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Revista de Folklore número

455



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La mujer con patas de cabra de Las Hurdes: los posibles orígenes de la leyenda

CID LUCAS, Fernando

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 455 - sumario >



En cuclillas, ordeño
una cabrita y un sueño.

Miguel Hernández (1910-1942)[1]


Introducción: Las Hurdes, tierra de leyendas

Aún hoy, en este convulso siglo xxi, la visita al recoleto territorio[2] extremeño de Las Hurdes resulta para el visitante una experiencia fascinante y aun salvífica. Gente noble lo habita; gente que se va acostumbrando (a la fuerza) al turista, al viajero o al curioso (tres términos que no son lo mismo) que se asoma a su comarca. Pero Las Hurdes tienen aún –sólo para quien sabe mirar con atención– una realidad diferente a la del resto de Extremadura, es una tierra de abundantes leyendas, cuentos, romances, chascarrillos… de una riqueza inimaginable, propia y bien conservada[3]. En relación a este asunto, nosotros vamos a centrarnos en este breve artículo en uno de los protagonistas de su folclore, que, como decimos, cuenta con sus propios mitos, leyendas y personajes. Veremos que el hurdano es un folclore copioso, preservado durante generaciones, que ha pasado de padres a hijos como un patrimonio valioso que había que salvaguardar.

De entre los muchos personajes de la añeja mitología hurdana, en donde campan –entre otros– el Tío del bronci, el Macho lanú, la Chancalaera, el Duendi entiznáu, etc., vamos a quedarnos con la enigmática Dama de las patas de cabra o Mujer de las patas de cabra, con apariencia de mujer de cintura hacia arriba y con patas y pezuñas de cabra.

Muchos han sido (y son, puesto que los testimonios llegan hasta un tiempo relativamente próximo a nosotros, hechos por personas que aún viven) quienes han asegurado ver a este ser mitad mujer, mitad animal en mitad de la noche. Un ser que sería una suerte de sátiro (σάτυρος), con la pequeña diferencia de que quien lo observa primero lo percibe como una mujer hermosa, para luego descubrir que sus piernas son las de un animal.

La mujer con patas de cabra: una aproximación antropológica hecha en varias direcciones

Con un origen posiblemente indoeuropeo[4], en el imaginario teratológico estos seres que poseen extremidades inferiores de animales (ya sean de cabra, vaca, cánidos, etc.) tienen que ver con un comportamiento salvaje y con una sexualidad descomedida, además de tener una conducta al margen de las reglas de la civilización. No olvidemos que siempre se las sitúa viviendo alejadas de los núcleos de población, solas o en grupos muy reducidos, de apenas dos o tres individuos. En definitiva, representan a personajes opuestos al orden o a la moral, puesto que su conducta sería todo lo contrario a lo que debería ser un ejemplo de corrección y norma. No en vano, el psicólogo y analista junguiano James Hillman (1926-2011) afirma en su célebre estudio An Essay on Pan[5] que:

[…] la figura del Diavolo non è altro che Pan visto attraverso l´immaginazione cristiana.

La morte dell´uno significò la vita dell´altro, in un contrasto che vediamo vividamente riflesso nelle rispettive iconografie, specialmente se si considerano le loro parti `inferiori´: l´uno nella grotta, l´altro sul Monte; l´uno ha la música, l´altro la Parola; Pan ha zampe pelose, piede caprino, è fallico; Gesù ha gambe spezzate, piedi trafitti, è agenitale[6].

Con idéntica iconografía a la del viejo dios Pan, en Las Hurdes se cuentan leyendas de mujeres hermosas, de largos cabellos negros y ondulados que aparecían en mitad de la noche, sin saber bien de dónde, y que se sentaban a la hoguera de los pastores, fingiendo hambre o frío; una vez cerca del fuego, por debajo de sus vestidos asomaban unas peludas extremidades caprinas que delataban su identidad sobrenatural. Tras ver esto, los pastores huían despavoridos, pensando que eran demonios y que sus vidas corrían peligro.

