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Revista de Folklore número

457



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El despoblado de Espino de los Doctores

RODRIGUEZ PLASENCIA, José Luis

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 457 - sumario >



Es bien sabido que el vocablo poblar –del latín popŭlus, pueblo– es un término muy amplio, pues lo mismo hace referencia a la fundación de uno o más núcleos dotándolos de gentes procedentes de otros lugares para que los habiten y lo exploten, como a ocupar un terreno con animales, plantas u otras cosas, colmenas, por ejemplo. Pero el significado que aquí conviene es el referente al proceso organizativo de un territorio recién conquistado, ocupándolo con una nueva población que pusiera en cultivo sus tierras, además de dotarlos de una organización administrativa o defensiva; proceso que en la mayoría de las ocasiones supuso un previo despoblamiento total o parcial, como aconteció, por ejemplo, en las tierras ledesminas –ya a principios del siglo x existían asentamientos cristianos en algunos puntos próximos al Duero–, cuando el avance musulmán se hizo inminente.

El proceso repoblador en estas tierras, como en el resto de España, se fue produciendo durante la Reconquista, destinada a arrebatar el control peninsular que estaba en poder de los musulmanes; proceso que abarcó desde el año 722 –posible fecha de la rebelión de Don Pelayo en Asturias– a 1492, cuando los Reyes Católicos conquistaron el reino nazarí de Granada. Aunque este avance fue un proceso lento, discontinuo y complejo, pues la expansión reconquistadora estuvo comprometida en más de una ocasión por los conflictos y cambiantes pactos entre los propios reyes cristianos, negociaciones y acuerdos incluso con los reinos o valiatos musulmanes y con alianzas cristianas más fuertes, como la que se dio en la Batalla de Simancas –año 939–, dirigida por el rey leonés Ramiro II, que logró reunir a su lado, además de a sus propias tropas, las de los condes castellanos Fernán González y Ansur Fernández, las de García Sánchez I, rey de Pamplona, así como tropas gallegas y asturianas, victoria que aseguró el control cristiano del Valle del Duero. Y sería a partir de esta decisiva batalla cuando va a tener lugar un importante avance de pobladores desde los reinos cristianos del norte hacia las tierras del sur recién conquistadas, pasando a ocupar y controlar las riveras del Tormes en la parte occidental y del Cega, en la oriental, integrando las tierras en el reino de León. Aunque esto no quiere decir que los terrenos, los términos recién reconquistados quedaran libres de ataques musulmanes destinados a frenar la expansión territorial cristiana, como lo demuestran los protagonizados por Almanzor, que en los años 978 y 979 llegó con sus expediciones dos veces hasta Ledesma –que fue atacada y saqueada– y Sepúlveda y más tarde también contra Salamanca, que eran por entonces las ciudades de mayor valor estratégico y más densamente pobladas.

Tras la conquista y colonización de las tierras salmantinas durante el siglo xii, unos espacios, los más aptos, se reservaron para el cultivo agrícola, mientras que los extensos encinares y los prados existentes entre ellos –es decir, los territorios menos idóneos para el laborero– se dejaron como explotaciones ganaderas de carácter comunal que, al poder ser explotadas libremente por todos los lugares comarcanos, atrajo numerosa población –colonos que se instalaban espontáneamente o de forma dirigida en términos rurales delimitados, buscando los beneficios de la guerra o atraídos por determinadas garantías personales–, surgiendo así las dehesas que, según escribe Ángel Cabo Alonso –pg. 345–, «fueron tras la repoblación medieval lugares de múltiple vecindario y propiedad en los que el inicial señorío jurisdiccional derivó en territorial», aunque –matiza– la mayor parte, sin embargo, tuvieron su origen en las usurpaciones que a finales de la Edad Media y principios de la Moderna hicieron los poderosos en los terrenos comunales. Términos redondos, cerrados, de un solo propietario «que éste acotó inmediatamente en su propio y exclusivo provecho y, en los que habían sido poblados, provocando despoblamiento temporal o incluso continuo» –pp. 345-346– pasando los vecinos a ser simples renteros, estatus que mantenían duraba el arrendamiento, luego podían renovar el contrato o marcharse. El resultado final fue que a mediados del siglo xviii «sólo en el 12,35% de los casos resultaba mayor hacendado un vecino o un Concejo, mientras que en el 87,65% restante lo eran nobles, monasterios, burgueses, entidades diversas y forasteros» (pp. 348-349). Así, por ejemplo, en Vegas de Tirados el mayor hacendado era un burgués de la familia salmantina de los Maldonado mientras que en Espino de los Doctores y otros lugares no propiamente dehesas, el mayor hacendado y único en algunos casos, un Godínez, familia que tuvo radicación, entre otros lugares, en Galicia o Extremadura.

