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Revista de Folklore número

451



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Humanizando a los animales: exorcismos y procesos judiciales. Tres (o cuatro) casos históricos asturianos

SANCHEZ SANCHEZ, José Manuel

Publicado en el año 2019 en la Revista de Folklore número 451 - sumario >



Resumen

Los hombres y las mujeres han mantenido una relación con los animales desde los primeros tiempos de nuestra historia. De hecho, no se podría entender la historia humana sin los animales, que han generado alimento, fuerza de trabajo, medios de transporte, y han sido una fuente de ingresos. A pesar de eso, en muchas ocasiones los humanos han entrado en conflicto con los animales, sobre todo, con los animales salvajes. Las respuestas humanas han sido diversas, y a veces sorprendentes, como los exorcismos o los procedimientos judiciales. Era una manera, en cierto modo, de humanizarlos.

PALABRAS CLAVE: exorcismo, Asturias, proceso judicial, humanos, animales.

Abstract

Men and women have maintained a relationship with animals from the earliest times of our history. In fact, we cannot understand our human history without animals, which have generated food, workforce, means of transport and have been a source of income. Despite this, humans have entered into conflict with animals, in particular, with the wild animals. Human responses were diverse, and sometimes surprising, like the exorcisms and legal proceedings. It was a way, in a certain sense, to humanize them.

KEY WORDS: exorcism, Asturias, legal proceeding, humans, animals.

El ser humano, aunque no reflexionemos demasiado sobre ello, es la medida de todas cosas. Un metro es un metro porque hemos acordado que un metro mida cien centímetros, pero también podíamos haber decidido que midiese cincuenta, setenta, o treinta y tres. Lo mismo pasa con el sistema que nos hemos dado para medir nuestro mayor tesoro –mucho más importante y escaso que el oro-: el tiempo. Una hora, un mes, un año…, son del mismo modo, puras convenciones que hemos aceptado para organizarnos en nuestra vida cotidiana. Toda nuestra cultura –incluyendo nuestras creencias religiosas- ha de estar traducida a un lenguaje que entendamos para percibirla. Y hasta el mismo lenguaje es, en el fondo, un acuerdo entre partes para que la combinación de ciertos signos –las letras y las palabras- signifiquen una cosa y no otra. El ser humano es el eje central alrededor del cual gira todo, al menos, en nuestra propia comprensión del mundo. Comenta Teresa Kwiatkowska:

El antropocentrismo moral adscribe status moral exclusivamente a los seres humanos y sus intereses y los considera superiores a los de los animales o a los de la naturaleza en su conjunto. […] Para no incurrir aquí en contradicciones, hay que aclarar desde ahora que el antropocentrismo es una condición ontológica del hombre. No podemos entender el mundo y la vida desde otra perspectiva que no sea humana. Toda la realidad está sujeta a nuestras propias interpretaciones, a una humanización; en un mundo que existe única y exclusivamente como objeto de transformaciones. (Kwiatkowska 2001, 163).

Lo más sorprendente es que en ocasiones llegamos a extremos que cuesta entender desde nuestra perspectiva actual, y aún nos sorprendemos más cuando algún episodio de antropocentrismo extremo ocurre o ha ocurrido al lado de nuestro lugar habitual de residencia. Revisando viejos ejemplares de la prensa local, me he topado con una curiosa noticia, una noticia de esas que parece que siempre se producen en lugares lejanos o en tiempos demasiado remotos. Sin embargo, en épocas tan relativamente recientes como el año 1895, el periódico El Correo de Llanes publicaba la siguiente noticia:

De algún tiempo a esta parte aparecieron en las erías de los pueblos de Pancar y Parres gran número de topos que, multiplicándose con rapidez, causan bastantes daños en los campos y en las plantaciones.Este fenómeno, poco común en la comarca, tiene preocupados a los vecinos, los cuales, después de haber empleado, con poco fruto, el conocido medio del cepo para exterminar la plaga, acudieron como ultimátum al exorcismo o conjuro, que llevó a cabo, uno de los días pasados, el virtuoso y anciano párroco don Tomás del Cueto Vallado (El Correo de Llanes 1895, 3).

Pancar y Parres son dos localidades muy cercanas a Llanes (Asturias). El párroco era un hombre que había estudiado en el monasterio benedictino de Celoriu, lugar muy cercano a Llanes y a los dos pueblos que necesitaban de su intervención, y acabó ocupándose de la parroquia de Santa María de la capital llanisca. No era, pues, un sacerdote extraño, nacido en algún lejano lugar, con una cultura extraña a la de sus feligreses. Y los hechos no habían sucedido en algún país exótico, sino en aquella «vieja» Europa que presumía, al menos desde Descartes (1596-1650), de ser la cuna de la Razón.