Una variante de esta aparición es la que protagoniza una monja de pequeña estatura que ronda por distintas alquerías de Las Hurdes. A primera vista parece una desprotegida monja que hubiese equivocado su camino, sin embargo, una vez que los campesinos o pastores van en su ayuda, e incluso la invitan a que repose en sus chozos y comparten su cena, muestra bajo sus hábitos negros unas peludas patas de cabra, haciendo huir a los aterrorizados hurdanos, que incluso saltan por las ventanas o abren un hueco entre las escobas de las techumbres de sus chozos para escapar de ella.

En otras versiones no es una, sino dos o hasta tres monjas las que aparecen «aparentemente» perdidas por las veredas de las montañas de Las Hurdes, que vuelven a reunirse alrededor del fuego de un humilde pastor que descubre sus patas de cabra cuando se sientan.

En algunas variantes de la leyenda se afirma que ante tan espantosa visión el pastor exclama, casi de forma inconsciente, un: «¡Jesús!», o un: «¡Santo Dios!», mientras se persigna; una manera de evocar al dios cristiano para atraer su protección. Ante estas palabras las monjas con patas de cabra (emanaciones del diablo, según las creencias populares) huyen espantadas dando grandes alaridos.

Es curioso constatar que este mismo suceso, con ciertas variaciones, se recoja también en el folclore de Euskal Herria. Concretamente tiene que ver con el tercer señor de Vizcaya, Diego López I (h. 1075-1124), perteneciente a la poderosa familia de los Haro, fundadora de la ciudad de Bilbao[7], y en el que la historia se religa con la mitología.

En el Livro de linhagens (c. 1340-1344), todo un best seller de la época, escrito por Pedro Alonso de Portugal, conde de Barcelos, en donde se hace un repaso a las genealogías ibéricas, Alonso cuenta que Diego López «el Blanco», una mañana en la que salió a cazar con sus perros, escuchó cantar a una joven y hermosa mujer que descansaba en mitad del bosque mientras se peinaba. Al momento se enamoró de ella y le propuso matrimonio y que se fuera a vivir con él a palacio. La misteriosa mujer aceptó, con la condición de que su marido nunca debería pronunciar la palabra Dios o hacer la señal de la cruz en su presencia. El matrimonio fue feliz, tuvo dos hijos gemelos, un niño y una niña, pero un día, durante un copioso banquete, dos de los perros de caza de López de Haro pelearon ferozmente por un hueso, al ver esto, el señor hizo y pronunció aquello que había prometido a su mujer no hacer nunca. En ese momento, como un trueno, la mujer salió volando por la ventana, llevándose consigo a sus hijos, a los que separó para siempre de su padre y a los que crió en el monte Amboto, donde aún hoy se cree que es lugar de aquelarres, y donde ellos también fueron iniciados en la magia.

La misteriosa mujer no era otra que la vieja diosa Mari, la «Dama de Vizcaya», ligada a la fertilidad de la tierra, al clima y a la vegetación de Euskadi, a la que también se representa con patas de cabra o con garras de águila[8] y, con el asentamiento del cristianismo, como una enemiga de dicha fe.

La leyenda en Extremadura

Centrándonos en Extremadura, y como antes apuntábamos, la leyenda de la mujer de patas de cabra es bien conocida en Las Hurdes. La cabra ha sido un animal fundamental en la vida de los hurdanos y, al margen de que la iconografía del macho cabrío tenga que ver con la del diablo, sin este animal la vida en esta región habría sido imposible. Recordemos que existe, incluso, una variedad de cabra, la denominada «Cabra jurdana», hoy en peligro de extinción, endémica de esta zona, pequeña y muy resistente. Así, buena parte del sustento y del abrigo le venía al hurdano de este animal. Ella producía la leche, el queso, la carne (fresca o seca[9]), y con su piel curtida se hacían prendas de vestir, zamarras, mochilas, polainas, etc.[10]. Pero también ha estado presente en el imaginario agreste de Las Hurdes la imponente cabra montesa. En una frase del escritor Juan Antonio Pérez Mateos: «La cabra es a Las Hurdes como la vaca a la India, con la diferencia de que aquí la matan y, por supuesto, se la comen[11]».

Sin embargo, la otra cara de este animal, el que da comida y vestido a la población, también aparece, desde tiempo inmemorial, ligada al Maligno, desde que el cristianismo se empeñó en entrelazar la iconografía de Satán con la del dios arcadio Pan, al que, como sabemos, se le representa con la mitad superior de su cuerpo humana (aunque con cuernos, orejas puntiagudas y largas barbas) y su parte inferior de cabra.