Espino pasó a depender de la Tierra de Ledesma desde la creación de su alfoz –término de origen árabe que hacía referencia a un conjunto de pueblos que formaban una sola jurisdicción– por el monarca leonés Fernando II (1137, Benavente, Zamora, 22 de enero de 1188), tras la repoblación de estas tierras en la Alta Edad Media, allá por el siglo xii, por gentes venidas principalmente de Galicia, tal vez por la estrecha relación que unía al monarca con aquellas tierras desde que su educación fuera confiada a un magnate gallego, el conde Fernando Pérez de Traba, de la misma estirpe que los antiguos caballeros de su abuela, la reina Urraca, y de los preceptores y defensores de su padre, Alfonso VII, también padre de quien fue su segunda esposa, Teresa Fernández de Traba, aunque la presencia de restos dolménicos atestiguan la presencia humana en el lugar al menos desde finales del Neolítico, poblamiento que también consta durante la época romana y árabe. El lugar fue bautizado con el topónimo floral de Spino. A partir de 1833, con la creación de las actuales provincias se integró en la de Salamanca, dentro de la Región Leonesa, ya con el nombre de Espino. Desde entonces, su población ha ido variando con el transcurrir de los años hasta llegar a su actual despoblación. Por el Diccionario geográfico estadístico de Sebastián Miñano se sabe que en 1829 tenía 6 vecinos y 38 habitantes, dato que corroboró y tal vez mejoró Madoz con el suyo –año 1850–, aunque éste aumentó en uno los vecinos[1], respetando el número de habitantes o almas.

Siguiendo la población del padrón continuo por unidad de población del Instituto Nacional de Estadística, Espino de los Doctores evolucionó desde el 1 de enero del año 2016 al 2000 del modo siguiente:

AÑO

POBLACIÓN

HOMBRES

MUJERES

2016

5

2

3

2015

6

2

4

2014

6

2

4

2013

6

2

4

2012

6

2

4

2011

6

2

4

2010

6

2

4

2009

6

2

4

2008

6

2

4

2007

7

3

4

2006

7

3

4

2005

7

3

4

2004

8

4

4

2003

10

5

5

2002

10

5

5

2001

10

5

5

2000

9

4

5

Sebastián Miñano, en el tomo 4º de su Diccionario, señala que Espino pertenecía en 1929 a la roda[2] de Garcy Rey –que al parecer se había fundado a principios del siglo x, ya que su denominación inicial García Rey haría referencia a García I, rey de León, su fundador–, pasando más tarde al alfoz de Ledesma con Fernando II. Miñano añade que Espino tenía parroquia, que estaba situado en una llanura «limpia y despejada», que sus principales producciones eran trigo, centeno, legumbres, pastos y monte para ganado, teniendo, además, una industria de horno de tejas y ladrillos, dato erróneo, pues según me aclara Jesús Hernández Borgas, esa industria se encuentra en Villarmayor. Su contribución era de 492 reales y tenía unos derechos enajenados[3] de 298 reales y 25 maravedíes. Y añade Miñano que «... a tiro de bala de la población, hacia el S.O., hay una fuente de agua esquisita (sic) que tiene la particularidad de ser mortífera para las lombrices, así en los hombres como en los animales, con cuyo motivo se busca y es conducida á diferentes pueblos, y aun hasta Madrid. No admite en su seno ningún reptil ni sabandija, aunque no sean venenosas, pues perecen inmediatamente».

Madoz, en su Diccionario, indica que el lugar estaba ya agregado al Ayuntamiento de Villarmayor, aunque señala que era de dominio particular. Su monte era de encina y producía trigo y centeno. Y como Miñano, hace referencia a una fuente mineral «acreditada contra los vermes», haciendo referencia también a la fuente de Contiensa, «probada en las clorosis»[4]. A la fuente de Espino también alude el Espasa –año 1929–, indicando que el agua de esta fuente, «poco abundante», es «recogida en recipientes destinados al efecto».

Aunque, como escribe Bernardo Dorado, p. 15, «... la tradición popular salmantina acoge hidrónimos (fuentes santas en multitud de lugares: Pedrosillo de los Aires, Fuenteguinaldo, Puerto Seguro), devociones populares con sus respectivos mitos hagiográficos (Cristo de las Aguas en Vega de Tirados, Ledesma, Alaraz) y leyendas (moras encantadas que habitan algunas fuentes, como las antiguas deidades) que mantienen activa la hermanad de las aguas con lo sobrenatural». Dorado seguramente con esa alusión a las moras encantadas hacía referencia a la Peña de la Mora de Golpejas, pues en torno a ese lugar se fraguó una leyenda según la cual en esa elevación próxima al pueblo existe una cueva donde vivió una bella mora cautiva, que todas las mañanas iba a peinarse en las aguas del arroyo que pasa junto a la cueva. Eso sin olvidar los salutíferos baños de Ledesma, en la margen izquierda del Tormes, donde han aparecido restos que evidencian la existencia de termas romanas, presencia que no es de sorprender, ya que los Baños se hallan muy próximo a la calzada romana que unía Salamanca con Ledesma y no a mucha distancia de la Calzada o Vía de la Plata, que unía Augusta Emerita –la actual Mérida– hasta Asturica Augusta, Astorga.