Se ha conservado alguna fotografía de aquel hombre de Dios[1], y he de reconocer que pese a la vestimenta clásica de negra sotana, que impone ciertamente mucho respeto, me ha dado la sensación de que era un hombre entrañable, mostrando la sonrisa apacible de un anciano que ya ha visto demasiadas cosas en la vida, un hombre de vuelta de todo. Puedo imaginármelo por aquellos predios de Pancar y Parres haciendo su exorcismo, intentando echar una mano a los campesinos, leyendo palabras antiguas, poderosas y mágicas ante el asombro de aquellos que le habían pedido su ayuda como último recurso. No era un asunto menor: los topos estaban atacando el sustento de los campesinos, sus cosechas, con las que mantenían una economía prácticamente de subsistencia con la que apenas lograban sobrevivir, como ocurría con el resto de los campesinos asturianos.

Los exorcismos contra los animales dañinos, como vemos, seguían siendo utilizados a finales del siglo xix, y eso que algunos autores de la Iglesia no estaban demasiado convencidos de su efectividad y creían, en algunos casos, que sólo eran supercherías. Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764), benedictino gallego que vivió muchos años en la capital del Principado, en Oviedo, escribe en 1750 en una de sus Cartas eruditas y curiosas:

Lo mismo digo de los Conjuros contra animales nocivos, v. gr. Gusanos, Ratones, Lobos, &c. Todas esas son cosas inventadas de ayer acá, que no tienen a su favor ni el uso común, ni la aprobación de la Iglesia. No el uso común, pues yo he visto muchas habitaciones y aún lugares enteros muy incomodados, ya de Chinches, ya de Ratones, Cinifes, Moscas, &c. sin que nadie echase mano de aquellos Exorcismos imperiosos, y coactivos para remover estas plagas. Tampoco la aprobación de la Iglesia: ¿porque dónde está ésa? Pensar que es, o se pueda llamar aprobación de la Iglesia la de uno, u otro Obispo, en cuya Diócesis se imprimió algún Libro, que contiene Exorcismos de esa especie, es una extraña simpleza.

[…] ¡Ah Señor mío! Cuánto más nos importaría que a vuelta de tantos Exorcismos como hay para langostas, ratones, gusanos, y otras plagas que dañan los frutos, saliera a luz algún conjuro fuerte, y eficaz contra la horrenda plaga de malos Escritores… (Feijóo 1774, 127-131).

Una cosa está clara: los exorcismos contra estos animales existían y se utilizaban, y si se utilizaban, quiere decir que las personas, o algunas personas, creían que podían ser efectivos en su cometido. Lo que resulta más inquietante es creer que los animales iban a hacer caso a aquellos exorcismos, porque implicaría que obligatoriamente tenían que entender el lenguaje humano y algunos conceptos, como lo que significaba el término exorcismo. El Diccionario de la Real Academia Española es bastante preciso y escueto al definirlo:

Exorcismo: 1. m. conjuro contra el demonio (DRAE 2018).

Puede parecernos una historia increíble, pero no estamos hablando de la típica leyenda que cuenta un abuelo a un nieto o una nieta al lado de la chimenea una noche de invierno. Aquello fue noticia en prensa. Aquello fue real en el mismo sentido que incluso hoy percibimos la realidad del momento histórico que nos toca vivir. Los periódicos de la época no dudaban de calificar de supersticiones populares a todas aquellas creencias que entonces recogían los folcloristas e investigadores bajo la rúbrica de mitología. Como en todas las sociedades campesinas, en Asturias se conservaban multitud de remedios ancestrales para mitigar las enfermedades del ganado, en las que en ocasiones, a las propiedades –o supuestas propiedades- curativas de las plantas se sumaban ciertos ritos que podríamos calificar de mágicos. En determinadas fechas, las personas seguían adornando ciertas fuentes con flores y plantas, seguían plantando ritualmente troncos desnudos de árboles en lugares principales de los pueblos o aldeas (la h.oguera, el mayu o el pinu), seguían, en resumen, realizando multitud de antiguos ritos y creyendo en ciertas cosas que los que escribían en los periódicos tachaban sin contemplaciones de costumbres y tradiciones propias del pueblo inculto. Sin embargo, El Correo de Llanes, que era un periódico católico, se tomaba muy en serio aquel exorcismo de Don Tomás. No era, en absoluto, un cuentecillo para niños.

