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Las leyendas y creencias del norte de España recogen una serie de seres y personajes mitológicos que no abundan en la zona meridional, salvo en aquellas que han permanecido más aisladas y conservan costumbres más antiguas como ciertas regiones de León, centro de Castilla, norte de Extremadura o la Mancha. Muchos de estos seres tienen su equivalente en otras partes del mundo. En concreto los pastores cíclopes u ojáncanos y las mujeres-serpiente, que aparecen en las tradiciones culturales españolas, irlandesas y escitas. En este artículo se presentan algunas de las analogías encontradas.
Ojáncanos, arimaspos y formorianos
Los gigantes cíclopes de las regiones cantábricas suelen denominarse ojáncanos, aunque en otras regiones se los denomina como ojarancos u ojancos, en Castilla; olláparos en Galicia o pataricos en Asturias. Se pueden encontrar relatos míticos de algunos de ellos más al sur, sobre todo en Castilla y Extremadura. Todas las tradiciones los describen como unos seres gigantes, antropomorfos, con un solo ojo (en ocasiones presentan otro en el cogote), con una barba rojiza muy extensa que cubre todo su cuerpo. Las historias y cuentos recogidos acerca de ojáncanos suelen relatar cómo destruyen construcciones y demás cosas útiles a los humanos y se alimentan de su ganado cuando no de fieras que encuentran en el monte, según San Isidoro. También se dice, al ser considerados como asustadores, que se alimentan de niños, sobre todo las ojáncanas. Las leyendas de este tipo son escasas en la meseta, pero en zonas de Extremadura sí se han conservado relatos de unos pastores cabreros de un solo ojo a los que llaman jáncanus.
También en la mitología extremeña han permanecido leyendas sobre las luchas que mantuvo el rey Batuecu (que era tuerto) contra unos pastores cíclopes en el pasado. El rey Batueco y sus vasallos serían también pastores guerreros, aunque hacían uso de la agricultura, lo que causaría un conflicto con los jáncanus, como recoge Félix Barroso (Barroso 2015, 139). Uno de los aliados de este rey Batueco es un poderoso señor, familiar del mismo, al que llaman Tautu. Según relatos recogidos por Barroso, los jáncanus andaban en guerra contra el rey Batuecu y otros pueblos como los ruconis. Los rucones eran un pueblo para el que se ha propuesto origen cantábrico, riojano o astur trasmontano. Este pueblo habitaba de forma semiautónoma en tiempos de los godos (Siglos v y vi) para los que se han propuesto varias ubicaciones, desde Asturias a la zona extremeña de las Villuercas. San Isidoro y otros autores ubican la Ruconia entre montañas mientras otros lo sitúan cerca de la costa cantábrica.
Mencionan estas leyendas extremeñas otros personajes como el Mingorru o Pericón el Galicianu, que parece un aliado del rey Batuecu, al que describen como un humano de grandes proporciones que posee una gran cornamenta. Además, posee una barba colorá (Barroso 2016, 143).
Por otro lado, llama la atención la similitud entre las descripciones de los ojáncanos de Cantabria y todos sus derivados en España (jáncanos, ojarancos, ojarancón, ojaranquillos, ojáncanas, etc) con los arimaspos escitas, que serían pastores cíclopes de las estepas asiáticas. La presencia de arimaspos en Asia fue recogida por Aristeas de Proconeso, citado por Heródoto. Este pueblo cíclope limitaba al norte de los pueblos isedos e hiperbóreos:
Aristeas, hijo de Caustrobio, natural de Proconeso, autor de un poema épico, dijo, que poseído por Apolo, llegó junto a los isedones, y que más allá de los isedones, vivían los arimaspos, hombres de un solo ojo; más allá de ellos, los grifos guardianes del oro, y más allá, lindando con la mar, los hiperbóreos, que se extienden hasta un mar. Pues bien, a excepción de los hiperbóreos, todos estos pueblos, empezando por los arimaspos, atacan constantemente a sus vecinos: así, los isedones fueron expulsados de su país por los arimaspos, los escitas por los isedones y los cimerios, que habitaban a orillas del mar del sur, por los escitas. (Heródoto, Libro IV, 13).
