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Quiero dedicar con esta pequeña aportación a la Revista Folklore, y a modo de recuerdo, al que podríamos considerar el último campanero que tuvo Villafrades, José María Ramos, un buen vecino que nos dejó el día 12 de enero de 2019 de forma inesperada. Me gustaría también hacerlo extensivo a toda la familia Ramos del Olmo (Celestino, Dolores y Anita), por su contribución al mantenimiento, y a la
continuidad de muchas tradiciones del pasado. Una de las familias que sin duda ha estado más involucrada con la cultura de este pueblo.
En el año 2015, junto a Francisco García Olmedo, le grabamos algunos de sus toques para el montaje de un audiovisual que incluimos en una muestra titulada Un día de fiesta, para combinarlos con el sonido de las dulzainas y tamboriles en la recreación de un ambiente musical festivo y ritual religioso que se da en las procesiones de danzantes en las que se entremezclan con el sonido de los palos y castañuelas.
José María se encargó del tañido de nuestras campanas desde que Severiano Gordaliza, el último sacristán de la parroquia de Villafrades, se trasladase a una residencia de Villalón, hace más de una década.
Además de hacer los pocos toques y repiques que recordaba de su niñez, participaba esporádicamente en el coro de la iglesia; y era un buen conocedor del término municipal, con sus pagos y topónimos, que conocía como su propia palma de la mano, ejerciendo de guía en excursiones veraniegas. También un asiduo a la velada poética de la semana cultural en la que participaba todos los años.
El día 7 de octubre de 2018, fue su día de gloria, cuando se celebró una fiesta de gran tradición en la localidad que sirve para hacer el nombramiento de las nuevas Mayordomas de la Virgen de Grijasalbas que se habrán de encargar de organizar la función del año siguiente. Se aprovechó dicha festividad para presentar al vecindario, por parte del entonces presidente de la Diputación D. Jesús Julio Carnero, la recuperación de las campanas de la iglesia parroquial con la fabricación de una nueva campana y la restauración de los yugos o melenas de las otras cuatro restantes que se han hecho de nuevo, y cuya inversión se ha realizado dentro del plan de conservación de iglesias y ermitas, cofinanciado por la Diputación, Arzobispado y Ayuntamiento. En este acto José María hizo algunos toques para las autoridades.
Como complemento de ello quisimos montar en el atrio de dicha iglesia una exposición con la campana María que ha quedado fuera de servicio, por estar quebrada, y los antiguos yugos. La exposición se ve complementada con varios paneles informativos en los que se explica la historia de las campanas de Villafrades.
Nuestro interés se había centrado en principio en hacer constar en estos paneles simplemente el año de fabricación de la campana, peso, precio y procedencia del maestro fundidor, pero pensamos que el trabajo quedaría cojo e incompleto sin hacer mención de las personas que construyeron los yugos o de los que se encargaron del uso que de ellas se hicieron. Por ello pretendemos con esta pequeña muestra poner en valor aquellos oficios de artesanos locales ya desaparecidos que tuvieron mucho que ver con las campanas y sus toques, pues no en vano el yugo y la melena tienen gran importancia en el sonido que emite esta, y era tradición que los fundidores de campanas encargasen estos trabajos a fabricantes de carros y herreros locales.
Breve historia de las campanas de Villafrades
Sin duda alguna la vida cotidiana de las gentes de este pueblo en el pasado se desarrollaba al ritmo que marcaba el sonido de las campanas, y para poder tener un conocimiento más exacto del uso que se dieron a ellas es necesario acudir a los archivos existentes.
En Villafrades las campanas grandes, llamadas romanas, y dos esquilones que había en la torre de la desaparecida iglesia de San Pedro del priorato de benedictinos se utilizaban de forma mancomunada, es decir, con un doble aprovechamiento civil y religioso. Así en distintos libros de Fábrica de la Iglesia matriz, Santa María de Grijasalbas, se hace constar que las utilizan para tocar las misas, procesiones y todas las funciones de la villa; y por otro lado los protocolos notariales de los distintos escribanos nos dan mayor información al contemplar que con ellas se llamaba a Concejo, para congregar a los vecinos a todos aquellos actos que tuvieran carácter comunal.