Del mismo modo que había publicado aquella noticia, aquel párroco aparecía en otras ocasiones en el mismo medio como el respetado sacerdote que era en aquella comunidad cristiana:

El viernes último se celebró en el inmediato pueblo de Soberrón la fiesta de San Felipe, no con tanta animación como otros años, debido al tiempo desapacible y lluvioso que reinaba. Por la mañana hubo Misa solemne oficiando nuestro respetable y anciano párroco D. Tomás del Cueto Vallado, asistido de los coadjutores de San Roque del Acebal y esta villa D. Estanislao González, pronunciando éste último un elocuente e inspirado sermón que fue justamente alabado por todos los oyentes. Las jóvenes ofrecieron un bien adornado ramo de pan, cantando en el acto sentidos versos, al compás de sus panderetas. Durante la mañana se hicieron algunas transacciones de ganado vacuno a precios bastante subidos, especialmente las vacas de leche. Por la tarde la desanimación fue en aumento por la pertinaz lluvia, aguándose por completo la fiesta profana (El Correo de Llanes 1896, 3).

Aquel exorcismo era algo «normal», era algo real, era un ejemplo de cómo los hombres y las mujeres, en su cosmovisión, en el fondo, siempre se sitúan en el centro del universo, aunque puedan creer en algún poder o ser superior, porque hasta ese poder o ser superior intentan, si tienen algún problema, ponerlo siempre de su parte. En el mismo artículo en el que se relata el exorcismo para combatir a los topos se comenta que no era la primera vez que en Asturias se trataba a los animales como seres que podían entender las leyes por las que se regían las personas:

La medida es poco usada en estos tiempos, aunque recordamos que tiene precedentes en la historia asturiana, pues por los años de 1532 y 1616 se interpusieron en la ciudad de Oviedo dos famosas querellas, una contra los ratones que talaban los campos, y otra contra los delfines que se enseñorearon de las playas vecinas a la capital de nuestra provincia, rompiendo las redes de los pescadores y quitando el sustento a sus familias, sólo que en aquel entonces, por un error jurídico muy arraigado en la época, se consideraba a unos y a otros como sujetos pasivos del delito, y, a los efectos de su defensa y de su representación en juicio, se les nombraba abogado y procurador. Celebramos que el conjuro hecho por el bueno de don Tomás dé el resultado apetecido por los vecinos de Parres y Pancar (El Correo de Llanes 1895, 3).

Llama poderosamente la atención que los hombres, incluso en aquellos lejanos tiempos de los que habla el artículo, se empeñasen en hacer entrar en razón a los animales mediante querellas judiciales con las que se arreglaban las disputas de los humanos. La Biblia, en el Génesis, dice que Dios ordenó a los hombres dominar a los peces del mar, y a las aves del cielo, y a todos los animales que se mueven sobre la tierra (Petisco 1986, 4). Pero en 1599, Francisco Arias, de la Compañía de Jesús, escribe:

Las bestias fieras, y el fuego, y las demás criaturas, que carecen de razón, obran necessaria y naturalmente, y no son capaces de virtud, ni de vicio, ni de mérito, ni de demerito, y todo cuanto ay en ellas y en sus operaciones, es de Dios, que es el principal autor, que obra por ellos (Arias 1599, 243).

Así todo, en efecto, en la ciudad de Oviedo (o Uviéu), se presentaron querellas contra los animales, aunque realizasen sus obras porque así lo deseaba el Señor. Como comenta Gil González Davila, en su Teatro Eclesiástico…, en 1532, siendo Fernando de Valdés y Salas obispo de la ciudad y su provisor el Licenciado Diego Pérez, Arcediano de Villaviciosa:

[…] sucedio, que en el territorio de Ouiedo cargò una plaga de ratones, que talauan los frutos, y cosechas, no bastaron conjuros. Pusose el caso en justicia. Los de la tierra pusieron su querella, pidiendo se proueyessen censuras contra ellos, y que se notificassen en los campos. El Prouisor, guardando justicia, mandò se nombrasse Letrado, y Procurador, que defendiesse su parte: y auiendo alegado en derecho, y entre otras razones esta: Que Dios a estos animales, como a criaturas suyas les auia señalado para el sustento de sus vidas los frutos, y frutas de aquellos terminos, que conforme a derecho no se auian de dar censuras contra ellos: y passando el Prouisor adelante, no teniendo lo alegado por suficiente, mandò se publicassen, y que dentro de tres dias desamparassen la tierra, y se fuessen a lo mas encumbrado de las montañas, sin poder salir de allí, y de hazer lo contrario incurriessen en las censuras. Diose copia de su auto al Abogado, y Procurador, y respondieron suplicando, que en caso que sus partes huuiessen de obedecer, que pedian, que atento que para ir al lugar que señalaua, auia rios, y arroyos, por donde no podian passar sin daño manifiesto de sus vidas, que su merced mandasse poner puentes para ello, y que en el interin no les corriesse el termino. Mandò, que se pusiessen maderos, y que saliessen al punto. Assi se hizo, y de nueuo se leyeron las censuras. Fue cosa marauillosa, que las vian venir a vandadas, obedeciendo y temiendo las censuras a tomar el passo de las puentes, sin que el dia siguiente se hallasse en todo aquel termino vno solo. Este proceso le vi original en Salamanca, siendo Prebendado de aquella santa Iglesia, y Obispo en ella el ilustrísimo señor don Pedro Iunco de Posada, en poder de vn deudo suyo Canonigo de la Santa Iglesia de Ouiedo, que se llamaua tal Posada. Y por ser el caso tan extraordinario, tomè la razon de todo lo que se ha escrito, y la historia es publica y mui notoria en toda aquella Montaña; y es tradicion en ella, que salieron por el valle de Quiros, y su Conzejo, àzia las Montañas de Babia (González Dávila 1635, 56-57).