El agustino César Morón escribía en 1919 que en Espino había vestigios «de una población romana que debió formarse alrededor de la fuente de la Rosa, fuente medicinal, vermífuga», donde aparecían «ladrillos[5] romanos en todas las tierras inmediatas a la fuente» y otros vestigios tales como un fuste de columna, una estela sepulcral –«el nombre de la difunta Magana está constatado en Yecla de Yeltes, mientras que el patronímico Clouti es corriente en la provincia salmantina» (Liborio Hernández)–, de un sarcófago de granito de una pieza, varias estelas sepulcrales que se habían utilizado en la construcción de una pared, dos espadas fálcalas[6] y algunas monedas, una de las cuales era de Marco Coceyo Nerva, político romano del siglo i que gobernó el Imperio desde el año 96 hasta el 98, año de su muerte. El padre Morón añade que, al este de la fuente de la Rosa, en un teso había «una ermita de San Gregorio, hoy en ruinas», probablemente erigida «para consagrar al verdadero Dios el templo pagano que allí hubiese». Y concluye diciendo que el pueblo conservaba «unas cuatro o cinco casas».

Respecto al origen del nombre de este lugar puede hacer referencia al apellido Espino, linaje castellano originario de Segovia, que había probado su nobleza ante la Sala de los Hijosdalgo de la Real Chancillería de Valladolid. Entre los personajes que lo ostentaron se encontraron Luis de Espino –que en 1519 era vecino de Salamanca– y Diego Espino de Cáceres, Catedrático de Cánones de la Universidad salmantina que en 1587 escribió Speculum Testamentorum, un tratado jurídico sobre propiedades, testamentos, herencias y sus relaciones. Según los heraldistas que lo han analizado, este apellido hace referencia al Crataegus monogyna o espino blanco, planta perteneciente a la familia de las rosáceas. Empero en mi opinión no fue con el apellido Espino con el que se bautizó el lugar, por una parte, por su nombre originario –Spino–, que parece aludir más al sustantivo latino spinus, espina, arbusto, árbol, de donde procede el apellido referenciado. Por otra, en el mapa inspirado en los correspondientes de J. Gonzáles y F. González García, reproducido de Antonio Llorente Maldonado de Guevara –Las Comarcas Históricas y Actuales de la Provincia de Salamanca. Centro de Estudios Salmantinos, 1980, 2ª edición[7]– donde recoge las localidades correspondientes a los concejos de Ciudad Rodrigo, Ledesma, Salamanca y Alba de Tormes en el siglo xii, en el de Ledesma no aparece Spino y sí un Espino en el de Salamanca, próximo a La Orbada y Villoruela. Es más: No parece lógico que a un apellido –como sería en este caso Espino– se le añadiera el determinante de los Doctores, aunque únicamente fuese para diferenciarlo del otro Espino, integrado en la comarca de La Armuña, como no cuadraría, por ejemplo, que a los apellidos González o Rodríguez –o cualquier otro– se le acoplase el determinante de los Doctores u otro parecido como referencia.

Por todo ello, pienso que el nombre de este despoblado se debió primero al majuelo, tal vez por su abundancia en los alrededores de la ubicación, cuyas espinas y ramaje cerrado lo convierten en una buena barrera para encerrar ganado e impedir el acceso de personas al lugar donde abundan, al que se añadió de los Doctores por la profesión de sus, por entonces, propietarios.

Por una carta original de principios del siglo xx –concretamente de agosto de 1930– escrita por Domingo Fonseca Martín desde Espino de los Doctores a Dña. Teresa Zúñiga Laporta, en Salamanca, se presupone que el tal D. Domingo era el propietario del lugar en esa fecha. Dice la carta:

Muy señora mía de mi mayor consideración y respeto. Muy mucho le agradecería á V y a su sobrina si buenamente pueden y sin el mínimo perjuicio recomendara á D. José Ramón Ramos párroco de Villamayor que tiene solicitada una Canonjía del Ministerio de Gracia y Justicia. Cuenta 34 años de servicios Parroquiales es Doctor, Noble de España, Caballero de la Real Orden de Carlos III y esta condecorado con la Cruz de Beneficencia de 1ª clase. Dicho señor es mi párroco y por él tengo más interés que por mi porque lo merece.