Heródoto recoge una descripción de los arimaspos que, como comprobamos es similar a la de los ojáncanos y demás cíclopes:
Así pues, también este pueblo es conocido; en cambio, respecto a la zona situada al norte de ellos, son los isedones quienes hablan de la existenca de los hombres que tienen un solo ojo y de los grifos que guardan el oro. Los escitas, por su parte, repiten lo que les han oído contar a ellos y, en general, nosotros nos atenemos al testimonio de los escitas y los denominamos arimaspos utilizando una palabra escita; pues, en dicho idioma, arima significa «uno», y spu, «ojo». (Heródoto, Libro IV, 27).
Tzetzes asegura que los arimaspos son los más robustos de todos los hombres y los describe igualmente con un solo ojo y de frondosos cabellos. Estrabón los describe de la misma forma que Heródoto y los sitúa en Escitia. Plinio escribió acerca de ellos:
Junto a ellos, que se encuentran mirando al norte, no lejos del propio punto de partida del Aquilón y de la caverna que se llama suya, lugar al que denominan Ges Klithron se nos habla de los arimaspos, a los que ya citamos, destacables por su único ojo en el centro de la frente. Se encuentran continuamente en guerra con los grifos, una clase alada de fieras cuya apariencia es bien conocida, que sacan oro de sus galerías con admirable avaricia, las fieras, por custodiarlo, y los arimaspos, por robarlo [Plinio HN VII 10].
Como vemos, el nombre que proporciona Heródoto en lengua escita significaría lo que en España se entiende por ojáncano, algo así como: «un ojo grande». Se puede pensar que el mismo mito se ha originado en varios sitios de forma autóctona o bien que se difundió en migraciones pasadas. Puede que algunas versiones de las leyendas sobre arimaspos llegaran a la península ibérica, traídas por pueblos escitas que emigrarían desde Escitia, pasando por Grecia, Egipto, Sicilia y España, para finalmente recalar en Irlanda. Estas migraciones se recogen en las crónicas irlandesas. En el Libro de las Invasiones de Irlanda se relata como varios pueblos abandonaron Escitia, pasaron por el Mediterráneo y la península ibérica para terminar invadiendo la isla de Hibernia (Irlanda). Entre las invasiones de pueblos del este, se citan: la invasión de Cesair, antes del Diluvio Universal; la de Partholon; la de Nemed; la del pueblo esclavo Fir-Bolg; la del pueblo mágico de los Tuatha de Danan y, finalmente la de los hijos de Mil de España o Golham. Los pueblos que lucharon contra los Formorianos fueron sobre todo los nemedianos, los Fir-Bolg y los Tuatha de Danan (Sainero 2017). Se relata en la misma crónica que una princesa llamada Taitu, hija de un rey hispano llamado Magmor, se casó con un alto rey de los Fir-Bolg en Irlanda, llamado Eochaid, hijo de Erc y con otro rey de los Tuata Dé Danan, llamado Eochaid, hijo de Dúach al vencer éstos la guerra contra los Fir-Bolg. Se cuenta que Tailltiu habitó una pradera de tréboles en Coill Chuan, donde criaría a Lug, descendiente del rey de los formorianos, llamado Balor.
Sorprende ver tantas similitudes entre la mitología irlandesa del Libro de las Invasiones con los mitos españoles y extremeños en particular:
- En primer lugar, los pueblos que invaden Irlanda proceden de Escitia, lugar donde habitan los arimaspos y pasan la mayoría por la península Ibérica para invadir finalmente la isla de Irlanda.
- Taitu cría a Lug como hijo adoptivo, de quien se dice que cerraba un ojo cuando se disponía a atacar y el rey Batueco era tuerto de un ojo.
- Lug mata al rey cíclope formoriano, llamado Balor, de quien se dice que tenía un solo ojo con el que era capaz de matar a quien quisiera con su mirada. Lug mata a Balor utilizando una honda, destruyendo su ojo que estaba situado en la frente. La piedra atravesó la cabeza y salió por detrás, lo que podría dar una explicación al por qué a los ojáncanos, jáncanas y olláparos en ocasiones se los describe con un ojo en la nuca.
- A los formorianos irlandeses se los describe en algunos casos con atributos como cabezas de cabra al igual que al mingorru.
- Los formorianos irlandeses suelen ser descritos como cíclopes con un solo ojo. Son muy parecidos a los ogros de los montes Grampianos de Escocia, los cuales, además de describirlos como cíclopes, eran antropófagos. También existe una derivación en la isla de Man llamada foawr (Rosapini Reynolds 2003).