Este caso es curiosísimo, ya que podemos observar cómo en un principio se había intentado combatir la plaga de roedores con exorcismos, pero como comenta el autor, no bastaron conjuros. Y es entonces cuando entra en juego la justicia con toda su maquinaria. Hemos de resaltar, del mismo modo, que se trata de un proceso conservado en un archivo, del que González Davila logra tener en sus manos, según dice, el documento original. Y si todo eso fuese poco, el suceso se produce mientras era obispo de Oviedo el asturiano Fernando de Valdés y Salas, un hombre con un amplio currículum, del que podemos destacar que llegó a ser Presidente del Consejo Real de Castilla en tiempos del emperador Carlos I, fue Inquisidor General en tiempos de Carlos I y Felipe II, y fundó, entre otras instituciones, la Universidad de Oviedo. No logro imaginarme a nadie presentando en broma una querella contra los ratones ante los tribunales de aquella época, con una poderosa Inquisición a pleno rendimiento. Curiosamente se nombra en el documento del proceso a otro hombre, Pedro Junco de Posada, el entonces Obispo de Salamanca –y que llegó a ser Presidente de la Real Chancillería de Valladolid (Vigil 1887, 422)– cuyos restos descansan en Llanes, donde había nacido, muy cerca, como se ha dicho, de donde se realizó aquel exorcismo decimonónico de don Tomás del Cueto Vallado con el que hemos comenzado.

Las bestias, según el proceso ovetense de 1532, obedecieron a los jueces humanos. Es curioso, también, cómo el autor resalta, que aquel episodio que él mismo cree tan extraordinario, era recordado por la gente que habitaba en aquel tiempo en Asturias, incluyendo la vía de escape de los animales citando topónimos locales, como para verificar aún más el suceso. No es el único caso en la historia asturiana en el que el pueblo llano es utilizado como testigo de maravillas y prodigios que han escrito plumas autorizadas de autores graves, como se decía en la época. Otra cosa era el testimonio de las clases populares cuando relataban creencias y supersticiones que no eran compatibles con las enseñanzas de la Iglesia.

Estos casos eran más comunes de lo que podríamos imaginar, y no ocurrían sólo al sur de los Pirineos. Por sólo citar un ejemplo, en 2017 el sitio web de la BBC mencionaba un caso protagonizado por las ratas, acaecido en Francia diez años antes del caso asturiano citado:

En 1522, en la población de Autun en Francia, los aldeanos acudieron a la corte eclesiástica en busca de justicia: las ratas se habían comido sus cultivos de cebada. Tras investigar el crimen, el tribunal citó a las ratas a presentarse al juicio. Un funcionario fue enviado al área en la que se creía vivían los roedores delincuentes y les leyó en voz alta la solemne declaración. La corte nombró a un joven abogado llamado Bartolomée Chassenée como defensor de las ratas (www.bbc.com 2017).