¿Pero quién fue este Fonseca? Según un artículo referenciado por Dª Beatriz Garrido Ramos, publicado por la UNED de Salamanca –La nobleza salmantina: Los Maldonado y los Fonseca–, la familia Fonseca, tuvo una gran ramificación, geográficamente hablando, «llegando a ocupar puestos de elevada responsabilidad (como en el caso de la política en la que tomaron decisiones importantes), de lo que probablemente se beneficiarían en muchas ocasiones, al igual que sus seguidores y familiares, gracias al conocido trato de favor». Entre sus miembros, muchos de ellos relacionados con el estamento religioso, como fue el caso del arcediano[8] D. Alonso de Fonseca (1484-1508), futuro arzobispo Alonso de Fonseca III, que llegó a disfrutar a lo largo de su carrera capitular de privilegios tales como al menos tres beneficios con cura y cincuenta y cinco beneficios sinecura[9] y prestimoniales[10] gracias al favor de su padre, el Arzobispo Fonseca II, patrimonio que había comenzado a fraguarse con el también Arzobispo Alonso de Fonseca y Ulloa (Salamanca, 1440 - Santiago de Compostela, 12 de marzo de 1512), que a partir de 1490 por él mismo o por medio de sus agentes, había realizado importantes compras de tierras en los alrededores de la ciudad de Salamanca con la intención de reunir un importante fondo patrimonial. Del Fonseca que escribió la mencionada carta cabe suponer que debía de proceder de una rama de esa familia y dueño de la finca o fincas, por considerar a D. José Ramón, párroco de Villarmayor, a cuyo dominio pertenecía ya Espino, como «mi párroco» y, por tanto, personaje importante en el entorno salmantino al poder dirigirse en los términos en que lo hace a un miembro de la casa de Zúñíga, un linaje noble descendiente de los reyes navarros de la Casa Íñiga, que tomaron el nombre de su señorío por apellido y cuyos miembros destacados se distinguieron al servicio de la Corona de España en Europa y América como gobernantes, militares, diplomáticos, religiosos y escritores. La mencionada Dña. Teresa –muerta en 1933– estaba casada con Ramón Alonso Sáez –muerto en 1924–, comandante de Caballería, profesor de la Academia de Caballería, Cruz de 1ª clase del Mérito Militar con distintivo blanco, Pasador del Profesorado. El matrimonio no tuvo descendencia.

Según documento de la Universidad Central de Madrid, en la Facultad de Derecho, existía en 1885-1887 un expediente o certificado académico referente a Manuel Fonseca Martín, alumno de la Facultad de Derecho, natural de Espino y hermano del anterior. Y aunque de D. Domingo no se diga la profesión cabría suponer que también era Doctor en algo.

Aunque el determinante de este lugar, en un principio, no parece deberse a estos hermanos Fonseca exclusivamente, sino también a otros miembros de igual apellido anteriores, copropietarios con miembros de otra familia salmantina: la de los Osorio[11].

Recoge Eugenia Torijano en su obra, que en el Registro de Salamanca de 1875, en ese año se inscribieron las ventas de un cuarto y medio de yeguada[12] de Espino de los Doctores y unas fincas rústicas y urbanas de Ledesma, que fueron vendidas por José Osorio tras haberlas heredado de su padre Nicolás, fallecido el 31 de enero de 1866, y adquiridas en 1878 en 35.000 pesetas por don Mamés Esperabé[13] y por don Bartolomé Beato y Sánchez[14], inscribiendo ambos compradores la venta en el Registro por mitades iguales. Aunque, como señala la Sra. Torijano Pérez, pg. 198:

[...] la venta de las tierras de Espino de los Doctores fue más accidentada, pues después de vendérselas a los indicados, fue denunciada por los mayores propietarios de Espino de los Doctores, Bernardino Fonseca y Domingo Pérez Sánchez[15] basándose en que el régimen de proindiviso al que estaba sometido el término les daba derecho de preferencia a la hora de vender uno de los condueños. Con fundamento en ese retracto de comuneros», pues después de vendérselas a los indicados fue denunciada por los mayores propietarios de Espino de los Doctores, Bernardino Fonseca y Domingo Pérez Sánchez basándose en que el régimen de proindiviso al que estaba sometido el término les daba derecho de preferencia a la hora de vender uno de los condueños. Con fundamento en ese retracto de comuneros[16], el juzgado de primera instancia de Ledesma dictó sentencia el 20 de febrero de 1878 declarando haber lugar al retracto, por lo que devolvieron el importe de las tierras a los compradores (15.750 ptas.) e inscribieron su derecho de propiedad en el Registro (de la Propiedad).