Para saber más sobre el origen de este personaje quimérico, de dónde surge o cuáles son sus leyendas, debemos remontarnos muy atrás en el tiempo. Aún hoy, tal y cómo me la han contado a mí, son varias los relatos que tienen como protagonista a la mujer de patas de cabra, y todos ellos conservan un aroma a los mitos del pasado, lejanos en el espacio y también muy lejanos en el tiempo.

Comencemos en el Medio Oriente, en donde Lilit, la denominada «Reina de la Noche», era representada como una mujer hermosa, de grandes senos, con alas y con pies de ave, pero exageradamente grandes, que por las noches se dedica a raptar a los niños de sus cunas para luego asesinarlos[12]; a la par que asesina, es un personaje ligado al deseo sexual y al desenfreno. Tal vez el hecho de representarla con extremidades de rapaz tenga que ver con lo animal, con la cópula sin el sentimiento o la razón amorosa del acto; precisamente, es la antítesis de la dama protagonista del amor cortés: idealizada, platónica y mística[13].

Y en la tradición hebrea también aparecen ciertos demonios que no acatan las normas del orden, dedicados a hacer el mal y a la lujuria, que tienen apariencia humana (masculina o femenina) y patas de cabra (los denominados se’īrīm) o de ave (shedim), que atacaban con violencia a los seres humanos, normalmente por la noche, mientras dormían, siendo los más vulnerables los más pequeños de la casa. Son descendientes de grandes serpientes primigenias, o, según otras leyendas, del propio Adán con su primera mujer Lilit, que lo abandonó y abandonó también el Jardín del Edén, traicionando la confianza de Iahvé y por eso maldita para siempre. Por esto, en cierta manera, estos demonios están emparentados con el ser humano, como «raza» o «descendencia» fallida que se contrapone a Dios y a su plan de armonía para con el ser humano en la Tierra.

La tradición hebraica entronca directamente con la musulmana, en cuanto a que los vocablos se’īrīm y shedim tendrían que ver con el árabe djinn (o también escrito jinn o jinni), que, con el transcurrir de los siglos, derivaría en nuestro genio[14].

Los djinn –a pesar de la postura negacionista del ala más ortodoxa del Islam– tienen mucha importancia para pueblos como el bereber o el tuareg, que consideran, por ejemplo, que una repentina tormenta de arena o un simún pueden ser obra de los caprichosos djinn, lo mismo que las pesadillas o las presencias invisibles y amenazantes que se perciben una vez que cae la noche sobre el desierto. También los beduinos tienen muy presente a estas entidades sobrenaturales, a las que conviene calmar, como a Samūm, un genio que provoca con su aliento un viento abrasador en el desierto, capaz de matar a personas y animales. Por ello, aún hoy se realizan pequeñas ofrendas, como derramar leche sobre la arena o en las aristas de las jaimas, con el fin de que la beban los djinn y se sacien con ella.

Decía antes que siguiendo el rastro de las leyendas del judaísmo llegamos al Islam, porque en el Islam encontramos la huella hecha por la pezuña caprina de los temibles djins, los genios, diablillos o demonios de esta religión. En algunos libros son descritos como animales fabulosos, con cuerpo antropomorfo, pero con cabeza de cabra o de perro, dientes largos y afilados de león, cola, etc.

Junto a los dijins están los hinn, criaturas sobrenaturales, en el mismo ámbito de éstos y los demonios, enemigos del hombre, a los que provocan pesadillas, desorientan en el desierto o roban sus enseres. Al parecer, se trata de un imaginario religioso muy anterior a la llegada del Islam, y que comparte rasgos con el animismo, puesto que cada fenómeno de la naturaleza estaba personificado por un espíritu, que podía ser benéfico o malévolo. Como sucede con el Shintō en Japón, rocas, montañas o árboles eran adorados y respetados, puesto que se creía que estaban habitados por espíritus a los que no había que contrariar.