- El pueblo Gaedil irlandés, del que desciende Mil (Golham), pasa por Sicilia en su periplo hacia España. En Sicilia es donde se encuentran los cíclopes como Polifemo, también pastores. En la isla además habitan los lestrigones de costumbres antropofágicas.
- Existe una variación de los ojáncanos en Las Hurdes, llamado pelujáncanu, que es similar al jáncanu pero con un solo pelo en la cabeza. En los mitos de las Highlands occidentales de Escocia, recogidos por Francis Campbell en Popular Tales of the West Highlands, existe la creencia antigua en unos ogros con un solo ojo a los que llaman fachan o fachin, los cuales presentan también un solo mechón en la cabeza, un solo brazo y una sola pierna (Rosapini Reynolds 2003). En Irlanda equivaldría al gigante o fathach.
- Los ojáncanos en ocasiones suelen describirse igualmente como cíclopes gigantes que tienen una barba muy poblada que cubre su cuerpo y se recalca que presentan un solo pelo blanco. Si se les consigue quitar este pelo pierden su fuerza o mueren. En el caso de los ogros escoceses se dice que era más fácil arrancar una montaña que arrancarle el mechón de pelo. El ogro escocés presenta un brazo que le sale del pecho, cualidad en común con otro ser mitológico cántabro como el cuegle.
- Una princesa hispana, llamada Taitu, se casa con un rey escita (Tuata Dé Danan) que reina en Irlanda. Su nombre es similar al del aliado del rey Batueco, llamado Tautu. Se dice que los héroes hurdanos tenían el pelo rojo y los irlandeses son una de las poblaciones del mundo con mayor porcentaje de pelirrojos.
Mujeres serpiente y amazonas
Por otro lado, existen coincidencias entre los mitos escitas e hispanos sobre mujeres con atributos serpentiformes, parecidas en su descripción a la Equidna de la mitología griega. En España existen varias leyendas acerca de estas criaturas como la Caragontía o Moracantana, en Montánchez; la Tarazaina y la Trocanta, entre Granátula y Calzada de Calatrava; la Tragantía, en Cazorla; la Jáncana Lenguaratúa, en Cáceres, etc. Incluso Covarrubias menciona una planta llamada Taragontía, por sus parecidos con los reptiles: «yerva conocida, cuyo tallo tiene la variedad y diferencia de colores que el dragón, o la serpiente, y por ello la llamaron serpentaria, y dragontea, corrompimos el vocablo, y llamamos taragontía». Existe una leyenda parecida en la Edad Media, entre los mitos ancestrales escitas y los españoles a día de hoy. Se trata de la leyenda medieval de Alamo y Elpha la mujer serpiente, presente en el Cantar del Mío Cid. En los versos se señala brevemente que Elpha es encerrada en unos caños o túneles (García Pérez 1993).
En Escitia existían creencias en diosas con atributos serpentiformes como Tabiti, asociada al fuego, con atributos parecidos a la Diosa Dana de los Tuatha. Los mitos cuentan que Hércules, en la región Escita de Hilea, se unió con una mujer, mitad fémina, mitad serpiente, con quien tuvo tres hijos, entre ellos a Agatirso, Gelono y Escites. En España existen leyendas de moras y jáncanas con escamas de serpiente y un solo ojo en la frente en algunos casos (Barroso 2011), a las que les salen culebras en la cabellera (Barroso 2005). También se dice en Aceitunilla que la jáncana tiene dos ojos en la coronilla en una especie de fusión con los mitos irlandeses (como el rey formoriano Balor) y tienen la capacidad de metamorfosearse en serpientes (Martín Sánchez 2002). Exigen una prueba a aquel varón que se encuentra con ellas, convirtiéndose en serpientes enroscándose en su víctima, lo mismo que sucede con algunas mouras y moras, xanas y encatadas. Otra coincidencia interesante se da entre la apariencia de las escitas asiáticas con un solo seno y seres mágicos con apariencia de duendes como las pomporrillas extremeñas o de hadas, como las ijanas cántabras, las cuales presentan esta misma cualidad. Según autores antiguos como Diodoro de Sicilia, las amazonas se quemaban sólo el pecho derecho para empuñar mejor las armas o mejorar la destreza con el brazo derecho.
