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Todos creemos conocer los cuentos originales de los hermanos Grimm; sin embargo, lo que hemos leído o nos han contado son casi siempre meras adaptaciones muy adulteradas de los mismos o, con suerte, alguna de las muy escasas traducciones al español de su versión definitiva, la de 1857. Pero lo que nadie conocía hasta ahora en nuestra lengua era la primitiva edición publicada por los jóvenes Grimm en 1812, cuando acaban de iniciar su labor de recopilación; ahora bien, entre la primera y la última versión existen notables y muy significativas diferencias que cambian por completo el concepto que solemos tener de los cuentos de los Grimm y que por eso merecen ser conocidas.
Con la publicación en noviembre de 2019 en la editorial madrileña La Oficina de Arte de un volumen que reproduce dicha edición originaria («Los Cuentos de los hermanos Grimm tal como nunca te fueron contados. Edición de 1812»), he querido por lo tanto dar a conocer por primera vez en España esa primera y más genuina versión de los famosos cuentos de los hermanos Grimm, esto es, los 86 cuentos que integraron el primer volumen de la conocida habitualmente como «edición de 1812/15», volumen publicado en el año 1812, entre los que ya se contaban la mayoría de los más famosos y conocidos; pero además, mi intención también ha sido llevar a cabo la primera edición española contrastiva –mediante el comentario de las abundantes notas a pie de página en cada cuento y el estudio introductorio– entre la primera y la última versión de los famosos cuentos de los Grimm. Se trata por lo tanto de una aportación completamente novedosa en sí misma, si bien se inscribe en una larga tradición de estudios etnográficos sobre el cuento popular en general, por un lado, y los cuentos de los Grimm, por otro.
Generalmente, cuando se traducen a las lenguas peninsulares los cuentos originales de los hermanos Grimm –cosa que por desgracia se hace muy poco, ya que frente al ingente número de adaptaciones y reelaboraciones de estos cuentos que inunda el mercado, apenas existen traducciones fieles de los mismos a nuestras lenguas y mucho menos completas y rigurosas- se utiliza la edición de 1857, esto es, la séptima y última publicada por los Grimm en vida y que contiene muchos más cuentos y en versiones mucho más elaboradas que en las ediciones anteriores. Es lógico que así sea, y con ello los cuentos no hacen sino ganar en belleza literaria y coherencia narrativa, pues los hermanos Grimm necesitaron mucho tiempo para encontrar un estilo adecuado para narrar los cuentos, o lo que es lo mismo, para pasar de la forma oral a la forma escrita, y por ende de un género que además de oral era popular, a uno muchísimo más literario. La pregunta parece inevitable. ¿Por qué entonces editar a estas alturas una versión más incompleta de los cuentos (la versión de 1857 integra no menos de 200) y aparentemente menos bella y lograda literariamente?
Pues bien, fundamentalmente para poder poner de relieve y de modo plástico tres cuestiones clave que considero de la máxima importancia para entender la labor realizada por los hermanos Grimm: 1) Que los cuentos populares de la tradición oral y los cuentos de los Grimm son productos muy diferentes entre sí y que distan de ser sinónimos; 2) Que las notables diferencias que median entre la primera versión de 1812 de los cuentos de los Grimm, todavía más cercana a las fuentes orales en argumento y estilo, y la depurada versión que acaban ofreciendo los hermanos en 1857, nos permiten conocer de primera mano la intención que presidió el largo proceso de modificación y depuración de estos relatos y que no era otra que adaptarse a una moral y a un gusto que se habían aburguesado muy notablemente hacia mediados del xix (la era que en Alemania llaman Biedermeier) frente al sentir romántico de comienzos del xix, mucho más apegado a lo rural y el folklore; 3) Que en el proceso de adaptación a ese nuevo gusto y moral, los Grimm acaban creando un nuevo género literario afortunado que se convirtió en el canon del cuento escrito de fuente popular.
Veamos con algo más de detalle cada uno de estos aspectos.
1.- Si una buena parte de las modificaciones que llevan a cabo los Grimm a lo largo de sus siete ediciones solo tiene que ver con la comprensible eliminación de las muchas incongruencias y lagunas argumentales, las muchas repeticiones, vacilaciones y otros rasgos típicos de la oralidad, esto es, tienen que ver con el hallazgo de un estilo literario apto para contar por escrito unos cuentos que, por haber existido durante muchos siglos únicamente bajo su forma oral, solo estaban dotados de las armas y tácticas de la literatura oral, otra parte de los cambios va mucho más allá de estos retoques de estilo y entra de lleno en el contenido y el tono ideológico de los relatos. En efecto, tras el rotundo fracaso de la primera edición de los mismos, los propios Grimm van auto-censurando y edulcorando todo lo que puede ser chocante para el nuevo público receptor de los cuentos, que estaba dejando de ser en aquellos precisos momentos el público adulto del ámbito rural, para convertirse casi exclusivamente en los niños de las acomodadas familias burguesas de las villas y ciudades. Aunque los cambios de contenido, dada la brevedad de los cuentos, distan de ser espectaculares en cuanto a su magnitud –pues a veces basta con la supresión o el añadido de un par de palabras para cambiar el sentido– y por eso mismo en algunos casos podrían pasar completamente desapercibidos si no se comparasen los cuentos con la minuciosidad con que la que se ha hecho en esta nueva edición, sí son sin embargo de muy hondo calado. Y las sorpresas son considerables: en efecto, debido a estos pequeños cambios de alguna palabras, ocurren cosas tan notables como que la ingenua Rapónchigo (Rapunzel en alemán) deja de quedarse preñada por las frecuentes visitas del príncipe a la torre (una consecuencia natural que ahora se contempla como escandalosa para el receptor infantil), la princesa del cuento del rey-sapo será desposada antes de meter al sapo/príncipe en su cama (al menos así queda algo más legitimada esa escena con fuertes connotaciones sexuales), la malvada madrastra de «Hermanito y hermanita» será primero sometida a juicio antes de ser quemada viva (la crueldad de los cuentos varía poco, pero al menos queda legitimada), los niños abandonados no se olvidarán nunca de encomendarse a Dios en los momentos de mayor apuro (aparece la fe religiosa, que no formaba parte del universo popular de los cuentos), o no menos de siete madres malvadas que abandonan a sus hijos o detestan y quieren matar cruelmente a sus hijas se convertirán en madrastras (como en el caso de «Blancanieves», un cuento que hablaba originariamente de la rivalidad sexual entre una madre y su hija púber), únicamente para que las buenas familias burguesas no se asusten y puedan aceptar el modelo de madres que desean que reciban sus hijos a través de los cuentos y que no puede ser otro distinto que el de esas amantes y dulces madres que se supone son todas las madres por antonomasia. Con todos estos cambios -que también incluyen la supresión de no pocos cuentos que solo ahora podremos conocer por vez primera en español-, se logran unos relatos más morales, más cristianos y más dulces, amables e infantiles, y que, sin duda, siguen funcionando y hasta son más bellos narrativamente, pero a cambio pierden importantes elementos, tanto del ámbito de la etnografía (esas versiones depuradas dejan de ser buen testimonio de cómo eran los cuentos populares en origen) como de la psicología y otros ámbitos humanos, amén de todas las características de la literatura oral.
2.- El segundo aspecto importante que aporta esta nueva edición contrastiva es que nos va señalando también todos los cambios que sufren los cuentos de los Grimm en el nivel del estilo y las estructuras narrativas. Y este tipo de cambios no son ya nada sutiles, sino muy perceptibles, como demuestra el simple hecho de lo muchísimo que se alargan los cuentos a partir de la segunda y sobre todo tercera edición de los mismos. Lo que ganan los cuentos en belleza literaria a lo largo de las sucesivas ediciones que van sacando los Grimm, frente a la brusquedad y obvio apresuramiento de la versión de 1812, lo pierden también en frescura, en viveza y en una espontaneidad de la expresión, propia de la oralidad, que aún es perceptible en la primera edición y que no está para nada exenta de encanto (esa ligazón de las frases mediante la repetición machacona de la conjunción «y» o del adverbio «entonces»). Asimismo, la obsesión por explicar mejor los actos de los personajes, añadiendo detalles, y por darles cierta lógica racional a determinados hechos prodigiosos, aunque mejora el hilo argumental, va sin duda en detrimento del aura de ruda franqueza y de ingenuidad maravillosa que aún tenían los cuentos populares en su versión primera. En la versión alemana –aunque esto no se puede percibir ya en la traducción al español- incluso se advierte cómo una simple modificación gramatical del pronombre que se usa generalmente en la primera versión de los cuentos para designar a las muchachas púberes, protagonistas de decenas de cuentos, pasa de ser el pronombre «sie» (‘ella’, usado para las mujeres) a ser el pronombre «es» (el neutro que se usa para los niños y niñas pequeños de ambos sexos), propiciando una infantilización de las protagonistas que pretende restar tensión sexual a cuentos como el de «Caperucita» y tantos otros.
3.- Finalmente, el tercer aspecto importante que aporta esta edición es que se nos hace ver cómo los hermanos Grimm (o en realidad Wilhelm Grimm, ya que Jacob se desmarcó del proyecto a partir precisamente del volumen de 1812, en el que aún participó de modo importante, ya que no era partidario de modificar tanto los cuentos) a lo largo de las sucesivas ediciones de sus cuentos fueron acuñando una serie de técnicas narrativas muy características (por ejemplo las fórmulas fijas de inicio y final de los cuentos, la siempre repetida gradación triple de los sucesos, la introducción de pequeñas rimas y canciones, etc.) hasta crear lo que solo se puede llamar con el nombre de «género Grimm», esto es, un híbrido muy afortunado a medio camino entre el rudo cuento popular de la tradición oral y el estilizado cuento de artista, que aúna la fantasía, el misterio y la idealización romántica del mundo rural con una moral ya plenamente adaptada al gusto del nuevo público burgués del siglo xix. Este nuevo género tuvo un enorme éxito y creó escuela, de tal modo que a día de hoy todos los que narran o escriben cuentos de tipo tradicional lo hacen siguiendo el estilo y esquema narrativo creado en aquel momento por los Grimm. Una comparación de un cuento del ‘género Grimm’ con cualquier cuento que haya sido fielmente transcrito de la tradición oral popular –da igual si alemana o española– hace ver de inmediato los abismos que median entre ambos géneros. En buena parte, como he explicado también en esta edición, porque los informantes de los hermanos Grimm distaban de ser personas humildes del mundo rural, sino que eran mayoritariamente jóvenes mujeres de su mismo entorno, es decir, del círculo de la burguesía más o menos acomodada, y que por tanto ya habían seleccionado por cuestión de educación, de sexo y de gusto un tipo de cuento generalmente más bello, delicado y fantástico, frente a los muchos cuentos mucho más realistas, burlescos y a veces decididamente groseros que también incluye el verdadero repertorio popular no filtrado. Solo contrastando con la suficiente minucia el texto de la primera edición de 1812 con las seis siguientes, particularmente la última de 1857 –tal como se hace en esta nueva edición– se puede conocer de primera mano cómo fue el largo proceso de creación de este nuevo tipo de cuentos y atisbar los cambios habidos desde aquel primer producto suministrado oralmente por las informantes hasta el producto final escrito y reelaborado fuertemente por Wilhelm Grimm, con todo lo que se perdió por el camino y también el nuevo género literario que se ganó a cambio.
Por todo lo expuesto, confío en que el volumen recién editado pueda constituir un nuevo pilar en las investigaciones sobre la transmisión del folklore popular, los cuentos de los Grimm y la literatura del periodo romántico en general.