Y la Sra. Torijano Pérez añade en nota a pie de página (nº 154), que los retrayentes Benardino Fonseca y Domingo Pérez se hicieron con todo el término redondo tras comprar a Alejandro Fonseca Alonso ¼ de yugada por 6.250 ptas., a José Ramírez de Haro y Patiño 75 huebras por 15.000 ptas. Y que finalmente adquirió Barnardino Fonseca una cuarta parte y media de yugada por una permuta que hizo con su hermana Luisa. Ambos propietarios registraron sus posesiones siempre por mitad.

Sin embargo, no fueron ellos los primitivos y únicos dueños conocidos de Espino. Con anterioridad a ellos debió de tener posesiones allí D. Gabriel Alonso de Solís, señor de la villa de Retortillo, como se desprende del traslado de escritura de poder y cesión otorgada en 1630 a favor de Jerónimo Guillamas Velázquez para que cobras las rentas de Espino de los Doctores. También se señala, según el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, que tanto en 1624 como en 1647 algunos pecheros de Garcirrey tenían bienes, entre otros lugares, en Villarmayor y en Espino. Y en 1752, el ducado de Alburquerque tenía 66 fanegas de tierra en el lugar de Espino.

Por lo que atañe a la iglesia, su santo titular fue San Gregorio, aunque el agustino César Morón no concreta a cuál de los santos católicos de ese nombre estaba dedicado el templo, pues tanto la imagen como otros objetos allí existentes fueron robados, según me dice Jesús Hernández. El edificio es antiguo, teniendo en cuenta que la portada es de arco de medio punto, pero gótica; por tanto, debió de construirse en el siglo xv. Otro dato a tener en cuenta es que la espadaña que actualmente se levanta junto a las casas del antiguo poblado no formó parte de alguna otra iglesia, como alguien ha insinuado. En primer lugar, porque quienes escribieron sobre el lugar, sólo mencionan un edificio religioso, el dedicado a San Gregorio, erigido –como es de suponer– para sacralizar el lugar recién repoblado. En segundo término, si se estudian detenidamente sus esquinazos no se aprecian los que deberían ser los salientes de los muros laterales de la construcción, como se aprecian, por ejemplo, en la iglesia de Tirados. Esta iglesia –junto con la del otro Espino, la San Pelayo, la de Carrascal y las de otras villas y lugares– fue cedida en régimen de acotamiento, es decir, sometida a la jurisdicción de un prelado, a la Iglesia salmantina, por Raimundo de Borgoña, casado con doña Urraca de León, que dirigió la repoblación de varias villas ledesminas, cesión que fue confirmada más tarde por otros monarcas, entre los que se citan a Alfonso VII el año 1136. Reconociendo, además, a los vasallos de la iglesia, la exención de los tributos de fonsado –labor del foso de una plaza fuerte–, fonsadera –tributo o prestación que se hacía al rey para los gastos de la guerra– y pedido –donativo que solicitaban los monarcas a sus vasallos o lugares en caso de necesidad– de manera que sus habitantes sólo tenían obligaciones fiscales con el obispo, que parecía gozar de amplia capacidad jurisdiccional en los territorios donados y derecho a percibir los tributos y rentas habituales de los señores. Entre los lugares del obispado de Salamanca, dentro del arciprestazgo de Ledesma en el año 1265, además de Villarmayor y otros, aparece este lugar como Spino. (José Luis Martín. Iglesia salmantina, pp. 157-157).

Y en la relación de los lugares del obispado de Salamanca, que tenían vecinos e iglesias a los que se había de poner el jubileo[17] del día de Todos los Santos desde primero del año 1265, realizada por orden del comisario apostólico de la Cruzada, los lugares de Millar Mayor, Espino, Tirados y la Bega (sic) –Vega de Tirados– aparecen relacionados en la vereda[18] de los lugares de la tierra de Ledesma que llevó Álvaro de Castro, vecino de la villa de Palacios de Campo. (El poblamiento medieval salmantino. Ángel Barrios García, pp. 316-317).

Otros datos extraídos de la obra de Dña. Eugenia Torijano Pérez, Licenciada y Doctora en Derecho por la Universidad de Salamanca:

RENTAS ENAJENADAS SEGÚN EL CATASTRO DE ENSENADA

*Espino de los Doctores. Lugar. Rentas enajenadas: Tercias.

DISTRIBUCIÓN DE LA TIERRA POR ESTADOS SEGÚN EL CATASTRO DE ENSENADA. LIBROS DE LO REAL

*Espino de los Doctores (lugar) 1451 (Seglar) // 311 (Eclesiástico) // 1762 (Total).

GRANDES VINCULACIONES

Fundador. Pedro Álvarez Nieto y esposa Aldonza Porra.

*Espino de los Doctores, 175 fanegas.

*Titular en el s. xviii:

Francisco Nieto Botello. (Salamanca).

*Titular en el siglo xix:

Juana de Contreras y Nieto, 1860.

Observaciones: Sucede a su hermana Josefa.

RODA DE GARCIRREY (año 1802). Espino de los Doctores, Villamayor, Tirados y Vegas.

*En 1857, Espino, dependiente de Villamayor, lugar con Ayuntamiento. Mientras Contiensa y su Aceña, Muchachos, Palacios y su Aceña, Peñamecer y Zafroncino eran alquerías.

CATASTRO DE ENSENADA

*Terratenientes pertenecientes a la alta nobleza.

Titulares:

-Marquesa de Castelar (Madrid). 66 fanegas en Espino de los Doctores.

-Duque de Alburquerque (Madrid). 6 fanegas en Espino de los Doctores.

HIDALGOS COMO TERRATENIENTES

-D. Francisco Godínez de Paz (Madrid). 965 fanegas en Espino de los Doctores.

-D. Bernardo Villena (Salamanca). Espino de los Doctores, 175 fanegas.

-D. Francisco Nieto Botello (Salamanca). Espino de los Doctores , 175 fanegas.

DISTRIBUCIÓN DE LA TIERRA POR ESTADOS SEGÚN EL CATASTRO DE ENSENADA. LIBROS DE LO REAL

-Espino de los Doctores (lugar). 1451 (seglar) // 311 (eclesiástico) // 1762 (total).

PATRIMONIO DESVINCULADO EN LEDESMA DE LOS DUQUES DE TAMANES

A la muerte de D. José María Mesía y Pando duque de Tamames en 1862, pasó a su hijo y sucesor inmediato, entre otras fincas, 1072 fanegas en Espino de los Doctores.

*Entre los bienes que componían el patrimonio familiar del Duque de Tamames, se encontraban los que pertenecían al vínculo fundado por D. Pedro Osorio. Este patrimonio provenía de Francisco Godínez de Paz, señor de Tamames. Años más tarde, en 1805, se le concedía a uno de sus descendientes, Antonio M.ª Mesía del Barco y Castro, marqués Campollano, el título de Marqués de Tamames. José Teresiano Mesía y Garro, duque de Tamames, fallecido en 1835 y tras su muerte José Mª y Pando, heredó todos los bienes amayorazgados de su padre, pues en 1835 todavía no había sido rehabilitada la Ley de desvinculación de 1820. (p. 182).

PATRIMONIO DESVINCULADO EN LEDESMA DE LOS MARQUESES DE CASTELAR

Luis Patiño y Osorio, marqués de Castellar, muerto en 1848.

-66 fanegas de Espino de los Doctores, que pasaron a Patrocinio.

*Registro General, finca 432, f. 35º, 1ª inscripción de 1891, donde se da cuenta de la herencia a favor de Patrocinio Osorio y de la misma finca a favor de su hijo tras la muerte de ésta en 1874. José Mª Ramírez de Haro y Patiño finalmente vende por 15000 pts. a Bernardino Fonseca Delgado y a Domingo Pérez Sánchez, ambos vecinos de Espino de los Doctores y propietarios de la mayor parte del término redondo del mismo lugar. La inscripción es de 1891 (p. 189).

BIENES DEL DUQUE DE ALBURQUERQUE EN EL PARTIDO DE LEDESMA A MEDIADOS DEL SIGLO XIX

*66 fanegas proindiviso en Espino.

VENTA DE VIENES DE PROCEDENCIA ECLESIÁSTICA DESDE 1798 HASTA 1814

-Comprador: Domingo García, Palacio de los Dieces. Fecha 22-XI-1799. Finca, 1/10. Espino de los Doctores, 175 fanegas.

-Procedencia: Memoria Pía (Salamanca), precio 23.000 reales.

FINCA DEL CLERO

Vendidas durante los años 1864-1881.

Fecha de adjudicación: 27/X/1864.

Finca: Terreno en Espino de los Doctores.

Rematante; José Fuentes.

Tasación: 2250 reales

Remate: 5300 reales.

Fecha de pago, 23/XI/1864.

Y ahora cabe hacerse esta pregunta: ¿Por qué se despoblaron tantos lugares salmantinos, entre ellos Espino? Es un hecho probado que los últimos años de la Edad Media europea –la llamada Baja Edad Media– estuvieron marcados por una profunda crisis agraria, que abarcó los siglos xiv y xv, aunque ya desde finales del xiii fue cada vez más patente el desequilibrio entre producción alimentaria y población, que en España se vio influida por el esfuerzo militar y repoblador llevado a cabo durante la Reconquista. No cabe duda, de que una de las principales causas de esa crisis de subsistencia fue la disminución de las cosechas cerealistas, debidas a las malas condiciones climáticas persistentes, tales como sequías, lluvias caídas a destiempo, agotamiento de los terrenos, todo lo cual provocó escasez de alimentos, hambre, desnutrición… y la aparición de epidemias, entre ellas la peste negra –años 1348-1351–, la más grave de todas las que sufrió Occidente, aparecida en el Mediterráneo Oriental y traída por los comerciantes a los puertos de la Corona de Aragón, de donde se extendió a otras comarcas, aunque en Castilla no se mostró de forma virulenta. Así pues, todo ello tuvo sus efectos sobre la agricultura; efectos que provocaron un retroceso de los cultivos con el consiguiente abandono de los campos por miedo a la peste con la consiguiente escasez de mano de obra, lo que provocó el aumento de los despoblados. A lo que se sumaría la presión fiscal, circunstancia que obligó a que los concejos o asambleas vecinales solicitaran de sus monarcas una rebaja de tasas o impuestos concejiles ante la imposibilidad de hacer frente a ellos. Todo lo cual acabó en una crisis de subsistencia que propició que los campesinos abandonaran las tierras para emigrar a otros lugares próximos o a las ciudades, donde malvivieron. Ello fue una ocasión inmejorable para que tanto el clero, como la aristocracia urbana y especialmente la nobleza, que vio reducir sus rentas y peligrar su estatus, se adueñaran de tierras abandonadas, recurriendo incluso a los malos usos medievales[19] para, por una parte, aumentar sus recaudaciones, y por otra, evitar la fuga del campesinado. Otros hidalgos prefirieron recurrir a usos más prácticos, tales como el arrendamiento, la aparcería o el adehesamiento de sus fincas. Y aunque la zona ledesmina siguió basándose en la producción cerealista, fueron apareciendo terrenos destinados al ganado con el consiguiente despegue del sector y nuevos sistemas de explotación que, junto a la despoblación, propiciaron el fraccionamiento del antiguo paisaje. Tampoco debe olvidarse que la crisis agraria referida tuvo también sus efectos en la política del reino de Castilla, que provocó enfrentamientos entre los monarcas y los estamentos privilegiados –clero y nobleza– por el control del poder, hasta que los Reyes Católicos se hicieron con el control.

Como se ha visto, la repoblación de las tierras de Ledesma se inició en el siglo xii, centuria en la que aún no aparece relacionado Espino como parte de su arcedianato, dependiente del obispado salmantino, mención que sí se hace en 1260 con el nombre de Spino. ¿Pero cuántos fueron sus primitivos pobladores? No consta ese dato en ninguno de los documentos hasta ahora consultados. La primera mención a su población la hace Miñano en 1929, cuando –perteneciendo aún a Garcy Rey– tenía 6 vecinos y 38 habitantes. Y tampoco se sabe si eran naturales de esa roda, pues entre 1624 y 1647 pecheros de esa localidad tenían allí bienes y tierras, al igual que D. Gabriel Alonso de Solís, señor de Retortillo en 1630, poblamiento que no varió mucho –según Madoz– cuando ya pertenecía a Villarmayor, ni tampoco entre los años 2000 y 2016. Puede suponerse que tras la repoblación Spino –al igual que otros lugares aledaños– tuviera un mayor vecindario, como parece deducirse de su iglesia, aunque por las circunstancias que fuesen no debieron cubrirse las primeras expectativas de repoblación, bien por la crisis de subsistencia antes citada, bien por las pestes que asolaron la diócesis salmantina en los primeros años del siglo xv, especialmente la de 1414, «que produjo tal mortandad que el cabildo de su catedral no encontró renteros para explotar sus tierras», llegando hasta tal punto los niveles de despoblación que en «el término de Ledesma desaparecieron por lo menos 24 aldeas de las 148 que había (16 %)». (Ángel Barrios, p. 294), fenómeno de despoblación que se daría especialmente en las zonas de más antigua ocupación y colonización, es decir, en las tierras mejores, muchas de las cuales fueron apropiadas por la nobleza, el clero o las oligarquías urbanas, mientras las menos aptas se habían destinado a pastos para el ganado, llegando con el tiempo a convertirse en dehesas privadas que, si por una parte contribuyó al despegue ganadero, repercutió en la despoblación, al ser necesaria menor mano de obra para su explotación, por todo lo cual muchas de las numerosas poblaciones –entre ellas Espino–, se convirtieron en fundaciones frustradas, pues sus tierras –ya en manos privadas– pasaron a depender de los pueblos que habían sobrevivido a la crisis, como fue el caso de Villarmayor, por ocupar una mejor situación en la carretera de Ávila a Oporto por Salamanca.




BIBLIOGRAFÍA

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telecolección.net

Torijano Pérez, Eugenia. Los nuevos propietarios de Ledesma (1752-1900): de la propiedad territorial feudal a la propiedad territorial capitalista. Dip. Prov. de Salamanca, 2000.