Entre grifos y arimaspos
Por último, existieron en España en tiempos pasados, quizá por transmisión desde oriente, los mitos sobre grifos. Heródoto relata que los arimaspos vivían cerca de los grifos en Escitia, los cuales custodiaban oro en las cercanías de unas montañas. Pausanias, citando a Aristeas de Proconeso, asegura que los grifos combaten por el oro contra los arimaspos. A los grifos los describe como fieras parecidas a leones, pero con alas y pico de águila. Las leyendas de animales pueden provenir del hallazgo de restos de dinosaurios ceratópsidos como el Protoceratops, los cuales se encuentran frecuentemente en Asia. El cráneo fósil de estos animales se asemeja a un pájaro con plumas, al disponer de un gran pico, y disponer de cuerpo de cuadrúpedo. De la misma forma se ha propuesto con anterioridad un mismo orígen para los cíclopes en los cráneos fósiles de antiguos elefantes de Sicilia. Todo esto nos plantea una pregunta ¿Cómo llegaron los mitos sobre grifos a la península ibérica?
Las primeras representaciones de estos animales se encuentran en cerámicas y estatuas iberas y tartéssicas. Los íberos, pueblo de posible procedencia oriental, representaban a estos animales mitológicos en estatuas de carácter apotropaico o de protección de lugares, al igual que se hacía con las esfinges y leones. La estatuaria íbera representa habitualmente grifos, así como grifomaquias. Posteriormente, se pueden encontrar representaciones de grifos en distintos elementos decorativos del bestiario románico medieval y posteriormente en palacios de distintas familias españolas de ascendencia noble, como los relieves del Palacio del Infantado, en Guadalajara. Por otra parte, en Madrid existe el cuento de Las plumas del animal grifo (Fraile Gil 1992).
La relación entre Escitia, Grecia, Sicilia, España e Irlanda y Escocia parece atestiguada por autores griegos y latinos, cronistas irlandeses y la mitología popular española. En algunos casos los mitos se pueden remontar, como hemos visto, a la época de los godos, mientras que en otros su raíz original parece mucho más remota, geográfica y temporalmente. Es sabido que en España, Irlanda y Escocia habitaron pueblos relacionados entre sí como son los brigantes, los escotos o escoceses, los albiones, los siluros y otros pueblos iberos que parecen tener relación con los nombres de Hibernia (Irlanda), la Iberia del Cáucaso y Albión (Gran Bretaña). Algunas de estas tribus o clanes se cree que provenían de Escitia como se recoge en las crónicas irlandesas: los brigantes de Breogán y los escotos de Escota, hija de un faraón y casada con un descendiente del pueblo escita llamado Mil de España.
Por último, cabe señalar que los estudios llevados a cabo en genética de poblaciones respetan esta posible interpretación de la migración escita hacia occidente, que posibilitaría la transmisión de los mitos orientales. En los últimos años se ha podido demostrar que poblaciones indoeuropeas de la zona del Cáucaso invadieron Europa durante la Edad del Bronce (que ya anticipó Marija Gimbautas planteando la hipótesis de los kurganes), poblaciones que quedaron principalmente en Europa Occidental, desde España a Irlanda.
BIBLIOGRAFÍA
Barroso, Félix. «La figura juglaresca del Tio Goyo, un arquetípico hurdano». Revista de Folklore 292 (2005) 114-130.
Barroso, Félix. «“El Encantu” y otros aires legendarios». Revista de Folklore 349 (2011a) 19-28.
Barroso, Félix. «Los orígenes mitológicos de las Hurdes». De Jigos a Brevas 139 (2015) 2-5.
Barroso, Félix. «Apuntes de mitología jurdana: el Morcillu». De Jigos a Brevas 143 (2016) 4-9.
Fraile Gil, José Manuel. Cuentos de la tradición oral madrileña, 1992.
García Pérez, Guillermo. «Elfa. La Mujer-Serpiente del Cantar del Mío Cid». El Ateneo (1993) 87-96.
Heródoto. Historia. Editorial Gredos. 2015.
Martín Sánchez, Manuel. Seres míticos y personajes legendarios españoles. Madrid, 2002.
Rosapini Reynolds, Roberto. Hadas, Duendes y otros Seres Mágicos Celtas. Buenos Aires, 2003.
Sainero, Roberto. Los orígenes históricos y culturales de la Unión Europea. Madrid, 2017.