Aunque una parte del Islam vuelva la cara hacia otro lado cuando se le pregunta, no hay que negar las influencias del pasado politeísmo en dicha religión, muy imbricado con las pautas generales de la definición animista[15], no puede negarse la presencia de estos seres en creencias supersticiosas, como sucede con Garin o Garina, un djinn al que las madres y embarazadas temen especialmente, puesto que se cree que puede influir en la salud de los niños[16]. Garin es, además, un personaje que se usa para asustar a los más pequeños, como nuestro Hombre del saco o el Tío Camuñas.

Y para asustar a los niños en el norte de áfrica se usa la leyenda de la temible djinn Aicha Kandicha, una mujer de vestido blanco y con largos cabellos negros como el azabache, que aparecía siempre en mitad de la noche para raptar niños. Del mismo modo, existe una multitud de leyendas en las que Aicha Kandicha enamora a los hombres, trata de esconder sus piernas de animal, pero, tras verlas, el enamorado huye despavorido. Cabe destacar que en las diferentes versiones de Marruecos, la hermosa mujer aparece descrita no sólo con patas de cabra, también a veces con extremidades de vaca o de camello. Así, si este mito nos llegó desde áfrica, y porque el camello no era un animal que se conociera por el norte de Extremadura, se hubo de asimilar esta peculiaridad física del personaje con lo que sí se conocía, y bien, la cabra.

Como decimos, no se trata de una leyenda aislada, sino que el corpus es muy amplio; Aicha Kandicha aparece en leyendas que se desarrollan en el desierto, pero también en los pueblos, como una amenaza externa. Una de sus características, como sucede con las denominadas «Damas blancas»[17], es que suele estar muy próxima a los pozos, oasis o balsas de agua, como si fuese un ente protector del lugar o mostrase una ligazón con este elemento.

Lo que sugerimos aquí es que pudiera ser que la leyenda de Aicha Kandicha llegase hasta Las Hurdes en el equipaje de los musulmanes (en especial en el del pueblo bereber, en donde Aicha es la protagonista de decenas de leyendas) que llegaron hasta esas tierras durante la Edad Media[18], cuyas influencias se han querido ver incluso en las construcciones (aunque este hecho no ha dejado de suscitar cierta polémica) típicas de varias localidades de Las Hurdes, que pudieron recibir los influjos de aquellas realizadas en el norte de África (por ejemplo, de algunas construcciones aún hoy existentes en al Atlas marroquí[19]).

El caso de nuestra Aicha Kandicha parece un caso más de condena y repudia hacia la mujer que vive sola, alejada de las normas de la sociedad, es decir, que no acepta las reglas de la vida en comunidad, haciéndola sospechosa de atentar contra el orden. Tenemos casos abundantes de estas mujeres: la extremeña Serrana de la Vera, de una altura y fuerza semejante a la de una giganta; Escila[20] y Gorgona (que una vez fueron bellas doncellas), ambas sacadas de la mitología griega; la glaistig, del folclore escocés y con idéntica apariencia que Aicha Kandicha o la Dama con patas de cabra; Yama Uba[21], de Japón; Grand-mére Kalle, de Isla Reunión; o Mari[22] y Basandere, ambas de la vieja mitología vasca[23]; a todas se las suele ubicar habitando en una apartada choza o en una cueva mugrienta, lejos de la ciudad o del pueblo, inserta, eso sí, en el corazón de la naturaleza, la cual conocen a la perfección (hierbas, clima, fenómenos naturales, etc.).

Nombres de mujeres que son aún conocidos, sobre los que se han escrito libros y artículos, pero, ahondando más en las viejas tradiciones, encontraríamos algunos no tan recordados hoy, como el de la anguana (en plural anguane), propia de la mitología alpina, que, al parecer, fue una divinidad femenina precristiana relacionada con la fertilidad, representada como una hermosa mujer con extremidades de cabra (o de pez según otras versiones)[24]; pero también están los rāksasa de la mitología hindú, que comparten muchos atributos de los djinns: enemigos de los dioses y de los hombres, viven alejados del orden o de cualquier sistema social, tienen el cuerpo deforme y son de naturaleza lujuriosa; además, en el folclore de la India, en los cuentos, las leyendas o las historias para entretener a los niños, ocupan un lugar importante, lo mismo que los djinns en los cuentos populares de mundo islámico, como sucede, por ejemplo, en la archiconocida historia de Aladino[25].

Que el mito se transforma con el paso del tiempo lo podemos constatar en que esta leyenda de la mujer de patas de cabra vive aún hoy, por ejemplo, en el Nuevo Continente. En algunos puntos de México se cuenta la historia del camionero que encuentra en mitad de la noche a una bella muchacha que parece perdida. La sube en su vehículo y, al poco, ambos comienzan a flirtear. El conductor comienza a acariciar sus piernas, pero descubre que son peludas, las mira y descubre con pánico que son extremidades caprinas. Algunas leyendas urbanas dicen que entonces el conductor pierde el control del camión y se estrella, perdiendo la vida; otras que logra frenar en seco y huye del camión; y otras que la muchacha desaparece ante sus narices por arte de magia. El narrador puede elegir el final, incluso puede inventar uno alternativo a estos tres[26]. Lo hermoso es que la leyenda permanezca en la memoria del pueblo, aunque sea adaptada a nuestros tiempos, que sea una masa madre que toma una forma u otra guardando, eso sí, su sabor original. El caso de la mujer hermosa con extremidades de animal es un ejemplo, una leyenda que ha acompañado al hombre desde tiempo inmemorial, que forma parte de su folclore, que es, además de su «identidad», algo acaso más auténtico: su «intimidad».

Fernando Cid Lucas

Asociación Española de Orientalistas (UAM)




BIBLIOGRAFÍA[27]

Ahearne-Kroll, Stephen P. (et al.), Women and Gender in Ancient Religions: Interdisciplinary Approaches, Heidelberg, Mohr Siebeck, 2010.

Bellini, Manuele (a cura di), L’orrore nelle arti. Prospettive estetiche sull’immaginazione del limite, Napoli, CIVIS, 2007.

Bloom, Maureen, Misticismo judío y magia: una perspectiva antropológica, Routledge, 2007.

Brahimi, Denise, Femmes árabes et soeurs musulmanes, Paris, Tierce Editions, 1984.

Campbell, John Gregorson, «Superstitions of the islands and Highlands of Scotland», Scottish Celtic Review, nº 4, 1885, pp.155-157.

Dal Pan, Claudia, Le anguane: magia, appartenenza e identità nell’Oltrechiusa Ladina, Borca di Cadore, Istituto ladin de la Dolomites, 2011.

Douidier, Samira, «Deux mythes féminins du Magreb: la Kahina et AïchaKandicha», Recherches & Travaux, nº 81, 2012, pp.75-81.

González Terriza, Alejandro A., El aula encantada. Tradiciones populares marroquíes recogidas por los alumnos del IES Austóbriga de Navalmoral de la Mata, IES Austóbriga, Navalmoral de la Mata, 2010.

Martín Sánchez, Manuel, Seres míticos y personajes fantásticos españoles, Madrid, Edaf, 2002.

Porsia, Franco (a cura di), Liber monstrorum, Bari, Dedalo Libri, 1976.

Scholes, Robert & Kellogg, Robert (Rosanna Zelocchi trad.), La natura della narrativa, Il Mulino, Bologna, 1970

White, Terence Hanbury (ed.), The Bestiary. A Book of Beast, New York, Capricorn Book, 1960.




NOTAS

[1] En: Poemas sueltos (I). Poesías completas, Madrid, Aguilar, 1979, p. 711.

[2] Con una extensión de algo más de 450 kilómetros cuadrados.

[3] Léase para esto el completo libro de: FLORES DEL MANZANO, Fernando, Mitos y leyendas de tradición oral en la Alta Extremadura, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1998.

[4] Véase lo recogido en: WEST, Martin Litchfield, Indo-European Poetry and Myth, Oxford, Oxford University Press, 2007, pp. 302-303.

[5] Empleamos para la cita su edición italiana (Milano, Adelphi, 1977).

[6] HILLMAN, James (traducción de Aldo Giuliani), Saggio su Pan, Milano, Adelphi, 1977, p. 18.

[7] Véase para esto el documental disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=_rV9TP7aAwU (última consulta: 13/10/2019).

[8] Véase lo recogido en: DUESO, José, La primitiva religión de los vascos, Bilbao, Orain, 1996.

[9] El denominado tasajo.

[10] Amén de que el cuero de cabra sigue siendo el mejor material para la elaboración de las pelotas del antiguo juego de pelota (en todas sus variedades).