NOTAS

[1] Se entiende como vecino a la unidad familiar, contabilizando en ésta al cabeza de familia, cónyuge, hijos, parientes, Para realizar la conversión de vecinos a habitantes, es habitualmente aceptada la transformación de 4 o 5 habitantes por vecino. Aunque no hay forma exacta de calcularlo, porque depende de las características poblacionales de cada zona.

[2] Roda. Del ár. rútba ‘impuesto sobre los ganados’. Tributo.

[3] El término enajenación se refiere a la acción de enajenarse, es decir, vender, traspasar o ceder el derecho que se tiene sobre una propiedad a otra persona.

[4] Clorosis: 1. Enfermedad que se caracteriza por una disminución del hierro de los glóbulos rojos de la san-gre y por una intensa palidez; muy poco habitual en la actualidad, aparecía casi exclusivamente entre las mujeres durante la pubertad o la adolescencia. 2. Enfermedad de las plantas, debida a la falta de ciertas sales, que produce la pérdida del color verde.

[5] ¿Acaso estos restos indujeron erróneamente a Miñano a atribuir al lugar la industria de «teja y ladrillo» a la que hacía referencia en su Diccionario?

[6]Fálcala o falcata, espada de filo curvado cuyo uso está asociado históricamente con las poblaciones nativas iberas y celtíberas durante la conquista romana de Hispania.

[7] Que se reproduce en Historia de Salamanca. II. Edad Media, pág. 61.

[8]Archidiácono o arcediano era el diácono de una catedral. Se ocupaba principalmente de obras de cari-dad de parte del obispo, de administrar las diócesis y de dirigir algunas zonas, especialmente rurales, llamadas archidiaconados o arcedianatos.

[9]Sinecura. Del lat. sine cura, sin cuidado. Empleo o cargo remunerado y que requiere poco o ningún esfuerzo.

[10] Una relación prestimonial se establece entre un poderoso que da en préstamo de usufructo un bien.

[11] La familia Osorio, según varios ilustres historiadores y genealogistas –dato que no es seguro–, tuvo su origen en Don Osorio –que equivale a lo mismo que Don Suero–, caballero principal que vivió en el reinado de Don Rodrigo, último monarca godo y acompañante de Don Pelayo en su intento de la unifica-ción de España allá por el siglo VIII. En Salamanca radicó una familia apellidada Osorio y Ulloa, que en 1563 se unió a los Fonseca por matrimonio de Pedro Osorio –quinto Señor de Villacis– con doña Teresa de Fonseca Enríquez –hermana de Antonio de Fonseca–, primer Conde de Villanueva de Cañedo.

[12]Yugada es una medida agraria. Su equivalencia con el sistema métrico va de un cuarto de hectárea m²) (2.500 m²) a 32 hectáreas. La hectárea tiene 10,000 m² por lo tanto 32 hectáreas serían 320.000 m².

[13] Mamés Esperabé Lozano (Ejea de los Caballeros, Zaragoza, 17/VIII/1830 – Salamanca, 3/XI/1906). Fue catedrático de Literatura Clásica, Griega y Latina de la Universidad de Salamanca y, más tarde, Rector de la misma. Con 70 años cesó en su cargo, por jubilación forzosa, y le sucedió Miguel de Unamuno. Le fue concedida la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica.

[14] Bartolomé Beato, Catedrático de Filosofía y Letras de la Universidad de Salamanca, natural de Ledesma, descendiente tanto por línea paterna como materna de familias de la oligarquía local, miembros del Ayuntamiento ledesmino y compradoras de bienes nacionales.

[15] No constan datos sobre él.

[16]Acción de retracto de comuneros es la que puede ejercitar el copropietario de una cosa común cuando se enajena a un extraño todo o parte de la cosa. La premisa para ejercer dicha acción es que exista un proindiviso, es decir que haya una pluralidad de sujetos sobre la misma cosa o el mismo derecho. Así lo reconoce el artículo 392 del Código Civil.

[17]Jubileo. En la Iglesia católica, el Año jubilar o Año santo es un tiempo en que se concede gracias espiri-tuales singulares (indulgencias) a los fieles que cumplen determinadas condiciones.

[18]Vereda. Orden o aviso que se despacha para hacer saber algo –en este caso cobrar el jubileo– a un número determinado de lugares que están en un mismo camino o a poca distancia.

[19]Malos usos. Determinadas costumbres feudales consistentes, por lo general en prestaciones a las que estaban sometidos los siervos encomendados a algún señor feudal. Estas prestaciones u obligaciones constituían un tipo de derecho del señor a maltratar, incluso, a su siervo, que entre los siglos IX y XIII, se aceptaron como lícitas



El despoblado de Espino de los Doctores

RODRIGUEZ PLASENCIA, José Luis

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 457.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz