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El 13 de agosto 2019 tuvimos la oportunidad de entrevistar a Hermes Salamanca Román en su casa de Portillo, en la provincia de Valladolid. Hermes lleva 4 años viviendo en una casa hecha por él mismo con barro, paja y madera, donde tuvo a bien recibirnos y concedernos esta entrevista, cuyo resultado final fueron más de tres horas de grabación, que giró en torno a tan singular hecho, habida cuenta de que no mucha gente vive en viviendas construidas por ellos mismos y hechas con biomateriales.
En aras de un estricto rigor documental, es preciso comentar el hecho de que aunque las preguntas básicas estaban formuladas de antemano, surgieron muchas otras preguntas aclaratorias en el transcurso de la entrevista. Esto ha hecho necesario, una vez revisada la transcripción por Hermes, y por motivos de claridad y linealidad de exposición, recolocar y reducir ligeramente algunos pasajes. Es necesario comentar también que no siempre se ha podido contar con el permiso de las personas mencionadas para citarles por sus apellidos. Así mismo, permítasenos mencionar que el documento sonoro original está a disposición de quien lo precise.
La entrevista
Ángel Carlos Cerrato Covaleda: Hermes, estamos interesados en que nos cuentes tu experiencia de construir y vivir en una casa de biomateriales, que son básicamente en este caso barro, paja y madera. Háblanos un poco de ti y de cómo surge este proyecto de construir y vivir en una casa así.
Hermes Salamanca Román: Nací en Canarias hace ahora 40 años, y a los 6 años nos vinimos a vivir aquí. A los 19 años me fui a trabajar a Menorca. Desde entonces raro es el año que no me he pasado seis meses fuera. He vivido en Madrid, en distintos pueblos de Valladolid, en Valladolid, en Almería, en Inglaterra, en Holanda, donde he pasado temporadas trabajando. Yo estudié informática. Desde muy pequeño, las películas de hackers me llevaron a pensar que esa era mi vida, el tema de resolver problemas o hallar una solución que en principio no existía, era algo que me llamaba mucho la atención.
Empecé trabajando como administrador de red y seguridad de informática, que era lo que yo había estudiado y en lo que me había especializado, pero la vida en una oficina perdió todo significado para mí, el entorno de trabajo no era satisfactorio, en una oficina encerrado todo el día. El único aliciente era llegar el viernes y viajar y hacer rutas de montaña. Eso hacía la vida más llevadera. Poco a poco fui cambiando de sector dentro de la informática, y terminé dando clases porque me di cuenta que lo que me gustaba era el trato con las personas, hasta que al cabo de 7 años de clases, la informática, y sobre todo internet, dejó de ser lo que era cuando tenía 18 años, un espacio libre de intercambio de opiniones, de información, de ideas, y se convirtió en el monopolio en que lo ha convertido Google, en una invasión de la privacidad y la intimidad brutal, y me vi en la situación de estar enseñando cosas y aconsejando no hacerlas, como subir fotos a la nube y compartir toda tu información en la nube.
Entonces es cuando decidí dejar la informática y empezar una vida nueva. Como lo más bonito que tenía eran mis viajes al campo los viernes, me imaginé que lo más bonito sería una vida basada en los viajes. Estuve unos años cavilando cómo sería mi vida basada en una caravana por el mundo, una vida nómada, o simplemente por España; te puedes pasar años viajando por España y no terminarla. Pero ese plan nunca llegaba a cerrarlo, porque viajar por el mundo en caravana requiere un fondo económico importante. Después de más de 7 años, al final me encontré que lo que me gustaba ya no era viajar a la naturaleza o al campo, sino vivir en el campo. Dio la casualidad de que vi un documental acerca de una familia que vivía en el campo de forma autosouficiente e independiente, en contacto completo y continuo con la naturaleza. Entonces pensé en elaborar un plan que me permitiese vivir de esa forma, de forma cómoda y autosostenible, y a partir de ahí empecé un poco a investigar distintas formas de dar viabilidad a mi nuevo plan.
Conocí la permacultura, que es un compendio de ciencias, de disciplinas o de conocimientos que le llevan al hombre a vivir un entorno sostenible, independiente, generando y manteniendo sus propias energías en la naturaleza de forma respetuosa, sin generar residuos, viviendo de una forma consciente porque eres consciente de todo lo que hay detrás de lo que haces. Cuando friegas los platos, sabes qué es lo que le va a pasar a esa agua, porque tú eres el responsable de reciclar esa agua; no vale echarle aceite al fregadero y que la depuradora municipal se encargue. Dentro de la permacultura existen maneras de construir de una forma consciente acerca de los materiales que vas a usar, respetuosos con la naturaleza, de procedencia natural, más sanos para el entorno; la permacultura te enseña a construir una vivienda o una granja con los materiales que te encuentras en el entorno. También trata el manejo de los suelos, incluyendo la horticultura, la fruticultura, el manejo de los animales de granja, que estén sanos, que se puedan alimentar del suelo, y por otro lado el reciclaje de las aguas, o el aprovechamiento de las energías, la del sol, la del viento. Lo más importante es que todos los elementos basados en la permacultura tienen que tener sus conexiones. Los elementos se manejan de una forma holística. Por ejemplo, un gallinero y un huerto por separado tienen una productividad, pero si les vinculamos el uno con el otro, o sea, si el huerto se nutre con el estiércol del gallinero y el gallinero se nutre de los sobrantes del huerto, entonces esos dos elementos tienen una doble conexión que les hace mucho más productivos. La suma de esos elementos es mayor que el resultado de ellos por separado. Esta casa, por ejemplo, está conectada con el huerto, el huerto con el gallinero, el gallinero conecta con la casa, la casa soy yo, los animales que tengo y ves, pues protegen el gallinero el huerto de los depredadores del campo. Cuento con un ave rapaz, con la que cazo presas silvestres de una forma natural, y está vinculada con el gallinero porque defiende a las gallinas de las rapaces del campo cuando yo no estoy, y avisa a los perros cuando viene gente de lejos porque tiene una vista que los perros no tienen.
Son unos elementos tan interconectados entre ellos, que al final tenemos lo que se llamaría en arquitectura un diseño funcional. Lo más importante del diseño es su capacidad para funcionar y eso se consigue a base de crear interconexiones entre todos los elementos. Se trata de aprovechar las sombras que te da un gallinero para poner un huerto, aprovechar el huerto para que coman las gallinas, los perros o incluso los pájaros silvestres, que son casi todos granívoros o insectívoros. Si tienes pájaros silvestres, es casi seguro que te mantienen lejos las plagas de los frutales, que están dominadas por los gorrioncillos. El mantener una capa de vegetación silvestre favorece también una biodiversidad mayor de insectos. Así, si tienes una plaga de pulgones, es cuestión de días en que aparezca el depredador del pulgón.
Al final, los elementos que genera el hombre basándose en la permacultura más los elementos que pone la propia naturaleza terminan haciendo un ecosistema que es autosostenible, autogestionable y que casi no necesita apenas de la mano del hombre. Al no laborear o cavar los huertos, se mantiene una biodiversidad de microorganismos en el subsuelo, donde las raíces de las plantas que ya han muerto se convierten en los nutrientes de las raíces de las plantas venideras. Es crear una simbiosis interespecie entre las especies mías, las de campo y los microorganismos para funcionar de una forma que no ha inventado la permacultura; la permacultura lo que hace es observar patrones que se dan en la naturaleza y gestionarlos de una forma sustentable, porque la naturaleza no la gestiona nadie y funciona a las mil maravillas. Imitar esos patrones para el provecho propio es la filosofía (…). Es dejar que la naturaleza haga lo que lleva haciendo miles de años -aquí no está nada inventado- y simplemente es darle una utilidad para vivir en pro de la naturaleza (…).
Este conocimiento de la permacultura y esta concepción holística del aprovechamiento de la agricultura, ¿es algo que tú ya tenías cuando empezaste tu proyecto de construcción de casa?
Bueno, empecé a leer libros e información que había por internet, pero a los poquitos meses tuve la suerte de conocer a dos personas, Javier Lozano Nogales, y Aitor Unanue Mateo, dos personas que vinieron desde Galicia hasta aquí, exactamente a La Aldea de San Miguel, en la provincia de Valladolid, aquí cerca, a construir un gallinero con alpacas de paja, que era mi idea de cómo quería construir mi casa. Yo había pensado aprender a construir casas de paja acudiendo a un taller en Ávila, pero al darse la oportunidad de trabajar como voluntario construyendo ese gallinero aprendí todos los entresijos de la construcción con paja. Con ellos estuve una luego una temporada de ruta por Galicia y por Cantabria, conociendo ejemplos de granjas que ya trabajaban con la filosofía de la permacultura y conocí a Ramón, de Asturias, y a un montón de gente muy interesante, y entre todos me dieron las claves de esta filosofía. En cuanto a los detalles técnicos, los aprendí yo leyendo libros, viendo vídeos. Libros sobre la permacultura, pero también sobre recuperación de suelos degradados por la minería, sobre plantas fijadoras de nitrógeno que recuperan suelos, aprendí acerca de las especies vegetales silvestres que nacen en nuestra provincia, acerca de la geología de estos suelos, para comprender cómo funciona y prospera la naturaleza para así, basándome en esa evolución natural, y acortando los plazos, llegar a tener mi bosquecillo de alimentos. Ese gallinero lo hizo una amiga, Marina Frutos de Diego, que montó una empresa de pollos ecológicos. Lo hizo con estos materiales, -paja, barro y madera-. Mi casa es igual que el gallinero en cuanto a materiales: son materiales ecológicos y más baratos que los de una construcción convencional, aparte de la facilidad de construir con paja, mayor que construir con ladrillo, y de la salud para el constructor, ya que es más saludable trabajar con barro que con cementos o pinturas químicas.
Tú tienes una casa en Portillo, que es de tu familia, un piso de ladrillo. ¿Cómo diste ese primer paso y cómo reaccionó tu entorno más inmediato: familia, amigos y la gente del pueblo?
A medida que fui acumulando el conocimiento, fui rellenando cuadernos, haciendo resúmenes, fui dándole solución a todos los problemas y retos que me habría de encontrar. Una vez que les di solución a todos esos problemas ya sólo me quedaba llevarlo a cabo.
La reacción de todo el mundo, incluso la mía también, cuando hablas de una casa de paja, es pensar en el problema del fuego, o cómo se evita que se pudra la paja por la humedad, ves una serie de pegas, pero al adquirir la información necesaria (…) entonces vas viendo cómo se solventa el problema del fuego, cómo se evita que se pudra la paja por la humedad, cómo se evita que se mojen las paredes con la lluvia y las eche abajo…vas viendo que es viable y pasas de pensar que esto que estás investigando es una locura a pensar que no hacerlo es una locura. O sea, seguir viviendo en una casa de ladrillo pudiendo hacerla de paja es de locos, gastarte un dinero en gasoil para calentar un pisito de 40 metros, cuando lo puedes calentar con cuatro palos que te encuentras por el campo…o sea cuando adquieres cierta información, ya no hay vuelta atrás.
Claro, esto requiere horas de estudio, de investigación, de navegar por internet y posteriormente de viajar para ver estos temas funcionando, pero (…) no hay nada que no puedas aprender cuando la motivación es la necesaria. De niños aprendemos cosas que no queremos aprender, y las aprendemos. No hace falta ser especialmente inteligente o especialmente trabajador o especialmente constante; esos valores te los da la motivación. Se afronta de otra forma el trabajo cuando la motivación es grande (…). Sorprendí a mi entorno, bueno, y a mí mismo, al ver que todo funcionaba mucho mejor incluso de lo que yo mismo había pronosticado.Una vez que acumulé toda la información y rellené todos esos cuadernos, vino la parte de buscar la parcela.
Para reunir ciertas cualidades es bueno que tenga una orientación adecuada, ver si tiene protección contra los vientos del invierno es importante, por ejemplo. Esta parcela que encontré es lo que se llama una vaguada; está abierta al sureste, tiene una exposición al sol completa, pero a la vez tiene protección del viento a los lados y por detrás, lo que por un lado facilita el cultivo de vegetales porque el exceso de viento deshidrata a las plantas, y por lo tanto necesitas menos agua, y por el otro ayuda a la eficiencia térmica de la casa, al estar protegida contra los vientos fríos (…). Bueno, esta parcela no es muy grande, mide 2300 metros cuadrados, y por eso ningún elemento queda demasiado lejos de la casa (…), y está cerca del pueblo. Me estuvo rondando la cabeza la posibilidad de buscar una parcela en el norte de España, donde hay más lluvias, o incluso pensé en bajarme a Canarias, que es mi tierra de origen, por su clima, porque allí no hay hielo y puedes cultivar frutas y verduras todo el año, pero aquí en Portillo se da que conozco a todas las personas y las personas me conocen. El mejor recurso no es el dinero, sino las personas, y me han regalado infinidad de materiales porque les caía en gracia lo que estaba haciendo y querían colaborar y ayudarme, ciertamente ha colaborado gran parte del pueblo, me han ayudado con el transporte de materiales pesados; querían ayudarme para ver hasta dónde era capaz de llegar, hay quien me ha regalado los depósitos para almacenar el agua, el material del gallinero o bastantes materiales de la casa… entre regalos y ayudas he recibido bastantes apoyos.
¿Hubo la otra parte, quien te intentara quitar la idea o quien te llamara loco o algo?
También hubo quien, en plan de broma, me dijo que si estaba loco, sobre todo cuando hubo que poner el tejado, pesado, sobre los muros de paja, decían que si se iba a caer. Hubo la broma, por parte de los niños, de llamarme cerdito vago, me lo gritaban desde detrás de las esquinas y salían corriendo, cosa que me hacía muchísima gracia. En realidad, la auténtica moraleja del cuento de los tres cerditos no es que no te hagas una casa de paja, sino que no dejes que un cerdo te la haga. Háztela tú, háztela de paja, y tendrás un hogar sano, un hogar eficiente, un hogar respetuoso con la naturaleza, y un hogar que si dentro de cientos de años se cae, todos los materiales van a ser reabsorbidos por la naturaleza, no va a quedar un solo elemento que no vuelva a convertirse en nutriente y no vuelva a entrar otra vez en el círculo de la vida.
¿Dónde conseguiste tus materiales?
(…) Construir con estos materiales es muy fácil, mi experiencia previa como albañil era solo la colaboración construyendo el gallinero de Marina en La Aldea de San Miguel, y con eso estaba capacitado para construir. Ha venido gente, por ejemplo, que venía a ayudarme a dar barro, y a veces nunca había visto una paleta, y no tenía problema en aprender, tardaban unos minutos en aprender y de ahí para adelante es todo trabajar. Me motivó mucho ver que era muchísimo más fácil de lo que yo mismo me había planteado. Todas mis dudas sobre el peso del techo, por ejemplo, sobre los centros de gravedad, todo eso me resultó francamente sencillo.
El principio del ecologismo es intentar abastecerte de materiales de cercanía. Me proveí de paja de un agricultor de la Aldea de San Miguel. En cuanto al barro, este pueblo, Portillo, es muy rico en alfarerías, y me proporcionaron un remolque entero de arcilla pura, que mezclada con la tierra y la arena del pinar me permitió hacer morteros con un acabado impecable. La madera, lo que son las vigas del techo, la tuve que comprar en una empresa de maderas de Valladolid. La casa tiene muchos elementos reutilizados. La puerta está hecha de hojas de ventana que me encontré. Usé piedras y hay elementos de relleno hechos con materiales que me encontré en el pinar… por el pinar no es difícil caminar y encontrar, desgraciadamente, zonas con escombros. La parte del interior tiene bastante material reciclado, como por ejemplo los percheros, que son las asas de los jarros de vino, que están incrustadas en la pared. Los interruptores y mecanismos eléctricos son mecanismos antiguos de casas en ruinas que se han caído o casas de derribo; tengo amigos albañiles que demolían casas o restauraban ruinas, me los traían y yo los restauraba.
¿Cuáles fueron las fases de la construcción de la casa?, ¿qué materiales usaste en cada fase?
-Una vez que se tiene la parcela, la primera fase fue crear el diseño. Yo lo hice con una foto de satélite de mi parcela, y con el ordenador pues fui ubicando los distintos elementos y generando nodos de conexión entre los elementos para ubicarles, atendiendo a distancias, atendiendo a las veces a las que se acude a esos lugares. También, como la parcela tiene bastantes zonas de microclimas, sombra entera bajo pinos, semisombra bajo almendros, zonas de exposición al sol continua, me llevó varios meses elaborarlo todo, los frutales, los huertos, los animales, los cobertizos para herramientas (…).
Me basé también en la geografía del terreno, que hace una pequeña laderita de norte a sur, y una vaguada de este a oeste, vaguada formada geológicamente por la escorrentía del agua que ha pasado durante miles de años. Para evitar esta escorrentía, que el agua erosione y se lleve el terreno, lo que hice fue hacer unas líneas a nivel y luego unas zanjas en esas líneas; es lo que se llama línea clave en la agricultura regenerativa, que consiste en eso, en buscar que en el terreno el agua permanezca el máximo tiempo posible dentro de la parcela, no que entre por el norte y baje por el sur en un solo día, que es lo que ocurría hasta que yo empecé a modificar un poco la forma del suelo.
Se hizo también un estudio del nivel ecológico en el que estaba la zona. En función de las plantas que nacen en un terreno, se puede medir ese nivel. La naturaleza es una evolución que empieza en la piedra madre rompiéndose con los líquenes, y desemboca en el clima del bosque o selva; desde la piedra hasta la selva hay una evolución lógica donde intervienen plantas en cada estadio. Se vio el nivel en esa evolución ecológica en que se encontraba la parcela y qué herramientas podía usar para avanzar ecológicamente el terreno para que el estadio de selva tarde menos en llegar, añadiéndole yo lo que le falta y en previsión de lo que la naturaleza da en los 200 años, podérselo dar en los siguientes dos meses. La estrategia más importante para ello fue hacer, como ya te he dicho, las zanjas para favorecer la retención del agua e introducir especies silvestres para evolucionar el suelo, enriquecer el subsuelo y acolchar los suelos desnudos para evitar que el sol y el viento deshidraten ese suelo (…) se puede observar, sobre todo en primavera, cómo la cantidad y la calidad de la vegetación de mi parcela es superior a la de las parcelas colindantes. Plantas demandantes de nutrientes, como pueden ser la familia de las solanáceas están ya presentes en mi parcela dese el segundo año, mientras que lo más seguro es que ladera abajo tarde años en llegar esa familia de plantas.
La parcela la compré en el otoño de 2014. Ahí empecé con las zanjas y el agregado de las especies vegetales silvestres nuevas, estuve todo el otoño y todo el invierno con esas labores y en la siguiente primavera, la primavera de 2015 empecé a cavar los cimientos y a rellenarlos con piedras. En agosto de 2015 empecé con el levantado de las paredes. Claro, para levantar las paredes de paja, tienes que esperar a que el agricultor coseche, que viene a ser a mediados de junio si el año es bueno (…). Empecé los cimientos con azadón y pala, pero a mitad de los cimientos se me ofreció un amigo a hacerlo con su retroexcavadora de forma gratuita. Es el único proceso constructivo donde ha intervenido una máquina. De ahí en adelante la paja no necesita ninguna maquinaria, lo único que hay que hacerle a la alpaca es dividir de vez en cuando una a la mitad para poder matar la junta, como se haría con ladrillos.
Para la madera de la casa desde el primer momento tomé la decisión de hacerlo con herramienta manual, me sentía mucho más cómodo poder hacer las cosas cuando yo quisiese, sin la necesidad de depender de gasolina, de generadores, y como realmente no es un esfuerzo tan grande cortar a serrucho, me sentía fortalecido por el hecho de hacerlo de una forma manual, me sentía muy tranquilo por el hecho de que mi obra fuese silenciosa, sin maquinaria que aturdiese la cabeza, (…) de materiales sanos, de materiales naturales. Tuve varios amigos que me ayudaron a levantar las paredes de paja. Una vez que levantamos las paredes y precomprimí un poco los muros, poco a poco fui haciendo la estructura del tejado, a serrucho, con un metro, con un atornillador de batería, y sin encontrarme complicaciones que me llevasen a no saber cómo seguir (…). Esa parte resulta bastante sencilla.
Con respecto a los cimientos, decir que los llené de piedra. Ahí me encontraba con la disyuntiva de, o gastarme 1000 y pico, 2000 euros en un forjado de hormigón, como mandan los cánones, o simplemente utilizar toda la piedra de la parcela y los alrededores. Tenía la opción de o bien gastarme dinero y que me lo hiciesen unos albañiles o hacerlo yo de piedra. En tiempos de acabado, aunque los cimientos te los hacen en tres días, si cuentas con el secado te estás yendo a un mes y medio o dos. Yo tardé 3 semanas en acabar los cimientos haciéndolos de piedra a coste cero porque la cimentación la hice con un carretillo y viaje de piedra va y viaje de piedra viene. La alpaca hay que levantarla de suelo, evidentemente, no puede estar cerca del suelo porque si no, por capilaridad puede chupar agua, entonces la sobrecimentación esa la hice con sacos rellenos de grava colocados en dos filas como si fuesen trincheras, con una fila encima de otra fila, y encima de esas dos filas de sacos de grava ya se puede poner la alpaca que ya te queda a unos 40 centímetros del suelo y está a salvo del agua que pueda subir por capilaridad.
Los premarcos de los huecos, puertas y ventas, se hicieron con serrucho, martillos y puntas. Ahí no había problema de pegar golpes, lo hago a martillo, pero cuando no se puede pegar golpes, pues utilizo un atornillador de batería.
¿Qué problemas puede dar pegar un golpe?
-Puede ser que se te escape un golpe y rompas una tabla (…). Prácticamente es el único problema que puedes tener en una casa, porque la estructura del tejado no la vas a debilitar porque le des martillazos.
Entonces estás en agosto de 2015.
Tardo tres semanas en rellenar los cimientos de piedra, y en un fin de semana escaso levantamos las paredes. Realmente fue en un día, pero al día siguiente hubo unas partes que quité y volví a poner. Con la ayuda de cinco amigos, que fue mi caso, mientras una persona dividía las alpacas, otra se encargaba de la comida, de las parrilladas, dos personas me pasaban alpacas a mí, y yo iba montando las alpacas en las paredes. Y otra persona hacía fotos. Más que subir a trabajar, es como si estuviésemos pasando una tarde entre amigos. La alpaca sí que es verdad que requiere un conocimiento previo a la hora de manipularla, más que nada por trabajar de una forma cómoda. Una alpaca es un elemento que pesa unos 35 ó 40 kilos, y de cogerla bien a cogerla mal puede llevar a que te canses mucho o que no te canses nada. Es cuestión de técnica: coger las cuerdas de cierta medida y apoyarte las alpacas en la rodilla para subirlas al tabique. Lo bueno de trabajar con alpacas es, cuando tienes que hacer un andamio aledaño a la obra para trabajar el tejado, con dos alpacas lado a lado, tiras un tablón y ya tienes un andamio hecho. La alpaca al final es un elemento de la construcción y es un elemento para la construcción, porque los andamios los haces de paja, cuando subes y bajas al tejado muchas veces pues te puedes hacer unas escaleras alrededor de la casa, que tardas un momento y te evitas dar las vueltas en una construcción normal.
Bien, entonces hechos los muros, llega el momento del tejado.
La construcción de paja ha de tener unas buenas botas que se llaman, o sea, separar la alpaca del suelo, pero también tiene que tener un buen sombrero, que se suele decir. Para que la lluvia no amenace las paredes de barro y la paja que hay dentro, se suelen poner aleros de más 50 centímetros alrededor de toda la casa para evitar que el agua de la lluvia castigue las paredes. Una vez que protegemos el barro y la paja del agua de lluvia y del agua que pueda subir por capilaridad, tenemos el barro y la paja garantizados. La construcción del techo en sí resultó sencilla y bastante barata, porque excepto las vigas que las compré nuevas, el resto del tejado es material de segunda mano (…). En el techo, hay una cámara de paja de 20 centímetros de grosor porque en cuanto a la eficiencia de una casa, las pérdidas están en el techo y en los huecos, que son ventanas y puertas. Si tomamos la casa como un habitáculo de 5 paredes, o sea, las cuatro paredes y el techo, que es otra superficie de exposición a la intemperie, es lógico que igual de protegidas que hay que dejar las paredes, hay que proteger el techo. De nada sirve hacer una casa de alpaca y luego poner un techo de panel sándwich, porque nos vamos a morir de frío. Entonces esta casa tiene alpacas en las paredes y tanto en el suelo como en el techo tiene cámaras de 20 centímetros rellenos de paja comprimida. Tanto los materiales aislantes como la estructura de la cámara resultaron baratísimos por eso, por ser material de desecho y reciclable gran parte del también.
El tejado, ¿cuánto te llevó?
El tejado me llevó no más de dos o tres semanas, porque ya estaba a mediados de septiembre y ya llegaban las lluvias, entonces apremiaba muchísimo el hecho de meter en aguas la obra, como dicen los albañiles. Estuve un par de jornadas para colocar las vigas, otro par de jornadas para la tabla, una jornada para la cámara de paja, y otras dos jornadas para la chapa. Entre diez, quince días máximo.
¿Y el conocimiento necesario para poner las vigas?
Eso lo aprendí en el gallinero de Marina. La estructura de mis vigas, tanto las que van enteras de punta a punta del techo, como los aleros que salen a los laterales está hecho tal cual estaba en el gallinero. La estructura de las vigas era algo que me imponía muchísimo respeto, no tenía más experiencia previa y entonces decidí limitarme a lo que sabía, que era bonito, porque un techo de viga de madera y tabla de madera al fondo va quedar bonito, y no era complicado, y por supuesto era barato. Los conocimientos que yo había adquirido en agosto los puse en práctica en septiembre, octubre.
¿No tuviste ningún contratiempo inesperado?
Tuve una anécdota colocando las vigas. Cuando tuve que colocar las dos vigas de los extremos, esas dos vigas hace que formen un cuadrado. Para saber que tienes un cuadrado perfecto, debes medir las dos diagonales de ese cuadrado: si coinciden, es que el cuadrado está bien hecho. Pues a mí no me coincidían, había una que se me iba bastantes centímetros de la otra. Yo medía, las vigas eran perfectamente paralelas, las cabezas de las vigas estaban perfectamente alineadas con un cordel que yo le había puesto…pero las diagonales no me salían, y era porque una de las vigas traía unos 10 centímetros de más. Me bajaba del tejado, me hacía un dibujo, me decía: si tenemos dos líneas perfectamente paralelas y ambas arrancan perfectamente igual, ¿Cómo esta diagonal no me cuadra? Y era porque una medía 10 centímetros de más (…). Después de llevar el problema al papel, me di cuenta de que la única circunstancia que podía darme ese error era que una viga no midiese lo mismo (…) si esto está alineado, y esto es paralelo, lo único es que una esté más larga. Cuando subí y comprobé que la predicción que había hecho se cumplía…no solo por haber resuelto el problema, sino por haber predicho la solución…una satisfacción impresionante! (…). Y satisfacciones de esas te encuentras muchas, el sorprenderte a ti mismo de lo capaz que es el ser humano (…).
También me pillaron las lluvias del otoño, pero yo ya tenía puestas las vigas (…). Claro, una casa de paja, con el peligro de lluvias, cada vez que terminas la jornada del día, le colocas unas lonas, a pesar del pronóstico meteorológico de que no va a llover, pero no cuesta nada echar siempre unas lonas, por si acaso. Sí que hubo días que al volver me encontré en las lonas unas balsas de agua impresionantes, pero no llegó a representar en ningún momento un problema.
Háblanos de ventanas y puertas, por favor.
La puerta la construí yo con unas hojas de ventana que un hombre que tiene una finca aquí al lado, me informó de dónde estaban tiradas. Me acerqué a por ellas con la idea de usarlas para un invernadero o alguna construcción aledaña, pero al ver que eran ventanas con cristales climalit, de los buenos, me dije: no; medí, pensé, cavilé, y encontré la forma de hacer una puerta acristalada, que es como yo la quería, para favorecer la entrada del sol en invierno, y que la vivienda sea bioclimática.
El ventanal del salón, que da al sur, se lo compré a un amigo, que la tenía en el desván desde hacía años, pero era una ventana recién salida de la carpintería, era madera ensamblada sin punta ni nada, ni herrajes ni cristales. Estaba sin clavar, así que la corté, le puse los cristales, le compré y atornillé los herrajes, compré, corté y coloqué los junquillos en los cristales. El resto de las ventanas las compré hechas. Como no corría prisa, estuve bastante tiempo en internet en páginas de venta de segunda mano, a ver si daba la casualidad de las medidas que me interesaban, de segunda mano, de madera (…) se pasó el tiempo y no encontré las ventanas ideales para mis huecos, y las tuve que pedir de encargo. Tuve suerte que encontré una empresa de aquí cerquita y negociando un poco con ellos me hicieron unas ventanas inmejorables en cuanto a eficiencia térmica, con triple junco de goma, cristales climalit y bastante baratitas, la verdad.
Háblanos del aspecto de la habitabilidad interior.
Antes de eso hay que explicar que hay que darle barro a las alpacas, que están desnudas. El dar de barro las alpacas es la tarea más potente que tiene una casa de estas características. Si te das maña, puedes levantar la casa y ponerle el techo en un mes y medio, pero luego viene el barro, que por las características de la arcilla, que es muy pegajosa y por el hecho de que tiene que llevar mucha paja, no es un material que se pueda hacer a máquina; la hormigonera no mezcla la arcilla, se apelotona todo en las palas, entonces la solución es hacerlo a mano con azadón o pisoteando el barro. Se hace una bañera o una balsa grande donde se echan los áridos -la arcilla, la tierra y / o la arena-, se echa el agua y se mete una persona dentro y con los pies descalzos se dedica a pisar ese material hasta que poco a poco se va mezclando.
Esa es la parte del proceso de la obra que más tiempo me ha llevado. Estuve un año dando barro (…). Me repartí también en otras tareas, avanzando en la plantación de árboles, la formación de huertos (…). Cuando compré la parcela, yo ya sabía todo lo que tenía que hacer, pero tenía que hacerlo a un ritmo viable y cómodo porque había una carga laboral de principio a fin inmensa. Entonces, en las tareas como dar el barro, que por mucha prisa que te des, vas a estar meses haciéndolo, si me hubiese dedicado sólo a dar barro ochos horas diarias, en vez de un año me hubiese dedicado tres, cuatro meses, pero habría acabado loco. Si se cuenta con una cuadrilla potente, le puedes dar de barro a una casa cinco veces más grande que la mía en un mes.
Cuando hablas de una casa como la tuya, ¿cuántos metros tiene?
De medidas internas tiene 7.70 metros cuadrados por 5 metros cuadrados. La medida interna varía de la externa, porque al ser muros forrados de alpaca, pues acabas teniendo unos muros de unos 70, 80 centímetros. Si a eso le sumas el alero del tejado, te encuentras con que tienes unos 70 metros de tejado y unos 38 m. de casa; es casi el doble.
¿Qué altura tiene la casa?
La altura cuando se trabaja con paja es un poco variable, porque el tejado ejerce una presión sobre las alpacas; entonces lo más normal es que cada pared pierda una 10% de su altura. La pared más alta tenía 3 metros y se quedó en 2.60, y la parte de atrás apenas llega a los 2 metros, entonces serían más o menos unos 75 metros cuadrados de superficie y esa es la superficie que di de barro: 75 metros por dentro y 75 por fuera. Como te he comentado, iba a ratillos. Una mañana hacía un par de bañeras de barro y dedicaba una tarde y la mañana siguiente a darlo. Contaba con ayudas (…). Es lento porque no se usan hormigoneras o mezcladoras mecánicas, hay que hacerlo a mano, lo cual puede ser una pega, pero es bonito el hecho de meterse varias personas en una bañera y pisotearlo mientras se va incorporando la paja (…).
Como no son materiales estándares, hay que trabajar con la tierra del lugar y con los áridos con los que cuentas, y hay que hallar una receta ideal para el acabado y para las propiedades que ha de tener el mortero en sí. Por ejemplo, a la alpaca hay que darle tres tipos de mortero. El primero es de imprimación, porque al barro le cuesta agarrarse a la paja, entonces la primera capa ha de ser una mezcla muy pegajosa y que se da aplicando bastante fuerza para conseguir que esa mezcla penetre en la alpaca y que a su vez sirva de sustento para las capas posteriores. Una vez que le hemos dado esa primera capa de imprimación, viene la capa de relleno, cuya propiedad es que tiene que ser pegajosa para agarrarse a la capa anterior, y tiene que ser muy rica en paja porque es la capa con la que vamos a corregir las imperfecciones de la alpaca –o al revés, para marcar esas imperfecciones-; lo que queremos es que la alpaca quede remarcada en el muro. Con ese mortero es con el que vamos a modelar la casa, a hacer los marcos de las ventanas, los plafones…y esa es la capa que nos puede llevar más tiempo, en función del grosor que le queramos dar, claro. Puede tener desde 5 hasta 30 o 40 cm. de grosor. Hay que tener en cuenta que, sobre todo en el interior de la vivienda, cuanto más barro, más inercia térmica y más confort. Una vez con esa capa, ya le damos lo que se llama el lucido, que es la capa final, libre de paja, que no se puede cuartear, es el mortero más exigente de todos porque es el que va a quedar visto, resistente a la erosión y así cuando rozamos que no nos manche la ropa.
Para hacer este tipo de mezclas, como son trabajos no estándares, normalmente se suele hacer de la siguiente manera. Si contamos con arcilla o con una tierra muy arcillosa, se realizan unas pruebas en la propia pared con una parte de tierra, y otra de arena fina, luego se hace otra prueba con una de arena y dos tierra, dos de tierra y dos de arena… se hacen distintas conjugaciones, se dejan secar y luego se chequean esas pruebas que se han hecho a ver cuál de ellas reúne las condiciones que queremos. Conociendo cómo se comporta la arcilla, cómo se comporta la arena, cómo se comporta el limo podemos establecer que lo más seguro es que la prueba sea de cuatro partes de tierra, una de arcilla y una de arena. Una vez que se llega a la conclusión de cuál es la buena mezcla, se dan las dos o tres capas de lucido. Esa parte sí que se hace generalmente con herramientas: una pala, una paleta y una llana, porque esa capa se pretende que quede lisita, sin marcas de manos…o sea, es lo que va a lucir la pared. La gente que no conoce estos temas lo ve, se queda realmente sorprendida de lo liso y perfecto que queda el acabado sin usar ningún elemento industrial. El hecho de explorar por un lado los libros que te llevan al conocimiento de cómo funciona la arena y de cómo funciona la arcilla, de hacer las pruebas y de elaborar tu propia receta con tu propia tierra del suelo es un viaje bonito, intenso y te aporta mucha satisfacción.
¿Qué ocurre con esas muestras que has probado en la pared? ¿Eso se quita luego?
No, la capa del lucido es muy fina, de unos 2 milímetros. Haces un cubo de unos 50 litros y se da en un día prácticamente a toda la casa, normalmente dos y tres manos y entonces esas pruebas que hicimos quedan enterradas. En esas pruebas se comprueba que si nos hemos pasado con la arena, si al pasar el dedo es un material que se suelta, si pasas la mano te la manchas de polvo porque no tiene la arcilla suficiente como para aportar la dureza. Sin embargo, si nos hemos quedado cortos de arena, nos encontramos con un mortero que se agrieta. Si tiene poco limo, también se agrieta. Hay que encontrar el equilibrio. Conviene leer libros y ver documentales y luego hacer nuestras pruebas, porque el terreno que piso aquí puede no tener nada que ver con lo que pisas si te bajas 100 metros de aquí a la ladera, y si te subes ahí arriba lo mismo. Hay mejoradores naturales del barro, al que aportan resistencia, como pudiera ser la harina cocida, o la proteína de la leche en forma de leche en polvo, el aceite de linaza…son materiales que se añaden a la última capa del mortero para que sea más resistente a la erosión o a la intemperie en general.
Y finalmente vendría la pintura. Hay pinturas ecológicas, que cumplirían la premisa imprescindible que tiene que tener un muro de paja, que sería la transpirabilidad del papel del vapor porque la paja que queda dentro del barro ha de respirar. Si la revocásemos de cemento, material que no transpira, se terminaría pudriendo. Las pinturas en mi caso yo decidí hacerlas de forma natural. Hacía pintura a base de arcilla, con pigmentos naturales o bien comprados; yo también me atreví a hacer mis propios pigmentos con decocción de raíces de ciertas plantas y, al igual que con el último mortero, aplicándole mejoradores naturales, que vienen a ser los mismos: aceite de linaza, harina cocida o proteína láctea, que es la caseína, porque las proteínas animales lo que son, son cadenas que unen partículas. Esa proteína que mantiene unida las partículas del cuerpo, de la materia orgánica, va a mantener unidas las partículas del mortero.
También es usado, aunque poco conocido: el almidón. O sea, el agua que nos sobra de cocer el arroz o de cocer la pasta se puede utilizar para hacer pinturas o la última capa de mortero, porque es tremendo a la hora de mejorar un barro o una pintura. Con decir que las primeras partes de la muralla china, que se hicieron hace 3000 mil años con barro, era tapial de barro, se hicieron con agua de arroz, y siguen ahí esos tapiales de barro después de miles de años de lluvias. Jamás lo he visto nombrar en los libros de bioconstrucción. No sé si habrá otra gente que lo haya descubierto por sus propios medios. Me extrañaría ser yo el único, porque por convergencia evolutiva, varias personas en la misma situación suelen llegar a conclusiones similares. Sólo que yo empecé a usarlo de la mitad de la obra en adelante, cuando tuve conocimiento. La parte del lucido exterior de la casa aún la tengo pendiente de dar, y ahí es donde ese aporte de dureza es más necesario y lo voy a poder emplear más.
Muy bien, decides que llega el momento en el que quieres empezar a habitar y tienes que poner las partes más necesarias, como la toma de aguas, cocina, baño, veo que tienes un panel solar…háblanos un poco de eso, por favor.
Sí, los cálculos de las necesidades energéticas y las necesidades de agua. Yo en su día eché un vistazo a la historia meteorológica española y sobre todo de la provincia de Valladolid para calcular un promedio de precipitaciones anuales, y basándome en ese promedio y en mis necesidades de agua, pues las dimensiones del techo, que es donde recojo el agua, venían determinadas por esos dos datos. Yo necesitaba 12 mil litros de agua y si aquí cae una media de 400 mililitros, pues sabía que necesitaba un techo de 70 metros cuadrados. El tema del agua es uno de los más sencillos. Captando el agua con el tejado lo único que hace falta luego son depósitos para almacenarla. Estos depósitos de 1000 litros me los regalaron, y son de uso alimentario, por lo tanto el agua no se pone verde.
Mis necesidades energéticas, de electricidad, las tenía calculadas partiendo de que los elementos de alta potencia, como vitrocerámicas u hornos eléctricos están descartados en este tipo de viviendas; no porque no se pueda, sino porque alimentar un horno eléctrico o una vitrocerámica requiere un gasto en equipo fotovoltaico extremo. Entonces sale mucho mejor cocinar u hornear con fuego o con las energías del sol. Lo que nos quedaría, como frigorífico o microondas, son bajas potencias, y las necesidades fotovoltaicas son muy básicas. Yo llevo un año y pico funcionando con una batería de un coche que compré en un desguace por 25 euros. En cuanto al resto de los equipos, es una placa de 260 vatios. Todavía no tengo frigorífico, y cuando lo tenga es probable que me toque comprar unas baterías un poco mejores, pero realmente me voy a gastar en baterías lo que me gastaría en dos recibos de luz cuando vivía en el piso: unos 100, 120 euros para un frigorífico, un minicombi de 1.60 metros en un lugar donde viven una o dos personas que hacen un uso inteligente de ese frigorífico (…) si por la noche llenas el frigo de garrafas de agua caliente, lo más seguro es que te quedes sin baterías esa noche. Hay que ser bastante previsor y tener en cuenta todos los factores que van a afectar a tus energías (…). Los mecanismos eléctricos, enchufes e interruptores, los conseguí antiguos, interruptores y enchufes cerámicos que había en las casas hace 50 años. Me salieron gratis pues fue cuestión de restaurarlos, con unos hacer otros y quitar capas de pintura que traían.
La eficiencia de una construcción hecha con estos materiales es imposible de alcanzar de otra manera. Para que una casa hecha de ladrillos alcanzara la misma eficiencia térmica, habría que meterle a lo mejor un metro de corcho entre las paredes. Estos dos elementos, la paja y el barro, son muy importantes a la hora de la eficiencia térmica, a la hora de guardar el calor en invierno y el fresquito en verano. La paja evita que la temperatura interior se vea afectada por la temperatura externa, y el barro que recubre las paredes del interior de la casa funciona como una batería térmica, se carga de calor cuando hay una fuente calorífica, lo guarda, empieza a aportarlo después de que deje de funcionar esa fuente de calor, como pueda ser una estufa o el sol que entra por las ventanas (…). Es el barro el que empieza a aportar el calor cuando apago esa estufa al cabo de unas dos o tres horas en lo más crudo del invierno. La estufa no se debe encender cuando hace frío, sino que hay un horario: se enciende una hora después de que se haya metido el sol, independientemente de cómo haga, y la mantienes dos o tres horas al día, independientemente de cómo haga, y es suficiente para que las paredes acumulen el calor necesario para aguantar toda la noche y levantarte a la mañana siguiente a 23, 24 grados, aunque afuera haya hecho 10 bajo cero.
El tema de la fontanería, tuve un amigo que se ofreció a hacerlo él, ya que yo le hice un favor y le solucioné un problema que tenía. Él es fontanero y me montó todo el tema de la fontanería interna de la casa. La fontanería externa, o sea lo que es la salida de las aguas, tiene la premisa de estar libre de residuos. Hay que encontrar la forma de reciclar y reusar esas aguas. Yo había estudiado anteriormente como método de cultivo los patrones que se dan de forma natural en los cauces fluviales, ríos y arroyos, donde hay animales, peces, insectos que aportan materia orgánica de desechos al agua, esa materia orgánica se descompone en amoníacos, los amoniacos son descompuestos en nitritos y en nitratos por diversos grupos de bacterias y esos nitratos son absorbidos por los carrizos y plantas de rivera. Yo trasladé ese patrón que tiene la naturaleza de reciclaje de aguas, a un pequeño biofiltro para el reciclaje de mis aguas. Evidentemente hay que cumplir unas características mínimas: nunca hay que usar cloro, nunca hay que usar lejías, porque atentaríamos contra las bacterias que depuran nuestra agua. Importantísimo: antes de llegar al biofiltro, hay que separar grasas y jabones que impiden la descomposición de la materia orgánica. Entonces tengo una trampa atrapagrasas, que es un elemento usado en cualquier sistema de reciclaje de aguas, tanto municipal como particular, y es muy sencillo de construir. Después de la trampa atrapagrasas, el agua va a un depósito, que recircula constantemente al biofiltro, que es donde se alojan las bacterias que descomponen la materia orgánica en nitratos y demás nutrientes asumibles por las plantas, que serían los carrizos, pero en vez de carrizos yo uso plantas con aprovechamiento, como pueden ser pepinos que cultivé el año pasado, y este año he puesto fresas.
Entonces tenemos que captamos el agua de lluvia con el tejado, esa agua pasa por la casa y se ensucia, con la suciedad alimentamos a las plantas y obtenemos agua limpia que servirá para regar huertos y frutales. La naturaleza hace que ese agua de huertos y frutales se traspire al cielo, y previsiblemente ese cielo hará que vuelva a llover en nuestro tejado. Cerramos el ciclo del agua como se hace en la naturaleza, sin haber usado artificios o tecnologías más que los propios patrones que hay en la naturaleza.
Pero entonces, ¿tú friegas con jabón?
Sí, sí. Hay que usar jabones ecológicos que no tengan ingredientes como la glicerina, como las lejías, como los cloros, o elementos que son bactericidas porque nos cargaríamos el biofiltro. Claro, este sistema de depuración sirve para aguas grises (…) Las aguas grises, para poder depurarlas, primero hay que separar las grasas y los jabones, y a partir de ahí ya el proceso de depuración es a base de bacterias, que descomponen la materia orgánica en elementos asumibles para las plantas, como ya hemos dicho.
Para que por nuestros desagües sólo salgan aguas grises, las excretas hay que echarlas a otro lado. En mi caso, que es una solución que se utiliza mucho, es el váter seco, que por un lado nos ayuda a que el sistema de desagüe de las casas sea más limpio, más sencillo, no hace falta agregarle una fosa séptica que haya que vaciar periódicamente con una cuba, y por otro lado lo bueno que tiene es que ayuda la recirculación de los nutrientes porque lo que hace es compostar las excretas humanas como si fuese estiércol de cualquier otro animal y después de un período de dos años de compostaje, ese material es compost que puedes incorporar a los árboles o a los huertos y así completas el círculo de los nutrientes. Con el paso del tiempo vuelven esos nutrientes. El váter seco, aparte de ayudarnos un poco en la construcción de la casa y ayudarnos a la recirculación de los nutrientes, tiene lecturas muy interesantes: el ser humano civilizado da por sentado y lógico y normal potabilizar agua para usarla para arrastrar la mierda, hablando en castellano, cuando hay un montón de personas y de niños que mueren por no tener acceso al agua potable y nosotros potabilizamos agua para mancharla. Cuando una persona va al váter se encuentra con que está arrojando un residuo de medio litro o un litro de volumen, y en cuanto tira de la cadena, ese residuo se está convirtiendo en cinco o cuatro litros de volumen. Entonces, el tirar de la cadena lo que hace es aumentar de forma exponencial el problema que tenemos. El uso de váteres secos, que no entraña ninguna complicación a mayores de lo que tendría un váter normal, resulta muy ecológico y solidario a la vez (…). El váter seco consiste en una cámara que lo que hace en primera instancia es secar las excretas. Estas excretas tienen básicamente dos problemas: la presencia de bacterias que puedan propagar enfermedades y los olores. Desecando las excretas, eliminamos esos dos problemas en cuestión de horas: las bacterias al desecarse se mueren, y las excretas al desecarse, dejan de oler. Entonces lo más importante del váter seco es el material secante que le incorporamos; según usas el váter, en vez de tirar de la cadena, lo que haces es, con una jarrilla, tirar el material secante, que dependiendo de la época del año será un material u otro. Por ejemplo, en invierno, que tengo ceniza, la utilizo como material secante, la echo encima de la excreta, la entierro con una capa (…). En verano, que no tengo ceniza porque no uso la estufa, hago una mezcla de tierra con serrín; la tierra cubre la excreta para evitar que salgan los olores y el serrín absorbe el agua que le sobra. Una vez que la cámara de secado del váter está llena se saca a otra cámara más grande donde ya se tira dos años descomponiéndose, y una vez que se ha descompuesto, ya se saca como una tierra negra, que huele a orgánico, como un sustrato que compremos en una tierra de sustratos, una tierra que va cargada de los nutrientes que en su día le quitaste al suelo (…). Es cuestión de cerrar el círculo del agua, como comentaba antes, y el círculo de los nutrientes. Una vez que tenemos esos dos círculos cerrados, a la naturaleza no le queda más remedio que prosperar. Si sabemos guiarla para que prospere de una forma que nos produzca beneficios, o alimentos básicamente, la subsistencia y la prosperidad es casi inevitable.
¿Cuánto te llevó todo esto? Porque estamos hablando de 2016 cuando montaste la cocina y el baño, ¿verdad?
(…) En mayo de 2016 es cuando decido trasladarme a vivir aquí, por una serie de circunstancias, como que una de mis perras se quedó preñada y a punto de parir, y para que no pariese en el piso nos trasladamos aquí para que se acostumbrase al nuevo entorno, con la intención de volver a los quince días al piso y sus comodidades, porque por aquellas épocas yo aún no tenía luz. Pero después de los quince días, y llegado el momento de volverme al pueblo, me había gustado tanto la experiencia de estar aquí que decidí no volverme, asumiendo no tener las comodidades del piso, a cambio de otras comodidades, como el ambiente que se respira y se escucha, la eficiencia de la casa, incluso aún en obras, los gastos de la casa, que eran menores ¿Sabes? No tenía luz, tenía velas. De golpe y porrazo me quité todas las comodidades del estado de bienestar, y decidí que poco a poco me iba a ir yo aportando esas comodidades, basándome en la premisa de que si una persona es capaz de aportarse a sí mismo esas comodidades del estado de bienestar y de satisfacer sus propias necesidades, en vez de que esas necesidades te las satisfaga un estado, eso es mucho más sólido, el sistema que se construye uno mismo para sí mismo (…).
Posiblemente haya gente que se pregunte que eso sea inasumible o utópico para ellos.
Hay una particularidad de la vida, sobre todo del ser humano, que es la capacidad de adaptación. El ser humano, en cuanto le cambias de entorno, en cuestión de muy pocas horas empieza a adaptarse a ese entorno. Prueba es los problemas que tienen los astronautas cuando salen de la Tierra, en muy pocas horas sus músculos y sus huesos empiezan a perder capacidad porque sin gravedad no la necesitan. Es un problema, pero es una muestra real de la adaptación del ser humano y de la vida en general. El ser humano se ha adaptado a vivir en sociedad, se ha adaptado a vivir con unas comodidades y a vivir una vida que es totalmente ajena a su propia naturaleza. A mí me gusta comparar la vida del hombre civilizado con la vida del papagayo del Loro Parque de Tenerife. Hablamos de un papagayo que se despierta por las mañanas, se da unas vueltas en bici, que coge pelotitas y las encesta en una canasta, todo ello para ganarse la comida. Igual de irrisoria es la vida de ese papagayo como es la vida de la población humana ahora mismo. No estamos concebidos para vivir así (…). Nosotros evolucionamos durante miles de años siendo cazadores recolectores y viviendo en cuevas y siendo nómadas. Yo no digo que esa sea la vida que debiéramos de llevar, pero tampoco llegar al extremo en el que estamos, la vida del papagayo que te comentaba.
Personalmente busco lo mejor de ambas, o sea, sin renunciar a las comodidades modernas como pueda ser el acceso a la medicina o el acceso a la información. Internet bien manejado es maravilloso porque puedes aprender casi lo que quieras, simplemente buscas la información, te la lees y te la aprendes. Puedes aprender a hacer una receta, puedes aprender a arreglar una bici, a arreglar un coche, toda la información está en internet, entonces prescindir de esa herramienta sería absurdo, pero por ejemplo sí que veo lógico prescindir de los hacinamientos humanos que hay en las ciudades, de tener que trabajar una inmensidad de horas para ganar un sueldo que es ridículo (…) porque si uno trabaja para proveerse de su propia comida, con muy pocas horas al día o a la semana, le vale. Mi forma de manejar mis huertos basada en la permacultura, los frutales y todo eso hace que el laboreo sea mínimo, son trabajos semanales. Hay huertos que riego dos veces a la semana, tardo diez minutos cada día, son veinte minutos a la semana y todos los días como de mis huertos, entonces si eso se traduce en dinero, esos veinte minutos están pagados a cientos de euros. Entonces el hecho de ceñirnos realmente a lo que es nuestra propia naturaleza, hace sentirnos lo que realmente somos. La transición del hombre civilizado al hombre silvestre es mucho más sencilla de lo que pudiera parecer. Es verdad que el cerebro ha de reconfigurarse: en la ciudad no hay un momento de silencio y de repente cuando sometemos al cerebro al silencio continuo, el cerebro se extraña y busca la necesidad de obtener un estímulo que antes tenía de forma constante y ahora no tiene. Pero lo mismo me pasa ahora a mí al revés; yo estoy acostumbrado a que los estímulos que yo obtengo son de forma natural: el cantar del pájaro, el cantar de mi águila, el cantar de las chicharras, el sonido del viento en las hojas…si de repente pasase por aquí una ambulancia o se escuchase un sonido ajeno a la naturaleza, me sobresaltaría; me ha pasado (…). Es mucho más fácil de lo que se pudiera pensar porque estamos preparados para la adaptación.
Hay gente que pueda pensar que eso suena bien para alguien que ya vivía en un pueblo. Portillo tiene mil y pico habitantes en un contorno semirural, rural. ¿Tú que les dirías a esas personas, que son mayoría en un país y en una vida cada vez más urbanizados, pero que se planteen cosas y no se atrevan a dar el paso porque no lo ven factible?
Bueno, yo he vivido en Madrid y en Londres, ambas grandes urbes europeas (…). El ser humano tiene una tendencia a vivir en la naturaleza, cuanto más urbana es la vida de una persona, más necesidad tiene de hacer viajes al campo (…). El ser humano, por muy urbano que sea, ama la naturaleza, la siente, y con un par de horas que esté en el campo, es como un pez que le han sacado y reintroducido en el agua (…). Sí que es verdad que hay algunas actitudes que hay que modificar y que no todo el mundo lo consigue. Conozco casos de gente que se ha ido a vivir en el campo y se ha tenido que volver a la ciudad más por un problema de conducta. El hombre hoy está acostumbrado a llegar a un sitio y modificarlo a su antojo, y para vivir en el campo de una forma como la que describo, no se puede modificar al antojo, no se puede cavar donde uno quiera, sin conocimiento, o cortar lo que uno quiera, sin conocimiento; hay que mirar a la naturaleza y pensar qué es lo mejor para la naturaleza, que a la larga será lo mejor para nosotros. El hecho de cambiar la mentalidad es algo que me ha enseñado la naturaleza, yo no venía con esa idea en la cabeza, yo venía con la idea de que la naturaleza se iba a adaptar a mí…es una idea muy antropocéntrica, pero la tenemos.
¿Te cuento la historia del sapo? El sapo me escarbaba las macetas del vivero de arbolillos que plantaba todos los años y que luego en otoño los pasaba al suelo. Pues durante el verano el sapo me escarbaba las macetas y se enterraba porque en ellas había tierra húmeda, que es lo que él necesitaba para sobrevivir y no secarse. Entonces yo me encontraba todos los días regando el vivero y viendo que el sapo me había arrancado, sacado un árbol de la maceta. Yo cogía el sapo, le sacaba, le arrojaba al suelo, recomponía mi arbolillo, le terminaba de arreglar, y al día siguiente me encontraba la misma situación, y al otro, y al otro, y al otro día…entonces llegó un momento en que me dije que o llegaba al acuerdo con ese sapo, o me iba a terminar rompiendo todos los árboles…entonces me dije que por qué no le dejaba una maceta para él y se la regaba con la regularidad que él necesitaba para tener la tierra húmeda y si él tenía su maceta regada en condiciones, no iba a tener la necesidad de meterse en las otras macetas. Entonces, llegué a ese acuerdo no verbalizado con el sapo: yo conseguí tener mis arbolillos prosperando, el sapo consiguió tener su casa y aparte conseguí tener los beneficios que conlleva tener un sapo en la huerta, como que pueda alimentarse de los insectos que puedan perjudicar a la huerta o como del croar nocturno que tienen los sapos, que es otro aliciente que es vivir en el campo.
Con las abejas he tenido una situación parecida. Las abejas venían aquí a beber agua en las épocas más secas y se me metían en los bebederos de las gallinas y de los perros, por lo tanto estos o no bebían, o sufrían las picaduras de las abejas. ¿Qué tuve que hacer? Pues poner bebederos para las abejas para que no se metiesen en los bebederos de mis animales. Entonces yo ahora cuento con media docena de bebederos que son para las abejas, optimizados para que la abeja pueda beber, con planchitas de corcho flotantes para que la mayor cantidad de abejas puedan beber de ese recipiente, y es tarea mía diaria mantener esos recipientes llenos porque en cuanto le falte agua a esos bebederos, van a volver a los bebederos de mis animales. Entonces para mantener aquí a las abejas, que es algo positivo indudablemente para la polinización de las plantas tanto silvestres como cultivadas por mí, he tenido que llegar a ese acuerdo.
El hecho de tener esa humildad frente a la naturaleza es imprescindible para sobrevivir aquí. No es un problema de adaptación, es un problema de mentalidad inadecuada hacia el medio. ¿Sabes? Cuando te trasladas aquí tienes que ser humilde y aceptar el fracaso, o sea, hay una cosa que el ser humano no sabe hacer, cuando al ser humano le sale algo mal tiene la tendencia de echarle la culpa al viento, a la lluvia, al calor, al frío, a un animal…asume tus propios errores: cuando el zorro se me mete aquí y me come las gallinas, no es culpa del zorro. Si le echas la culpa al zorro y coges una escopeta y te vas a matar zorros, ese problema le has trasladado unos meses, pronto va a volver a haber zorros, y pronto te van a volver a comer las gallinas. Si no asumes tu error, vas a arrastrar el error hasta que lo asumas o hasta que te vayas de aquí. Entonces, la humildad ante la naturaleza, la capacidad de aceptar los errores, la capacidad de aceptar el fracaso son virtudes necesarias para vivir aquí. El resto viene dado por nuestra capacidad de adaptación.
Suponte que haya gente que diga: bien, yo cierro el ciclo con la naturaleza pero tengo que renunciar a comodidades que me ofrece un modelo constructivo actual. ¿Qué le dirías?
Venirse al campo no es renunciar a ninguna de las comodidades. Se renuncia, o se prescinde, mejor dicho, de los ruidos, de la aceleración de la civilización, de los tiempos que hay en la civilización; aquí se manejan otros tiempos y otros volúmenes, pero comodidades, yo tengo aquí básicamente las comodidades que tiene cualquier persona. Comodidades como es un hogar cálido, abrir un grifo y que salga agua, enchufar un aparato y que tengas electricidad, tener un baño. De hecho, yo diría que la vida aquí es más cómoda que para mucha gente en la ciudad, porque la mayor parte del año, yo para coger los ingredientes para hacer la comida no tengo que ir al supermercado, salgo a alguno de mis huertos o me meto en la despensa. Por esa parte, incluso sería más cómodo vivir de esta manera que no vivir en una urbe, donde para cualquier cosa tienes que o bien mover un vehículo o coger un autobús o transporte público. Entonces, yo no lo veo como una renuncia a la comodidad o como postrarse al campo con las ideas que teníamos del campo de antaño, que el campo es duro, que no todo el mundo vale. Las formas con las que se trabajaba antes el campo hacen que se haya llegado a esas conclusiones, pero si basamos el trabajo en el campo en los criterios que se manejan en permacultura no sólo prácticamente el campo se trabaja solo, sino que resulta muchísimo más productivo y, qué duda cabe, es más sano.
Esto se puede observar como una iniciativa propia de una persona en su propio terreno, pero la permacultura se puede trasladar a cultivos inmensos de cientos de hectáreas, la permacultura se puede trasladar al balcón de un piso, se puede hacer permacultura casi en cualquier lugar, simplemente lo que hay que hacer es regirse por los patrones naturales del cultivo. Existen documentales que hablan de cómo grandes empresas que cultivaban cientos de hectáreas de cereal han decidido aplicar un poco de permacultura a esos cultivos intensivos y lo que han hecho es por un lado alternancia de cereales con legumbres metiendo frutales en medio de las tierras permitiendo el paso del tractor y metiendo a lo mejor especies trepadoras que trepen a los frutales que aporten frutas, metiendo especies como pueda ser el kiwi, especie trepadora, especies como puedan ser las viñas, también trepadoras. Cuando se ha trasladado un modelo de agricultura tradicional a la permacultura no sólo se han obtenido productos mucho más sanos, sino que se ha multiplicado la producción de esa tierra. Ya no sólo se recoge el cereal; ya se recoge el cereal, se recogen las frutas de los árboles y se recogen las frutas de las trepadoras de los árboles. La alternancia de las cosechas del cereal, de las frutas y de las trepadoras no se ven afectadas las unas por las otras porque no coinciden en los tiempos, o se hace que no coincidan en los tiempos; no hay competencia de riegos entre árboles y gramíneas como podría ser el cereal porque al igual que las copas del árbol están mucho más altas que las espigas del cereal, las raíces también está a diferente profundidad, entonces no sólo no hay competencia sino que el cereal aprovecha agua que el frutal no va a aprovechar y el frutal aprovecha agua en profundidad que no va a ser aprovechada por el cereal. Entonces, el modelo de permacultura no conlleva prescindir de comodidades, no limita la producción, sino que la multiplica y genera alimentos mucho más sanos y una forma mucho más sostenible. Se evita el uso de insecticidas y biocidas porque se mantiene una naturaleza biodiversa para que no haya plagas. Para evitar las malas hierbas hay estrategias, como el sembrar según se cosecha para que los tallos todavía erectos de la gramínea invadan el terreno y no deje prosperar a las hierbas y lo único que prospere sea la semilla de la siguiente cosecha. Existe inmensidad de ejemplos. Fukuoka, por ejemplo, es un japonés que cultiva el arroz sin inundar los arrozales, simplemente porque el arrozal inundado no es porque el arroz necesite de la inundación; simplemente se inundan los arrozales porque es una forma de combatir a las malas hierbas, las mal llamadas malas hierbas, ya que el arroz puede crecer en el encharcamiento. Fukuoka lo que hacía era, en vez de inundar los arrozales, quince días previos a la cosecha del arroz tiraba la semilla de la siguiente cosecha, cuando esa semilla había nacido y estaba a unos diez centímetros del suelo, cosechaba, pero por encima de esos diez centímetros. Entonces, siempre tenía el suelo invadido de las especies que cultivaba, no dejando espacio a las malas hierbas, y por otro lado, aparte de alternar cereal con arroz, también siempre iba una mezcla de tréboles, que aportaban nitrógeno a los suelos. Ni inundaba, ni echaba biocidas, ni echaba nutrientes: los nutrientes los aportaba con el trébol, las malas hierbas las combatía con la alternancia seguida de cosechas, y las granjas de Fukuoka son las granjas más productivas de arroz de todo Japón. El modelo de permacultura no sólo es mucho más eficiente que el modelo tradicional, es más sano, más respetuoso con el medio ambiente y perfectamente se podría vivir ahora mismo en él y trasladar todo el modelo actual al modelo de permacultura no sólo en el cultivo, sino en el manejo de energías; el mismo sistema que utilizo yo para depurar las aguas se podría utilizar para depurar las aguas en las ciudades o núcleos urbanos, se podrían instalar váteres secos en las casas, sería cambiar algunos modelos de actuación, si en vez de llenar los contenedores de las ciudades de plásticos y de residuos que realmente no tendríamos que producir, pusiésemos compostadores para que la gente vaciase allí sus váteres secos, obtendríamos un modelo de ciudad mucho más sano, con entornos muchos más saludables, porque todas estas toneladas de compost, ricos nutrientes que generaríamos, lo echaríamos en algún sitio y las naturaleza estallaría con tanto nutriente.
Mucha gente puede aceptar el hecho de que haya individuos en la sociedad, como es tu caso, que asuman ese cambio, pero que a nivel social esto no es viable, que no se puede ir más allá de lo individual.
(…) No consiste necesariamente en que todo el mundo se eche al campo; consiste más en que lo que se cultiva actualmente, los métodos de cultivo que agreden de forma muy directa contra la salud de los suelos, de los acuíferos, contra la salud de la población animal del mundo, se haga trasladando las formas de cultivo de permacultura y así necesitaríamos muchas menos hectáreas para cultivar porque el método basado en la permacultura es mucho más productivo, no se apoya tanto en el gasoil, en los petroquímicos y en los biocidas derivados de estos. Consistiría más en cambiar el modelo agrícola, el modelo energético y un poco la educación de los niños, porque si dejamos de quemar combustibles fósiles, existen modelos más que sobradas, tanto las conocidas como la energía solar, la energía de las mareas, otras tantas energías que al contrario que la energía eólica no causen daño a las especies silvestres, aparte de esas existen otras, como es la tecnología del aire comprimido. Con el aire comprimido se puede mover cualquier máquina y existen métodos para generar aire comprimido sin contaminar y sin gastar nada. Se puede crear una planta que genere aire comprimido sin una materia prima que aporte, utilizando los cauces fluviales de los ríos. Hay un montón de tecnologías que están de una forma muy subversiva, que están muy enterradas porque interesa que no se conozcan, pero si se pudiera cambiar el modelo energético y el modelo agrario, y sobre todo también el modelo ganadero, porque el 80 % de la tierra de cultivo está implantada para alimentar la carne que comemos. No hay que ser médico para saber que metemos al cuerpo los adultos muchas más proteínas de las que realmente necesitamos, que con comer carne una vez a la semana, o cada dos semanas, viviríamos sobradamente. Con eso ¿Qué conseguimos? Reducir los espacios agrícolas, reducir la contaminación, dejar que la naturaleza prospere y tener un entorno más saludable. Si todo el mundo hiciese lo que he hecho yo, es bastante probable que nos quedásemos sin tierra, ocuparíamos toda la tierra, lo más probable. Aunque también hay una forma de verlo. Los yanomamis, una tribu del Amazonas, vivían en la selva, cultivaban la selva sin modificar la selva. La selva tiene árboles frutales; ellos lo que hacían era acercarse a esos árboles frutales a su campamento, propagándoles, claro, sembrando los higos en vez de tener que ir diez quilómetros para coger esos higos, y no clareaban, no necesitaban talar la selva para ejercer una agricultura: abrían pequeños claros para que su árbol prosperase, pero detrás de su árbol dejaban que la naturaleza volviese a prosperar. No destruían la naturaleza.
¿Tú crees que este modelo pone en peligro el sistema actual capitalista o se puede dar dentro del capitalismo?
El capitalismo es un sistema de crecimiento exponencial y sin límites. Vivimos en un planeta finito. El capitalismo en algún momento o se quita o colapsa. No se puede vivir en un sistema basado en el crecimiento cuando estás en un entorno limitado. Es cuestión de tiempo que o se quita el capitalismo porque deja de viable, o colapse como pasa cada equis años, con la crisis de los tulipanes antaño, con las burbujas inmobiliarias. Al final, como el capitalismo está basado en un recurso finito, el capitalismo es finito. El capitalismo y la permacultura están directamente enfrentados, porque uno se basa en expoliar todos los recursos que haya, y otro se basa en aprovechar los recursos sin destruirles. Vivir en un mundo basado en la permacultura manteniendo el capitalismo…puede ser que haya gente que sepa más que yo y conozca la forma de llevarlo a cabo, pero pienso que son polos opuestos, el capitalismo y la permacultura. Han de crearse otros modelos que no se basen en la codicia y en el abarcar tanto, en que haya reparto tanto de riqueza como de espacio y que la vida esté más ordenada... Sí que es verdad que como animales gregarios que somos, parte de nuestra naturaleza nos lleva a ser más poderosos que nuestros congéneres porque, al igual que para un lobo mantener su liderazgo es un poder, para una persona, tener un coche que vale muchísimo dinero, un deportivo, es parte de esa expresión de poder, y acumular riquezas sea parte de ese poder, pero ha de haber algún límite en algún sitio y si no nos lo ponemos nosotros, nos lo pondrá la tierra en algún momento. No es cuestión de si se puede o no se puede. Va a llegar el momento en que no queden más narices que adoptar una forma de vida más consecuente. O eso o nos extinguiremos como especie.
¿Qué le dirías a una persona que, sin necesariamente comulgar con el capitalismo, esté dentro del capitalismo y piense: bueno, este modelo está muy bien, pero, ¿yo de qué vivo? Puedo comer de mis plantas, pero necesito dinero.
El objetivo de esto no es dejar de ser productivo en la sociedad para siempre. Vivir de esta forma, lo que te aporta es que en vez de necesitar 2000 euros al mes para salir adelante porque tengas tantos gastos que con menos no puedas salir adelante, pues con este sistema lo que haces es reducir los gastos de vivienda, su construcción y mantenimiento, los mantenimientos energéticos: calor, agua y luz, y por otro lado satisfacer un porcentaje lo más alto posible de la alimentación. Una vez que tenemos estos dos problemas resueltos, uno puede necesitar unos 500, 600 euros para vivir. O a lo mejor una persona es caprichosa y necesita 1000 euros porque le gusta tener el último móvil cada dos meses: puede perfectamente mantener una granja basada en permacultura y trabajar perfectamente a media jornada en cualquier trabajo, porque el trabajo aquí es prácticamente nulo. Tienes temporadas que a lo mejor son un poco más fuertes, la época de las conservas, pero las plantaciones de los huertos y todo eso son cosas que solucionas en un par de tardes, el mantenimiento de los huertos son dos ratos dos días a la semana. Sí que es verdad que para poder comer todo el año de los huertos, sobre todo aquí en Castilla, que la temporada de huerto dura tres, cuatro meses, los otros ocho meses tienes que tirar de conservas que hayas hecho de tus productos hortícolas y de las frutas. Por suerte o por desgracia, el tema de la conserva está un poco en desuso. Antaño existían un montón de formas de conservar los alimentos, como deshidratando vegetales, ahumando la carne, el escabeche…existen un montón de métodos de conserva que ya no se usan porque no son necesarios, pero no quiere decir que no estén ahí. Es un poco recuperar las antiguas técnicas para poder llevar una vida más sana. Yo creo que cualquier persona del mundo aceptaría llevar una vida basada en la naturaleza aunque tuviese que acercarse cuatro días a la ciudad para trabajar cuatro horas y con eso pagar los gastos que todavía pudiera mantener. Personalmente, mi objetivo es vivir con 200 euros al mes. 100 euros los gasto en alimento para mis perros, que es el gasto más grande que tengo y el resto es porque todavía estoy en obra, pero lo que es particularmente mi alimentación, mis necesidades más básicas, estamos hablando de menos de 100 euros al mes cuando tengo la despensa llena, y 150 cuando tengo la despensa vacía. De teléfono móvil gasto muy poco porque hago las llamadas justas; hay que recordar que cuando no teníamos móviles, nos apañábamos, o sea, hemos pasado de no tener móvil, a no soltarle. Un término intermedio va a hacer que tengamos un gasto de factura mucho menor (…).
Esa es una elección personal: qué lujos de la civilización estás dispuesto a pagar y mantener y por lo tanto trabajar para mantenerles o asumir que te quitas esos gastos para dejar de trabajar; ahí cada persona ha de encontrar sus gustos. Yo personalmente estoy en la opción de trabajo remunerado lo justito. A una persona que tiene formación o que sabe moverse, conseguir 300 euros al mes le es bastante sencillo (…). Yo soy informático y arreglo ordenadores, los justos para mantener esos ingresos (…). Hay muchas formas de reducirlos para reducir el trabajo. Si tenemos una persona que con 200 euros puede vivir, a esa persona no la puedes condenar 8 horas a trabajar en una fábrica, porque te va a sacar el dedo, te va decir: si con 200 euros al mes tengo, a mí no me explota nadie (…). La gente que tiene empresas y son sinceros, todos te lo van a decir: una persona es capaz de producir cinco, seis veces su sueldo ¿Cómo es eso normal? ¿Cómo puede ser que mi trabajo produzca cinco seis veces lo que yo me llevo? O sea, ¿No será mejor trabajar menos y llevarme más? ¿Cómo lo hago? ¿Trabajando para mí? ¿El autónomo? No. Porque te van a sangrar por otro lado. Lo que tienes que hacer es acortar los gastos. Tú trabajas para pagar la comida ¿Por qué no trabajas para abastecerte de comida? Esas ideas me resultaron más que suficientes para lanzarme a hacerlo.
El saber de una forma pragmática y segura que es viable, que es posible, que no es una utopía…adquirí la certeza a base de ver documentales del CSIC, de leer libros de ingenieros agrónomos con una formación más que sobrada que te explicaban el funcionamiento agrario más productivo del mundo, que son las selvas (…) ¿Por qué no cultivamos y mantenemos los suelos fértiles como se dan en las selvas? ¿Por qué matamos la fertilidad del suelo y luego lo llenamos de venenos derivados del petróleo que contaminan el suelo y los acuíferos, con esos pesticidas, con esos petroquímicos? Aquí, por ejemplo, en Portillo se da la circunstancia de que el acuífero está contaminado y ahora el agua nos tiene que venir de un acuífero que está a unos 20 quilómetros de aquí, o sea, un acuífero entero contaminado por arsénico. Al final, o se cambia voluntariamente, o va a llegar un momento que no nos quede más remedio que cambiar los sistemas de vida, trasladar la permacultura, o una cultura que mire en pro de la naturaleza, que no es cuestión de ser más romántico, o más hippie, o más amante de la naturaleza. Estamos destrozando la base en la cual estamos apoyados. Cuando esa base se desmorone, nosotros vamos detrás; eso es indiscutible al 100%. No creo que haya nadie, no siendo los que venden los petroquímicos, que no sea consciente de que nuestra subsistencia depende del equilibrio de la naturaleza (…) Hay un documental que se llama: “El suelo en la agricultura ecológica”, elaborado por el CSIC (…), Fukuoka también es otro ejemplo. Sobran los ejemplos. “Una granja para el futuro” es también un documental muy instructivo (…). Con esos dos documentales, no necesitas más. Cuando ingenieros de la talla de los que están en el CSIC, que son los mejores ingenieros agrónomos que tenemos en España –los que no se ha ido, los que quedan están ahí- cuando esa gente te dice eso (…) no hay duda de la funcionalidad del sistema. Lo que impide que esté implantado ya son los intereses de las empresas pretroquímicas. No hay nada más que evite que esto estalle, a lo mejor no a nivel tan purista, pero quizá a un nivel intermedio. Un nivel intermedio como el que comentaba antes, de tierras cerealistas con árboles frutales. En Mallorca se hace, en algunas tierras: en vez de usar tractores para el laboreo de las tierras, usan tracción animal, sueltan un rebaño de ovejas que se coman las pajas sueltas y abonan la tierra, y otros animales escarban el suelo. O sea, cosechan, sueltan el ganado, le tienen el tiempo que necesiten y luego vuelven a sembrar. O lo que comentaba antes, sembrar por encima de las plántulas jóvenes. Hay tantísimas estrategias para prescindir de los pesticidas y los herbicidas que si no estalla es por intereses. El agricultor medio, el agricultor de pueblo, que tiene sus hectáreas de tierra, que no es agricultor y va a empezar a serlo, observa a sus vecinos que tienen rentabilidad basados en las subvenciones de la PAC, en las subvenciones de la Unión Europea. Si tú te apoyas en las subvenciones de la PAC, tienes que basarte en sus premisas, que son: tienes que sembrar esta semilla de Monsanto; antes de sembrar, tienes que aplicar unos herbicidas de Monsanto; tienes que usar el tractor; el tractor te lo va a vender John Deere; para pagar el tractor a John Deere tienes que pedir un crédito al Banco Santander; cuando coseches, nosotros te ponemos el precio de la cosecha; vas a sacar 100 euros por hectárea… a ese tipo no le queda más que sembrar la mayor cantidad de hectáreas que pueda para poder pagar el tractor, para poder pagar los pesticidas, para poder pagar toda la semilla de Monsanto. Y para poder cobrar la PAC, que es la que va pagar todos estos gastos, tiene que aplicar todos los herbicidas, pesticidas y petroquímicos para abonar la tierra, porque como la estás continuamente levantando, estás cultivando en un desierto y cada vez que pasas el arado, tienes que echar los purines, los petroquímicos y los nutrientes basados en el petróleo. Si no, la PAC no te paga (…).
El modelo agrario está basado en eso, en la subvención. Si no hubiese subvención, aquí en Castilla no se sembraba cereal, se sembrarían otros cultivos de secano, que fuesen realmente rentables. De hecho, eso año tras año, la gente de campo lo vemos muy fácilmente. Ves una tierra de girasol donde los girasoles, levantando un palmo de suelo, se secan y se mueren ¿Por qué? Porque hay una subvención al girasol que subvenciona el plantar girasol. No te subvencionan que lo coseches o que lo riegues ¿Qué hace la gente? Planta el girasol, cobra la subvención y se olvida. Hace un par de años fue el año internacional de la leguminosa. Se pagaba por sembrar tierras de legumbres, de leguminosas: guisante, lenteja, garbanzo…y te la pagaban por sembrar y estábamos otra vez en la misma: la gente lo sembraba, iba el inspector, veía que estaba sembrado o crecido de guisantes, cobraban la subvención y se olvidaban de la tierra. Ese modelo agrario es de una absurdez despampanante (…), no debería haber un solo negocio basado en la tierra, subvencionado. Una cosa es la ayuda al emprendedor, que es importante para que todo el mundo pueda acceder a ciertos sectores y otra, una vez que has emprendido un negocio, para que ese negocio subsista, tiene que ser rentable. Si te están subvencionando, ese negocio a ti te da igual que sea rentable. Esos son los grandes impedimentos de que un modelo más sostenible prospere (…).
En un entorno más inmediato, ¿Qué es lo que hace la gente que te pueda conocer, y que sean agricultores, te sigan viendo con escepticismo, sobre todo una vez que ya tienes todo?
Esos temas en los pueblos son complicados de narices. Yo conozco personas mayores, horticultores o fruticultores de toda la vida que saben, y se han dado cuenta, y han asumido, y han dado como cierto el hecho de que pasar el arado por tu campo de frutales es matar la fertilidad. Lo saben, pero lo siguen pasando, porque en la cultura del pueblo, existe el dicho de que si tienes malas hierbas en tu campo, es que lo tienes abandonado. Entonces, prefieren seguir pasando el arado para no recibir las críticas de los vecinos, antes de continuar la idea que has descubierto y que has dado como válida. Hasta el punto de que yo recolecto fruta de frutales de parcelas por aquí cercanas porque los dueños no la recolectan, no la quieren, pero aun así no dejan de pasar el arado. O sea, no pasan el arado por la fruta, sino porque el vecino le recrimine haber abandonado la parcela.
Hay que cambiar el chip, hay que cambiar la cultura para que esto se termine asentando. De la noche a la mañana no se cambia la mentalidad de una persona que lleva 50 años viendo lo mismo. Puede verlo, puede entenderlo y puede creérselo pero la inercia social le lleva a seguir pasando el arado aunque sea un espacio de 3000 metros cuadrados lleno de frutales con una fruta increíble –yo no sé la de botes de mermelada que hice el año pasado de una sola parcela, un montón de quilos de fruta por el suelo, y el hombre sólo va a pasar el arado, dice, yo con mantener esto arado, me vale, no quiero más ¿Sabes? Esa es la cultura que hay que romper. Llegará un relevo generacional. Por suerte, por una lado, las nuevas generaciones van prescindiendo de esos prejuicios que había antaño y van adoptando esto como una forma más bonita de hacer agricultura (…) y por otro lado tenemos a académicos reputados que, en mi caso particular, vienen a ver cómo funciona realmente la agricultura orgánica, gente que enseña a ingenieros agrónomos, que vienen aquí a ver mis huertos, eso es una buena señal. También vinieron el año pasado de la Escuela de Forestales. Eso es un claro cambio por un lado de los nuevos agricultores y por otro de los nuevos formadores de los ingenieros agrónomos forestales, entonces el cambio va a llegar seguro.
Puede parecer un poco alarmista, pero sabiendo que hay intereses en contra, ¿no puede sonar un poco alegre el decir que es cuestión de cambio generacional, a sabiendas de que hay gente que se va a ocupar de que eso no ocurra?
Sí, es lo que te comentaba al principio. El cambio, o lo hace el ser humano voluntariamente, o lo hace obligado cuando el petróleo se acabe. Llevamos muchos años escuchando que el petróleo se acaba y cierto es que se acabará. Yo no soy experto, y no sé si se va a acabar el año que viene o dentro de 200 años, pero se va a acabar. Y para cuando eso pase, el modelo ha de cambiar, porque ahora mismo, toda la agricultura la mueve el petróleo: tanto los nutrientes, como los pesticidas, biocidas, la maquinaria industrial, el transporte de los productos (…).
¿Qué le dirías a ese consumidor, que dice: a mí el modelo actual me permite comer fresas en invierno, y este modelo me transporta productos que nunca se van a dar en mi tierra y no quiero renunciar a ellos ahora que los he conocido? Un consumidor que no necesariamente es urbano; puede ser un vecino tuyo, ¿o a ese agricultor vecino tuyo que prefiere esperar a que el modelo se agote?
Esta pregunta me gusta mucho, porque he vivido la situación que te voy a contar a continuación. Aquí en Megeces, un pueblo en la provincia de Valladolid aquí cerquita, hay un hombre que hace cinco, diez años se pasó al cultivo ecológico. Cultiva diversas cosas en ecológico: patatas, zanahorias…un hombre mayor, un hombre que ha sabido tirar abajo los prejuicios y dar un paso para el cambio. Aquí en mi casa nos juntamos una vez este hombre del que te hablo, que se llama Juan de la Granja Tablares, y Luismi, que es el agricultor de La Aldea de San Miguel que me trae la paja, y que es un agricultor convencional de cereal. Juan, el ecológico, le decía a Luismi, el convencional: “estáis haciendo el tonto ¿A cuánto te pagan a ti la patata cultivada con abonos químicos? ¿A 30 céntimos, a 20 céntimos el quilo? A mí me la pagan a 90, y tengo una producción bastante parecida a la tuya. No tengo gastos de petroquímicos ni de biocidas, y mis patatas, al ser ecológicas, puedo vender una patata así de grande, y puedo vender una patata así de pequeña”. El agricultor convencional vende un modelo de patata mediana a un precio razonable; el resto va para la industria alimenticia de los purés, que se lo van a pagar a céntimo.
Yo, al agricultor convencional le diría que vaya a hablar con un agricultor que se haya pasado a lo ecológico, que se lo diga él, que le diga que está haciendo el tonto, que está trabajando para que otra persona le ponga el precio de su producto, gastándose un dineral en combustibles, en máquinas, en petroquímicos… para que luego te digan que vale 30 céntimos y que no te merezca la pena ni siquiera cosecharla. Eso a un agricultor ecológico no le pasa; ¡buf! un agricultor ecológico pone él su precio. Y si tiene la suerte, como Juan, de que todos sus productos los vende a grupos de consumo ecológicos, pues venda la patata entre 90 céntimos y 1.15 euros, que es el precio de supermercado. O sea, como consumidor, yo compro la patata ecológica a precio de supermercado, pero ahí no hay un solo intermediario: gana el agricultor y ganamos nosotros. Ese es el modelo que se ha de seguir, y la única forma de convencer al convencional es que alguien que ya lo haya vivido, que haya visto la transición y que está viendo los beneficios, que no tenga un agobio de que como bajen la patata ni la cosecho. Así no se puede vivir. Bueno, viven porque está la subvención, por eso se bajan los pantalones, digamos, porque bueno, me pagan la patata a 30 céntimos pero Europa me da para pagar el gasoil, me da para pagar el tractor.
En cuanto al consumidor, ahí estaría más difícil. En mi propio grupo de consumo ecológico, Portillo en Transición, nos damos con esa situación: ¿Limitamos los productos a cercanía y ecológico, o seguimos trayendo mangos de Andalucía? ¿O seguimos trayendo aguacates de Andalucía? ¿Y plátanos? Pues ahí hay posiciones enfrentadas entre personas que tienen el mismo criterio, porque ¿Por qué no vamos a comer plátanos o por qué no vamos a comer mangos, si son ecológicos, si están cultivados de forma ecológica? Pues básicamente porque si un producto lo has tenido que mover 800, 900 quilómetros desde Almería hasta aquí, por mucho que esté cultivado de una forma ecológica -sí que es verdad que va a ser más sano- si en realidad tienes conciencia con el medio ambiente, eso ya ha perdido su capacidad ecológica, por todo el combustible que has quemado. Yo le diría a esa persona que piense en sus hijos y en la tierra que les vamos a dejar si no consumimos un producto ecológico y de cercanía, eso es fundamental (…). Hay que pensar en las generaciones venideras para tomar esas decisiones, porque por salud no lo haces: igual de ecológico es un mango cultivado aquí, para la salud, que un mango cultivado en Andalucía. La diferencia es que un mango ecológico de cercanía lo más probable es que te lo comas cuando lo han cortado del árbol, dos días, un día antes o incluso esa misma mañana, y las propiedades de esa fruta, que está recién cortada, son mucho más altas que las de un mango, un plátano que lleva cortado una semana, dos semanas: los carotenos y las vitaminas que contiene son mucho más altos. Entonces, si comemos un mango ecológico pero que lleva cortado una semana, pues tampoco es tan diferente de un mango traído de Sudamérica. Es cuestión de valorarse a uno mismo, valorar tu descendencia y tomar una decisión que ha de ser personal. Hay que valorar los pros y los contras y aceptar o no el compromiso. Está claro que podemos vivir con lo que se cultiva en proximidad, que lo demás es un capricho y no es necesario ¿Por un capricho vamos a jugarnos la tierra y la diversidad que van a tener nuestros hijos? Pues cada uno que se responda a esa pregunta (…). Yo hace tiempo que decidí prescindir de esos caprichos innecesarios en pro de la tierra y en pro de dar el mensaje de que se puede hacer. No sólo es hacerlo, es enseñar que se puede: enseñárselo a tu vecino, que tiene una huerta en la cual se parte la espalda todo el año (…); enseñar a los ingenieros agrónomos, enseñar a los ingenieros forestales que este modelo funciona, que se puede palpar y se puede ver (…).
Bien, ¿quieres comentarnos qué personas o instituciones que mencionaste antes vienen aquí interesados en tu modelo?
Primero, si te parece, hablo un poco de las personas que colaboraron en mi formación. Como ya he mencionado, por lo que respecta a la bioconstrucción y permacultura en general, tuve la suerte de conocer a Marina, la gerente de la empresa: “Pollos de la Aldea”, en la Aldea de San Miguel, la granja de pollos ecológicos mencionada, que inició la construcción del gallinero casualmente con la misma técnica con la que tenía yo pensado construir mi casa. Ella me permitió trabajar allí de voluntario, que es la mejor forma de aprender algo, colaborando con alguien que ya sabe hacerlo, pues tienes la oportunidad de hacerlo y de preguntarle a esa persona. Marina trajo a dos profesionales de la bioconstrucción, dos artistas, porque un profesional de la bioconstrucción es un artista. No artistas en el sentido de la palabra de alguien al que se le da bien alguna cosa, sino artista como alguien que en pro de la belleza sacrifica tiempo y sacrifica trabajo (…). Estas personas hacen la obra cobrando, pero cuando la terminan, se dedican a embellecer esa obra gratis, porque no son capaces de hacer una casa cuadrada; tienen que hacerla bonita, tienen que hacerla orgánica (…) y esta gente son los mencionados Aitor y Javi, ambos de Galicia. Son personas que, aparte de ayudarme con la construcción, me han llevado a conocer a otras personas, como Ramón, que vive en Asturias (…) porque hablé con él de la filosofía que hay detrás de esto, el saberlo entender, el saber las consecuencias beneficiosas de los actos, tanto si trabajas así, como las consecuencias reales si no trabajas así. Un problema de por qué la gente asume el capitalismo y sus formas de vida es porque realmente no somos conscientes de qué hay detrás de eso (...). Si la gente fuese consciente de lo que implica abrir un grifo, lo que implica enchufar un aparato, lo que implica comer, tanto carne como vegetales, a lo mejor tendría otra conciencia. Hay que llevar una vida más consciente y racional para tomar decisiones basadas en la verdad, no en un espejismo. Todo esto y más me lo enseñó Ramón.
Ha habido también otras personas, que me ayudaron mucho en mis inicios, ofreciéndome alternativas a la hora de vivir, como por ejemplo utilizar el horno solar, el calentador de agua solar, o sea, aprovechar el sol como fuente de energía inmensa, y se puede aprovechar muchísimo más de lo que se utiliza. El hecho de cocinar con el sol, eso ya te lo dice todo, sobre todo en épocas de conserva. Tengo épocas que cocino durante 7, 8 horas al día, haciendo a lo mejor 30 quilos de tomate frito en un solo día, al hacerlo eso con sol me ahorro un montón de energía, aparte de no encender los fogones de la casa en verano, que es cuando se hacen las conservas, eso me permite no calentar la casa: el horno solar es todo beneficio, no tiene una sola pega.
Una vez que me inicié en la construcción he contado con la ayuda de muchos de mis amigos, como son Cristina Cubero y su marido Javier García, de aquí de Arrabal de Portillo, o Patricia Cubero y su marido Ángel Muñoz, de la Aldea de San Miguel. Mi amigo Paco, guardia jubilado de Arrabal, también me ha ayudado mucho. César Martín Martínez en su día también me echó una mano. Ha habido mucha gente que, bien por ayudar, bien por sentirse involucrada en un proyecto tan bonito, o simplemente por aprender, pues han terminado aquí echándome una mano o colaborándome, al igual que yo también colaboré con Marina, porque al final es la forma de aprender.
Por otro lado, yo también he impartido talleres gratuitos, por un poco compensar el tiempo que la gente se había tomado conmigo para enseñarme; para ir con esa cadena de favores. He recibido a gente que se ha quedado a dormir en mi casa durante varios días y hemos hecho pequeñas construcciones aledañas. El cobertizo que hay allí lo hicimos durante un taller con gente que quería aprender a construir establos de paja. También vino Alicia, una amiga de Salamanca, madre soltera y con una vida que se desmoronó de un día para otro y lo bonito y lo bueno que tiene que se desmorone tu vida es que desde ahí la puedes construir de cero, y cuando tienes la posibilidad de comenzar la vida de cero qué menos que analizar las distintas opciones a ver cuál es la que más te gusta, ya que la vida anterior se desmoronó.
Por otro lado, recibo visitas de gente que viene a conocer el modelo de permacultura, de bioconstrucción. Hay un grupo de religiosos, una asociación a nivel internacional, dirigida por José Eizaguirre, que todos los años hacen una semana de transición ecológica en el INEA, la Escuela Universitaria de Ingeniería Agrícola de la Compañía de Jesús en Valladolid, y dedican un día de esa semana a visitar proyectos de vida alternativa. Visitan mi granja, la granja de Marina y su empresa: Pollos de la Aldea, visitan Crica, una granja de vacas ecológicas en Megeces… Y mira, uno de esos chicos de Crica también se está haciendo una casa de paja: visitó mi casa cuando estaba en los inicios, me preguntó, me comentó, me planteó todas las dudas que se tienen cuando una persona se encuentra con una construcción de paja, y cuando lo entendió, que las dudas se solventan, que es barato, que es sano, que es bonito, que es saludable para la naturaleza y para los hombres pues decidió el también hacerse una casa.
El grupo de religiosos del que te hablaba, ayer fue el tercer año consecutivo que vienen, y en los años anteriores habían comentado allí en el INEA que les había impactado la forma de vida que aquí llevo, hasta tal punto que el director del INEA, Félix Revilla Grande, porque lo que yo hacía iba en contra un poco de lo que él enseñaba, pero año tras año le decían que esto funcionaba, y ayer ese hombre estuvo aquí y se quedó ojiplático viendo mi huerta, que como ya te he comentado es un huerto de mantenimiento cero (…). Eso fortalece muchísimo mi posición y por otro lado hace que ese hombre, su discurso en clase y su discurso en la universidad, van a tener cambios.
También han venido por aquí los ingenieros de la Escuela de Ingenieros Forestales de Coca, un pueblo aquí cercano, en la provincia de Segovia, y aunque a lo mejor los ingenieros forestales no tienen una repercusión real en el evolucionar de la agricultura, a fin de cuentas, son los que manejan y cuidan los bosques, y yo soy partidario de que el bosque debiera ser más diverso. El bosque que tenemos aquí no es un bosque, son pinares, un monocultivo de pino al que los románticos llamamos bosque por sentir que vivimos en un bosque, pero realmente no es un bosque. El hecho de que haya tenido la oportunidad de expresarles a esas personas, los futuros capataces de fincas y dehesas, mi forma de ver el bosque, mi forma de ver la agricultura, pues seguramente en un futuro eso ejerza algún cambio en los bosques que nos rodean.
Vienen particulares a hacer talleres, porque les han hablado de mí por ahí. Aitor me habla de que gente que se ha encontrado en Galicia le ha hablado de mí como un referente en muchos sectores por esta comarca. Mi único afán es defender la naturaleza. Mostrarle a la civilización lo bello de la naturaleza haciendo talleres de visitas al campo, buscando huellas de la fauna silvestre, para que la gente se dé cuenta de que aquí tenemos una fauna silvestre increíble, sólo que no la vemos porque la fauna se esconde, pero que no hace falta ver un documental en la televisión para ver fauna silvestre. La podemos ver aquí sabiendo dónde, cuándo y cómo apostarnos en un sitio, para ver pasar al corzo, al tejón, al jabalí, al zorro…El hecho de que cada vez haya más gente que conozca esta forma de hacer las cosas al final lleva a que el proceso de transición, en vez de ser impuesto por la finalización del petróleo, sea gracias a gente que se dedica a propagar este conocimiento y esta forma de hacer las cosas.
Yo lo que le digo a todo el mundo que viene aquí es que, siempre, hablen de lo que han visto, y que si cualquier persona quiere saber más de esta cultura que está destinada a salvar el mundo, que venga, que no tengo ningún problema en dedicarle el tiempo que necesite. Si no damos el paso, nos extinguimos o destrozamos la tierra. Entonces, tarde o temprano se ha de dar, es cuestión de conciencia y de cambio generacional.
Aunque ha habido gente que se ha presentado en el pueblo y ha preguntado por el chico de la casa de paja y les han traído desde el pueblo hasta aquí; les han dicho: sígueme. Quisiera animar al que tenga dudas, incluso al más escéptico de los escépticos, que estaré encantado de recibirle aquí. Eso es lo que a mí me gusta, que no se crean las palabras, que lo vean.