Estamos hablando de documentos en los que aparecen nombres y apellidos de los protagonistas humanos y los nombres de lugares concretos. Son documentos oficiales, es decir, historia a fin de cuentas. Se trata de un fenómeno antropológico interesantísimo mediante el cual, el hombre humaniza a los animales convirtiéndoles, al menos sobre el papel, en sujetos de derecho que deben acatar las leyes de la Iglesia o del Estado, por un lado, y por otro, como se ha dicho, suponiéndoles la capacidad de entender el lenguaje y el simbolismo de los seres humanos. Es, decir, que los hombres –al menos los hombres de la Iglesia-, tal como había ordenado el Génesis bíblico, podían perfectamente dominar a las bestias salvajes, incluso con sus palabras. Por eso sorprende tanto el caso de Ana María García, La Llobera. Esta mujer, que había nacido en Posada de Llanes en el año 1623 en el seno de una familia de labradores. Sus penosas circunstancias personales hicieron que en compañía de pastores trashumantes recorriese la Meseta castellana hasta que acabó trabajando en una propiedad de una señora llamada María del Cerro, rica ganadera toledana, la cual acabaría denunciando ante el Santo Oficio a la asturiana, porque, como dice Julio Caro Baroja, era Lobera, y dada al Demonio (Caro Baroja, 1992, 144). Los documentos inquisitoriales dan fe de que, al parecer, a Ana María García se le había aparecido en varias ocasiones el Demonio, y que además, era capaz de convocar a los lobos, según la denunciada, debido a una vieja maldición paterna, porque sus hermanas habían llevado al monte a su anciano, enfermo y ciego padre para que se lo comiesen los lobos. Esta mujer realizaba un rito mágico para convocarlos, tras lo cual daba un silbido, y siete lobos acudían a su lado. Para el que esté interesado en este proceso, Caro Baroja le dedica unas páginas en el segundo volumen de su obra Vidas mágicas e Inquisición. Ana María García se libró finalmente de la hoguera, pero es un claro ejemplo más del poder o supuesto poder de algunas personas para interactuar con los animales salvajes, salvando las evidentes diferencias. Lo que pasaba es que a algunas les podía costar muy caro en los tribunales humanos.

Uno de los casos más sorprendentes de los que sucedieron en Asturias fue, sin duda, uno que se produjo en alguna fecha entre los años 1616-1622 –el tiempo que estuvo Martín Manso como obispo en Oviedo–, en el que hubo que combatir a los delfines, y que también recoge González Dávila:

Don Martin Manso tuuo por patria a Oña ilustre villa en el Obispado de Calahorra. Fue Colegial del Colegio del Arçobispo en Salamanca, Prior de Roncesvalles, y presentado para el Obispado de Ouiedo en el año mil y seiscientos y diez y seis. En su tiempo vinieron a querellar a su Audiencia los pescadores de los puertos, y playas mas vezinas de la ciudad de Ouiedo, diziendo, que los Delfines de aquellos mares les rompian las redes con que les quitauan el sustento de sus personas y casas, el que puso la demanda fue el Licenciado Andres Garcia de Valdès, Cura de la villa de Candas; el Obispo mandò, que se diessen las censuras contra ellos, nombrando por Abogado al Doctor Iuan Garcia Arias de Viñuela, y contra ellos al Doctor Martin Vazquez, Catedratico de Prima de Canones en la Vniuersidad de Ouiedo, y que se las entimassen en mar alta: assi se hizo, y entrando en vn barco acompañado de vn Notario, y de los que auian de ser testigos de todo, el mui Reuerendo Padre Maestro Frai Iacinto de Tineo de la Orden de Santo Domingo, y Catedratico en la Vniuersidad de Ouiedo, mandò al Notario en virtud de las vezes que lleuaua del Obispo leyesse las censuras en voz alta, notificandoselas a los Delfines; y mandándoles se apartassen de aquellos mares, y no boluieron a ellos: y desde aquel dia hasta los nuestros no se han visto en puertos, playas, ni costas (González Dávila 1635, 66-67).

Aunque en este caso los animales son acuáticos, la causa del proceso contra ellos es la misma que en el caso de los roedores: el ataque a la actividad con la que los hombres se ganaban la vida. Hemos de subrayar también que no se ocupaban de estos asuntos personas precisamente incultas: eran el obispo y la gente de la universidad los encargados de estas iniciativas que fueron la última esperanza de los pescadores y los campesinos. Durante mucho tiempo, hasta bien entrado el siglo xx, los animales dañinos, especialmente los lobos y los zorros –aunque también otros–, fueron ampliamente cazados en Asturias con diferentes métodos. Los cazadores eran recompensados económicamente por ello por los ayuntamientos y a menudo por los vecinos de las aldeas de las montañas, cuyo ganado compartía el espacio con los animales denominados nocivos. Los campesinos estaban acostumbrados a luchar cotidianamente contra esos animales, por lo que acudir a los exorcismos o a la acción de la justicia tenía que ser algo a lo que se recurría en casos graves y excepcionales.