El que estuviesen colocadas las campanas mayores en la Iglesia del priorato de San Pedro y no en la parroquial de Nuestra Señora, donde solo existía un esquilón para convocar a misa, al igual que la de San Juan, se debe a que Villafrades era señorío de los benedictinos de Sahagún por donación Real desde el siglo x y eran ellos quienes administraban justicia y nombraban los alcaldes o regidores, y por ello los gastos de fundición o arreglos de estas campanas se pagaban por mitad, es decir, una parte aportaba la villa y otra la iglesia.
Para hacernos una idea del poder que aún tenían los monjes sobre esta villa a finales del siglo xviii, en plena época de decadencia del monasterio, además de nombrar alcaldes, tenían numerosas propiedades rústicas arrendadas a los vecinos con su renta correspondiente y un carro de paja y gallina por arrendatario; la casa priorato con palomar y bodega y varios capitales de censos de casas alquiladas a distintos individuos. Igualmente reciben todos los diezmos mayores de la villa que importan 7.348 reales y 33 maravedís; y los menudos de corderos, lana, queso y pollos, además de la décima parte de las soldadas de criados foráneos que conforme a la liquidación componen 47.090 maravedís más a añadir a la cifra anterior.
Por eso el uso de las campanas en la torre de San Pedro, al igual que sucede en Sahagún, para servicios del común del Concejo, constituye desde tiempo inmemorial una servidumbre impuesta al campanario de esta iglesia por estos monjes.
Los fundidores de Trasmiera
Debido al gran uso que se hacía de las campanas era muy frecuente su rotura y la práctica común fundir las nuevas utilizando el bronce de otras quebradas. Como muy bien señalan Alonso Ponga y Sánchez del Barrio en su libro sobre La Campana, los maestros fundidores ajustaban su precio teniendo en cuenta las mermas del metal perdido en la nueva colada que se consideraba entre un 10 y un 18%. Estos fundidores solían ser itinerantes, y concretamente en el caso que nos ocupa de Villafrades, venían de Trasmiera o las Siete Villas, más concretamente de Meruelo, en Cantabria, donde el oficio se desarrolló transmitiendo los conocimientos de padres a hijos a través de los siglos constituyendo verdaderas sagas de maestros campaneros.
Estos maestros fundidores venían una vez pasado el invierno, asentándose en una localidad y se dirigían a los párrocos del contorno y cuando tenían algunos encargos fundían varias campanas a la vez y así vemos como en Villafrades en 1650 se hace un esquilón para San Juan, fundiendo el antiguo, que costó 490 reales en los que entran el llevarle y traerle a Herrín donde se fundió y fabricó. En 1677 se hace otro con el metal del viejo para Nuestra Señora de Grijasalbas que se trae de Meneses. Y en 1880 el maestro Máximo Menezo, otro fundidor de Meruelo, fabricó dos nuevos esquilones que se traen de Villalón, etc.
Precisamente los fabricantes de las últimas campanas de Villafrades proceden de esa parte de Cantabria, como Manuel Quintana establecido en Saldaña, quien fabricó los «pimporrillos» en 1950, o los hermanos Rivera de Montehermoso quienes han realizado la nueva.
Yugo e instalaciones
Normalmente el fundidor se comprometía a dejar la campana colocada en el campanario, pero la mayoría de las veces requería los servicios de algún herrero o carretero local, y así vemos cómo Julio Sánchez, Javier Mazariegos, Manuel Calvo o Timoteo Valverde todos ellos herreros locales intervienen en trabajos de badajos o lenguas, cadenetas y guindalillas, maromillas, barrenas, hierros o clavos. Para componer las mazas o melenas los fabricantes de carros como Juan Antonio Pedrosa carretero de esta villa que compone la maza de la campana grande de la torre de San Pedro en 1778, Onofre Escobar la de los esquilones en 1875, o Juan Antonio Pastor, también carretero local, que realiza las mazas de las campanas y un membral en 1790.
La subida de las campanas requería maña, fuerza y además una serie de artilugios como poleas, sogas, cuerdas etc. y hacer el telar previamente. Es muy interesante el documento de 1798 del desmonte de la torre de San Pedro y el traslado y colocación de las campanas en su ubicación actual. Se pagan 1.858 reales a los obreros que se ocuparon del desmonte de la torre por siete semanas de piqueta y recoger los materiales; 620 reales a Tomás de Villada, maestro carpintero y a los obreros por armar el telar en San Juan y forrarle de tablas para colocar las campanas. Del traslado de ellas se encargó Juan Herrero que según un documento del 4 de diciembre de 1798 «… pasó juan las campanas, y los esquilones y mazas con sus bueyes».
Las inscripciones y ornamentación
Las campanas por lo general llevan todas ellas una serie de inscripciones o leyendas que hacen alusión a los donantes o personas que han pagado su fundición, el año y el sello del fundidor. Casi todas tienen invocaciones a santos, vírgenes o la Sagrada Familia. De entre las cinco campanas existentes en Villafrades las que mayor atención han recibido y por consiguiente de mayor valor patrimonial son las dos campanas machos, la Bárbara y María de la Asunción. Su estudio no es nada fácil de hacer, pues la suciedad que se acumula sobre ellas impide ver bien sus inscripciones, así como sus motivos ornamentales.
Las campanas
La primera referencia a las campanas es del año 1575 donde figura asiento de una campana nueva por 12.202 maravedís en los cuales entran una lengua para la misma, leña para el fundido, y gastos por tasacinas. Ese mismo año en el inventario que se hace figura un esquilón en Nuestra Señora que será sustituido en 1595 por otro de cinco quintales (unos 230 kilos).
También asientan el uso que se hacía de ellas y se anota el gasto que se hizo en las procesiones «… por los temporales como es costumbre en semejantes ocasiones con el toque de las campanas para que con más decencia se saquen las imágenes, lo cual se reparte entre la villa, la iglesia y las cofradías, porque si de esta suerte no se hiciese, cesarían las procesiones».
En el año 1711, siendo Mayordomo de la iglesia D. Antonio Beneitez se acometieron importantes reformas en el templo de Nuestra Señora de Grijasalbas, pues se doró el trono de la Virgen y el Niño, haciendo encarnación del Santísimo y el Pabellón. También se pagó a un latonero por componer la Cruz parroquial y se hizo una función especial al finalizar todas estas obras. Se ajustó con el maestro fundidor una campana de las que se conservan que es la BÁRBARA para lo que se adelantaron 100 reales que se dio a cuenta. El año siguiente, que es cuando se instaló, se completa el pago que se hizo de 942 reales.
Esta campana que pesa en torno a los 400 kilos, tiene en el anillo superior la leyenda: «JESÚS, MARÍA Y JOSÉ. ME HIZO LA IGLESIA Y VILLA DE VILLAFRADES SIENDO CURA D. FRANCISCO HERRERO HIJO Y VECINO DE DICHA VILLA Y JUSTICIA», y una rica ornamentación con caras en todas las «o». La leyenda del anillo inferior nos confirma su uso para ahuyentar los nublados: «BARBARA SOY QUE EN ALTO SUENA, AVE MARÍA GRACIA PLENA». En la parte central una cruz de calvario con tres clavos.
En el año 1715 hubo una gran inundación en este pueblo y se hizo sonar esta campana, cuando se fue en procesión a Villalón a visitar e implorar a la Virgen de Fuentes que estaba a la novena, junto a la llamada la «grande» que se tuvo que refundir poco después.
Pocos años después, en 1770 esta campana grande, popularmente conocida también como la gorda o la Ramona, estaba quebrada y se decide fundirla en una nueva y un esquilón por 1.200 reales. Se tenía mucha devoción a Nuestra Señora de la Asunción y se la da este nombre. Sobre la campana consta del recibo del mayordomo precio mencionado y además 100 reales que costó el subirla en que entra la maroma, componer la puerta, apuntalar el herraje y demás costas que se ocasionaron de destrozos para poder subirla.
Esta campana pesa en torno a los 600 kilos y tiene en el anillo superior la leyenda: «JESÚS HOMBRE SALVADOR. MARÍA Y JOSÉ. ASSUMPTA ES VIRGO MARIA IN CELLUM (Asunción de la Virgen María al cielo) AÑO 1770. La inferior: «HIZOSE SIENDO CURA DON MATEO GONZALEZ». Es de destacar la parte media de la campana con una cruz de pedestal que mira hacia el pueblo y en la parte interior el sello del fundidor y la leyenda: «BARTOLOMÉ DE SOLANO MEHIZO».
Aún en 1782 continúan estas campanas en la vieja torre de San Pedro según el inventario de dicho año, con las que se sigue tocando las misas, procesiones y todas las funciones de la villa.
En 1880 otro campanero de Meruelo funde dos esquilones nuevos por 20 libras previa autorización del señor obispo D. José de la Colza. Los realizó en Villalón y ya se paga por primera vez en pesetas.
La campana MARÍA que ha quedado hoy quebrada y fuera de servicio se fabricó en 1890 en Tamariz de Campos, posiblemente en el corral de D. Celestino Tomillo junto a una dedicada a la Virgen del Castillo para la iglesia de San Pedro de esa localidad y otra para Gatón.
En la parte superior: «JESÚS, MARIA Y JOSÉ, AÑO 1890». Sobre el labio se lee en letras incisas hechas a mano: «ME HIZIERON EDUARDO DE SAN MIGUEL E HIJOS». Los San Miguel trabajaban conjuntamente con el fundidor de Trasmiera, Moisés Díez, afincado en Palencia en 1865 y juntos fabricaron una campana para la ermita de Fuentes de Villalón, y otras para Villabaruz y Berrueces en 1877. Era una campana de volteo que posteriormente se modificó y quedó fija.
La devoción al Sagrado Corazón cobró auge tras las apariciones de Fátima en 1917 y mucho más con las misiones claretianas y las abundantes esculturas adquiridas por suscripción popular en este pueblo. En esta época se organizaron solemnes procesiones realzadas con las casas engalanadas con colgaduras y altares adornados y un continuo repiqueteo de campanas acompañando a los cánticos populares en el discurrir de la procesión. Esto motiva el que se encargen un par de pascualejas o pimporrillos para repicar a gloria en esta fiesta y que también se hicieran uso de ellos en otras de la villa. Fueron hechos por Manuel Quintana en 1950, uno regalado por la Cofradía del Sagrado Corazón y el otro por el cura D. Rodrigo Fernández.
«NUESTRA SEÑORA DE GRIJASALBAS» Debido a que la campana María, situada en la parte superior de la espadaña, se encontraba rota se ha realizado, en el año 2018, una nueva de volteo que se usará para los toques de misa, con un sistema automático y poder ser accionada más fácilmente desde el interior de la iglesia. El trabajo de fundición lo han realizado los artesanos hermanos Rivera, quienes llevan más de 160 años dedicados a ello.
Esta nueva campana dedicada a la patrona de la localidad, en su parte central lleva grabado un fragmento de la Salve, «OH VIRGEN DE GRIJASALBAS POR NOSOTROS A DIOS RUEGA PARA QUE SEAMOS DIGNOS DE ALCANZAR LA VIDA ETERNA». En el anillo inferior: «SIENDO PRESIDENTE DE LA DIPUTACIÓN DE VALLADOLID, JESÚS JULIO CARNERO; ALCALDE ALFONSO GORDALIZA Y PÁRROCO FRANCISCO CASAS».
Los campaneros
Hasta hace poco los contados toques de las campanas que se conservaban los realizaba José María Ramos, pero antiguamente eran muchos y el arte de campanero iba mucho más allá de aporrear el bronce con el badajo y el oficio solía pasar de padres a hijos. Los toques de la iglesia los hacía el sacristán y los del Concejo se sacaban a subasta entre la gente que supiera realizarlos, y así el 25 de abril de 1796 el tocar las campanas a nublado y procesiones se remató en Alonso Prieto y Manuel Pedrosa por 215 reales, y en 1800 en Juan Herrero y Andrés Rodríguez, en 200.
En el libro de cuentas de la Cofradía y Hospital de los Santos se puede leer que, el vecino Alonso Herrero en 1740 era el encargado de tocar las campanas a las Ánimas todas las noches del año por tres fanegas y media de trigo bueno, si faltaba alguna sería multado con tres celemines del mismo cereal.
Tipos de toques
Las campanas regulaban la actividad laboral y social de los vecinos de Villafrades. Tocaban al Alba al despuntar el día dando comienzo así el trabajo diario, el Ángelus señalaba el descanso para la comida y el toque de Ánimas marcaba el final de la jornada. Mucho y muy largo sería el citar todos los toques civiles y religiosos que se dieron en el pasado, pero a modo de ejemplo vamos a mencionar algunos curiosos.
Toque de agonizar: En 1782 se instauró el toque de agonizar. Según el mandato dice: «... que el sacristán taña con la campana mayor dando doce golpes pausados que servirá de advertencia a los fieles para que requieran a Dios por el socorro del alma del vecino que se halla en aquel terrible lance».
Toque de gloria o el «Bien Vas»: De los toques de difuntos merece ser mencionado el «bien vas» o «din dan». Cuando moría un niño se hacía un toque diferente al de las personas mayores muy similar al repique festivo. Se hacía con los Pimporrillos al son de una pequeña letanía que dice así: «vas bien, bien vas, al cielo vas, del cielo vienes, al cielo vas».
Toque de las Ánimas: Antes hemos mencionado que la Cofradía de los Santos pagaba el toque de ánimas que se realizaba todos los días a la puesta de sol.
Tente Nube: En nuestra generación hemos conocido este toque en la noche de difuntos, pero realmente se realizaba con la Bárbara y la gorda para ahuyentar las tormentas acompañado de jaculatorias cantadas por el sacerdote o los conjuros mediante rezos y proclamas para ahuyentar la tempestad. También tenía su cantinela para acompañar el ritmo del toque: «Tente nube, tente tú, que Dios puede, más que tú».
A buenos temporales: Aunque las rogativas se dirigían fundamentalmente para pedir agua que calmasen la sed de los campos, no eran pocos los años en que se hicieron para que cesase la ira del señor de las muchas aguas y avenidas del rio Sequillo. La participación era muy popular en estos actos y acompañaban las cofradías con guiones y estandartes las procesiones con el repique de campanas. Sin embargo, estas no fueron suficientes para aplacar la más demoledora que sería la de 1739 que destruyó todo el pueblo a excepción de seis casas y se tuvo que pedir un préstamo de 5.043 reales para hacer frente a la gran inundación sufrida y ayudar a los viajes que hubo que hacer el Concejo a Palencia y Madrid y hacer súplica para perdonar los tributos hasta lograr su Real Cédula de su majestad el rey.
Se tenía aún en la memoria la del día 1 de febrero de 1708 en que se hizo voto de villa a Santa Brígida por haberse inundado el lugar por una riada muy grande.
Arrebato: Era una señal de alarma ante algún peligro o urgencia grave. Se trataba de un toque general y desorganizado que avisa de algún peligro. El 18 de mayo de 1670 «…una plaga de langosta ha comenzado a hacer muchísimo daño en los panes que están sembrados de trigo, cebada y centeno y en las viñas» y para atajarlo, al tañido de las campanas, todos los vecinos capaces de esta villa salen en cuadrillas por cuartos a coger «…en mosca con lenzuelos, talegos, azadones, palos y escobas y con los demás instrumentos necesarios». Se le da a cada cuadrilla dos panes, una libra de queso y azumbre y media de vino.
Perantón o toque de los niños perdidos: Antiguamente les gentes solían pasar muchas horas a lo largo del día en el campo y alejados de la población y los niños entonces ayudaban en esas tareas como «motiles» o «zagales». En los duros días invernales era frecuente el que se formases densas nieblas que provocaban el que estos se desorientasen fácilmente. Si esto ocurría se hacía el toque del Perantón para que encontrasen el camino a casa. Este toque era bastante frecuente en esta zona de Campos y afortunadamente pude grabar hace años a Jaime Fernández el último sacristán de Ceinos.
A Concejo. He dejado para el final el toque a concejo abierto como era de costumbre inmemorial. Se trataba de un toque rápido y corto solamente con la campana gorda, con un sonido característico y muy diferente al resto, para llamar a todos los vecinos. Es mucha la información que nos aportan estos escribanos sobre estos toques civiles para el funcionamiento del Concejo de Villafrades en asuntos y competencias de este órgano. Desde la propia elección y nombramiento de sus oficiales y cargos honoríficos a todas las cuestiones relacionadas con las actividades agrarias o ganaderas como los amojonamientos y límites comuniegos, las rastrojeras, la asistencia de fragua y herrería, el veredero de la mesta, o los abastos de la villa.
Esta convocatoria que se hacía a los vecinos era en la plazuela del rollo o de la torre vieja, donde además se solían reunir los vecinos los días festivos a jugar al morrillo. Del Concejo también dependía la sanidad de la población, para lo cual lo natural era contratar los servicios de un médico o cirujano titulado, pero siendo Villafrades un pueblo donde había poca vecindad y mucha pobreza la salud estaba en manos de un barbero o mancebo sangrador, que también hacía de cirujano y dentista. También correspondía al Concejo los abastecimientos de carnicería, abacería, sal y taberna de la población, sacando anualmente a subasta pública el arrendamiento y obligando al mejor postor mediante escritura pública su abastecimiento y fijando algunas condiciones como el precio, la cantidad y la clase o calidad.
Los sonidos angustiosos de las campanas también convocaron a los vecinos en momentos de peligro como sucede durante la francesada. En el archivo municipal hay un par de documentos sobre el asunto, el primero de ellos es del 27 de junio de 1810, los alcaldes Francisco Gil y Luis Escovar, convocan urgentemente al son de campana tañida a todos vecinos de esta villa para tratar sobre el asunto debido: «… se halla este pueblo en la última necesidad y miseria y en especial sus vecinos por las muchas contribuciones y carruajes y demás con que está contribuyendo a la capital y otros pueblos de modo que habiéndose verificado el haber salido algunos carros del pueblo para el servicio de las tropas, no se ha conseguido la venida quedando a sus dueños en el peor estado que se deja con no hacer por la falta de sus labranzas…, y dijeron todos al unísono que, …para remediar estos males de tanta consideración, su importe y valor se reparta entre sus vecinos según su caudal y si pasados ocho días de que haya salido el carro o carros del pueblo, sin haberse restituido a él se le ha de ayudar a el trabajo de labrador entre los demás».
El segundo, dos años después señala que «… las urgencias del día no permiten dilaciones y hallándose bastantes vecinos indigentes y en la última y extrema necesidad, a son de campana tañida en reunión urgente el 10 de abril de 1812 los alcaldes Juan Antonio Ramos y Marcos Ramos, y el procurador síndico, Francisco Ramos deciden poner a la venta varios lotes de la vega. Se remataron públicamente sin transcurso de términos porque las urgencias del día no lo permiten y esta villa se halla sin propios algunos y sus vecinos en la última extrema necesidad siendo preciso, indispensable, urgente el satisfacer y contribuir a las tropas».