[11] PÉREZ MATEOS, Juan Antonio, Las Hurdes, clamor de piedras, Madrid, Escelicer, 1972, p.142.

[12] Véase, para profundizar en este personaje mitológico, el excelente trabajo de: MARCOS CASQUERO, Manuel-Antonio, Lilith. Evolución histórica de un arquetipo femenino, León, Servicio de Publicaciones de la Universidad de León, 2009.

[13] Léase para esto: NEILL, René, L’Érotique des troubadours, Toulouse, Privat, 1963.

[14] Si bien, no obviamos la etimología latina genius, divinidades menores de ríos o espíritus protectores de las familias, barrios, profesiones… a los que se adoraba en pequeños altares en los hogares o lararia. Léase, para ahondar en esto, el artículo de: IZQUIERDO PEREILE, Isabel & MORENO CONDE, Margarita, «Los dioses Lares», Pieza del mes. Ciclo 1999-2000. Creencias, símbolos y ritos religiosos, Madrid, Museo Arqueológico Nacional, 2000.

[15] Quizá el caso más evidente sea el de la adoración a la denominada «Piedra negra» o al-Hajaru al-Aswad, en la Kaaba, que, probablemente, fuese un ídolo de la época preislámica, rebautizado y adecuado a la fe musulmana.

[16] Véase para esto: ANDERSON, Norman (ed.), Las Religiones Del Mundo, El Paso, Editorial Mundo Hispano, 1993, pp. 125-126.

[17] Para una definición de estos personajes femeninos que aparecen en las mitologías de varios continentes, véase: CID LUCAS, Fernando, «Damas blancas, damas de agua: lo femenino y el líquido elemento en el corpus de mitos y leyendas de occidente y de Japón (apenas una aproximación)», Releyendo. Estudios de lectura y cultura (María del Mar Campos Fernández-Figares, Manuel José de Lara Ródenas & José María Pérez Collados eds. lit.), León, Servicio de Publicaciones de la Universidad de León, 2015, pp. 309-316

[18] Léase, por ejemplo: FRANCO MORENO, Bruno, «Distribución y asentamientos de tribus bereberes (Imazighen) en el territorio emeritense en época emiral (S. VIII-X)», AyTM, nº 12, 2005, pp. 39-50.

[19] Véase, por ejemplo: DOMÍNGUEZ MORENO, José María, «La casa típica en la comarca de Las Hurdes», Revista de folclore, nº 34, 1983, pp.111-119.

[20] Con cola de pez como extremidades inferiores.

[21] Personaje mitológico que, en algunas versiones (sobre todo en las que llegan desde China, en donde nacen las leyendas de la anciana de las montañas), la representan con una sola pierna.

[22] Mari tenía, en algunas versiones, patas de cabra y era la divinidad principal de los vascos. Su hogar se encontraba en el imponente monte Amboto de Vizcaya. A diferencia del resto de nombres de la lista, Mari era una deidad benéfica, protectora de agricultores, ganaderos y propiciadora de la buena caza, aunque también tenía una cara menos amable, incluso dañina para el ser humano cuando se enfadaba.

[23] Una de las características importante de estos personajes es que uno de sus pies tiene una planta totalmente circular, mientras que la otra es normal, igual a la de los mortales.

[24] Aunque sus cabellos no son negros, como los de Aicha Kandicha o los de la Mujer de patas de cabra de Las Hurdes, sino que se la describe con cabellos dorados o rojizos.

[25] Más información en: ALLEN, Roger, The Arabic Literary Heritage: The Development of Its Genres and Criticism, Cambridge, Cambridge University Press, 2005.

[26] En esta dirección web puede escucharse una dramatización de esta misma leyenda en versión mexicana, titulada La mujer cabra: https://www.youtube.com/watch?v=YrEFRqnbnmc (última consulta: 18/10/2019). Con seguridad, es una fusión entre la leyenda urbana de La chica de la curva y el relato de La mujer con patas de cabra que hemos tratado en este artículo.

[27] Se recogen en este apartado tan sólo los títulos que no aparecen ya reseñados en las pertinentes notas al texto del artículo.



La mujer con patas de cabra de Las Hurdes: los posibles orígenes de la leyenda

CID LUCAS, Fernando

Publicado en el año 2020 en la Revista de Folklore número 455.

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