Pese a que González Dávila comenta que los delfines (les toliñes, en lengua asturiana) no volvieron por aquellas costas, Felipe Valdés Hansen asegura que no fue así, y nos da una importante clave para entender las acciones de la Iglesia en estas situaciones:

Verídico y anterior es el no menos sorprendente conjuro de los calderones del que tenemos noticia por una escritura del año 1624. En la misma se da cuenta del acuerdo entre los pescadores de Candás y Gijón (Asturias), para contratar a un Clérigo del Santo Oficio de la Inquisición, al cual se atribuía el don de ahuyentar los peces dañinos o delfines. De este modo, al igual que lobos o roedores, los delfínidos entraron a formar parte del conjunto de animales malignos, cuya plaga era obra del diablo para diezmar las cosechas, los rebaños y las pesquerías que, a través del diezmo, proporcionaban tan buenos réditos para el sostenimiento de la Iglesia (Valdés Hansen 2009, 631-632).

Los campesinos y los pescadores perdían, evidentemente, con la aparición de las plagas y con los animales dañinos -dañinos para el hombre, aunque los animales respondiesen nada más a sus propios instintos naturales depredadores-, pero la Iglesia también perdía con ellos. Todos estos casos tal vez puedan parecernos cosas del pasado, simples leyendas de unos tiempos remotos, sin embargo, en épocas tan recientes como puede ser el año 2017, un periódico de gran tirada y prestigio como es La Vanguardia, publicaba una sorprendente noticia:

En el archipiélago de las Eolias, un pequeño grupo de islas frente a la costa de Sicilia, los pescadores se han declarado en huelga contra los delfines. El colectivo habla de guerra contra estos animales que según relatan saltan fuera del agua y nos muestran su sonrisa desafiante, antes de empezar a robar todos los calamares. Los trabajadores se quejan de que los sueldos han bajado en un 70% y que si antes cada barco traía al puerto cerca de 25 kilos de calamares, ahora no llegan ni a tres, algo que ni siquiera cubre el coste del combustible (www.lavanguardia.com 2017).

Los problemas de los pescadores italianos actuales, como vemos, son parecidos a los de los pescadores asturianos de aquellas épocas pasadas, pero ciertamente, las respuestas son diferentes. La huelga ha sustituido a los juicios y a los exorcismos. Cada momento histórico tiene sus propias formas de enfrentarse a las adversidades. Por eso no era nada extraño aquel exorcismo contra los topos del párroco Tomás del Cueto Vallado en los sembrados de Parres y Pancar, en el concejo de Llanes, con el que hemos comenzado.

Hubo muchos casos de exorcismos contra ciertos animales a lo largo de la historia y en diferentes lugares del mundo, y fue materia de discusión y de estudio por parte de los eruditos de la Iglesia. En el Diccionario de derecho canónico arreglado a la jurisprudencia española antigua y moderna, del año 1854 se define Exorcismo y se nos dan unas interesantes informaciones:

Conjuro ordenado por la Iglesia contra el espíritu maligno. El mismo Jesucristo le dio este poder: Convocatis duodecim discipulis, dedit illis virtutem et potestatem super daemonia.

Los exorcismos en las personas deben hacerse con mucho cuidado y prudencia, y para no engañarse en esto, se debe someter al obispo, el que, después de las informaciones necesarias, decide si debe o no emplearse este remedio; con respecto a los exorcismos sobre los animales o lugares infestados, no se guardan tantas consideraciones. Dice Eveillon en su Tratado de las Excomuniones, que no pudiendo ser excomulgados los animales, sólo se puede exorcizarlos o abjurarlos en los términos o según las ceremonias prescritas, sin supersticiones, y sin observar como antiguamente un procedimiento ridículo seguido de la sentencia de anatema o maldición. Sólo hay, dice, dos modos convenientes de abjurar y exorcizar a los animales:

1. Dirigiéndose a Dios y suplicándole que haga cesar el mal.

2. Mandando al espíritu maligno de parte de Dios y en virtud del poder que dio a su Iglesia, el que abandone los animales o lugares de que abusa para perjudicar a los hombres. Véase abjuración.

Thiers, en su Tratado de las supersticiones, refiere diferentes fórmulas de exorcismos, y cree con razón que todavía podemos servirnos de ellos en la actualidad, contra las tempestades y animales dañinos, con tal de que se hagan con las precauciones que prescribe la Iglesia, y según la forma que autoriza, pues entonces dejan de ser abuso ni superstición.

La función de los exorcismos estaba unida antiguamente al orden del exorcista; pero en la actualidad los ejecutan solamente los presbíteros, y aún muchas veces sólo por una comisión especial del obispo (Diccionario de derecho canónico… 1854, 528).

Por lo tanto, en el siglo xix, el siglo en el que el párroco Tomás del Cueto Vallado realizó su exorcismo contra los topos en las cercanías de Llanes, era una práctica habitual, consentida por la Iglesia y hasta recomendada para luchar contra las alimañas. Y como había ocurrido en el pasado, los campesinos tenían que verlo como una práctica perfectamente válida para salvaguardar sus cosechas cuando otros métodos no funcionaban. A fin de cuentas, la ayuda divina siempre se había implorado cuando los hombres y las mujeres no eran capaces de solucionar sus problemas por ellos mismos, o ante ciertas incógnitas e incertidumbres que siempre han intrigado y preocupado al ser humano.

No puedo saber cómo se desarrolló paso a paso el exorcismo de don Tomás. Aunque los reporteros locales de la época podían llegar a ser bastante precisos relatando, por ejemplo, las fiestas patronales de las localidades, en el caso de aquel exorcismo, fueron bastante discretos. Sin embargo, he encontrado un viejo exorcismo que servía contra las langostas, los gusanos y los ratones. Los topos, a fin de cuenta, no dejaban de ser una clase de «ratones». El exorcismo está escrito en latín (lengua litúrgica que se empleó hasta tiempos muy recientes del siglo xx incluso para la Misa). Comienza con una serie de oraciones, y para finalizar se debe de decir:

Exorcizo vos, pestiferos Mures (vel Locustas, vel Vermes) per Deum Patrem Omnipotentem, & jesum Christum Filium ejus, & Spiritum Sanctum ab utroque procedentem ut confestim recedatis a campis, & agris nostris, nec amplius in eis habitetis, sed ad ea loca transeatis, in quibus nemini nocere possitis; pro parte Omnipotentis Dei, & totius Curiae Coelestis, & Ecclesiae Sanctae Dei, vos maledicens, ut quocumque jeritis, sitis, maledicti (vel maledictae) deficientes de die in diem in vos ipsos (vel ipsas) & descrescentes, quatenus reliquae de bobis nullo in loco inveriantur, nisi necessariae ad salutem, & usum humanun. Quod praestare dignetur, qui venturus est judicare vivos, & mortuos, & saeculum per ignem (Raulin 1789, 347).

Y para concluir el rito de este exorcismo, era necesario asperjar el lugar con agua bendita. Como podemos observar, intervenían varios elementos: la mágica fórmula escrita en latín, el agua bendita, y por supuesto, el párroco encargado de llevarlo a cabo. Era algo serio, y supongo que si se llevaba empleando tantos años, sería porque tuvo que tener alguna efectividad. Si algo ha caracterizado a la cultura humana a lo largo de la historia, es que aquello que ha quedado obsoleto acaba inevitablemente desapareciendo con el paso del tiempo de la vida cotidiana.

Si se pretendía en ocasiones humanizar a los animales, también es cierto que durante siglos se deshumanizó a los humanos animalizándolos. Uno de los grandes manuales de la Inquisición europea fue, sin duda, el Malleus Maleficarum, El Martillo de las Brujas, en el que se asegura, entre otras muchas cosas:

Que las brujas, por el poder de los demonios, transforman a los hombres en bestias –y ésta es la transformación más importante- ya lo hemos demostrado de modo suficiente… […] la autoridad, la razón, la experiencia, se encuentran ahí para deducirlo, sobre todo de lo que relata San Agustín en el Libro de la ciudad de Dios. Se desarrolla en las siguientes cuestiones: Entre otras transformaciones mágicas, relata que la muy famosa Circe había transformado en puercos a los compañeros de Ulises. De la misma forma que ciertas encargadas de establos habían convertido a sus clientes en bestia de carga. Relata también que los compañeros de Diomedes, transformados en pájaros, habían revoloteado después durante largo tiempo en torno al templo de éste. O también que Prestancio le había contado como verídico el hecho de que su padre había sido transformado en caballo y había transportado la cosecha junto con los demás animales (Kramer y Sprenger 2004, 269-270).

No sólo las brujas y el Demonio tenían la capacidad de deshumanizar a los hombres. Durante la conquista y colonización de América, la famosa Controversia de Valladolid de 1550-1551 es un ejemplo de cómo unos hombres discutieron si otros hombres (los indios), tenían o no alma. Y no era un asunto baladí: si los indios no tenían alma, estaría legitimado reducirlos a la esclavitud y la servidumbre en beneficio de los conquistadores, como si fuesen animales domésticos. Es decir, en definitiva, se humanizaba a los animales o se deshumanizaba a las personas según conviniese en cada momento. Las teorías de Darwin y los evolucionistas atestaron un fuerte golpe a todo lo que se venía pensando hasta entonces, pero, como comenta Ramírez Goicoechea:

Ubicar la humanidad en la línea filogenética del resto de seres vivos, gobernados por las mismas leyes naturales permitió a Charles Darwin des-divinizar el origen de los humanos definitivamente, frente a una Iglesia y una sociedad victorianas ultraconservadoras en lo moral e ideológico. Por supuesto que esto no ha impedido reformular la singularidad humana siguiendo los derroteros cartesianos: el pensamiento eurocéntrico ha distinguido al ser humano como el único capaz de racionalidad, intencionalidad y agencialidad. […] El movimiento por acercar a la Humanidad a Dios y separarlo del mundo natural (naturalizado) está entretejido en toda la Modernidad con el proyecto naturalista contrario (Ramírez Goicoechea 2009, 289).

Pensar que somos únicos es algo muy humano. Nos creemos especiales dentro del mundo natural, mientras que ciertas personas no dudan en establecer diferencias en nuestra propia especie en base al color de la piel, a la lengua que hablamos, a la clase social a la que se pertenece o al lugar de nacimiento de cada individuo. No deja de ser bastante paradójico. Algunos aún no se han enterado de que, por ejemplo, compartimos con los chimpancés más o menos un 98% de nuestra dotación genética[2]. Estoy hablando de Ciencia. Así todo, aunque se han probado fantásticas capacidades cognitivas y comunicativas en muchos animales[3], es bastante improbable que un animal pueda entender algún día lo que es un exorcismo o un proceso judicial humano y su sentencia.

A modo de conclusión, resulta fácil comprobar, en ocasiones sin buscar demasiado lejos de nuestra propia casa, que ha sido una constante durante nuestra historia pretender «humanizar» las conductas instintivas de los animales, sobre todo cuando esas conductas entraban en conflicto con nuestros intereses, y que cuando la caza o el exterminio mediante otros métodos no daban los resultados deseados, se recurría a los exorcismos previstos por la Iglesia o incluso al procedimiento judicial contra los animales salvajes. Se trata de una prueba más de que el ser humano percibe todo lo que le rodea desde una perspectiva exclusivamente humana y que esa percepción se instala finalmente hasta en las instituciones que rigen nuestras sociedades.

Quizás pensemos que los tiempos han cambiado, que esas cosas de los exorcismos ya son viejas fotografías del pasado, objetos curiosos que se exponen en un museo. Sin embargo, de vez en cuando hasta los medios de comunicación más serios del planeta nos dejan alguna noticia sorprendente. La página web de la BBC, en abril de 2018 aseguraba:

[…] unos 250 sacerdotes procedentes de unos 50 países del mundo viajaron este mes a Roma para aprender a identificar una «posesión demoniaca» y conocer los rituales para expulsar a esos demonios, entre otras cuestiones. Participaron en el curso de «Exorcismo y Oración de Liberación», que comenzó a impartir el Vaticano en 2005 y que, desde entonces, ha duplicado la cita anual de asistentes, aparentemente por el crecimiento de demanda de este tipo de práctica (www.bbc.com 2018).

No se especifica en dicho artículo si entre las materias del curso se incluye el exorcismo a animales. Pero los exorcismos, como les bruxes (brujas) o las meigas, que dicen los gallegos, haberlos haylos.

José Manuel Sánchez Sánchez

Doctor en Historia por la Universidad de Oviedo.

Licenciado en Antropología Social y Cultural




BIBLIOGRAFÍA

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Diccionario de derecho canónico arreglado a la jurisprudencia eclesiástica antigua y moderna (1854). París. Librería de Rosa y Bouret. Disponible en Google Books (Con acceso el 27/01/2019).


PRENSA HISTÓRICA

El Correo de Llanes:

- Número 124. Año III. 20 de marzo de 1895.

- Número 205. Año IV. 5 de mayo de 1896.

Disponible en hemeroteca.gijon.es (Con acceso 23/01/2019).

PRENSA DIGITAL


BBC : - https://www.bbc.com/mundo/noticias-39654425. (Con acceso el 29/01/2019).

- https://www.bbc.com/mundo/noticias-43887255. (Con acceso el 08/02/2019).

LaVanguardia: https://www.lavanguardia.com/natural/20170412/421630307509/pescadores-delfines-guerra.html (Con acceso el 29/01/2019).




NOTAS

[1]https://sites.google.com/site/uriestra/dontomàsdelcuetovallado
(Con acceso el 23/01/2019)

[2]Ibíd., 270.

[3]Ibíd., 295.



Humanizando a los animales: exorcismos y procesos judiciales. Tres (o cuatro) casos históricos asturianos

SANCHEZ SANCHEZ, José Manuel

Publicado en el año 2019 en la Revista de Folklore número 451.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz