de bienes de la iglesia de 1692[32].
La festividad de San Blas se celebra en Béjar desde hace la friolera de cinco siglos. Damos credibilidad al testimonio de Gregorio de Olivares, clérigo de la parroquia, interrogado en 1563, en que afirma conocer las reliquias y haber fiestas desde 57 años atrás, es decir a principios del siglo XVI[33]. Ya entonces los feligreses de la villa y su tierra se acercaban a la iglesia para postrarse ante el santo. En ese siglo los festejos consistían en una solemne procesión que recorría el largo trayecto entre la iglesia de San Juan Bautista y Santa María con celebración de una misa mayor y postración ante sus santos restos[34]. Un par de siglos más tarde, en 1736 seguía manteniéndose la tradición con buena salud[35].
Hoy se reduce a una misa celebrada el 3 de febrero donde el párroco bendice las gargantillas o «cintas de San Blas», piezas estrechas de tela de colores que los bejaranos llevan a partir de ese día enlazadas a la garganta para ahuyentar sus males hasta que son destruidas por cremación el Miércoles de Ceniza. Es usual, como antaño[36], deslizarlas por entre los dedos del relicario para acrecentar aún más sus favores salutíferos o más bien en prevención de ellos. Es curioso que en otros lugares de España exista la tradición de bendecir y repartir entre los fieles panecillos o roscas en la festividad de San Blas, siendo esta práctica más frecuente que el reparto de cintas. En la catedral de Plasencia se celebra con gran solemnidad y regocijo. En ciertos pueblos extremeños también subsiste la tradición de repartir cintas rojas entre la feligresía[37]. Desde antiguo se conserva el dicho de «por San Blas la cigüeña verás y, si no la vieres, buen año de nieves[38] ». Y es que durante estas fechas retornan las cigüeñas desde las tierras cálidas, acaparando con sus nidos las torres de las iglesias y las chimeneas de fábricas textiles, hoy en desuso.
Pasión y dolor en la Semana Santa
Durante estos días la majestuosidad doliente de la Semana Santa llegaba al paroxismo de la religiosidad con la celebración de misas solemnes, Vía Crucis y procesiones en las que las distintas escenas de la Pasión de Cristo eran cargadas a hombros por los penitentes a lo largo de las calles de Béjar. Clero regular y secular, miembros del consistorio, hidalgos y pueblo llano se entremezclaban en una demostración de devoción y de rígida jerarquización social. La cofradía penitencial con un mayor número de miembros en la Edad Moderna era, sin duda, la cofradía de la Cruz, hoy Santa Vera Cruz, con sede en San Juan Bautista.
La Semana Santa comenzaba en 1736 el Domingo de Ramos con la bendición de las palmas y las ramas de olivo en cada una de las iglesias de la Béjar. Una vez concluido el acto religioso los feligreses de Santa María la Mayor y San Juan Bautista se dirigían a El Salvador, entrando en el templo en último lugar los de Santa María al ir acompañados por los miembros del consistorio. Tras cantar la tercia y escuchar el sermón del predicador del convento de San Francisco, cada cortejo regresaba a su parroquia[39]. En la actualidad se mantiene la tradición de bendecir los ramos en cada iglesia, aunque solo de una de ellas, San Juan Bautista, sede de la cofradía de la Santa Vera Cruz, parte la procesión de la imagen de Jesús entrando en Jerusalén.
En tiempos pretéritos la Cofradía organizaba el Jueves Santo una estación penitencial[40] que tenía comienzo a las 3 de la tarde en su capilla y recorría las calles de Béjar para finalizar en el convento de San Francisco. Alrededor de las 9 de la noche los penitentes penetraban en el silencioso claustro bajo, lo recorrían y accedían a la iglesia, donde concluía el acto con un sermón pronunciado por el predicador oficial, usualmente un franciscano. Durante el evento portaban las escenas de la pasión. Debía de ser sobrecogedor al tiempo que bello: claustro pétreo, susurros, luz de las velas, sombras encapuchadas, brillos de brocados, crujir de hábitos. Hoy día ha sido recuperado por la Seráfica Hermandad del Divino Salvador en su Pasión y su Madre Dolorosa.
Una de las tradiciones más antiguas de Béjar relacionadas con la Semana Santa es el Tálamo del Jueves Santo. Organizado por la Cofradía de la Santa Vera Cruz es una subasta de productos donados por distintas instituciones, empresas e individuos para la obtención de fondos. Está documentado al menos desde 1722 y desde entonces se sigue celebrando en el atrio de San Juan. En tiempos pretéritos se la denominaba almoneda y se emplazaba hasta no hace mucho a mediodía del Viernes Santo[41]. Ese mismo día se realizaba la misa y el lavatorio de pies en el convento de San Francisco y la cofradía corría con los gastos tanto de invitar a vino y bizcochos a los penitentes como a refrescos a los sacerdotes[42].
Durante el Viernes Santo la Vera Cruz y el Cabildo Eclesiástico concentraban los actos de mayor solemnidad. Por la mañana tenía lugar la ceremonia de El Descendimiento en los exteriores de San Juan Bautista, concretamente en su cementerio y bajo el edificio abierto por los cuatro costados que entonces constituía el denominado Parapeto, un humilladero que cobijaba tres cruces de piedra. El acontecimiento, hoy desaparecido, podemos imaginárnoslo fácilmente al disponer del ejemplo cercano de la Catedral Vieja de Salamanca. Varias personas llevan a cabo el hecho simbólico del descendimiento de Cristo, desclavando un crucificado articulado que depositan en una urna, mientras un sacerdote pronuncia un sermón o una reflexión. Las autoridades bejaranas ocupaban de manera jerárquica sus asientos en unos soportales elevados y protegidos de los elementos que daban acceso a la iglesia de San Juan desde el sur[43]. Una vez concluido el acto a las dos de la tarde comenzaba el lento recorrido de la Procesión del Santo Entierro a lo largo de las calles tortuosas de Béjar hasta Santa María la Mayor. La procesión culminaba con la entrada de la procesión en el convento de San Francisco, mientras el Cabildo y la comunidad de frailes cantaban los salmos penitenciales[44].
Las imágenes que procesionaban en el siglo XVIII eran una Virgen de la Soledad, un Angel Custodio, un Nazareno con la cruz a cuestas, un Cristo articulado y dos ladrones para la ceremonia del Descendimiento, un San Juan Evangelista y una Verónica.
A finales del siglo XIX y principios del XX, la cofradía de la Santa Vera Cruz proseguía en su papel de organizador de los actos penitenciales, siendo la parroquia de San Juan Bautista el epicentro de los actos religiosos. El largo rosario de procesiones comenzaba el Domingo de Ramos con la suya y la degustación popular de una tortilla de patatas en el paraje de Los Peñasquillos o a Las Lanchillas[45]; el Miércoles Santo la del Silencio, en la que sólo desfilaban hombres; el Viernes la del Santo Entierro, considerada la más importante; el Sábado con la de La Dolorosa y el Domingo con El Resucitado[46]; y por la tarde de ese mismo día los bejaranos se lanzaban al campo a comer el tradicional hornazo o pan cocido con chorizo[47]. A mediados del siglo XX se le sumó la procesión de Nuestro Señor de las Victorias, con sede en El Salvador.
En la actualidad, perdidos en su mayoría aquellos primeros pasos procesionales, la Semana Santa bejarana ha ido adquiriendo mayores vuelos. A la Cofradía de la Santa Vera Cruz se han añadido la Hermandad de Jesús Nazareno y Nuestra señora de las Angustias, con sede en Santa María la Mayor y creada en 1990, y la Hermandad de Seráfica Hermandad del Divino Salvador en su Pasión y su Madre Dolorosa, en El Salvador y con fecha de 2013. Durante toda la Semana Santa y en cada uno de sus días se despliegan actos religiosos.
La fiesta infantil de san Gregorio Ostiense (9 de mayo)
Curioso es que se le festejase tanto en una fecha concreta del calendario litúrgico, con una romería que transcurría entre la ermita de Santa Ana y la iglesia de El Salvador[48], como eventualmente a causa de las plagas de oruga y tiña, con recorrido inverso entre Santa María y la mencionada ermita[49].
El historiador local Juan Muñoz escribía en 1942 que el origen de esta devoción en Béjar bien pudo deberse a una plaga de oruga en 1598. Para detener los efectos perversos que ocasionaba en las cosechas, el duque Francisco III ordenó traer desde Navarra, cuna de su linaje, una ampolla con «agua de san Gregorio»[50]. Bendecidos los campos con el líquido milagroso, cesó el estrago y desde entonces los bejaranos le demostraban una devoción inusitada[51].
En el mismo artículo el cronista bejarano añadía que la imagen del santo lucía una mano más oscura que la otra porque con ella mataba las langostas e insectos causantes de plagas. La talla -según don Juan Muñoz del siglo XVII- representaba a San Gregorio investido de obispo, con mitra y báculo, bendiciendo con la mano diestra, la misma en la que portaba una gran rosca de pan, mientras que en la siniestra sostenía un báculo rematado por un ramo de flores. Un cronista en 1919 declaró que se había restaurado con poco acierto y mostraba fuertes colores frente a la pátina de antigüedad anterior[52]. Una imagen del santo luce hoy en un lucillo de San Juan Bautista, aunque, dado que la ermita fue incendiada en el año 36, desconocemos si es la original, salvada de la quema a postrera hora o por encontrarse en la casa parroquial, o quizá sea una donación posterior.
Alojada desde tiempo inmemorial en la ermita de Santa Ana, a extramuros de la villa y en los primeros compases del monte del Castañar, era tradición hasta hace pocos años que los niños trasladasen a San Gregorio hasta la zona centro y plaza de La Corredera al son del tamboril el sábado posterior a la fiesta[53]. El santo portaba una enorme rosca bajo el brazo y las bandadas de críos le saludaban con ramas de acacias y castaños florecidas adornadas con rosquillas pequeñas, lazos y caramelos[54], tantas que más parecían bosque andante que infantes en saludable cortejo. Un anónimo cronista de 1917 encontró en ese canto a la naturaleza signos visibles de orígenes paganos[55], una costumbre destrozadora que las autoridades pasaban por alto sólo esa jornada.
Fraile describe la fiesta de San Gregorio de la siguiente forma: la bandada de niños subía en animada comparsa hasta Santa Ana, donde el santo les esperaba a la puerta de su ermita. El abad, que debía ser soltero, invitaba a un almuerzo mientras la banda municipal tocaba pasodobles populares. Una vez finalizado el ágape, recorrían festivamente el trayecto que les separaba de la ciudad, pasando por La Solana y la Puerta de la Villa hasta llegar a San Juan Bautista, donde la imagen pernoctaba. Al día siguiente se repetía el colorido procesional para devolver a San Gregorio a su ermita[56]. Durante esos días los bejaranos ascendían al paraje para merendar y en él se instalaban tenderetes de chucherías, tocaba la Banda Municipal, se bailaba al son del tamboril y se rifaba un carnero[57].
Relacionada con esta advocación se emplazaba en el calendario la curiosa Fiesta civil del Árbol. Según una crónica publicada en 1919[58], los niños de las Escuelas Públicas, hasta un total de 950, formaban en batallón en la plaza Mayor para después, conducidos por sus maestros cual rebaño, ascender hasta Santa Ana. No faltaba la compañía de las autoridades locales y de la banda de música interpretando animados pasacalles. En 1920 se describe un recorrido un tanto diferente: partiendo del mismo punto se culmina en El Regajo, otro paraje natural a los pies del monte Castañar, húmedo y frondoso, conocido en otro tiempo por sus cristalinas fuentes y su arbolada sombra. Allí la chiquillería plantaba retoños de árboles acompañados de las autoridades educativas, civiles y militares[59].¡Qué paradójico resulta festejar a los árboles cometiendo el delito de romperlos!
Ambas festividades han desaparecido, como también lo ha hecho la frase popular vinculada al santo que decía: «San Gregorio goloso, se comió la rosquilla y dejó el bizcocho»[60]. En 1944 algunos cronistas se quejaban de que la celebración hubiera caído en el olvido tras el incendio de la ermita de Santa Ana en 1936[61]. Hubo quien, nostálgico, logró recuperarla de manera efímera para regresar de nuevo al olvido.
La bendición de los campos y la romería de la Peña de la Cruz (Martes de Pentecostés)
Desde varios pagos de los alrededores de Béjar se bendecían los campos en fechas fijas en el calendario litúrgico y sólo una ha trascendido: el día de la Peña de la Cruz, emplazada el tercer día de Pascua de Pentecostés, martes. Comenzaba la jornada a las 7 de la mañana con los fieles recorriendo la escasa distancia que media entre Santa María y Santiago. En el templo más antiguo de la villa se oficiaba la misa y el abad del Cabildo designaba a un sacerdote y varios oficiales con la misión de realizar la bendición de los campos. Una vez finalizada la celebración se volvía a formar la procesión hasta El Salvador[62].
Con devenir del tiempo se introdujeron distintas variaciones en el recorrido, sobre todo en el siglo XVII: saliendo de El Salvador a las seis de la mañana aquellos paisanos de buenas piernas triscaban en romería o «en procesión de rogativa» por el monte, acompañando a cuatro sacerdotes. Portaban en su recorrido dos cruces de gran tamaño, rezaban un Vía Crucis al compás de las cruces de madera desperdigadas al efecto hasta llegar a la ermita de la Virgen del Castañar y, una vez alcanzado el objetivo mariano, se celebraba la misa principal, primero rezada y luego cantada. Desde allí el sacerdote y el sacristán de Santa María, acompañados por todos aquellos que así lo desearan, seguían el ascenso hasta la Cruz de Galindo, lugar desde el que el oficiante impartía la bendición para augurar buenas cosechas. En el siglo XVII el ayuntamiento costeaba el almuerzo para los romeros tras la misa[63], mientras la Cofradía de la Vera Cruz hacía lo propio con los abades que guiaban a los peregrinos por el monte al margen de pagarles en dinero por sus servicios[64].
No era éste, sin embargo, el único momento en que los bejaranos procuraban la intervención divina con el fin de obtener abundantes cosechas. Hemos encontrado procedimientos semejantes el día de Santa Marina (el lunes de albillo, con romería hasta su ermita y pago del almuerzo por parte del consistorio), Santo Domingo (con bendición desde las ruinas de su iglesia, cercanas al convento de San Francisco) o Nuestra Señora de la Ascensión. Por los buenos temporales solían hacerse rogativas espontáneas en aquellos tiempos de dependencia de los campos para sobrevivir[65].
En la actualidad pervive tan singular romería gracias a los desvelos de la cofradía de la Santa Vera Cruz. Desde hace más de un siglo, reunidos los feligreses en San Juan, recorren el trayecto entre Béjar y el santuario de la Virgen del Castañar a través de Los Rodeos, demorándose en cada cruz de piedra del Vía Crucis. Una vez alcanzado el santuario, los andariegos rezan una oración y siguen ascendiendo por la carretera hasta el paraje de Llano Alto. Desde ahí continúan, a tramos por la pista de tierra, a tramos por el Camino de los Registros, desviándose por la Cruz del Peladillo, donde se reza una oración. En lo alto de este enclave de la Peña de la Cruz, sin duda sacro desde tiempos prehistóricos[66], se alza una gran cruz de 1.443 metros de altitud[67] desde la cual se observa una panorámica excelente de Béjar y de los pueblos que salpican sus pagos. Junto a ella el sacerdote dice una misa de campaña para posteriormente agasajar a los romeros con un tentempié, gracias al peculio del abad de la cofradía de ese año[68]. En otros tiempos, nadie descendía de aquel paraje con hambre, pues era tradición que los bejaranos invitasen a los forasteros y menesterosos con lo que se terciase al son del tamboril, apto para bailes y francachelas[69]. Incluso los más atrevidos, pertrechados con lo necesario, se atreven a cocinar el tradicional calderillo o guiso de patatas con carne típico bejarano[70].
Una Virgen sevillana en tierras bejaranas: la Virgen de la Antigua (Domingo de Pentecostés)
La cotitular de la iglesia de Santiago y denominador popular del barrio que la circunda posee una historia festiva originaria de finales del siglo XV. La historiografía tradicional ha ligado la instauración de esta devoción mariana[71] en Béjar a la participación de las mesnadas locales en la conquista de Sevilla en 1248 como parte de las tropas enviadas por el Obispado de Plasencia[72]. Sin embargo, la imagen y devoción de la Virgen de la Antigua que se atesora en la catedral hispalense no es tan temprana, sino correspondiente al siglo XIV. En lo que nos atañe, que es el tema bejarano, la solución parece encontrarse en el hecho de que dos miembros de la Casa de Zúñiga, don Diego López de Zúñiga y su hijo don Pedro López de Zúñiga, señor de Béjar y alcalde de Sevilla, estuvieron presentes en la fundación de la Orden de la Azucena por el infante don Fernando de Castilla tras la toma de Antequera en 1410. Ambos Zúñiga residieron en Sevilla, lugar donde disfrutaban de varias posesiones, y es posible que allí adquirieran una fuerte devoción por esta imagen. Al regresar don Pedro de Zúñiga a Béjar, trasladó su fervor a la Virgen de la Antigua desde Sevilla[73].
Está documentado que en la iglesia de Santiago existió, antes del retablo mayor barroco del siglo XVIII que hoy luce, uno anterior de pinturas en cuyo centro se ubicaba la Virgen de la Antigua, un reflejo casi fiel de su original sevillana[74]. La devoción ducal por esta advocación no se disipó con el paso de los siglos. El duque Francisco IV dejó una manda testamentaria que estipulaba reservar la renta de una de sus propiedades con el fin de costear el aceite de una lámpara de plata que debía estar día y noche iluminando la imagen. Esta disposición cayó en saco roto hasta que en 1665 la duquesa Teresa Sarmiento de la Cerda cumplió, aunque tarde, con tal deseo[75].
La Virgen está plasmada sobre una tabla de 148x90 centímetros. Viste con un manto blanco cuajado de estrellas, portando en su brazo izquierdo al Niño Jesús y mostrando al espectador una pequeña azucena entre sus dedos de la otra mano. Sobre ellos tres ángeles despliegan una filacteria en la que se puede leer LA ANTIGUA. La pintura sobre tabla puede fecharse a principios del siglo XVI[76]. Con el devenir del tiempo, la dedicación a la iglesia al apóstol Santiago, e incluso del barrio entero que le circunda, fue trocada por la denominación de iglesia de La Antigua, dada la especial predilección de los bejaranos por ella.
La fiesta se sigue celebrando en la actualidad el Domingo de Pentecostés con una misa mayor en la iglesia de Santiago y posterior procesión de la imagen de vestir de Santa María de las Huertas, por la imposibilidad de sacar a la calle una delicada tabla de extrema fragilidad. Cuando el cortejo festivo alcanza el paraje de las murallas medievales, junto a la Puerta del Pico, la Asociación de Vecinos del Barrio agasaja a los asistentes con perrunillas y sangría[77]. Como apuntó Ruperto Fraile «esta fiesta es el principio de una trilogía, que el lunes son los Paporros[78] y el martes la fiesta de la Peña de la Cruz»[79].
Un Corpus plagado de anécdotas (junio)
En relación a este día movible en el calendario litúrgico, en un principio celebrado siempre en jueves y después en domingo, existe numerosa bibliografía tanto sobre su vinculación con la Casa Ducal y su patronato[80], que se remonta al primer señor de Béjar don Diego López de Zúñiga y a finales del siglo XIV[81], como sobre la presencia de los hombres de musgo, figuras míticas ligadas a la historia de la reconquista de Béjar[82]. En 1584 el papa Gregorio XIII expidió una bula ratificando los oficios de esta festividad, confirmada por Sixto V en 1585.
El Corpus mostraba la rígida jerarquización social imperante durante el Antiguo Régimen y en ella participaban el cuerpo social existente. Así, a su procesión y a los actos religiosos de aquellas jornadas, incluida su octava, debían asistir los miembros del Cabildo Eclesiástico, los párrocos y curas de cada una de las localidades de Villa y Tierra, las autoridades civiles (alférez, alabarderos, procuradores, corregidor, escribanos, alcaldes y sexmeros de los pueblos), los gremios (zapateros, molineros, sastres, carpinteros, pañeros, olleros, etc.), las cofradías, las comunidades religiosas (masculina de San Francisco) y otros representantes de los poderes imperantes, cada uno de ellos ocupando un lugar preciso dentro del cortejo y por imperativo ducal y del Cabildo, bajo pena de multa. Destacaba la presencia de figuras alegóricas y simbólicas en forma de animales, monstruos u otros personajes como la representación de la Justicia, los hombres de musgo, las tarascas, los gigantes y cabezudos o la personificación de San Miguel, patrono de Béjar. Durante el Corpus y su octava ocurrieron divertidas anécdotas a cuenta de las disputas entre el poder civil y eclesiástico por la colocación de las autoridades de uno y otro en su misa y procesión que fenecían, en muchos casos, con insultos, bofetadas y hasta mandobles[83].
Las calles se adornaban profusamente con arcos de follaje, altares y otras estructuras efímeras, cuya construcción corría a cuenta de cada gremio o cofradía siguiendo las pautas establecidas por el consistorio. El poder civil, a pesar del patronato de la casa ducal, era el encargado de organizar diversos aspectos de la procesión, tales como sacar el pendón de la villa, vestir a los dos hombres de musgo, limpiar y exornar las calles, supervisar la actividad de los gremios y elegir a los individuos que debían salir en el cortejo. Los gastos de música, refrescos, danzas, cera, incienso, toros, fuegos artificiales y otros corrían a cargo de los cuatro abades nombrados por el duque dentro de una lista cuyos nombres la conformaban los integrantes de la Cofradía del Santísimo de la parroquia de El Salvador (hoy Abadía). Debido a los muchos gastos que se generaban para dar lustre a esta fiesta, a la que concurrían 700 soldados que hacían alardes en la plaza, al margen de los curas y autoridades de las parroquias y pueblos de Villa y Tierra, no era extraño que los duques corrieran con parte de los dispendios.
En este sentido es curioso advertir que cada uno de los tres poderes emitieran sus disposiciones y documentos en torno a la procesión, existiendo descripciones muy detalladas tanto en el archivo de la casa ducal, como en el municipal y en el del Cabildo. Su esplendidez era notable, habida cuenta de que los sacerdotes acudían con sus capas pluviales y ropas litúrgicas más ricas, cruces y mangas procesionales (una por parroquia), cruces de guion e incensarios en un cortejo litúrgico sin fin. Las cofradías hacían lo propio con sus santos patronos: Santa Águeda, San Pedro, San Sebastián, San Juan Bautista, Santa María, Santiago y un largo etcétera. El sacerdote que portaba la custodia (el arcipreste, el abad del Cabildo, el Vicario, por orden), relevado a cada trecho, hacía paradas en los distintos altares en un cortejo que partía desde Santa María la Mayor y recorría la villa hasta llegar a El Salvador, situada en la plaza Mayor, donde se realizaba la rendición de estandartes y pendones. Después proseguía la misa mayor y la Octava del Corpus con misa durante los ocho días siguientes. La Cofradía del Santísimo Sacramento tomaba un especial protagonismo.
En el siglo XIX y XX la fiesta barroca del Corpus bejarano fue perdiendo fuelle, sobre todo al aprobarse la eliminación del cortejo de imágenes y otras personificaciones como la Justicia, tan características de ella. A ello hay que añadir la supresión de los señoríos y la desaparición de la Casa Ducal, patronos de la fiesta, y del Cabildo Eclesiástico. En el XIX el protagonismo pasó a la burguesía textil y sus componentes, integrados en la Abadía del Santísimo, aunque curiosamente los hombres de musgo continuaron su desfile junto al concejal que portaba la bandera, una figura intrínseca al ser y a la historia de Béjar, representación de la bravura bejarana frente a la invasión musulmana.
En los últimos años se ha intentado recuperar la fiesta barroca desaparecida, consiguiéndose en 2019 la declaración de Fiesta de Interés Turístico Internacional.
Una fiesta intergeneracional: los Arcos de San Juanito (24 de junio)
Como su origen puede rastrearse a finales del siglo XIX, puede permitirme el lector añadirla a este listado, aunque entonces esta fiesta del calendario litúrgico tan ligada a los ritos de paso entre la primavera y el estío del solsticio de verano se celebraba de un modo algo diferente a lo que hoy conocemos[84].
Durante la Edad Moderna y todo el siglo XIX esa jornada centraba sus actos de devoción a la figura de San Juan Bautista, advocación principal de la parroquia de idéntico nombre. Ese día se realizaba una misa mayor y una posterior procesión sacando a las calles la talla del Bautista. Andando el tiempo, y sobre todo a partir de mediados del siglo XIX, se añadirán en la víspera bailes nocturnos, hogueras, músicas, degustación de churros, farolillos, fuegos artificiales, fallas[85] y una verbena, emplazada en la Puerta de la Villa y después en el atrio de la iglesia[86]. La jornada se remataba con la degustación de chocolate en el paraje del Regajo de los Moros[87] o una merienda que los niños organizaban con las moneditas conseguidas[88].
Sin embargo, una aportación distinta, intrínseca a Béjar y a la localidad de Sigüenza (Guadalajara), vendrá a caracterizar las festividades del 24 de junio: la construcción de los Arcos de San Juanito por niños y adultos, al principio vinculados a cada barrio y a la verbena nocturna, luego adquiriendo un vuelo propio diurno e infantil. La presencia del párroco procedente de Sigüenza, don José María Santamera Tejedor, fue la clave para que esta tradición seguntina se trasladase a Béjar. Durante esa jornada de bienvenida a la primavera los niños y adultos de la villa construyen arcos de vegetación, adornados con cadenetas, farolillos, elementos vegetales y otros elementos, tantos como permita la imaginación. Los pequeños se visten con trajes tradicionales de la zona y piden a los transeúntes una monedilla que reúnen en un fondo común, en un acto que dura todo el día. Al caer la tarde degustan un chocolate y cuentan los ingresos obtenidos.
En Béjar, como hemos descrito, durante todo el día, y hasta la guerra civil española, niños y adultos del barrio de San Juan Bautista alzaban arcos de vegetación similares a los descritos en puntos concretos del caserío y junto a ellos se bailaban las verbenas nocturnas. Los chiquillos pedían con sus bandejitas «Una perrita para San Juanito…». Entre 1936 y 1939 la fiesta se fue desdibujando y en la posguerra los arcos fueron una buena excusa para asaltar al transeúnte y obtener unas perrillas adicionales en aquella época de hambruna y carestía. Poco a poco se perdió tal costumbre, para reaparecer, por obra y gracia de la familia Molina, poseedores de una empresa de gaseosa. A partir de ese momento y hasta la actualidad goza de una excelente salud. Los niños se agrupan y preparan sus arcos durante la madrugada, compuesto de una estructura sólida y cubierta por elementos vegetales como la hiedra. Después se adorna con flores, farolillos de papel, cadenetas de colores, alfombras de flores y sal, y un sinfín de curiosas y divertidas formas de aderezar las estructuras efímeras. Bajo el arco se coloca un altar, su fin último, dedicado a San Juanito con una imagen del santo en talla o papel. Cada grupo de niños se inscribe en la parroquia de San Juan y participa en un concurso con el fin de elegir el arco más meritorio. Los chiquillos durante la mañana siguen asaltando a los transeúntes al sonsonete de «un eurito para San Juanito…», sustituyendo aquel otro «una perrilla para San Juanito», a lo que respondían los interpelados « ¡si san Juanito no come!», contestando los chiquillos «pero usa calzones»[89]. Por la tarde, una vez desmontados los arcos, se arraciman en el Parque Municipal donde se hace entrega de los premios y se realizan sorteos[90].
La Virgen desplazada: santa María de las Huertas (8 de septiembre)
En la misma jornada en que hoy día se festeja a la Virgen del Castañar[91], el 8 de septiembre, festividad de la Natividad de la Virgen, se hacía lo propio en tiempos pretéritos con Santa María de las Huertas o Virgen de la Huertas, una devoción medieval que giraba en torno a la protección de los cultivos y de las faenas agrícolas, y que poco a poco irá decayendo hasta ser engullida por el maremágnum devocional de la Virgen del Castañar[92]).
La primera noticia documental que existe sobre ella aparece tempranamente, en plena Reconquista, allá por el siglo XII. Es el segundo obispo de Plasencia, don Domingo, natural según la tradición de nuestra ciudad, quien en 1229 firma el decreto por el cual se cede la ermita de Santa María de las Huertas al recién fundado Cabildo Eclesiástico de Béjar[93]. Su lugar de culto se situaba a extramuros de la villa, en un valle feraz y abundante en aguas al sur de la población. Ahí radica la importancia de esta devoción: cobija bajo su paraguas a los campesinos y sus cultivos, y al todopoderoso Cabildo Eclesiástico. Si a San Antón se le rezaba con el fin de que protegiese a los animales domésticos, a Santa María de las Huertas se le rendía culto con el fin de obtener buenas cosechas. Duales y complementarias ambas devociones con templos próximos, a extramuros de la villa, mirando hacia el sur.
La imagen que hoy se conserva en la iglesia de Santiago no es, claro está, la primitiva, que se perdería con el paso de los siglos. La talla actual, de calidad regular, es un armazón de vestir (frecuente en a partir del siglo XVI) al que se ensamblan las manos y la cabeza, de materiales más ligeros, fácil de ser portada en procesión. Tras la desaparición de su ermita, se trasladó, como muchas otras, al templo más antiguo de Béjar, Santiago. El 17 de marzo de 1820 el Cabildo Eclesiástico acuerda «trasladar la Imagen de Nuestra Señora de las Huertas, propia del dicho Cabildo a la Iglesia Parroquial de Santiago de esta misma Villa [...] y vender los materiales de la ermita, y que con su producto se hiciese un retablo aseado y decente en dicha iglesia [...][94]».
En cuanto a su festividad, correspondía al Cabildo Eclesiástico velar por su culto al ser además patrona de su institución. Según su Regla[95] el 7 de septiembre se rezaban las vísperas en su ermita y al día siguiente, a las seis de la mañana, partía una animada romería desde Santa María la Mayor hasta su templo, donde se rezaba un oficio de difuntos y se cantaba un responso por los miembros del Cabildo fallecidos, mientras doblaban a muerto las campanas de la villa. A la procesión estaban obligados a acudir todos los eclesiásticos integrantes del Cabildo Eclesiástico bajo pena de fuerte multa. El día 9 las celebraciones tomaban un carácter institucional: se reunía el Cabildo en pleno para realizar un balance del año y se elegía al abad del año siguiente. Es decir, el día posterior al festejo estaba señalado en el calendario como comienzo y fin de las actividades anuales del Cabildo.
La solemnidad de Santa María de las Huertas se desplegaba en torno al 7, 8 y 9 de septiembre, mientras que la de la Virgen del Castañar se centraba en el día 8. A partir del hallazgo de ésta última en 1446, debieron de solaparse ambas festividades durante siglos, cediendo poco a poco la Virgen de las Huertas ante el auge del culto a la Virgen del Castañar. Sin embargo existe una razón de peso para explicar este declive: a partir del siglo XVIII el sector primario no será el predominante y la población no dependerá enteramente de las cosechas, sino que la complementará su economía con la actividad textil. Cuando en el siglo XIX desaparezcan los señoríos y el Cabildo Eclesiástico, los bejaranos y, por ende, la burguesía textil, asumirán como patrona de la ciudad y protectora de su actividad textil a la Virgen del Castañar, en detrimento de Santa María de las Huertas, desapareciendo su ermita con la supresión de su Cabildo.
En la actualidad, como hemos comentado más arriba, su efigie se procesiona en la festividad de la Virgen de la Antigua desde Santiago hasta las murallas medievales. Es el único momento en que los bejaranos se fijan en ella, estando el resto del año arrumbada en el Museo Sacro, sin culto.
La Virgen del Castañar, patrona del alfoz de Béjar (8 de septiembre)
El inicio de la devoción a Nuestra Señora del Castañar se remonta, según la leyenda y el milagro, a 1446, cuando un pastorcillo oriundo del pueblo cercano de La Garganta (Cáceres), Joaquín López, vive un episodio extraordinario en un momento en que Béjar y su alfoz sufren el azote de una epidemia de gran virulencia. La Virgen se le aparece sobre las ramas frondosas de un castaño anunciando el cese de la peste e instando a que se busque su santa imagen. Avisadas las gentes de Béjar se echan al monte y encuentran escondida a los pies de un castaño una Virgen oculta en una caja de madera para evitar su profanación desde la invasión musulmana[96]. En ese mismo lugar, se construiría primero una humilde capilla, luego una ermita y por fin un santuario, con el fin de rendirle culto de la forma debida[97].
Sin embargo existe documentación que revela un culto mariano remoto en el Castañar en una ermita dedicada a una Virgen del Monte o Santa María del Monte, el antecedente devocional de la Virgen del Castañar[98]. La reactualización de su culto bien pudo deberse a los Zúñiga, señores de la villa, que como tales quisieron desde el primer momento adueñarse del santuario y de la Virgen, en pugna con el obispado de Plasencia y los bejaranos. En los primeros compases del hallazgo los feligreses fundaron una cofradía, custodia de su culto, fiesta, sus vestidos y alhajas.
Pero podemos ir más allá y remontarla a tiempos aún más pretéritos, a cultos de la naturaleza prerromanos vinculados a los manantiales y los bosques, presentes en ese monte sagrado del Castañar. No en vano junto a la ermita se construyó un coso taurino, primero en madera en el siglo XVII y después de piedra un siglo más tarde, el más antiguo de España[99]. Esos tres pilares unidos -culto a una imagen mariana, manantiales y abundante naturaleza, y toros- nos indican la preexistencia de un culto antiguo a la Magna Mater que pervivió durante la Edad Media. Es reseñable que en ese mismo monte se situasen varias ermitas bajo advocaciones femeninas: Virgen del Castañar, Santa Ana, Santa Lucía, Santa Marina y María Magdalena.
Cuando las epidemias asolaban la Villa y Tierra los bejaranos y comarcanos rogaban a Dios, a los santos y la Virgen para que cesasen tamañas desgracias. También a San Roque, cuya imagen veneraban los bejaranos en el convento de monjas franciscanas de la Anunciación. Los monjes del convento de San Francisco le adornaban, le colocaban en las andas y le paseaban por las calles de Béjar bajo el tañido solemne de las campanas. Más que regocijos, le rodeaban los duelos, pero no dejaban de romper estas tradiciones la rutina diaria de los bejaranos de otro tiempo[100].
Igualmente era competencia del poder civil trasladar a la Virgen del Castañar desde su ermita a Béjar, bien a El Salvador o al convento de la Piedad, con motivo del azote de plagas, periodos de sequías y epidemias que diezmaban a la población, o por petición de la Casa Ducal. Del mismo modo podía tomar la iniciativa la cofradía de la Virgen con el objetivo de obtener fondos en favor de la construcción del santuario. El consistorio procedía de idéntica forma: nombraban dos comisarios para informar al Cabildo Eclesiástico y se la bajaba en romería acompañada por los frailes franciscanos con repique de campanas y encendido de luminarias. En el tiempo en que duraba las novenas se la exponía de día y de noche, se decían misas y se bailaba a la puerta del templo. Reseñable es la tradición de celebrar las «bodas de la Virgen», un rito nupcial que puede enlazarse con la tradición de regalar ofrendas a los novios en el día de su enlace por vecinos, amigos y familiares en ámbitos rurales[101].
En lo que se refiere a la administración del culto, quedó en manos de una cofradía que estipuló la celebración de dos fiestas en honor de la Virgen: una procesión el domingo siguiente a la festividad de la Virgen de Fuente Santa de Medinilla[102] y de vísperas el día de la Anunciación para conmemorar su aparición[103]. La peregrinación, celebrada el 15 de septiembre, debía partir de San Juan Bautista hasta su ermita, acudiendo a ella los capitulares del Cabildo y portando los párrocos las cruces distintivas de cada una de las feligresías.
Describir el novenario que la precede, el ascenso de los esforzados bejaranos y comarcanos hasta su santuario, la romería tradicional durante ese día de septiembre y el subsiguiente festejo de toros, en origen costeados por cuatro mayordomos de la villa y su partido elegidos por la cofradía, resulta reiterativo por conocido. La institución de su romería data de 1711, momento en que se fija la celebración de una misa solemne el domingo o el lunes después de la festividad de la Virgen de Fuente Santa de Medinilla, tras la cual sus feligreses portaban la imagen en andas rodeando la plaza de toros para regresar a su templo. La declaración como patrona de Béjar de la Virgen del Castañar procede del año 1865 en la que fue designada como tal[104]. En 1947 se la coronó canónicamente por don Pedro Zarranz y Pueyo, obispo de Plasencia.
Hoy día sigue conservando el trono y título de patrona de Béjar, y en su día grande los bejaranos siguen ascendiendo a su santuario para escuchar la misa que se hace en los exteriores del santuario y portar sus andas. La romería transcurre bajo el amparo de las sombras de los castaños cargados de erizos hasta el Mirador de la Virgen. Tras un rezo en el que la Virgen bendice a la ciudad desde las alturas, se regresa al santuario, donde se guarda la imagen hasta el año siguiente.
San Miguel, el patrono y abogado de la villa (29 de septiembre)
Que San Miguel era patrono y abogado de Béjar lo confirma una anotación de un pleno consistorial convocado en 1621[105], aunque su relevancia procede de tiempos medievales.
Su ermita se encontraba a extramuros de la villa, en el pago de La Corredera y dependiente en lo eclesiástico de la parroquia de San Juan Bautista. Sabemos que en el siglo XVIII se mantenía en pie aunque arruinada y fue reparada gracias a la llegada de la Congregación del Divino Pastor. Esta hermandad religiosa fue instalada en Béjar gracias al beneplácito del duque de Béjar, don Juan Manuel II, con el fin de atender a los enfermos del hospital de San Gil. Por voluntad ducal, se les cedió la ermita de San Miguel y otros terrenos circundantes para establecer otra institución similar que regentarían[106].
Su fiesta dependía del consistorio, al igual que la de los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián, Santa Marina y La Magdalena. Por tal motivo organizaba sus fastos, siempre avisando con anterioridad al Cabildo Eclesiástico. Según la regla del siglo XVIII se celebraba con una romería que partía desde Santa María hasta la desaparecida ermita de San Miguel, y en 1895 se completaba el jolgorio con sesiones musicales, distribución de premios, fuegos artificiales, reparto de pan para los pobres[107] y, por supuesto, una misa solemne en memoria de los caídos en 1868.
Desde antiguo durante los días precedentes a la fiesta se emplazaba la feria de San Miguel o Feria de Septiembre que perdura hasta la actualidad aunque en franca decadencia[108].
Cabalgata paródica. Fiesta del Obispillo de San Nicolás (6 de diciembre)
La tradición de elegir en el día de San Nicolás de Bari, patrón de los niños, a un infante que ejerciera las funciones de pequeño obispo hasta el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, se perdió en la noche de los tiempos hasta no quedar de ella ni un leve rastro. Hoy día Palencia, León, el monasterio de Montserrat en Barcelona o Burgos –al margen de varias localidades obispales de Inglaterra-, lo celebran anualmente con gran éxito. La leyenda nos indica que surgió en la Edad Media en villas con sede episcopal o monacal. Ese día se reunía el Cabildo Eclesiástico o los monjes de un monasterio para investir a un niño de la escolanía con la máxima autoridad episcopal, incluyendo sus símbolos. Dado que Béjar no era sede episcopal pero sí disponía de Cabildo Eclesiástico, por lo que podríamos dar por hecho que el origen de esta fiesta, vinculada a esta institución clerical, está casi probado. La labor social de tal ficción se basaba en trastocar la rígida jerarquización de la sociedad feudal en un trasunto de carnaval navideño.
Existen dos versiones de la fiesta en Béjar. Una nos cuenta que el párroco de la desaparecida iglesia de San Nicolás seleccionaba a un niño al que se investía con los atributos y poderes del obispo de Plasencia. Después se le paseaba por las calles a lomos de un asno desde el 6 al 28 de diciembre. Otra versión respira un aire más civil y paródico. José Luis Majada Neila describe: «Los alcaldes pagaban y disfrazaban a una persona que se vestía ridículamente de obispo, la cual debía correr a caballo por la plaza y la calle mayor por lo menos dos carreras[109]».
Muchas otras festividades religiosas quedan relegadas en este artículo, no por falta de ganas ni de tiempo, sino de espacio. Como curiosidad añadir que sus imágenes eran sacadas en la procesión del Corpus Christi, habida cuenta que la mayoría de sus advocaciones contaba con una cofradía propia. Quizá otro momento sea el propicio para darlas a conocer.
FUENTES DOCUMENTALES
*Archivo Histórico de la Nobleza (AHN):
-OSUNA, C.224, D.44. «Copia autorizada del acta de la visita del Doctor Padilla, visitador en el Obispado de Plasencia, de la Iglesia de Santa María de Mediavilla de Béjar (Salamanca), con la intención de averiguar el origen y autenticidad de las reliquias que allí estaban depositadas de San Blas y de una de las once mil Vírgenes, las cuales fueron traídas por Francisco de Zúñiga [Sotomayor, V conde de Belalcázar y (III)] duque de Béjar».
-OSUNA, C.233, D.75. «Licencia otorgada por Diego de Arce Reynoso, obispo de Plasencia, para celebrar en la villa de Béjar (Salamanca) durante todos los años el 17 de enero el día de San Antonio Abad y que no sea realizado ningún tipo de trabajo».
-OSUNA, C.246, D. 74. «Documentación relativa a la testamentaría del [VII] duque de Béjar, Francisco Diego López de Zúñiga Sotomayor».
-OSUNA, C.253, D.47. «Carta remitida por Vicente Ortiz de Salceda a Teresa de Silva Sarmiento [de la Cerda, (IX)] duquesa de Béjar, en la que trata de la donación que hizó Francisco [Diego López de Zúñiga Sotomayor, VII] duque de Béjar de una renta para el aceite de una lámpara de plata a Nuestra Señora de la Antigua, en la Iglesia de Santiago de Béjar (Salamanca) ».
*Archivo Histórico Municipal Béjar (AHMB):
-Libros de actas de sesiones de 1621, 1622, 1623, 1703, 1710, 1711, 1721, 1722, 1763, 1895.
*Archivo Parroquial de San Juan Bautista Béjar (APSJBB):
-Libro de la Cofradía de Vera Cruz.
-Libro de la Cofradía de la Virgen del Castañar (1708-1863).
*Archivo Parroquial de Santa María de Béjar (APSMB):
-Libro de Reducción Parroquial (1568).
-Libro de Fábrica (1547-1568).
-Libro de fábrica de la iglesia de San Pedro.
-Libro de la Regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar (1736).
-Documentación suelta: «Inventario de alhajas, ornamentos y ropa de la iglesia de Santa María y de la de Santiago» (1692), «Inventario de alhajas, hornamentos y ropa de la yglesia de Santa María y de la de Santiago (1756)», «Indulgencias concedidas en 1756», «Certificazion de autentiçidad de las reliquias de San Blas y de las Once Mil Virgenes que hay en la yglesia de Sancta Maria (1563)».
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NOTAS
[1] Sobre las fiestas civiles de cuenta del consistorio consultar Carmen Cascón, «Breve inventario de regocijos y jolgorios bejaranos civiles de la Edad Moderna y siglo XIX», Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar (2019): 14-18.
[2] Para conocer los recorridos procesionales y otros asuntos relacionados con el Cabildo Eclesiástico de Béjar es imprescindible consultar en el Archivo Parroquial de Santa María de Béjar la Regla del Cabildo de 1467 y la posterior de 1736. También Antonio Martín, «Para la Historia Eclesiástica de Béjar y su comarca. Libro de regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar», en Ofrenda a la Santísima Virgen del Castañar, Excelsa patrona de Béjar y su comarca, Vol. II (Madrid: Prensa Española, 1963), 132-192. Y Carmen Martín, «Dos ejemplos de cabildos menores en la tierra de Béjar: la Universidad de Clérigos de la villa y el Cabildo de Clérigos del Cuarto de Arriba», Estudios Bejaranos núm. 1 (1994): 45-58.
[3] Carmen Cascón, Roberto Domínguez y Óscar González, «La iglesia de San Pedro: datos para su historia», Especial de Béjar en Madrid (2007): 54-59.
[4] Archivo Parroquial de Santa María de Béjar (a partir de ahora APSMB), Libro de Reducción Parroquial (1568), s/f. También Robustiano García, «Algo de historia. Reducción parroquial en el siglo XVI». La Victoria, núm. 208, 209 y 210.
[5] No estamos de acuerdo con esta versión que ofrece Juan Muñoz García citando a Antonio Martín Lázaro. Este último transcribió el documento (ahora en AHN. OSUNA, C.246, D. 74) que desvela el incendio de 142 casas en la Villa Vieja el día de San Antón de 1628. No es correcta, por tanto, la afirmación de que tales viviendas destruidas se emplazasen en el barrio de San Pedro, origen de su decadencia, como afirma Muñoz. Juan Muñoz, «Datos para nuestra historia. Sobre el templo y sobre la parroquia de Santa María», Béjar en Madrid (1939): 2.
[6] Archivo Histórico Municipal de Béjar (AHMB), Libro de actas del consistorio de 1722, sesión de 20 de noviembre, sign. 1598, s/f.
[7] APSMB, «Inventario de alhajas, hornamentos y ropa de la yglesia de Santa María y de la de Santiago (1756)».
[8] Juan Muñoz, «Nota sobre la iglesia de Santiago», Béjar en Madrid núm. 1.193 (1945): 2.
[9] También nos cuenta los azares de este santo Manuel-Antonio Marcos. «La iglesia de Santiago». Béjar en Madrid, núm. 2.528, 2.529, 2.530, 2.531, 2.532, 2.536, 2.538, 2.539, 2.540 y 2.545 (1970).
[10] APSMB, Libro de fábrica de la iglesia de San Pedro, s/f.
[11]Roberto Domínguez y Carmen Cascón, «Retablística, escultura, pintura y artes industriales en Béjar desde el siglo XV al 1900», en José Mª Hernández, y Antonio Avilés (coords.) Historia de Béjar. Volumen II (Salamanca: Diputación de Salamanca, Centro de Estudios Bejaranos y Ayuntamiento Salamanca, 2013), 486.
[12] Antonio Martín, «Para la Historia Eclesiástica de Béjar y su comarca. Libro de regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar», en Ofrenda a la Santísima Virgen del Castañar, Excelsa patrona de Béjar y su comarca. Volumen II (Madrid: Prensa Española, 1963), 162 y 163.
[13] Antonio Martín, «Datos históricos de la antigua parroquia de Santiago», Béjar en Madrid núm. 365 (1930): 7 y 8.
[14] AHN. OSUNA, C.246, D. 74.
[15] Fernando Criado, «Viajes y maravillas de un prior de San Frutos del Duratón en el siglo XVIII. Una pequeña aproximación a la apasionante vida de Fray Liciniano Sáez», Revista de Asociación de Amigos del convento de la Hoz, núm. 18 (2014), 19-23; y Carmen Cascón y Óscar Rivadeneyra, «Presencias y ausencias. Vicisitudes en la documentación medieval del Archivo Histórico de Béjar», en José María Ruiz, Irene Ruiz y Mauricio Herrero (coords.), Fuero de Béjar (c. 1250). Estudios, edición y facsímil (Salamanca: Diputación de Salamanca, Instituto Castellano-leonés de la Lengua, Universidad de Salamanca, 2019), 413.
[16] AHN, OSUNA, C.246, D. 74. Dato ofrecido también por Antonio Martín, Béjar en Madrid núm. 180. Ver nota 5.
[17] APSMB, «Indulgencias concedidas en 1756», documentación suelta.
[18]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 104; y José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 14.
[19] Sobre el contrato con el artista Antonio de Cervera, APSMB, Libro de Fábrica (1547-1568), 45 y 75; y Carmen Cascón, «Pasado y presente de la fiesta de San Antón», Béjar en Madrid, núm. 4.584 (2010): 3.
[20] Según Manuel Antonio Marcos «mantelada: una especie de bolla o pan bajo, muy extendido, untada por encima de aceite para darle brillo y que a veces lleva chicharrón» (chicarrón: véase «al deshacerse la manteca de cerdo sacrificado, lo último que queda sin deshacerse y que no se filtra por el colador. Se usa para hacer migas y a veces se hecha en las manteladas y las tortas»). Manuel-Antonio Marcos, El habla de Béjar (Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos 1991), 73.
[21] José Antonio Sánchez y Miguel Sánchez, Burlas y veras en la gastronomía bejarana (Salamanca: Diputación de Salamanca e Instituto de las Identidades, 2019), 128-131; y José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 14.
[22] Una referencia pretérita la encontramos en el periódico La Victoria (16/01/1915).
[23] Para llegar a estas conclusiones he consultado el AHMB, Libro de actas del consistorio de 1622, sesión de 14 de enero, sig. 1589, s/f. En la regla del Cabildo Eclesiástico de 1476 se especificaba que la procesión, en vez de acabar en la ermita de los Mártires, se hacía lo propio en El Salvador. En una nota al margen se detalla que las transformaciones se debieron a la «devoción del pueblo». Antonio Martín, «Para la Historia Eclesiástica de Béjar y su comarca. Libro de regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar», en Ofrenda a la Santísima Virgen del Castañar, Excelsa patrona de Béjar y su comarca, Volumen II (Madrid: Prensa Española, 1963), 163.
[24] AHMB. Libro de actas del consistorio de 1710, sesión de 15 de abril, sign. 1598, s/f.
[25] AHMB, Libro de actas del consistorio de 1721, sesión de 16 de octubre, sign. 1598, s/f.
[26] Sobre las dudas sobre la autenticidad de la reliquia consultar APSMB, «Certificazion de autentiçidad de las reliquias de San Blas y de las Once Mil Virgenes que hay en la yglesia de Sancta Maria (1563)» y el traslado del siglo XVIII que se puede consultar en AHN, OSUNA, C.224, D.44. Los documentos fueron transcritos por Antonio Martín en el Béjar en Madrid en 1924.
[27] Carmen Cascón, «San Blas: una tradición secular enraizada en Béjar», Béjar en Madrid, núm. 4.587 (2010): 3.
[28] APSMB. «Certificazion de autentiçidad de las reliquias de San Blas y de las Once Mil Virgenes que hay en la yglesia de Sancta Maria (1563)».
[29] Ibídem.
[30] Juan Muñoz, «Datos para nuestra historia. Las reliquias de San Blas», Béjar en Madrid, núm. 1194 y 1195 (1945).
[31]Roberto Domínguez, y Carmen Cascón, «Retablística, escultura, pintura y artes industriales en Béjar desde el siglo XV al 1900», en José Mª Hernández y Antonio Avilés (coords.), Historia de Béjar. Volumen II (Salamanca: Diputación de Salamanca, Centro de Estudios Bejaranos y Ayuntamiento Salamanca, 2013), 488.
[32]APSMB. «Inventario de alhajas, ornamentos y ropa de la iglesia de Santa María y de la de Santiago» (1692).
[33] APSMB. «Certificazion de autentiçidad de las reliquias de San Blas y de las Once Mil Virgenes que hay en la yglesia de Sancta Maria (1563)».
[34] Ibídem.
[35] APSMB, Libro de la Regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar (1736), s/f.
[36]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 105.
[37] José Luis Rodríguez, «San Blas versus Dionisos». http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/san-blas-versus-dionisos-2/html/.
[38] José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 15.
[39] APSMB, Libro de la Regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar (1736), s/f.
[40] Carmen Cascón, «La celebración de la Semana Santa en el Béjar de 1733», Béjar en Madrid núm. 4.549 y 4.550 (2009): 3 y 3.
[41] Archivo Parroquial de San Juan Bautista Béjar (APSJBB), Libro de la Cofradía de Vera Cruz, 4. El Tálamo se celebraba en Viernes Santo hasta hace relativamente poco tiempo, como así lo demuestra una nota anónima, bajo el título «A quince días vista» publicada en el semanario local Béjar en Madrid (16/04/1917): 6; y José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 19.
[42] APSJBB, Libro de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, 2.
[43] No eran extrañas las trifulcas entre los distintos estamentos sociales a cuenta de la colocación de los asientos. AHMB, Libro de actas de sesiones (1733- 1738), sign 1601, s/f.
[44] APSMB, Regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar, s/f.
[45]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 105.
[46]Ibídem, 91 y 92.
[47]Ibídem, 105; José Antonio Sánchez y Miguel Sánchez, Burlas y veras en la gastronomía bejarana (Salamanca: Diputación de Salamanca e Instituto de las Identidades, 2019), 136; y José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 23 y 24.
[48] APSMB. Regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar, s/f.
[49] AMB. Libro de actas del consistorio de 1703, sign. 1596, s/f.
[50] En efecto, en la localidad navarra de Sorlada cada año se realizaba el rito de verter agua sobre el relicario que representaba la cabeza del santo y recogerla en unas ampollas. Cada una se enviaba a un destinatario previa cédula de petición. Juan José Barragán, «Las plagas del campo español y la devoción a San Gregorio Ostiense», Cuadernos de etnología y etnografía de Navarra, núm. 29 (1978), 273-298.
[51] Juan Muñoz, «Nota sobre el culto a Santa Ana y sobre la devoción de San Gregorio», Béjar en Madrid (1942): 5. Remite a AHN. OSUNA, C.233, D.75.
[52] Anónimo, «San Gregorio», Béjar en Madrid (16/05/1919): 7.
[53]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 105.
[54]Ibídem, 105 y 106; y José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 25 y 26.
[55] Anónimo, «San Gregorio Ostiense», Béjar en Madrid (16/05/1917): 7.
[56]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 105 y 106; y José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 25 y 26.
[57]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 106; José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 26.
[58] Anónimo, «La Fiesta del árbol», Béjar en Madrid (16/05/1919): 8.
[59] José Gómez, «La Fiesta del árbol», Béjar en Madrid (16/04/1920): 12 y 13.
[60]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 106.
[61] Anónimo, «El detalle de la semana. Otro San Gregorio sin San Gregorio», Béjar en Madrid (15/05/1944): 4.
[62] APSMB, Regla del Cabildo Eclesiástico (1736), s/f.
[63] AHMB, Libro de actas del consistorio de 1623, sesión de 2 de junio, sig. 1589, s/f.
[64] APSJB, Libro de la Cofradía de la Vera Cruz (1722), 3; y AMB, Libro de actas del consistorio de 1711. sesión de 29 de mayo, sign. 1598, s/f.
[65] AMB, Libro de actas del consistorio de 1623, sesión de 2 de junio, sign. 1589, s/f.
[66] Ver José Francisco Fabián, «El tiempo más antiguo (Del paleolítico al siglo XI)» en Historia de Béjar, Volumen I, Urbano Domínguez y José Mª Hernández (coords.) (Béjar: Centro de Estudios Bejaranos y Ayuntamiento de Béjar, 2012): 71-192.
[67]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 107.
[68] Carmen Cascón, «La romería de la Peña de la Cruz», https://ccasconm.blogspot.com/2013/05/la-romeria-de-la-pena-de-la-cruz.html.
[69]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 106.
[70] A este guiso tan bejarano dedican un extenso capítulo José Antonio Sánchez y Miguel Sánchez, Burlas y veras en la gastronomía bejarana (Salamanca: Diputación de Salamanca e Instituto de las Identidades, 2019), 47-68.
[71] Las devociones marianas de Béjar fueron ya tratadas por Roberto Domínguez y Carmen Cascón en «Las principales devociones marianas en el Arte y la Historia de Béjar (Salamanca)», en Actas del Congreso Internacional Mariano María, signo de identidad de los pueblos cristianos. Gibraltar (2010) (en prensa).
[72] Juan Muñoz, «Las más antiguas efigies marianas que tiene Béjar», en Ofrenda a la Santísima Virgen del Castañar. Excelsa patrona de Béjar y su comarca. Volumen II (Madrid: Prensa Española, 1963): 791 y ss.)
[73] A esta conclusión llega Manuel Antonio Marcos, «La iglesia de Santiago o de la Antigua», Béjar en Madrid núm 2.528, 2.529, 2.530, 2.531, 2.532, 2.536, 2.538, 2.539, 2.540 y 2.545 (1970). Como bien apunta esta advocación no sino una ramificación de la Virgen del Popolo.
[74] Sobre las distintas teorías sobre su autoría consultar Manuel Antonio, «La iglesia de Santiago o de la Antigua», Béjar en Madrid núm. 2.528, 2.529, 2.530, 2.531, 2.532, 2.536, 2.538, 2.539, 2.540 y 2.545 (1970). Como bien apunta este autor «El cuadro bejarano es de menores proporciones y se diferencia en algunos pequeños detalles: ni la Virgen ni el Niño están coronados; el enlosado y el fondo del cuadro son distintos; no aparece arrodillada a la izquierda de la Virgen». Descartamos que fuera pintado por los artistas Pedro Bello y Hernando de Pinedo, los autores del retablo de pinturas desmontado en el siglo XVIII, como desveló Antonio Martín en la transcripción del contrato. «El cuadro de la Antigua», Béjar en Madrid núm. 418 (1929): 3 y 4.
[75] AHN. OSUNA, C.253, D.47.
[76]Roberto Domínguez y Carmen Cascón, «Retablística, escultura, pintura y artes industriales en Béjar desde el siglo XV al 1900», en José Mª Hernández y Antonio Avilés (coords.), Historia de Béjar Volumen II (Salamanca: Diputación de Salamanca, Centro de Estudios Bejaranos y Ayuntamiento Salamanca, 2013): 487.
[77] Carmen Cascón, «El domingo se celebró la fiesta de la Virgen de la Antigua», Béjar en Madrid, núm. 4.657 (2011): 3.
[78] Esta fiesta, de hermanamiento entre la localidad cacereña de La Garganta y Béjar, se inicia con una cabalgata de romeros a caballo que parte, campo a través, del pueblo serrano con la intención de llegar al santuario de la Virgen del Castañar, ya en el término de Béjar. Conmemora el descubrimiento de la talla mariana por dos pastorcillos originarios de La Garganta en el siglo XV. Entre los actos más significativos se encuentra el intercambio de varas entre los alcaldes de uno y otro, y una misa mayor en el santuario.
[79]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 106.
[80] Alejandro López, Ideología, control social y conflicto en el Antiguo Régimen (Béjar: Centro de Estudios Bejaranos, 1996), 105 pp.
[81] Tal teoría no tiene apoyo documental más allá del testimonio recogido por fray Liciniano Sáez a finales del siglo XVIII del sermón pronunciado por un predicador en el siglo XVII que tal explicación contiene. Sobre este personaje consultar Fernando Criado, «Viajes y maravillas de un prior de San Frutos del Duratón en el siglo XVIII. Una pequeña aproximación a la apasionante vida de Fray Liciniano Sáez», Revista de Asociación de Amigos del convento de la Hoz (2014), 19-23.
[82] Cuenta la leyenda que de tal guisa se camuflaron los caballeros cristianos para expulsar a los musulmanes de la villa durante la Edad Media. Hasta no hace mucho tiempo los bejaranos consideraban esta historia digna de crédito. Sobre el particular consultar Gabriel Cusac, y José Muñoz, Los Hombres de Musgo y su parentela salvaje. El mito silenciado (Salamanca: Diputación de Salamanca y Centro de Estudios Bejaranos, 2011), 224 pp; y José Ignacio Díez, «Los hombres de musgo y la fiesta del Corpus». Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar (2008): s/p.
[83]Óscar Rivadeneyra, «Sangre y fervor en el Corpus de otro tiempo», Béjar en Madrid núm. 4.750 (2015): 4.
[84] Carmen Cascón, «Los Arcos de San Juanito de Béjar: una tradición ligada a los ritos vegetales. Explicación y evolución histórica», Revista de Folklore nº 350 (Valladolid Fundación Joaquín Díaz, 2011): 4-10.
[85] Así lo cuenta un anónimo narrador en La Victoria, núm. 1.091 (26/06/1915): 3. «En la Puerta de Ávila se quemará una falla al estilo de las de Valencia».
[86] Anónimo, «La alegre mañana de San Juan», Béjar en Madrid (01/07/1917): 8 y 9.
[87]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 108.
[88] José de Frutos, Costumbres y Tradiciones bejaranas (Salamanca: Caja Salamanca y Soria, 1994), 52.
[89]Ruperto Fraile, El Árbol de los Príncipes (Béjar, 1990), 108.
[90]La Victoria, núm. 1.091 (26/06/1915): 3.
[91] El 7 de septiembre según la Regla del Cabildo Eclesiástico de 1736 (APSMB).
[92] Carmen Cascón, «Una imagen olvidada: Historia de Nuestra Señora de las Huertas», Béjar en Madrid, núm. 4.436 (2007): 2 y 3.
[93] Antonio Martín, «Para la Historia Eclesiástica de Béjar y su comarca. Libro de regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar», en Ofrenda a la Santísima Virgen del Castañar, Excelsa patrona de Béjar y su comarca, Volumen II (Madrid: Prensa Española, 1963), 132-192.
[94] APSM, Libro de acuerdos del Cabildo Eclesiástico de Béjar (1798), 12- 14.
[95] APSM, Libro de acuerdos del Cabildo Eclesiástico de Béjar (1736), 12-14.
[96] La leyenda del hallazgo milagroso de la Virgen fue recopilada por vez primera en 1795 por el fraile franciscano Francisco Yagüe en su Historia de la Imagen del Castañar que se venera... Reeditada por el semanario bejarano La Victoria en Contribución al estudio de la Historia de Béjar. Colección de estudios y documentos. Béjar, 1919. Hoy se puede acceder a ella a través de http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000124581&page=1. Sobre su culto consultar Juan Muñoz, «Historia de la Santísima Virgen del Castañar, Excelsa patrona de Béjar y su comarca», en Ofrenda a la Santísima Virgen del Castañar, Excelsa patrona de Béjar y su comarca, Volumen I (Madrid: Prensa Española, 1954): 150 y ss.
[97] Sobre la construcción de su santuario consultar Roberto Domínguez, «Historia arquitectónica y artística del santuario de la Virgen del Castañar», Béjar en Madrid, núm. 4.621 y ss (2010); y Carmen Cascón y Roberto Domínguez, «Historia y arte del santuario de Nuestra Señora del Castañar, patrona de Béjar y su comarca». Revista Cultural de Gibraleón, núm. 8 y 9 (2011): 49-56 y 55- 63.
[98] José Luis Majada, Historia de Béjar (1209-1868) (Madrid: Kadmos, 1998), 108 y ss.
[99] Sobre la plaza de toros del Castañar hay numerosa bibliografía. Destacar Miguel Rodríguez, La fiesta taurina en Béjar (Salamanca: Diputación de Salamanca, 2005), 167 pp; y Juan Muñoz, La plaza de toros de Béjar es la más antigua de cuantas existen en España (Madrid, 1961), 42 pp.
[100] AHMB, Libro de actas del consistorio de 1763, sesión de 26 de noviembre, sign. 1606, s/f.
[101] APSBB, Libro de la Cofradía de la Virgen del Castañar (1708-1863), 35. Carmen Cascón, «Los traslados de la Virgen del Castañar, patrona del alfoz de Béjar, a la villa. Una forma de aproximación a las tradiciones y las formas de vida durante el siglo XVIII», Revista de Folklore núm 360 (Valladolid: Fundación Joaquín Díaz, 2012): 24-41.
[102] Sobre esta otra advocación mariana del señorío de los Zúñiga, que compitió con la Virgen del Castañar en preeminencia, consultar Tomás Aguilera y Gabriel Cusac, Fuente Santa (Medinilla, Ávila). Estudio histórico-antropológico (Béjar: Centro de Estudios Bejaranos y Ayuntamiento de Béjar, 2010), 127 pp.
[103] Antonio Martín, «Para la Historia Eclesiástica de Béjar y su comarca. Libro de regla del Cabildo Eclesiástico de Béjar», en Ofrenda a la Santísima Virgen del Castañar, Excelsa patrona de Béjar y su comarca, Volumen II (Madrid: Prensa Española, 1963): 132-192.
[104] AHMB, Libro de actas del consistorio de 1711, sesión de 5 de septiembre, sig. 1589, 81.
[105] AHMB, Libro de actas del consistorio de 1621, sesión de 22 de septiembre, sig. 1589, s/f.
[106] Juan Manuel Ramos Berrocoso, «La estancia de la hermandad del Divino Pastor en el hospital de San Gil», Estudios Bejaranos núm. XXII (2018): 124.
[107] AHMB, Libro de actas del consistorio de 1895, sesión de 19 de septiembre, 78 v.
[108] Carmen Cascón, «Apuntes para una feria en decadencia», Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar, (2016): 14-17.
[109] José Luis Majada, 25 años. Concurso literario “Casino Obrero de Béjar” (Béjar: Casino Obrero y Caja Salamanca y Soria, 1992), 49.